Estar, en lo que estamos. (11)
¿Quieres tranquilidad?
No dejes cabos sueltos. MJ
A veces creemos que todo ha de estar resuelto y que esto puede lograrse
en un santiamén, como por arte de magia. Los procesos, las mas de las veces son
largos y eso mismo es lo que permite que se den buenas ataduras cordiales, para
lograrlos.
Ya en otros textos
compartidos hemos dejado claro que, aunque el control de los asuntos vitales no
se puede percibir como total, nadie puede (y mucho menos debe) tratar de tener
demasiadas cosas bajo un control absoluto. Lo único que se logra con esa
acción, es estar más preocupados o peor aún más estresados. El control verdadero
de todos los aspectos de la vida se va desarrollando cuando estamos inmersos en
la acción y más que nada las acciones buenas que ya sabemos que, aunque haya
aspectos positivos en el vivir, no siempre la positivadad trae lo que es mejor.
En la vida de relación, también esto es aplicable. Aquí en el área del
mundo en donde habito, aún se sigue pensando que es normal que se pueda
manipular el proceso de vida de los hijos, está bien orientarlos y sugerir,
pero de eso a que se manipulen las vidas, es muy diferente. Cuando los
enamorados de las hijas, a los padres les parecen inapropiados, aún se sigue
dando un proceso de intervención al respecto.
¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI se le manipule a una joven el
sentido de vida? Pues tal cual, lo veo y creo que lo seguiré viendo. Hay
personas que plantean su plan de vida dentro de un medio social restringido y
si eso no se logra, se sienten decepcionados. Como si la vida se diese dentro
de un circuito y nada más. Por otro lado, hay mucha más apertura para los
caminos que deciden tomar los jóvenes, hay de todo. Una de mis primas más
queridas, en estos días compartió algo muy importante en relación a las
relaciones de pareja: -la relación no depende del amor, es el amor el que
depende de la relación- R. Cano.
Si queremos felicidad en las relaciones humanas habremos
de comprender cuales son los factores que unen, y estos no son precisamente los
convencionalismos sociales. Hay empatías y compatibilidades que hay que
sopesar, y esto no se logra si los padres se meten a dar curso manipulado a las
relaciones de los hijos.
¿A qué nos referimos cuando decimos que tenemos asuntos
inconclusos?
Tan solo nos referimos a esos tópicos que regresan con
ímpetu desmedido a la mente y van acompañados de un signo de interrogación. En
realidad, las acciones siempre pueden mejorarse, es por eso que habremos de
apostar a las más creativas y afines y no porque algo parezca positivo en
realidad lo es para todos. Si regresan
los imperativos hay que saber de qué índole son y si en realidad dan beneficio.
Claramente mi madre decía: -eso que pretendes, es un alacrán en el zapato-.
Esto se refiere a que, aunque veamos positividad en algo, tal vez haya caminos
que es mejor no emprender, asunto que obviamente puede dejar puertas abiertas
para los senderos que nos toca recorrer.
La vida bien
llevada es una serie de acciones que van dando cabida a nuevas propuestas y así
continuar. Cuando la vida se llena de cargas innecesarias, la paz se puede ver
trastocada, y no solo lo pacifico, también se interrumpe el factor creativo que
no todos hemos comprendido como decisivo.
Estar más atentos de quienes nos rodean y siempre tratar
de llevar la fiesta en paz. La total paz, tampoco existe como un todo,
es algo que se refuerza cada día y se tiene como prioridad en el ánimo. No es
una planicie a la que se llega como si abriéramos una silla de extensión y
poniendo las manos tras la nuca creer que ya no hay nada más que hacer, que tomar
el sol. Los momentos de solaz, siempre son para relajarnos, pero con miras a
tener mejoras, en lo que sigue por resolver. Cuando comento que la paz está
representada por el color naranja, es porque conlleva fuerza constante y renovación.
Nunca es inactividad.
La sanidad va aunada a una tensión positiva bien
llevada (acordarnos que la tensión es parte) nos permite sentirnos más sanos
cuando se puede ver con claridad lo que se propone.
Dice la autora citada, Yoko Beck: -Aceptar con regocijo
las condiciones de la vida-.
Si permitimos que la mente nos haga creer más en lo que debe
ser, nos olvidamos de la realidad:
la vida solo es lo que es. Perseguir sueños que implican aspectos
que trastocan la paz, es camino seguro de pesar. Lo que soñamos siempre puede
lograrse y no olvidemos que cada quien sueña distinto, porque la diversidad es vida.
Cuando se practican los principios Zen, nos quedan mucho más
claros los principios de la amistad. Dice Yoko Beck:
-La práctica
modifica los patrones de la amistad, apartándonos del cálculo de los costos y
beneficios personales para llevarlos hacia una mayor autenticidad-.
El mejor servicio a los otros y al mundo es:
Ser lo que somos. Estar en lo que estamos.
Si estamos en lo que estamos podremos ver el panorama
completo y no permitir que haya ni discriminación, y mucho se refuerza la empatía.
A veces vivimos con la idea de que hay que hacer más por
los demás, y es una idea muy válida, mas hay que saber cómo y cuándo. No es una
propuesta como de mandamiento a cumplir como obligación. Esto, tiene sus
orígenes como un postulado mental de algunas tradiciones de religiosidad mal entendida.
Nunca se compra la entrada al cielo como si fuera
una acción de toma y daca, como tampoco se garantiza una buena relación de
pareja solo porque se tenga positividad. Es tan fuerte la forma de las
interacciones sociales, que pueden prevalecer los espejismos.
Solo las acciones que están dentro de lo que somos,
aportaran con total sustancia. Aunque no existe nunca desgaste espiritual, como
cuando se dice: se perdió el tiempo, el tiempo jamás se pierde, todo es
aprendizaje.
Estar atentos, eso
sí, para no volver el camino. Decía mi madre: - El flojo y el mezquino, van dos
veces el camino-.
Algunos altruismos pueden ser falaces. A veces, ese
concepto del dar se toma como una manera de expiar culpas, asuntos no
resueltos y nos olvidamos de que solo somos responsables de cómo vamos
creciendo como personas.
A veces nos puede entrar un sentimiento de culpabilidad de
las cosas no hechas. Este sentimiento se
transforma y nos crea el espejismo, como si a fuerza todos tuviéramos que hacer
lo mismo. Las tareas son personales y no podemos asumir acciones que se salen
de nuestra fundamentación de conciencia.
Nunca permitirnos ansiedad por acciones pendientes. Ese, tengo
que hacer esto, hay que revisarlo. A
veces cuando esa frase me sale del alma, agradezco a mi pareja que me dice - ¿en
verdad tienes que hacerlo? - Y me deja con más claridad para decidir por el
camino de: ¿qué es lo que me estoy exigiendo? que tal vez ni corresponde al
momento.
Hace unos días me toco estar en un ámbito en donde una
mujer de pronto llegó y realizó una Hora Santa. Yo me puse en modalidad receptiva
y escuché atenta. Estaba contenta de participar, en primera no me lo esperaba,
y en segunda estaba en realidad haciendo una visita. Ella con las lecturas del
evangelio nos fue llevando a la reflexión, aunque yo me di cuenta que había
dispersión en el ambiente. Bueno, me dije a mi misma, cada ser captará lo que
le toca. Al final, dio instrucciones
porque iba a impartir la comunión, como yo estaba ahí me sentí aludida y cuando
llegó junto a mí con las hostias, me saltó. Me quedé, literal: con la boca abierta.
De inmediato le pregunte porque no me había dado la comunión, y con simple
desparpajo me dijo que las hostias estaban contadas, solo para las
gentes del recinto. Una persona mayor que estaba sentada a mi lado y en su
mundo, solo me dijo, - ¿y, no podía dividir una hostia y darte la mitad a ti y
la otra mitad a mí? -. ¿Quién estaba más
en sus cabales, la que impartió como un ser dizque capacitado? ¿O la persona
con la mente no del todo presente, y con un sentido común de educación, para
hacerse esa pregunta? Hay personas que no han comprendido que si se van a meter
a redentores hay que cuidar que nadie salga crucificado. Obviamente, no era de
vida o muerte que yo comulgara en ese momento, mas yo creo que la comunión a
nadie se le niega.
Salí de ahí feliz de la visita que había realizado, pero
con un dejo de tristeza en el pecho, al darme cuenta cuantas veces se hacen
acciones positivas que no son buenas.
Aprendemos con el paso de los días a detectar lo que va
por mal camino, y nos preguntamos ¿qué tanto a nosotros nos corresponde
enderezar? ¿Qué tanto nos hemos acostumbrado a un ejercicio que se dice
humanitario y conlleva agresión?
Las incongruencias, a la orden del día.
Hellen Keller nos dice: -La seguridad es en gran medida
una superstición. No existe en la naturaleza y tampoco la experimentan los
hijos de los hombres en general-.
Y continúa -A la larga, evitar el peligro no tiene más
seguridad que exponerse a él-
La vida es una aventura atrevida las más de las veces,
mas esos atrevimientos habremos de cuidar que no se conviertan en acciones
boomerang.
No tiene nada de particular tomar caminos que nunca hemos
tomado y resolver con mejor sentido, antes hay que observar el aspecto creativo
del hecho.
Solo vivir, conlleva un desgaste natural. Nos entregamos
a los asuntos dando parte de una energía que hay que valorar, ¿qué tanto es
valioso perseguir lo positivo si a fin de cuentas los aspectos laterales van a
darnos acciones negativas? Dejar parte de uno mismo en la acción, solo lleva
sentido si aporta para mas paz.
Si nos damos cuenta, cada uno de nosotros estamos en
lo que estamos las más de las veces, hasta nos podremos preguntar ¿porque habremos
de estar tan atentos a esta máxima? Porque fácilmente nos distraemos, aunque
sea estar en lo genuino lo que se nos pide.
La entrada al sufrimiento uno mismo se la propicia. Una
de esas puertas falsas es sentir que estamos lejos de lo que creemos, o peor aún,
de lo que merecemos, ¿Quién puede tener claro el monto de sus merecimientos?
Hubo un libro hace unos años que se llamó: -Porque a mí,
porque esto y porque ahora-. De la autora Robin Norwood. Fue como para
cuestionar de fondo, porque nos toca vivir lo que vivimos. Este libro tan solo
como parte del sentido de autoayuda nos abrió la puerta para decir: No somos más
que parte de una especie y aunque nos creamos archibendecidos (he
escuchado que hay personas que se auto proclaman santos sin aureola) la
realidad es que somos vulnerables, limitados y aceptarlo, es lo que más nos
ayuda a crecer. Ser humildes.
El adulto que llega a la madurez creyéndose que ha sido víctima
de muchas cosas, o que no ha realizado tal o cual asunto, desdicha puede
sentir. Esto solo propicia deshallo, producto de no haber practicado el buen
modo al elegir.
La alegría de vivir nunca se pierde, o más bien nunca
debería perderse, la tenemos desde que nacemos. Ir en busca de mejoras que no
proceden pueden trastocarla. No me quise
quedar sin plasmar ese sentimiento en mi obra plástica, una de mis mejores
amigas en este mundo con quien he estado cerca desde la más tierna infancia, me
dijo que quería un cuadro alegre para su casa. Le pinté eso mismo que siento
como la alegría, y el cuadro se titula: -Alegría de vivir-.
¿Te has fijado
que un bebe sonríe desde que amanece? ¡Claro está! Es parte de su naturaleza
pura, que se trastoca con la vida misma, eso se puede recuperar, aprender a
tener siempre una alegría de base, que nos de sustento en todo momento.
Mi nieto, que tiene 6 años en este momento que escribo,
le pregunta a su padre cuando ve a su hermanita de tan solo dos años y medio
romper en llanto:
- ¿Eso que hace ella es un drama? - -No del todo-, le
dice el padre. Es una persona chiquita que está aprendiendo a hablar, y pronto algunos
de sus llantos se volverán palabras. Así se le ha dicho a él mismo, antes de
dramatizar hay que hablar.
Llorar nos hace bien a todas las edades. Si el llanto
tiene sentido, tiene motivo. Llorar de felicidad es una de las experiencias más
sublimes que el mundo puede dar. (Continuará).
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