lunes, 12 de agosto de 2024

 

Estar, en lo que estamos (9)

                                          Tu alma puede ver lo que tus ojos no ven.

Caroline Myss.

                                               El amor de Dios no se manifiesta en un sentido romántico, terrenal. Es a mi entender, una percepción que se traduce más bien en sentimiento, conocimiento de alguna religión. Hay un sentir que nos embarga cuando lo terrenal se percibe limitado y sabemos que pertenecemos a una inmensidad. Uno de los problemas al respecto es que no es fácil ponerlo en palabras y el fin último es poder manifestar ese amor en las actitudes, que es lo más difícil. Somos contingentes, la grandeza que nos contiene tiene esa luz que es parte de lo que somos, y aun siendo la única especie con libre albedrio, este no ha sido determinante en la acción. Nadie se puede excluir de ser parte del todo, y querámoslo o no, los aciertos y los errores al final los cargamos todos.

 Algunas personas dicen:

-Gracias a Dios, no creo en Dios-.

Parece contradictorio y no lo es. Se refiere a que se acepta que se es parte de la grandeza, asunto implícito en ese agradecer, y lo que sucede con la creencia es que a veces se vuelve tan teórica que se tiende a dejar de lado. A fin de cuentas, puede o no puede ser tan determinante lo que creemos a diferencia de lo que hacemos.

¿No sería bueno entender que aún no es prueba superada la mente que apuesta a la evolución constante? Saber más de nuestros ancestros homínidos, en los estudios de Atapuerca, España ya se ha averiguado mucho.

La evolución permea no solo en el ámbito biológico, también lo hace en el cerebro, las potencialidades mentales no deben detenerse. La arqueología moderna es grandiosa, puede con las técnicas actuales saber hasta qué comió una persona de hace 75 000 mil años, tan solo analizando los rastros de partículas orgánicas.

La dentadura, ese esmalte de los dientes es muy persistente y dura miles de años. Cada grupo humano se ha definido en función a sus grados de evolución y aunque como especie compartamos en 99.9% de lo fenotípico, lo mental no evoluciona a la misma gradación a menos que estemos abriendo más la conciencia.

Los puntos de mira importan e importan mucho. Hoy día leo un libro muy interesante que lleva por título: -El espejismo de Dios. - Una atinada recomendación de una buena amiga.

Este libro se refiere a todos los estudiosos del mundo científico y religioso que están poniendo en palabras cuanto podremos entender la esencia de Dios o lo que para ellos es un espejismo. Resulta muy interesante, hay que leer con mucha atención y lleva su buen tiempo.

 Es mucho mejor no llevar el ritual de las enseñanzas religiosas que practicamos, con inercia. Hay que afianzar la creencia con mas convencimiento.   Es grande la responsabilidad de la conducción de niños y de personas que se entregan a las guías de los dirigentes, hasta podríamos decir que quien dirige tiene más responsabilidad. Si vamos asumir tareas importantes es preferible que no sea a la ligera.

No es que haya un concepto equivoco de Dios para los creyentes, más bien es saber cómo se pule ese conocimiento en nosotros mismos, si es que nos hace falta. Yo admiro a muchos de los que creen sin mayor análisis, es parte de la personalidad y nada más. Y acepto con razón que haya gente que no cree nada respecto a deidades. El mundo es diverso y esa premisa ya es parte del ADN, del siglo actual.

  No es creer por creer. Muchos seres humanos sin darnos cuenta abrazamos ideas que, si no se afinan, nos pueden dar mil vueltas y nunca asentarnos en tierra firme.   

En lo personal me encanta cantar, encontré que en los cantos de la iglesia me lleno de paz, así que ahora asisto al rito y entono mi voz, aunque sé que no soy muy buena y desentono, he de aprender a hacerlo mejor cada día. Amiel, de quien aprendo mucho cuando leo su diario personal por las madrugadas, nos dice: -el canto es un síntoma de equilibrio, una victoria sobre la inquietud, la recuperación de la fuerza-. Cantar es como una meditación.

Cuando recibimos reveces en lo que vivimos a diario, no podríamos propiamente catalogarlos como dolores. El dolor propiamente es otra cosa, es algo que nos cala más profundo en el fondo del alma. Amiel nos dice: Los dolores profundos y personales deben ser silenciosos, pues al transformarse…curan-.

También nos expresa la idea de que el dolor puede expiarse por el arte.

En el Zen, se apela mucho a ese yo profundo que sabe responder desde la primera respuesta, sin darle mayores vueltas a los asuntos. No es lo más fácil, nos queda claro. Con la práctica de saber que ponemos en la mente, eso primordial, entendemos como le damos vida al pensamiento a través de lo que el alma nos va indicando, en que profundizar y en que no.

Es una verdad que todos sabemos de esa voz interna y que no siempre nos gusta escuchar. Algunas veces necesitamos de personas que en verdad nos aprecien y cuando estemos titubeando nos ayuden con sus buenas palabras a sacar como comúnmente se dice:

 -sacar la casta-.

Claramente nos dice Seneca: -El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo-, lloren los ojos, mas no el alma-.

Todo conlleva un proceso. Quien crea que las cosas se logran de un plumazo, errores cometerá y de ellos aprenderá. Porque la cautela es la madre de los buenos pasos. Bien lo ha expresado Lao Tse:

-Un viaje de mil kilómetros, debe comenzar con un solo paso-.

Y podríamos completar: y no por este primer paso dado, los demás serán carrera, o pan comido, cada acción es una serie de pasos rítmicos.

Para la concordancia de lo externo con lo interno debe de haber pasos de armonía.

La armonía expresa veracidad, supera los tiempos y se instala en lo eterno. Una armonía que comienza con el buen pensar, saber desechar la basura mental, cuidar lo que se ve y lo que se escucha.

Tener seguridad en la vida se asienta más bien, en lo que pensamos en el día a día y como implementamos las vivencias dignas, siendo humildes y aceptando lo que de plano no podemos cambiar. Cuidar esas otras cosas en las que apostamos y nos involucramos en la vida como si en verdad nos dieran sustancia y que terminan siendo efímeras. Por comentar alguna, tendríamos como ejemplo el concepto de la belleza del cuerpo humano en la vida actual. Sabemos cómo se transforma, y a las transformaciones les tememos porque las asociamos con fealdad, cuando en realidad solo hay que saber llevarlas dignamente. Los signos de status están a la orden del día, entre ellos está la transformación del cuerpo artificialmente, cuestión de gustos. En el caso de las canas ya se hizo una moda y el pelo plateado está siendo mucho más aceptado como un signo de belleza.

Siempre se puede ser uno mismo, sin dependencias absurdas. -Saber de la moda que nos acomoda-, decía mi abuela materna, que fue una mujer bien plantada elegante y de refinamiento austero. Gran parte de su niñez y primera juventud la vivió en Inglaterra, (su madre murió cuando ella nació y fue esa la decisión que tomo su padre para su educación) eso siempre traslució en sus modos y caminos. A veces creo que era una mujer muy hermética, no dudo que era efecto de ese estar tantos años fuera de casa, en el mejor sitio que decidió su padre ¿fue realmente lo mejor?

 Ese té de las 5 PM que aprendí a disfrutar junto a ella y que tomé tantas veces de niña, vive en mi alma. Ahí en la terraza de su casona del Paseo Montejo, con algunas personas que eran asiduas visitantes. Aun guardo la pequeña tacita de porcelana azul y blanca que ella me regaló.

Hay signos que nos marcan. Hay vivencias que nos van dejando esa huella imborrable y que no debemos desdeñar porque nos dan un sentido mucho más claro. Cuando mi abuela materna se fue de este mundo yo tenía 7(siete)años de edad. A la hora del velorio tenía puesto un vestido que mi padre me había regalado y me gustaba mucho, tenía cinco bolsas cada una de un color, en la falda blanca.  Mi madre me lo quiso cambiar para ir adecuada de blanco impoluto, como ella creía que era pertinente decir adiós a su madre, y mi padre le dijo: -No, que vaya de colores-. Momentos imborrables.

Comprender por qué amo tanto los colores vía mi papá, ha sido trabajo de cierta introspección, porque hay momentos de simples detalles que dan todo un sentido. Todo lo que nos habla de mucho mas, no es lo de menos, es mucho más de lo que se pueda percibir en el momento. En el fondo de los asuntos las formas son pasajeras, y nos pueden ayudar a ver con los ojos más abiertos.  

Estuve junto a la madre de mi madre en la pequeña capilla de su casa. Podía observar de cerca e intrigada los rasgos de su cara, como se traslucían debajo de la sábana blanca, de albo tono, bajo ese lino irlandés que la cubrió. Los rasgos me permitían por momentos escuchar su voz, mientras la misa de cuerpo presente. Una mujer de modales educadísimos, así se fue con las manos asentadas sobre el regazo, parecía que en cualquier momento se levantaría.

Tuvo nueve hijos y esa fue su misión central.

¿Qué es lo que nos enaltece y nos hace dignos de vivir la vida como mejor la percibimos? tan solo tener presente que hay cosas que no nos incumben y que debemos dejarlas flotar por los aires, que se vaya todo lo que nada que ver… y que llegue lo que debemos hacer nuestro, para tan solo la Gloria de haber pasado por este mundo, estando más presentes en lo que sí nos toca estar.

Es un hecho que hay que tener claro que las teorías a veces son más bellas de lo que en realidad aportan a la vida de cada día, muchas de ellas solo interesantes y nada útiles, mas si nos gusta leer es bueno practicar una lectura depurativa, es decir sacar el meollo del asunto. En los textos siempre hay paja y es necesaria para acomodar las cosas importantes, si no, estas se quiebran.

La vida, es como un paño que uno borda, no importa nunca la cantidad de bordado que lleve, mas lo que sí importa es que tenga lo justo y que cuando sea necesario ese paño nos sirva para lo que fue creado. El bordado es complemento, es signo que habla de alguna manera especial, y nada más.

                                    Tengo una tía, no mucho mayor que yo y que llevó a mi hijo a bautizar. Le aprecio muchísimo, pero ya está en otro mundo. Su mente le abandonó y solo tiene algunos recuerdos fijos y no muy nítidos. Suelo verle de vez en cuando, y me dice: -qué bueno que vienes y que te veo, me da gusto conversar contigo-. Le dejo que exprese todo lo que ella sienta, a veces canto con ella, y me sigue. Otras veces invita a una de sus amigas de la residencia donde viven y le dice: -mira, a ésta (ya no se acuerda de mi nombre) sí la vamos a invitar a que venga con nosotros cuando vayamos a la playa, ella sí puede ir-. Les doy las gracias a ambas por esa gentileza, y seguimos por ahí, con las ocurrencias que unen pasado y presente. Cuando ya me voy a despedir lo perciben, no quieren que uno se vaya. Les prometo que volveré, y aunque no siempre es fácil, es importante hacer ese espacio de compañía a quienes queremos, aunque ya no estén en esta realidad. (Continuará).

 

 

 

 

 

 

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