jueves, 14 de marzo de 2024

 

Vivir como un mandala que fluye. (7)                                                                     

                                                                    

                                                                                                …somos materia, pero materia activa,

no la simple estructura física de los seres vivos.

Fernando del Castillo Martín.

 

                                                 Muchos seres humanos se alejan de la naturaleza. Lo natural, es un espacio que es necesario a nuestro ser como humanos, no solo por el esparcimiento que proporciona, sino porque habremos de ser conscientes que de ahí hemos venido y ahí volveremos. Es una circularidad. Somos un tipo de materia racional, una que puede velar por su evolución. La vida total es nuestro mandala más grande.

Creemos que somos solo en parte seres de la naturaleza y como si esto fuera a voluntad nada más, nos olvidamos que de ella hemos nacido y que merece todo muestro respeto.

Mucho antes de pensar que obtendremos de la parte natural del entorno, o más bien que vamos a tomar de ella cono si fuera nuestra proveeduría obligada, más nos valdría seguir averiguando quiénes somos y cuál es nuestro papel dentro de todo lo que nos rodea, el ambiente que nos protege y que sin piedad hemos depredado. La inconciencia nos lleva a destruir lo que nos cobija, y todo lo que tiene de valor la intercomunicación asertiva.

Todas esas prácticas de grupos que aún viven en armonía con lo natural, serian ejemplos de buenas lecciones para volver el camino. Los grupos de aborígenes que antes de tomar una sola hoja, flor o fruto de su entorno, lo hacen con prácticas respetuosas y sabiendo que la misma naturaleza es vida, es su vida y no un supermercado natural y gratuito. Son el mejor ejemplo. Acciones concretas, como la que se está dando en los pueblos cercanos a la reserva de Calakmul, en donde ya existen programas bien dirigidos para enseñar a los niños que su relación con las aves no es con una herramienta que en el sureste del país se conoce como tira hule (objeto que en otros lados del país se conoce como resortera) es más bien aprender con un par de binoculares a conocer las especies.

 Ensuciar el medio ambiente, tirar la basura como si fuera el acto más normalizado de algunos grupos, es un actuar totalmente incivilizado.

El sentido depredador que tan claramente hemos visto desarrollarse en muchos grupos humanos, es en parte el efecto en el cambio climático que vivimos hoy.

El individualismo voraz es incongruente y no responde a nuestra esencia, se manifiesta como si fuera necesario para sobrevivir, cuando no lo es. Ya veremos más adelante como el individualismo creativo es la respuesta.

 El individualismo congruente, es crecer a partir del buen manejo del cerebro y el conocimiento, y así mismo dar la parte que nos corresponde en el sentido social de evolucionar.

Del Castillo nos deja claro que, si la vida biológica ha evolucionado para mejorar, es obvio que al observar sus movimientos y dinámicas nos daremos a nosotros mismos las herramientas necesarias. La vida social del ser humano ha sido mal conducida, solo necesitamos entender por dónde y cómo habremos de proponer y así mismo no perder energía con acciones que no llevan a ninguna parte.

El desarrollo biológico es complejo, del mismo obtenemos información certera de la transformación hacia una evolución armónica. Algunas prácticas en el modo de relacionarse de los animales que son de la misma especie con otras diferentes y con la naturaleza misma, están dando pautas de conductas conservacionistas que más nos valdría comprender mejor.

La evolución física de los seres ha dado muestras de buenos avances, mismos que dan al ser autonomía frente al medio, eso mismo se propone para lo social: Seres educados y autónomos que aporten concretamente desde sus avances individuales.

Nada es pasivo, y aunque como entes sociales seamos complejos, se pueden propiciar los flujos de evolución, porque nuestra evolución no ha finalizado, solo se ha distorsionado.

El individuo ha confundido su lugar en la naturaleza y esa depredación de que hemos sido objeto por y hacia nosotros mismos, ha destruido partes determinantes de los entornos. Ser más propositivos es el camino. Sin educación esto es falaz en sí mismo.

Los foros de sustentabilidad de los medios ambientes están siendo muy activos, lo escuchamos y vemos en muchos sitios del orbe.

Es verdad que la mayoría de nosotros no somos científicos, aunque si podríamos ser personas comunes y corrientes adentrándonos más en conocer la divulgación de la ciencia.

Solo nuestra especie tiene la racionalidad como atributo único, aunque nos está costando demasiado terminar de comprender este alcance. Los filósofos en su mayoría han tomado el camino de sus propuestas dentro de la idea de que somos más que nada una proyección del alma o del espíritu, siendo una postura interesante para ciertos grupos, aunque a veces con ese balancearnos demasiado en el espíritu no se llega a aportes concretos en la vida común y en las resoluciones sociales.

En el siglo XX Teilhard de Chardin, el filósofo y antropólogo propone por primera vez dentro del conocimiento del ser humano, la premisa que asienta que: la razón es algo que proviene de la materia más organizada y aterrizada, no es algo intangible. Pensar no es algo desligado de los cambios concretamente materiales. Situados como seres pensantes es como evolucionamos. Nuestro cerebro nunca es pasivo y aporta activamente. Como seres humanos estamos vinculados al cosmos, no somos meros accidentes creados, somos seres evolutivos y hemos de tomar estas riendas más seriamente.

Como seres biológicos nos armonizamos en entornos propicios, esas concordancias se dieron desde siempre y es así como fluimos, mas no hemos comprendido en su totalidad la relación que tenemos con el medio ambiente. En lo biológico, nuestra reproducción es en función a un sistema evolutivo de copias, en el que interviene la voluntad y la razón.

Cuando se descubre el ADN, tenemos claro el asiento biológico de cada ser que nos hace únicos e irrepetibles. Vamos encontrando la explicación de las formas que se dan como singulares.

Las propiedades operativas de la vida, se descubren por un lado en lo biológico y por el otro se desconoce el alcance de lo que nos asienta como seres racionales y pensantes. Se cree que el alma es algo intangible, y es el resultado de la racionalidad y el pensamiento.

J. Joyce dice: -La vida es un sistema químico auto mantenido, capaz de experimentar evolución…- Otros han mencionado que la vida además de experimentar réplicas de sus procesos y orden en estos procesos, todo se da más allá del entorno.

Aquí vemos la primera discrepancia con Darwin: afirmaba que toda evolución está determinada de fondo, por los entornos. Mas bien son los entornos los que reciben los cambios y se benefician del pensamiento.

Carlos Briones define en tres puntos muy interesantes lo que es vital:

Los caracteres son transmisibles.

Todo lo vital es autónomo, y debe mantener su aislamiento de alguna manera.

Todo lo vital tiene algún tipo de intercambio entre energía y materia. O lo que es lo mismo en algunos casos es lo que se conoce como metabólico.

Se es autónomo frente al medio, por lo tanto, es el medio el que se ve afectado por los procesos mentales.

Reproducirse es tan solo una faceta más de la vida. La reproducción no se da con la preponderancia de que sea ni totalmente necesaria ni infalible. La obtención de réplicas de los seres vivos se sustenta de fondo en la necesidad de superar la barrera del tiempo, el afán de trascender mediante lo que se replica. Impera por una parte el instinto de conservación y mas allá la voluntad y la mente. No se da como algo necesariamente imperativo e infalible en todos los seres pensantes y racionales, puede ser si así se decide por voluntad premeditada.

Todo lo vital que funciona acorde al medio se auto mantiene, no depende más que de sus procesos internos y que se den con intercambios logrados.

Una de las características de la vida que debe respetarse y evaluarse como un bien, es la variedad, en esencia así somos: seres únicos y diferentes.

Los procesos graduales de acción y pensamiento con el medio es lo que nos da la complejidad. Esta diversidad compleja que hoy día vivimos es parte vital natural, solo habríamos de comprenderla con nuevo sentido, respetarla y dar la parte que nos corresponde.

¿Existe la esencia de la mentira como algo inevitable? o tal vez ¿El engaño responde a un modo de sentirse superior creyendo que se puede obtener algo relevante de la parte engañada? todo lo que se vive en primera instancia está basado en la supervivencia, tal vez el enorme desarrollo de la mentira en el mundo responde tan solo a ese principio de supervivencia, haciéndonos ajenos y propiciando erróneamente que el engañar, es un modo de sobrevivir.

En estos días de revisión de textos, me encuentro que hice una reflexión respecto a la ausencia de mi padre en la vida diaria. Habíamos tenido la ventura de vivir frente a la casa de mis padres. Ellos pudiendo gozar de los nietos, nosotros de verlos envejecer con bastante garbo y fluidez haciendo de la vida diaria un gozo. En casa de mis padres se disfrutó ampliamente de lo culinario y la mesa, con platica franca y honesta se dieron sobremesas inolvidables sin apenas darnos cuenta que nos habían marcado de por vida y que dieron pie siempre a discusiones muy positivas. Se cumplían 10 (diez) años de su partida y algunos vértices de su ser me iban quedando más claros. La vida de ausencias, si las proyectamos en reflexión, nos permiten tener a esos seres que nos dejan mucho más presentes. En estos días que reviso, recibí una serie de carpetas con textos de mi padre, un vuelco me dio el corazón cuando me las entregó mi hijo de parte de mi hermana. Están en carpetas desgastadas y un tanto húmedas que he de comenzar a cambiar por otras más fuertes y aunque no las reviso aun, me emociona mucho saber que están pendientes de revisión más de mil cuartillas.   

Cada acción tiene su tiempo, como sucede en el mandala mismo, no podríamos dibujar los espacios intermedios de un mandala o de una vida, sin haber puntualizado la base en la que nos hemos de asentar y proseguir. 

La vida misma se hilvana con finura, se lleva a cabo con premeditación y sin alevosías y mucho menos sin ventajismos.   (Continuará).

 

 

 

 

 

 

 

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (6)

 

                                                                      Vivir con el sentido de alerta encendido, lograr que cada momento sea digno, sea pleno, sea colorido. MJ

                              

                                                        Parte del porqué de la necesidad de escribirse, y la práctica de esta actividad personal a lo largo de la vida, es el hecho de que nos aporta certidumbre y mucha plenitud al llegar al punto de revisión. Como un limo formado por capas, todo se devela con su color, así como un mandala, cada etapa de la vida es vivida con sus peculiares coloridos. Si sentimos serenidad en cada etapa es claro que se afecta con bien la siguiente y nos va quedando claro que no somos eternos en la tierra y que más nos valdría estar en paz cuando soltemos el cuerpo.  

La estratigrafía de nuestro ser que se va descubriendo para nosotros mismos, es lo que nos hace comprender que la dignidad es circular, es decir, su redondez redunda en todos los aspectos de nuestro ser, mientras seamos capaces de percibirlo como un todo que nos clarifica lo que la vida demanda. Cada imperativo vital, tiene sus porques, a veces nos es difícil digerirlos, mas cuando esos asuntos se asientan las claridades nos acompañan. Es un hecho que el devenir de las acciones que de pronto nos sobrecogen, en la mayoría de los casos no las esperamos. ¿No es la vida misma el primer reducto de asombros? La vida en si misma es un asombro perpetuo y más cuando vemos que los años pasan y de pronto nos encontramos con que los años se han ido ¿Se nos han escondido? ¿en qué parte de nosotros se han guardado?

Cuando escribí la libreta que hoy reviso, la numero 61(sesenta y uno) terminaba el verano.

Ya tenía clara la decisión de dejar el taller de Arte que venía impartiendo a niños, se cerraba un ciclo. Motivar a los peques en su creatividad es algo muy pleno y satisfactorio, que se realiza con responsabilidad para no crear el efecto contario.  Todo lo que se les propone en la práctica con niños es bueno, y ha de ser un gusto aunado a la diversión.

 En los niños es importante visualizar a largo plazo y así lo que se les propone en principio solo como motivación, luego de frutos de sensibilidad.  

Sabía, y tenía yo bastante claro que en lo futuro volvería a la motivación de críos, como de hecho sucedió con nuevos tiempos y espacios determinados. Hoy día ya con los mas peques he cerrado los ciclos.

 En estos lares del sureste mexicano no hay propiamente un invierno, al cerrar el verano, sabemos que habremos de sacar dos o tres sweaters y percibir el fin de año un poco más fresco, a muchos nos resulta grato. Lo hacemos con la ilusión de esa tregua climática que sabemos llegará cuando los primeros Nortes se asoman y pintan los vientos del sureste con la consabida heladez.

Me costó aceptar el cambio climático. Es un asunto un tanto de: hasta no ver no creer. No ha sido fácil de comprender qué tanto hemos afectado al planeta y como se está manifestando. Aceptarlo es mejor y más si nos abrimos a entender sus efectos a largo plazo.

También estos días previos al frio, me producían un gozo de recuerdos de infancia. Volver a percibir con la mente el olor y textura de la franela, esa tela tan de una época de muchos niños de mi generación, con la que se nos hacían los pijamas.  De niños comenzábamos a ir al cole con el sweater correspondiente desde principios de septiembre. Ese sweater marcaba un tiempo nuevo, era un símbolo en color azul fuerte, ese tono que conocemos como azul marino y que también en estos lares se le dice azul pavo. Era muy querida esa prenda ya que tenía el escudo del colegio y producía un orgullo especial, gran felicidad del paso por esas aulas conducidas por monjas estadounidenses entregadas a su labor de enseñanza, que desde el kínder nos motivaban a aprender su idioma de una manera natural. Para mi había también otro motivo, mi padre había colaborado con la creatividad de su profesión en la construcción del recinto y diseñado en la fachada del colegio un escudo enorme a base de mosaicos pequeños.

Ese emblema a diario sigue dando la bienvenida a los alumnos hasta hoy. Amplios y frescos corredores conforman este recinto, que en estos días de fin de año llenos de ventiscas inesperadas hacen apurar el paso.

Entre recuerdos de infancia me encontraba y a la vez percibía cuan diferente era estar en el presente de mis propios críos y llevar los meses de cierre de año con el mayor orden.

 Encausar y motivar a los hijos a disfrutar con el estudio, asunto que en casa se daba como algo central.

 San Juan de la Cruz era parte de mis lecturas:

-Despojarnos de nosotros mismos-.

Cuando uno lo relee, vuelve la frase a resonar como si fuera de la primera lectura. Nos preguntamos: ¿Cómo nos despojamos de nosotros mismos?

Antes que nada, sabiendo quienes somos, ya que, sin esa claridad, las cargas del ego se quedan a vivir en nosotros.

 Porque, no nos vaya a ocurrir que la vida pase sin pensar y no nos demos cuenta. John Lennon dice:

-Porque la vida es eso que pasa mientras nosotros hacemos otros planes-. 

Parecerá ingenuo o poco relevante lo que voy a contarles: en mis textos releídos encuentro como me preocupaba tener claros los cambios en la dirección de mi letra manuscrita, que al fin recuperé en su versión original. Los planes a veces son imperativos y los trae la vida misma. El asunto me hablaba de no tener toda la tranquilidad que esperaba. Durante la adolescencia mi letra sufrió cambios en la forma y modo de ser plasmada, porque una persona muy querida con la mejor intención del mundo, me animó a cambiar la posición de la mano y luego tuve necesidad de volver a lo original. Al fin la recuperé totalmente. Me costó y valió la pena el tiempo que dediqué en volver con la posición típica zurda.

 En estos tiempos parte de lo escrito me llevó a centrarme en la búsqueda de los puntos claves de todo lo que la carrera de Antropología me había dado. La docencia me había mantenido bastante al día, las lecturas al respecto nunca las abandoné. Entre otros asuntos quería profundizar en los ejes que marcan el conocimiento del ser humano. ¿Cómo evolucionamos?

¿Es la cultura la que nos hace crecer? ¿O no será más bien que el cerebro evolucionado es el que nos propicia los cambios más significativos? Pasaron muchos años y otros tantos libros, antes de que me encontrara con el texto más certero.  Hace apenas unos días terminé de revisarlo, un texto en específico que me llevó por caminos de comprender mejor al individuo y como afectamos a toda la especie. Leí y saque algunos apuntes que aquí mismo compartiré.

Mucho de lo que a continuación voy a comentar proviene de los estudios hechos por un pediatra español que además de su bien llevada práctica profesional, se dedica a estudiar la evolución dentro de las propuestas y pensamiento científico.

Ese porque al que han llegado los estudiosos y que puede decir con más claridad el hecho que como individuos somos los principales agentes de la evolución humana.

El título del ensayo del Dr. Del Cstillo puede parecer desconcertante:

-Dios, Darwin y Freud nos han abandonado- Por: Fernando del Castillo Martín.

Cuando mi esposo me regaló el libro del Dr. Del Castillo, en verdad que me dieron ganas en ese preciso momento de sentarme en mi espacio preferido y leerlo de cabo a rabo. He de volver a confesar que mi método de lectura es así: Leer todo. Leo de un solo jalón y luego preciso regresar con calma con el plumón de alerta.

Tenía claro que, como un buen trabajo de mandala no habría que apresurarlo, sin ese orden y paciente lectura no me llevaría a los resultados que hoy día obtuve y que me hace muy feliz poder compartir. Así pues, me di tiempos y espacios para ir absorbiendo poco a poco todo lo que el Dr. Del Castillo propone.

De entrada, lo que el autor nos plantea es que los conceptos que nos mueven y hacen evolucionar a toda la especie, los tenemos que revisar teniendo en cuenta las actualizaciones. Ninguno de esos estudiosos del pasado nos ha abandonado, solo que, en parte, sus conocimientos se han superado.

En la contraportada nos dice textual: -La evolución alcanza el estadío humano y lo que antes era evolución de la especie, ahora es evolución del individuo gracias a la adquisición de la inteligencia que permite a la persona ser cada vez más independiente-. Así pues, es la inteligencia bien conducida, educada e independiente lo que permite cambios de fondo.

Si los primeros pensamientos se apostaron en que el medio ambiente era determinante para los cambios evolutivos de las especies, y lo mismo se pensó del ser humano, hoy ya sabemos que es el cerebro y sus virtudes lo que cuenta.   

-El progreso material de la humanidad en los últimos siglos ha sido asombroso-. Nos dice el autor, y no se ha asentado con las mejores propuestas para mejorar a toda la especie.

Antes del siglo XVIII todo se respondía más fácil, al mismo individuo no se le había investigado a profundidad, nunca Darwin nos habló de quienes fuimos y somos.

La época de la ilustración nos convierte en el centro de la escena, del interés por saber más de nosotros mismos, y aun con ese interés estos estudios han tomado su tiempo. Ese yo único que nos ira definiendo aun no acaba de ser comprendido del todo.

Los campos de estudio van dando cuenta de los movimientos de los grupos, y se detecta que en los individuos hay un vació existencial, empiezan a surgir colectivos con carga ideológica que creen que eso mismo los define, una ideología. Surgen grupos que van cambiando su percepción del Dios que les había dado sentido y se crean nuevas maneras de pensar, necesarias, y que responden a los asuntos grupales. Así se mueve el pensamiento, va respondiendo a las necesidades y a veces se dan retrocesos como para tomar aliento y la fuerza justa y así puedan surgir los nuevos paradigmas.

Es en la segunda mitad del siglo XX, cuando se ahonda la soledad del ser. El individuo no se tiene del todo a sí mismo y tampoco está de acuerdo a todo lo que la sociedad le propone para estar en paz. Pareciera contradictorio, pero los adelantos en la técnica y en lo material muchas veces confunden y sus aportes no son comprendidos en la medida que inciden para nuestra evolución.

Dice el autor: -perdida la batalla de la utopía colectivista, el individuo vuelve a encontrarse en soledad…su única alternativa ideológica es el yo liberal-.

 Se cree que lo único que resta en la vida es disfrutar de lo material obtenido. Como si solo la vida material diera el sentido.

Entramos al gran equivoco. Hemos de aceptar que en mucho nos hemos equivocado y el camino son las herramientas educativas.  Es en el siglo XX cuando la vida se empieza a sentir más distorsionada, hay perdida de objetividad en los grupos.

El mundo dividido hace de la posesión material su Dios. Por otro lado, gran parte de la especie humana desarrolla un ansia de espiritualidad, esa urgencia que se crea con los vacíos existenciales.

La charlatanería de grupos oportunistas se instala. ¿A quién seguir? ¿A los que nos enseñan a hacernos más ricos en lo material a como dé lugar? ¿O más bien a quienes nos conducen a la plenitud espiritual? ¿Existe un justo medio entre ambas posturas?

Algunas personas obtienen su seguridad por el hecho mismo de creer por creer sin entender. No hay motivación para revisar y observar. Cuando es muy fuerte la creencia de que solo somos el cuerpo y que en cuanto se vaya de nosotros ya no seremos nada, nos produce temor una nada sin sentido. Cada que tenemos una crisis, el mundo nos está dando la oportunidad de crecer y cuando no lo entendemos así, nos aferramos con fuerza a lo único que conocemos, a veces irracionalmente. (Continuará)

 

 

 

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (8)

                                                                     La vida necesita además de replicación, un sistema de aislamiento del entorno.

Fernando del Castillo Martín.

                                                         Es un hecho que somos individuos sociales, mas habremos de poner mucha atención en el hecho de nuestra individualidad. Somos parte actuante en el entorno y lo impactamos por naturaleza, nuestra individualidad debe tener un resguardo seguro. Ese fenómeno actual, de cada vez más personas que viven en la calle habla de que el individuo se está desconociendo a sí mismo. Vivir a la intemperie las más de las veces se podría catalogar como un tipo de violencia/retroceso del humano.  Por épocas y dependiendo de las implicaciones históricas, nos hemos acercado más o menos a saber qué importancia tiene lo que somos como seres únicos, ahora en estos tiempos este imperativo nos exige más, y el caos del cierre de era no lo está permitiendo.  La vida de nosotros los sapiens es enormemente compleja para que se haya dado tan solo para que la contemplemos sin aportes directos, en lo que a cada ser le toca dar, averiguarlo es tarea principal. Lo más difícil es que tengamos confusión en los aportes ya que la confusión está propiciando desbalances inéditos en la historia de la humanidad. Tenemos acciones algunas veces con las mejores intenciones, mas no siempre hay un camino claro. Es un hecho que a veces o vivimos distraídos de lo que nos compete o estamos en rubros que no nos corresponden. Un ejemplo es como en la vida política ya no está en manos de la gente preparada para esa acción, más bien son personas que llegan un tanto por inercias que no les sustentan el estar preparados concretamente para el buen manejo de lo que el total de la sociedad demanda. Se ha perdido en algunos aspectos el rumbo. Muchos estudiosos de la sociedad ya hablan cada día con más firmeza que habremos de ser gobernados por grupos formados más bien por coaliciones de gente preparada en diversas áreas.

Continuando dentro de las cosas interesantes que plantea el Dr. del Castillo, nos dice que, aunque no se conoce el origen pleno de los aminoácidos, esos compuestos fueron determinantes para la evolución de la vida. -su nacimiento espontaneo desde la materia inorgánica es una probabilidad altamente aceptada en la ciencia-.

Si de lo inorgánico se han dado cambios a favor de la vida, más claro nos debería quedar que de la vida ya propuesta y lograda lo que nos hace falta es una evolución digna y estable, propositiva y con miras de un futuro con esperanza. El aislamiento es básico para la evolución. En el mundo natural algunos de los modos de aislar se dan a través de membranas. ¿Que necesitaría el mundo social para evolucionar mejor? Que como individuos sepamos que, como entidades irrepetibles estamos con posibilidad de impactar y tener más cuidado en las acciones que realizamos.

Otro avance del conocimiento respecto a la biología que nos define, es que el aspecto bilateral del ser vivo nos propicia adaptaciones mucho más fáciles, nos permite mucho mejor equilibrio. Los mamíferos somos seres más propensos a adaptarnos. Tendríamos todo a nuestro favor como humanos, si se desarrolla la conciencia.

-En la evolución de la vida, la presencia de una complejidad continua permite a los seres vivos desarrollar una autoestima creciente respecto al entorno-.

La vida, no solo es soberanía de las formas que la contienen, es intrínsecamente tendencia al mejoramiento constante.

-La materia, no es espectador pasivo de la comedia de la vida, ni la simple estructura física de lo orgánico-.

Hay una participación con los actos propositivos a la evolución, la materia podría decirse que ve y siente. La materia observa y propone lo más adecuado para avanzar. Como individuos, nos toca estar más preparados con sentido de alerta.

El Darwinismo nunca explicó esto, A Darwin tal vez no le dio tiempo de percatarse de aspectos más amplios, así como hemos apuntado antes, que tampoco pudo aclarar quienes somos como seres completos los homos, ese aspecto se está desarrollando aún.

                            En el cerebro es donde se dan los cambios activos y definitorios.

Considerar a nuestro pensamiento un motor de fondo de toda la evolución no solo es necesario, sino primordial para tener propósitos claros. El primer motivo básico es la supervivencia, una vez lograda ésta con autonomía, se está cumpliendo la primera etapa. No todos los grupos de humanos actuales tienen las bases aseguradas para su supervivencia diaria, no digamos quienes la han perdido por los asuntos de las guerras. El caos está presente y eso demanda mucha más conciencia.

-Homo sapiens, nos recuerda el autor, no es una conclusión inevitable del devenir de la vida, pues es evidente que cualquier cambio importante que hubiera ocurrido en su trayectoria podría haber evitado la aparición de la especie-. A quienes creen en un Dios, se presenta la parte con apoyo en una fe. Creer en un Dios, no excluye al sentido evolutivo, solo son tendencias de pensamiento, sí existen grupos extremos a quienes se conoce como creacionistas, que no aceptan los principios evolutivos. Creer, nunca es hacerlo a ciegas, en algunas religiones ha quedado claro que la voluntad de Dios tiene como esencia: supervivencia y felicidad. Podría verse como contradictorio creer sin entender, porque eso solo daría incertidumbre. Aunque la fe religiosa tiene la tendencia a no poner en cuestionamiento nada de lo que la sustenta, está en la voluntad de cada ser humano, el ampliar sus respuestas con la claridad necesaria. La conciencia no tendría que estar reñida con la creencia.

No fue más que una serie de medidas biológicas concatenadas las que nos hicieron humanos. Hoy día, bastaría que algunos países perdieran el rumbo para terminar con la especie que ha tomado tantos miles de años concretar. Si hoy día todo esto lo tenemos claro, gracias al buen manejo del cerebro podremos evolucionar con buen camino hacia lo que todavía nos falta, haciendo la parte que nos corresponde.

La evolución no ha terminado todavía.

Darwin creía que la selección de pequeños cambios graduales en los seres, podía hacer que unas especies se transformaran por necesidad en otras. Al cabo, obviamente quedo claro que esto no es posible. Es por este postulado que por mucho tiempo se pensó en eslabones perdidos, que en realidad eran utópicos y nada realistas.

Por lo tanto, ese pensar del eslabón perdido es en cierta forma falaz. Solo existen estadios diferentes de evolución, todos dentro de la línea de una misma especie.

Es claro que a veces cambios intermedios en el evolucionar de algunas especies se presentan como cambios bruscos, porque la necesidad de sobrevivir así lo exige. Algunos científicos creen que la evolución biológica sí se puede dar en brotes de grupos específicos.

A fin de cuentas, algo muy positivo de Darwin fue: -no consideró al organismo como un todo cerrado-. Esta visión de apertura, ha dado muy buena base a lo que se va desarrollando después de él.

Se ha cambiado la pregunta de ¿Quién sobrevive? y hoy se afirma que no solo sea considerada la aptitud de adaptación al medio para sobrevivir, hay otros factores que están muy vinculados a la supervivencia, como los caracteres heredados en lo biológico, las tendencias comunes de apoyo a las necesidades básicas, en lo social.  

El Dr. Del Castillo y sus colegas señalan que -la materia es el agente activo, el motor de la dinámica de la vida, es su impulso transformador el que promueve el cambio. El medio es tan solo un agente subordinado-.

Por momentos nos puede parecer un tanto fastidioso saber tanto detalle de cómo se mueve la materia viva para su evolución. Se nos hace más interesante cuando comprendemos que de esa materia estamos formados y está en nuestras manos que se den patrones positivos de cambio. No podemos quedarnos de manos cruzadas, aunque las tareas que son necesarias no son las mismas para todos.

El modo de pensar proactivo de cada quien es algo vivo. No es replica de otros modos de pensar. Pensamos, porque es función que se desarrolla como única en cada ser, y se nutre de lo qué otros congéneres aportan.

Por estos tiempos que releo, me encuentro cuando mis hijos empezaban la década de los años veinteañeros de sus vidas. Me daba cuenta que afortunados habíamos sido en los años pasados de haber podido compartir con los abuelos. Ya los dos varones habían partido y las abuelas estaban bien de salud y eran parte actuante. Dios sabe claramente que vida nos toca vivir a cada quien, y como queremos vivirla. Saber lo que no queremos. Hacer revisiones de vida.

Dentro de los ámbitos de los terapeutas de vida más actualizados existe una dinámica terapéutica de grupo, que se ha puesto al alcance de todos nosotros, que se denomina: Constelaciones. Es una actividad con mecánica compartida entre los diversos integrantes del grupo que participa, y que se desarrolla al poder desentrañar con bastante acierto de los participantes y del psicólogo o profesional que conduce, esos hilos que nos unen a los seres con los que compartimos.

 El dinamismo que se da más la participación activa es una especie de desatorar lo que no se tiene claro y se da cuando nos vemos representados por algún participante que toma vida de algunos personajes elegidos y con diálogos y dinámicas se logran visualizar las interacciones que hemos tenido con ellos. Esto permite a fin de cuentas lo más positivo: valorar mejor las interacciones. A veces, no es hasta que nuestros antepasados fallecen, que nos damos cuenta de cuanto tenemos que revisar de las relaciones que tuvimos con abuelos y otros congéneres. He tenido la oportunidad de hacer esta terapia a la que se le conoce como constelar. Son diálogos bien llevados que nos van dando una claridad muy apreciable y valiosa.

Nunca faltarán los reveces en la vida de cada uno de nosotros. Algunas de estas vivencias controvertidas son tan solo el signo de que algo se ha cerrado y hay dejarlo ir. Cuando uno vive bajezas que provienen del grupo consanguíneo o de cualquier otra persona, uno cree que es el único ser humano que vive esas experiencias, y con el paso del tiempo uno aprende que sea en la consanguinidad o con otro ser humano, el aprendizaje es lo más valioso. No habremos de guardar ningún mal sentimiento y si fuera necesario, apostar a perdonar como mandan algunas tradiciones de pensamiento que en su pensar asertivo nos ayudan a no tener ese tipo de basura en la mente.

La mente no está diseñada para guardar sentimientos eternamente, y mucho menos de seres que nada que ver con nosotros. Más bien    es saber hacer fluir como fluye un mandala colorido.

Pensando en algunos dolores que se habían cerrado en mi vida y que aprendía a como deshacerme de esos enconos que de pronto se quieren quedar a vivir en uno mismo, me di el gusto de estrenar una libreta nueva: la numero 62. Cada que comienzo la redacción en una nueva libreta de vida, mi vida cobra nitidez y fuerza.

Es un gusto personal el que tengo de escribir en hojas de cuadricula, siento que es un formato en el que puedo lograr mejor las formas de las letras, porque la escritura a mano, para pesar de quienes la valoramos en todo su esplendor, tal vez va a pasar a ser parte de los asuntos que se extinguen con los cambios y sin remedio. (Continuará)

 

 

 

 

jueves, 22 de febrero de 2024

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (5)

                                                                     Imaginemos pues, el cuidado del alma como una aplicación de lo poético a la vida cotidiana.

Thomas Moore.

                                                                        Con la poesía entramos a un mundo en donde la explicación es lo de menos y si ese principio artístico lo aplicamos a la vida de cada día, pues podríamos decir que nos estaríamos agilizando al no explicarnos tanto y darle más entrada a un buen sentimiento. Cuando nuestro mandala personal es claro, estamos en mejor camino. El contenido de las figuras que nos componen, es muy importante. No siempre es fácil visualizarlo como una representación física colorida, mas ir percibiendo con color las acciones y sentirlas totalmente completas en el curso de la temporalidad, (aunque parezca de pronto nos traga vivos el tiempo) estaríamos dando entrada a esa manera creativa de observar lo que vivimos a diario, con mejor flujo. El color bien utilizado es poesía.

De pronto, como que se percibe que no es sencilla la vida cotidiana. Enredarnos y perder la sencillez, pareciera de lo más normal. Pienso que lo que se vive cada día es la parte de la vida más interesante y a la que menos atención se le pone. Nos entercamos en creer que es fastidiosa, solo escuchar la palabra rutina nos descompone y nos da la impresión de que son muy nimias esas acciones que sustentan todo el entramado del día.

Cambiar una regadera que se la ha acabado el sarro, reparar la lavadora de casa o tan solo acicalar el sofá para sentirnos más cómodos, es como si fueran esas líneas intermedias que están inevitablemente presentes. Mantener los espacios en los que convivimos limpios, poner unas flores aun a sabiendas de que son efímeras, prepararnos un té. Cuando vemos las acciones diarias como una parte sustentante, dejamos el camino libre a la expansión de la conciencia.

Swami Sivanada piensa así: -Pon tu corazón mente y alma, en los pequeños actos. Ese es el secreto-.

Los amaneceres dan entrada al día y pueden ser vistos como centrales desde ese pequeño punto de inicio, en el que se va a desplegar toda la acción. Son el centro del mandala.

Observar cómo nace el día junto a nosotros, esa pequeña luz que hasta con vergüenza se asoma, como diciéndonos al oído, a la vista, a la percepción:  soy silenciosa, otorgo vigor al día. Un pequeño rayo de luz en un resquicio, es la mismísima belleza haciéndose presente.  

Las líneas de actividad nos cuestan más, dependiendo de la motivación. Puedo poner como ejemplo el ejercicio físico, ese actuar saludable cada vez más propuesto por los médicos. Si vemos el inicio de un día con todo ese potencial de la circularidad que comienza desde un pequeño punto lumínico, para desplegarse luego en una circularidad total activa que sustenta, pues podemos ir adentrándonos en la acción. A veces no todo lo que nos corresponde hacer es lo que más nos gusta y aunque no sea la acción que más nos agrade, sabemos que es necesaria. De lo que es cotidiano no todo responde al deseo o gusto total, a veces hay que optar por lo que mejor nos pueda hacer.

 Si sentimos que cada etapa vivida del día nos acerca a la periferia de cierre (como la línea externa del mandala) este es el punto último que podemos comparar con el momento en que cerramos los ojos por las noches y nos preparamos para un nuevo comienzo.  Con esto nos damos cuenta que es el privilegio de cada ser, vivir la cotidianidad con las formas y los coloridos que se eligen y que aporten gozo. En el fondo siempre estará lo anímico, que, aunque no se perciba fácilmente, fortalece con sentimiento, es el ánimo que sustenta a todo el colorido que decidamos proponer.

Santo Tomás de Aquino nos lanza una frase muy contundente por los caminos de la fe, para dejarnos claro qué tanto es importante mantenerla en alto, y dice: -A quien tiene fe, ninguna explicación es necesaria. A quien no tiene fe no hay explicación posible-.

Cada uno de nosotros nos podemos situar en el justo medio de una fe en principio a uno mismo, que se refrenda en los buenos momentos, tenemos fe porque sabemos que el día se desarrolla con las propuestas agendadas. Confiamos.

 Mantenernos en pie de acción, aun a sabiendas en el ánimo y en el alma que, no todo está asegurado tan solo porque se agende, pero de antemano ya mucho del camino está marcado.

 Yo me declaro una mujer de agenda, de papel. A veces me sugieren que ponga todo mi plan del día en el celular, ¡imposible para mí! el celular tiene mil opciones, esa en concreto no es la mía.

Es por eso mismo, que, si nos sabemos con estructura propia, y los trazos de nuestro mandala vital interno ya están dibujados en nuestra mente, poner los coloridos se volverá algo entretenido y gozoso.

Una de las situaciones de la vida cotidiana que más nos nublan la posibilidad de disfrutar hasta lo más nimio, es cuando creemos que esas nimiedades que tenemos entre manos son de poca valía. Muchas personas desde el amanecer necesitan dejar los recintos caseros como para recargar energía y salir de casa, a veces es una especie de huida graciosa. Cada ser ponemos acción a nuestras demandas y habremos de tener más claro cuál es el sentido de estas acciones. Quienes salen a trabajar como una rutina diaria tienen mucho ganado en el ámbito de su propia paz. La rutina no es algo tequioso y desdeñable. Claro que todo depende de la personalidad de cada quien y lo que hayamos elegido en la vida. El trabajo, creo yo, es lo que más dignifica al ser. Hoy día, que ya es una realidad el trabajo desde casa, las computadoras tienen toda nuestra atención, estamos viendo que otro gallo nos canta.

Muchos de nosotros habremos de salir a lo que llamamos diligenciar, es decir cumplir algunos de los pendientes que solo se pueden dar fuera de casa. En lo personal tengo una estrategia con este mandala del diligente día, lo realizo yendo de la periferia lejana de la ciudad hacia el centro cercano, opto por los lugares que están más lejanos para ir regresando y gozar más el volver a casa.

Hoy día el punto de mis diligencias termina en las compras faltantes del supermercado, que se encuentra ya cerca de donde vivo. Bien lo saben los comerciantes, mientras más cerca de casa esté, más feliz pueden hacernos.

Se dice mucho que en la ciudad del futuro todo estará en las cercanías de los centros de vivienda, con transporte interno y más que nada lo peatonal accesible y disfrutable entre las áreas verdes. Tal vez pensemos que esto es un sueño de pescadores que arrulla la mar, pero esto ya se vive hoy día en ciudades como Singapur. En estas urbes pequeñas, la opción de tener un automóvil para cada miembro de la familia ya es algo que no todos desean como un bien, mucho menos cuando se propicia lo peatonal con seguridad o utilizar la bicicleta.  

Hablo de todo esto, porque el recinto que nos cobija es un área que puede aportarnos mucha felicidad si sabemos cómo disfrutarlo, estando más tiempo en casa. Tener actividad dentro del espacio casero es algo que se propicia.

 Una de las actividades que pueden disfrutarse en nuestro ambiente personal, es revisar los libreros. Cuando nos damos la opción de descubrir qué libros nos gustaría volver a leer y cuales pueden ya tomar caminos para que otras personas los disfruten, estamos dándonos y dando vida.

El amor bien entendido comienza desde que nos respetamos y ordenamos.  No podríamos alcanzar la redondez activa, si estamos viviendo con desorden.

Darnos amor a nosotros mismos es lo mismo que con constancia reordenarnos por fuera y por dentro. Dos de los místicos de todos los tiempos nos hablan de esa palabra que tanto se ha manoseado y que seguro nos es muy necesario volver a comprender con nuevos sentidos. El amor, también es orden, el amor también es donación y es equilibrio y ni quien objete que el amor es creatividad. Un texto que nos da Santa Teresa de Jesús al respecto del actuar amoroso, dice así:

-Usé siempre hacer muchos actos de amor, porque encienden y enternecen el alma-

Respetarnos con nuestros propios tiempos y con nuestras propias propuestas nos ayuda a comprender mejor que significa respeto hacia los demás.

En el caso de San Juan de la Cruz me encanta como solo hablando de lo que para él es el amor, nos define como la acción puede estar en ámbitos de este sentimiento cuando hay equilibrio y nos dice:

-El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa-.

Es cierto. El cansancio a veces responde a desorden o a como nos organizamos.  Estar rumiando de más lo que tal vez ya hay que soltar, es un ejemplo. La energía se resguarda mucho mejor cuando, como decía mi madre: -Por favor, eviten ir dos veces el camino-. Es decir, tener que repetir acciones porque se hicieron a destiempo.

Saber que en nosotros mismos está el encuentro con los equilibrios y como organizamos ese mandala vital, cuales colores disponemos para que el día sea fluido, sin importar si no se logra todo y sabiendo que la vida con su continuo devenir nos dará tiempos nuevos. Todo mandala se descuadra cuando queremos abarcar de más, como si le quisiéramos robar tiempo al tiempo. Quien se esfuerza sin sentido, es más seguro que se agote, teniendo que volver a empezar. Alguna vez he escuchado que es de sabios volver a empezar. Volver el camino no es lo más deseable, mas si así se da, habremos de hacerlo con gusto.

Cuando cultivamos el orden, nos damos cuenta cuanto los tiempos están a nuestro favor, de pronto nos queda más que claro que esos espejismos de creer que no tenemos tiempo para nada, no son tan reales, así aparecen momentos que se abren grandiosos para que apliquemos un nuevo color, un nuevo sentido a lo que estamos viviendo.

C.S. Lewis, refiriéndose a lo que podríamos sentir quienes ya peinamos canas, cuando creemos que la vida se nos cierra, nos dice:

-Nunca eres demasiado viejo para ponerte otra meta o tener un nuevo sueño-.

Los sueños propiamente, esos que queremos realizar en la vida, no se inventan. Es claro que para un matemático su sueño más profundo no será cocinar (tal vez lo haga como un pasatiempo) así como un chef no podrá centrar su sueño más profundo en cruzar el Canal de la Mancha a nado, mas si es algo que se propone de fondo y lo propicia, es seguro que lo logre.

 Es posible y recomendable tener actividades totalmente divergentes a lo que soñamos de fondo, mas ir cumpliendo el sueño del centro del mandala vital que nos define, podríamos decir que es primordial. Tener la disciplina necesaria.

En la observación del valor de lo cotidiano, uno aprende a sentir que en el encuentro con lo que más apreciamos, está presente lo que nos da vida.

Así, en estos momentos que escribo me voy encontrando en la revisión del cuaderno número 61. Con ese mismo daremos inicio a lo próximo. (Continuará)

 

 

 

 

jueves, 15 de febrero de 2024

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (4)

                                                                               Los tiempos de reconstruirnos son a veces muy rápidos y hasta parecen efímeros, habremos de detectarlos. MJ

 

                                                                                     En el mandala de nuestra vida

no hay desperdicio alguno, todo cuenta. A veces lo único que nos toca hacer es reforzar líneas, volver a dar color o tan solo retomar lo olvidado.

El tiempo, mientras sea un tiempo que podamos decir que aporta y percibimos que nos hace más fuertes en el interior, es un tiempo que ha dado su mejor parte. La esencia de la madurez nos da mejores tiempos, es estructura que fluye.

La temporalidad es parte del mandala vital.

Las estructuras de nuestro ser se están recomponiendo con constancia, algunas veces de una manera consciente, otras tan solo por el flujo de la vida misma. El arte de conversar no solo está situado en la información del contenido de temas, sino en la actitud al compartir.

Hoy día, ya se habla mucho de que las conciencias se abren y eso mismo trae a veces desconcierto. Los intercambios armónicos nos aportan a la parte consciente.

-Será necesario, sin embargo, saber de una vez cuales son las preferencias, lo que creemos más cierto, lo que nos parece más exacto y mejor. – nos recuerda Amiel. (paraf.)

Es un hecho que en los espacios que percibimos como si no hubiera nada, existe mucho. El cuidado más bien es dentro de la propia mente, no perdernos en nosotros mismos. Así como los científicos hoy día están interesados en conocer más de la materia interestelar, esos espacios del universo que parecen totalmente vacíos y están formados por materia que en mucho nos es desconocida, en nosotros siempre existen aspectos que habremos de reforzar.

Aunque los mandalas no sean propiamente de nuestra cultura latinoamericana, se pueden considerar universales, de todos los sitios y todos los momentos.

En ellos se reflejan los tiempos circulares concéntricos (que se cierran) y cuando se abren, estas mismas líneas o tiempos le dan una fuerza particular.

Lo que queda claro es que los tiempos puedan ser percibidos o representados, a veces cortos, a veces largos, a veces más claros y otras tantas más oscuros.

En la naturaleza está muy presente la figura de los mandalas. Proponernos y encontrarlos al paso, sería una buena acción de creatividad.

Muchas personas se han dedicado a fotografiarlos, es una bonita actividad. Esto requiere de un tiempo extra dispuesto para darnos esos respiros de contemplación.

Existen hoy día en el mercado cuadernos con variedad muy propositiva de mandalas para colorear. Darnos tiempo de revisarlos cuando los vemos al paso, elegir con calma alguno y no adquirir por adquirir, encontrar lo que en verdad nos motive. Colorear. Elegir los colores libremente. Tal vez más adelante averiguar el significado de esos coloridos. ¡Toda una tarea pendiente!

El primer cuaderno de mandalas que adquirí fue uno pequeño. Era del tema de vitrales arquitectónicos tomados de edificios y representados en sus variados estilos: Art Nouveau, modernos o clásicos. Lo fui haciendo con mucha calma y solo a sentimiento, me anime con varios materiales: lápices de color, grafito, tintas y hasta bolígrafos de color. Algunos los recibí de regalo. Tengo uno muy singular de hojas redondas de temática centrada en los ángeles que diseñó Gaudí, el arquitecto.  Una de mis amigas de CDMX muy querida y apreciada, que ahora va y viene a Mérida, me lo regaló, creo lo compró en Barcelona. Cuando viene a la ciudad, pasa varios días y cuando nos vemos nos pasamos buenos ratos de conversación que valoro y aprecio mucho. La buena platica cada día es más escasa. Con las prisas se aprecia menos ese conversar propositivo, porque las personas son absorbidas por las demandas sociales. Aun con personas que antes creí valoraban una buena conversación, me siento con pesar al comprobar que no es así.

Al conversar, ponemos color a un momento que puede hacerse eterno en nuestro interior y nos reconstruye.  

¿Existe una mejor hora para colorear un mandala? En los tiempos de meditación. Puede ser antes de ésta o después, los mandalas son como complemento de esta actividad.

Los primeros libros que compré para colorear, los perdí. Fue una lección de vida muy especial relativa al agua, uno de los recintos del espacio en donde pinto, se inundó y todo se fue. Había una toma de agua con filtro que se dejó de utilizar por un tiempo, el plástico se secó y se rompió de pronto, haciendo una inundación que se llevó muchas cosas a mejor vida. Esos cuadernos (unas cuantos, pero suficientes para mi) se fueron a la danza de la eternidad, todas las figuras se empaparon. La consideré la primera de mis experiencias con mandalas: habían llegado para irse. Con un respiro profundo me dije: -Si todo se ha ido, habrase de dar una nueva etapa de colorear-. Con paciencia y sin prisas esperé. En eso estaba, cuando mi marido y mi hija me propusieron irnos al Reino Unido a festejar la llegada de mis seis décadas de vida y cuál fue mi sorpresa que en una de las estaciones del metro mientras ellos dos, amantes de las revistas hojeaban algunas, yo me topé con un bello libro de figuras de la naturaleza para colorear. No eran propiamente mandalas, mas me quedó claro: era como un signo de recomenzar. Poco a poco me fueron llegando otros de temas diversos como jardines zen (regalo de mi hijo), mandalas sencillos y anímicos (regalo de una amiga muy querida de infancia). Observar cómo las nuevas oportunidades llegan, afirma nuestra esperanza.

                                                 Hablando de las etapas intermedias de todo proceso, en particular las que componen internamente un mandala o a la vida misma, son partes que a veces sentimos sin mayores aportes y en realidad sostienen todo.

¿Quién no se ha preguntado qué sentido tiene lavar los trastes caseros sin permitir que se amontonen? pues digamos de que es posible sentir mucha entereza interior cuando en esas tareas intermedias de casa ponemos más atención. Las tareas que postergamos y que a veces nadie quiere hacer, son en verdad asuntos que, resueltos a su tiempo, pueden darnos mucha armonía.

 En el caso de colorear el mandala, algunas figuras son más atractivas por sus formas y a veces nos tienta brincarnos etapas, lo recomendable es elegir un orden y poner los colores en ese sentido.

 Poder visualizar que colores quedaran más armoniosos unos con otros, no es poca cosa. La armonía es privilegio de cada ser. ¿Vamos hacia afuera? ¿o más bien nos toca ser introspectivos?

Elías Canetti formaba parte de mis lecturas de esta época que releo. Hablaba de ¿qué era eso de escribir para uno mismo? Yo también por ratos tendía a dejar por acabada esta tarea de los escritos de vida.

 A veces sentimos que hay actividades que no a aportan más que a uno mismo, y si así es ¿Cuál es el problema? Tendemos a ponernos en segundo término, mucho más las que somos del género femenino. No sabía que más adelante esos escritos me darían este gozo de compartir.

Leyendo a Canetti me encuentro que dice: -Nunca me contaré en el número de quienes se avergüenzan de las insuficiencias de un diario-.  

Canetti lo tenía clarísimo, y me ayudó a tenerlo a mí también. Los diarios personales no son documentos totalmente completos, serán larguísimos a veces, pero quienes los escribimos (aunque de pronto los sintamos insuficientes) tienen una estructura elegida. Como en un buen mandala, las temáticas o figuras del diario personal se eligen, de esta manera responden a lo que somos. No tienen que estar ni todos los temas ni todas las etapas. En lo personal aprendí a seleccionar qué quería escribir y porqué hacerlo. Así pasa cuando decidimos diseñar nuestros propios mandalas. Amo la figura del cuadrado y pretendo que siempre este presente en mis diseños y hoy día pongo algunas hojas por aquí y por ahí, logrando en algunas asimetrías que me encantan. A veces los he diseñado simétricos, dependiendo de lo que estoy viviendo.

                                                                     La realidad, esa que a veces nos toma por el cuello no lo hace precisamente para ahorcarnos, es para despertar nuestra calidad de observación.

No existe ningún plan vital que sea intacto, y no es porque seamos limitados (como lo somos en realidad) sino porque es muy difícil seguir los planes como si fueran relojitos. La planeación se da con cierto orden y medida.

Me encanta cuando Canetti nos habla de la autoconciencia, mientras más comprendemos, menos ansiedades traemos a nuestra propia vida. Un ejercicio muy positivo es sentirnos rodeados del color que preferimos, cerrando los ojos y visualizando. Sentir que nos baña ese color. Dejarlo ser. El mío ha variado, en la infancia era el verde, luego un tiempo el azul y hoy día la combinación de ambos: el aguamarina.

Teniendo pendientes las circularidades vitales que se nos olvida disfrutar, estaremos más atentos, como con esos ruidos diferentes que no percibimos por estar viendo que hace el vecino. Ese vivir de cada día cuando vemos como la luz que estamos mirando de pronto se apaga porque ha pasado una nube… o por otro lado los cambios en las sombras de los objetos que nos rodean, son observaciones que nos serenan.

A quienes nos gusta hacer acuarela, la luz nos resulta vital. Los colores nunca son los mismos a las diferentes horas del día y la observación se vuelve una manía. Un placer inigualable. Una obsesión. En cuanto el sol cambia todo se vuelve de otros colores y la vida misma vibra diferente.

En estas épocas que releo, me encantaba ver documentarles de la naturaleza. Todavía me gustan mucho, pero no se me dan con la frecuencia deseada. No me preocupo porque sé que los tiempos los estoy destinando a lo que prefiero. Cuando me adentro en esos enormes panoramas naturales, mi ser se estremece, es una pena que nos los estemos acabando. Una de las cosas que por esos días escuche viendo un documental sobre cocodrilos, fue que el sexo del recién nacido se determina por el grado de calor que la madre le aporte al incubar el huevo.

Tan sencillo como eso. La naturaleza nos sorprende para que nos abramos más y más a ella. Así también para comprender mejor a nuestra especie.

Recordé que en casa de una de las hermanas de mi padre había un cenote en el fondo del jardín. Uno de sus hermanos le trajo de regalo un cocodrilo, al que se llamó Cirilo.

Ya crecido se tuvo que cambiar el nombre a Cirila porque fue madre. Su cría fue devuelta a la naturaleza a su debido tiempo. Cirilo para unos, Cirila para otros, se quedó a vivir ahí por años. Un día, no se le volvió a ver. Se cree que encontró un resquicio acuático y se fue por ahí. Los niños solíamos llevarle pedazos de pan para que saliera de los entornos del cenote, esta práctica también les tocó a mis hijos que gozaban con carcajadas inolvidables, verle nadar. (Continuará).