miércoles, 31 de julio de 2024

 

Estar, en lo que estamos. (8)

 

                                                                                         La mente es como un faro,

y como tal, no siempre presenta la cara de luz. MJ

                                                                 La verdadera luz está dentro de nosotros. Ir descubriendo la luminosidad que todos tenemos, puede ser el reto más tenaz que pueda proponerse el ser humano. Los textos que leemos y los que podemos leer, así como todo lo que a diario aprendemos en el vivir cotidiano, es parte de esa luz, toma carices coloridos, formas nuevas, jamás se extingue. Si por momentos dejamos de percibirla, es porque puede estar en proceso de afinación o está en momentos específicos para tomar fuerza.

No importa que esa luz que nos habita no sea visible todo el tiempo, tal como gira la luz de un faro costero, tenemos la certeza que su redondez dará la vuelta y estará con todo su esplendor. Para sobrellevar los momentos que interconectan luz y oscuridad la mente tiene todo que ver estando observante y si surge la presión, tomar unas respiraciones es lo preciso, aunque haya obstáculos seguimos por el camino correcto.

                              Volviendo a la centralidad del Zen, como venimos comentado, por ahora las reflexiones serán más en lo que percibimos como las tensiones de la vida.

Hay un tipo de tensión emotiva en los seres humanos que es recomendable aprender a detectar con tino. Para esto los gatos son maestros y si tenemos uno en casa, es el momento de observar cómo estos animales saben tomar los tiempos sin mayores objeciones. Cada maullido de un gato, una expresión única y concreta. He escuchado que los gatos, maúllan más que nada a los seres humanos, entre ellos es menor esa expresión.

Es los humanos esta tensión motivante es clave. De entrada, habremos de tener en claridad:  lo que es presión para una persona puede no serlo para otra.

En la religiosidad se habla de un término muy interesante: La Bienaventuranza.

 Este término se refiere a prosperidad o felicidad de espíritu. Si somos asertivos en el manejo de las tensiones nos podemos mantener con el ánimo más alto. Ese buen manejo de lo que nos presiona, es el logro que nos acerca a lo bienaventurado.

La vida laxa no conduce a nada positivo. Estar siempre ocupados es un buen principio de creatividad y estar en actividad no necesariamente significa agotamiento, ejercitar un talento puede darnos certeza y hasta consuelo si así lo necesitamos, si todo va dirigido a lo que estamos creando, esas tensiones pueden ser motivos genuinos. ¿No les ha pasado que cuando están felices haciendo algo solo quieren continuar en ese momento? Acciones liberadoras, las podremos llamar, ese es el fin. Las tensiones bien manejadas son positivas, de estas nadie se salva, así que más vale saber distinguir lo positivo y de esto lo bueno.

Reconocer, ser conscientes de lo que hemos comprendido como positivo, que ha de convertirse en bueno, a su tiempo. Lo positivo lo vamos acumulando cómo experiencia, y eso nos trae calma, mas esto no garantiza de fondo que estemos en toda la bienaventuranza que es posible. Conseguir bienaventuranza conlleva: En primera, tener lo más claro posible el conocimiento de uno mismo, de ahí detectar el alcance de lo positivo y esto mismo nos puede remitir a los momentos o actos buenos. Es lo que hacemos al estar en lo que estamos. Amiel dice que en una ocasión hizo una pregunta: ¿En qué se convierte usted, le dijo a un amigo? Y la respuesta fue: -no me convierto en nada; me contento con ser. -

 Ya cuando una acción es buena, es seguro que pasaremos a otro nivel que puede llevarnos a lo que es diciplina, es decir algo que podremos repetir.

Exacto como es el proceder al meditar cuando nos sentamos y observamos la mente, de esa misma manera ante las tensiones podremos reaccionar observantes.

                                               Entre los principios Zen más importantes existe uno que bien a bien nos vendría de perlas practicar: No responder con impronta. No reaccionar sino hasta que seamos cuestionados tres veces, (obvio que no es tan literal) más bien se refiere a tomarnos un pequeño lapso de tiempo.

 Aplicarnos a poder poner en modo observante eso que se nos cuestiona y saber responder. Cuando la gatita de casa pide salir al jardín (a pesar de que tiene una salida fluida por una puerta pequeña batiente, a veces elige la que está cerrada) emite un maullido muy característico que prácticamente está pidiendo: -abran la puerta-, cuando uno lo hace, ella medita sentada por un minuto, a su debido tiempo emprende la salida. Jamás sale corriendo y mucho menos precipitada.

 Nos han hecho creer que el tiempo apremia y se nos olvida que es una dimensión que nosotros podremos percibir y administrar para nuestro mejor desempeño.

Cuando ya somos más experimentados en la observación de nosotros mismos, no reaccionamos tan fácil ni tan rápido, nos volvemos cautos y en reserva segura. De ser posible, no responder a nada con inmediatez.

Cuando nos dejamos de aferrar a cosas que no tienen tanta certeza de ser parte de nuestro bagaje personal, los tiempos de Dios aparecen y los tiempos del mundo toman su lugar.

Nuestras experiencias, somos nosotros mismos. No está aparte de nosotros eso que experimentamos.

La fuerza que tomamos en la meditación y cuando estamos más atentos, nos permite no estacionarnos en sucesos pasajeros, es como aquel dicho: Seremos más capaces de ver el bosque completo, aunque sea un solo árbol el que tengamos enfrente.

Aprender que la vida ni es espectáculo, ni drama. Solemos no darnos cuenta cuando optamos por actitudes dramáticas, esas dejémoslas a los artistas del escenario.

¿Emociones mal interpretadas y dejadas al azar? es seguro que tendrán efecto negativo en nosotros, cuando aprendemos a observarnos estamos abriendo una puerta a la sensatez y con esto a la tranquilidad de espíritu.

¿A qué le llamamos lo positivo?

A todo aquello que sentimos que de una manera u otra implementa para bien. Hay situaciones positivas que no son buenas en el momento que se dan.

 Las reservas de la mente siempre están, son parte de la parte iluminada para hacer uso de ellas a su debido tiempo. Si se trastocan los momentos, podremos enredar, aunque la intención sea buena. Hay un dicho que parece obvio pero que no es tan sencillo como parece: -Una cosa a la vez-.

Lo que experimentamos con bien, deja como un limo que se cuaja para siempre y nos da asiento para implementar por ahí. Si no nos queda el saco, ¿para qué nos lo probamos?

Se habla mucho hoy día de soltar, las personas nos confundimos pensando a que se refiere eso de dejar ir, en realidad cada uno lo tenemos claro, como decía mi madre: si… -nos hemos metido un alacrán en el zapato- hay que salir de ese inconveniente lo más rápido posible, puede referirse esto a una acción mal emprendida o también a una persona que llegó y ya cerró su ciclo con nosotros.

Algunas veces por buscar lo mejor, perdemos lo bueno que tenemos. Hubo en la ciudad un Restaurante que se encontraba muy cerca del centro histórico. Solíamos ir porque era muy acogedor, pequeño y una comida francesa sin igual. Les iba tan bien, que creyeron que poniéndolo en un espacio el doble de grande y a las afueras del centro iba a ser un verdadero éxito y no fue así. Lo acogedor se perdió, y mucho del encanto ya no volvió jamás.  - ¡Cuidado! Lo mejor (o que lo parece) puede convertirse en enemigo de lo bueno-.

Mi hija tuvo una experiencia muy singular hace algunos años. Creo que la he narrado antes, ahora hare un resumen: Fue de intercambio a Filadelfia en los Estados Unidos. La casa que le asignaron parecía de lo mejor y uno de los asuntos positivos fue porque podría practicar la equitación que en ese tiempo era su pasión. Resultó, que quienes le acogieron no estaban convencidos del programa de intercambio, tuvieron dudas. Al final la cambiaron de casa a una buena, creyendo que no era la perfecta resulto que sí, aun sin la práctica del deporte que le hacía tan feliz. No paso nada, solo que todos sus implementos de ese deporte se quedaron en la maleta. Llegó a la siguiente estación: una casa en donde fue muy bien acogida. La señora se apellidaba Roche, como yo. Todo fluyó como lo esperado desde un principio, ella podría ir al colegio que quedaba cerca. Para mí, compartir el apellido con la madre sustituta de mi hija en los Estados Unidos fue un signo, y no estuve equivocada.

 Entre las muchas cosas positivas estuvo una muy concreta:  les gustaba cocinar.  Ella tomó tanto gusto por esa actividad que hoy día disfruta mucho cuando tiene tiempo y entra a la cocina, yo aprendo de ella, esos menesteres no se me dan fluidos. Mas adelante, la hija de la familia norteamericana paso una temporada en casa, vino unos meses a aprender español. En ese viaje su madre me mando una libreta de regalo, la numeré como la numero 70 (setenta) es una libreta hermosísima, forrada con tela en tono beige claro y textura como de lino grueso y tiene la imagen de unas manos juntas, como orando.

Empezaba el año 2006.

La verdadera vida se vive cuando percibimos lo bueno, y nos quitamos las inquietudes y reproches de lo que creemos pudimos haber hecho mejor. Es por eso que habremos de estar atentos a los cambios, disfrutar de los buenos recuerdos.

Nunca he pretendido que las libretas que resguardan mis líneas y líneas manuscritas y que revelan una vida diaria bastante prolifera, se distingan por bonitas, la mayoría son libretas comunes y corrientes, la esencia de lo que he escrito tan solo quiere revelar lo que hacemos en el día y cómo podemos lograr que eso se transforme el algo extraordinario, es decir con la máxima significancia para nosotros mismos, y ya está.  La primera vez que escuche que uno lo podría lograr tan solo con la mente conjuntamente con el buen desempeño y enfoque que le damos a la vida, lo leí de un libro que puede volverse de cabecera, de Sarah Ban Breanach:

-El encanto de la vida simple-.

¿Qué es la reverencia?

Pregunta en una de sus páginas Sarah Ban B. y nos dice a renglón seguido:

-Un estado alterado de conciencia, en el que se conjunta: asombro y admiración-.

Para continuar y concretar, dice Dame Rebecca West:

-Mi memoria está en mis manos-.

Y nos queda claro que así es, lo que puede producirnos reverencia es algo que nos da sustancia en el alma, tener presente los buenos momentos vividos, así como inclinarnos ante nosotros mismos y honrar las buenas decisiones que podemos tomar. (Continuará).

 

 

 

 

 

 

 

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