Día a día, es el
reto. (7)
Los delirios, los autoengaños,
están a la orden del día.
¿En dónde vamos a
parar? MJ
Mirar desde los ojos del alma, es el reto. Va dándose con la visión que
tenemos del mundo y la del vivir diario, y aunque todo se amalgama, habremos de
estar atentos a que lo engañoso no se instale. Al releer lo escrito, quienes
hacemos diarios personales a veces nos preguntamos ¿qué nos queda en el
espíritu, en el resabio certero al paso de lo que vivimos, leemos y somos? De
las lecturas mucho nos permea, me voy encontrando que es necesario volver a
ellas, tanto las bíblicas como las de nuestras preferencias, dan seguridad para
la certidumbre. Sabemos bien, que nada cae en saco roto cuando se trata de
nuestro interior y en lo que está en el pandero de cada día. De eso que vamos
viviendo, algunas cosas se van como las nubes pasajeras que, en su movimiento,
pasan. Otras vivencias se quedan para hacernos más fuertes.
Los orgullos insurrectos
en la actualidad, apoyados a veces en insustancialidad, en fanatismos mochos
que abundan tan trasnochados, por momentos duelen, crean pensamientos a veces
delirantes y nada asentados en la realidad. Vemos cómo la misma religión no
siempre da los frutos. La realidad es
que no podemos pasar por alto que los caminos de Dios son en primera instancia,
de cada quien. Hay tanta intelectualidad hueca hoy día, que quisiera pensar que
solo son los excesos de información en las redes. Es claro que no habremos de
hacer caso de todo y por todo, afinar la percepción.
Por otro lado, la
carrera por poseer más y más materialidad parece que no tiene fin. Da tristeza infinita
observar las prioridades que algunos congéneres ponen en la palestra de sus días.
Notamos que los libros ya solo están de adorno en algunos sitios. Sabemos que
ahora más que nunca, en la vida del homo sapiens hay sectores que están
dejando todo (o casi) por rendir culto al becerro de oro. Como si
acumular fuera el reto. Mucho se está convirtiendo en basura que nos traga y
los océanos lo están resintiendo. Ahora que
me veo con las siete décadas de vida en compañía, vienen a mi mente algunas
personas que me marcaron como la hermana de mi padre con la que conviví tanto y
que lo que con ella viví cada vez es más claro: tener todo con orden y
disciplina. Pasábamos buenos ratos tanto en la ciudad de Mérida cómo en su hermosa
cabaña en los Estados Unidos, Westchester County, Nueva York, como parte del club
de tiro llamado Campfire.
Ahí se caminaba
mucho, había veredas sencillas bordeadas por inmensos y altos árboles, dueños de
su propio canto en el enramaje, permitían respirar profundo. Variedad de fauna
silvestre nos hacía compañía, venados, mapaches, ardillas, diversas de aves.
Guardaba yo hojas
de árboles y arbustos entre las páginas de mis libros. Me ha encantado siempre disfrutar
la variedad. Lo natural provee de formas y colores exquisitos y es por eso que
están presentes las hojas en algunas de mis obras plásticas.
El afán de orden de esa persona que yo veía
tan mayor en mi adolescencia y que a pesar de su carácter fuerte, me marcó. Hubo partes buenas que se han quedado. Hacíamos
listas para todo. Las idas a la ciudad de NY eran más o menos una vez por
semana y eran programadas entre ir a los teatros, compras y visitas a abogados.
De nada nos sirve
ser ordenados hoy día, si permea la distorsión de la mirada. Se cree en el
valor de las cosas por lo que representan y no por las necesidades reales que
nos resuelven. Volvía a casa con muchas cosas y las que más valoraba eran los
dos o tres libros adquiridos en la pequeña librería del pueblo cercano y así
fue como leí -La maravillosa tierra de Oz-, del autor Frank Baum. Tenía once
años de edad y había regresado del primer verano que pase en las montañas
Adirondacks, poco era mi inglés y lo practicaba leyendo, junto a mí un buen
diccionario, (también adquirido en esos momentos) me daba a la tarea con gusto.
Regresaba a casa con muchos conocimientos respecto al proceder de -Los empeños
de una casa- (exacto como el tituló de Cervantes) que mucho más tarde tuve el
placer de leer.
Es importante saber
el qué y el cómo todas las veces. Las abuelas de hoy lo intentamos. Habremos de
hacerlo sin apuro, los padres de los críos y los tíos de los mismos, están
mejor informados. El divertimento de los peques lleva sentidos nuevos, más bien
lo que puede preocupar es el apremio de querer hacer todo. Cada que tengo que elegir un regalo para los peques,
mis pasos me llevan con enorme placer al área infantil de las librerías.
Volviendo a las
lecturas bíblicas que marcan, recuerdo que una de las que más me impactó es la
referente a los quehaceres, como los organizamos y como también es importante
dar espacio para los ordenamientos caseros y también para el sereno momento interior.
El planteamiento bíblico
de Martha y María me encanta. Martha apurada en los quehaceres. María sentada a los pies de Jesús, le
escucha. ¡Oh Dios! hay tiempo para todo, casi parece decir.
Martha pregunta: -
¿Señor, no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? -l El maestro
le contesta: -Martha, Martha te preocupas y te agitas por muchas cosas y hay
necesidad de pocas, o mejor de una sola-.
¿Cuándo unas cosas
y cuando las otras? Ahí estriba la sabiduría del día a día. No poner de más y
no dejar de hacer lo importante. Ni que decir obviamente respecto a la mente,
tenerla con el cuidado de no atiborrarnos de información, se puede volver un
arte saber que espacios elegir para
informarnos, a donde acudir.
¿Confrontados? Es
claro que si es importante esa acción. Es buscar la belleza. Aprender cuando lo
que nos están diciendo es prácticamente chatarra mental y poder encontrar los
lugres en donde se discierne, en donde se opina con causa.
Sin pretender nunca
ser ofensivos, habremos de aprender a decir no y llevar los ritmos esperados,
es verdad que es mejor decir las cosas claras y el chocolate espeso…aunque
no a todos congéneres lo aceptan ni les gusta. A veces las intenciones se salen
del camino elegido.
A Jesús se le puede
observar en la Biblia como es importante para él, cambiar de ánimo. Se nota
claro cómo la utilización de la palabra en el maestro es precisa y asombra. En
varios pasajes bíblicos lo percibimos. Las acciones a su tiempo dan los mejores
resultados. No es fácil la educación de los niños en la actualidad, porque
también tienen demasiada oferta en la caja parlante de casa (la TV) y ya
hasta candados se utilizan hoy día para que eso no se salga de las
manos. Me asombra cuando los críos, nos dan lecciones de cómo llegar a tal o
cual plataforma para ver los dibujos animados permitidos. A los peques de casa,
cuando se aparece la necedad y el llanto inoportuno, se les dice la frase: -Por
favor utiliza tus palabras-. Hoy es factible y natural que un padre de familia
pueda cambiar el tono de voz, y decir con aplomo y proponer con cariño lo que
corresponde hacer.
A veces hay que
entrar a la vida misma por la entrada estrecha, sin temor. Sin dudas.
No podemos ser
mujeres y hombres solo de ley, porque el sentido común se aparta. Hace falta el
discernimiento leal, filial, objetivo.
Un gran compañero de reflexiones en mi vida adulta, ha sido el Diario personal
de Amiel. Enrique Federico Amiel, quien me fue presentado para su lectura por
un buen amigo, poeta y escritor a quien aprecio mucho y veo muy poco. Ha sido
básico para mí, ese Diario Íntimo. El libro es de mi mesa de noche. Consultado con frecuencia, subrayado y
releído. Un pensador y filosofo de la vida diaria fue Amiel en el siglo
antepasado y buen amigo de sus amigos. Un ser profundo y por ratos con
pesimismos irredentos, por otros momentos se adentra por los caminos de la
claridad al amor de la naturaleza tanto de Francia como de Suiza. El aprecio
fiel a las personas admiradas, las alegrías de la vida. Un ser que sabe
perfectamente el valor de la soledad y el gran significado de la compañía de
uno mismo y no deja de salir a ver a algunas personas con las que mantiene
buenas conversaciones. Reflexivo y por momentos nada fácil de leer. De pronto
me sorprende. A veces los conceptos los siento tan vivos que es menester
escribirlos. Tengo algunos aquí: -Apenas volví a entrar en mi casa sentí la
nostalgia de lo indefinible, la sed de la voluptuosidad, la inquietud del amor.
El aburrimiento de mí mismo y de mi soledad-. Este autor es un hombre recto y
damos cuenta con él cuanto cuentan los sentimientos si los sabemos conducir con
las prestezas y la claridad que no habremos de dudar que tenemos. Nadie en este
mundo puede ser indiferente a sus sentimientos, y así también no deja de
observar las realidades de una manera muy drástica, a veces lleno de tristezas.
Con claridad, dice: -Todos los renunciamientos monásticos parecen entonces un
engaño piadoso, una enorme ficción y para decirlo con más crudeza una
estupidez-. En lo personal, en estos textos he reflexionado sobre la vida
monástica que conocí de primera mano, por parte de la hermana de mi madre. Queda
claro que, solo sabiendo, sabemos. Valiendo la redundancia, es que lo
digo. Solo viendo lo que alguna acción trae de bueno es que le podemos valorar.
Ahora que la mismísima iglesia católica dividida en bandos: el progresista y el
clásico por decir los más evidentes, está pidiendo a gritos ¡orden! por
favor. Nos está quedando claro que esto es muy difícil cuando se ha dejado
entrar un potpurrí de modos y objetivos no muy claros. En realidad,
nuestra catolicidad esta urgida de una renovada pero bien asentada pastoral que
se ha trastocado. Tampoco podremos pensar que todo absolutamente es o habría de
ser tan ortodoxo, la laxitud en extremos perjudica. ¿Querer en mucho se vuelva a la doctrina del
pasado y que los prelados sean mucho más pastores del espíritu? No se puede
lograr nada exactamente cómo fue, sería retrograda e ilusorio el asunto, pero
tomar esos temas espirituales en cuenta, es algo que hace falta. Se ha
abandonado mucho la formación de fondo y la espiritualidad en aras de atender más
puntualmente lo social, cuando ambos son importantes.
Es deseable, mas no
es una elección fácil, que los que dirigen lo hagan de verdad y enseñen las
pautas de las grandes filosofías llevadas a la vida diaria. ¿Lo veremos algún día?
Amiel, también nos
habla de la resurrección y dice: -La fe no prueba nada en cuanto a la verdad
intrínseca y objetiva de las cosas; la fe no es más que la medida de un alma,
como lo fue para el alma de Jesús de Nazareth y es la nobleza de ciertas
individualidades-. (paraf). -También se puede decir que la fe es un exceso de
la voluntad y del amor, la única realidad de la fe es una realidad moral, en lo
religiosos es la necesidad de salir del aislamiento y ligarnos a otras almas-.
No olvidemos, la religión nació de un sentimiento, el sentimiento inquieto y
profundo del misterio-.
Nunca hay que temer
a lo misterioso cuando se saben las bases de la lógica y se tiene una filosofía
de vida.
-La fe, es una magnetización
a la cual nos abandonamos y que otorga una certidumbre sin pruebas, una
tranquilidad que no necesita motivos, un bienestar indefinible-.
Amiel, el de la
vida diaria, a veces nos toma de la mano y nos conmueve, hay momentos que hasta
podríamos decir que nos sacude, luego nos suelta y muestra caminos sinuosos y que
también se hacen reflexivos y de mucha valía. De pronto define y por otros
momentos se le percibe indefinido. ¿No es así mismo como a veces nos sentimos
los humanos y lo único que nos ancla a la vida real es la fe que profesamos? Y
no me refiero a la fe de la religiosidad, me refiero a eso en lo que sí
creemos y que proviene de todo nuestro conocer. Defenderlo es asunto
obligado.
-Sembremos sin
contar los granos-. Nos afirma Amiel. Frase profunda que nos da certidumbre de
que si damos lo bueno no habrá de notarse ni hacerse cuentas precisas y si
damos la reflexión personal, no tomar en cuenta si las personas se alejan. Es
decir, es lo mismo que nos pide para que seamos útiles a la manera que se nos
ha previsto algún talento, dar lo que hemos ido aprendiendo. El más sencillo de
los talentos, es tanto y más valioso que cualquier sapiencia o ciencia. Vivir
tan solo la vida éticamente y con moralidad sin mayores parafernalias, sería
suficiente.
-Acomodarse a lo
real, a sus imperfecciones y sus límites, convertir los suspiros en fuerza activa
y bienhechora, aceptar su suerte, ser parte y reconciliarse con el prójimo y
las circunstancias tales como lo son divinizar sus experiencias y descubrir una
intención paternal en las alegrías y los dolores que han hecho el tejido de
nuestros dias, ese medio de volver a encontrar la fuerza y la paz.-. Apunta
Amiel.
-No reflexionamos
pues el temor es insensato. Si nuestro padre ocupa el tiempo y el lugar,
siempre deslumbrante pensamiento, por todas partes, habitamos en Dios. - Nos
dice.
-Que importa la
brevedad de nuestros días, puesto que las generaciones, los siglos y los mundos
no hacen sino reproducir sin fin el himno de la vida, en los cien mil modos y
variaciones de la sinfonía universal.-.
Cuesta tiempo y
esfuerzo leer diarios personales, he leído varios y los iré comentando.
Continuar recordando lo observador que era Jesús y entender a qué se refiere el
verbo observar y como nos ayuda a estar centrados.
Jesús crea una
revolución moral que no a todos encanta. Es más que obvio que no a todos
encantó, se le llevó a la muerte por sus actitudes no entendidas. Su revolución
es espiritual, y nada tiene que ver con el legalismo a ultranza ni el ritual
obsesivo. La trasformación del corazón humano es la tarea.
Nunca podremos
olvidar que cuando la vida misma nos confronta, es porqué nos está acercando a
Dios sin duda alguna. La vida es una restauración constante.
Nos queda muy claro
a todos que la ciencia no es lo mismo que la sabiduría. A quienes nos gusta
acercarnos a conocer un tanto más sobre las escrituras religiosas nos es
menester comprender que lo sabio no se otorga de la noche a la mañana y hay que
ser pacientes. En lo personal he leído mucho de lo que argumentan pensadores
varios, porque la religiosidad no a todos se les da. Esta es la primera
aceptación que hay que tener con el prójimo, no todo ser, tiene porque ser
religioso ni practicante de rituales. Hay personas que encuentran sus caminos
de la mano de Dios en el día a día, no de la palabra escrita y difundida. No
temer abrirnos a lo que nos interesa para ampliar lo que sabemos y poder
amalgamar el espíritu. Uno de los grandes libros que disfruté leer con atención
fue El Ingeniosos Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Lo comentaré un día de
estos, es un libro sabio.
Hace unos dias en
cena amena con mis amigas arquitectas, una de ellas nos comentó y lo gozamos
las tres grandiosamente: Tener una anti biblioteca. A veces acumulamos
libros que ni hemos leído nunca. Es bueno de vez en cuando tener el pensamiento
de una especie de laboratorio de curiosidades pendientes, lo propone
según nos comentó: Nicolás Taleb. Seleccionar esos textos un tanto olvidados
como un propósito y ahí mismo en casa, tener claros esos libros que ponemos en
la palestra de la espera. Esperar sin desesperar, es una virtud. Pretendo
hacerlo, y hacer caso a mi querida amiga. También se propone, nos dijo, el
anticurriculum, de eso ya hablaremos. (Continuará).