Día a dia, es el reto. (3)
Si se llevasen el miedo, y nos
dejasen lo bailado para enfrentar el presente…Si se llegase entrenado y con
ánimo suficiente…
Llegar a viejo.
Joan Manuel Serrat.
Todos queremos llegar a viejos con el mayor garbo posible. Poner tan
solo la mirada ahí en donde nos visualizamos no es lo más recomendable, si
antes no tenemos el ánimo entero y el claro convencimiento de que es en el aquí
mismo en donde progresamos de a poco y con ahínco. Ese día a día tan
valioso y mentado por las corrientes del pensamiento de las nuevas eras, que a
veces sin mas dejamos pasar (y no diría yo que es por descuido) hay que tenerlo
al día.
Cuando escribo estos textos me acompaña una linda fotografía en blanco y
negro de mi madre cuando apenas tenía unos 20 (veinte años) de edad. De rato en
rato volteo a verle y me quedo mirando fijamente, como rastreando los
significados: la mirada hacia un lado un tanto en el vacío y como que sus ojos cándidos
me hablan de muchas cosas, las ojeras que crean un total circulo oscuro en cada
ojo, afectan la mirada y me hace detenerme y pensar ¿Qué motivó esa media
sonrisa? ¿De qué habla ese peinado esmerado tocado por una flor blanca? alguien seguramente le ayudó a lograr el
esmero, ese mismo que es reflejo de una época. Poco a poco me queda claro que
cuando tuvo a los hijos (ya grande para lo que se esperaba) mucho tuvo que
adecuar y hasta me dan ganas de decirle: -en verdad, ¡qué bien lo hiciste, mi
querida! porque tu media sonrisa de postura digna y de mujer recatada que
siempre supimos que cultivaste, responde a lo atenta que viviste a tu tiempo-.
Nadie, absolutamente nadie de nosotros llegamos
entrenados para afrontar nada. Cuando yo misma me visualizo a los veinte años
de edad, me queda clara esa época cuando creía que ya tenía el camino y el
mundo bastante tomados por el cuello… hoy que veo mis manos pecosas y añosas,
me siento feliz por todo lo que han tomado entre ellas, y ya no me importan
esas que en la juventud y sin manchas, vivieron muchas búsquedas. Toda claridad
se conquista. Cuando mi nieta mirando mis manos fijamente me pregunta qué es
eso que tienen…recuerdo lo que un buen amigo me dijo: -son las flores de la
edad-.
En animo suficiente, (ese del que habla Serrat)
todos quisiéramos estar. Tanto escuché y escuché a Serrat y con atenta fruición
en su momento, que hoy que resuena, me hace sonreír. Esos significados
fraseados tan acertadamente por el cantante catalán en sus canciones, cuanto
nos motivaron la vida que teníamos de frente. Joan Manuel Serrat Teresa, las
Teresas de mi barrio estarían felices con ese nombre ahí rematando el
que todos conocemos tan solo como Serrat. En los lares de la familia de mi
madre hay varias Teresas, comenzando con mi progenitora, a mí me excluyeron del
nombre porque según dijo mi padre ya eran demasiadas. La veneración de Santa
Teresita del niño Jesús ahí fue inminente, tal vez (ya conté antaño) porque mi
abuela conoció a su hermana en una visita a Lisieux, (cuando esta monja ya
estaba muy viejita) le marcó tal grado que se hizo parte de su vida.
Pero, me pregunto en el texto releído en estos momentos ¿es
que se van los años? O más bien habremos de decir ¿es que de alguna manera
sutil se quedan en nosotros? El aire vital permanece y pocas cosas se van,
queda un limo hermoso que permea todo. El -Ruah- divino, con el que entramos al
mundo, que es ese aliento que todo nos concreta y nos renueva, siempre está.
Y comienzo la libreta numero 77 (setenta y siete) con una
aseveración:
-Poco a poco y algunas veces lentamente la vida se
percibe en su totalidad-. Estar presentes en este momento concreto,
sabemos que es muy importante, aunque a veces nos parezca que no lo es, y luego
ese mundo completo que hemos vivido.
Iba yo viviendo el fin de año de 2008 y textualmente me
digo: -Iba aprendiendo el valor del día, como si fuese el único-.
Sentía a la temporalidad como una amiga, como si en
verdad fuera la aliada mas pertinente que la vida puede otorgar. Y me volví a preguntar
(ya muchas veces antes lo había venido haciendo) ¿Qué es en realidad el punto
de partida que nos lleva a percibirnos en el giro de nuestra renovación? ¿desde
donde comenzamos a considerar que en verdad vivimos a plena conciencia? ¿es que
la conciencia se detiene de pronto y deja de aportar?
La otra tarde, sin previsión y sin que ni para que, se
dio la enorme felicidad de ver a la nieta de tres años tomar una porción del
suelo en donde estaba jugando y ponerse a hacer los pasos de ballet que ha aprendido.
Los tres que estábamos con ella nos
quedamos paralizados y atónitamente silenciosos, cuando pudimos observar ese
despliegue de movimientos tan felices y genuinos, tan seguros y tan nítidos,
esa seriedad de giros en el aire que subía y bajaba las piernas con tanta
seguridad, que mi hija me hizo una seña… -nada de celular-. El disco duro era
nuestra mente y nada más. Sonaba una de las canciones del Cascanueces en un concierto
que escuchábamos, y eso bastó. Al final, ante una posición hermosa tendida en
el suelo, todos los espectadores (que éramos tres y Ruah la gatita) aplaudimos entusiasmados,
ella solo se quitó los mechones de pelo de la carita, se llevó ambas manos a la
cintura y nos regaló una amplísima sonrisa.
Ir fluyendo, y con el flujo hacernos la conciencia de que
cada momento tiene el derecho y el acierto de ser en plenitud, si así lo
decidimos.
La recreación armónica que se da en los dias comunes y
corrientes tiene una energía muy especial, se suceden como ámbitos sagrados de
nuestro poder ser.
Pasar página con seguridad. Cuando se pasa página en la
vida y más aún lo hacemos en las edades ya maduras, cerramos con satisfacción. Si la vida en un solo día es capaz de darnos
mil y un motivos para gozar de ese día, es que estamos presentes y eso
es respirar en profunda paz.
El vaso de agua que de pronto habremos de beber, de trago
en tragó sea disfrutado. La percepción en el olor del aire que da el inicio al
levantarnos, el pan que tostamos. El manjar sencillo que tanto nos gusta preparar
con nuestras propias manos.
Es un deber sernos fieles a nosotros mismos. Hace unos días
sin recordar porque motivo, expresé: -Ojalá la vida dejase de movernos el
tapete-. Y un adulto presente ahí en la plática, me pregunto ¿Que entiendes por
mover el tapete? -no todos estamos
siempre en la misma sintonía, tener lo más claro posible en lo que creemos, y del
día a día no permitir que nuestro centro se desvanezca-.
Regalarnos momentos personales, ese deber auto concedido
sin prisas, sin miedos. Uno que puedo poner como ejemplo es gozar de los
entornos que Dios nos ha permitido tener cerca. Si somos conscientes de que es
lo que nos rodea, ya estamos dando vida a la vida.
La certeza de vida no es lo que consideramos los medios
materiales que tenemos para continuar, es mas bien los pensamientos que hemos
logrado sabiamente cimentar y que nadie nos puede quitar. A finales de la
pandemia que vivimos en el año 2020, me quedó clarísimo un nuevo aspecto de la
amistad: Tiene enormes matices y nadie somos nadie para saber los encauces de
las mentes y lo que pretenden. De pronto estamos cerca de alguien… de pronto
estamos lejos. N o pasa nada, somos seres volubles.
A finales del año de 2008, tuve a bien hacerme un regalo
personal muy significativo. Asombrada de un rememorar que me rondaba, lo que
hice causó extrañeza en casa. Venía
pensando en asuntos relativos a vivencias cerca de mi madre (creo que percibía
su muerte inminente) me encontré con pensamientos que solo me podían traer
recuerdos nítidos y que se asociaban a una imagen que yo no tenía en casa: la
de la Virgen de Guadalupe. Estaba viendo la televisión una mañana y se apareció
una imagen de esta Virgen que estaba a la venta. Jamás de los jamases compro
nada de nada en línea (asunto muy común hoy día y más que nada entre los
jóvenes) pero me animé y la pedí. Cuando llego a casa el paquete, todos se
sorprendieron porque yo no soy ni tan religiosa para hacer algo así y mucho
menos andar comprando en esa forma. Bien, les pude expresar: - ¡cálmense por
favor! esa imagen me remonta a mi niñez. Un recuerdo nítido con mi madre cuando
un día me tomó de la mano a los 5(cinco) años de edad. Me condujo hasta el
santuario en donde está esa Virgen. A esa edad todo es asombrarnos ¡Bendito
asombro! se había preparado un viaje a la Ciudad de México. Creo que estaba tan
emocionada que hasta un sombrero especial color verde oscuro me mando a hacer
mi mamá para el evento. Sabía, lo mucho que me gustaba ese color. Y yo, puse
mucha atención. Era la primera vez que iba a la Cuidad de México, ya que se ordenaba
sacerdote jesuita el hermano de mi madre. Había reunión familiar. Mi abuela solía
pasarse meses en unos departamentos muy agradables en la Av. Insurgentes cerca
del parque Hundido y ella nos convido a este evento. Llegamos felices, nos
fueron a recibir al aeropuerto varios tíos y primos (así se decía, iban a recibir)
y esto fue conocer familia, las casas tan diferentes a las del trópico y juegos
y risas sin faltar. Un lindo abrigo azulpavo (así le decimos por aquí al
azul marino) me prestaron por las temperaturas tan frías. Me sentía tan
arropada y querida que esas imágenes perduraron. Mas, cuando recuerdo estar
subiendo los escalones del santuario del Tepeyac solo puedo recordar el sonido
de los pasos, las hermanas de mi madre (que desde sus matrimonios estaban ya
viviendo ahí) y ella, muy entaconadas caminaban parloteando llenas de felicidad
no solo de estar juntas y revueltas, sino por esa visita. La más pequeña
de las cuatro, llevaba el nombre que en las familias católicas cae redondo:
Guadalupe. Con tacones muy altos de aguja seguro iba mi madre, elegantísimas
con sus abrigos negros y bufandas de colores. Al fin llegamos al punto clave,
la capilla. Mi madre con diligencia (y seguramente muy emocionada) me sentó
frente a la imagen en primera fila, muchísimas cosas me comentó en voz queda,
al oído. Se esmeró de hacerme ver que aquel lugar era importante para ellas.
Fijamente vi todo, observé el recato, el silencio y más que nada todo el
momento en sí mismo. Han pasado 65 (sesenta y cinco) años y está en mi la
imagen y los sentimientos como si hubiera sido ayer. Tal vez habría una o dos
personas más, algunas mujeres con los rebozos mexicanísimos en la cabeza y todo
era silencio. Aun no siendo del todo muy religiosa yo misma, ese momento sí que
me permeó. Fue un regalo de calar en el espíritu. Inolvidable. Así que, hoy día
se lo cuento a mi hijo que está bastante dedicado al estudio de los basamentos
de nuestra catolicidad. Hablamos de como el ejemplo, arrastra. Esa sencilla
imagen que he puesto junto a mí me evoca un mundo, y he querido comprenderlo
mejor. A veces cuando subo las escaleras de mi casa y la veo de frente, casi le
quiero preguntar ¿qué fue lo que con tanto sigilo y amor me murmuró mi madre
delante de ti? nunca lo sabré, obviamente. Es cuando percibimos que no son las
palabras exactas las que nos calan, son las buenas actitudes.
¿Qué puede haber y
ser mejor que atesorar momentos? Claro que hoy día cuando rezo un Ave María
todo esto previo lo avala, muchos de nosotros venimos de familias muy creyentes
y el abuelo de estas tres señoras que me llevaron hasta ahí arriba, había dado
maravillosas bases a sus descendientes además del acto material de haber
construido una iglesia en la ciudad de Mérida, para la Virgen de Lourdes.
8 (ocho) años después
cuando como familia nos fuimos unos años a vivir a la ciudad de México, Íbamos
a llevar a coterráneos que llegaban con la ilusión de esos lares tan
espirituales para muchos de los mexicanos. Muchos yucatecos son muy guadalupanos
y creo que hoy día que he vuelto al ritual, porque mi hijo me ha animado, lo
comprendo mejor. Estoy muy contenta de
saber más y mejor. Nuestra religión está en crisis sin duda alguna y lejos de
alejarnos por tantas incongruencias, son estas las que debemos tomar de raíz
para reforzar lo que sí es válido. Por asuntos trastocados de los tiempos es menester
conocer mejor. Tuve una tía monja (también hermana de mi madre) que tuvo una
historia conmovedora, quiso irse al Convento después de varios años en un
colegio en New Orleans La. Grand Couteau. Quiso entrar al que estaba en Nueva
York y sus padres la llevaron. No fue aceptada porque tenía un tumor en el
centro del cerebro y moriría. Así mis abuelos averiguando, dieron con una
congregación que se abría en Ciudad de México. Fue muy bienvenida, en La Visitación.
Ahí fue monja de encierro hasta muy viejita.
¿Qué pasó con ese tumor que en NY le diagnosticaron para vida muy corta? Solo
Dios sabe. ¿Se secó tal vez? Solo tuvo la desviación de un ojo, asunto que la tenía
sin cuidado. Muchas veces le visitamos tras las rejas como es costumbre en esos
lugares (que como niños producían un susto enorme) y yo a mis 5 (cinco) años compartí
con ella por primera vez. Guardo cartas escritas a mano que ella me mandaba
hablando de la felicidad enorme de estar encerrada. Cuando con el tiempo las he
releído, noto como cada quien sabe el camino de la felicidad. Mas adelante
conocí a una sobrina de la madre fundadora de la congregación y nos ha dado
mucho gusto compartir que nuestras tías hayan coincidido y convivido juntas.
(Continuará).
No hay comentarios:
Publicar un comentario