Estar, en lo que estamos. (7)
¿Cómo pedirle a un ser humano, que no sea tal cual es? No es posible, la esencia de la persona nunca
se cambia. MJ
En el caso de los hijos, creemos
que, porque han vivido tan cerca nuestro podemos mencionar actitudes como las
mejores, creyendo que van a responder como nosotros proponemos mejor, y es algo
que no se da así.
En el caso de las personas cercanas habremos de tener
cuidado, luego no nos damos cuenta que no todas las personas piensan como uno
mismo, y podemos caer en errores de comentar lo que algunas veces no se puede
entender. Los encuentros con personas
afines a nuestro pensamiento y modo de ser, se van dando, y con los años se
aprecian mucho más.
A nadie, absolutamente a nadie se le puede pedir lo que
no puede dar. La percepción de la amistad es algo muy personal, y algunos
congéneres solo están cerca de uno porque piensan en beneficios colaterales y
no por el placer de la buena platica.
Hemos llegado ya, a tiempos de renovación en lo que a
interrelaciones se refiere. Prácticamente mucho de lo que intercambiamos como
seres humanos no es de viva voz y menos en presencia física, mucho ya está en
los mensajes de texto del celular. Las redes sociales han de pulirse más,
comprender su verdadero sentido que a decir verdad aún está muy trastocado. Saber aceptar y compartir lo valioso se está
volviendo como lo más difícil, solo se da cuando hay la posibilidad y más que
nada la voluntad.
Por estos tiempos volví a recordar en mis textos, a una
mujer que fue muy importante tanto en la vida de mi madre como en la de sus
hermanos, los nueve, que fueron casi hijos de Anita. Ana, a quien yo conocí ya
en la última etapa de su vida, cuido de mi madre y sus hermanos en la vida de
cada día y mucho más cuando mis abuelos
salían de viaje, salidas a veces de meses. Fue ama de casa y madre cuando así
se requirió.
Según me contaba mi madre, Anita se convertía en una
madre sustituta cuando mis abuelos partían. Un estilo de familia que
prácticamente ya está extinta.
Cuando yo era niña ella ya vivía muy viejita en un
convento en donde su hija era monja, y mi madre casi cada domingo pasaba a
buscarle para que comiera con nosotros en casa. Después de comer los niños que estábamos
cerca de ella éramos los mejores escuchas para la narrativa de cuentos. Muchos
cuentos nos narraron, pero como los de Anita, ninguno. Atentos nos tenía a
todos, con los ojos bien abiertos puestos en su enorme figura, sentados en el
suelo alrededor de ella. Un cuento que no puedo olvidar se llamaba -Los tres
pelos del diablo-. De entrada, he de decir que es del que más aprendí, y aunque
no lo recuerdo bien, solo con el personaje ya tenía yo para dar y repartir de
los miedos que me provocaba esa figura.
Recuerdo que ese cuento por la forma personal de Anita me ayudo a darme
cuenta que ese diablo (que me costó entender) se iba haciendo más fácil de
comprender. Quien pudiera arrancarle
tres pelos a la cabeza del demonio era un ser que recibiría un tesoro. Todos
los del rumbo se apuntaban, trataban de encontrar la manera de que tan
espantoso ser estuviera dormido para tomar ese preciado objeto, ¡un solo pelo a
la vez y lograr los tres!
Después de la muerte de mi suegra, entramos en un periodo de reacomodo.
En verdad que cuando se va un ser querido todo se tiene que rehacer, y darse
las cosas de otras maneras. Mi marido me propuso tomar un diplomado de
literatura española en la U. Modelo y acepté. Fue todo un acierto, lo disfrute
enormemente. Hubo clases que solo éramos dos personas en el aula y mi compañero
de banca era un homeópata muy amable e inteligente de apellido Martínez, con
quien aprendí mucho. No solo de compartir esos textos de la literatura, sino de
su modo de ser tan parsimonioso.
Cuando en estos días leía algunos de los clásicos de la
literatura española, en el ventanal donde me sentaba cómodamente para la tranquilidad
necesaria y la lectura fuese más disfrutada, al levantar la vista de pronto me
encontraba a un pájaro deambulando cerca, las plumas en tonos de gris, daba
saltitos por el pasto como buscando algo de comida, supongo que por ahí tendría
su nido.
Yo lo veía con
atención, porque siempre me han gustado mucho los pájaros y sus comportamientos,
así como sus cantos. Este en particular era muy silencioso, me daba la
impresión que estaba bien hallado en esa parte de los entornos de casa. En un día
cualquiera que me animé, escribí:
Pájaro gris, pasea por lo verde
Muy cerca de la ventana blanca
Salta en sus grises entonados
Al alma integra
¿Quién eres?
Mucho se ve en la quietud
Espíritus compartidos
Un pájaro gris. MJ
Algunas veces en la reflexión escrita del día a día, suelo mencionar
como me iba quedando claro y cada día más, que no todas las mujeres han venido
al mundo a parir. Es algo que con los días se va haciendo una elección bien
pensada y eso estará haciendo mucho bien a la sociedad en general. No nací en
un ámbito feminista, lejos de eso, mas fue tomando sus tiempos el entendimiento
en mi persona, mis padres eran abiertos, aunque mi madre tenía pavor a las
teorías, en especial las que nos iban abriendo las puertas a nuevos pensares.
Poco a poco fui comprendiendo las partes positivas con
las que las mujeres debemos ser guía, y más que nada ejemplo. Toda resolución
con conciencia aporta. A veces nos
preguntamos porque pasan cosas tristes como ver niños abandonados o no deseados
y que viven vidas muy tristes. Qué bueno que ésta asertiva situación de saber
elegir, se haga cada vez más parte de la vida de muchas féminas.
La libreta número
69 se abrió ante mí.
Iba encontrando cómo se afinaban los conocimientos de
cada día, los más sencillos y valiosos que son los conductores de mejores
respuestas a lo que nos toca vivir.
Y dice Marcel Proust: -Al escribir, revelamos los
negativos de nuestra vida-.
Y es un hecho, comulgo muy claramente con él. Quienes escribimos
como una rutina de vida, mucho aprendemos de los cambios que percibimos, en lo
personal hoy día que reviso eso se da mucho más.
Se, que en los textos manuscritos mucho me he repetido,
lo noto. Me queda claro que hay temas que uno tiene que afinar, que requieren
varias reflexiones hasta que quedan impregnados en nosotros como parte del
vivir. Las ideas van siendo oportunas en la medida que nos abren puertas de la
mente, en parte son las mismas, pero con diferente cariz, con diferente asiento
en el alma y dependiendo del momento de vida de cada ser.
Es un hecho que los procesos de aprendizaje (sobre todo
de los que nos van a agilizar más las vivencias de cada día) luego con los años
se disipan, se asientan y nos volvemos menos exigentes con pensares demasiado
exigentes. Vamos en mejor camino de conocer lo que realmente nos trae paz.
Quien escribe, sabe que es un reto poder decir más con menos palabras.
Cuando reviso, las extensiones de los textos en mis libretas, son enormes,
temas que he desarrollado para mejor comprensión, son evidentes. Es un disfrute poder lograr ese fin, y he ido
logrando al releer y volver a interpretar con más agilidad.
A finales del año 2005 sentí que comencé una nueva etapa
de percepción. Hay años clave, que son como los nudillos en las ramas de los
árboles, representan un nuevo y sencillo giro.
Lograba que los hechos no me agitaran de más. Antes de
conocer bien el Zen, solía darle más vueltas de lo necesario a los asuntos. El
Zen nos ayuda a poner todo en su lugar a tener claro que las esencias son
sencillas, somos nosotros quienes las complicamos.
La sencillez como principio era algo que me interesaba
mucho, lograba percibir que menos es más cuando se sabe comprender en
donde radica la parte plena y certera de la vida.
Por estos días, la tristeza de tener que llevar a dormir
para siempre al perro que nos acompañó fielmente cada día nos invadió.
Personalmente tuve que pasar por todo. Con las cenizas enterradas, me propuse
interpretarlo en lápices de color. Creo que logré con bastante fidedignidad su mirada,
esos ojos me acompañan cada día.
Me iba quedando claro como en la vivencia bien llevada,
con un orden propuesto es como la vida se disfruta más. El gozo personal que
puede ir tomando la vida se percibe con la edad, nos vamos afinando en algunos
aspectos y sabiendo bien a bien soltar muchas cosas que ya no son parte.
En la vida hay una realidad contundente: No solo es
querer lo que se desea. Por eso mismo el Zen nos dice que ante todo aprender a
afinar preferencias, escoger es un asunto que suena fácil, pero a veces es muy
difícil.
Iba afinando el sentido de mi obra plástica, una obra
sencilla y que nace de muy dentro de mi ser. Nunca me ha gustado hacer obra que
se me pide con temas que no manejo, lo hago de vez en cuando tomándome el
tiempo para comprender que es lo que quiere quien lo pide y como eso se ajusta
a mi estilo.
Lo cotidiano, puede ser un ámbito vital lleno de emociones. Solo siendo
lo más objetivos posible podremos tener esa atención necesaria para que cada día
nos dé lo más posible en sus gozos y demandas. En esto me identifico mucho con
la escritora inglesa Virginia Woolf, a quien he citado y llegara el día en que
comente más a fondo su obra.
Va presentándose la vida como es, no como cada uno la
pensamos y mucho menos como la queremos.
Dia, soleado
Clima, especial
Luna, nueva
Transformar, lo negativo
Actitud, de presente
Dia, soleado. MJ
(Continuará.)
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