miércoles, 18 de septiembre de 2024

 

Estar, en lo que estamos. (15)

                                                            El ego, siempre nos atonta, parece tan dulce, que a veces lo meloso de su engaño no nos permite ver con claridad. MJ

 

                                                                                           Es muy interesante saber qué es lo nos dice el diccionario de la lengua española respecto al ego: -…asunto que se reconoce como yo, parcialmente consciente, que controla la motilidad y media entre los instintos del ello, los ideales del superego y la realidad del mundo exterior-. Como podemos ver, esta definición requiere un poco de análisis, porque nos habla de conceptos como motilidad, que hay que saber lo que es: -facultad de moverse. Capacidad para realizar movimientos complejos y coordinados-.

Veamos, pues: El ego es parte del yo, por lo tanto, el yo ideal (superego) solo es suprimible o tratado con objetividad si lo hacemos a voluntad y esto mismo podría mantener al ego en un sitio conveniente. También se puede decir que es la combinación de la energía que abarca todo y si no la tenemos clara y en contención, se convierte en ese hacer ególatra que nos aleja del objetivo real: responder con el alma. Pueden presentársenos positividades, no necesariamente éstas son buenas. Todo el tiempo nos movemos y todo el tiempo esa presencia del ego en todo lo que pensamos y por ende en mucho de lo que hacemos, es algo natural, mas no por eso mismo siempre aceptable. Por algo se menciona como un asunto que habremos de aprender a dejar en su sitio. Sería lo ideal que el ego no moleste, y para esto habremos de aprender a detectarle.

¿Qué te propone la vida cuando dejas a tu corazón opinar?

                            Hay una diferencia entre las vivencias y el acto mismo de vivir. Dice Yoko Beck:

-A cada segundo nos encontramos con una encrucijada: entre la consciencia y la inconciencia, entre estar ausentes y estar presentes-.

¿Qué elegimos?

¿Estar presentes en nuestra vida? O ¿Verla pasar como un tren que se va y no vuelve? ¡Todo vuelve! Así es que más nos vale estar presentes.

Cada ser elige. Hay maneras y maneras de elegir, y de esto vamos viendo lo qué propone el zen, que es más conveniente la respuesta de la primera intención, que el proponer cuando le damos demasiadas vueltas a los asuntos.

El acto de vivir es lo más importante, nos afirma esta filosofía tan práctica. A diferencia de las vivencias que son acciones que ya pasaron (y por ende tan solo podremos retomar para aprender) el momento que vivimos lleva toda la energía necesaria para hacerlo y vivirlo como el mejor.

Cuando estamos en la acción, el espacio y el tiempo como que se anulan. Toman una dimensión como de latencia, esa es la diferencia de saber distinguir el acto de vida y la vivencia en sí misma.

Las vivencias, son mucho más temporales, nos dice la autora, esa dimensión del tiempo que las contiene, es la que pasa y se convierte en pasado. Eso mismo nos permite observar con más presencia, tanto de ánimo como de mente perceptiva.

Hay felicidades pasadas que nos han marcado, son importantes y habremos de tenerlas claras. El acto de vivir en el aquí y ahora pueden permearse con esas felicidades que cuentan mucho, dan sustancia y vida, aunque ya no sean las mismas condiciones, son como la luz para lo más consciente.

Cuando ponemos atención precisa y concisa en el acto de vivir, se le infringe un valor especial a la vida. Todo cuenta, una mala acción, no solo se confiesa (como lo hace el católico) las huellas quedan y permean la vida en su totalidad. La confesión como contrición nos limpia, nos aligera, pero la huella de la vivencia debe transformarse para bien, nunca para reincidir.

Al vivir, al ser conscientes, nos permitiremos estar con más disfrute de los momentos, estar atentos para dejar de lado la dualidad, si estamos en lo que estamos eso se abate y se goza más.

El ego, es lo que nos hace ser uno con nuestro sistema, ese sistema de vida que nos contiene y que creemos eterno ¡y sí que lo es!, tan valioso que es en donde se transforma de verdad, la vida misma.

El ego mal llevado, nos puede mantener en la insatisfacción y convertirse en un modo de percibir que puede hacer a la vida en un sistema de insanidad, como que nos volvemos insaciables.

Existen congéneres que sienten que la promesa fundamental de su vida nunca se cumple, como si la vida siempre estuviera en deuda, se siente muchas veces como un vacío en el centro del cuerpo, que nos puede perturbar y surgen visos de infelicidad. Hay que cuidar estos sentimientos, porque nos pueden llevar a precipitarnos y cometer errores.

Todo es como es, por lo que más nos vale sentir que todo se está cumpliendo en el eterno movimiento que no cesa, estar presentes siempre, hasta que dejemos el cuerpo físico.

¿Puede haber mayor felicidad que darnos cuenta de esto?

 El catalizador es el gozo.

                                                                  Parte del gozo es cuidar el dialogo interior. En algunos momentos, ese dialogo con nosotros mismos no cesa, y no nos damos cuenta de cuanta energía nos puede robar. Esos pensares que solo nos acarrean angustias, saber ponerlos de lado con ayuda de los principios del zen. Todos llevamos una especie de película imaginaria de la vida que vivimos, si no está clara nos podría doblegar.

De los congéneres lo más importante es disfrutar de su compañía, no estar esperando de más. Cuando alguien nos da algo más que su compañía, como una buena platica, es un regalo que hay que valorar. Si detectamos que hay temas en los que no coincidimos tratarlos con inteligencia y a veces hasta es mejor no tratarlos.  Si la vida nos pone en caminos de personas que fluyen con nosotros, ese es un buen lugar. No por eso desdeñar a quienes no fluyen con lo mismo que nosotros, solo cuando hay posibilidad de dialogo real, es que hay que propiciarlo. Hoy día que está tan candente el tema político, tener ese cuidado de saber cuándo vale la pena argumentar y cuando no. Todo lo que se maneja a la ligera, cobra tributo.

Si nos atormenta algo del pasado, habremos de cerrarlo con bien. Todo pasado es curable por uno mismo o pidiendo ayuda profesional si fuere necesario.

                                         Lo que tenemos entre manos, es lo que nos permite fluir.

                                                           La conciencia es como un testigo de ese flujo.

Estar conscientes es estar como con un amigo que llevamos dentro, en la religión católica se puede comparar con lo que se denomina como El Padre.

Toda conducta humana lleva un patrón, habremos de reconocer el nuestro y hacerlo ágil, vivencial, nunca pesado y controvertido.

                                                          Quienes solo quieren vidas emocionantes, vibrantes y cuajadas de experiencias nuevas, están poniendo un tanto en juego su sentido personal, puede que así se quiera vivir la vida, es cuestión de motivaciones y gustos. Todo este tipo de vidas muy dinámicas (que son las que propone en mucho la sociedad actual) si no estamos presentes, cobrarán tributo.

Sabemos que la vida es búsqueda (algunas personas ya encontraron lo que son y se dedican a ahondar en eso) muchos humanos nunca cesan de buscar, durante toda su existencia. La vida, también es asiento, y no por eso es aburrida, porque si ya encontramos el camino que nos satisface y lo vivimos, que importa que otros vivan diferente. Habrá personas que amamos la rutina y no por ello vivimos en el aburrimiento. Hacer lo que creemos, lo que elegimos y lo que la vida nos propone.

                                                                            Existen seres que creen que dentro de su misión existe la de reacomodar al mundo, es un asunto muy válido, pero conlleva una energía tan especial que puede descuadrar al ser que lo adopta sin haber venido al mundo a esa misión, tener cuidado en los caminos emprendidos. Reacomodar a nuestro modo puede volverse impositivo, por lo que hay que tener cuidado de en donde sí podemos estar y en donde no. A veces solo estaremos observantes.

      Existen personas que tranquilizan su conciencia ayudando a los desposeídos. Para hacer esto con más sentido, habremos de fijar por qué se hace, no venimos a ser redentores de nadie,  cuando la vida lo propone y lo deja claro como parte de la misión personal, habremos de tomar esos sentidos con cautela.

                                                                Estar conscientes de que la personalidad va cambiando, eso es un gran don. Es bueno saber que eso pasa, para estar atentos y dejar flujo a los cambios necesarios. Saber detectarlos en los seres que tenemos cerca.

 Las felicidades siempre llegarán, y aceptar que se van ya es un asunto de madurez. No hay felicidad eterna, lo único eterno es el gozo. Estar en quietudes elegidas, abre más la conciencia.

Dice Yoko Beck:

-Todos tenemos penas y dolores, tenemos problemas, hay personas que nos agradan y otras que no: esta es la materia de nuestra vida. Es ahí donde comienza nuestro trabajo con la consciencia-.

                                                                                           Que no nos atonte el ego.

A veces, respondemos como el perro de Pávlov, con instinto: Un pedazo de carne nos atrae tanto, que nos lo comemos sin pensar. Es decir, hay cosas que nos atraen en la vida que no son para nosotros mismos, pero vamos hacia esas cosas como por una atracción irremediable. De pronto recibimos el testarazo de aviso, ya es tarde para regresar, mas nunca es tarde para rectificar el camino.

                           No corramos cuando los procesos que vivimos nos pidan caminar.

                                                               La sencilla plenitud está en nuestras manos.

Podremos querer y convivir con personas que apreciamos, siempre y cuando aceptemos al otro como es y seamos nosotros mismos en esa aceptación. Ni juzgar, ni tratar de que el otro sea diferente a como le pensamos.

                                                                Si hemos detectado las cosas que amamos, no dejarlas a la deriva. En lo personal amo las papelerías, quiero entrar a todas, ver todo, buscar y rebuscar tipos de implementos que me puedan servir para mis obras plásticas, en lo particular hoy día para los mandalas que diseño. Ese gusto de entrar, sentir el olor del papel, de todo lo que está ahí, es grandioso.  (Continuará).

 

 

 

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