jueves, 9 de mayo de 2024

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (16)

                                                                                A quien no le educan en su casa,

es seguro que le eduquen en la calle.

Maritere Cano.

                                                                              Todos sabemos que la educación no termina hasta que nos llega el último suspiro. Pocas veces tenemos la fortuna de poder acompañar a alguien cuando va a partir de este mundo, porque estar de la mano de algún moribundo y más si es un ser querido, es una enseñanza eterna.  Es algo que nos transforma para toda la vida.

 Esa parte de la educación de casa, como puede ser la buena actitud al estar cerca de los que se nos adelantan, nos deja claro y seguro, que ese círculo y mandala personal colorido que se cierra, se abrirá de alguna otra manera. En lo personal me tocó tener la mano de mi padre entre las mías cuando le vi suspirar la última vez, abrió grandes los ojos, y ese color de aceituna combinado con un tono de ámbar, se grabó en mi mente para el resto de la vida. De inmediato entramos en un silencio profundo, mi madre hizo algunas oraciones y nos quedaba muy claro que una etapa de la vida de todos, se cerraba para siempre. Compartir con alguien su entrada a la eternidad, no es poca cosa, un poco de nosotros se va con quien parte y un tanto del difunto se nos queda de una manera muy especial, es duro sin duda alguna. Acompañar al que parte es como una petición silenciosa que las mas de las veces nadie espera abiertamente y que en realidad es un privilegio.

Mi madre tuvo siempre clarísimos los rumbos de las cosas educacionales que se comparten y aprenden en casa, desde el modo como arreglamos las cosas personales hasta todo asunto de la mesa de comer y ni que decir de los modos de responder a las demandas de cada día. Los horarios, los momentos de solaz y todo lo que tuviera que ver con los buenos modos al vivir, como tomar el té, asunto para mi padre casi como ritual después de la cena. Así también siempre dejó claro que cuando algo se acaba hay que tener claras las miras hacia el frente.

 Mi madre, mencionaba eso de que a algunos seres humanos los educan en la calle y lo decía muy seguido, yo creo que, porque quería profundamente sentir que a sus hijos les había enseñado todo lo necesario, nos contaba como le marcó una historia de su juventud, había una anécdota de un señor conocido de su época, un hombre del que algunas jóvenes solían quejarse por sus malos modos, el día menos pensado recibió una tunda de otros amigos de éstas, por estarse mal comportando. Y así mismo es, a veces recibimos las pautas de una educación particular de manos de gente que viéndose afectada, nos recuerda que hay de modos a modos.

Uno de los caminos mas certeros que he encontrado para responder a las rijosidades de algunas personas, es el del silencio. En la vida actual hay mucho stress y las personas no siempre comprenden como éste nos afecta. Comenzando con el mal manejo de la frustración, a quienes en su casa no les han enseñado a cómo manejar ésta, es seguro que se convierta en malos modos hacia personas que no tienen por qué recibirlos. Si esas personas, ante las que nos podemos encontrar con más frecuencia de lo pensado, de pronto dan muestras de agresión es que en cierta forma están pidiendo a gritos reconocer modos diferentes. Sí hay que tener mucho cuidado con esto, y saber que cuando uno responde de la misma manera agresiva, a fin de cuentas, es uno mismo quien se está agrediendo. Las maneras burdas en la convivencia es algo que se puede pulir desde la infancia. Lo noto cuando mi hijo ante maneras que tiene su hijo de 6 (seis) años, que de pronto contesta alzando la voz, se le hace ver y retroceder en la acción y con palabras asertivas y más suaves, se le dice que todo se resuelve hablando con buen tono. Es verdad que cuesta trabajo a veces, mas sabemos que poco a poco le entra el agua al coco, nunca hay que precipitarse.

                                                               En estos días que releo, en mis escritos hay todo un argumento de cómo responder cuando alguna persona ha fallecido. Es muy duro para los críos comprender a veces que un ser querido se ha ido para siempre. Estar hablándoles de mas de esta realidad que a todos nos toca vivir, a veces incomoda a los adultos que lo tenemos que hacer, entonces lo más adecuado es que dejemos que los niños se expresen al respecto y solo contestar lo demandado. Las preguntas de los niños siempre son muy claras y puntuales, de la misma manera habremos de responder. Puede resultar difícil comprender como es posible no volver a ver a alguien en lo físico, y esto mismo nos abrirá puertas para poder tener a ese ser presente de otras maneras, como los recuerdos que nos ha dejado. En ningún rubro de cuestionamientos infantiles es bueno ahondar de mas ni de menos, estar seguros que lo que pregunta el crio tiene todo respondido por parte del adulto.

Respecto a los velorios he escrito algunos textos de las incongruencias que observo cuando he asistido. No creo que en todos los casos sea lo ideal pasárselos por alto a los niños, ellos también pueden estar preparados a sus escasos años a comprender como al cerrar, abrimos. Sabemos que existe la costumbre hoy día que cuando se despide a algún difunto, ese momento se convierte en evento social, cuando eso sucede, los niños ya no deben estar, porque para jolgorios así, estaríamos desvirtuando el hecho. Al niño se le puede llevar antes, es seguro que puede percibir el asunto del duelo como algo positivo de despedirse.  Comprenderá a su nivel lo que pasa, tan solo estando el tiempo necesario.

Hay una gran diferencia que se da en otras culturas cuando la celebración es la pauta cultual y se celebra la vida del difunto. Esos velorios festivos son compartidos por todos los miembros de la comunidad como una alegría de que la persona fallecida pasará a otro destino preciado. En el caso de los cuáqueros en los Estados Unidos de Norteamérica, se da mucho. Beben, cantan y en especial y se celebra con consenso.

                                                                       El cuaderno número 64 de los textos que he escrito, correspondió al año 2004. Me pase unos días tratando de comprender como es necesario tener claro que lo que hacemos y pensamos tenga congruencia, nunca es tarde para continuar comprendiendo como lo que se hace con incongruencia nos afecta.

A mi padre le encantaba poner música clásica los domingos, a veces de niños eso nos chocaba, y queríamos que no lo hiciera. Con el paso de los años esa misma música es la que me resuena. La utilizo a la hora de pintar y de compartir con mis alumnas en esos momentos del recato de la creatividad.

De entrada, cuando se tiene clara la propia verdad, ésta se manifiesta hasta por los poros del cuerpo. Cuando uno sabe vivir con claridades que no titubean de mas, esto se siente y se percibe.

El proyecto de vida no es algo estático, se va modificando. Tal vez la parte esencial casi no se modifique. A veces es bueno ser más cautelosos con lo que nos motiva, y darnos cuenta que tanto tiene que ver con lo que a fin de cuentas queremos.

En la antigüedad se apelaba mucho a lo que se conoce como la providencia. Es un concepto que proviene de la religión y me queda claro como a tanta gente le da certezas invaluables, pero hay que tener cuidado en que no sea incongruente con lo que se vive, es bueno porque va unido a lo que conocemos como la voluntad de Dios, es ese actuar que va abriendo puertas de claridad para el creyente, sin mayor asunto que la fe que guía y ni que decir la parte creativa. La creatividad es parte de esa providencia, no es que las cosas caigan del cielo, cuando hay una buena educación es seguro que el ser humano responde como tal: Como un ser humano. Me queda clarísimo que todo el diálogo que se pueda tener con los críos apelará a que sean buenas personas y tengan sus planes de vida bien diciplinados.

A veces se confunde lo diciplinado con algo engorroso. Si nos atenemos a algo rígido es seguro que sí, así será, pero en realidad una disciplina es algo que se hace con las miras de que uno avanza y crece dentro de esa acción, mas que engorre nos da paz. La cultura de la mentira no ayuda mucho en los medios latinoamericanos y nos hace ver la vida con distorsiones que nada que ver con un buen camino de orden.

Todos nos podríamos comunicar en las mismas frecuencias si es que hemos aprendido una disciplina, la comunicación se facilita si tenemos claro qué principios nos rigen y cuando los podremos compartir en las acciones de cada día, y cuando existen personas que no podrán ser compatibles con nosotros, aunque nos esforcemos. Eso de la compatibilidad también se puede aprender, porque si encontramos diferencias en el actuar y modos de ser, tal vez podríamos entablar dialogas de mejor comprensión, aunque a veces esto es imposible y es mejor retirarnos. Ser restrictivos en estos asuntos puede ser sabio.

Si las personas son demasiado controvertidas en verdad que lo más sano es retirarse y no entrar en diálogos sin salida. Luego la vida puede volver a proponer diferente.

Cuando alguien aprende a ser diciplinado es una gran enseñanza que se transmite por el ejemplo, no con tanto dialogo verbal, y sirve para todo en la vida. De entrada, se retira en gran parte los asuntos que puedan crear stress innecesario. En lo personal por alguna razón de mi formación tengo acciones en mi vida que me cuesta cerrar, cuando llego a la parte final de algún proyecto me parece que se me complican los modos y los tiempos. Siempre he querido saber por qué. Una de mis autoras favoritas en la literatura universal lo ha sido lo es y lo seguirá siendo, Virginia Woolf. He leído bastante y aun siento que no es nada, que me falta un universo completo de su obra para poder comprender sus mundos tan creativos. Ella siempre que iba terminando un texto se ponía tan mal anímicamente que le costaba lograrlo. Era algo así como sentir que quedaría en despoblado, con tristezas inexplicables. Ella, en su bipolaridad no sabía bien a bien que era eso, en mi caso ni escribo novelas, ni grandes textos, pero en la vida diaria a veces sí que me cuesta cerrar, tampoco soy bipolar y aun así me pasa con mis proyectos de arte, me toman tiempo. 

Escribí:

Quiero sentir plenitud a cada momento

Sin importar los pensares ajenos

Quiero cada momento único e inolvidable

Sin importar si vamos o venimos. MJ

La plenitud nos la da la vida misma.

Lo que los demás creen, nunca debe de afectar lo que nosotros decidimos y mucho menos lo que hacemos, siempre teniendo el cuidado de no afectar la vida de nadie.

Nada se repite. Las acciones siempre son constructivas y la vida toma otra dimensión mucho más placentera y reconfortante cuando nos permitimos los coloridos personales. (Continuará).

 

                                                              

 

 

jueves, 2 de mayo de 2024

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (15)

 

                                                                                   ¿Existe un estado perfecto, que asegure un descanso profundo? MJ

                                                                       En la península de Yucatán sí existe, ese estado se localiza en una hamaca.

No tengo idea de la historia de este mueble. La hamaca, seguro que por la sencillez de su diseño ha sido utilizada desde hace muchos ayeres, desde que el ser humano se estableció en el sedentarismo.

Pienso que hay que darle la categoría de mueble, porque para muchos grupos humanos, como sin duda alguna lo es para los habitantes del sureste mexicano, es el sustituto a una cama, es ahí en los hilos sagrados donde se reposa en el sueño nocturno.

 Estoy segura de que existe desde hace muchísimo más tiempo del que podríamos imaginar, y sin la menor duda nos queda claro que ha evolucionado. De lo que no estoy tan segura, es de que represente en otros países y lugares del orbe, lo que significa una hamaca para un yucateco.

En Yucatán, a todo ser que nace y desde los primeros meses de vida, es seguro que más pronto que tarde se le mecerá y arrullará dentro de una hamaca. En casi todas las construcciones caseras existen los hamaqueros, que los hay hoy día de variados tipos (creo que ya existen espacios en las tiendas ferreteras destinados a la variedad de estos herrajes) los he oído nombrar como argollas por su redondez, se les conoce también como eses por remedar la forma de esa consonante: S.

Al niño que nace se le mece.

 Si se le arrulla en los brazos de su madre éstos se verán compartidos por los brazos de una hamaca, y lo que sí es seguro es que aprenderá a observar el mundo a través de los hilos. Creo yo, y muchos lo podrán confirmar, que tenemos el recuerdo nítido de lo que observábamos al dormir o despertar entre hilazas blancas, de color o combinadas.

 En lo personal tengo claro lo que ha sido la hamaca para mí misma, ese olor tan peculiar de la hamaca en la que crecí, es un olor como de paz, hoy día, no es mi lugar de sueño nocturno, mas si de algunos días de siesta. Con frecuencia los hilos nos marcan, dejan un sello de cuadricula en la parte en donde nos hemos apoyado mas intensamente en ese maravilloso tejido. Algunas personas a esto lo llaman el hamacazo.

Mi madre las prefería todas en color blanco. Era su idea de elegancia, y casi siempre rematadas con orillas de tejido en crochet, alguna vez hacía concesiones de alguna sencilla línea en color pastel en el diseño, a las niñas en rosa y los varones en azul.

Así es como se dan las costumbres y los modos de ser. Hay seres que solo se tranquilizan y descansan dentro de una hamaca. En la infancia cada niño termina teniendo una que es muy personal y si se le permite la elige del color preferido. No se puede quedar en casa la hamaca cuando son convidados los críos a pasar la noche en casa de abuelos o parientes. La hamaca personal es lo primero que se pone en el equipaje de quien es convidado a la playa a casa de primos o amigos. En su libro -Mar y Sal-, el escritor yucateco Pedro Peón Roche cita como se daba el uso de la hamaca cuando llegaban los invitados del hacendado, en la época de mas actividad en estos recintos campiranos y dice:

-Cada uno llevaba su hamaca, como hace todo yucateco educado-.

Y nos comenta como se les asignaban a los invitados mozos como attachés, que les apoyaban personalmente en todos estos menesteres hamacunos, y compartir en esas casonas del campo yucateco.                      

En las temporadas veraniegas de antaño en las playas, (tal vez en algunas familias eso se siga acostumbrando en los veranos actuales) las hamacas han sido protagonistas. Tienen un fin muy práctico y se cuelgan por pisos, es decir, unas más bajas que las otras y así poder poner varias no solo en la misma habitación sino en el mismo hamaquero.

 Esta modalidad permite obtener más espacio para el cupo de amigos e invitados, y aunque no todos tienen la pared al alcance del pie para mecerse con una sencilla y suave patadita, la hamaca arrulla y provee un descanso especial. El ritmo se toma de una forma u otra. Uno se mece mientras se conversa, mientras se escucha música o mientras se lee.

Uno le puede preguntar a un yucateco ¿Qué hiciste este medio día? Y de las respuestas seguras, solo hay una infalible: -Patear la pared y mecerme en mi hamaca-

¿Cuándo la hamaca cautivó tanto a los yucatecos que hay algunos que no pueden conciliar el sueño si les falta, como si fuera parte de su cuerpo mismo? Que se yo. En el sureste mexicano lo que es un hecho total, es que las hamacas son parte y hasta se mecen solas, yo creo que de la felicidad de ser tan apreciadas. Cuando una hamaca se queda colgada y uno pasa debajo de ese arco bendito, éste se mece, y se queda moviéndose un buen rato, mucho mas si está localizada frente a una ventana bien ventilada. En estos lares los movimientos de los aires son valiosos y eso lo sabe muy bien una buena hamaca.  No me di cuenta del valor de descansar en una hamaca hasta que contraje nupcias con dos a la vez: el marido y su hamaca.

 Ese mecerse, ese acostarse cual debe dentro de los hilos sacrosantos, es algo que todo (o casi todo) yucateco cultiva. No tengo duda alguna que este asunto haya desencadenado contratiempos entre parejas que se forman cuando uno de ellos es de otra cultura diferente a la del sureste, porque no es fácil comprender que haya personas que no pueden dormir cómodas en una cama. Les sucede tanto a varones como a féminas, es una cuestión de modos de ser acendrados y cultivados por los mismos que lo disfrutan.

 Todos hemos visto como uno de nuestros padres tiene esta preferencia (en mi caso fue mi padre, que amaba su hamaca de hilos sedosos en color amarillo). Él tenía dos pequeñitas que le servían cuando salía de cacería con los amigos.  

Se ponía furioso porque las niñas que armábamos casitas en el jardín para jugar con las muñecas, siempre las utilizábamos para el juego y obviamente quedaban a veces un tanto maltrechas.

Las enfermedades de la niñez siempre se atenúan con seguridad y más rápido se sanan en una hamaca, la preferida es seguro la de alguno de nuestros padres.

 Yo amaba la hamaca de mi papá, era muy suave y cómoda y además solo la habitación de mis padres tenía aire acondicionado.

En la niñez tuve unos primos que eran como hermanos. Ir a pasar fines de semana a su casa de playa era algo muy común, y lo primero que entraba a la mochila de equipaje playero era la hamaca y una colchita (ésta no es propiamente una sábana) que es más bien un sencillo cobertor ligero, porque en las costas del sureste de pronto se desata el Norte y hay que cobijarse de la humedad que trae.  De niña, con estos mismos primos pasaba parte del verano en su Rancho playero, un cocal que desapareció hace unos años por el amarillamiento letal del cocotero. Las casas techadas de huano hacían del Rancho un lugar singular. La paja bien trabajada es hermosa y olorosa, mas no por eso nos librábamos de los bichos, los había siempre y aunque no los veíamos tan seguido, sabíamos que habitaban ahí.  Por las noches las hamacas se volvían un cotz (enrollado en maya) todos bien envueltos con cubierta de tela y por fuera los hilos que nos daban sensación de estar a buen recaudo. No faltaba el día en que al amanecer nos encontráramos algún alacrán o chiwó (tarántula) porque en estos lares son frecuentes estos encuentros.

Cuando llegábamos al Rancho a la orilla del mar, lo primero era poner atención a las indicaciones de las nanas que nos ayudaban a ordenar todo. Si se colgaban las hamacas había que estirarlas un poco con técnica bien conocida y nos recordaban como se anudan las sogas para colgarlas con seguridad, de este modo el brazo queda firme, ya que de no hacerlo como manda la ley hamacuna, es seguro que al acostarse el dueño acabe en el suelo. Para un buen descanso y acomodo uno se sitúa dentro de la hamaca de una manera transversal.

 Este acomodo en diagonal dentro de los hilos, se prefiere para que éstos en verdad nos sujeten, es todo un arte. La nana mas grande de edad y pequeñita de cuerpo era Mech, ella se ocupaba de estos menesteres y gozaba enseñarnos el buen uso de una hamaca. Ni que decir de como se recoge al amanecer, aunque no propiamente lo hacíamos nosotros los niños.

 El modo como se enrolla una hamaca para que no se enrede, para que dure, para que no se revienten esos finos hilos, es todo un aprendizaje.

Así como hay una hora para cada cosa en la vida del día a día y hemos dispuesto el tiempo a la conveniencia y gusto, también el medio día es una hora para ese descanso obligado que es la siesta (la nana que cuida de mi nieta suele decir que va dormir su fiesta) es un descanso que nos aísla de los calores, que nos repone.

De niña, cuando la escuela Primaria, salíamos de clase mas o menos a las 11(once) de la mañana, para comer en casa temprano, disfrutar un rato en la hamaca debajo del ventilador de techo y volver al cole como a las 3 (tres) de la tarde. Hacíamos actividades más ligeras en ese segundo turno, como manualidades o deportes y a veces se nos permitía ir a ese segundo tiempo en bicicleta con alguna vecina o prima. Era un horario establecido hasta que comenzó el que se adaptó después llamado corrido, entrando más temprano y saliendo a las 12:30 del día para no regresar por la tarde.

Así pues, para unos la hamaca representa un rato de sosiego pasajero, para otros el centro de la vida de descanso, de un descanso que se da de noche y de día.

En febrero de 2004, escribí claramente en mis textos, algo que me había llamado mucho la atención en ese momento, iba dándome cuenta que no a todo Dios le gusta conversar. Yo, que tenía una madre conversadora hasta por los codos, me daba cuenta que yo misma había heredado eso de ella y me parecía insólito que hubiera gente que gozaba estando mas bien en los silencios. Y, así es, el conversar para muchos es como un desgaste de energía innecesario. Jamás lo podre ver así, en la juventud los momentos más plenos es cuando con las primas y amigas nos pasábamos horas en las hamacas conversando

En estos tiempos también se ajustaba mucho en mis acciones el verbo prever. Me daba cuenta cuan útil es llevar bien la agenda del día, y como podíamos tener de antemano todo claro en las acciones a realizar. Muchas cosas se iban afinado antes de llegar a esos 50 (cincuenta) años de vida, esperados y en algunos rubros hasta temidos.

Para estas épocas compartía mucho de mi tiempo con un hermoso perro labrador. Mi hija lo había traído a casa y aunque ella vivía fuera de la ciudad, ese animal nos acompañó maravillosamente por varios años. Rocco, un gran compañero como parte de largas y disfrutadas caminatas a mi lado y de profundos silencios en momentos de actividad. Se echaba junto a mí, mientras pintaba en mi estudio y solo observarle mover las cejas y sus enormes ojos marrón/rojizo me daba sosiego. Mover los ojos en buena actitud, como diciendo, aquí estoy.

 Rocco terminó dormido de manos de un buen veterinario que se compadeció de él, claramente me dijo el médico que había que dormirlo pronto para evitar sufrimientos innecesarios. Recibió la inyección final una mañana fresca en la que le llevé a mi lado en el automóvil y le hablé durante todo el trayecto de lo bueno que nos dejaba al haber sido tan buen compañero, rodaron unas lágrimas por parte de los dos, y esa despedida tuvo mucho sentido. A los pocos días le dibujé con lápices de color, logré su mirada y me siento muy orgullosa de eso porque me mira a diario y sigue entre nosotros, esa imagen que hasta hoy día nos acompaña, los nietos la miran y ya le conocen, sin haberle conocido. El corazón de Rocco había sido invadido por lombrices, mismas que proliferaron por la picadura de un mosco que transmite ese mal a los perros, no sé si a otros animales les afecte, no es algo que se transmite a los humanos. (Continuará)