domingo, 6 de abril de 2025

 

Día a dia, es el reto. (3)

                                                  Si se llevasen el miedo, y nos dejasen lo bailado para enfrentar el presente…Si se llegase entrenado y con ánimo suficiente…

Llegar a viejo.

Joan Manuel Serrat.

                                                     Todos queremos llegar a viejos con el mayor garbo posible. Poner tan solo la mirada ahí en donde nos visualizamos no es lo más recomendable, si antes no tenemos el ánimo entero y el claro convencimiento de que es en el aquí mismo en donde progresamos de a poco y con ahínco. Ese día a día tan valioso y mentado por las corrientes del pensamiento de las nuevas eras, que a veces sin mas dejamos pasar (y no diría yo que es por descuido) hay que tenerlo al día.

                                                       Cuando escribo estos textos me acompaña una linda fotografía en blanco y negro de mi madre cuando apenas tenía unos 20 (veinte años) de edad. De rato en rato volteo a verle y me quedo mirando fijamente, como rastreando los significados: la mirada hacia un lado un tanto en el vacío y como que sus ojos cándidos me hablan de muchas cosas, las ojeras que crean un total circulo oscuro en cada ojo, afectan la mirada y me hace detenerme y pensar ¿Qué motivó esa media sonrisa? ¿De qué habla ese peinado esmerado tocado por una flor blanca?  alguien seguramente le ayudó a lograr el esmero, ese mismo que es reflejo de una época. Poco a poco me queda claro que cuando tuvo a los hijos (ya grande para lo que se esperaba) mucho tuvo que adecuar y hasta me dan ganas de decirle: -en verdad, ¡qué bien lo hiciste, mi querida! porque tu media sonrisa de postura digna y de mujer recatada que siempre supimos que cultivaste, responde a lo atenta que viviste a tu tiempo-.

Nadie, absolutamente nadie de nosotros llegamos entrenados para afrontar nada. Cuando yo misma me visualizo a los veinte años de edad, me queda clara esa época cuando creía que ya tenía el camino y el mundo bastante tomados por el cuello… hoy que veo mis manos pecosas y añosas, me siento feliz por todo lo que han tomado entre ellas, y ya no me importan esas que en la juventud y sin manchas, vivieron muchas búsquedas. Toda claridad se conquista. Cuando mi nieta mirando mis manos fijamente me pregunta qué es eso que tienen…recuerdo lo que un buen amigo me dijo: -son las flores de la edad-.

En animo suficiente, (ese del que habla Serrat) todos quisiéramos estar. Tanto escuché y escuché a Serrat y con atenta fruición en su momento, que hoy que resuena, me hace sonreír. Esos significados fraseados tan acertadamente por el cantante catalán en sus canciones, cuanto nos motivaron la vida que teníamos de frente. Joan Manuel Serrat Teresa, las Teresas de mi barrio estarían felices con ese nombre ahí rematando el que todos conocemos tan solo como Serrat. En los lares de la familia de mi madre hay varias Teresas, comenzando con mi progenitora, a mí me excluyeron del nombre porque según dijo mi padre ya eran demasiadas. La veneración de Santa Teresita del niño Jesús ahí fue inminente, tal vez (ya conté antaño) porque mi abuela conoció a su hermana en una visita a Lisieux, (cuando esta monja ya estaba muy viejita) le marcó tal grado que se hizo parte de su vida.

Pero, me pregunto en el texto releído en estos momentos ¿es que se van los años? O más bien habremos de decir ¿es que de alguna manera sutil se quedan en nosotros? El aire vital permanece y pocas cosas se van, queda un limo hermoso que permea todo. El -Ruah- divino, con el que entramos al mundo, que es ese aliento que todo nos concreta y nos renueva, siempre está.

Y comienzo la libreta numero 77 (setenta y siete) con una aseveración:

-Poco a poco y algunas veces lentamente la vida se percibe en su totalidad-. Estar presentes en este momento concreto, sabemos que es muy importante, aunque a veces nos parezca que no lo es, y luego ese mundo completo que hemos vivido.

Iba yo viviendo el fin de año de 2008 y textualmente me digo: -Iba aprendiendo el valor del día, como si fuese el único-.

Sentía a la temporalidad como una amiga, como si en verdad fuera la aliada mas pertinente que la vida puede otorgar. Y me volví a preguntar (ya muchas veces antes lo había venido haciendo) ¿Qué es en realidad el punto de partida que nos lleva a percibirnos en el giro de nuestra renovación? ¿desde donde comenzamos a considerar que en verdad vivimos a plena conciencia? ¿es que la conciencia se detiene de pronto y deja de aportar? 

La otra tarde, sin previsión y sin que ni para que, se dio la enorme felicidad de ver a la nieta de tres años tomar una porción del suelo en donde estaba jugando y ponerse a hacer los pasos de ballet que ha aprendido.  Los tres que estábamos con ella nos quedamos paralizados y atónitamente silenciosos, cuando pudimos observar ese despliegue de movimientos tan felices y genuinos, tan seguros y tan nítidos, esa seriedad de giros en el aire que subía y bajaba las piernas con tanta seguridad, que mi hija me hizo una seña… -nada de celular-. El disco duro era nuestra mente y nada más. Sonaba una de las canciones del Cascanueces en un concierto que escuchábamos, y eso bastó. Al final, ante una posición hermosa tendida en el suelo, todos los espectadores (que éramos tres y Ruah la gatita) aplaudimos entusiasmados, ella solo se quitó los mechones de pelo de la carita, se llevó ambas manos a la cintura y nos regaló una amplísima sonrisa.  

Ir fluyendo, y con el flujo hacernos la conciencia de que cada momento tiene el derecho y el acierto de ser en plenitud, si así lo decidimos.

La recreación armónica que se da en los dias comunes y corrientes tiene una energía muy especial, se suceden como ámbitos sagrados de nuestro poder ser.

Pasar página con seguridad. Cuando se pasa página en la vida y más aún lo hacemos en las edades ya maduras, cerramos con satisfacción.  Si la vida en un solo día es capaz de darnos mil y un motivos para gozar de ese día, es que estamos presentes y eso es respirar  en profunda paz.

El vaso de agua que de pronto habremos de beber, de trago en tragó sea disfrutado. La percepción en el olor del aire que da el inicio al levantarnos, el pan que tostamos. El manjar sencillo que tanto nos gusta preparar con nuestras propias manos.

Es un deber sernos fieles a nosotros mismos. Hace unos días sin recordar porque motivo, expresé: -Ojalá la vida dejase de movernos el tapete-. Y un adulto presente ahí en la plática, me pregunto ¿Que entiendes por mover el tapete?  -no todos estamos siempre en la misma sintonía, tener lo más claro posible en lo que creemos, y del día a día no permitir que nuestro centro se desvanezca-.

Regalarnos momentos personales, ese deber auto concedido sin prisas, sin miedos. Uno que puedo poner como ejemplo es gozar de los entornos que Dios nos ha permitido tener cerca. Si somos conscientes de que es lo que nos rodea, ya estamos dando vida a la vida.

La certeza de vida no es lo que consideramos los medios materiales que tenemos para continuar, es mas bien los pensamientos que hemos logrado sabiamente cimentar y que nadie nos puede quitar. A finales de la pandemia que vivimos en el año 2020, me quedó clarísimo un nuevo aspecto de la amistad: Tiene enormes matices y nadie somos nadie para saber los encauces de las mentes y lo que pretenden. De pronto estamos cerca de alguien… de pronto estamos lejos. N o pasa nada, somos seres volubles.

A finales del año de 2008, tuve a bien hacerme un regalo personal muy significativo. Asombrada de un rememorar que me rondaba, lo que hice causó extrañeza en casa.  Venía pensando en asuntos relativos a vivencias cerca de mi madre (creo que percibía su muerte inminente) me encontré con pensamientos que solo me podían traer recuerdos nítidos y que se asociaban a una imagen que yo no tenía en casa: la de la Virgen de Guadalupe. Estaba viendo la televisión una mañana y se apareció una imagen de esta Virgen que estaba a la venta. Jamás de los jamases compro nada de nada en línea (asunto muy común hoy día y más que nada entre los jóvenes) pero me animé y la pedí. Cuando llego a casa el paquete, todos se sorprendieron porque yo no soy ni tan religiosa para hacer algo así y mucho menos andar comprando en esa forma. Bien, les pude expresar: - ¡cálmense por favor! esa imagen me remonta a mi niñez. Un recuerdo nítido con mi madre cuando un día me tomó de la mano a los 5(cinco) años de edad. Me condujo hasta el santuario en donde está esa Virgen. A esa edad todo es asombrarnos ¡Bendito asombro! se había preparado un viaje a la Ciudad de México. Creo que estaba tan emocionada que hasta un sombrero especial color verde oscuro me mando a hacer mi mamá para el evento. Sabía, lo mucho que me gustaba ese color. Y yo, puse mucha atención. Era la primera vez que iba a la Cuidad de México, ya que se ordenaba sacerdote jesuita el hermano de mi madre. Había reunión familiar. Mi abuela solía pasarse meses en unos departamentos muy agradables en la Av. Insurgentes cerca del parque Hundido y ella nos convido a este evento. Llegamos felices, nos fueron a recibir al aeropuerto varios tíos y primos (así se decía, iban a recibir) y esto fue conocer familia, las casas tan diferentes a las del trópico y juegos y risas sin faltar. Un lindo abrigo azulpavo (así le decimos por aquí al azul marino) me prestaron por las temperaturas tan frías. Me sentía tan arropada y querida que esas imágenes perduraron. Mas, cuando recuerdo estar subiendo los escalones del santuario del Tepeyac solo puedo recordar el sonido de los pasos, las hermanas de mi madre (que desde sus matrimonios estaban ya viviendo ahí) y ella, muy entaconadas caminaban parloteando llenas de felicidad no solo de estar juntas y revueltas, sino por esa visita. La más pequeña de las cuatro, llevaba el nombre que en las familias católicas cae redondo: Guadalupe. Con tacones muy altos de aguja seguro iba mi madre, elegantísimas con sus abrigos negros y bufandas de colores. Al fin llegamos al punto clave, la capilla. Mi madre con diligencia (y seguramente muy emocionada) me sentó frente a la imagen en primera fila, muchísimas cosas me comentó en voz queda, al oído. Se esmeró de hacerme ver que aquel lugar era importante para ellas. Fijamente vi todo, observé el recato, el silencio y más que nada todo el momento en sí mismo. Han pasado 65 (sesenta y cinco) años y está en mi la imagen y los sentimientos como si hubiera sido ayer. Tal vez habría una o dos personas más, algunas mujeres con los rebozos mexicanísimos en la cabeza y todo era silencio. Aun no siendo del todo muy religiosa yo misma, ese momento sí que me permeó. Fue un regalo de calar en el espíritu. Inolvidable. Así que, hoy día se lo cuento a mi hijo que está bastante dedicado al estudio de los basamentos de nuestra catolicidad. Hablamos de como el ejemplo, arrastra. Esa sencilla imagen que he puesto junto a mí me evoca un mundo, y he querido comprenderlo mejor. A veces cuando subo las escaleras de mi casa y la veo de frente, casi le quiero preguntar ¿qué fue lo que con tanto sigilo y amor me murmuró mi madre delante de ti? nunca lo sabré, obviamente. Es cuando percibimos que no son las palabras exactas las que nos calan, son las buenas actitudes.

 ¿Qué puede haber y ser mejor que atesorar momentos? Claro que hoy día cuando rezo un Ave María todo esto previo lo avala, muchos de nosotros venimos de familias muy creyentes y el abuelo de estas tres señoras que me llevaron hasta ahí arriba, había dado maravillosas bases a sus descendientes además del acto material de haber construido una iglesia en la ciudad de Mérida, para la Virgen de Lourdes.

  8 (ocho) años después cuando como familia nos fuimos unos años a vivir a la ciudad de México, Íbamos a llevar a coterráneos que llegaban con la ilusión de esos lares tan espirituales para muchos de los mexicanos. Muchos yucatecos son muy guadalupanos y creo que hoy día que he vuelto al ritual, porque mi hijo me ha animado, lo comprendo mejor. Estoy muy contenta  de saber más y mejor. Nuestra religión está en crisis sin duda alguna y lejos de alejarnos por tantas incongruencias, son estas las que debemos tomar de raíz para reforzar lo que sí es válido. Por asuntos trastocados de los tiempos es menester conocer mejor. Tuve una tía monja (también hermana de mi madre) que tuvo una historia conmovedora, quiso irse al Convento después de varios años en un colegio en New Orleans La. Grand Couteau. Quiso entrar al que estaba en Nueva York y sus padres la llevaron. No fue aceptada porque tenía un tumor en el centro del cerebro y moriría. Así mis abuelos averiguando, dieron con una congregación que se abría en Ciudad de México. Fue muy bienvenida, en La Visitación.  Ahí fue monja de encierro hasta muy viejita. ¿Qué pasó con ese tumor que en NY le diagnosticaron para vida muy corta? Solo Dios sabe. ¿Se secó tal vez? Solo tuvo la desviación de un ojo, asunto que la tenía sin cuidado. Muchas veces le visitamos tras las rejas como es costumbre en esos lugares (que como niños producían un susto enorme) y yo a mis 5 (cinco) años compartí con ella por primera vez. Guardo cartas escritas a mano que ella me mandaba hablando de la felicidad enorme de estar encerrada. Cuando con el tiempo las he releído, noto como cada quien sabe el camino de la felicidad. Mas adelante conocí a una sobrina de la madre fundadora de la congregación y nos ha dado mucho gusto compartir que nuestras tías hayan coincidido y convivido juntas. (Continuará).

 

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