miércoles, 28 de agosto de 2024

 

Estar, en lo que estamos. (12)

El camino del Arte puede ser el más liberador, tanto para el que lo practica como para el que lo observa. MJ

 

                                               El Arte con mayúscula, puede asentarse en otro aspecto que a veces se pasa por alto, es decir, en las obras que se practican mas allá de la plástica y está presente en el quehacer de los asuntos cotidianos. Llevar una casa con acierto es un arte, tener la palabra exacta para apoyo de un congénere es un arte y así mismo sucede con otros tantos aspectos, puede compararse como cuando nos da resultado una disciplina que se descubre, se implementa por medio del estudio y da resultados. Lo más importante al hacer arte del día a día, más bien es hacerlo con la garantía de que se realiza con originalidad.

Pasando al arte plástico como algo que se practica más allá de la vida diaria, ese quehacer, es harina de otro costal. No deja de estar relacionado con nuestro bienestar directo y de la vida diaria también. Hoy día se cree que el arte es algo mas allá de lo que somos, como si fuera algo externo totalmente.  Los dos aspectos están unidos, el arte de vivir la cotidianidad es más como un continuo y el arte de hacer plástica requiere de un espacio diferenciado. El verdadero sentido del arte tiene todo que ver con la personalidad, para quien lo hace, se da como una necesidad de decir, y por otro lado de quien quiere que la cotidianidad sea fluida, puede hacer de ésta un arte. No creo que crear obra sea para que ésta sea tan solo bonita y se venda bien, en el caso de la plástica en concreto se ha trastocado mucho el sentido de lo artístico. La belleza que se aprecia en la plástica ha cambiado mucho, independientemente de los conceptos tan novedosos como lo es utilizar los objetos cotidianos para expresarlos como algo artístico. No olvidemos aquel plátano pegado a la pared que se vendió en miles de dólares. Es una pena que eso de la venta del arte ha hecho estragos con la verdadera creatividad. Los que así lo pensamos sabemos que, como una necesidad de expresar, este arte se hace diferente a como se cocinan unas papas.

 Cada actividad requiere de un determinado sentir.  cada acción tiene su chiste.

 Hay que dar su tiempo a la obra, ésta siempre surgirá cuando hay camino. Los temas son los que definen al ser de la persona en el arte, no los que estén de moda o sirvan tan solo para la decoración de recintos.

Mi camino personal del arte ha sido de lo mas liberador. He de decir que nació desde los primeros años de vida, cuando mi padre me daba un cumulo de pinceles y un lienzo, que era un enorme jarrón de barro del jardín de casa. Me podía yo pasar horas y horas con el agua y ya cuando pegaba el sol fuerte, entraba. Ese manejo del agua en libertad, fue crucial.

Fui descubriendo con lentitud los temas que me pertenecen, y no es que quiera decir que uno se los apropie, sino que uno mismo los toma como un hilo conductor del ser interior, resonamos con ellos. En el arte la pertenencia de los asuntos no es a elegir así nada más, van saliendo como parte contante y sonante de lo que somos.

Cuando estamos dando demasiadas vueltas a los asuntos, es que no sabemos aún que queremos decir o hacer, eso puede pasar cuando pintamos. Está bien hablar de lo bonito que vemos, pero mejor sería que eso que hacemos hablara de lo que en realidad habita en el interior. No importa el medio, puede ser hasta el arte que se está poniendo de moda por computadora que a muchos de mi generación no nos queda tan cercano, lo que queramos expresar debe de ser original, y eso es una búsqueda en sí misma. Un ser en el arte, conlleva vocación, ante todo, nada de lo que hacemos sin vocación es algo que en verdad nos resuene con fuerza.

En el arte se pone la energía en el punto adecuado. El Zen nos afirma que ese sitio solo puede estar claro mediante la meditación.

En la libreta que reviso, me afirmo a mí misma lo importante que resulta el poner la energía propiciada en el sitio adecuado, resulta definitoria y va dando camino a lo que hacemos.

¿No estamos poniendo en el lienzo de la vida todo lo que creemos y creamos? ¡Claro que sí!

Un buen amigo me preguntaba hace unos días, en donde podremos dar ese grano de arena para mitigar tanto dolor que hay en el mundo.  El sentido de lo que damos se afirma cuando uno permea y lo que hacemos resuena en otros congéneres.

¿Es tan difícil entender que hemos venido a hacer lo que se nos requiere como parte de una misión que es muy sencilla? Y no es estar compitiendo como si estuviéramos en las carreras de obstáculos deportivas. Como lo vemos en los Juegos Olímpicos.

Solo en el alma existe la infinitud excelsa. Es en el interior en donde damos sentido a lo más sencillo que nos sustenta. No hay que ir por más, porque podremos perdernos.

¿Qué significa forzar en la vida?

Habremos de descubrirlo poco a poco si así fuera necesario, a veces los mismos reveces que vivimos nos dan las pautas.

Si percibimos que lo que vivimos no fluye, hay que revisar. A veces llegan los dolores del vivir y no sabemos ni de donde nacieron, y es claro que a veces nosotros mismos nos los propiciamos por estar en dispersión, no tan atentos.

Esa frase de T.S. Eliot que dice: -Exploramos sin cesar, y al final de nuestras exploraciones llegamos al punto de partida, reconocemos ese lugar por primera vez-

Afirmo en mis textos de principios de siglo, que algo muy claro me hizo comprender que lo mío nunca ha sido el evento social. Estar en todos esos sitios por los que muchas mujeres son capaces de matar su vida real, nunca ha sido lo mío. A muchas personas se les renueva la energía en la vida social y se llega a creer que, con eso, ya está resuelta la misión de este mundo, tal vez así sea para algunos. Lo respeto, mas no lo comparto.

Comprendí que hay afinidades que cuentan mucho y poder estar cerca de personas que suman, que dan su rato de platica sin estar esperando nada más que ese compartir lo que cada quien trae para dar, presencia y gozo de una buena platica.

 Vivir con las expectativas del ser humano como si fuera proveedor de algo, es confundir el sentido de la camaradería.

                                                                        Cuando decimos: -Si esto no sale como yo lo deseo estaré triste- ya nos estamos encadenando a un resultado previo y eso nos conduce a forzar.

 Podemos ser dueños del buen tono de la vida. Si está presente la desventura, ya hemos dicho hasta el cansancio que, si de entrada la vemos como parte del vivir, ya solo con eso la estamos dignificando en camino de positividad, lo que sigue es ver qué hay de bueno, siempre lo hay.

La observación es lo único, nos afirma el Zen. Estamos viviendo tan de prisa (no culpo a nadie ni a nada, es la vida misma que ha propuesto el mundo actual) que nos permite mejorar, ver los fondos.

Hay mucho portal de comentaristas de ciencia que podemos encontrar y aprender a escuchar, todos los porqués que se nos ocurran están ya en la red, el asunto es ir a la fuente original y de bases firmes, porque charlatanes también hay al por mayor. Una cuestión que ha vibrado en mi como parte de mis cuestionamientos es por qué las cosas se dan de una manera y no de otra, es decir a que causas responden algunos hechos humanos, no es tan solo que unos son malos y otros buenos, esa ya no puede ser la visión simplista del mundo.

Nos dice el pensamiento Zen: a veces, vivimos como rodeados de 4 paredes, sintiendo que no tienen ni ventanas ni puertas, ese pensamiento es una trampa mental.

Algunos congéneres dicen: -Voy a hacer un viaje para olvidarme de todo-. puede ser falaz, y regresar de ese viaje con las resoluciones mas confusas. El viaje más allá de casa siempre es solaz, es divertimento, pero también aprendizaje que debe transformarnos de fondo, entonces sí pensar que seremos capaces de resolver mejor.

Cuidar al salir de viaje no llevar cargas emotivas. Más nos vale irnos como si la mente fuera una libreta en blanco y saber que volver al pasmo y al asombro, es lo que nos dará buenas experiencias.

Existen seres humanos que se apegan a sus dolores creyendo que así se liberan. Aprender a sanar el dolor no implica a nadie más que a uno mismo, por supuesto si se requiere ayuda, hay que pedirla.

El pensamiento de apego es pensamiento mal encausado. Nadie puede extrañar lo que ya no existe, pero sí se puede revalorar la situación desde otro punto de vista y saber qué tanto de bueno podremos crear desde ese tener vivos los recuerdos.

Cuidado con los chantajes, nos dice el Zen. Son mediocridades de la mente esos argumentos de chantajismos que no conducen a nada. Habremos de cuidarlos con los críos, porque ellos lo aprenderán como un camino que luego solo les puede dar encono.

Si sabemos que nada de las actitudes de otros nos pueden lastimar, en realidad estamos en camino de crecer.

Practicar el Zen desarrolla la intuición. Aprendemos a ver de antemano y a poder detectar que podría pasar según los escenarios que se presenten.

Cuando dramatizamos estamos ocultando las emociones reales, estamos como creando escenarios que no son realistas, que pueden ser divertidos en un escenario artificial pero nunca en la vida de cada día que vivimos para ser felices.

Cuando somos más conscientes de las emociones que pasan por nosotros, es un hecho que somos más libres.

Dice Yoko Beck: -somos perfectos como somos-.

Al disfrutar de una buena comida, por ej., estaremos en eso. Dándonos cuenta de la fortuna que implica tan solo masticar, cuáles son los sabores que contiene, de cómo preferimos desde uno mismo a diferencia de lo que eligen los otros.

Eso es digno. (Continuará)

 

 

 

domingo, 25 de agosto de 2024

 

Estar, en lo que estamos. (11)

                                                     ¿Quieres tranquilidad?               

                                                      No dejes cabos sueltos. MJ

                                                                                       A veces creemos que todo ha de estar resuelto y que esto puede lograrse en un santiamén, como por arte de magia. Los procesos, las mas de las veces son largos y eso mismo es lo que permite que se den buenas ataduras cordiales, para lograrlos.

 Ya en otros textos compartidos hemos dejado claro que, aunque el control de los asuntos vitales no se puede percibir como total, nadie puede (y mucho menos debe) tratar de tener demasiadas cosas bajo un control absoluto. Lo único que se logra con esa acción, es estar más preocupados o peor aún más estresados. El control verdadero de todos los aspectos de la vida se va desarrollando cuando estamos inmersos en la acción y más que nada las acciones buenas que ya sabemos que, aunque haya aspectos positivos en el vivir, no siempre la positivadad trae lo que es mejor.

                                                                           En la vida de relación, también esto es aplicable. Aquí en el área del mundo en donde habito, aún se sigue pensando que es normal que se pueda manipular el proceso de vida de los hijos, está bien orientarlos y sugerir, pero de eso a que se manipulen las vidas, es muy diferente. Cuando los enamorados de las hijas, a los padres les parecen inapropiados, aún se sigue dando un proceso de intervención al respecto.  ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI se le manipule a una joven el sentido de vida? Pues tal cual, lo veo y creo que lo seguiré viendo. Hay personas que plantean su plan de vida dentro de un medio social restringido y si eso no se logra, se sienten decepcionados. Como si la vida se diese dentro de un circuito y nada más. Por otro lado, hay mucha más apertura para los caminos que deciden tomar los jóvenes, hay de todo. Una de mis primas más queridas, en estos días compartió algo muy importante en relación a las relaciones de pareja: -la relación no depende del amor, es el amor el que depende de la relación- R. Cano.

Si queremos felicidad en las relaciones humanas habremos de comprender cuales son los factores que unen, y estos no son precisamente los convencionalismos sociales. Hay empatías y compatibilidades que hay que sopesar, y esto no se logra si los padres se meten a dar curso manipulado a las relaciones de los hijos.

¿A qué nos referimos cuando decimos que tenemos asuntos inconclusos?

Tan solo nos referimos a esos tópicos que regresan con ímpetu desmedido a la mente y van acompañados de un signo de interrogación. En realidad, las acciones siempre pueden mejorarse, es por eso que habremos de apostar a las más creativas y afines y no porque algo parezca positivo en realidad lo es para todos.  Si regresan los imperativos hay que saber de qué índole son y si en realidad dan beneficio. Claramente mi madre decía: -eso que pretendes, es un alacrán en el zapato-. Esto se refiere a que, aunque veamos positividad en algo, tal vez haya caminos que es mejor no emprender, asunto que obviamente puede dejar puertas abiertas para los senderos que nos toca recorrer.

 La vida bien llevada es una serie de acciones que van dando cabida a nuevas propuestas y así continuar. Cuando la vida se llena de cargas innecesarias, la paz se puede ver trastocada, y no solo lo pacifico, también se interrumpe el factor creativo que no todos hemos comprendido como decisivo.

Estar más atentos de quienes nos rodean y siempre tratar de llevar la fiesta en paz. La total paz, tampoco existe como un todo, es algo que se refuerza cada día y se tiene como prioridad en el ánimo. No es una planicie a la que se llega como si abriéramos una silla de extensión y poniendo las manos tras la nuca creer que ya no hay nada más que hacer, que tomar el sol. Los momentos de solaz, siempre son para relajarnos, pero con miras a tener mejoras, en lo que sigue por resolver. Cuando comento que la paz está representada por el color naranja, es porque conlleva fuerza constante y renovación. Nunca es inactividad.

La sanidad va aunada a una tensión positiva bien llevada (acordarnos que la tensión es parte) nos permite sentirnos más sanos cuando se puede ver con claridad lo que se propone.

Dice la autora citada, Yoko Beck: -Aceptar con regocijo las condiciones de la vida-.

Si permitimos que la mente nos haga creer más en lo que debe ser, nos olvidamos de la realidad:  la vida solo es lo que es. Perseguir sueños que implican aspectos que trastocan la paz, es camino seguro de pesar. Lo que soñamos siempre puede lograrse y no olvidemos que cada quien sueña distinto, porque la diversidad es vida.

Cuando se practican los principios Zen, nos quedan mucho más claros los principios de la amistad. Dice Yoko Beck:

 -La práctica modifica los patrones de la amistad, apartándonos del cálculo de los costos y beneficios personales para llevarlos hacia una mayor autenticidad-.

El mejor servicio a los otros y al mundo es:

Ser lo que somos. Estar en lo que estamos.

Si estamos en lo que estamos podremos ver el panorama completo y no permitir que haya ni discriminación, y mucho se refuerza la empatía.

A veces vivimos con la idea de que hay que hacer más por los demás, y es una idea muy válida, mas hay que saber cómo y cuándo. No es una propuesta como de mandamiento a cumplir como obligación. Esto, tiene sus orígenes como un postulado mental de algunas tradiciones de religiosidad mal entendida.

Nunca se compra la entrada al cielo como si fuera una acción de toma y daca, como tampoco se garantiza una buena relación de pareja solo porque se tenga positividad. Es tan fuerte la forma de las interacciones sociales, que pueden prevalecer los espejismos.

Solo las acciones que están dentro de lo que somos, aportaran con total sustancia. Aunque no existe nunca desgaste espiritual, como cuando se dice: se perdió el tiempo, el tiempo jamás se pierde, todo es aprendizaje.

 Estar atentos, eso sí, para no volver el camino. Decía mi madre: - El flojo y el mezquino, van dos veces el camino-.

Algunos altruismos pueden ser falaces. A veces, ese concepto del dar se toma como una manera de expiar culpas, asuntos no resueltos y nos olvidamos de que solo somos responsables de cómo vamos creciendo como personas.

A veces nos puede entrar un sentimiento de culpabilidad de las cosas no hechas.  Este sentimiento se transforma y nos crea el espejismo, como si a fuerza todos tuviéramos que hacer lo mismo. Las tareas son personales y no podemos asumir acciones que se salen de nuestra fundamentación de conciencia.

Nunca permitirnos ansiedad por acciones pendientes. Ese, tengo que hacer esto, hay que revisarlo.  A veces cuando esa frase me sale del alma, agradezco a mi pareja que me dice - ¿en verdad tienes que hacerlo? - Y me deja con más claridad para decidir por el camino de: ¿qué es lo que me estoy exigiendo? que tal vez ni corresponde al momento.

Hace unos días me toco estar en un ámbito en donde una mujer de pronto llegó y realizó una Hora Santa. Yo me puse en modalidad receptiva y escuché atenta. Estaba contenta de participar, en primera no me lo esperaba, y en segunda estaba en realidad haciendo una visita. Ella con las lecturas del evangelio nos fue llevando a la reflexión, aunque yo me di cuenta que había dispersión en el ambiente. Bueno, me dije a mi misma, cada ser captará lo que le toca.  Al final, dio instrucciones porque iba a impartir la comunión, como yo estaba ahí me sentí aludida y cuando llegó junto a mí con las hostias, me saltó. Me quedé, literal: con la boca abierta. De inmediato le pregunte porque no me había dado la comunión, y con simple desparpajo me dijo que las hostias estaban contadas, solo para las gentes del recinto. Una persona mayor que estaba sentada a mi lado y en su mundo, solo me dijo, - ¿y, no podía dividir una hostia y darte la mitad a ti y la otra mitad a mí? -.  ¿Quién estaba más en sus cabales, la que impartió como un ser dizque capacitado? ¿O la persona con la mente no del todo presente, y con un sentido común de educación, para hacerse esa pregunta? Hay personas que no han comprendido que si se van a meter a redentores hay que cuidar que nadie salga crucificado. Obviamente, no era de vida o muerte que yo comulgara en ese momento, mas yo creo que la comunión a nadie se le niega.

Salí de ahí feliz de la visita que había realizado, pero con un dejo de tristeza en el pecho, al darme cuenta cuantas veces se hacen acciones positivas que no son buenas.

Aprendemos con el paso de los días a detectar lo que va por mal camino, y nos preguntamos ¿qué tanto a nosotros nos corresponde enderezar? ¿Qué tanto nos hemos acostumbrado a un ejercicio que se dice humanitario y conlleva agresión?

Las incongruencias, a la orden del día.

Hellen Keller nos dice: -La seguridad es en gran medida una superstición. No existe en la naturaleza y tampoco la experimentan los hijos de los hombres en general-.

Y continúa -A la larga, evitar el peligro no tiene más seguridad que exponerse a él-

La vida es una aventura atrevida las más de las veces, mas esos atrevimientos habremos de cuidar que no se conviertan en acciones boomerang.  

No tiene nada de particular tomar caminos que nunca hemos tomado y resolver con mejor sentido, antes hay que observar el aspecto creativo del hecho.

Solo vivir, conlleva un desgaste natural. Nos entregamos a los asuntos dando parte de una energía que hay que valorar, ¿qué tanto es valioso perseguir lo positivo si a fin de cuentas los aspectos laterales van a darnos acciones negativas? Dejar parte de uno mismo en la acción, solo lleva sentido si aporta para mas paz.

Si nos damos cuenta, cada uno de nosotros estamos en lo que estamos las más de las veces, hasta nos podremos preguntar ¿porque habremos de estar tan atentos a esta máxima? Porque fácilmente nos distraemos, aunque sea estar en lo genuino lo que se nos pide.

La entrada al sufrimiento uno mismo se la propicia. Una de esas puertas falsas es sentir que estamos lejos de lo que creemos, o peor aún, de lo que merecemos, ¿Quién puede tener claro el monto de sus merecimientos?

Hubo un libro hace unos años que se llamó: -Porque a mí, porque esto y porque ahora-. De la autora Robin Norwood. Fue como para cuestionar de fondo, porque nos toca vivir lo que vivimos. Este libro tan solo como parte del sentido de autoayuda nos abrió la puerta para decir: No somos más que parte de una especie y aunque nos creamos archibendecidos (he escuchado que hay personas que se auto proclaman santos sin aureola) la realidad es que somos vulnerables, limitados y aceptarlo, es lo que más nos ayuda a crecer. Ser humildes.

El adulto que llega a la madurez creyéndose que ha sido víctima de muchas cosas, o que no ha realizado tal o cual asunto, desdicha puede sentir. Esto solo propicia deshallo, producto de no haber practicado el buen modo al elegir.  

La alegría de vivir nunca se pierde, o más bien nunca debería perderse, la tenemos desde que nacemos. Ir en busca de mejoras que no proceden pueden trastocarla.  No me quise quedar sin plasmar ese sentimiento en mi obra plástica, una de mis mejores amigas en este mundo con quien he estado cerca desde la más tierna infancia, me dijo que quería un cuadro alegre para su casa. Le pinté eso mismo que siento como la alegría, y el cuadro se titula: -Alegría de vivir-.

  ¿Te has fijado que un bebe sonríe desde que amanece? ¡Claro está! Es parte de su naturaleza pura, que se trastoca con la vida misma, eso se puede recuperar, aprender a tener siempre una alegría de base, que nos de sustento en todo momento.

Mi nieto, que tiene 6 años en este momento que escribo, le pregunta a su padre cuando ve a su hermanita de tan solo dos años y medio romper en llanto:

- ¿Eso que hace ella es un drama? - -No del todo-, le dice el padre. Es una persona chiquita que está aprendiendo a hablar, y pronto algunos de sus llantos se volverán palabras. Así se le ha dicho a él mismo, antes de dramatizar hay que hablar.

Llorar nos hace bien a todas las edades. Si el llanto tiene sentido, tiene motivo. Llorar de felicidad es una de las experiencias más sublimes que el mundo puede dar. (Continuará).

 

 

 

jueves, 15 de agosto de 2024

 

Estar, en lo que estamos. (10)                                                          

Los hechos son cronológicos, pero su importancia no.

Eudora Welty.

                                                            Eso que vivimos a los tres años de edad, pueda que prácticamente se haya borrado de nuestra mente, mas dejó huellas que se convierten en parte de la vida presente. Estarán activas en algunas actitudes. No siempre es necesario detectarlas. No importa el suceso o sucesos como tal, lo importante es no negar los sentimientos que nos va dejando la vida misma, para poder tener más claro el devenir.

                                                    Con el paso de los días y la felicidad de escribir, cada vez se siente más fluido todo lo que provee de un asiento personal en los textos que van quedando, prácticamente a todo lo largo de mi vida he escrito, escribo desde los 10 (diez) años de edad, nada perduró.  La verdadera escritura empezó hace unos 45 (cuarenta y cinco años). Todo, al releer, nos puede permitir percibir y darnos cuenta como es necesario registrar los hechos con la claridad de los meses y los días, aunque en verdad ese datar no sea tan relevante. En lo personal, me iba dando cuenta como tomó su tiempo comprender que no es en el tiempo cronológico en donde estamos más seguros, cuenta mucho más hacer buenos recuentos de ciclos en general y las aperturas de nuevos momentos. El marco de la temporalidad nos refiere siempre a situaciones más claras, mas no hay relatividad en esos tiempos que nosotros le asignamos a actividades que dejan buena huella, de pronto las tenemos en la memoria aun sin el asiento de la red de los días que los contienen. A quienes nos escribimos, nos gusta entrelazar unas acciones con otras, es algo que si no se tiene tan claro es fácil que se pierda en el oleaje del tiempo. Evidente, y me queda claro también, que al escribir van siendo cada vez menos necesarios tantos datos de la temporalidad absoluta, esa de los días exactos y las horas del suceso.  Con el devenir uno puede valorar los aciertos, eso es lo que nos bastaría. Una de las situaciones para mi más interesantes es cómo evoluciona el pensar, como sabiendo cosas que creemos eternas de pronto están más que obsoletas.

                                     Hay algunas libretas especiales en mi haber de escribidora de experiencias, me las he topado y adquirido o me las han regalado.  Habremos de recordar la sencilla frase de García Márquez:

 -No es lo que recordamos, sino cómo-.

Iba dándome cuenta en donde residía esa luz de serenidad que mi alma pedía casi a gritos. Es verdad que las luces que más anhelamos, se la pasan en zonas oscuras. Igual que la luna, la mente tiene su lado oscuro que solo a nosotros pertenece.  No eran gritos de estruendo lo que resonaba en mí interior, era el ansia natural de tener claridad, eran requerimientos afanosos y constantes, me daba cuenta que vivir era algo que habría de hacerse cada vez con más tranquilidad. Creo que lo fui logrando.

 Para estos tiempos de la relectura del pasado, encuentro que no era tan consciente de cuanto cuenta la buena observación y como la edad nos abre cauces para ver mejor, con los años se abren caminos que ya hemos andado y que los vemos con nuevos ojos. Irónicamente ya la vista física se disminuye, se ofusca y necesitamos de esos maravillosos vidrios que algunas veces mi nieto me pregunta:  - ¿porque nunca te los quitas? -  a veces me pide quitarme los lentes y se queda fijamente mirando como intrigado a ver que puede ver diferente, y me dice: - he visto tus ojos-

Creo que los niños son seres a los que les significa mucho una mirada directa, a sus ojos les gusta mirar de frente y percibir algo de quien mira y es mirado.

 Lo sereno no es algo que uno busque, es el resultado de buenas prácticas siendo vigilantes, pertinentes en esa centralidad que circula diferente.

La frase de San Benito que me llegó por estos días, es contundente:

-Nada puede reemplazar al amor de Dios-

Obviamente que no, porque es un amor único. Aunque uno cuestione como se manifiesta la presencia de Dios, para comprender mejor.  Antes, hay que tener claro quienes quieren reconocer ese amor. Todos, lo recibimos gratuitamente, aunque a veces ni sabemos cómo percibirlo. Algunos lo buscan en la iglesia, en el rito asiduo, en los apostolados y en tantos otros sitios que son senda, aunque no siempre son respuesta total.

La asistencia al ritual a muchos da tranquilidad y hasta nos anestesia en la búsqueda. Nos quedamos con la satisfacción del deber cumplido, pero no olvidemos que a veces se puede estar, sin estar.

 No venimos al mundo a estar solamente tranquilos, sino a dar lo mejor que podamos de nosotros mismos. Aun dando de lo que somos el mundo personal puede trastocarse, si la luz permanece al frente, es seguro que iremos tras ella.

Hay un tenista del circuito mundial que es muy religioso y practicante. En su calidad de ruso a veces nos sorprende. Ayer le leí un pensamiento que expresó en las redes sociales y me pareció excelente. Y dice así André Rublev:

-Lo único que espero aprender y que me hubiera gustado aprender cuando era más joven es hacer todo con conciencia. Como cualquier decisión que tomes o cualquier sentimiento que sientas, ser conscientes de eso, de dónde viene exactamente, por qué, y ser consciente de que es tu decisión-.

Estamos hablando de un ser muy joven, parece que habla como si ya no pudiera hacer nada al respecto. Nunca es así. Es maravilloso observar que esos sentimientos surjan de gente que apenas empieza a vivir.

 Cuando nos damos cuenta que somos contingentes en la inmensidad, esa es la base de la cual partir de un puerto a veces incierto, a otro más seguro. Cada quien lo percibe en la vida personal.

 No es creer en un Dios que está ahí afuera y al que tristemente a veces se le manipula al antojo. El concepto de Dios ya está en buenas consideraciones en el mundo de hoy, en todas las tradiciones hay crisis y es por eso mismo que hay tanto problema en las instituciones de todas las religiones, se revalora y eso trae desconcierto. No es negativo desconcertarnos y saber que estamos en la época en que todas las creencias o se revaloran o van a perder mucha feligresía.

Fanatismos ya no tienen cabida, así como tampoco el excesivo pietismo. Todo, va dando pie a prácticas más valoradas y que dan mejores resultados.

Los juegos en las relaciones humanas son complejos. Las personas lo somos, nuestra complejidad se acendra con los años y no hay de otra:  hay que aceptarnos como somos. Estamos tan determinados por la cultura que nos da piso, que nos cuesta revalorar, siempre la creemos cerrada y bien puesta y nada es más cambiante que los modos de ser y de hacer. Crecidos y formados en los modos conocidos, nos puede tragar el monismo. Es un hecho, y que a todos nos queda claro que: al olmo nunca se le pueden pedir peras.

 ¿Qué nos habita en la edad adulta cuando nos volvemos más complejos aún? Podría decirse que el apremio de vivir, o el temor de ver ya a la vuelta de la esquina nuestra época de cierre de ciclo que va llegando, algunas veces con ese sentimiento de que algo nos falta o que nos está haciendo falta realizar. Ese sentimiento de que estamos incompletos es falaz, nadie se ira de este mundo sin antes realizar lo que le ha sido asignado como ser humano. Y así como a nadie se le puede cambiar de esencia, lo que aprendemos es algo que nos marca y puedo hasta pensar que transforma nuestro ADN.

Ayudé un tiempo y lo redacté como una buena actividad, mi participación en un bazar llamado de la Buena Voluntad. Es interesante como tantas mujeres se entregan a esas labores, en este caso más convincentes, porque no es propiamente asistencialismo, es una venta a precios adecuados, para ayudar a otros. Los tiempos terrenos hay que detectarlos y saber en donde nos toca dar. En estos menesteres se adecua la materialidad donada de segunda mano, para ayudar con eso a los niños enfermos y sus familias. Mi tiempo de ayudar ahí no fue extenso, pero espero haber dado lo mejor que tenía, fue un tiempo de buena experiencia.  

En estos días de los primeros años del siglo, los hijos iban tomando sus caminos. Que felicidad da ver y contemplar a las personas que hemos traído al mundo y les hemos conducido con los brazos y el corazón abierto, tomar sus riendas y conducirse a su manera.

Nada creo que pueda compararse con los suspiros profundos cuando vemos a los jóvenes estar haciendo lo que les corresponde, sin titubear. Apreciar la diversidad humana, comprender qué clase de especie somos y como nos organizamos por géneros, todos respetables.

 Conversando con mi hijo hoy día, me decía que está leyendo a un filósofo que habla muy claro del pensamiento y sus formas, proponiendo que la pluralidad es lo que hará libre a nuestra especie. Me habló de otros dos conceptos, el contrario a pluralidad que es: el monismo, o lo que es lo mismo que creer que -los asuntos humanos solo tienen un camino para ser resueltos-.

A veces me gana el pesar, se me encoge un poco el corazón cuando percibo que es una realidad que la especie humana está en decadencia. No puede ser posible que haya gente que crea que solo hay un camino y si ese camino no se toma, iremos al barranco. Pensar así propicia la raíz de todos los pesimismos. A renglón seguido me convenzo que dentro de las propuestas actuales también hay un concepto que, de entenderse bien, es la salida a muchos de nuestros problemas de pensamiento, y este concepto se llama: Symploké, y quiere decir: -el entretejido de las partes donde todas las cosas están conectadas unas con otras, pero no todas con todas-.

En verdad que solo leyendo lo que nos corresponde saber, seremos transformados.  La educación es la salida, porque es tal el dolor de vernos tan decadentes en tantos aspectos, que es posible que encontremos la manera de que la esperanza se haga fuerte y de su parte.

Creo que en todos los países se ha endiosado a los mandatarios, tal vez eso provenga por la modalidad de pensamiento cultural de que otros deben resolver, sin percatarnos que cada acción individual por más sencilla que sea, importa y aporta.

                                                                 Y, continuando con las reflexiones del Zen, tenemos que nos dice: aunque en la Biblia se hable de que los conocimientos han de pasar de generación en generación éstos deben depurarse. No solo es pasar el conocimiento, este ha de ser revisado.

Todo lo que ha propiciado fanatismo nos ha enconado el flujo del amor real. El pensar no se ha dado a flujos serenos de depuración y limpieza, más bien se ha creído en conceptos que ya hay que tomar con mucha cautela.

Los deseos pueden ser factores exigentes, como creyendo que las cosas uno se las merece nada más porque sí, como diríamos los jóvenes de mi época:  -por la linda cara- cuando sabemos que es mucho más sano saber escoger y elegir lo que realmente tiene sentido en nuestra vida personal. El deseo per se se puede volver tan exigente que nos propicie el sentimiento de carencia, que puede ser ficticio.

Cuando siempre nos proponemos ver posibilidades, es cuando las cosas que elegimos son más realistas. Siempre hay nuevas opciones, las puertas con serenidad se abren.

Nuestra vida, nos dice la autora Yoko Beck, no puede ser más que lo que es.

El Zen siempre nos permite ver la esencia, porque como nos mantiene observantes y no descuidados en lo que percibimos, es más factible ver el fondo de las cosas.

El camino del Zen ante todo propone el camino de la compasión, es decir sentir lo que siente el otro, acompañar un sentimiento de dos como si fuera uno solo.

El sentido del perdón tiene un cariz especial en los conocimientos del camino Zen, porque, es saber nuestras limitaciones. Cerrar un círculo de bien con conciencia es no permitirnos sentimientos de coraje, sino aceptar que las limitaciones a veces nos ofuscan.

                                                                            La calidad de la vida es importante.

En nuestras manos estará siempre el talante de que vida queremos y como la logramos. (Continuará.)

 

 

 

 

  

 

 

 

 

 

lunes, 12 de agosto de 2024

 

Estar, en lo que estamos (9)

                                          Tu alma puede ver lo que tus ojos no ven.

Caroline Myss.

                                               El amor de Dios no se manifiesta en un sentido romántico, terrenal. Es a mi entender, una percepción que se traduce más bien en sentimiento, conocimiento de alguna religión. Hay un sentir que nos embarga cuando lo terrenal se percibe limitado y sabemos que pertenecemos a una inmensidad. Uno de los problemas al respecto es que no es fácil ponerlo en palabras y el fin último es poder manifestar ese amor en las actitudes, que es lo más difícil. Somos contingentes, la grandeza que nos contiene tiene esa luz que es parte de lo que somos, y aun siendo la única especie con libre albedrio, este no ha sido determinante en la acción. Nadie se puede excluir de ser parte del todo, y querámoslo o no, los aciertos y los errores al final los cargamos todos.

 Algunas personas dicen:

-Gracias a Dios, no creo en Dios-.

Parece contradictorio y no lo es. Se refiere a que se acepta que se es parte de la grandeza, asunto implícito en ese agradecer, y lo que sucede con la creencia es que a veces se vuelve tan teórica que se tiende a dejar de lado. A fin de cuentas, puede o no puede ser tan determinante lo que creemos a diferencia de lo que hacemos.

¿No sería bueno entender que aún no es prueba superada la mente que apuesta a la evolución constante? Saber más de nuestros ancestros homínidos, en los estudios de Atapuerca, España ya se ha averiguado mucho.

La evolución permea no solo en el ámbito biológico, también lo hace en el cerebro, las potencialidades mentales no deben detenerse. La arqueología moderna es grandiosa, puede con las técnicas actuales saber hasta qué comió una persona de hace 75 000 mil años, tan solo analizando los rastros de partículas orgánicas.

La dentadura, ese esmalte de los dientes es muy persistente y dura miles de años. Cada grupo humano se ha definido en función a sus grados de evolución y aunque como especie compartamos en 99.9% de lo fenotípico, lo mental no evoluciona a la misma gradación a menos que estemos abriendo más la conciencia.

Los puntos de mira importan e importan mucho. Hoy día leo un libro muy interesante que lleva por título: -El espejismo de Dios. - Una atinada recomendación de una buena amiga.

Este libro se refiere a todos los estudiosos del mundo científico y religioso que están poniendo en palabras cuanto podremos entender la esencia de Dios o lo que para ellos es un espejismo. Resulta muy interesante, hay que leer con mucha atención y lleva su buen tiempo.

 Es mucho mejor no llevar el ritual de las enseñanzas religiosas que practicamos, con inercia. Hay que afianzar la creencia con mas convencimiento.   Es grande la responsabilidad de la conducción de niños y de personas que se entregan a las guías de los dirigentes, hasta podríamos decir que quien dirige tiene más responsabilidad. Si vamos asumir tareas importantes es preferible que no sea a la ligera.

No es que haya un concepto equivoco de Dios para los creyentes, más bien es saber cómo se pule ese conocimiento en nosotros mismos, si es que nos hace falta. Yo admiro a muchos de los que creen sin mayor análisis, es parte de la personalidad y nada más. Y acepto con razón que haya gente que no cree nada respecto a deidades. El mundo es diverso y esa premisa ya es parte del ADN, del siglo actual.

  No es creer por creer. Muchos seres humanos sin darnos cuenta abrazamos ideas que, si no se afinan, nos pueden dar mil vueltas y nunca asentarnos en tierra firme.   

En lo personal me encanta cantar, encontré que en los cantos de la iglesia me lleno de paz, así que ahora asisto al rito y entono mi voz, aunque sé que no soy muy buena y desentono, he de aprender a hacerlo mejor cada día. Amiel, de quien aprendo mucho cuando leo su diario personal por las madrugadas, nos dice: -el canto es un síntoma de equilibrio, una victoria sobre la inquietud, la recuperación de la fuerza-. Cantar es como una meditación.

Cuando recibimos reveces en lo que vivimos a diario, no podríamos propiamente catalogarlos como dolores. El dolor propiamente es otra cosa, es algo que nos cala más profundo en el fondo del alma. Amiel nos dice: Los dolores profundos y personales deben ser silenciosos, pues al transformarse…curan-.

También nos expresa la idea de que el dolor puede expiarse por el arte.

En el Zen, se apela mucho a ese yo profundo que sabe responder desde la primera respuesta, sin darle mayores vueltas a los asuntos. No es lo más fácil, nos queda claro. Con la práctica de saber que ponemos en la mente, eso primordial, entendemos como le damos vida al pensamiento a través de lo que el alma nos va indicando, en que profundizar y en que no.

Es una verdad que todos sabemos de esa voz interna y que no siempre nos gusta escuchar. Algunas veces necesitamos de personas que en verdad nos aprecien y cuando estemos titubeando nos ayuden con sus buenas palabras a sacar como comúnmente se dice:

 -sacar la casta-.

Claramente nos dice Seneca: -El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo-, lloren los ojos, mas no el alma-.

Todo conlleva un proceso. Quien crea que las cosas se logran de un plumazo, errores cometerá y de ellos aprenderá. Porque la cautela es la madre de los buenos pasos. Bien lo ha expresado Lao Tse:

-Un viaje de mil kilómetros, debe comenzar con un solo paso-.

Y podríamos completar: y no por este primer paso dado, los demás serán carrera, o pan comido, cada acción es una serie de pasos rítmicos.

Para la concordancia de lo externo con lo interno debe de haber pasos de armonía.

La armonía expresa veracidad, supera los tiempos y se instala en lo eterno. Una armonía que comienza con el buen pensar, saber desechar la basura mental, cuidar lo que se ve y lo que se escucha.

Tener seguridad en la vida se asienta más bien, en lo que pensamos en el día a día y como implementamos las vivencias dignas, siendo humildes y aceptando lo que de plano no podemos cambiar. Cuidar esas otras cosas en las que apostamos y nos involucramos en la vida como si en verdad nos dieran sustancia y que terminan siendo efímeras. Por comentar alguna, tendríamos como ejemplo el concepto de la belleza del cuerpo humano en la vida actual. Sabemos cómo se transforma, y a las transformaciones les tememos porque las asociamos con fealdad, cuando en realidad solo hay que saber llevarlas dignamente. Los signos de status están a la orden del día, entre ellos está la transformación del cuerpo artificialmente, cuestión de gustos. En el caso de las canas ya se hizo una moda y el pelo plateado está siendo mucho más aceptado como un signo de belleza.

Siempre se puede ser uno mismo, sin dependencias absurdas. -Saber de la moda que nos acomoda-, decía mi abuela materna, que fue una mujer bien plantada elegante y de refinamiento austero. Gran parte de su niñez y primera juventud la vivió en Inglaterra, (su madre murió cuando ella nació y fue esa la decisión que tomo su padre para su educación) eso siempre traslució en sus modos y caminos. A veces creo que era una mujer muy hermética, no dudo que era efecto de ese estar tantos años fuera de casa, en el mejor sitio que decidió su padre ¿fue realmente lo mejor?

 Ese té de las 5 PM que aprendí a disfrutar junto a ella y que tomé tantas veces de niña, vive en mi alma. Ahí en la terraza de su casona del Paseo Montejo, con algunas personas que eran asiduas visitantes. Aun guardo la pequeña tacita de porcelana azul y blanca que ella me regaló.

Hay signos que nos marcan. Hay vivencias que nos van dejando esa huella imborrable y que no debemos desdeñar porque nos dan un sentido mucho más claro. Cuando mi abuela materna se fue de este mundo yo tenía 7(siete)años de edad. A la hora del velorio tenía puesto un vestido que mi padre me había regalado y me gustaba mucho, tenía cinco bolsas cada una de un color, en la falda blanca.  Mi madre me lo quiso cambiar para ir adecuada de blanco impoluto, como ella creía que era pertinente decir adiós a su madre, y mi padre le dijo: -No, que vaya de colores-. Momentos imborrables.

Comprender por qué amo tanto los colores vía mi papá, ha sido trabajo de cierta introspección, porque hay momentos de simples detalles que dan todo un sentido. Todo lo que nos habla de mucho mas, no es lo de menos, es mucho más de lo que se pueda percibir en el momento. En el fondo de los asuntos las formas son pasajeras, y nos pueden ayudar a ver con los ojos más abiertos.  

Estuve junto a la madre de mi madre en la pequeña capilla de su casa. Podía observar de cerca e intrigada los rasgos de su cara, como se traslucían debajo de la sábana blanca, de albo tono, bajo ese lino irlandés que la cubrió. Los rasgos me permitían por momentos escuchar su voz, mientras la misa de cuerpo presente. Una mujer de modales educadísimos, así se fue con las manos asentadas sobre el regazo, parecía que en cualquier momento se levantaría.

Tuvo nueve hijos y esa fue su misión central.

¿Qué es lo que nos enaltece y nos hace dignos de vivir la vida como mejor la percibimos? tan solo tener presente que hay cosas que no nos incumben y que debemos dejarlas flotar por los aires, que se vaya todo lo que nada que ver… y que llegue lo que debemos hacer nuestro, para tan solo la Gloria de haber pasado por este mundo, estando más presentes en lo que sí nos toca estar.

Es un hecho que hay que tener claro que las teorías a veces son más bellas de lo que en realidad aportan a la vida de cada día, muchas de ellas solo interesantes y nada útiles, mas si nos gusta leer es bueno practicar una lectura depurativa, es decir sacar el meollo del asunto. En los textos siempre hay paja y es necesaria para acomodar las cosas importantes, si no, estas se quiebran.

La vida, es como un paño que uno borda, no importa nunca la cantidad de bordado que lleve, mas lo que sí importa es que tenga lo justo y que cuando sea necesario ese paño nos sirva para lo que fue creado. El bordado es complemento, es signo que habla de alguna manera especial, y nada más.

                                    Tengo una tía, no mucho mayor que yo y que llevó a mi hijo a bautizar. Le aprecio muchísimo, pero ya está en otro mundo. Su mente le abandonó y solo tiene algunos recuerdos fijos y no muy nítidos. Suelo verle de vez en cuando, y me dice: -qué bueno que vienes y que te veo, me da gusto conversar contigo-. Le dejo que exprese todo lo que ella sienta, a veces canto con ella, y me sigue. Otras veces invita a una de sus amigas de la residencia donde viven y le dice: -mira, a ésta (ya no se acuerda de mi nombre) sí la vamos a invitar a que venga con nosotros cuando vayamos a la playa, ella sí puede ir-. Les doy las gracias a ambas por esa gentileza, y seguimos por ahí, con las ocurrencias que unen pasado y presente. Cuando ya me voy a despedir lo perciben, no quieren que uno se vaya. Les prometo que volveré, y aunque no siempre es fácil, es importante hacer ese espacio de compañía a quienes queremos, aunque ya no estén en esta realidad. (Continuará).