Estar, en lo que estamos. (15)
El ego, siempre nos atonta, parece tan dulce, que a veces lo meloso de
su engaño no nos permite ver con claridad. MJ
Es muy
interesante saber qué es lo nos dice el diccionario de la lengua española
respecto al ego: -…asunto que se reconoce como yo, parcialmente consciente, que
controla la motilidad y media entre los instintos del ello, los ideales del
superego y la realidad del mundo exterior-. Como podemos ver, esta definición
requiere un poco de análisis, porque nos habla de conceptos como motilidad, que
hay que saber lo que es: -facultad de moverse. Capacidad para realizar
movimientos complejos y coordinados-.
Veamos, pues: El ego es parte del yo, por lo tanto, el yo
ideal (superego) solo es suprimible o tratado con objetividad si lo hacemos a
voluntad y esto mismo podría mantener al ego en un sitio conveniente. También
se puede decir que es la combinación de la energía que abarca todo y si no la
tenemos clara y en contención, se convierte en ese hacer ególatra que nos aleja
del objetivo real: responder con el alma. Pueden presentársenos positividades,
no necesariamente éstas son buenas. Todo el tiempo nos movemos y todo el tiempo
esa presencia del ego en todo lo que pensamos y por ende en mucho de lo que
hacemos, es algo natural, mas no por eso mismo siempre aceptable. Por algo se menciona
como un asunto que habremos de aprender a dejar en su sitio. Sería lo ideal que
el ego no moleste, y para esto habremos de aprender a detectarle.
¿Qué te propone la vida cuando dejas a tu corazón opinar?
Hay una diferencia
entre las vivencias y el acto mismo de vivir. Dice Yoko Beck:
-A cada segundo nos encontramos con una encrucijada:
entre la consciencia y la inconciencia, entre estar ausentes y estar presentes-.
¿Qué elegimos?
¿Estar presentes en nuestra vida? O ¿Verla pasar como un
tren que se va y no vuelve? ¡Todo vuelve! Así es que más nos vale estar
presentes.
Cada ser elige. Hay maneras y maneras de elegir, y
de esto vamos viendo lo qué propone el zen, que es más conveniente la respuesta
de la primera intención, que el proponer cuando le damos demasiadas vueltas a
los asuntos.
El acto de vivir es lo más importante, nos afirma esta
filosofía tan práctica. A diferencia de las vivencias que son acciones que ya
pasaron (y por ende tan solo podremos retomar para aprender) el momento que
vivimos lleva toda la energía necesaria para hacerlo y vivirlo como el mejor.
Cuando estamos en la acción, el espacio y el tiempo como
que se anulan. Toman una dimensión como de latencia, esa es la diferencia de
saber distinguir el acto de vida y la vivencia en sí misma.
Las vivencias, son mucho más temporales, nos dice la
autora, esa dimensión del tiempo que las contiene, es la que pasa y se
convierte en pasado. Eso mismo nos permite observar con más presencia, tanto de
ánimo como de mente perceptiva.
Hay felicidades pasadas que nos han marcado, son
importantes y habremos de tenerlas claras. El acto de vivir en el aquí y ahora
pueden permearse con esas felicidades que cuentan mucho, dan sustancia y vida,
aunque ya no sean las mismas condiciones, son como la luz para lo más consciente.
Cuando ponemos atención precisa y concisa en el acto de
vivir, se le infringe un valor especial a la vida. Todo cuenta, una mala acción,
no solo se confiesa (como lo hace el católico) las huellas quedan y
permean la vida en su totalidad. La confesión como contrición nos limpia, nos
aligera, pero la huella de la vivencia debe transformarse para bien, nunca para
reincidir.
Al vivir, al ser conscientes, nos permitiremos estar con
más disfrute de los momentos, estar atentos para dejar de lado la dualidad, si
estamos en lo que estamos eso se abate y se goza más.
El ego, es lo que nos hace ser uno con nuestro sistema,
ese sistema de vida que nos contiene y que creemos eterno ¡y sí que lo es!, tan
valioso que es en donde se transforma de verdad, la vida misma.
El ego mal llevado, nos puede mantener en la
insatisfacción y convertirse en un modo de percibir que puede hacer a la vida
en un sistema de insanidad, como que nos volvemos insaciables.
Existen congéneres que sienten que la promesa fundamental
de su vida nunca se cumple, como si la vida siempre estuviera en deuda, se
siente muchas veces como un vacío en el centro del cuerpo, que nos puede perturbar
y surgen visos de infelicidad. Hay que cuidar estos sentimientos, porque nos
pueden llevar a precipitarnos y cometer errores.
Todo es como es, por lo que más nos vale sentir
que todo se está cumpliendo en el eterno movimiento que no cesa, estar
presentes siempre, hasta que dejemos el cuerpo físico.
¿Puede haber mayor felicidad que darnos cuenta de esto?
El catalizador es
el gozo.
Parte del gozo es cuidar el dialogo interior. En algunos momentos, ese
dialogo con nosotros mismos no cesa, y no nos damos cuenta de cuanta energía
nos puede robar. Esos pensares que solo nos acarrean angustias, saber
ponerlos de lado con ayuda de los principios del zen. Todos llevamos una especie
de película imaginaria de la vida que vivimos, si no está clara nos podría
doblegar.
De los congéneres lo más importante es disfrutar de su
compañía, no estar esperando de más. Cuando alguien nos da algo más que su
compañía, como una buena platica, es un regalo que hay que valorar. Si
detectamos que hay temas en los que no coincidimos tratarlos con inteligencia y
a veces hasta es mejor no tratarlos. Si
la vida nos pone en caminos de personas que fluyen con nosotros, ese es un buen
lugar. No por eso desdeñar a quienes no fluyen con lo mismo que nosotros, solo
cuando hay posibilidad de dialogo real, es que hay que propiciarlo. Hoy día que
está tan candente el tema político, tener ese cuidado de saber cuándo vale la
pena argumentar y cuando no. Todo lo que se maneja a la ligera, cobra tributo.
Si nos atormenta algo del pasado, habremos de cerrarlo
con bien. Todo pasado es curable por uno mismo o pidiendo ayuda profesional si
fuere necesario.
Lo que tenemos entre manos, es lo que nos permite
fluir.
La
conciencia es como un testigo de ese flujo.
Estar conscientes es estar como con un amigo que llevamos
dentro, en la religión católica se puede comparar con lo que se denomina como
El Padre.
Toda conducta humana lleva un patrón, habremos de reconocer
el nuestro y hacerlo ágil, vivencial, nunca pesado y controvertido.
Quienes solo quieren vidas emocionantes, vibrantes y cuajadas de experiencias
nuevas, están poniendo un tanto en juego su sentido personal, puede que así se
quiera vivir la vida, es cuestión de motivaciones y gustos. Todo este tipo de vidas
muy dinámicas (que son las que propone en mucho la sociedad actual) si no
estamos presentes, cobrarán tributo.
Sabemos que la vida es búsqueda (algunas personas ya
encontraron lo que son y se dedican a ahondar en eso) muchos humanos nunca cesan
de buscar, durante toda su existencia. La vida, también es asiento, y no por
eso es aburrida, porque si ya encontramos el camino que nos satisface y lo
vivimos, que importa que otros vivan diferente. Habrá personas que amamos la
rutina y no por ello vivimos en el aburrimiento. Hacer lo que creemos, lo que
elegimos y lo que la vida nos propone.
Existen seres que creen que dentro de su misión existe la de reacomodar al
mundo, es un asunto muy válido, pero conlleva una energía tan especial que
puede descuadrar al ser que lo adopta sin haber venido al mundo a esa misión, tener
cuidado en los caminos emprendidos. Reacomodar a nuestro modo puede volverse
impositivo, por lo que hay que tener cuidado de en donde sí podemos estar y en
donde no. A veces solo estaremos observantes.
Existen
personas que tranquilizan su conciencia ayudando a los desposeídos. Para hacer
esto con más sentido, habremos de fijar por qué se hace, no venimos a
ser redentores de nadie, cuando la vida
lo propone y lo deja claro como parte de la misión personal, habremos de tomar
esos sentidos con cautela.
Estar conscientes de que la personalidad va cambiando, eso es un gran
don. Es bueno saber que eso pasa, para estar atentos y dejar flujo a los
cambios necesarios. Saber detectarlos en los seres que tenemos cerca.
Las felicidades
siempre llegarán, y aceptar que se van ya es un asunto de madurez. No hay
felicidad eterna, lo único eterno es el gozo. Estar en quietudes elegidas, abre
más la conciencia.
Dice Yoko Beck:
-Todos tenemos penas y dolores, tenemos problemas, hay
personas que nos agradan y otras que no: esta es la materia de nuestra vida. Es
ahí donde comienza nuestro trabajo con la consciencia-.
Que no nos atonte el ego.
A veces, respondemos como el perro de Pávlov, con
instinto: Un pedazo de carne nos atrae tanto, que nos lo comemos sin
pensar. Es decir, hay cosas que nos atraen en la vida que no son para nosotros
mismos, pero vamos hacia esas cosas como por una atracción irremediable. De
pronto recibimos el testarazo de aviso, ya es tarde para regresar, mas nunca es
tarde para rectificar el camino.
No corramos cuando los procesos
que vivimos nos pidan caminar.
La sencilla plenitud está en nuestras manos.
Podremos querer y convivir con personas que apreciamos,
siempre y cuando aceptemos al otro como es y seamos nosotros mismos en esa aceptación.
Ni juzgar, ni tratar de que el otro sea diferente a como le pensamos.
Si hemos detectado las cosas que amamos, no dejarlas a la deriva. En lo
personal amo las papelerías, quiero entrar a todas, ver todo, buscar y rebuscar
tipos de implementos que me puedan servir para mis obras plásticas, en lo particular
hoy día para los mandalas que diseño. Ese gusto de entrar, sentir el olor del
papel, de todo lo que está ahí, es grandioso.
(Continuará).
No hay comentarios:
Publicar un comentario