miércoles, 18 de junio de 2025

 

Día a día, es el reto. (14)

 

                                                                                   La vida, es un canto de amor.

Es obedecernos con sencillez, con la mirada puesta en lo que sí creemos. (Paraf.)

Teresa de Lisieux.

                                                La vida de Teresita del niño Jesús, fue una vida corta. Mujer entregada a lo que percibió y así discernió lo que era mejor para ella, y que se le proponía desde niña en casa: Amar a Dios con el conocimiento de Jesús.

Lo vivió exactamente, así como lo sintió y cómo con las pequeñas o grandes luchas interiores se fueron salvaguardando y salvando sus sentires. Su tiempo personal fue dedicado prácticamente todo, al convento elegido desde la adolescencia (era el modo de esa época) ya que la mayoría de las familias católicas estaban muy cercanas a la iglesia.

Perteneció esta joven a una familia de finales del siglo antepasado: Nace en Francia en 1873 y muere en 1897. En el interior de las familias de la época, se tenía como un sino vertical la vida de la religiosidad como centro y entrega a los evangelios. No es casualidad que muchas de las hijas de estas familias (y así sucedió en la suya) optaran por la vida conventual y más que nada con espiritualidad genuina.

Esta Santa en particular fue muy apreciada en mi familia materna.

Escuché de ella desde la infancia y observé a mi madre tenerla cerca en muchos momentos de su vida personal, como centralidad. En momentos de situaciones difíciles solamente abría la boca para decir: -Little flower at this hour show your power-, o lo que es lo mismo: -pequeña flor en esta hora muestra tu poder-. Y, ¡sí que lo tenía!, aunque nos cueste entender estos modos que algunos de nosotros llamamos: antiguos.  Eran palabras que en verdad se decían con convicción. Así lo percibí con mi madre, ella decía y lo hacía con fuerza de certeza.

No sé si estas peticiones lograban concretar algo más palpable que un buen sentir, mas para unos que para otros, lo que sí sé, es que les daba certidumbre y paz. A veces a estos seres especiales y más celestiales, como lo son los santos, se les llega a sentir como verdaderos amigos, así sucede en la literatura, en la pintura. Es diferente en la terrenalidad, los amigos a veces demuestran la antiquímica. Seres que creímos conocer bien y con ideas y modos compatibles a nosotros mismos y de pronto se dan giros en el convivir y se manifiestan como desconocidos y con ideas divergentes. Acciones que nos hablan de que ahí hay todo, menos una real amistad.  Mi madre en el lecho de muerte solo decía que estaba tranquila porque sentía a su amiga Teresita junto a ella. Y así cerró los ojos.

Las costumbres cambian, lo sabemos bien y que bueno. Todos habremos de vivir acordes a la época que nos toca hacerlo y lograrlo con las repuestas que encajan. En los tiempos de mi niñez, había algo más que yo notaba claro: Las personas que pedían al cielo de estas maneras tan particulares, estaban tan llenas de fe, que su vida misma era una congruencia viviente, para sortear todo sin dudas ni reclamos. Sentimientos firmes que a veces muchos de nosotros ya los quisiéramos para un domingo cualquiera. Ya no es así, es lógico que la fe a pie juntillas es diferente y no siempre procede ni se logra en todos los seres, en la vida actual.  Esa certidumbre de lo que no vemos, a veces nos cuesta tenerla clara, porque estamos hechos a una materialidad sin precedentes en las épocas de hoy.

 En un pequeño libro se han recogido estas creencias. Es bueno saber cómo se ha escrito, tomando lo mejor de esos pensamientos a manera de reflexión y entender los modos como los seres humanos nos ligamos a lo que sí creemos y eso nos da certezas invaluables.

Santa Teresita escribe un poema a la Virgen María: -Por qué te amo, María-.  Es largo y tendido. Un poema en donde expresa casi todo lo que en su corta vida pudo lograr entender y lo cierra con la palabra: Quiero.

He leído varias veces este poema, la primera fue en los años 2005, cuando mi marido me regaló las obras de esta Santa, en un texto sencillo narrado por Antonio Olea y el poema es el cierre del pequeño libro titulado: -Las páginas más bellas de Teresa de Lisieux-. Luego en dos relecturas bastante posteriores, lo volví a repasar y tratar de sentir como ella sentía, y hoy día, 20 (veinte) años después de que llegó el libro a mis manos, es que hago esta pequeña reseña. Volví, porque me gusta percibir en lo posible las esencias que vibraron tanto en el interior de mi madre y de mi abuela, y para compartir un poco del pensamiento de Teresita. Una mujer insigne y admirable tan solo por la manera en la que decidió vivir su vida, tal vez una decisión al fin y al cabo difícil.  Cada quien terminamos queriendo. Si es posible hacerlo congruentemente hasta en lo más difícil, siempre lo haremos acorde a la época y lo que se percibe que es el bien para cada vida.

En el sentido determinado de hacer de nuestra vida, lo que en verdad deseamos.

Cuando Teresita dijo Quiero, quiso. Porque querer, es poder.

No somos nadie para juzgar nada, y mucho menos a nadie. Lo que, si es interesante, es saber cómo es que el mundo del pensamiento espiritual ha cambiado. Me ha costado entender que es eso de -la voluntad de Dios- (concepto que conlleva como centralidad la palabra aceptación) hay que tener claro que somos parte de un universo y que aun en esos ámbitos tan grandes, lo que nos toca es pequeño. Es decir, limitados como criaturas de una especie, pero a la vez enorme es el espíritu, con grandes potenciales dentro de nosotros mismos. Parte de la voluntad de Dios es observar con tino la vida que nos rodea, a las personas con las que coincidimos en ideas y sentimientos y así mismo tener claro a Dios, ese Dios en el que hemos visto manifestarse la vida y del que hemos tenido que bregar algunos de nosotros para comprender mejor. En lo personal, no logro que las cosas en las que me avoco a conocer, me convenzan solo porque sí, me hace falta la reflexión.  Uno supera los años de sequedad y me doy cuenta que a veces nos exigimos tener tan claras las cosas que tardan en llegar esas motivaciones. Eso pasa así en quienes creemos en el valor de la palabra, tanto hablada como escrita. Hoy día hay que encontrar la sana medianía en la depuración.

Si para Teresita de Lisieux fue suficiente tan solo decir Quiero, para llevar la vida por un camino elegido, creo que eso no ha cambiado en la mayoría de los aspectos de la vida humana, porque solo los seres determinados y seguros en las creencias, terminamos haciendo lo que amamos. Ayer, una prima muy querida que es artista plástica como yo, me decía: -Prima, somos afortunadas de poder crear esas ideas que queremos expresar, de poder disponer de los tiempos para lograrlo-, -bueno, le dije, tienes toda la razón, aunque en lo personal a veces sigo debatiendo con los tiempos: tengo el tiempo que necesito, aunque sienta por momentos que me haga falta para todo lo que quiero expresar-. Es el ánimo lo que da los entretelones. Si lo que queremos expresar va lleno de contradicción, malos sentimientos respecto a la temporalidad y las ocasiones explícitas del trabajo, más nos vale no expresar tanto y lo que hagamos expresarlo bien. He de decir, tengo varios proyectos de plástica en capilla, y estoy segura de que no todos verán la luz. Me queda claro que ¡no pasa nada!, porque la dinámica de la vida manda en la cordura de lo posible.

La vida no es carrera para obtener, es ocasión para transformar. Si solo se trabaja en el ámbito en el que estamos viviendo, ¡bendecido sea ese elegir! ese decir: Quiero. Es importantísimo también saber: lo que no quiero.

El camino del alma existe. Uno lo vive tan solo en la interioridad elegida, seamos practicantes de alguna religión, sea haciendo el bien tal como lo entendemos en la vida del día a día. Si lo que se vive se centró con una carrera universitaria o tan solo barriendo una calle de la gran ciudad, la esencia es la misma y mucho más en el ser humano que comprende la dignidad. Es tan determinante e importante el trabajo de recoger la basura, así como el de estar en un laboratorio universitario descubriendo el ADN mitocondrial. Y cada ser propone y cada ser puede querer desde dentro. Esa vida interior no tiene hoy día que ser tampoco necesariamente religiosa en el sentido estricto, puede ser en cualquiera de los ámbitos que se abren ante uno mismo, o mejor dicho en cualquiera que sea el camino elegido.

Ámbitos culturales varios, esos que van desde el modo de ver, o de hacer de la vida diaria todo un reto. Ahí en el día a día, se encuentra el mejor barro o argamasa para moldear desde lo que sí queremos, hasta saber si eso es cierto o no lo es. No importa la edad que tengamos, ni mucho menos lo que escuchemos decir, lo importante es determinarnos a hacer de lo que, sí creemos, y asentamos en la mente como un bálsamo, esa realidad.

Bueno, no olvidemos que bien dicen los psiquiatras hoy día que la realidad está, todo depende de cómo la miremos. La realidad de cada ser humano es lo más sagrado que existe. El asunto de las redes sociales está barriendo con la premisa del comedimiento, esas invasiones inauditas del mundo que se comunica hoy, no creo que sean nada positivas. Ayer, escuchaba a Nazareth Castellanos (neurocientífica española) decir: -Cuida tu tiempo frente a las pantallas, tomate momentos de cerrar un rato los ojos durante el día, observa bien que tus horas de sueño sean las necesarias-. ¡Como los gatos! De nada nos sirve tener la pantalla de última generación, si vamos a descuadrar la paz interior. Y, creo yo, que a veces no solo desbalanceamos la paz personal, a veces lo hacemos afectando a otros.

                                                                  Veamos pues un poco del pensamiento de Teresa de Licieux, porque en un solo sitio y corta vida, ella logró transformarse por dentro y aceptar su situación como una donación al mundo. Sus pensamientos obviamente son místicos, y sé que no a todos interesa ese ámbito.

Mas, con el permiso de los no tan creyentes, me permito mostrar lo interesante que conlleva la determinación de los místicos. De una mística extraordinaria, como lo fue ella.

Parte de lo que dice es: -La vida, es un canto de amor-. Es obedecernos con sencillez y naturalidad, adquiriendo el dominio-. -Así como las flores de la primavera germinan bajo la nieve, la tribulación, o lo que es lo mismo: los momentos fríos de nuestra vida, tendrán sentido si pensamos en la Gloria y lo que ésta significa, solo quisiéramos que ese trabajo del corazón durase para siempre. Habremos de aprender de todo lo que nos rodea-. (paraf.)

-Entender lo que significa la voluntad de Dios en nuestra existencia. La nada, muchas veces se puede apreciar claramente en las cosas pasajeras, que nos atañen y que nos roban los tiempos divinos-. -Dios se cristaliza en el alma… de forma suave y espontanea, sin precipitación y sin lentitud-. Teresita conoció la obra de Santa Teresa de Ávila, y se influenció de su saber, ella también toca el tema de los grados de perfección. Considera a la otra Teresa como su patrona.

Leyó relatos caballerescos que su padre proponía en casa, le gustó mucho conocer la vida de Juana de Arco. La figura de Jesús le enamoró desde un principio. Perdió desde muy niña a su madre, y sus hermanas mayores le dedicaron mucho tiempo. Con Celina su hermana percibía la fuerza de Dios cuando juntas contemplaban la naturaleza.

Dijo: -Dios se comunica en medio de un fuerte resplandor, a veces tenuemente velado bajo sombras y figuras-.

Leyó a San Juan de la Cruz. Compendio a través de él, como el cielo puede percibirse dentro del alma.

¡Supo! Que ese querer, era parte actuante en ella misma.

En el día a día era asidua ayudante en todos los menesteres del convento. Aun no se entendía en toda su magnitud el significado del temor de Dios, que no es un miedo, sino como una digna manera de respeto a la divinidad. Cuando habla de justicia afirma:

-Es reconocer las intenciones rectas-.

A veces, caemos en el abismo de nuestras debilidades y no comprendemos el significado de Dios que nos puede hacer bien. Ese ir comprendiendo que tan contingentes somos.

Y continua textual: -En la vida del amor no solo vale lo grande, lo importante, es lo cotidiano y ordinario que se hace con amor-.

Hay como gemidos interiores que nos avisan lo importante que es darnos el tiempo interior, nunca permitirnos ir como a ciegas por la vida.

Habla, Teresa de Licieux de La noche de la vida, y la compara como cuando nos sentimos tan pequeños como una gota de rocío, siendo que es una gota íntegra.

Refiriéndose a la muerte, ella le asegura a su hermana que siente que: -somos esa gota de rocío sobre de una flor que el sol evapora y se la lleva a donde le corresponde. Volver, regresar de donde hemos venido-. (paraf.) (Continuará).

Referencia.

, España. Libro: Las páginas más bellas de Teresa de Licieux.

Selección de textos: Antonio Olea. O.C.D.

Ed. Monte Carmelo. Burgos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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