miércoles, 13 de noviembre de 2024

 

Escribir, leer, ser. (3)

                                                                        Con desapego el cambio fluye mejor.

Nunca temer a los deseos, estos se han de convertir en preferencias. Sin empujar.

Amiel. (Paráfrasis).

 

                                                                                     Simone de Beauvoir expresa de una manera muy clara y definitiva la influencia y preferencia de lo escrito. En ella bulle lo que lee, le transforma. Nos lo deja ver y algunas veces solo percibir sutilmente entre líneas en pasajes de su obra, ese sentir con la propiedad de las palabras, de los pensamientos.

-La letra escrita tenía a mis ojos aún más prestigio que la palabra-.

Desde niña se le propone como un juego casero hacer relevante el avizorar textos y juegos de palabras. Se le acerca de manera muy natural al aprecio de algunos libros.

En los tiempos de la Francia de principios del siglo pasado -tocar las flores del jardín era un crimen cuya gravedad yo no ignoraba-.

Desde niña percibió la fragilidad de los arbustos, el cuidado que requiere el jardín francés que bien sabemos es un arreglo recortado, con angulaciones a veces casi perfectas. A los niños se les proponía respetar todo lo que los entornos verdes contenían, tanto en la ciudad como en el campo.

Fue desarrollando aptitudes necesarias a su formación y dice: -Esa actitud para desechar acontecimientos que sin embargo sentía con bastante fuerza-.

Aprender a preferir y así hacer de las preferencias un mundo interior.

El impacto de acontecimientos en el devenir social le marca, para poder subsistir en su fragilidad infantil sabe desechar y poner a un lado el dolor, un don que no todo crio sabe cultivar y que sin saberlo se acumula, marca, para luego transformarse.

-Puesto que me veía abocada a pensar sin el auxilio del lenguaje suponía que este cubría exactamente la realidad y estaba ubicada por los adultos a los que consideraba depositarios de lo absoluto-.

Todo niño antes de la madurez solo confía en los adultos. Esos seres observados casi perfectos, que más adelante se descubren en sus fragilidades. Los niños más sensibles luego de desmoronar sus sentires, regresan a la vida con propuestas.  Eso quisiéramos para todos, eso se llama creatividad, que es lo que nos hace ser seres únicos, irremplazables.

De esto Simone no fue ajena, ella tuvo dolores espirituales fuertes en la niñez, que le condujeron a optar para así hacer más fuerte al ser interno.

-Entre la palabra y su objeto ninguna distancia donde pudiera desligarse el error, así se explica que me haya sometido al verbo sin critica, sin examen y aun cuando las circunstancias me invitaban a dudar de el-.

Dudar, no es un pecado capital. Es la esencia de la duda el camino de la verdad.

Dudar del verbo y de lo dicho es algo más sutil, hay que hacerlo porque es ahí donde la persona consolida sus preferencias y ahuyenta las equivocaciones.

-Recuerdo, sin embargo, un caso en que la palabra no me arrebató el convencimiento-.

Palabras para consolidar lo que se cree, letras para constatar lo que se aprende.

Proclive a que lo que encontraba contradictorio le llevará a ser menos apreciada aún, además de sentirse y ser observada como una niña fea, tuvo la fuerza para promover en ella mucho y aclarar y así consolidar su ser.

Podemos visualizar en estos pasajes como había ya en la Simone apenas adolescente, un ir y venir de las percepciones y las creencias que más adelante veremos trastocadas y renovadas para siempre.

                                                                              Los modos de las vestimentas tanto de varones como de mujeres hablan de una pulcritud infame, que se procuraba para los distintos momentos, siendo que se podía distinguir con claridad quien iba adecuadamente vestido y quien no, bajo cánones impolutos de coloridos aceptados y de prototipos para salvaguardar un pudor que más adelante Simone descubre falso y retrograda.

Muchas de las ideas de las que ella habla yo las escuche de maneras semejantes, entrado el siglo pasado por ahí de la década de los años 60 (sesenta) entre la propia gente que yo trataba, se podía escuchar como no era bien visto que mujeres utilizaran pantalones para vestir y como también a horas de mucha actividad las señoras se ponían los tacones de aguja como si nada, como una marca o condición de señoras de casa, elegantes.  

Aun con los calores del medio yucateco los vestidos de las mujeres eran de faldones con mucha tela, las capas amplias que recuerdo en mi madre están clarísimas en mi mente, ahí solía resguardarme con mucha frecuencia procurando protección de telajes que daban seguridad y cobijo, mucho más cuando caminábamos en áreas asoleadas. Íbamos con frecuencia a New Orleans, La.  y ahí deambulábamos viendo aparadores gran parte de la mañana, yo era feliz con unos zapatos de goma rojos (así se les decía a los tenis en esas épocas) que me hacían caminar segura, como si lo colorado de la tela y la condición me diera fuerza en esos grandes recorridos por Canal Street, y aunque me encantaba ese tipo de paseos que se daban tomada de la mano de mi progenitora y sentir el olor de lo urbano, el calor podría ser agotador. Habremos de estar agradecidas quienes más adelante nos vimos con vestimentas más cómodas y casuales.

 Los tacones de aguja altísimos de mi madre tuvieron durante toda la infancia un tac tac tac que perduró en mis sentimientos, fuera que caminase de prisa o despacio, ese sonar armónico de plantar los pies sostenidos por esas dos agujas, era algo que formó parte de la vida, y lo llevo como impreso en la memoria profunda.

                                                                Simone nos afirma: -los grandes misterios de la religión eran demasiado lejanos y demasiado difíciles para sorprenderme-.

Aceptó los misterios de la religión enseñada como un medio de vida, mas en su momento ella tuvo la necesidad vital de cuestionar. Claramente se nota.

 La necesidad de una búsqueda de verdad es parte de nuestro chip homínido.

En lo personal, uno de los asuntos que tuve que decidir no averiguar en su memento, ya que me es muy grata la época de la Navidad, era cuando mi padre decía que los regalos los había traído Santa Claus y mi madre apuntaba a renglón seguido que era el Niño Jesús quien los había hecho presentes debajo del árbol de navidad. Por fin, casi casi había que preguntarles, ¿Quién? Casi pidiéndoles que se pusieran de acuerdo. Esas certidumbres falsas, de las que también habla en sus memorias Simone, uno las vive cuando en esas épocas de la infancia se vislumbran las contradicciones ocultas. Toda contradicción es necesaria, mas también es muy importante el camino de descontracturar.  Si las épocas se aferran a símbolos que los seres humanos sabemos certeros (a veces sin serlo) también habremos de saber que pueden ser de otras maneras las acciones.

Leyó sus primeras palabras más o menos a los 3 y medio años de edad y luego dijo: -Leer, comprender lo que un símbolo representaba como un sonido a la vez comprender lo que es un símbolo-.

Desde los 5 (cinco) y medio años percibió que había un ir y venir entre el mundo personal de ser una niña y el mundo de los adultos, más bien captando ese mundo que se le hacía cada vez más nítido, por un lado, pero menos comprensible por otro.

En esas épocas se hacía clara la diferencia entre institutriz y educadora, porque los niños franceses de su nivel social, tenían ambas y ella fue dándose cuenta de cuanto podría aprender de esas maestras del instituto que eran sus educadoras propiamente.

De plano desde la primera infancia percibió las diferencias entre varones y mujeres. 

Ningún varón se ocupaba de tejer las bufandas para regalar en los orfanatos, ni mucho menos preparar los vendajes para los hospitales de los heridos de la guerra. Se hace clara la división del trabajo diario y como los varones se ven en los ámbitos más comodines de aceptar que las mujeres velen por ellos.

Esa formalidad tan severa no le pareció nunca y supo más adelante dar su parte en esas aseveraciones de que todo ser humano es digno de ser cuidado y cuidar. No solo por las mujeres se realizan trabajos que benefician a todos, habremos de velar unos de otros en las épocas adultas, sin importar el género.

No se puede negar que ese padre bandolero también le proveyó del gusto de asistir al teatro, de tomar los libros por el cuello y hacer de las lecturas un buen fin en la vida. Cuando el padre, no salía a sus partidos de bridge o a sus andanzas con mujeres, se quedaba en casa para leer poemas a sus hijas y hacerles pensar en los contenidos.

No hay asombro en ella misma cuando empieza a desligar su vida totalmente religiosa del camino a seguir para lograr ser una buena pensadora. Se da cuenta como su padre se ocupa más de ella cuando acepta él mismo la condición de que su hija era una mujer pensante y habría de respetar ese camino.

La vida sexual fue otro rubro que le intrigo sobremanera, en esos tiempos el sexo solo se asociaba a la vida de la carne, sin implicaciones de otras dimensiones más espirituales. No importaba tener relaciones desprovistas de amor real, a la hora de elegir pareja era más importante ser parte de la institución y procrear.

Entre algunas de sus amigas se llegó a hablar de que las mujeres que contraían matrimonio tan solo por la pura y dura conveniencia, estaban siendo y podían ser personas que se les viera en un ámbito de prostituirse.

Ir al cine, era en cierto punto considerado muy vulgar, sin embargo, se daba entre un grupo de sus amistades siendo que, si la película les parecía muy temeraria en cuanto las valoraciones morales de lo visto, abandonaban la sala, sin más.

En una ocasión la persona que estaba a cargo de la sala de cine les preguntó cuál era el motivo de irse a media película y con risitas y cierto temor admitieron que la moral estaba siendo trastocada y ellas no podían soportar observarlo. La situación es que la mujer les pregunta, tratando de ser más objetiva:  - ¿No acaso esto tan solo es una película? -.

Me queda claro que en los valores en general de principios de siglo, a veces, aunque la realidad rebasa a la ficción, aquella se sigue manteniendo como si nada.

Es bueno saber que, en la humanidad dentro de su esencia pura, se contempla que la vida debe vivirse con dignidad, hay que saber cómo se implementa ésta, con sentido, y mucho más cuando se trata de hacer que los niños se formen las ideas. 

En los mundos tan distorsionados de hoy día ya es mucho más difícil afrontar que está siendo plausible y que no, y peor aun cuando la mentira ya se disfraza de verdad y viceversa, no podemos abandonar el sentido de los valores en los que sí creemos.

La plenitud del vació también existe, es ese nosequé que impregna todo y que viven muchos jóvenes que llevan vidas secas en lo interno y plagadas de motivaciones cada vez más vacías, con exceso de acción en lo externo, que pueden llegar a desmotivar la vida real y constructiva.

Simone nunca pensó en procrear hijos, tuvo la idea que poco a poco fue gestándose con más fuerza en ella de hacerse institutriz, para poder ayudar a niños en situaciones pico. Ella veía que cada vez eso le resonaba más. (Continuará).

 

 

 

 

 

 

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