Tren
Maya.
Experiencia
personal.
Los
proyectos comunitarios en la sociedad humana, se hacen con determinación, a
veces no de la mayoría de las personas, habiendo muchos que sin agua va o agua
viene o sin beberla ni derramarla se beneficien, a fin de cuentas. No importa
tanto, porque a la larga, muchos seres humanos se percatan de que algo que
parecía un absurdo a algunos, resulta muy bueno para todos. El derecho a
disentir es parte de la condición humana. No siempre es posible llevar el buen
sentido de lo que se programa o el ritmo de los tiempos con los trabajos que se
emprenden, sabemos que la realidad termina teniendo la razón. Aun si existe una
cantidad muy grande de detractores que no creen para nada en tal o cual
proyecto, lo que termina siendo practico y beneficioso se hace sentir.
Eso es algo de lo que se ha vivido en México, respecto al tren maya, por
un lado, el determinismo claro y concreto de construirlo por parte del gobierno
del Lic. Andrés Manuel López Obrador y por otro, todos los que no han creído,
no creyeron y ni nunca creerán en él. Es obvio que si no se cree en un líder
mucho menos serán fáciles de aceptar los movimientos positivos que lo son,
aunque no a todos parezcan buenos, así como propuestas de mejoras, acciones de
cambios y ni qué decir de los determinismos concretos que se necesitan cuando
hay que aportar mucho dinero. La obra pública, que se paga con dinero de
nosotros los contribuyentes, a veces se presta para abusos, pero precisamente
eso es lo que se plantea de fondo, acabar con esas prácticas corruptas. Todos
sabemos que eso es difícil, en un país que ha arraigado esas malas prácticas,
pero tampoco es imposible, mucho más cuando se escucha hablar a los jóvenes que
cada día se involucran con conciencia. En este caso concreto del tren maya,
mucho se vigiló, se vigila hoy día, mucho se contiene con la búsqueda de
lideres de la construcción honestos que como quiera estoy segura de que los
hubo y los hay.
Durante los años de
trabajos fuertes, muchísima gente se quejó de todo, empezando por los
inconvenientes mismos de la construcción que atravesó vías carreteras, poblados
y lugares por los que muchos levantaron el grito en el cielo, se pensaba que se
violaba la selva virgen y peor aún que se perdían vestigios arqueológicos,
entre otros asuntos ecológicos que cuando se cuidan y realizan con conciencia y
adecuación, se restablecen y la vida se ve beneficiada.
En
lo personal, durante la construcción solo me toco pasar por la carretera hacia Cancún
y si he de decir que se hacía más tiempo del previsto en la normalidad de esa
vía, así como el inconveniente de estar junto a la construcción, mas por otra
parte nos permitió visualizar la dimensión del proyecto, se notaba la buena
opción de las logísticas de los constructores elegidos, porque todo se veía muy
activo y materiales de buena calidad. Poco a poco fueron apareciendo las vías,
los terraplenes con los que estas se aseguran y muy interesante fue ver cómo
fueron emergiendo los puntos en donde están situadas las estaciones. Da gusto
ver la entrega de miles de trabajadores que obtienen un empleo y con gusto
ponen su trabajo, aun durante las noches.
No fue sino hasta mediados de septiembre de 2024, cuando
el presidente Andrés Manuel ya estaba por decir adiós a su mandato, cuando tuve
la oportunidad de constatar lo del tren maya, en un viaje corto a la Ciudad de
San Francisco de Campeche. Solo bastó esta experiencia para poder decir que se
siente un gusto enorme, entre los más importantes está el de tratar con los
empleados que se ponen la camiseta con honor de pertenecer a México. Se les
percibe entregados, amables y con ánimo de que todo funcione bien.
Cuatro son las paradas en estaciones en este
tramo de ruta por el que me tocó ir, todas muy bien organizadas y ni que decir
con los tiempos precisos para bajar y subir. La primera es Maxcanú, la segunda
en Hecelchakán, la tercera es Calkiní y la cuarta Tenabo, para luego entrar a
la de San Francisco de Campeche. El tren sigue más allá hasta Edzna y otros
puntos.
Yo fui la que propuse ese medio
de transporte cuando se planteó que íbamos a dar un pequeño paseo a la ciudad
vecina. Se llegó al acuerdo de que una parte de la familia fuera en automóvil
para contar con ese vehículo al llegar, ya que pasaríamos una noche ahí.
Fuimos cuatro los que nos atrevimos a dar el viaje en el tren,
dos adultos y dos niños. Los boletos se compraron con facilidad vía internet y
fuimos hasta la estación en automóvil, siendo que las dudas de nuestro buen
viaje se notaban en las caras de quienes nos dejaron. ¿Están seguros?,¿No
prefieren venir con nosotros en el automóvil?, Parecían decir en sus miradas y
silencios elocuentes.
A decir
vedad yo estaba no solo segura del medio elegido para transportarnos, sino
emocionada como si tuviera seis años de edad, a mis casi setenta años de
vida. Mi nieto, que, si tiene los seis años nada más, lo ha gozado como
pocas cosas, absorto en el ventanal viendo y observando todo ese campo verdear
ahora que ha sido la temporada de lluvias. Ese gozo a la vez regresó a mí,
estoy segura que a su padre también que lo vio disfrutar cada segundo. Mil
preguntas surgieron de esa mente infantil e inquieta de niño, tratamos de
responder lo más acertadamente y más que nada no perturbar el gozo de la
experiencia. Llegó feliz observando hasta el último detalle y con los
lineamientos que su padre le decía de ir con cuidado, porque el mismo tendría a
su cargo la carpeta con los curp y los boletos para poder viajar. La nieta más
pequeña, mostraba su asombro y nos preguntaba por dónde vendría el tren maya,
observó con atención como fue apareciendo en las vías y sus silencios al subir
fueron geniales, porque es muy conversadora y porque le ganaba la felicidad de
estar por primera vez en un tren.
La emoción de todos fue enorme. Poco a poco
apareció a nuestro lado el tren, desde la lontananza se visualiza en el campo
abierto y con las luces encendidas como dos ojos abiertos emulando los del
sureste mexicano. Llegó el sonido, ese silbido que emite anunciando su entrada
a la estación.
Así, con un buen tiempo
llegamos para esperar esos minutos gozosos hasta que nos avisaron para abordar.
Pasamos por una estación que da la claridad de cómo están construidas: Con
austeridad, con muy buen tamaño y con buenos materiales modernos que se ven
bien elegidos. Obviamente nada más que lo necesario y con espacios para
comercios futuros, así como una pequeña sala de espera que, ventilada por
los cuatro vientos, no necesitará ni aire acondicionado ni mucho
mantenimiento. Los jóvenes de la Guardia Nacional atentos, nos fueron
conduciendo y ni que decir que los funcionarios del mismo tren, todos
adecuadamente identificados, las camisas con logotipo bordado nos mostraban con
claridad su orgullo de estar laborando ya, en este proyecto. Sí, es un hecho
que muchísimos empleos se han dado y se darán, algunos de ellos solo por la
temporalidad de la construcción, pero otros muchos serán para siempre. Se ven
felices tanto jóvenes mujeres, así como los varones que cuidan del andén, y nos
hacen ver que con organización. todo se logra. Están muy bien señalizados los
espacios para poder esperar con precaución.
Un proyecto cuajado.
En el
interior todo está muy bien hecho. La comodidad se percibe en la clase turista
en la que estuvimos y los asientos los encontramos con rapidez y muy cómodos.
El tren iba prácticamente lleno y todos en sus sitios listos, porque una vez
que se han subido todos los pasajeros es muy rápida la salida. De inmediato nos
percatamos como alcanza la máxima velocidad de 140 km/hr. Las jóvenes en el
interior atentas, piden refrendar el asiento, revisar los boletos.
¡Todos listos! cuando arranca el
tren, la velocidad se siente muy fluida. Los árboles del exterior pasan con
tanta rapidez que se ven casi volar. En todo el trayecto hay tramos
inconclusos, muchísimos trabajadores adecuadamente protegidos con chalecos de
fuerte color naranja son los que continúan con la obra. No está concluida del
todo, claro que no, pero se ve que pronto lo estará, porque además bien sabemos
que aún falta la parte de los trenes de carga. Es un hecho que lo que
necesita para la operabilidad en pro de tantas personas, ya está dado.
Que gusto da ver
subir y bajar a las personas de los pequeños poblados, suben con alegría,
algunos con una enorme sonrisa para encontrar su asiento con diligencia. Niños,
adultos mayores como yo, y muchos jóvenes. En lo personal tuve la experiencia
de hablar con dos señoras de mediana edad, subieron con sus bultos que estoy
segura son artículos que irán a vender más allá. Con oportunidad y escuchando
hablar a la pequeña de tres años, me preguntaron su edad, porque les sorprendió
su platica, se las dije y así ellas me contaron como les ha beneficiado este
transportarse en tren, están felices y lo hacen con seguridad y frecuencia.
Bellos paisajes que se interrumpen con el paso de algunos cerros que han
tenido que ser recortados para el trayecto de las vías, éstos protegidos con
mantas enormes de color verde que evitan los deslaves.
Pudimos
conocer la pequeña cafetería que está en la parte posterior, un joven toma la
orden mientras los que estamos en fila, de una manera educada nos pasamos el
menú de mano en mano para la elección de varios tipos de cafés, refrescos,
golosinas, tortas y panes. Un joven cobra en efectivo lo que se va a consumir y
mientras tanto una joven muy bien vestida de saco y bufanda al cuello, es la
que con gusto entrega todas las cosas elegidas. Y me dice - ¿Leche deslactosada
para su café, señora? - y me encantó como a cada persona se le da el
tiempo, se le atiende de forma personal.
He tenido otras experiencias en trenes fuera del país y nuestro tren
maya no les pide nada. Tiene buenos baños, y el flujo en los pasillos se hace
con educación y cuidado para que todo el que quiera pararse lo haga y pueda ir
al cafecito o al baño.
Sentimos en general mi hijo y yo que todo fluyó.
Claro, hicimos un trayecto muy corto y fue muy viable para los dos peques que
venían con nosotros. Llegamos y fuimos recogidos para gozar de una pequeña
estancia en Campeche.
Si, se puede decir con acierto que las estaciones
están un poco retiradas de las ciudades, mas nos dimos cuenta que siempre hay
transporte disponible para estos trayectos.
Si lees esto y tienes alguna
duda de ser parte de esta experiencia, no dejes de darte el gusto de ver que
cuando se quiere se puede, e independientemente de todo lo malo que se ha
dicho, y aun sin creer del todo en los cambios que vive el país, me ha
tocado decir lo que he experimentado no solo en vivo sino en algunos programas
de televisión en donde entrevistan a arqueólogos que están dando mucho para el
resguardo de zonas arqueológicas, jóvenes de los poblados cercanos a las vías
que han sido motivados y entrenados para ayudar, que sin haber hecho la carrera
propiamente, pueden poner su parte en lo que se conoce como Salvamento
Arqueológico. Yo misma, que estudié esa carrera, tuve la oportunidad con la
Universidad de Tulane (New Orleans) de hacer mi servicio social en un
salvamento arqueológico en los montes yucatecos, y es muy hermoso, ya
experimenté hacer y ver como se rescata el pasado de los mayas para dejar esos
legados a la vera de las vías y ser visto y disfrutado al paso del tren en este
caso, al paso de vehículos en otras muchas vías carreteras.
El
progreso solo es un pecado cuando terminan abandonándose los proyectos a medio
hacer, como lo hemos visto mucho en el pasado. Cuando el proyecto se logra y
beneficia a miles, por no decir cientos de miles de personas, es algo que a todas
luces es un logro. María José Roche.
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