domingo, 1 de diciembre de 2024

 

Escribir, leer, ser. (5)

 

                                           Todo hombre tiene como tarea hacer su vida digna, hasta en sus más pequeños detalles.

Henry David Thoureau.

                                                    Cuando los lunes me amanece preparándome para poner antizarro al lavatrastos, me queda clarísimo que no hay tarea indigna. Me queda más claro aún, cuando las acciones se relacionan con la propia casa, es decir ese recinto en el que habitamos. En América Latina hemos contado frecuentemente con personas que nos ayudan en los menesteres caseros, unas veces más, otras veces menos. Hoy día en lo personal me pregunto qué pensaría mi abuela (a quien observo impávida en el altar de difuntos de casa, estos días en los que recordamos a quienes ya se han ido) y parece preguntar: ¿qué estás haciendo, tú mi nieta adulta mayor de principios del siglo XXl? Pues bien, en silencio y esbozando una sonrisa mientras le miro a los ojos, le digo -tan solo haciendo parte de lo que me corresponde-. Mientras, ella se mantiene oronda con el pelo bien recogido y no quiero ni pensar cuanto tiempo le llevo lograrlo tan arreglado, con esos peinados típicos de principios del siglo XX.

Las ayudas de casa ya son de otra cepa y no siempre están presentes.  Es tarea de las generaciones actuales comprender que los quehaceres nos dignifican de fondo, cuando nos toca hacerlos, habremos de comprender la verdadera dimensión de la vida misma. Ese ordenar, es mucho más que un simple trabajo.  Limpiar un recinto no es poca cosa y ha de valorarse como un quehacer que regresa todo a una nueva ordenación. Mi abuela no supo (ni le tocaba saber) todo lo de los quehaceres de limpieza de casa y menos imaginó que existiría diversidad de productos para las faenas caseras y cómo el mercado nos propone casi uno específico para cada área.

 Las misiones que le tocaron a ella fueron otras. Los tiempos nos determinan en lo que hacemos, y hoy día, aunque se cuente con ayuda de otras personas para mantener la casa dignamente, en estos lares en donde yo habito no todas las personas vienen (al trabajo que se realiza por días) los lunes. De hecho, afirman claramente: -los lunes no voy a trabajar, vengo el martes-.  Y cuando uno pregunta los porqués, éstos son variados, ese día sin trabajo ya no es exclusivo del ámbito de los albañiles a quienes hace años se les conoce porque ellos viven el San Lunes, como algo propio.

En lo personal me encanta arreglar, en mi casa lo hago cuando es menester y necesario, me ha permitido una comprensión más realista del vivir de cada día.  Dice un pensador y doctor yucateco a quien a veces escucho en la televisión, El Dr. Alfredo Jalife Rahme: -Quien se desliga de la realidad, es seguro que más pronto que tarde desarrolle neurosis-. Este yucateco ilustre, me parece digno de escucharse, tiene una preparación tan suigéneris que resulta muy ameno oírle, es doctor en medicina, experto en geopolítica global y además tiene un modo muy personal de decir las cosas, ya solo con eso vale el tiempo dispuesto.

  En épocas de mi abuela había que tener limpia una casa muy grande. No fue asunto directo de ella realizar esa acción, la disponibilidad de las personas que lo harían era diferente a lo de hoy, la mayoría de las veces venían de las haciendas del interior en las que se llegaba a conocer muy de cerca a los trabajadores y así a sus descendientes.  Parte de las féminas del campo venía a la ciudad. En algunos casos eran las ahijadas, ya que las señoras de la hacienda las habían llevado a bautizar en el pueblito cercano y luego esas mismas niñas ya jóvenes, venían a servir a la casa grande.

Fueron 9 (nueve) los críos que mi abuela trajo al mundo, por lo que se contaba ahí en su casona con ama de llaves, mujer de confianza con la que se mantenía a todo un sequito de servicio funcionando como un reloj. Cuando lo pienso bien, creo que no me agrada ese modo antiguo que muchas mujeres añoran hoy, cuando lo escuchan o lo recuerdan de sus propias abuelas, porque como quiera no era lo más promisorio para esas jóvenes que no podían pensar en tener una vida propia, hoy día es muy loable y admirable que la mayoría ya son jóvenes universitarias.

Hace unos dias iba yo al pueblito cercano de donde vivo y observé a una señora como de mi edad caminando para ese rumbo, paré el auto y le ofrecí llevarla. Durante el trayecto obviamente hablamos y me contó que su hija es arquitecta y que trabaja muy bien en un despacho de la ciudad. Uno siente un respiro profundo de gratitud y felicidad cuando se escucha que la gente mas humilde se puede preparar y ser profesionistas. Gracias A Dios.

Cuando iba a Nueva York con la hermana de mi padre, me quedaba asombrada, llegaba la persona (de nacionalidad italiana) a hacer la limpieza, todo se daba con profesionalismo inmejorable. Era una mujer joven y bonita, bien vestida, venia en un auto deportivo rojo, elegantísimo.

 La primera vez que vi estacionarse en la puerta ese automóvil, un spider rojo y negro, no sabía si había venido alguien de visita, hasta que me dijeron que era Carmela la joven que venía a limpiar. Le abría la puerta su tocaya (mi tía era Carmela también) y en amena platica por ratos, se dedicaba a toda la limpieza. Era una cabaña hermosa, con altísimos y frondosos árboles alrededor, en el área de Westchester County.

En pocos minutos ella se preparaba con un atuendo tipo overall que completaba con un gorro en la cabeza. Dejaba la casa inmejorable mientras por ratos también conversaba con nosotros. Alguna vez nos invitaron sus familiares a comer la comida italiana más rica que yo pueda recordar. Hacían desde la pasta y tenían sus propios huertos. Esa profesionalización del trabajo casero es harina de otro costal. Muchos dólares se le pagaban y con la misma arrancaba los motores, y se iba feliz.

 En la niñez de mi madre había un huerto casero que atender, no faltaba el cilantro, el orégano y de qué decir de la chaya ente otras verduras. En la cocina había actividad constante porque ahí se resolvía todo lo de las viandas específicas de los guisos yucatecos del día a día, desde frijoles refritos negros, arroz blanco con plátanos fritos, más los guisos de cada día, el sagrado frijol con puerco de los lunes. La ropa blanca se remojaba en grandes tinas de metal con lejía y en algunos casos hasta se hervía para una blancura más lograda. Siempre se traía de la Hacienda una vaca y la leche que se tomaba era ordeñada en casa.

Cuando los varones fueron creciendo, se implementó un sistema de comunicación: Una madera pulida exprofeso y colocada en la pared junto a la puerta de entrada, de la que pendían unos cordones que se movían según fuera necesario, subían y bajaban según fuera que el hijo estuviera en casa o hubiera salido a alguna diligencia. Para saber quiénes estaban presentes bastaba saber cómo estaban los cordones, hacia arriba significaba persona fuera de casa, y hacia abajo era la indicación de que estaba ahí.

 A renglón seguido después de ocuparme de cierto orden de casa, me siento a redactar estos textos. La actividad de escribir me ha nacido como algo natural desde muy joven, la disfruto mucho, hasta pudiera decir que es una de las acciones que me dan más satisfacción.

Thoureau nos lo dice clarísimo: dignificar la vida con lo que nos toca realizar y asumir, el presente creativo de hacer para ser. Él mismo, que vivió en los bosques de Norteamérica, habiéndose construido una cabaña con sus manos, quiso averiguar qué es eso de vivir prácticamente en austeridad franciscana.

¡Oh! ¡Dios!, me digo una y otra vez, ¡cuánto nos falta por comprender a la especie humana! En estos días que escribo, mi percepción de la dimensión espiritual ha sufrido cambios. Mi hijo el menor, que le encanta la filosofía y la acción inquisitiva de mil asuntos, averigua. Con constancia estamos comentando nuevos libros y textos.  Me ha compartido últimamente cómo se está dando hoy día en sectores de la iglesia católica el cuestionamiento: ¿Qué ha pasado, porqué la iglesia está en desbandada? ¿Por qué los conventos se cierran a montones en pocos años y se dice que los fieles ya se han ido a otras búsquedas y latitudes?  A veces es largo este camino de regreso, vale la pena hacerlo y hacerlo bien, como dice uno de los sacerdotes que está buscando el retorno de la Fe católica con una razón más fundada y para que no haya más trastabilleos: -Hay que comer el pan con corteza y ya dejarnos de papillas- Pbro. Calvo.

 El conocimiento de los porqués es básico. Sabemos que no a todos nos interesan los cuestionamientos. Quienes aprendimos el valor de acudir a las fuentes, nos gusta encontrarlas, estarnos por las ramas es como comer el pan sin corteza.

 Hay, (según dicen los sacerdotes estudiosos) el problema mundial de haber acogido filosofías que no lo son. Es comprensible desde que cada día pasan verdades como mentiras y viceversa.

                                                                Hace algunos días, en un programa de entrevistas de la TV abierta, me toco escuchar a un científico social, y puse mucha atención, esos temas me pueden fascinar. Se trataba de un científico inglés, arqueólogo de profesión, como lo soy yo misma y sé bien todo lo que se puede aprender de los vestigios arqueológicos. La persona que le entrevistó fue Sabina Berman, llevó las cuestiones hacia las aclaraciones pertinentes de ¿cómo es posible no tener esperanza en las sociedades modernas? le dijo: -Hemos interpretado la historia de todos los pueblos del mundo de una manera fatalista-. Eso de catalogar a los grupos de primitivos, tan solo porque no tenían adelantos técnicos de gran magnitud comparados con los de la actualidad, es un error.

David Wengrow ha escrito una obra con el título: -El amanecer de todo-.

Pertenece al College of London y comenta: No siempre existieron sociedades jerárquicas, y algunas han dado muestras de gran cooperación, este término cooperar, es la clave en muchísimos estudios de la antropología moderna, como el asunto a revalorar los tiempos pasados.

Las sociedades más antiguas muchas veces dan muestras de un gran humanismo y equilibrio. Hay lugares en los que se han excavado casas habitación que eran enormes recintos de base cooperativista. No es que las quisiéremos imitar tal cual, cada época tiene sus propias dinámicas, la enseñanza es observar en donde ha habido vida de relación bien llevada, es un ejemplo de cómo la realidad enseña.   

La moneda se instituye para el orden y nada más, no para acumular en exceso. El medio de intercambio que necesitábamos para estar en concordancia unos con otros. Esa hipervaloración de lo monetario es producto del miedo. Los pillos seguirán existiendo, eso es un hecho que habremos de aceptar como parte de las limitaciones en la educación y ya se vuelve un asunto de conciencia.

Cada sociedad por más sencilla que sea (aun habiendo analfabetas) es una sociedad que podría funcionar sin discriminar, si superamos quienes somos y que tan solo somos congénere en un mundo que hay que salvaguardar, no pelearnos por los territorios como si fuéramos bárbaros salvajes.

Se han encontrado sociedades en el Amazonas tremendamente organizadas, que no provocan la discordia porque saben que no procede, ni en su mente ni en su realidad.

Se dice que Norteamérica hubo un caso de colonos que se unieron a vivir con los aborígenes, porque se dieron cuenta de sus modos tan ordenados de respeto a la naturaleza y a la vida. El sentido de comunidad es lo único que nos va a salvar.

El mundo dizque civilizado ha creado muchísima soledad. No es que ésta sea negativa, a veces aislarse es necesario, pero el aislamiento que se da en los ámbitos de las ciudades hiperpobladas es tremendo, el ser humano se desubica.

La antropología (no lo olvidemos) claramente nos ha dicho que no somos agresivos solo porque sí, no está en nuestra naturaleza básica la riña per-se, la agresión se da por motivos de mentes trastocadas en situaciones pico o por enfermedad.

Cerré el año 2007 con bastante serenidad.

Vivir

Como agua que corre

Corazones que ahí mismo se empalman

En la parte feliz

En los aspectos trastocados

¿Qué tan falaz, en lo falaz?

Las penas

Los disfraces del ser

¿Qué somos, cuando no somos?

El cauce vital es añoso, se vive

Observante

Lector

Escribiente. MJ

 

 

 

 

 

 

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