miércoles, 20 de noviembre de 2024

 

Escribir, leer, ser. (4)

 

                                                                    Las lecturas que se eligen nos cambian, son diferentes a las que llegan por otros caminos.

 Algunas se quedan para siempre.  MJ

                                                                                              Qué equivocada estaba.

Pensaba en el tiempo situado en la eternidad siempre disponible y lineal. Como si existiese sin medida para mí y para los momentos de lectura, ya fuera al elegir, o lo que la vida misma hace llegar.

Había creído (parece que se tiene tiempo de sobra en la juventud) que podría leer y tener mil momentos disponibles y que así sería para toda la vida. Pasados los años uno percibe la temporalidad distinta, especial y sinuosa, como el interior de la casa de un Hobbit. Se vive la vida madura llena de momentos muy gozosos, los rincones de las experiencias se hacen más nítidos, como los del acompañamiento de los hijos mientras crecen y prácticamente nada más, porque quienes lo hemos experimentado sabemos que los hijos mientras se forman, ocupan la mayor parte de nuestro tiempo. Mas tarde, llega la tercera edad y vuelven a aparecer los tiempos/espació para uno mismo. Ahora sí que con elecciones precisas.

Las lecturas, son especialmente concretas en cada ser humano y entre los beneficios de la madurez se encuentran los que nos dan una buena claridad para saber que no todo es para uno mismo, aunque nos atraiga el título de un texto.

También es importante tener claro que hay lecturas para diferentes momentos del día. De madrugada, uno pueda gozar más de los textos reflexivos y en la tarde puedan tomarse los de esparcimiento o propiamente los literarios que son tan enriquecedores. También se añaden los gloriosos momentos de leer cuentos a los nietos. En mi caso vuelvo y regreso una y mil veces a los textos de Virginia Woolf.

En la obra de Simone de Beauvoir, que comento hoy, ella habla de las personas con las que por cambios en los modos o porque ya no se coincide en el pensamiento, se cierran etapas de convivencia.

Pasa con las personas, pasa con las preferencias, pasa con los momentos de vida, ese movernos hacia adelante conlleva cierres y aperturas.

Si el alma está en sintonía con el devenir es cuando uno cree que es muy fácil que todo pueda ir sobre ruedas, hasta que nos topamos con personas que siendo en parte como uno, en mucho no lo son, y aun cuando se haya creído que existe un cariño, este de pronto se manifiesta mutable.

Esto mismo puede pasar en algunas relaciones de pareja que creemos que se fincan para toda la vida, y de pronto, queda claro el punto de quiebre sin retorno. Siempre hay maneras de encontrar nuevos caminos, si así se elige. Porque uno podrá desearlo, pero si no hay voluntad expresa (por algunos motivos más allá de uno mismo) pues es un círculo completo el que se cierra.

No todos estamos hechos para mantener activa la secuencia: Armonía/Corazón y Vida. Los círculos se pueden volver medias lunas, o menguar hasta ver si reciben nuevas luces.

¿Qué es el fluir en armonía con los congéneres?

Saber que cada uno somos un mundo y más nos vale tenerlo claro antes de proponer nada, a las personas nos gusta ser como somos.

 Las lecturas que hacemos tienen en cada ser un modo específico de aterrizar en la vida diaria. Nunca la literatura se aprecia como receta de cocina, sino más bien como un camino que asombra, es el arte de decir por escrito y hacer al que lee entrar en ventanales que a veces habremos de mirar varias veces. Del conjunto de palabras brota una emoción, armonías que se dejan ver sutiles e intrincadas según sea el caso. Si nos decidimos a ir a lugares insospechados, tomar un libro es la senda. Detenernos cuanto sea necesario, observar lo que hemos señalado y notar lo que resuena diferente.

¿Qué aspecto de lo que se lee se asocia al día a día? A veces se presenta claro lo que concierne a la vida diaria, otras veces habremos de leer entre líneas.

Nos dice Simone: -Soñaba con un porvenir en donde los cambios pudieran reinar en mi soledad sin las miradas de los adultos encima-.

En el caso de quienes se están formando como personas, esa mirada atenta del adulto más bien ha de ser para conducir y apoyar, nada más.

Cuando el adulto tiene la ventura y la fortuna de tener una vida personal bien definida, acompaña y no necesita estar con la mirada continua encima de los jóvenes. Dejar ser a cada ser.

A Simone, su ser mujer, la condición femenina de la época que le tocó vivir, le daba un dejo de sentimiento de impotencia y aunque claramente se decía y sentía a sí misma que no aspiraba a hacer lo que hacían los varones (porque en ciertos aspectos los consideraba como un cero a la izquierda) en otros aspectos consideraba los desafíos que veía en ellos y los quería realizar para sí misma.

Le rondó mucho el camino de hacerse religiosa, sabía que esa decisión estaba fuera de la realidad, como tampoco resultó la idea de hacerse institutriz. Es un rondar asequible y explicable cuando el ambiente en el que se crece propone, muestra posibles maneras. Ella estaba destinada a pensar en otros ámbitos.

Los medios de información eran mucho más cerrados, eran rotundas las prohibiciones. Bregar para hacer del conocimiento natural de la vida algo plausible, fue asunto que le costó ires y venires.

En mi caso personal, sí escuché muchas veces decir a mi madre como en su casa había libros que estaban vetados, aunque también tengo la impresión de que, en las casas de los ex hacendados yucatecos, no había mucho tiempo para leer. Se estaba luchando por sobrevivir de una manera diferente, producto de los cambios sociales ineludibles. Reencontrar el status perdido por un devenir inevitable y poco aceptado, cuando se creía que esos planteles del henequén yucateco habrían de ser eternos. Eso no sucedió, la vida se transformó y que bueno es aceptar los cambios como un hecho, las fibras naturales se sustituyeron por fibras sintéticas.

Dice Simone: -A veces, antes de entregarme a un libro mamá lo pinchaba. Por ejemplo, La Guerra de los mundos de Herbert George Wells-. Esto se dio muy proclive en las épocas de los años 40 (cuarenta) del siglo pasado. Luego los jóvenes varones se hicieron más a las ideas de ser profesionistas y por gracia de Dios las mujeres también (aunque en menor escala) tomaron esos caminos.

Simone nos dice que a sus amigas que practicaban la religión protestante se les permitía leer más y sin restricciones.

Todas tenían como libro de cabecera -La Imitación de Cristo-. Tomás De Kempis.

En la Mérida de los años de principios del siglo pasado, y aún más adelante también, se dio ese libro como básico. Aún conservo el que fue de mi madre, ella me lo regaló en un momento dado, como un asunto de que yo lo cuidara y mantuviera junto a mí, toda la vida. Es bonito ver cómo se proponen las cosas en ese pequeñísimo libro.

Se plantea lo que se consideraba como parte ineludible del deber de ser espiritual. Me encantó hojearlo y en su momento lo leí para tener una mejor comprensión de esas doctrinas del pasado, que en mucho hoy se rebasan, ya son otros los modos.

 Más que nada lo guardo por el cariño de mi madre encerrado en él. Tiene su firma de puño y letra, es de 1934 (cuando mi madre tenía 14 (catorce) años de edad.

El vigor en los pensamientos que estaban bien vistos era algo que se destacaba al conversar entre algunas de las amigas y más que nada amigos de Simone. Como cuando ella misma dice:

-Joe se destacaba sobre sus hermanas más virtuosas o más bonitas, por su fervor en conocer por el vigor de sus pensamientos-.

He escrito a mano páginas y más páginas, ahí he tratado de comprender mejor los caminos elegidos y en particular el de escribirme. A mis casi 70 (setenta) años de vida, puedo decir que ha sido uno de los más grandes deleites que me he permitido. No estoy del todo consiente cuales son los momentos con mas continuidad y seguimientos de la vida precisa y concisa, y si hay vacíos de tiempos sin redactar.

                                                                              Si logramos encontrar el sentido del amor de Dios como una reflexión personal que se asienta a diario, más que nada ya hemos logrado mucho de esa paz tan mentada, y no es una tarea en sí, es un gusto enorme. Si recordamos, como dice San Benito: -Nada es más importante que el amor de Dios- nos queda claro que ese es el camino. Ese amor no se percibe de la noche a la mañana, es algo que va cuajando de a poco, como un rompecabezas, como un mandala que se va pintando.

                                                                   Hace poco, que se volvió a filmar una nueva película sobre Los Sobrevivientes de los Andes, puse mayor atención que en el momento en que ese suceso ocurrió en plena cordillera, entre Uruguay y Chile.  Muchos de mi generación éramos muy jóvenes y no comprendimos la dimensión del accidente. En esta nueva oportunidad, escribí un poco sobre lo que se comentó por parte de algunos sobrevivientes ya adultos. Uno de ellos dijo:  -Haz lo indispensable, e ira saliendo lo difícil, con lo que se logrará lo imposible-. Parece ser que este pensamiento es de San Francisco de Asís.

Personalmente agregaría: Nunca hacer de más. Existe la creencia de que mientras más hacemos más somos… y no nos damos cuenta que a veces es todo lo contario.

                                                                       Por estas fechas se dio algo muy feliz. Me volví a encontrar a dos amigas arquitectas (estudié un año de arquitectura) y decidimos hacer de nuestros encuentros, un asunto de la Buena Plática. Para las tres que somos, es muy especial el encuentro ya que lo esperamos con gusto en la fecha acordada y apartada con claridad, una vez al mes. Una de ellas que tiene un programa de radio, me había invitado a conversar ahí mismo de temas diversos de asuntos humanos. La otra a quien conozco de un poco más atrás en el tiempo (vivimos en la infancia por los mismos lares en la ciudad) nos hemos identificado en el gozo de esos sabrosísimos encuentros del buen compartir. Nos pusimos de acuerdo sin titubeos, eso sucede cuando el interés de compartir es genuino y porque además habíamos compartido el dolor de despedir de este mundo, a dos compañeros de la época universitaria. ¡Tiempo nos hace falta para los buenos temas tocados!

Ellas son catedráticas en universidades diferentes, les admiro por su dedicación a los temas arquitectónicos y me encanta que me cuenten de las interesantísimas materias que imparten. Gracias a las dos, Nidia y Lety, tratamos de percibir lo más nítido de las realidades vividas hoy día.

Género Humano

Baúles de insospechada grandeza

Quebranto

Gozo

A las espaldas se lleva el arco vital

La flecha

El amor

Movidos por el viento. MJ (Continuará).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario