miércoles, 20 de noviembre de 2024

 

Escribir, leer, ser. (4)

 

                                                                    Las lecturas que se eligen nos cambian, son diferentes a las que llegan por otros caminos.

 Algunas se quedan para siempre.  MJ

                                                                                              Qué equivocada estaba.

Pensaba en el tiempo situado en la eternidad siempre disponible y lineal. Como si existiese sin medida para mí y para los momentos de lectura, ya fuera al elegir, o lo que la vida misma hace llegar.

Había creído (parece que se tiene tiempo de sobra en la juventud) que podría leer y tener mil momentos disponibles y que así sería para toda la vida. Pasados los años uno percibe la temporalidad distinta, especial y sinuosa, como el interior de la casa de un Hobbit. Se vive la vida madura llena de momentos muy gozosos, los rincones de las experiencias se hacen más nítidos, como los del acompañamiento de los hijos mientras crecen y prácticamente nada más, porque quienes lo hemos experimentado sabemos que los hijos mientras se forman, ocupan la mayor parte de nuestro tiempo. Mas tarde, llega la tercera edad y vuelven a aparecer los tiempos/espació para uno mismo. Ahora sí que con elecciones precisas.

Las lecturas, son especialmente concretas en cada ser humano y entre los beneficios de la madurez se encuentran los que nos dan una buena claridad para saber que no todo es para uno mismo, aunque nos atraiga el título de un texto.

También es importante tener claro que hay lecturas para diferentes momentos del día. De madrugada, uno pueda gozar más de los textos reflexivos y en la tarde puedan tomarse los de esparcimiento o propiamente los literarios que son tan enriquecedores. También se añaden los gloriosos momentos de leer cuentos a los nietos. En mi caso vuelvo y regreso una y mil veces a los textos de Virginia Woolf.

En la obra de Simone de Beauvoir, que comento hoy, ella habla de las personas con las que por cambios en los modos o porque ya no se coincide en el pensamiento, se cierran etapas de convivencia.

Pasa con las personas, pasa con las preferencias, pasa con los momentos de vida, ese movernos hacia adelante conlleva cierres y aperturas.

Si el alma está en sintonía con el devenir es cuando uno cree que es muy fácil que todo pueda ir sobre ruedas, hasta que nos topamos con personas que siendo en parte como uno, en mucho no lo son, y aun cuando se haya creído que existe un cariño, este de pronto se manifiesta mutable.

Esto mismo puede pasar en algunas relaciones de pareja que creemos que se fincan para toda la vida, y de pronto, queda claro el punto de quiebre sin retorno. Siempre hay maneras de encontrar nuevos caminos, si así se elige. Porque uno podrá desearlo, pero si no hay voluntad expresa (por algunos motivos más allá de uno mismo) pues es un círculo completo el que se cierra.

No todos estamos hechos para mantener activa la secuencia: Armonía/Corazón y Vida. Los círculos se pueden volver medias lunas, o menguar hasta ver si reciben nuevas luces.

¿Qué es el fluir en armonía con los congéneres?

Saber que cada uno somos un mundo y más nos vale tenerlo claro antes de proponer nada, a las personas nos gusta ser como somos.

 Las lecturas que hacemos tienen en cada ser un modo específico de aterrizar en la vida diaria. Nunca la literatura se aprecia como receta de cocina, sino más bien como un camino que asombra, es el arte de decir por escrito y hacer al que lee entrar en ventanales que a veces habremos de mirar varias veces. Del conjunto de palabras brota una emoción, armonías que se dejan ver sutiles e intrincadas según sea el caso. Si nos decidimos a ir a lugares insospechados, tomar un libro es la senda. Detenernos cuanto sea necesario, observar lo que hemos señalado y notar lo que resuena diferente.

¿Qué aspecto de lo que se lee se asocia al día a día? A veces se presenta claro lo que concierne a la vida diaria, otras veces habremos de leer entre líneas.

Nos dice Simone: -Soñaba con un porvenir en donde los cambios pudieran reinar en mi soledad sin las miradas de los adultos encima-.

En el caso de quienes se están formando como personas, esa mirada atenta del adulto más bien ha de ser para conducir y apoyar, nada más.

Cuando el adulto tiene la ventura y la fortuna de tener una vida personal bien definida, acompaña y no necesita estar con la mirada continua encima de los jóvenes. Dejar ser a cada ser.

A Simone, su ser mujer, la condición femenina de la época que le tocó vivir, le daba un dejo de sentimiento de impotencia y aunque claramente se decía y sentía a sí misma que no aspiraba a hacer lo que hacían los varones (porque en ciertos aspectos los consideraba como un cero a la izquierda) en otros aspectos consideraba los desafíos que veía en ellos y los quería realizar para sí misma.

Le rondó mucho el camino de hacerse religiosa, sabía que esa decisión estaba fuera de la realidad, como tampoco resultó la idea de hacerse institutriz. Es un rondar asequible y explicable cuando el ambiente en el que se crece propone, muestra posibles maneras. Ella estaba destinada a pensar en otros ámbitos.

Los medios de información eran mucho más cerrados, eran rotundas las prohibiciones. Bregar para hacer del conocimiento natural de la vida algo plausible, fue asunto que le costó ires y venires.

En mi caso personal, sí escuché muchas veces decir a mi madre como en su casa había libros que estaban vetados, aunque también tengo la impresión de que, en las casas de los ex hacendados yucatecos, no había mucho tiempo para leer. Se estaba luchando por sobrevivir de una manera diferente, producto de los cambios sociales ineludibles. Reencontrar el status perdido por un devenir inevitable y poco aceptado, cuando se creía que esos planteles del henequén yucateco habrían de ser eternos. Eso no sucedió, la vida se transformó y que bueno es aceptar los cambios como un hecho, las fibras naturales se sustituyeron por fibras sintéticas.

Dice Simone: -A veces, antes de entregarme a un libro mamá lo pinchaba. Por ejemplo, La Guerra de los mundos de Herbert George Wells-. Esto se dio muy proclive en las épocas de los años 40 (cuarenta) del siglo pasado. Luego los jóvenes varones se hicieron más a las ideas de ser profesionistas y por gracia de Dios las mujeres también (aunque en menor escala) tomaron esos caminos.

Simone nos dice que a sus amigas que practicaban la religión protestante se les permitía leer más y sin restricciones.

Todas tenían como libro de cabecera -La Imitación de Cristo-. Tomás De Kempis.

En la Mérida de los años de principios del siglo pasado, y aún más adelante también, se dio ese libro como básico. Aún conservo el que fue de mi madre, ella me lo regaló en un momento dado, como un asunto de que yo lo cuidara y mantuviera junto a mí, toda la vida. Es bonito ver cómo se proponen las cosas en ese pequeñísimo libro.

Se plantea lo que se consideraba como parte ineludible del deber de ser espiritual. Me encantó hojearlo y en su momento lo leí para tener una mejor comprensión de esas doctrinas del pasado, que en mucho hoy se rebasan, ya son otros los modos.

 Más que nada lo guardo por el cariño de mi madre encerrado en él. Tiene su firma de puño y letra, es de 1934 (cuando mi madre tenía 14 (catorce) años de edad.

El vigor en los pensamientos que estaban bien vistos era algo que se destacaba al conversar entre algunas de las amigas y más que nada amigos de Simone. Como cuando ella misma dice:

-Joe se destacaba sobre sus hermanas más virtuosas o más bonitas, por su fervor en conocer por el vigor de sus pensamientos-.

He escrito a mano páginas y más páginas, ahí he tratado de comprender mejor los caminos elegidos y en particular el de escribirme. A mis casi 70 (setenta) años de vida, puedo decir que ha sido uno de los más grandes deleites que me he permitido. No estoy del todo consiente cuales son los momentos con mas continuidad y seguimientos de la vida precisa y concisa, y si hay vacíos de tiempos sin redactar.

                                                                              Si logramos encontrar el sentido del amor de Dios como una reflexión personal que se asienta a diario, más que nada ya hemos logrado mucho de esa paz tan mentada, y no es una tarea en sí, es un gusto enorme. Si recordamos, como dice San Benito: -Nada es más importante que el amor de Dios- nos queda claro que ese es el camino. Ese amor no se percibe de la noche a la mañana, es algo que va cuajando de a poco, como un rompecabezas, como un mandala que se va pintando.

                                                                   Hace poco, que se volvió a filmar una nueva película sobre Los Sobrevivientes de los Andes, puse mayor atención que en el momento en que ese suceso ocurrió en plena cordillera, entre Uruguay y Chile.  Muchos de mi generación éramos muy jóvenes y no comprendimos la dimensión del accidente. En esta nueva oportunidad, escribí un poco sobre lo que se comentó por parte de algunos sobrevivientes ya adultos. Uno de ellos dijo:  -Haz lo indispensable, e ira saliendo lo difícil, con lo que se logrará lo imposible-. Parece ser que este pensamiento es de San Francisco de Asís.

Personalmente agregaría: Nunca hacer de más. Existe la creencia de que mientras más hacemos más somos… y no nos damos cuenta que a veces es todo lo contario.

                                                                       Por estas fechas se dio algo muy feliz. Me volví a encontrar a dos amigas arquitectas (estudié un año de arquitectura) y decidimos hacer de nuestros encuentros, un asunto de la Buena Plática. Para las tres que somos, es muy especial el encuentro ya que lo esperamos con gusto en la fecha acordada y apartada con claridad, una vez al mes. Una de ellas que tiene un programa de radio, me había invitado a conversar ahí mismo de temas diversos de asuntos humanos. La otra a quien conozco de un poco más atrás en el tiempo (vivimos en la infancia por los mismos lares en la ciudad) nos hemos identificado en el gozo de esos sabrosísimos encuentros del buen compartir. Nos pusimos de acuerdo sin titubeos, eso sucede cuando el interés de compartir es genuino y porque además habíamos compartido el dolor de despedir de este mundo, a dos compañeros de la época universitaria. ¡Tiempo nos hace falta para los buenos temas tocados!

Ellas son catedráticas en universidades diferentes, les admiro por su dedicación a los temas arquitectónicos y me encanta que me cuenten de las interesantísimas materias que imparten. Gracias a las dos, Nidia y Lety, tratamos de percibir lo más nítido de las realidades vividas hoy día.

Género Humano

Baúles de insospechada grandeza

Quebranto

Gozo

A las espaldas se lleva el arco vital

La flecha

El amor

Movidos por el viento. MJ (Continuará).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 13 de noviembre de 2024

 

Escribir, leer, ser. (3)

                                                                        Con desapego el cambio fluye mejor.

Nunca temer a los deseos, estos se han de convertir en preferencias. Sin empujar.

Amiel. (Paráfrasis).

 

                                                                                     Simone de Beauvoir expresa de una manera muy clara y definitiva la influencia y preferencia de lo escrito. En ella bulle lo que lee, le transforma. Nos lo deja ver y algunas veces solo percibir sutilmente entre líneas en pasajes de su obra, ese sentir con la propiedad de las palabras, de los pensamientos.

-La letra escrita tenía a mis ojos aún más prestigio que la palabra-.

Desde niña se le propone como un juego casero hacer relevante el avizorar textos y juegos de palabras. Se le acerca de manera muy natural al aprecio de algunos libros.

En los tiempos de la Francia de principios del siglo pasado -tocar las flores del jardín era un crimen cuya gravedad yo no ignoraba-.

Desde niña percibió la fragilidad de los arbustos, el cuidado que requiere el jardín francés que bien sabemos es un arreglo recortado, con angulaciones a veces casi perfectas. A los niños se les proponía respetar todo lo que los entornos verdes contenían, tanto en la ciudad como en el campo.

Fue desarrollando aptitudes necesarias a su formación y dice: -Esa actitud para desechar acontecimientos que sin embargo sentía con bastante fuerza-.

Aprender a preferir y así hacer de las preferencias un mundo interior.

El impacto de acontecimientos en el devenir social le marca, para poder subsistir en su fragilidad infantil sabe desechar y poner a un lado el dolor, un don que no todo crio sabe cultivar y que sin saberlo se acumula, marca, para luego transformarse.

-Puesto que me veía abocada a pensar sin el auxilio del lenguaje suponía que este cubría exactamente la realidad y estaba ubicada por los adultos a los que consideraba depositarios de lo absoluto-.

Todo niño antes de la madurez solo confía en los adultos. Esos seres observados casi perfectos, que más adelante se descubren en sus fragilidades. Los niños más sensibles luego de desmoronar sus sentires, regresan a la vida con propuestas.  Eso quisiéramos para todos, eso se llama creatividad, que es lo que nos hace ser seres únicos, irremplazables.

De esto Simone no fue ajena, ella tuvo dolores espirituales fuertes en la niñez, que le condujeron a optar para así hacer más fuerte al ser interno.

-Entre la palabra y su objeto ninguna distancia donde pudiera desligarse el error, así se explica que me haya sometido al verbo sin critica, sin examen y aun cuando las circunstancias me invitaban a dudar de el-.

Dudar, no es un pecado capital. Es la esencia de la duda el camino de la verdad.

Dudar del verbo y de lo dicho es algo más sutil, hay que hacerlo porque es ahí donde la persona consolida sus preferencias y ahuyenta las equivocaciones.

-Recuerdo, sin embargo, un caso en que la palabra no me arrebató el convencimiento-.

Palabras para consolidar lo que se cree, letras para constatar lo que se aprende.

Proclive a que lo que encontraba contradictorio le llevará a ser menos apreciada aún, además de sentirse y ser observada como una niña fea, tuvo la fuerza para promover en ella mucho y aclarar y así consolidar su ser.

Podemos visualizar en estos pasajes como había ya en la Simone apenas adolescente, un ir y venir de las percepciones y las creencias que más adelante veremos trastocadas y renovadas para siempre.

                                                                              Los modos de las vestimentas tanto de varones como de mujeres hablan de una pulcritud infame, que se procuraba para los distintos momentos, siendo que se podía distinguir con claridad quien iba adecuadamente vestido y quien no, bajo cánones impolutos de coloridos aceptados y de prototipos para salvaguardar un pudor que más adelante Simone descubre falso y retrograda.

Muchas de las ideas de las que ella habla yo las escuche de maneras semejantes, entrado el siglo pasado por ahí de la década de los años 60 (sesenta) entre la propia gente que yo trataba, se podía escuchar como no era bien visto que mujeres utilizaran pantalones para vestir y como también a horas de mucha actividad las señoras se ponían los tacones de aguja como si nada, como una marca o condición de señoras de casa, elegantes.  

Aun con los calores del medio yucateco los vestidos de las mujeres eran de faldones con mucha tela, las capas amplias que recuerdo en mi madre están clarísimas en mi mente, ahí solía resguardarme con mucha frecuencia procurando protección de telajes que daban seguridad y cobijo, mucho más cuando caminábamos en áreas asoleadas. Íbamos con frecuencia a New Orleans, La.  y ahí deambulábamos viendo aparadores gran parte de la mañana, yo era feliz con unos zapatos de goma rojos (así se les decía a los tenis en esas épocas) que me hacían caminar segura, como si lo colorado de la tela y la condición me diera fuerza en esos grandes recorridos por Canal Street, y aunque me encantaba ese tipo de paseos que se daban tomada de la mano de mi progenitora y sentir el olor de lo urbano, el calor podría ser agotador. Habremos de estar agradecidas quienes más adelante nos vimos con vestimentas más cómodas y casuales.

 Los tacones de aguja altísimos de mi madre tuvieron durante toda la infancia un tac tac tac que perduró en mis sentimientos, fuera que caminase de prisa o despacio, ese sonar armónico de plantar los pies sostenidos por esas dos agujas, era algo que formó parte de la vida, y lo llevo como impreso en la memoria profunda.

                                                                Simone nos afirma: -los grandes misterios de la religión eran demasiado lejanos y demasiado difíciles para sorprenderme-.

Aceptó los misterios de la religión enseñada como un medio de vida, mas en su momento ella tuvo la necesidad vital de cuestionar. Claramente se nota.

 La necesidad de una búsqueda de verdad es parte de nuestro chip homínido.

En lo personal, uno de los asuntos que tuve que decidir no averiguar en su memento, ya que me es muy grata la época de la Navidad, era cuando mi padre decía que los regalos los había traído Santa Claus y mi madre apuntaba a renglón seguido que era el Niño Jesús quien los había hecho presentes debajo del árbol de navidad. Por fin, casi casi había que preguntarles, ¿Quién? Casi pidiéndoles que se pusieran de acuerdo. Esas certidumbres falsas, de las que también habla en sus memorias Simone, uno las vive cuando en esas épocas de la infancia se vislumbran las contradicciones ocultas. Toda contradicción es necesaria, mas también es muy importante el camino de descontracturar.  Si las épocas se aferran a símbolos que los seres humanos sabemos certeros (a veces sin serlo) también habremos de saber que pueden ser de otras maneras las acciones.

Leyó sus primeras palabras más o menos a los 3 y medio años de edad y luego dijo: -Leer, comprender lo que un símbolo representaba como un sonido a la vez comprender lo que es un símbolo-.

Desde los 5 (cinco) y medio años percibió que había un ir y venir entre el mundo personal de ser una niña y el mundo de los adultos, más bien captando ese mundo que se le hacía cada vez más nítido, por un lado, pero menos comprensible por otro.

En esas épocas se hacía clara la diferencia entre institutriz y educadora, porque los niños franceses de su nivel social, tenían ambas y ella fue dándose cuenta de cuanto podría aprender de esas maestras del instituto que eran sus educadoras propiamente.

De plano desde la primera infancia percibió las diferencias entre varones y mujeres. 

Ningún varón se ocupaba de tejer las bufandas para regalar en los orfanatos, ni mucho menos preparar los vendajes para los hospitales de los heridos de la guerra. Se hace clara la división del trabajo diario y como los varones se ven en los ámbitos más comodines de aceptar que las mujeres velen por ellos.

Esa formalidad tan severa no le pareció nunca y supo más adelante dar su parte en esas aseveraciones de que todo ser humano es digno de ser cuidado y cuidar. No solo por las mujeres se realizan trabajos que benefician a todos, habremos de velar unos de otros en las épocas adultas, sin importar el género.

No se puede negar que ese padre bandolero también le proveyó del gusto de asistir al teatro, de tomar los libros por el cuello y hacer de las lecturas un buen fin en la vida. Cuando el padre, no salía a sus partidos de bridge o a sus andanzas con mujeres, se quedaba en casa para leer poemas a sus hijas y hacerles pensar en los contenidos.

No hay asombro en ella misma cuando empieza a desligar su vida totalmente religiosa del camino a seguir para lograr ser una buena pensadora. Se da cuenta como su padre se ocupa más de ella cuando acepta él mismo la condición de que su hija era una mujer pensante y habría de respetar ese camino.

La vida sexual fue otro rubro que le intrigo sobremanera, en esos tiempos el sexo solo se asociaba a la vida de la carne, sin implicaciones de otras dimensiones más espirituales. No importaba tener relaciones desprovistas de amor real, a la hora de elegir pareja era más importante ser parte de la institución y procrear.

Entre algunas de sus amigas se llegó a hablar de que las mujeres que contraían matrimonio tan solo por la pura y dura conveniencia, estaban siendo y podían ser personas que se les viera en un ámbito de prostituirse.

Ir al cine, era en cierto punto considerado muy vulgar, sin embargo, se daba entre un grupo de sus amistades siendo que, si la película les parecía muy temeraria en cuanto las valoraciones morales de lo visto, abandonaban la sala, sin más.

En una ocasión la persona que estaba a cargo de la sala de cine les preguntó cuál era el motivo de irse a media película y con risitas y cierto temor admitieron que la moral estaba siendo trastocada y ellas no podían soportar observarlo. La situación es que la mujer les pregunta, tratando de ser más objetiva:  - ¿No acaso esto tan solo es una película? -.

Me queda claro que en los valores en general de principios de siglo, a veces, aunque la realidad rebasa a la ficción, aquella se sigue manteniendo como si nada.

Es bueno saber que, en la humanidad dentro de su esencia pura, se contempla que la vida debe vivirse con dignidad, hay que saber cómo se implementa ésta, con sentido, y mucho más cuando se trata de hacer que los niños se formen las ideas. 

En los mundos tan distorsionados de hoy día ya es mucho más difícil afrontar que está siendo plausible y que no, y peor aun cuando la mentira ya se disfraza de verdad y viceversa, no podemos abandonar el sentido de los valores en los que sí creemos.

La plenitud del vació también existe, es ese nosequé que impregna todo y que viven muchos jóvenes que llevan vidas secas en lo interno y plagadas de motivaciones cada vez más vacías, con exceso de acción en lo externo, que pueden llegar a desmotivar la vida real y constructiva.

Simone nunca pensó en procrear hijos, tuvo la idea que poco a poco fue gestándose con más fuerza en ella de hacerse institutriz, para poder ayudar a niños en situaciones pico. Ella veía que cada vez eso le resonaba más. (Continuará).

 

 

 

 

 

 

miércoles, 6 de noviembre de 2024

 

Escribir, leer, ser. (2)

 

                                                             Las intenciones van de la mano con respeto a la naturaleza de las cosas, visualizarlas en presente y llevar un propósito claro y creativo.

Amiel. (Paráfrasis).                  

                                                   Todo lo que vivimos, concretamente lo que vive cada ser humano, crea una marca indeleble en el alma. Esto no es algo que deba preocuparnos, más bien es una reflexión para poder ocuparnos de lo que queremos ser, saber que intención se pone en cada acto para nosotros mismos y para el mundo que nos rodea. El ser que puede leer, es seguro que tenga mucho más presentes a sus congéneres y le representen parte de su mundo, aun los que no tienen acción directa con uno mismo. Tener conciencia de cómo el mundo compartido nos afecta, por ejemplo: si la tala de los árboles se descuida y se excede en una parte del mundo, aun estando lejísimos de donde vivimos, esas acciones nos impactan.

Hoy día es importante saber qué tanto estamos desconectados unos de otros, para favorecer el sentirnos más unidos, en la preservación del único ámbito que nos une: La Tierra.

                                             En la década de los años 80 (ochenta) del siglo pasado, prácticamente a mediados de esos años, cuando mis hijos ya no eran bebés y tenía tiempo para tomar los libros con más atención y leerlos completos, me volví a interesar en los textos literarios. Había tenido ese interés desde la adolescencia, había leído en los años preparatorianos historias de vida, prácticamente todos los meses leía el National Geographic que mi padre recibía con puntualidad y libros de aventuras como los de Jack London, pero no había tomado por los cuernos la literatura y encontrar el mundo que mucho me interesa, el del ser humano como persona y el desenvolvimiento de lo humano en sociedad y en lo particular.

La escritora que había querido leer y no había podido hacerlo con más atención, fue Simone de Beauvoir.

Francesa, era una parisina del mundo aristócrata (por su padre) nacida en el nivel social del que solo se esperan ciertos modos para la vida de las mujeres, y con presteza se fue dando cuenta de las cosas discordantes que observó. Le costó todo un mundo de ingeniosas actitudes llevar sus intereses personales por el camino deseado, hasta convertirse en escritora.

En su libro: - Memorias de una joven formal- que leí en una edición bastante mala, (de esas que se desbaratan entre las manos, por su mala calidad de encuadernación) de pronto me vi en presencia de vidas lejanas que podía comparar con algunas que había observado y escuchado, tal como se presentaban a principios del siglo pasado en mi ciudad, y así mismo poder observar la existencia de algunos principios que me daba cuenta habían regido la vida de mis propios padres.

En esta autobiografía encontré cosas que apunté y que ahora tomo para compartir. Me impactó como dice Hegel -La esencia del derecho y del deber y la esencia del sujeto pensante y actuante son absolutamente idénticos-.

En lo personal lo sentía así, y al leer a esta autora me di cuenta de cómo hay que vivir con la atención bien puesta para captar esas esencias de la cultura que nos rodea y que habremos de cuestionar si es necesario, esos cambios que observamos, y como toda empresa de vivir está cuajada de contradicciones que lejos de crearnos pesar, sabemos nos han de dar respuestas más puntuales.

Simone, nace en Paris en un día 09 del mes de enero de 1908. Exactamente en el año en que nace la hermana mayor de mi padre y en quien yo tendría un referente. Simone va a venir al mundo a marcar a todas las mujeres, no solo a las de su tiempo sino mucho más allá. Sepámoslo o no, esta mujer dio giros que, a veces parecen como si nada y están teniendo efectos y permeando el mundo de hoy. Sus padres no eran propiamente feministas, eran más bien conservadores y formales, mas hay que saber que el término feminista como tal se acuño después, creo que Simone ni supo propiamente de ese significado en lo fundamental.

Hay que tener mucho cuidado cuando se utilizan ciertos términos, porque, así como esta escritora marcó paradigmas para la mejoría en el trato a las mujeres afectando a todas las féminas del mundo, también aportó para la base del buen feminismo. No en todos los ámbitos estas ideas se han llevado con la claridad y puntualidad requerida. Producir desmanes en nombre del feminismo no es un camino de éste.

En casa de Simone se vivió del modo burgués de la época. Fue percibiendo las diferencias en las actitudes de sus padres, la madre siempre abnegada con esas acciones que se ponderan como muy positivas por solo pensar en los otros, pero que al final, algunas veces afloran como reclamos o como neurosis. El padre ligero de conducta y poco respetuoso de la vida de pareja, se sabe que fue un mal marido por los maltratos a la madre y por tener otras mujeres en su vida personal con las que se dio vuelo y creyó afirmar su masculinidad de esta manera equívoca. Hizo ver a sus hijas, de antemano, que, si ellas querían hacer algo por el mundo y dar su parte, más les valdría estar listas a una preparación especial que tendrían que seguir.  Este asunto de abrirse un camino diferente a lo que hacían las mujeres de su época, marco en Simone disyuntivas de comprensión en la cosmovisión. Por un lado, ese Dios al que ella se había apegado se fue transformando por momentos, como lo más fuerte y digno para vivir en un catolicismo profundo y por otro contrapuesto a lo que se daba en la realidad. La biblioteca de su casa tuvo restricciones obvias durante la infancia, pero en el momento justo, fue toda suya.

Su madre era más proclive a pinchar con alfileres las hojas que sus hijas no podrían leer en algunos textos, sino hasta la madurez.

Los viajes al campo con familiares, a esta mujer le dieron la apertura de poder sentir las maravillas de la naturaleza abierta, en lo natural encontraba la presencia de Dios, hacia largas caminatas por los extensos prados de los parques cercanos a casa de sus abuelos y parientes.  El padre en un momento dado les dijo:  No poseen la dote necearía para poder tener al marido ideal. ¿Marido ideal?

Todos los que elegimos el camino de la vida en pareja, bien sabemos que se trabaja la relación día con día si se quiere vivir en armonía, los idealismos solo desembocan en rupturas. Y les dejó claro:  sepan ustedes que, si quieren una vida digna, lo más seguro es que se la provean con trabajo personal. (Paraf).

Era tan evidente que, en mucho, el valor de una mujer se daba por las posesiones materiales y bienes palpables, (en verdad da escozor pensarlo) es peor cuando vemos que hoy día en algunos ámbitos, el procrear en pareja se sigue dando por asuntos de interés material y conveniencia de vínculos sociales, sin tener en cuenta intereses y valía personales.

Sin embargo, todo esto le abrió un mundo diferente a Simone. Aunque no lo tuvo claro desde el principio, ella supo que su vida era algo que debía labrar con su propio pensar con acciones concretas.

En el mundo y en concreto en la sociedad parisina de la época, se manejaron infinidad de atavismos, esos que todos nosotros ya tendremos más que superados y claros, mas a esta mujer inquieta le costó mucho poderlos desentrañar.

En ella se refleja como el lenguaje nos asienta en el grupo humano al que pertenecemos. Revisar las actitudes que había que sortear, como esa pasividad de su madre ante el maltrato. Hoy día ya se sabe que esto está bastante superado y los matrimonios con ese tipo de conductas distorsionadas más bien nos dejan claro de que ya no puede continuar, las terapias profesionales ayudan, pero a veces es menester cerrar esos capítulos. También hoy día, sabemos con más claridad que se pueden rehacer las relaciones de pareja con otra persona, cuando esto es viable y así se desea. Estar en pareja tiene como primerísima intención el crecimiento personal, las otras intenciones pueden resultar en distorsión.  Las parejas que terminan divorciadas muy pronto, la mayor parte es por no tener miras compartidas. Educar a los hijos cuando los hay, no es conducirlos para que vayan por caminos elegidos por los padres, los jóvenes de hoy están logrando ser mucho más autónomos.

En el fondo, en el caso de Simone, los padres quieren y prefieren que pudiera llevar   una vida más convencional, tener pareja con un individuo que vele por la mujer y la mantenga, sin darse cuenta que esto a veces da canonjías a algunos varones para otros tipos de maltrato. Ya cada vez menos se dan esos seres que nacen sin ese potencial de llevar vidas solo de formato, de escenario. En matrimonio acordado, son pocos hoy día los que persisten, vivir en pareja sin más miramientos que parir, ya es asunto del pasado. Hoy se elige mejor, se esmeran más las personas por encontrar a quien sea más afín en ideas, en intereses o también se elige vivir en soltería.

Ser una señora, no era propiamente lo que ella visualizaba para su ser.

Simone muere, exactamente el día en que yo cumplía 31 (treinta y un) años de vida. Empezaba a comprender la obra escrita de esta mujer tan interesante.

Nunca creyó en ese matrimonio arreglado, que a sus padres les hubiera caído del cielo. Más tarde, le quedaría claro que solo podría compartir su vida con un ser que fuera compañero de vida, directriz de su propia esencia y de pensamiento afín, ese ser apareció en el filósofo Jean Paul Sartre.

Sartre fue su guía, fluyeron en una corriente filosófica atea, que les fue necesaria para poder definir más adelante nuevos caminos de una ética renovada. Giraron en torno a lo que crearon y propusieron como la corriente filosófica conocida como: Existencialismo. Y dice. -La existencia precede a la esencia, la realidad es anterior al pensamiento-. Poder argumentar cosas tan severas como lo anterior descrito. Ella siempre se verá marcada por buenos principios éticos, nos queda claro que a veces para constatar lo que se cree, hay que apostar a ideas y corrientes de pensamiento. Aunque las creencias que pueden parecer descabelladas nos parezcan inoperantes, son pertinentes si hacen pensar. Saber, que se está tras unas ideas necesarias para un fin digno, para ella fue clave y para cada una de nosotras las mujeres de esta época lo fue también: que las mujeres fuéramos respetadas. 

El pensamiento estructurado fue tomando forma en su mente, y supo que ella ni quería ser solo parte de los salones parisinos a los que estaba destinada, ni tampoco y mucho menos, ser solo una mujer dentro de su casa. Hubo momentos en su adolescencia en los que la incertidumbre del rumbo de su vida la mantenía con mucha angustia, mas luego dirá que todo se fue disipando cuando encontró el camino intelectual.

Simone de Beauvoir no tuvo una infancia fácil. Decir que tenía todo lo indispensable para subsistir con garbo dentro de la burguesía de su tiempo, no era todo lo que ella percibía como lo ideal. Aunque sus pilares en la infancia eran su nana Louise y su madre, en la asiduidad de los menesteres de casa y de una niña, ella encontró en su asistente de vida a una persona segura y que como ella misma dice:  -Louise, sería como el mismo piso que pisaba-.  Observar cómo se sobreponía a lo que percibía de parte de su padre, que, además veía en ella a una niña fea. La comparaban a su hermana que era admirada con los cánones de belleza de esa época. Una noche, cuando se habían mudado de casa por cuestiones económicas que sufría la familia después de la guerra, escucha por la cercanía de la habitación de sus padres como comentan y hablan de la belleza de la hermana y la poca gracia que observaban en Simone.  Como si la belleza física fuera un patrón excluyente.

En un artículo que conservé y ya en papel amarillento y viejo, escrito por Carlos Castillo Peraza, encuentro como menciona al padre, un ser que humilla a la madre a pesar de que se vanagloria de tener principios religiosos. Es una gran contradicción que ven las hermanas Beauvoir dentro de casa.

Fue Simone una mujer muy vital.

Su capacidad de observación se ve reflejada en sus textos, maravillosos pasajes del campo francés, de los coloridos de las flores de los entornos que caminó y observó de los lugares a los que solía ir. Louise se enamora del plomero que asistía en la casa y cuando va con su madre a visitar a su cuidadora, se encuentra con otra realidad que le marca, el modo de vida de los obreros de un Paris muy dividido. Se encuentra una buhardilla inhóspita y sucia apenas para sobrevivir. (Continuará).