jueves, 15 de agosto de 2024

 

Estar, en lo que estamos. (10)                                                          

Los hechos son cronológicos, pero su importancia no.

Eudora Welty.

                                                            Eso que vivimos a los tres años de edad, pueda que prácticamente se haya borrado de nuestra mente, mas dejó huellas que se convierten en parte de la vida presente. Estarán activas en algunas actitudes. No siempre es necesario detectarlas. No importa el suceso o sucesos como tal, lo importante es no negar los sentimientos que nos va dejando la vida misma, para poder tener más claro el devenir.

                                                    Con el paso de los días y la felicidad de escribir, cada vez se siente más fluido todo lo que provee de un asiento personal en los textos que van quedando, prácticamente a todo lo largo de mi vida he escrito, escribo desde los 10 (diez) años de edad, nada perduró.  La verdadera escritura empezó hace unos 45 (cuarenta y cinco años). Todo, al releer, nos puede permitir percibir y darnos cuenta como es necesario registrar los hechos con la claridad de los meses y los días, aunque en verdad ese datar no sea tan relevante. En lo personal, me iba dando cuenta como tomó su tiempo comprender que no es en el tiempo cronológico en donde estamos más seguros, cuenta mucho más hacer buenos recuentos de ciclos en general y las aperturas de nuevos momentos. El marco de la temporalidad nos refiere siempre a situaciones más claras, mas no hay relatividad en esos tiempos que nosotros le asignamos a actividades que dejan buena huella, de pronto las tenemos en la memoria aun sin el asiento de la red de los días que los contienen. A quienes nos escribimos, nos gusta entrelazar unas acciones con otras, es algo que si no se tiene tan claro es fácil que se pierda en el oleaje del tiempo. Evidente, y me queda claro también, que al escribir van siendo cada vez menos necesarios tantos datos de la temporalidad absoluta, esa de los días exactos y las horas del suceso.  Con el devenir uno puede valorar los aciertos, eso es lo que nos bastaría. Una de las situaciones para mi más interesantes es cómo evoluciona el pensar, como sabiendo cosas que creemos eternas de pronto están más que obsoletas.

                                     Hay algunas libretas especiales en mi haber de escribidora de experiencias, me las he topado y adquirido o me las han regalado.  Habremos de recordar la sencilla frase de García Márquez:

 -No es lo que recordamos, sino cómo-.

Iba dándome cuenta en donde residía esa luz de serenidad que mi alma pedía casi a gritos. Es verdad que las luces que más anhelamos, se la pasan en zonas oscuras. Igual que la luna, la mente tiene su lado oscuro que solo a nosotros pertenece.  No eran gritos de estruendo lo que resonaba en mí interior, era el ansia natural de tener claridad, eran requerimientos afanosos y constantes, me daba cuenta que vivir era algo que habría de hacerse cada vez con más tranquilidad. Creo que lo fui logrando.

 Para estos tiempos de la relectura del pasado, encuentro que no era tan consciente de cuanto cuenta la buena observación y como la edad nos abre cauces para ver mejor, con los años se abren caminos que ya hemos andado y que los vemos con nuevos ojos. Irónicamente ya la vista física se disminuye, se ofusca y necesitamos de esos maravillosos vidrios que algunas veces mi nieto me pregunta:  - ¿porque nunca te los quitas? -  a veces me pide quitarme los lentes y se queda fijamente mirando como intrigado a ver que puede ver diferente, y me dice: - he visto tus ojos-

Creo que los niños son seres a los que les significa mucho una mirada directa, a sus ojos les gusta mirar de frente y percibir algo de quien mira y es mirado.

 Lo sereno no es algo que uno busque, es el resultado de buenas prácticas siendo vigilantes, pertinentes en esa centralidad que circula diferente.

La frase de San Benito que me llegó por estos días, es contundente:

-Nada puede reemplazar al amor de Dios-

Obviamente que no, porque es un amor único. Aunque uno cuestione como se manifiesta la presencia de Dios, para comprender mejor.  Antes, hay que tener claro quienes quieren reconocer ese amor. Todos, lo recibimos gratuitamente, aunque a veces ni sabemos cómo percibirlo. Algunos lo buscan en la iglesia, en el rito asiduo, en los apostolados y en tantos otros sitios que son senda, aunque no siempre son respuesta total.

La asistencia al ritual a muchos da tranquilidad y hasta nos anestesia en la búsqueda. Nos quedamos con la satisfacción del deber cumplido, pero no olvidemos que a veces se puede estar, sin estar.

 No venimos al mundo a estar solamente tranquilos, sino a dar lo mejor que podamos de nosotros mismos. Aun dando de lo que somos el mundo personal puede trastocarse, si la luz permanece al frente, es seguro que iremos tras ella.

Hay un tenista del circuito mundial que es muy religioso y practicante. En su calidad de ruso a veces nos sorprende. Ayer le leí un pensamiento que expresó en las redes sociales y me pareció excelente. Y dice así André Rublev:

-Lo único que espero aprender y que me hubiera gustado aprender cuando era más joven es hacer todo con conciencia. Como cualquier decisión que tomes o cualquier sentimiento que sientas, ser conscientes de eso, de dónde viene exactamente, por qué, y ser consciente de que es tu decisión-.

Estamos hablando de un ser muy joven, parece que habla como si ya no pudiera hacer nada al respecto. Nunca es así. Es maravilloso observar que esos sentimientos surjan de gente que apenas empieza a vivir.

 Cuando nos damos cuenta que somos contingentes en la inmensidad, esa es la base de la cual partir de un puerto a veces incierto, a otro más seguro. Cada quien lo percibe en la vida personal.

 No es creer en un Dios que está ahí afuera y al que tristemente a veces se le manipula al antojo. El concepto de Dios ya está en buenas consideraciones en el mundo de hoy, en todas las tradiciones hay crisis y es por eso mismo que hay tanto problema en las instituciones de todas las religiones, se revalora y eso trae desconcierto. No es negativo desconcertarnos y saber que estamos en la época en que todas las creencias o se revaloran o van a perder mucha feligresía.

Fanatismos ya no tienen cabida, así como tampoco el excesivo pietismo. Todo, va dando pie a prácticas más valoradas y que dan mejores resultados.

Los juegos en las relaciones humanas son complejos. Las personas lo somos, nuestra complejidad se acendra con los años y no hay de otra:  hay que aceptarnos como somos. Estamos tan determinados por la cultura que nos da piso, que nos cuesta revalorar, siempre la creemos cerrada y bien puesta y nada es más cambiante que los modos de ser y de hacer. Crecidos y formados en los modos conocidos, nos puede tragar el monismo. Es un hecho, y que a todos nos queda claro que: al olmo nunca se le pueden pedir peras.

 ¿Qué nos habita en la edad adulta cuando nos volvemos más complejos aún? Podría decirse que el apremio de vivir, o el temor de ver ya a la vuelta de la esquina nuestra época de cierre de ciclo que va llegando, algunas veces con ese sentimiento de que algo nos falta o que nos está haciendo falta realizar. Ese sentimiento de que estamos incompletos es falaz, nadie se ira de este mundo sin antes realizar lo que le ha sido asignado como ser humano. Y así como a nadie se le puede cambiar de esencia, lo que aprendemos es algo que nos marca y puedo hasta pensar que transforma nuestro ADN.

Ayudé un tiempo y lo redacté como una buena actividad, mi participación en un bazar llamado de la Buena Voluntad. Es interesante como tantas mujeres se entregan a esas labores, en este caso más convincentes, porque no es propiamente asistencialismo, es una venta a precios adecuados, para ayudar a otros. Los tiempos terrenos hay que detectarlos y saber en donde nos toca dar. En estos menesteres se adecua la materialidad donada de segunda mano, para ayudar con eso a los niños enfermos y sus familias. Mi tiempo de ayudar ahí no fue extenso, pero espero haber dado lo mejor que tenía, fue un tiempo de buena experiencia.  

En estos días de los primeros años del siglo, los hijos iban tomando sus caminos. Que felicidad da ver y contemplar a las personas que hemos traído al mundo y les hemos conducido con los brazos y el corazón abierto, tomar sus riendas y conducirse a su manera.

Nada creo que pueda compararse con los suspiros profundos cuando vemos a los jóvenes estar haciendo lo que les corresponde, sin titubear. Apreciar la diversidad humana, comprender qué clase de especie somos y como nos organizamos por géneros, todos respetables.

 Conversando con mi hijo hoy día, me decía que está leyendo a un filósofo que habla muy claro del pensamiento y sus formas, proponiendo que la pluralidad es lo que hará libre a nuestra especie. Me habló de otros dos conceptos, el contrario a pluralidad que es: el monismo, o lo que es lo mismo que creer que -los asuntos humanos solo tienen un camino para ser resueltos-.

A veces me gana el pesar, se me encoge un poco el corazón cuando percibo que es una realidad que la especie humana está en decadencia. No puede ser posible que haya gente que crea que solo hay un camino y si ese camino no se toma, iremos al barranco. Pensar así propicia la raíz de todos los pesimismos. A renglón seguido me convenzo que dentro de las propuestas actuales también hay un concepto que, de entenderse bien, es la salida a muchos de nuestros problemas de pensamiento, y este concepto se llama: Symploké, y quiere decir: -el entretejido de las partes donde todas las cosas están conectadas unas con otras, pero no todas con todas-.

En verdad que solo leyendo lo que nos corresponde saber, seremos transformados.  La educación es la salida, porque es tal el dolor de vernos tan decadentes en tantos aspectos, que es posible que encontremos la manera de que la esperanza se haga fuerte y de su parte.

Creo que en todos los países se ha endiosado a los mandatarios, tal vez eso provenga por la modalidad de pensamiento cultural de que otros deben resolver, sin percatarnos que cada acción individual por más sencilla que sea, importa y aporta.

                                                                 Y, continuando con las reflexiones del Zen, tenemos que nos dice: aunque en la Biblia se hable de que los conocimientos han de pasar de generación en generación éstos deben depurarse. No solo es pasar el conocimiento, este ha de ser revisado.

Todo lo que ha propiciado fanatismo nos ha enconado el flujo del amor real. El pensar no se ha dado a flujos serenos de depuración y limpieza, más bien se ha creído en conceptos que ya hay que tomar con mucha cautela.

Los deseos pueden ser factores exigentes, como creyendo que las cosas uno se las merece nada más porque sí, como diríamos los jóvenes de mi época:  -por la linda cara- cuando sabemos que es mucho más sano saber escoger y elegir lo que realmente tiene sentido en nuestra vida personal. El deseo per se se puede volver tan exigente que nos propicie el sentimiento de carencia, que puede ser ficticio.

Cuando siempre nos proponemos ver posibilidades, es cuando las cosas que elegimos son más realistas. Siempre hay nuevas opciones, las puertas con serenidad se abren.

Nuestra vida, nos dice la autora Yoko Beck, no puede ser más que lo que es.

El Zen siempre nos permite ver la esencia, porque como nos mantiene observantes y no descuidados en lo que percibimos, es más factible ver el fondo de las cosas.

El camino del Zen ante todo propone el camino de la compasión, es decir sentir lo que siente el otro, acompañar un sentimiento de dos como si fuera uno solo.

El sentido del perdón tiene un cariz especial en los conocimientos del camino Zen, porque, es saber nuestras limitaciones. Cerrar un círculo de bien con conciencia es no permitirnos sentimientos de coraje, sino aceptar que las limitaciones a veces nos ofuscan.

                                                                            La calidad de la vida es importante.

En nuestras manos estará siempre el talante de que vida queremos y como la logramos. (Continuará.)

 

 

 

 

  

 

 

 

 

 

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