jueves, 25 de julio de 2024

 

Estar, en lo que estamos. (7)

 

                                            ¿Cómo pedirle a un ser humano, que no sea tal cual es?  No es posible, la esencia de la persona nunca se cambia. MJ

 

                                                               En el caso de los hijos, creemos que, porque han vivido tan cerca nuestro podemos mencionar actitudes como las mejores, creyendo que van a responder como nosotros proponemos mejor, y es algo que no se da así.

En el caso de las personas cercanas habremos de tener cuidado, luego no nos damos cuenta que no todas las personas piensan como uno mismo, y podemos caer en errores de comentar lo que algunas veces no se puede entender.  Los encuentros con personas afines a nuestro pensamiento y modo de ser, se van dando, y con los años se aprecian mucho más.

A nadie, absolutamente a nadie se le puede pedir lo que no puede dar. La percepción de la amistad es algo muy personal, y algunos congéneres solo están cerca de uno porque piensan en beneficios colaterales y no por el placer de la buena platica.

Hemos llegado ya, a tiempos de renovación en lo que a interrelaciones se refiere. Prácticamente mucho de lo que intercambiamos como seres humanos no es de viva voz y menos en presencia física, mucho ya está en los mensajes de texto del celular. Las redes sociales han de pulirse más, comprender su verdadero sentido que a decir verdad aún está muy trastocado.  Saber aceptar y compartir lo valioso se está volviendo como lo más difícil, solo se da cuando hay la posibilidad y más que nada la voluntad.

Por estos tiempos volví a recordar en mis textos, a una mujer que fue muy importante tanto en la vida de mi madre como en la de sus hermanos, los nueve, que fueron casi hijos de Anita. Ana, a quien yo conocí ya en la última etapa de su vida, cuido de mi madre y sus hermanos en la vida de cada día   y mucho más cuando mis abuelos salían de viaje, salidas a veces de meses. Fue ama de casa y madre cuando así se requirió.  

Según me contaba mi madre, Anita se convertía en una madre sustituta cuando mis abuelos partían. Un estilo de familia que prácticamente ya está extinta.

Cuando yo era niña ella ya vivía muy viejita en un convento en donde su hija era monja, y mi madre casi cada domingo pasaba a buscarle para que comiera con nosotros en casa. Después de comer los niños que estábamos cerca de ella éramos los mejores escuchas para la narrativa de cuentos. Muchos cuentos nos narraron, pero como los de Anita, ninguno. Atentos nos tenía a todos, con los ojos bien abiertos puestos en su enorme figura, sentados en el suelo alrededor de ella. Un cuento que no puedo olvidar se llamaba -Los tres pelos del diablo-. De entrada, he de decir que es del que más aprendí, y aunque no lo recuerdo bien, solo con el personaje ya tenía yo para dar y repartir de los miedos que me provocaba esa figura.  Recuerdo que ese cuento por la forma personal de Anita me ayudo a darme cuenta que ese diablo (que me costó entender) se iba haciendo más fácil de comprender.  Quien pudiera arrancarle tres pelos a la cabeza del demonio era un ser que recibiría un tesoro. Todos los del rumbo se apuntaban, trataban de encontrar la manera de que tan espantoso ser estuviera dormido para tomar ese preciado objeto, ¡un solo pelo a la vez y lograr los tres!

                                                                     Después de la muerte de mi suegra, entramos en un periodo de reacomodo. En verdad que cuando se va un ser querido todo se tiene que rehacer, y darse las cosas de otras maneras. Mi marido me propuso tomar un diplomado de literatura española en la U. Modelo y acepté. Fue todo un acierto, lo disfrute enormemente. Hubo clases que solo éramos dos personas en el aula y mi compañero de banca era un homeópata muy amable e inteligente de apellido Martínez, con quien aprendí mucho. No solo de compartir esos textos de la literatura, sino de su modo de ser tan parsimonioso.

Cuando en estos días leía algunos de los clásicos de la literatura española, en el ventanal donde me sentaba cómodamente para la tranquilidad necesaria y la lectura fuese más disfrutada, al levantar la vista de pronto me encontraba a un pájaro deambulando cerca, las plumas en tonos de gris, daba saltitos por el pasto como buscando algo de comida, supongo que por ahí tendría su nido.

 Yo lo veía con atención, porque siempre me han gustado mucho los pájaros y sus comportamientos, así como sus cantos. Este en particular era muy silencioso, me daba la impresión que estaba bien hallado en esa parte de los entornos de casa. En un día cualquiera que me animé, escribí:

Pájaro gris, pasea por lo verde

Muy cerca de la ventana blanca

Salta en sus grises entonados

Al alma integra

¿Quién eres?

Mucho se ve en la quietud

Espíritus compartidos

Un pájaro gris. MJ

                                                    Algunas veces en la reflexión escrita del día a día, suelo mencionar como me iba quedando claro y cada día más, que no todas las mujeres han venido al mundo a parir. Es algo que con los días se va haciendo una elección bien pensada y eso estará haciendo mucho bien a la sociedad en general. No nací en un ámbito feminista, lejos de eso, mas fue tomando sus tiempos el entendimiento en mi persona, mis padres eran abiertos, aunque mi madre tenía pavor a las teorías, en especial las que nos iban abriendo las puertas a nuevos pensares. 

Poco a poco fui comprendiendo las partes positivas con las que las mujeres debemos ser guía, y más que nada ejemplo. Toda resolución con conciencia aporta.  A veces nos preguntamos porque pasan cosas tristes como ver niños abandonados o no deseados y que viven vidas muy tristes. Qué bueno que ésta asertiva situación de saber elegir, se haga cada vez más parte de la vida de muchas féminas.

 La libreta número 69 se abrió ante mí.

Iba encontrando cómo se afinaban los conocimientos de cada día, los más sencillos y valiosos que son los conductores de mejores respuestas a lo que nos toca vivir.

Y dice Marcel Proust: -Al escribir, revelamos los negativos de nuestra vida-.

Y es un hecho, comulgo muy claramente con él. Quienes escribimos como una rutina de vida, mucho aprendemos de los cambios que percibimos, en lo personal hoy día que reviso eso se da mucho más.  

Se, que en los textos manuscritos mucho me he repetido, lo noto. Me queda claro que hay temas que uno tiene que afinar, que requieren varias reflexiones hasta que quedan impregnados en nosotros como parte del vivir. Las ideas van siendo oportunas en la medida que nos abren puertas de la mente, en parte son las mismas, pero con diferente cariz, con diferente asiento en el alma y dependiendo del momento de vida de cada ser.

Es un hecho que los procesos de aprendizaje (sobre todo de los que nos van a agilizar más las vivencias de cada día) luego con los años se disipan, se asientan y nos volvemos menos exigentes con pensares demasiado exigentes. Vamos en mejor camino de conocer lo que realmente nos trae paz.

                                                          Quien escribe, sabe que es un reto poder decir más con menos palabras. Cuando reviso, las extensiones de los textos en mis libretas, son enormes, temas que he desarrollado para mejor comprensión, son evidentes.  Es un disfrute poder lograr ese fin, y he ido logrando al releer y volver a interpretar con más agilidad.

A finales del año 2005 sentí que comencé una nueva etapa de percepción. Hay años clave, que son como los nudillos en las ramas de los árboles, representan un nuevo y sencillo giro.

Lograba que los hechos no me agitaran de más. Antes de conocer bien el Zen, solía darle más vueltas de lo necesario a los asuntos. El Zen nos ayuda a poner todo en su lugar a tener claro que las esencias son sencillas, somos nosotros quienes las complicamos.

La sencillez como principio era algo que me interesaba mucho, lograba percibir que menos es más cuando se sabe comprender en donde radica la parte plena y certera de la vida.

Por estos días, la tristeza de tener que llevar a dormir para siempre al perro que nos acompañó fielmente cada día nos invadió. Personalmente tuve que pasar por todo. Con las cenizas enterradas, me propuse interpretarlo en lápices de color. Creo que logré con bastante fidedignidad su mirada, esos ojos me acompañan cada día.

Me iba quedando claro como en la vivencia bien llevada, con un orden propuesto es como la vida se disfruta más. El gozo personal que puede ir tomando la vida se percibe con la edad, nos vamos afinando en algunos aspectos y sabiendo bien a bien soltar muchas cosas que ya no son parte.

En la vida hay una realidad contundente: No solo es querer lo que se desea. Por eso mismo el Zen nos dice que ante todo aprender a afinar preferencias, escoger es un asunto que suena fácil, pero a veces es muy difícil.

Iba afinando el sentido de mi obra plástica, una obra sencilla y que nace de muy dentro de mi ser. Nunca me ha gustado hacer obra que se me pide con temas que no manejo, lo hago de vez en cuando tomándome el tiempo para comprender que es lo que quiere quien lo pide y como eso se ajusta a mi estilo.

                                                           Lo cotidiano, puede ser un ámbito vital lleno de emociones. Solo siendo lo más objetivos posible podremos tener esa atención necesaria para que cada día nos dé lo más posible en sus gozos y demandas. En esto me identifico mucho con la escritora inglesa Virginia Woolf, a quien he citado y llegara el día en que comente más a fondo su obra.

Va presentándose la vida como es, no como cada uno la pensamos y mucho menos como la queremos.

Dia, soleado

Clima, especial

Luna, nueva

Transformar, lo negativo

Actitud, de presente

Dia, soleado. MJ

(Continuará.)

 

 

 

 

 

 

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