miércoles, 11 de diciembre de 2024

 

Escribir, leer, ser. (7)

 

                                                                              Si das lo que has de menester,

es seguro que el diablo se ría de ti.

Dicho popular. (Paraf.)

                                                                              En realidad, este refrán del diablo lo he oído durante toda la vida cerca de mi madre. Tenía yo 54 (cincuenta y cuatro) años de edad, cuando mi madre partió de este mundo, mas se hizo presente de otras maneras cuando con sus dichos, refranes y acciones pasadas le recordamos en el día a día. Mi madre se despidió de su vida una madrugada durmiendo. Nunca padeció ninguna enfermedad, solo los achaques propios de la edad.

Eso del demonio fue algo en lo que ella se basaba para hablar de los males terrenales, era obvio que así se diera, ante una educación netamente religiosa como centralidad de vida, no se podía esperar menos. Hacía mucho hincapié en esa presencia de los males relativos a lo demoníaco.  Mi marido me decía que no era posible que ese ser como tal, con cuernos y cola me produjera tanto pesar y hasta miedo, porque según él, todos hemos sido parte de una educación doctrinal de la religión católica y en su momento ese ser se sale del pensamiento que se percibe oscuro, para convertirse en esa parte de la vida que se reconstruye con sabiduría. Pero, a mí no se me dio así, yo no lo viví así, tardé mucho más es descartar esa concepción mal entendida.

Tendría unos 5 (cinco) o 6 (seis) años de edad mi hijo, en épocas de Halloween, cuando mi hermana le regaló un disfraz de diablo. Al ver salir de la caja de cartón, los cuernos, la cola y tridente, todo resultó muy divertido, hizo gran algarabía  un pequeño diablillo sonriente todo el día, dar de saltos con su cornamenta colorada fue todo lo que se necesitó, los cuernos se perdian en una cabecita huera y lacia. El niño más feliz. Me ayudó mucho para desterrar de fondo esas imágenes que son en algunos aspectos solo eso, y nada más. Habíamos sido invitados esas vacaciones a la isla de Cozumel, por amigos muy queridos.

Ese periodo que pasamos en el hotel de la familia de una muy querida amiga y en donde a los niños se le presentaba la diversión a cada paso, hizo que a nuestro hijo por un tiempo se le conociera con ese sobrenombre de -el diablo-. El pequeño diablo nos hizo esos días muy felices, al grado que el marido de mi amiga (que le puso ese apodo) en días posteriores y ya adulto, él le nombraba así, con enormes carcajadas características de nuestro buen amigo. También he escuchado que a otros jóvenes les ponen ese sobrenombre, como algo natural y sin ninguna carga.

                                     Las personas tenemos un límite, y ese mismo tanto de bola, rige de una manera particular en cada ser humano. Lo que es bueno para uno, tal vez no lo sea nunca para otro. Descubrir qué cosas necesitamos, como las tenemos y sostenemos en la vida y si es necesario entregarlas a su debido tiempo, cada cual encontrará y sabrá el propio momento.

Algunas personas, cuando llega un determinado tiempo, aunque la vida no lo exija, procuran cambios más que nada en el orden que se conoce, para mayor dignidad.

Cuando Simone de Beauvoir, durante la guerra se vio impulsada por nuevos momentos y vivió un cambio de casa, sintió y resintió todo lo que hubo de necesario para reacomodarse. Ella y su hermana, tuvieron momentos proclives a la angustia. Como adolescentes, lo primero que nos va quedando claro es que el mundo no es armónico (como suele percibirse en la infancia) sino que los desatinos, las rencillas entre los adultos y las necesidades de nuevas adaptaciones afectan mucho. El paso de la niñez a la adolescencia y juventud nos descuadra y desordena, a Simone se le desubicó el papel de Dios que ella había percibido muy claro en la educación básica, luego ya eso se le desvanecía como una nube entre los dedos. Ya observaba verdades que no fácilmente podía compartir con los adultos. El ritual religioso lo seguía con frialdad y la madre le increpaba al respecto.

Su sentido de convivencia en pareja se aclara cada vez más, no se presentaba posible lograrlo como lo había concebido idealmente: -yo quería que entre marido y mujer todo estuviera en común-. A muchos nos cuesta pasar por lo mismo. Yo, lo viví en carne propia, ya que mi marido que tenía una vida personal ya muy estructurada como lector y escritor al llegar a la casa compartida, pidió en el entorno casero del matrimonio un espacio personal. En primera instancia yo puse el grito en el cielo. Luego, di gracias a Dios que tuve la claridad necesaria, misma que llegó con los días de convivencia y quise yo también tener un espacio solo mío, y así, nuestros libros generales se compartieron, y las lecturas particulares ocuparon un lugar tan especial en nuestras personas que cada quien tenía (y tenemos hasta el día de hoy) un librero intocable. Importantísimos recintos únicos.

 Estaba en esos tiempos, comenzando a conocer la obra de Virginia Woolf y su libro titulado -Una Habitación Propia- me vino como anillo al dedo. La vida de pareja no se puede dar en armonía si no se tienen espacios personales bien dispuestos.

Las parejas no se unen para mimetizarse, tan solo se comparte por un tiempo, y luego, viene ese elegir que a muchos nos toca llevar con los hijos adultos de una manera muy agradable. Nuestra hija mayor vive en casa hasta hoy día, (vivió 10 (diez) años sola en Cancún) su regreso nos ayudó, y nos ayuda a respetar los ámbitos y así compartir con ella los tiempos dispuestos. Nuestro hijo menor vive cerca de casa con su esposa e hijos, y también con los tiempos selectivos para una convivencia grata y cordial.

Los adultos del entorno parisino de Simone, creían (respecto a las parejas que se formaban para la vida matrimonial) que no era necesario considerar las preferencias compartidas o por compartir, y ni considerar las preferencias no compartidas, estas eran más bien para los varones. Las mujeres solo se dedicaban a labores a las que se les disponía con cierta inercia y naturalidad en esos tiempos. Se decía que el flechazo sentimental lo era todo y era una realidad ineludible, las parejas se flechaban de pronto y solo eso bastaría para una vida armónica segura. ¿Mundos ideales?, totalmente. Todo esto era tan incierto, que Simone trataba de observarlo como se daba en la realidad, asunto que no encontraba claramente entre nadie que le rodeara. Sabía que eso no le terminaba de cuadrar.

Decían: -en el minuto en que los novios pronuncian ante el sacerdote el Si que los une, la gracia baja sobre ellos y se aman-. ¡Cuánto idealismo! Señor del Universo. Dios de todos los humanos. ¿A quién se le ocurre que las cosas sean así? como llenas de magia. Creo que el romanticismo nos ha ocupado a todos por un buen rato en la vida, el alma y el pensamiento, mas de eso a que la vida se de en una perfección divina… habremos de saber que la vida nunca funciona así. Con estos pensamientos es cuando el diablo: muere de la risa detrás de la puerta.

Es en verdad increíble cómo ha evolucionado el pensamiento con el paso   de las eras, de las generaciones. Como es posible creer que se puedan consolidar relaciones humanas tan solo por pensar que así será naturalmente ¿No podemos comprender lo diversos que somos y más aún cuando vamos a vivir la vida con una persona que ha sido parte de otros modos? aunque se tengan las mismas miras y principios, a la hora de unirnos en matrimonio miles son las cosas que hay que pulir y transformar, reajustar y no solo de la persona sino de los modos de ser y hacer.

Simone, se hace una pregunta muy interesante:  - ¿De dónde salía mi concupiscencia? -.

Se lo va a contestar conforme su mente se asiente en las ideas propias, que guiaron su existencia. Y veamos que no es algo fácil, porque el significado de tan rebuscado termino no es sencillo tampoco, según nos dice la Academia: -En la moral católica, deseo de bienes terrenos y en especial apetito desordenado de placeres deshonestos-. Lo sabemos claramente, el desorden es una puerta directa a que el diablo haga en los caminos sus fechorías, y si regalamos lo que necesitamos, (no solo en lo material, también en actitudes) pues resulta peor esa carcajada del demonio. Es por eso, que no hay que ir por ahí confiando en todo mundo, habremos de saber en qué personas podremos poner nuestra confianza y sapiencia, misma que todos tenemos y nunca debemos desperdigar por ahí con personas que no la saben apreciar, no la podemos entregar si queremos estar en esa paz que tanto hemos mencionado.

Simone, muy joven empieza a leer filosofía. Se daba cuenta como esta ciencia bien entendida nos conduce a las esencias que darán base fiel al pensamiento, no hay necesidad de erudición, solo saber lo que sí es parte de la verdad en la que creemos.

En el año 2008 escribí el cuaderno numero 74 (setenta y cuatro).

Claramente había venido especulando en los asuntos de asentar la felicidad con buen sentido. Me preguntaba una y otra vez ¿qué es eso?, como se comía ese asunto, para no divagar. Así es como, entre los textos que iba leyendo lo que más me convenció es la premisa de saber: podemos hacer de la felicidad, Un habito. No hay habito que valga si no se lleva una vida ordenada. Había comenzado más en forma a preguntarme del significado de la consciencia que es diferente al de conciencia.

Ir dándonos cuenta de que los caminos son tan personales como una huella digital, la vida nos sonríe mucho más. Notaba como muchas mujeres de mi generación y yo misma, íbamos percibiendo que la vida de pareja se construye y no se imita de nada ni nadie, nuestras madres tuvieron su momento, era claro que el nuestro era ya de otros giros, modalidades y entendimientos.

El convivir, ese compartir y como se maneja la buena voluntad, es básico.

Cada que queremos comprender en donde está la presencia de Dios, va quedando claro que es un asunto que se aclara de una forma personal. Por estas fechas un pensamiento escribí: -Dios está presente en el humor que nos permitimos, hay una buena relación con la divinidad si en el fuero interno se siente la armonía, exactamente como la percibimos que la viven los niños-.

En estos tiempos me di a la tarea de encontrar el espacio para armar rompecabezas de muchísimas piezas, iba eligiéndolos y armándolos con una enorme satisfacción. Luego los llevaba a poner en un formato de poster para donar al bazar De La Buena Voluntad, las ventas ahí son con un propósito, se dan buenos precios para que esos fondos sirvan de ayuda a enfermos necesitados y sus familias.

Escribí algunos textos sobre tenis (todos localizados en mi blog personal, majocreativa.blogspot.com) y disfrutaba dándome cuenta cuánto he gozado de este deporte, no solo en las épocas en que lo practiqué, sino luego como buena aficionada y observante de cuanto se puede aprender del mismo.

Por estas épocas revisadas, doy fe que el ser que me ayudaría a comprender como plasmar algunas obras plásticas en acrílico, llegó a mi vida: El Arq. Miguel A. Reyes. Este arquitecto fue un buen dibujante de la técnica de grafito, no solo impartía buenísimas clases de dibujo en la escuela de Arquitectura local, sino que a unas amigas y a mi nos instruyó en el manejo de los acrílicos. Fue así que transformé mis percepciones de la temporalidad, en cuadros. Encontré en él a un buen amigo, que luego partió muy rápido de este mundo.

Cuidaba mucho no caer en los aspectos de la bisutería de la vida. Estos ámbitos se perciben de pronto y nos hacen sentir falazmente que estamos en mucha más ligereza que la realidad impone y se hacen presentes cuando en el centro del pecho nos habita un sentimiento de algo así como que: no vamos a ninguna parte. Creo que todos lo hemos sentido, a veces con acciones que pueden parecer muy determinantes y brillantes pero que de pronto se oxidan.  Nos alejan de la centralidad de vida. 

Uno mismo puede darse cuenta cuando la vida se escurre como si se fugase. Hoy día me queda claro que nada se va a otra parte más que a fortalecernos, porque el aprendizaje siempre brinda sus dádivas tarde o temprano.

(Continuará).

 

 

 

 

 

 

 

 

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