lunes, 22 de julio de 2024

 Estar, en lo que estamos. (3)

                  

                                                                                         Y noté esto extraordinario:

si mi conciencia se entregaba a la circulación del aire, no pensaba en nada.

Estaba absolutamente en el presente. Respirando.         Sabina Berman.

 

                                                      Exactamente como lo menciona Sabina Berman, uno puede detectar los beneficios de estar en el presente, sin temor de ninguna clase,  de que por eso mismo estuviéramos descuidando lo bueno que nos ha dado el pasado y mucho menos temer a un futuro incierto. Como que podríamos decir que en el estado de aquí y ahora es en el que se tejen los tres estados del tiempos.                      El Zen no es un sofisticado arte de vivir sencillamente, es más bien estar en la realidad, en su exacto sentido. Así mismo es como lo plantea Shunryn Suzuky.                                          Muchas de las enseñanzas que se pueden compartir en estos aspectos, nos llegan por medio de similitudes. el Zen no es una excepción, la vida se interpreta como si fuera un río, es el cauce el que cambia en cada ser y es ahí mismo como podremos detectarnos si es que somos observadores de nosotros mismos, veremos que dentro de todo río se dan remolinos llenos de vida y así pasa con cada uno de nosotros. Ese río vital que somos y que nos contiene con la mente y el cuerpo en una unidad funcional nos hace dinámicos y es lo que nos da la certidumbre más fuerte de la existencia.          Como remolinos, es decir seres en movimiento constante estar dentro de todo el cauce del Río nos puede crear confusión y tendemos a crear linderos demasiado limitantes, por no mencionar toda la basura que se nos añade si no estamos atentos en el lugar y tiempo por donde giramos. Mucho sucede así hoy día, que la vida se ha vuelto una demanda de cosas innecesarias que nos alejan de ese centro rector que más nos define.           Ante todo no podemos dejar de observar que somos el río, que aún con todo lo que ya se fue, es decir lo pasado,  lo seguimos siendo y que ese movimiento del cauce nos llevará a un futuro mucho más certero si logramos llevar el ritmo con bien.    La vida muy personal es el remolino central, y es o sería muy triste que ese centro que sí de somos se diluya en aguas que nos contienen pero que no nos rigen como centralidad.                     Que bello vernos como un centro que gira, que es contenido por ese cauce de la vida total.               Cuando comprendemos que hay linderos naturales y artificiales, ya vamos de gane, porque mucho de lo que nos está desconcertando hoy día, en el

Mundo actual,  es la vida artificial. El Zen nos recuerda que habremos de saber que con los linderos  naturales las barreras nos bastan y dan estructura, porque son parte de nuestra propia naturaleza. Ojo, habremos de tener con los linderos artificiales, y no confundir esto con la inteligencia artificial porque eso es más bien harina de otro costal.                      Al comprender que es lo que nos ha de limitar para tener abierta la puerta a nuestro ser real, nos va quedando claro que la vida humana es muy importante con una dinámica más natural que hemos venido perdiendo. Si los linderos naturales como son: la percepción de la personalidad, los valores personales y los dones descubiertos podremos llegar a estar  dentro del cauce general del rio y seremos felices sabiendo mucho más claramente quienes somos.                      Esta vida actual nos está llevando a querer vivir vidas imitadas, esas que nada que ver con nosotros y que nos las queremos adjudicar, es camino a crear stress.                   Empezamos a creer que somos lo que no somos y creemos que eso trae felicidad, cuando en muchos casos sólo se enreda la la existencia echándole la culpa a la vida misma que nos ha tocado vivir como si fuera un mal necesario.  La vida, es genuina para todos, solo nosotros nos privamos de  verlo así.                                              He escrito por años, muchas cuartillas a mano y por muchos momentos y hoy día que reviso,  me van quedando claras las ideas que me han regido para encontrar ese campo de bienaventuranzas que me definen, como a todos y cada uno de nosotros nos definen las propias. Esas buenaventuras nos acompañan y a veces por estar en la  parte del río social solo estamos viendo lo que acompaña al  progimo. Ese progimo que se menciona en las enseñanzas católicas tendría que ser de compartimento  y no de imitación.                                  La inteligencia humana no es una cosa que se maneja al antojo, es una condición que tiene sus raíces,  una condición natural que se despliega, y solo se logra si todos los factores dentro del cauce han aportado para eso, más hay una condición genética que detectada se puede implementar con certidumbre. No todas las inteligencias responden al mismo tipo de naturaleza y he ahí que en la actualidad eso ya está mucho mejor conducido. Se habla mucho de la mala crianza permisiva de los niños de hoy, cuando lo que propone en realidad la pedagogía y la psicología es detectar ese camino personal y conducirlo. Lo maravilloso del aspecto inteligente, sea este cualquiera que se detecte en un crío, es que no tiene límites por lo que hay que tener claro que somos nosotros  mismos los que los creamos.                                        Una de las más bellas noticias que tiene el ser humano con los conocimientos de hoy, es que nuestra estancia en el río de la vida es eterna, si ya nos encarnamos es porque esa fuerza de nuestro cerebro conducirá lo que somos eternamente, por lo que sí creímos que el suicidio, o la muerte misma nos sacara del rio, estamos equivocados, nuestro ser humano sólo se transformará con los elementos que le hemos proporcionado.                                  Cuando los linderos del vivir son equívocos, lo único que sucede es que nos aislamos y reprimimos ese crecimiento que propone el Zen: estando en lo que estamos alejamos miedos, y la vida misma no se hace descabellada.                                 Todos tenemos metas constantes, Los  adultos tendemos a pensar que las metas son para jóvenes que empiezan su vida, y no podemos actuar así, las metas cambian eso es todo y a veces en la edad adulta se hacen mucho más interesantes.                                  Es un hecho que cuando vivimos eventos inesperafos , fuertes y dolorosos es tanto lo que se nos arremolina el agua dentro del cauce,  que podemos perder nitidez en la acción, en palabras claras y concisas : volver al presente es la respuesta. La actitud ante las metas tiene todo que ver, y lo único que sucede es que con la adultez estas se vuelven más consistentes, ricas y con mucho de satisfactores que ya no tenemos que explicar, sino tan solo vivir.                          Un ejemplo es: me gusta leer libros de papel. Todo a mi alrededor apunta a que estoy fuera de lo que se propone como mejor, el libro electrónico, si uno tiene la fuerza para decir que lo que nos interesa es válido, va lleno de sentido y así lo deseo, deja de importarnos que mil gentes lean en tableta, el valor de leer en papel es algo personal y lo cultivo. Los motivos de la adultez si pueden llegar a ser agentes de ejemplo para otros seres más jóvenes porque nos ven seguros y aprenden que el valor de la vida no estriba en lo que está de moda, sino en lo que es valioso eternamente. (Continuará) .

                                                  

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