miércoles, 7 de mayo de 2025

 

Día a día, es el reto. (8)

                                                            Las luchitas del ser, esos imperativos del día, con naturalidad son parte de nuestra vida o nosotros los proponemos como las acciones que dan la trama del vivir. MJ

                                            Tomaba unos cursos muy interesantes de Cristología que se impartían en casa de una vecina del fraccionamiento en donde vivo, señora piadosa y de gran carácter, quien cedió su terraza una vez a la semana. El Presbítero que se dio a la tarea de ilustrarnos era muy docto en la materia que impartía y nos vino a enseñar a discernir mediante textos escogidos de pensadores y teólogos que nos dieron cuanto fuera necesario para los puntos más importantes de la religión católica. Poco a poco se fueron sumando más y más vecinas y hasta personas de lejos vinieron a escuchar las interesantísimas conferencias del verdadero sentido de Jesús de Nazareth en la vida de cada día. En uno de los descansos, me acerque al padre y amenamente conversamos. De pronto sin que ni para qué, se me ocurrió comentarle: -nada es más difícil en la vida diaria, que las pequeñas luchas o luchitas (como a veces les llamo) que tenemos que resolver en el día a día, ya que, sin esos pequeños y concretos logros, como que se desmorona todo el planteamiento central de la vida elegida-. Se me quedó viendo fijamente, y continué: -tenemos esa tarea de centro, que responde a la educación que recibimos, no solo de niños, sino en el transcurso del vivir que le da todos los coloridos a la vida, sin dejar de observar los matizados más prominentes que nunca faltan-. Con mirada profundamente risueña y soltando una enorme carcajada típica de él, me dijo: -ahora sí que me has hecho reír, eso de las luchitas diarias, no lo había pensado así-. Nos carcajeamos juntos. Así es como percibo ese desempeño del día. Es verdad que nunca hay coloridos vitales permanentes, siempre se dan con los matices correspondientes.  Ese devenir de cada día que nos hace tener que resolver cosas muy puntuales, a veces se transforma en una verdadera lucha. Si nos descuidamos, puede darnos buenos resbalones sin necesidad de pisar una cascara de plátano.  Pareciera que no son más que asuntos sencillos, cuando son la bisagra de todo.

Si cada día vamos dando la batalla y se acumula la experiencia, es seguro que habrá tiempos efectivos y felices más allá. Cuando el objetivo central se cumple, los respiros se dan con gozo siempre a partir de las resoluciones más sencillas. Aunque sean a veces muchos los asuntos o así visualicemos cosas que inevitablemente pareciera que se nos salen de las manos. Habríamos de hacer amenas las rutinas y saber que solo está en nosotros mismos lograr lo que corresponde.

                                                             Cuando era muy joven me percaté de que era más amplio y complejo de lo que yo creía, el espectro del mundo de las personalidades. El paso de los años trae lo suyo y nos damos cuenta de que somos seres muy diferentes entre nosotros. Vamos comprobando a carta cabal, lo que plantea la antropología: La cultura nos permea porque no podemos olvidar que se encuentra mucho más puntual en lo que somos y hacemos. Así es, importa cómo nos planteamos los asuntos y qué tanto nos recogemos en nosotros mismos internamente, para hacer felices los dias más monótonos, para hacer felices a los que nos rodean.  Hace unos dias en un documental sobre Irán, escuche la vida de un taxista: Quería tener una buena esposa, varios hijos y se avocó a la tarea de vivir para esa elección. Se le ha cumplido, y mucho tiene que ver la filosofía aplicada, que es:  hacer a sus clientes del taxi, felices: Lleva una canastita de chocolates y ofrece a todos un momento dulce en el trayecto. No todos se lo aceptan… porque nos hemos vuelto más temerosos y desconfiados. El taxista insiste, tiene buenos modos y hasta tiene un cuaderno donde les pide a sus clientes que antes de llegar a su destino, escriban los sentimientos de cómo les fue en el recorrido.  Estando solo, llama por teléfono a su esposa, le pregunta cómo está, y le dice que le ama mucho. En verdad me quedé asombrada de ver a ese ser que se propuso ser feliz en su objetivo. Todos los trabajos dignifican y eso a veces se nos olvida, lo más importante hacerlos dignos.

Las luchitas, están siempre presentes, la cuestión es no pelear con ellas. Si nos elevamos con lo que pensamos, la vida responde y resuelve. Tenerlas con más conciencia nos lleva a vivirlas mucho más conscientes, (nótese la diferencia en las dos palabras que parecen ser sinónimos, sin serlo) y percibir la verdadera acepción.

 Nunca estar en todo a la vez (como a veces pareciera pedir la vida misma) es tan solo que, si la base de la conciencia se logra permear con buen sentido, la otra consciencia, (esa que nos hace sentir que avanzamos) no se va a paseo. Es normal cuando estamos en el ajo de algún asunto, no comprender como es que este se manifiesta tan diferente para quienes lo están viviendo. No olvidemos que la perla, nace dentro de la ostra, solo cuando ésta recibe un granito de algo que le incomoda y lo transforma en ese bien tan preciado. 

 ¿Qué es pues, lo justo y necesario? Mi madre siempre hablaba de eso, lo mencionaba como algo particular de la vida misma y para ella saber ese desenvolvimiento tenía todo que ver con la presencia de su Dios, sus oraciones.  Con el paso de los dias apreciamos los actos de quienes se nos han adelantado. Por su misma formación, ella dejaba claro que habremos de ser tan solo lo que con justeza y necesidad nos pide la vida misma, para los creyentes ahí está la presencia de Dios. Yuval Nos dice: -la cooperación nos hará libres-. No todo se da contante y sonante en la vida y a veces esas luchitas habremos de agilizarlas para no meternos en callejones sin salida. Tampoco se coopera en todos los ámbitos, y saber en cual cooperar.  

Cuando hasta lo más sencillo que tendríamos que resolver lo percibimos como una fuente de pesadez, es ahí en donde habremos de hacer un alto y retomar. A veces me tachan aquí en casa que le doy mucha importancia a cosas que no la tienen y de pronto me doy cuenta de que si, así es a veces, y se los agradezco. Aquí, nos damos tiempo entre todos para hablar de lo que sentimos. Las luchitas se hacen más llevaderas cuando hay compartimento genuino. Siempre tener la satisfacción del trabajo cumplido, dar gracias a la vida si es que aprendimos a darnos esa retroalimentación. Las reservas, las esperas y los tiempos largos para lograr proyectos, son algo con lo que habremos de aprender a lidiar.

 Ese taxista del que les hablo es un hombre joven, sus hijos son pequeños y sale a diario a su luchita. Ha decidido por sugerencias de sus clientes llamar a su taxi:

 -El taxi de chocolate-.

Esta mañana que hice limpieza del closet de juguetes que los niños (nietos) tienen aquí en casa, salió una enorme bolsa llena de peluches. Ya la madre de los críos me había dicho que ningún peluche, por favor, porque crean alergias. Así que les dije: -Por favor cada uno escoja el que más le guste y los demás se irán-. Las protestas no se hicieron esperar, los abrazaron como si fuera el último reducto de vida en la tierra para sobrevivir (cuando tenían meses sin tocarlos) y dijeron con énfasis:  - ¡no! por favor, queremos todos-.  Es lo normal, es como un instinto de: -no me puedes quitar lo que es mío- y por lo tanto les dije: -Ni se preocupen, lo iremos viendo. Ya se dará lo que es necesario y justo-.

Decidimos mi hija y yo esperar. Así fue como a cada uno se le dio una tregua para escoger. Es bueno que los niños aprendan a decidir.

También he notado que se acumulan juguetes de todo tipo y los juegan muy poco. De hecho, por las mañanas que no tienen clases y vienen a la casa jugar, lo que más les ilusiona es la inspección con sus lupas en el jardín, así que los juguetes siguen estivados hasta quien sabe cuándo, mientras van tomando las de Villadiego. Eso de los juguetes es todo un tema, y los hay muy creativos. Muy feliz me sentí la otra noche que acompañé a los niños a cenar y antes de que llegara la vianda a la mesa, de pronto un rompecabezas de maderitas de colores y de diversas formas geométricas apareció ante mis ojos. En un momento dado se formó y transformó de varias maneras con habilidad, unas manitas que a los 7(siete años) han dominado ese juego. Felicité al peque por haberme compartido esas destrezas y le dije, -ahora mientras cenas, lo armo yo-. ¡Craso error!, me di cuenta de que no era nada fácil. No logré ni una de las modalidades. El niño me miró con interés y me dijo: -Tienes que aprender las maneras, a mí ya me salen los diversos modos de armarlo porque ya me lo sé-. ¿Qué es lo que sabe? obviamente tiene claro que hay caminos para lograr las cosas y éstos se aprenden. Es así mismo como la vida se nos hace mucho más gozosa. Las luchitas se agilizan.

He llevado a la mas peque a alguna juguetería y veo como quiere prácticamente todo de todo. Es normal, todo eso que llama la atención lo queremos, mas no siempre es lo que necesitamos.   Aquí en casa, se les regala libros, los leemos juntos y ellos luego ya los disfrutan más a su tiempo y aire.

En estas últimas semanas, cada martes o miércoles durante la cena de los peques, estamos leyendo un poco del texto del libro -El Hobbit-, un ejemplar hermosísimo y muy finamente ilustrado. Me esmero en explicar…mi hijo que también es escucha, me dice: -No les expliques tanto, lee, y deja que ellos vayan comprendiendo, si lo requieren y preguntan, regresamos-. A veces creemos que los niños no son capaces de entender todo y nos asombraríamos de todo lo que captan.

Cuando voy revisando los diarios personales que han sido las bases de estos textos, me doy cuenta de las variaciones en el ánimo, como se expresan tan claras y en lo personal con cambios de letra. Reviso hoy día el año 2008 es seguro que hoy todo lo veo con diferencias positivas. Eso me gusta, quiere decir que he pulido la percepción.

Vivir dias atados al pasado es insano, pero recordar lo que hemos pasado puede ser edificador, rememorar, tener presentes a quienes nos marcaron en la vida tan solo por su presencia, tal vez por alguna platica o alguna experiencia compartida. La maestra de español que tuve en CDMX, de quien creo ya he hablado, fue una maestra que me marco para toda la vida. Muchas veces viene a mi mente esa mujer alta e imponente, de piel morena que contrastaba con el color del vestido de cada día, iba impolutamente arreglada (a su modo, no muy cordial porque todo era del mismo color: desde aretes, bolso y todo) se llamaba Susana. Le busqué por internet para saludarla, creo me tardé, nunca la encontré. ¡No!, me dije, uno no se tarda ni hay que reprochar lo que no se da fluido, parte de lo sabio es tener claro que todo tiene su propio tiempo y forma, si algo va darse no hay que empujarse. Ahora me doy cuenta que la ciudad de México en la que viví en parte la década de los años 60 (sesenta) y 70 (setenta) del siglo pasado, (hablaré de eso más adelante) era un pañuelo. Para estudiar la preparatoria hubo cambio de colegio, se eligió uno cercano a casa y podíamos mi hermana y yo ir a clases a pie. La materia de Literatura la impartía la misma maestra, asunto que fue muy agradable.

No es lo mío propiamente la poesía, mas he escrito algunas. Tengo varios cuadernos a mano donde la guardo, mientras le llegue el tiempo de ser revisada.  

A veces por estos textos revisados en este momento de vida, sale algo de eso. Intentar la poesía ha nacido de mi amor a la literatura y eso mismo me ha bastado.

¿Saber discrepar en armonía? ¡Todo un arte! Nada fácil que en los conversatorios podamos entender el arte de no ver las cosas de la misma manera. Discrepar nunca es agresión, quien lo siente así, más le valdría revisar.

                                                                                  Mucho me gusta diligenciar. Esto quiere decir, armar una agenda y salir a hacer los pendientes. Lo hacía desde niña con mi madre y una tía muy querida. Voy primero a los lugares que están más lejos y recalo a las cercanías de casa. Poner ese signo de acción cumplida en la agenda, es un respiro profundo de las pequeñas cosas, significa que una encomienda se ha logrado. Siempre escribo de las experiencias de las diligencias.

Pues bien, así y poco a poco llego a la revisión de la libreta número 78. (setenta y ocho.)

Y, releyendo con atención me encuentro que nada de lo que nos proponemos se cumple a pie juntillas y no pasa nada. La vida no es acartonada, ha de tener pausas ineludibles. Observar que quien nos hace creer que todo le fluye de maravilla, miente. Me pregunto porque uno desearía que se diera la vida tal como la hemos programado (a veces con demasiada exactitud) y me queda claro que esto se vive así, porque nos creemos que tener todo con demasiado control, es el reto. Es lo que se nos pide en la vida de hoy y no hay que hacer tanto caso. Lo que vamos aprendiendo con los años es a soltar, de no hacerlo podríamos hasta enfermar.  A veces nos ponemos a hacer cosas de más, como exigencias. Soltar, un verbo que es verdad que se ha puesto de moda, porque conlleva en su seno la fuerza de depurar, de saber que cuando se cierran etapas, crecemos. La vida nos está hablando al oído a diario y nos sugiere: ¡Fluye, por favor! (Continuará).

 

 

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