Escribir, leer, ser. (7)
Si das lo que
has de menester,
es seguro que el diablo se ría de ti.
Dicho popular. (Paraf.)
En realidad, este refrán del diablo lo he oído
durante toda la vida cerca de mi madre. Tenía yo 54 (cincuenta y cuatro) años
de edad, cuando mi madre partió de este mundo, mas se hizo presente de otras
maneras cuando con sus dichos, refranes y acciones pasadas le recordamos en el
día a día. Mi madre se despidió de su vida una madrugada durmiendo. Nunca
padeció ninguna enfermedad, solo los achaques propios de la edad.
Eso del demonio fue algo en lo que ella se basaba para
hablar de los males terrenales, era obvio que así se diera, ante una educación
netamente religiosa como centralidad de vida, no se podía esperar menos. Hacía
mucho hincapié en esa presencia de los males relativos a lo demoníaco. Mi marido me decía que no era posible que ese
ser como tal, con cuernos y cola me produjera tanto pesar y hasta miedo, porque
según él, todos hemos sido parte de una educación doctrinal de la religión
católica y en su momento ese ser se sale del pensamiento que se percibe oscuro,
para convertirse en esa parte de la vida que se reconstruye con sabiduría. Pero,
a mí no se me dio así, yo no lo viví así, tardé mucho más es descartar esa
concepción mal entendida.
Tendría unos 5 (cinco) o 6 (seis) años de edad mi hijo,
en épocas de Halloween, cuando mi hermana le regaló un disfraz de diablo. Al
ver salir de la caja de cartón, los cuernos, la cola y tridente, todo resultó
muy divertido, hizo gran algarabía un pequeño
diablillo sonriente todo el día, dar de saltos con su cornamenta colorada fue
todo lo que se necesitó, los cuernos se perdian en una cabecita huera y lacia. El
niño más feliz. Me ayudó mucho para desterrar de fondo esas imágenes que son en
algunos aspectos solo eso, y nada más. Habíamos sido invitados esas vacaciones
a la isla de Cozumel, por amigos muy queridos.
Ese periodo que pasamos en el hotel de la familia de una muy
querida amiga y en donde a los niños se le presentaba la diversión a cada paso,
hizo que a nuestro hijo por un tiempo se le conociera con ese sobrenombre de
-el diablo-. El pequeño diablo nos hizo esos días muy felices, al grado que el
marido de mi amiga (que le puso ese apodo) en días posteriores y ya adulto, él
le nombraba así, con enormes carcajadas características de nuestro buen amigo. También
he escuchado que a otros jóvenes les ponen ese sobrenombre, como algo natural y
sin ninguna carga.
Las
personas tenemos un límite, y ese mismo tanto de bola, rige de una
manera particular en cada ser humano. Lo que es bueno para uno, tal vez no lo
sea nunca para otro. Descubrir qué cosas necesitamos, como las tenemos y
sostenemos en la vida y si es necesario entregarlas a su debido tiempo, cada
cual encontrará y sabrá el propio momento.
Algunas personas, cuando llega un determinado tiempo,
aunque la vida no lo exija, procuran cambios más que nada en el orden que se
conoce, para mayor dignidad.
Cuando Simone de Beauvoir, durante la guerra se vio
impulsada por nuevos momentos y vivió un cambio de casa, sintió y resintió todo
lo que hubo de necesario para reacomodarse. Ella y su hermana, tuvieron
momentos proclives a la angustia. Como adolescentes, lo primero que nos va
quedando claro es que el mundo no es armónico (como suele percibirse en la
infancia) sino que los desatinos, las rencillas entre los adultos y las
necesidades de nuevas adaptaciones afectan mucho. El paso de la niñez a la
adolescencia y juventud nos descuadra y desordena, a Simone se le desubicó el
papel de Dios que ella había percibido muy claro en la educación básica, luego
ya eso se le desvanecía como una nube entre los dedos. Ya observaba verdades
que no fácilmente podía compartir con los adultos. El ritual religioso lo
seguía con frialdad y la madre le increpaba al respecto.
Su sentido de convivencia en pareja se aclara cada vez
más, no se presentaba posible lograrlo como lo había concebido idealmente: -yo
quería que entre marido y mujer todo estuviera en común-. A muchos nos cuesta
pasar por lo mismo. Yo, lo viví en carne propia, ya que mi marido que tenía una
vida personal ya muy estructurada como lector y escritor al llegar a la casa
compartida, pidió en el entorno casero del matrimonio un espacio personal. En
primera instancia yo puse el grito en el cielo. Luego, di gracias a Dios
que tuve la claridad necesaria, misma que llegó con los días de convivencia y
quise yo también tener un espacio solo mío, y así, nuestros libros generales se
compartieron, y las lecturas particulares ocuparon un lugar tan especial en
nuestras personas que cada quien tenía (y tenemos hasta el día de hoy) un
librero intocable. Importantísimos recintos únicos.
Estaba en esos
tiempos, comenzando a conocer la obra de Virginia Woolf y su libro titulado -Una
Habitación Propia- me vino como anillo al dedo. La vida de pareja no se puede
dar en armonía si no se tienen espacios personales bien dispuestos.
Las parejas no se unen para mimetizarse, tan solo se
comparte por un tiempo, y luego, viene ese elegir que a muchos nos toca llevar
con los hijos adultos de una manera muy agradable. Nuestra hija mayor vive en
casa hasta hoy día, (vivió 10 (diez) años sola en Cancún) su regreso nos ayudó,
y nos ayuda a respetar los ámbitos y así compartir con ella los tiempos
dispuestos. Nuestro hijo menor vive cerca de casa con su esposa e hijos, y
también con los tiempos selectivos para una convivencia grata y cordial.
Los adultos del entorno parisino de Simone, creían (respecto
a las parejas que se formaban para la vida matrimonial) que no era necesario
considerar las preferencias compartidas o por compartir, y ni considerar las
preferencias no compartidas, estas eran más bien para los varones. Las mujeres
solo se dedicaban a labores a las que se les disponía con cierta inercia y
naturalidad en esos tiempos. Se decía que el flechazo sentimental lo era
todo y era una realidad ineludible, las parejas se flechaban de pronto y solo
eso bastaría para una vida armónica segura. ¿Mundos ideales?, totalmente. Todo
esto era tan incierto, que Simone trataba de observarlo como se daba en la
realidad, asunto que no encontraba claramente entre nadie que le rodeara. Sabía
que eso no le terminaba de cuadrar.
Decían: -en el minuto en que los novios pronuncian ante
el sacerdote el Si que los une, la gracia baja sobre ellos y se aman-.
¡Cuánto idealismo! Señor del Universo. Dios de todos los humanos. ¿A quién se
le ocurre que las cosas sean así? como llenas de magia. Creo que el romanticismo
nos ha ocupado a todos por un buen rato en la vida, el alma y el pensamiento, mas
de eso a que la vida se de en una perfección divina… habremos de saber que la
vida nunca funciona así. Con estos pensamientos es cuando el diablo: muere
de la risa detrás de la puerta.
Es en verdad increíble cómo ha evolucionado el pensamiento
con el paso de las eras, de las generaciones. Como es
posible creer que se puedan consolidar relaciones humanas tan solo por pensar
que así será naturalmente ¿No podemos comprender lo diversos que somos y más aún
cuando vamos a vivir la vida con una persona que ha sido parte de otros modos?
aunque se tengan las mismas miras y principios, a la hora de unirnos en
matrimonio miles son las cosas que hay que pulir y transformar, reajustar y no
solo de la persona sino de los modos de ser y hacer.
Simone, se hace una pregunta muy interesante: - ¿De dónde salía mi concupiscencia? -.
Se lo va a contestar conforme su mente se asiente en las
ideas propias, que guiaron su existencia. Y veamos que no es algo fácil, porque
el significado de tan rebuscado termino no es sencillo tampoco, según nos dice
la Academia: -En la moral católica, deseo de bienes terrenos y en especial
apetito desordenado de placeres deshonestos-. Lo sabemos claramente, el
desorden es una puerta directa a que el diablo haga en los caminos sus
fechorías, y si regalamos lo que necesitamos, (no solo en lo material,
también en actitudes) pues resulta peor esa carcajada del demonio. Es
por eso, que no hay que ir por ahí confiando en todo mundo, habremos de saber
en qué personas podremos poner nuestra confianza y sapiencia, misma que todos
tenemos y nunca debemos desperdigar por ahí con personas que no la saben
apreciar, no la podemos entregar si queremos estar en esa paz que tanto hemos
mencionado.
Simone, muy joven empieza a leer filosofía. Se daba
cuenta como esta ciencia bien entendida nos conduce a las esencias que darán
base fiel al pensamiento, no hay necesidad de erudición, solo saber lo que sí
es parte de la verdad en la que creemos.
En el año 2008 escribí el cuaderno numero 74 (setenta y
cuatro).
Claramente había venido especulando en los asuntos de
asentar la felicidad con buen sentido. Me preguntaba una y otra vez ¿qué es eso?,
como se comía ese asunto, para no divagar. Así es como, entre los
textos que iba leyendo lo que más me convenció es la premisa de saber: podemos
hacer de la felicidad, Un habito. No hay habito que valga si no se lleva
una vida ordenada. Había comenzado más en forma a preguntarme del significado
de la consciencia que es diferente al de conciencia.
Ir dándonos cuenta de que los caminos son tan personales
como una huella digital, la vida nos sonríe mucho más. Notaba como muchas
mujeres de mi generación y yo misma, íbamos percibiendo que la vida de pareja
se construye y no se imita de nada ni nadie, nuestras madres tuvieron su
momento, era claro que el nuestro era ya de otros giros, modalidades y
entendimientos.
El convivir, ese compartir y como se maneja la buena
voluntad, es básico.
Cada que queremos comprender en donde está la presencia
de Dios, va quedando claro que es un asunto que se aclara de una forma personal.
Por estas fechas un pensamiento escribí: -Dios está presente en el humor que
nos permitimos, hay una buena relación con la divinidad si en el fuero interno
se siente la armonía, exactamente como la percibimos que la viven los niños-.
En estos tiempos me di a la tarea de encontrar el espacio
para armar rompecabezas de muchísimas piezas, iba eligiéndolos y armándolos con
una enorme satisfacción. Luego los llevaba a poner en un formato de poster
para donar al bazar De La Buena Voluntad, las ventas ahí son con un propósito,
se dan buenos precios para que esos fondos sirvan de ayuda a enfermos necesitados
y sus familias.
Escribí algunos textos sobre tenis (todos localizados en
mi blog personal, majocreativa.blogspot.com) y disfrutaba dándome cuenta cuánto
he gozado de este deporte, no solo en las épocas en que lo practiqué, sino
luego como buena aficionada y observante de cuanto se puede aprender del mismo.
Por estas épocas revisadas, doy fe que el ser que me
ayudaría a comprender como plasmar algunas obras plásticas en acrílico, llegó a
mi vida: El Arq. Miguel A. Reyes. Este arquitecto fue un buen dibujante de la
técnica de grafito, no solo impartía buenísimas clases de dibujo en la escuela
de Arquitectura local, sino que a unas amigas y a mi nos instruyó en el manejo
de los acrílicos. Fue así que transformé mis percepciones de la temporalidad,
en cuadros. Encontré en él a un buen amigo, que luego partió muy rápido de este
mundo.
Cuidaba mucho no caer en los aspectos de la bisutería
de la vida. Estos ámbitos se perciben de pronto y nos hacen sentir falazmente
que estamos en mucha más ligereza que la realidad impone y se hacen presentes
cuando en el centro del pecho nos habita un sentimiento de algo así como que: no
vamos a ninguna parte. Creo que todos lo hemos sentido, a veces con
acciones que pueden parecer muy determinantes y brillantes pero que de pronto
se oxidan. Nos alejan de la
centralidad de vida.
Uno mismo puede darse cuenta cuando la vida se escurre
como si se fugase. Hoy día me queda claro que nada se va a otra parte más que a
fortalecernos, porque el aprendizaje siempre brinda sus dádivas tarde o
temprano.
(Continuará).
No hay comentarios:
Publicar un comentario