Escribir, leer, ser. (3)
Con desapego el cambio fluye
mejor.
Nunca temer a los deseos, estos se han de convertir en
preferencias. Sin empujar.
Amiel. (Paráfrasis).
Simone de Beauvoir expresa de una manera muy
clara y definitiva la influencia y preferencia de lo escrito. En ella bulle lo
que lee, le transforma. Nos lo deja ver y algunas veces solo percibir
sutilmente entre líneas en pasajes de su obra, ese sentir con la propiedad de
las palabras, de los pensamientos.
-La letra escrita tenía a mis ojos aún más prestigio que
la palabra-.
Desde niña se le propone como un juego casero hacer
relevante el avizorar textos y juegos de palabras. Se le acerca de manera muy
natural al aprecio de algunos libros.
En los tiempos de la Francia de principios del siglo
pasado -tocar las flores del jardín era un crimen cuya gravedad yo no
ignoraba-.
Desde niña percibió la fragilidad de los arbustos, el
cuidado que requiere el jardín francés que bien sabemos es un arreglo
recortado, con angulaciones a veces casi perfectas. A los niños se les proponía
respetar todo lo que los entornos verdes contenían, tanto en la ciudad como en
el campo.
Fue desarrollando aptitudes necesarias a su formación y
dice: -Esa actitud para desechar acontecimientos que sin embargo sentía con
bastante fuerza-.
Aprender a preferir y así hacer de las preferencias un
mundo interior.
El impacto de acontecimientos en el devenir social le
marca, para poder subsistir en su fragilidad infantil sabe desechar y poner a
un lado el dolor, un don que no todo crio sabe cultivar y que sin saberlo se
acumula, marca, para luego transformarse.
-Puesto que me veía abocada a pensar sin el auxilio del
lenguaje suponía que este cubría exactamente la realidad y estaba ubicada por
los adultos a los que consideraba depositarios de lo absoluto-.
Todo niño antes de la madurez solo confía en los adultos.
Esos seres observados casi perfectos, que más adelante se descubren en sus
fragilidades. Los niños más sensibles luego de desmoronar sus sentires, regresan
a la vida con propuestas. Eso
quisiéramos para todos, eso se llama creatividad, que es lo que nos hace ser
seres únicos, irremplazables.
De esto Simone no fue ajena, ella tuvo dolores espirituales
fuertes en la niñez, que le condujeron a optar para así hacer más fuerte al ser
interno.
-Entre la palabra y su objeto ninguna distancia donde
pudiera desligarse el error, así se explica que me haya sometido al verbo sin
critica, sin examen y aun cuando las circunstancias me invitaban a dudar de
el-.
Dudar, no es un pecado capital. Es la esencia de la duda
el camino de la verdad.
Dudar del verbo y de lo dicho es algo más sutil, hay que
hacerlo porque es ahí donde la persona consolida sus preferencias y ahuyenta
las equivocaciones.
-Recuerdo, sin embargo, un caso en que la palabra no me
arrebató el convencimiento-.
Palabras para consolidar lo que se cree, letras para
constatar lo que se aprende.
Proclive a que lo que encontraba contradictorio le llevará
a ser menos apreciada aún, además de sentirse y ser observada como una niña
fea, tuvo la fuerza para promover en ella mucho y aclarar y así consolidar su
ser.
Podemos visualizar en estos pasajes como había ya en la
Simone apenas adolescente, un ir y venir de las percepciones y las creencias
que más adelante veremos trastocadas y renovadas para siempre.
Los modos de las vestimentas
tanto de varones como de mujeres hablan de una pulcritud infame, que se
procuraba para los distintos momentos, siendo que se podía distinguir con
claridad quien iba adecuadamente vestido y quien no, bajo cánones impolutos de
coloridos aceptados y de prototipos para salvaguardar un pudor que más adelante
Simone descubre falso y retrograda.
Muchas de las ideas de las que ella habla yo las escuche
de maneras semejantes, entrado el siglo pasado por ahí de la década de los años
60 (sesenta) entre la propia gente que yo trataba, se podía escuchar como no
era bien visto que mujeres utilizaran pantalones para vestir y como también a
horas de mucha actividad las señoras se ponían los tacones de aguja como si
nada, como una marca o condición de señoras de casa, elegantes.
Aun con los calores del medio yucateco los vestidos de
las mujeres eran de faldones con mucha tela, las capas amplias que recuerdo en
mi madre están clarísimas en mi mente, ahí solía resguardarme con mucha
frecuencia procurando protección de telajes que daban seguridad y cobijo, mucho
más cuando caminábamos en áreas asoleadas. Íbamos con frecuencia a New Orleans,
La. y ahí deambulábamos viendo
aparadores gran parte de la mañana, yo era feliz con unos zapatos de goma
rojos (así se les decía a los tenis en esas épocas) que me hacían caminar
segura, como si lo colorado de la tela y la condición me diera fuerza en esos
grandes recorridos por Canal Street, y aunque me encantaba ese tipo de paseos
que se daban tomada de la mano de mi progenitora y sentir el olor de lo urbano,
el calor podría ser agotador. Habremos de estar agradecidas quienes más
adelante nos vimos con vestimentas más cómodas y casuales.
Los tacones de
aguja altísimos de mi madre tuvieron durante toda la infancia un tac tac tac
que perduró en mis sentimientos, fuera que caminase de prisa o despacio, ese
sonar armónico de plantar los pies sostenidos por esas dos agujas, era algo que
formó parte de la vida, y lo llevo como impreso en la memoria profunda.
Simone nos afirma: -los grandes misterios de la religión eran demasiado
lejanos y demasiado difíciles para sorprenderme-.
Aceptó los misterios de la religión enseñada como un
medio de vida, mas en su momento ella tuvo la necesidad vital de cuestionar.
Claramente se nota.
La necesidad de
una búsqueda de verdad es parte de nuestro chip homínido.
En lo personal, uno de los asuntos que tuve que decidir
no averiguar en su memento, ya que me es muy grata la época de la Navidad, era
cuando mi padre decía que los regalos los había traído Santa Claus y mi madre
apuntaba a renglón seguido que era el Niño Jesús quien los había hecho presentes
debajo del árbol de navidad. Por fin, casi casi había que preguntarles, ¿Quién?
Casi pidiéndoles que se pusieran de acuerdo. Esas certidumbres falsas,
de las que también habla en sus memorias Simone, uno las vive cuando en esas
épocas de la infancia se vislumbran las contradicciones ocultas. Toda
contradicción es necesaria, mas también es muy importante el camino de
descontracturar. Si las épocas se
aferran a símbolos que los seres humanos sabemos certeros (a veces sin serlo)
también habremos de saber que pueden ser de otras maneras las acciones.
Leyó sus primeras palabras más o menos a los 3 y medio
años de edad y luego dijo: -Leer, comprender lo que un símbolo representaba
como un sonido a la vez comprender lo que es un símbolo-.
Desde los 5 (cinco) y medio años percibió que había un ir
y venir entre el mundo personal de ser una niña y el mundo de los adultos, más
bien captando ese mundo que se le hacía cada vez más nítido, por un lado, pero
menos comprensible por otro.
En esas épocas se hacía clara la diferencia entre
institutriz y educadora, porque los niños franceses de su nivel social, tenían
ambas y ella fue dándose cuenta de cuanto podría aprender de esas maestras del
instituto que eran sus educadoras propiamente.
De plano desde la primera infancia percibió las
diferencias entre varones y mujeres.
Ningún varón se ocupaba de tejer las bufandas para regalar
en los orfanatos, ni mucho menos preparar los vendajes para los hospitales de
los heridos de la guerra. Se hace clara la división del trabajo diario y como
los varones se ven en los ámbitos más comodines de aceptar que las
mujeres velen por ellos.
Esa formalidad tan severa no le pareció nunca y supo más
adelante dar su parte en esas aseveraciones de que todo ser humano es digno de
ser cuidado y cuidar. No solo por las mujeres se realizan trabajos que
benefician a todos, habremos de velar unos de otros en las épocas adultas, sin
importar el género.
No se puede negar que ese padre bandolero también
le proveyó del gusto de asistir al teatro, de tomar los libros por el cuello
y hacer de las lecturas un buen fin en la vida. Cuando el padre, no salía a sus
partidos de bridge o a sus andanzas con mujeres, se quedaba en casa para leer
poemas a sus hijas y hacerles pensar en los contenidos.
No hay asombro en ella misma cuando empieza a desligar su
vida totalmente religiosa del camino a seguir para lograr ser una buena
pensadora. Se da cuenta como su padre se ocupa más de ella cuando acepta él
mismo la condición de que su hija era una mujer pensante y habría de respetar ese
camino.
La vida sexual fue otro rubro que le intrigo sobremanera,
en esos tiempos el sexo solo se asociaba a la vida de la carne, sin
implicaciones de otras dimensiones más espirituales. No importaba tener
relaciones desprovistas de amor real, a la hora de elegir pareja era más
importante ser parte de la institución y procrear.
Entre algunas de sus amigas se llegó a hablar de que las
mujeres que contraían matrimonio tan solo por la pura y dura conveniencia,
estaban siendo y podían ser personas que se les viera en un ámbito de
prostituirse.
Ir al cine, era en cierto punto considerado muy vulgar,
sin embargo, se daba entre un grupo de sus amistades siendo que, si la película
les parecía muy temeraria en cuanto las valoraciones morales de lo visto,
abandonaban la sala, sin más.
En una ocasión la persona que estaba a cargo de la sala
de cine les preguntó cuál era el motivo de irse a media película y con risitas y
cierto temor admitieron que la moral estaba siendo trastocada y ellas no podían
soportar observarlo. La situación es que la mujer les pregunta, tratando de ser
más objetiva: - ¿No acaso esto tan solo
es una película? -.
Me queda claro que en los valores en general de
principios de siglo, a veces, aunque la realidad rebasa a la ficción, aquella
se sigue manteniendo como si nada.
Es bueno saber que, en la humanidad dentro de su esencia
pura, se contempla que la vida debe vivirse con dignidad, hay que saber cómo se
implementa ésta, con sentido, y mucho más cuando se trata de hacer que los
niños se formen las ideas.
En los mundos tan distorsionados de hoy día ya es mucho más
difícil afrontar que está siendo plausible y que no, y peor aun cuando la
mentira ya se disfraza de verdad y viceversa, no podemos abandonar el sentido
de los valores en los que sí creemos.
La plenitud del vació también existe, es ese nosequé que
impregna todo y que viven muchos jóvenes que llevan vidas secas en lo interno y
plagadas de motivaciones cada vez más vacías, con exceso de acción en lo
externo, que pueden llegar a desmotivar la vida real y constructiva.
Simone nunca pensó en procrear hijos, tuvo la idea que
poco a poco fue gestándose con más fuerza en ella de hacerse institutriz, para
poder ayudar a niños en situaciones pico. Ella veía que cada vez eso le
resonaba más. (Continuará).
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