Estar, en lo que estamos (9)
Tu
alma puede ver lo que tus ojos no ven.
Caroline Myss.
El amor de Dios no se manifiesta en un sentido romántico, terrenal. Es a
mi entender, una percepción que se traduce más bien en sentimiento,
conocimiento de alguna religión. Hay un sentir que nos embarga cuando lo
terrenal se percibe limitado y sabemos que pertenecemos a una inmensidad. Uno
de los problemas al respecto es que no es fácil ponerlo en palabras y el fin
último es poder manifestar ese amor en las actitudes, que es lo más difícil.
Somos contingentes, la grandeza que nos contiene tiene esa luz que es parte de
lo que somos, y aun siendo la única especie con libre albedrio, este no ha sido
determinante en la acción. Nadie se puede excluir de ser parte del todo, y
querámoslo o no, los aciertos y los errores al final los cargamos todos.
Algunas personas
dicen:
-Gracias a Dios, no creo en Dios-.
Parece contradictorio y no lo es. Se refiere a que se
acepta que se es parte de la grandeza, asunto implícito en ese agradecer, y lo
que sucede con la creencia es que a veces se vuelve tan teórica que se tiende a
dejar de lado. A fin de cuentas, puede o no puede ser tan determinante lo que
creemos a diferencia de lo que hacemos.
¿No sería bueno entender que aún no es prueba superada la
mente que apuesta a la evolución constante? Saber más de nuestros ancestros
homínidos, en los estudios de Atapuerca, España ya se ha averiguado mucho.
La evolución permea no solo en el ámbito biológico,
también lo hace en el cerebro, las potencialidades mentales no deben detenerse.
La arqueología moderna es grandiosa, puede con las técnicas actuales saber
hasta qué comió una persona de hace 75 000 mil años, tan solo analizando los
rastros de partículas orgánicas.
La dentadura, ese esmalte de los dientes es muy
persistente y dura miles de años. Cada grupo humano se ha definido en función a
sus grados de evolución y aunque como especie compartamos en 99.9% de lo
fenotípico, lo mental no evoluciona a la misma gradación a menos que estemos
abriendo más la conciencia.
Los puntos de mira importan e importan mucho. Hoy día leo
un libro muy interesante que lleva por título: -El espejismo de Dios. - Una
atinada recomendación de una buena amiga.
Este libro se refiere a todos los estudiosos del mundo
científico y religioso que están poniendo en palabras cuanto podremos entender
la esencia de Dios o lo que para ellos es un espejismo. Resulta muy interesante,
hay que leer con mucha atención y lleva su buen tiempo.
Es mucho mejor no
llevar el ritual de las enseñanzas religiosas que practicamos, con inercia. Hay
que afianzar la creencia con mas convencimiento. Es
grande la responsabilidad de la conducción de niños y de personas que se
entregan a las guías de los dirigentes, hasta podríamos decir que quien dirige
tiene más responsabilidad. Si vamos asumir tareas importantes es preferible que
no sea a la ligera.
No es que haya un concepto equivoco de Dios para los
creyentes, más bien es saber cómo se pule ese conocimiento en nosotros mismos,
si es que nos hace falta. Yo admiro a muchos de los que creen sin mayor
análisis, es parte de la personalidad y nada más. Y acepto con razón que haya
gente que no cree nada respecto a deidades. El mundo es diverso y esa premisa
ya es parte del ADN, del siglo actual.
No es creer por creer. Muchos seres humanos
sin darnos cuenta abrazamos ideas que, si no se afinan, nos pueden dar mil
vueltas y nunca asentarnos en tierra firme.
En lo personal me encanta cantar, encontré que en los
cantos de la iglesia me lleno de paz, así que ahora asisto al rito y entono mi
voz, aunque sé que no soy muy buena y desentono, he de aprender a hacerlo mejor
cada día. Amiel, de quien aprendo mucho cuando leo su diario personal por las
madrugadas, nos dice: -el canto es un síntoma de equilibrio, una victoria sobre
la inquietud, la recuperación de la fuerza-. Cantar es como una meditación.
Cuando recibimos reveces en lo que vivimos a diario, no
podríamos propiamente catalogarlos como dolores. El dolor propiamente es otra
cosa, es algo que nos cala más profundo en el fondo del alma. Amiel nos dice:
Los dolores profundos y personales deben ser silenciosos, pues al
transformarse…curan-.
También nos expresa la idea de que el dolor puede
expiarse por el arte.
En el Zen, se apela mucho a ese yo profundo que sabe
responder desde la primera respuesta, sin darle mayores vueltas a los asuntos.
No es lo más fácil, nos queda claro. Con la práctica de saber que ponemos en la
mente, eso primordial, entendemos como le damos vida al pensamiento a través de
lo que el alma nos va indicando, en que profundizar y en que no.
Es una verdad que todos sabemos de esa voz interna y que
no siempre nos gusta escuchar. Algunas veces necesitamos de personas que en
verdad nos aprecien y cuando estemos titubeando nos ayuden con sus buenas
palabras a sacar como comúnmente se dice:
-sacar la casta-.
Claramente nos dice Seneca: -El hombre más poderoso es el
que es dueño de sí mismo-, lloren los ojos, mas no el alma-.
Todo conlleva un proceso. Quien crea que las cosas se
logran de un plumazo, errores cometerá y de ellos aprenderá. Porque la cautela
es la madre de los buenos pasos. Bien lo ha expresado Lao Tse:
-Un viaje de mil kilómetros, debe comenzar con un solo
paso-.
Y podríamos completar: y no por este primer paso dado,
los demás serán carrera, o pan comido, cada acción es una serie de pasos
rítmicos.
Para la concordancia de lo externo con lo interno debe de
haber pasos de armonía.
La armonía expresa veracidad, supera los tiempos y se
instala en lo eterno. Una armonía que comienza con el buen pensar, saber
desechar la basura mental, cuidar lo que se ve y lo que se escucha.
Tener seguridad en la vida se asienta más bien, en lo que
pensamos en el día a día y como implementamos las vivencias dignas, siendo
humildes y aceptando lo que de plano no podemos cambiar. Cuidar esas otras
cosas en las que apostamos y nos involucramos en la vida como si en verdad
nos dieran sustancia y que terminan siendo efímeras. Por comentar alguna,
tendríamos como ejemplo el concepto de la belleza del cuerpo humano en la vida
actual. Sabemos cómo se transforma, y a las transformaciones les tememos porque
las asociamos con fealdad, cuando en realidad solo hay que saber llevarlas
dignamente. Los signos de status están a la orden del día, entre ellos
está la transformación del cuerpo artificialmente, cuestión de gustos. En el
caso de las canas ya se hizo una moda y el pelo plateado está siendo mucho más
aceptado como un signo de belleza.
Siempre se puede ser uno mismo, sin dependencias
absurdas. -Saber de la moda que nos acomoda-, decía mi abuela materna, que fue
una mujer bien plantada elegante y de refinamiento austero. Gran parte de su
niñez y primera juventud la vivió en Inglaterra, (su madre murió cuando ella
nació y fue esa la decisión que tomo su padre para su educación) eso siempre
traslució en sus modos y caminos. A veces creo que era una mujer muy hermética,
no dudo que era efecto de ese estar tantos años fuera de casa, en el mejor
sitio que decidió su padre ¿fue realmente lo mejor?
Ese té de las 5 PM
que aprendí a disfrutar junto a ella y que tomé tantas veces de niña, vive en
mi alma. Ahí en la terraza de su casona del Paseo Montejo, con algunas personas
que eran asiduas visitantes. Aun guardo la pequeña tacita de porcelana azul y
blanca que ella me regaló.
Hay signos que nos marcan. Hay vivencias que nos van
dejando esa huella imborrable y que no debemos desdeñar porque nos dan un
sentido mucho más claro. Cuando mi abuela materna se fue de este mundo yo tenía
7(siete)años de edad. A la hora del velorio tenía puesto un vestido que mi
padre me había regalado y me gustaba mucho, tenía cinco bolsas cada una de un
color, en la falda blanca. Mi madre me
lo quiso cambiar para ir adecuada de blanco impoluto, como ella creía que era pertinente
decir adiós a su madre, y mi padre le dijo: -No, que vaya de colores-. Momentos
imborrables.
Comprender por qué amo tanto los colores vía mi papá, ha
sido trabajo de cierta introspección, porque hay momentos de simples detalles
que dan todo un sentido. Todo lo que nos habla de mucho mas, no es lo de menos,
es mucho más de lo que se pueda percibir en el momento. En el fondo de los
asuntos las formas son pasajeras, y nos pueden ayudar a ver con los ojos más abiertos.
Estuve junto a la madre de mi madre en la pequeña capilla
de su casa. Podía observar de cerca e intrigada los rasgos de su cara, como se
traslucían debajo de la sábana blanca, de albo tono, bajo ese lino irlandés que
la cubrió. Los rasgos me permitían por momentos escuchar su voz, mientras la
misa de cuerpo presente. Una mujer de modales educadísimos, así se fue con las
manos asentadas sobre el regazo, parecía que en cualquier momento se
levantaría.
Tuvo nueve hijos y esa fue su misión central.
¿Qué es lo que nos enaltece y nos hace dignos de vivir la
vida como mejor la percibimos? tan solo tener presente que hay cosas que no nos
incumben y que debemos dejarlas flotar por los aires, que se vaya todo lo que nada
que ver… y que llegue lo que debemos hacer nuestro, para tan solo la Gloria
de haber pasado por este mundo, estando más presentes en lo que sí nos toca
estar.
Es un hecho que hay que tener claro que las teorías a
veces son más bellas de lo que en realidad aportan a la vida de cada día,
muchas de ellas solo interesantes y nada útiles, mas si nos gusta leer es bueno
practicar una lectura depurativa, es decir sacar el meollo del asunto. En los
textos siempre hay paja y es necesaria para acomodar las cosas
importantes, si no, estas se quiebran.
La vida, es como un paño que uno borda, no importa nunca
la cantidad de bordado que lleve, mas lo que sí importa es que tenga lo justo y
que cuando sea necesario ese paño nos sirva para lo que fue creado. El bordado
es complemento, es signo que habla de alguna manera especial, y nada más.
Tengo una tía,
no mucho mayor que yo y que llevó a mi hijo a bautizar. Le aprecio muchísimo,
pero ya está en otro mundo. Su mente le abandonó y solo tiene algunos recuerdos
fijos y no muy nítidos. Suelo verle de vez en cuando, y me dice: -qué bueno que
vienes y que te veo, me da gusto conversar contigo-. Le dejo que exprese todo
lo que ella sienta, a veces canto con ella, y me sigue. Otras veces invita a
una de sus amigas de la residencia donde viven y le dice: -mira, a ésta (ya no
se acuerda de mi nombre) sí la vamos a invitar a que venga con nosotros cuando
vayamos a la playa, ella sí puede ir-. Les doy las gracias a ambas por esa
gentileza, y seguimos por ahí, con las ocurrencias que unen pasado y presente.
Cuando ya me voy a despedir lo perciben, no quieren que uno se vaya. Les
prometo que volveré, y aunque no siempre es fácil, es importante hacer ese
espacio de compañía a quienes queremos, aunque ya no estén en esta realidad. (Continuará).
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