Día a día, es el reto. (15)
Comprender el plan de Dios es el reto más grande.
Teresa de Licieux.
Así como para un místico poder
comprender los planes de Dios es un reto, es una vocación de vida, para un
albañil poder hacer la fila de blocs de la manera correcta y segura es también
un reto importante. Para ninguna de las dos opciones este plan sagrado se
devela con facilidad, todos somos parte de la vida mortal. Esto, nos pide estar
más atentos.
No podemos decir quien lleva a sus espaldas el reto más
grande de vida, ser consistentes con la vida misma ya nos hace saber, que, en
la vida de cada día, haremos esa parte.
Ahora que he
escrito algunas líneas basadas en la mente mística, en particular de Santa
Teresita, al mismo tiempo junto a mi ventana en la casa de al lado, se remodela
toda una gran sección. Los trabajadores escuchan la música arrabalera a todo
volumen y a ratos quiero pensar ¿qué hacer? para que no me distraiga y me digo
a mí misma: ¿De qué me va a distraer si es tan solo una melodía? Obvio que no
es la que yo misma elegiría ni por equivocación, mucho menos para estar
redactando en la computadora, me encanta tener claro que ellos son los más
felices. Al disfrutar y apoyarse en esos ritmos que les permiten trabajar mejor,
solo puedo decir: ¡Adelante! y así, aceptar que la vida no siempre es lo
agradable que desearíamos. Si esa música la perciben como la mejor para ellos y
que solo le bajan al volumen cuando llega el camión de materiales que entrará a
bajar todo lo que están utilizando, ¿No es sabio acatar las realidades de los otros?
Creo que me place en cierta forma escucharlos, dicen pocos improperios, más
bien entonan la melodía sin palabras. Trabajar con ahínco es algo admirable.
Mientras el arrabal se escucha en mi ventana, mi cerebro trata
de concentrarse para seguir compartiendo un poco más del pensamiento de Teresa
de Licieux.
Nos propone: -La espiritualidad, no es una complacencia
en sí misma, ni mucho menos la vanagloria de creer y pensar que con eso ya
tenemos el cielo en la tierra-Tendremos que estar mucho más pendientes de tener
lista la lampara de la virtud.
La espiritualidad
es actitud silenciosa, poco compartible, excepción hecha en casos específicos
de algunas personas.
Comprender el plan de Dios en la vida, fue para esta Santa
un asunto toral. Entregada a esa comprensión que en ella fluía como el canto
al amor. Asiduo y frecuente era su quehacer entre las soluciones de vida
conventual de ese día a día que a todos nos sobrecoge con tantas actividades y
que a veces sentimos interminables, tequiosas y que son la argamasa de la vida
real. Ese café matutino que se desliza desde el buen olor cuando nos
despertamos, hasta el exquisito sabor que nos acompaña, creo que nos lleva a un
orden y la disciplina casera, se disfruta. A Teresita, el trato con las otras
monjas algunas veces se le dificultaba, trataba comprender esos caracteres
difíciles y solo daba cuenta como somos tan diferentes los humanos. No todas
las veces se tiene la misma química al convivir y si habremos de tomar
decisiones radicales, lo hacemos.
La forma para tener vida serena, es confiar y la
confianza primera está en nosotros mismos.
Y dice: -Basta llamar, para que nos abran. Buscar, para
encontrar y tender humildes la mano para recibir lo que pedimos-.
Nos cuesta pedir algunas veces, más cuando creemos que en
soledad lograremos todo.
-Un alma, abrazada de amor, no puede estar inactiva-. Nos
dice.
La inquietud, el nerviosismo, no nos llevan a nada bueno.
Baste detectarlos para trabajarlos con fe y esperanza, siempre.
Quien en verdad sabe orar y ha comprendido el poder de
hacer oración ya tiene todo abierto para atenuar los desesperos de la vida actual.
Parte importante del amor que concibe la Santa francesa, está
en el acto de servir.
Hacer lo posible por quienes nos rodean, empezando por darles
nuestras oraciones y apoyar sus peticiones en la vida común, es un acto que nos
renueva, a todos.
Qué fuerte es soportar ¡Los defectos de los demás!, es de
lo más difícil que existe.
Y dice: - ¿Por qué habrán de extrañarnos los defectos de
los demás, si nosotros mismos somos débiles? -.
Dar demasiadas explicaciones… ¡Nunca!
Redundar innecesariamente en hechos que no lo valen, es
caer en limitantes terrenales.
Cuando hablamos de pobreza de espíritu, no es que haga
falta algo, es una actitud de sencillez.
Y nos dice la santa:
-Quien lleva su alma al sentimiento de trascendencia, no
le falta nada-.
Corrobora: -Penetrar en las profundidades misteriosas de
la caridad. Los pensamientos más hermosos no son nada sin las obras-.
Volteo la mirada hacia la ventana de
donde proviene la música, y escucho el murmullo de los trabajadores de la
construcción, eso mismo me da cuenta del aplomo puesto en la argamasa más real:
La del trabajo que se cumple. Es concisa esa chamba: prevalece la buena
actitud. Ese cemento bien trabajado es solo el símbolo, se asienta con tanto
tino y placer que les permite conversar a unos con otros. Me doy cuenta que
habremos de apreciar todo trabajo, mucho más en estos lares yucatecos con sol,
que bien sabemos, el de la media mañana es directo y a rajatabla. Se protegen
la cabeza tan solo con cachuchas desgastadas de mala calidad que seguro les
regalaron en algún evento o mitin político. Los buenos ánimos no lo perciben así,
le dan duro al trabajo. Así, sencillamente.
Así es como en una mañana más, sigo revisando para poder
dar mi parte. Todo lo escrito a mano se va guardando y le digo adiós, porque ya
me dio pie a todo esto. Mis escritos a mano, van asentándose con pausa en las
cajas que les corresponde.
A veces he de
decir que cuando aprendí plástica, cada maestro o maestra que tuve junto a mí, (empezando
por mí padre) siempre decían: darnos tiempo para revisar. Tener orden y para
eso se deja descansar lo que tenemos entre manos. Mi marido que es escritor, así
lo hace, los textos descansan.
La claridad del, sino que nos habita, solo depende de
nosotros mismos. ¡Cuidado con dejarnos influenciar por la enorme cantidad de
noticias! que, bueno, habremos de estar enterados obviamente de lo que pasa en todos
los ámbitos, y que no calen al ser real. Es muy amplio el mundo actual de la
comunicación y según he escuchado decir a la historiadora española Margarita
Torres, (una buena estudiosa de la historia) que en épocas anteriores la
comunicación era más plena y menos confusa. Es así, es peor la confusión que la
falta de saber.
Que no se nos junte la bruma de las vivencias. Sabemos bien, que no hay
día que no traiga momentos de confusión, y lo único que hay que hacer es soplar
como lo hace quien sabiamente sopla la paja inútil de la vida.
Como bien decía mi maestra de preparatoria la Madre Benigna, teresiana.
¿Qué día de los que vivimos llega exacto como lo
imaginamos? Ninguno. Eso sí, algunos de pronto vienen recargados, y así son. Si
los días no se desean con tal o cual característica solo son lo que son
y nosotros, a resolver y transformar.
Claramente hemos dicho que cuidado con andar acumulando
sentimientos que no nos pertenecen. Ir ligeros de equipaje como bien dijo
Anthony de Mello en sus escritos, tan vituperados por considerarlos New Age.
¡De cuanto no perdemos por prejuicios!
Libreta #81.
Llega a mis manos una libreta más, y la reviso con el
gusto de encontrar lo compartible, que cada día se hace más patente en mí.
Espero no abrumar, pero he de decir que los cambios en la
vida, si son compartidos nos sirven a todos.
En esta libreta encuentro la redacción bastante completa
de un viaje familiar a la ciudad de Nueva York.
Esa ciudad ya la había conocido y paseado en varias
ocasiones desde niña, mas la mirada se renueva con los años y más con los
jóvenes.
Sin reseñar de más, tan solo he de decir que esos viajes compartidos
con los hijos son regalos de otra índole. Las propuestas de las nuevas miradas siempre
son bienvenidas y así se dio. Nunca, a pesar de haber ido varias veces había
hecho alguna caminata tan larga por Central park, caminar en compañía y
disfrutar diferente los aires. No soy muy afecta a las salidas y viajes, más
una vez con el caballo ensillado, la propuesta se disfruta mucho. Solo
Dios sabe porque uno prefiere estar en casa, no puedo negarlo, soy casera.
Todos en casa amamos tanto el arte (desde la vida de mis padres) que en eso se
enfocan la mayoría de nuestras salidas al mundo. Ver arte, gozar la
arquitectura. Siempre en las salidas hay destinos específicos planeados para gozarlos
sin prisas.
El ser humano, perfila su esencia interna desde lo que se
va conociendo pausadamente hasta lo que se lee y comparte. En las salidas fuera
de casa, sea al extranjero o por los lares cercanos, nosotros vamos con pausa y
con sitios bien elegidos, nadie aquí se quiere comer el mundo de un bocado y así
lo manifestamos todos. Nunca es la cantidad lo que nos hace felices al viajar,
es saber disfrutar la calidad elegida, promisoria y parsimoniosa.
También en este diario, redacto la ventura de haber asistido
a un coloquio sobre historia en la ciudad de Campeche, nos encanta la historia
en casa. Últimamente la historiadora española, Margarita Torres es nuestra
preferida, porque es muy amena. Cuanto habla se nos depura la mente en esos conocimientos.
A veces hay que sentir al tiempo como si fuera un ángel
que nos acompaña y se despliega con alas venturosas al lado nuestro, para
abrirnos las puertas de lo que, si nos interesa, nos permita no meternos en
honduras de mil conocimientos.
En los mismos
museos elegir algunas salas, por las preferencias. Soy de sentarme a entrar
en un cuadro elegido, observar.
Prudencia, cautela, cordura, discreción, moderación,
precaución, sabiduría.
Mas adelante y en estos años que releo, a mi marido se le
ocurrió que fuéramos a conocer la tierra de sus ancestros. Así fue como nos llegamos
hasta Santiago de Compostela. El, había venido esculpiendo en madera y había
detectado a un paisano suyo gallego, que tenía obra escultórica expuesta en un
pequeño hotel de las calles de Santiago. Una mañana salimos después de
desayunar, con toda calma. Caminando bajo una tenue llovizna, nos detuvimos
frente a una casa de ventanales blancos que llamo nuestra atención, con la
misma continuamos hacia el hotel en donde ya sabíamos estaba la obra del
escultor Camilo Otero Besteiro y que, tanto Camilo Otero Rejón como yo misma,
queríamos conocer. Nos presentamos en la administración de un hotel pequeño y
cual fue nuestra sorpresa: nos recibe el hijo del escultor. Le comentamos que veníamos
de Mérida la de México y que nos interesaba esa obra. Con gusto el señor de
mediana edad nos hizo pasar a la Galería bien dispuesta y amplia de obras en
madera y algunas de otros materiales. Nos dijo: -toda suya- y nos dejó con el
tiempo del mundo para disfrutar. Una a una las fuimos observando y comentando, saborear
la expresión de este otro Camilo Otero. La madera le había cautivado
para esculpir, era obvio. Una vez concluida la visita y gozado de cada escultura,
nos volvimos a encontrar con el hijo del escultor, y ya para despedirnos le dijimos
que queríamos hacerle un comentario: había otro Camilo Otero en América, que
también tenía obra esculpida. Y ahí estábamos.
El anfitrión apenas conocido, soltó una enorme carcajada
y nos pidió tomarnos una fotografía, ¡Con que gusto accedimos!
Al salir a la
calle nos acompañó amablemente hasta la escarpa y nos dijo: - ¿Queréis conocer
la casa de mi padre?, está aquí a la vuelta de la esquina-. Agradecidos,
caminamos unas cuadras más allá. Cual fue ¡nuestra sorpresa! que era la misma
casa que había llamado nuestra atención antes.
El asombro fue grande. Una vivencia para recordar. (Continuará).