jueves, 22 de febrero de 2024

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (5)

                                                                     Imaginemos pues, el cuidado del alma como una aplicación de lo poético a la vida cotidiana.

Thomas Moore.

                                                                        Con la poesía entramos a un mundo en donde la explicación es lo de menos y si ese principio artístico lo aplicamos a la vida de cada día, pues podríamos decir que nos estaríamos agilizando al no explicarnos tanto y darle más entrada a un buen sentimiento. Cuando nuestro mandala personal es claro, estamos en mejor camino. El contenido de las figuras que nos componen, es muy importante. No siempre es fácil visualizarlo como una representación física colorida, mas ir percibiendo con color las acciones y sentirlas totalmente completas en el curso de la temporalidad, (aunque parezca de pronto nos traga vivos el tiempo) estaríamos dando entrada a esa manera creativa de observar lo que vivimos a diario, con mejor flujo. El color bien utilizado es poesía.

De pronto, como que se percibe que no es sencilla la vida cotidiana. Enredarnos y perder la sencillez, pareciera de lo más normal. Pienso que lo que se vive cada día es la parte de la vida más interesante y a la que menos atención se le pone. Nos entercamos en creer que es fastidiosa, solo escuchar la palabra rutina nos descompone y nos da la impresión de que son muy nimias esas acciones que sustentan todo el entramado del día.

Cambiar una regadera que se la ha acabado el sarro, reparar la lavadora de casa o tan solo acicalar el sofá para sentirnos más cómodos, es como si fueran esas líneas intermedias que están inevitablemente presentes. Mantener los espacios en los que convivimos limpios, poner unas flores aun a sabiendas de que son efímeras, prepararnos un té. Cuando vemos las acciones diarias como una parte sustentante, dejamos el camino libre a la expansión de la conciencia.

Swami Sivanada piensa así: -Pon tu corazón mente y alma, en los pequeños actos. Ese es el secreto-.

Los amaneceres dan entrada al día y pueden ser vistos como centrales desde ese pequeño punto de inicio, en el que se va a desplegar toda la acción. Son el centro del mandala.

Observar cómo nace el día junto a nosotros, esa pequeña luz que hasta con vergüenza se asoma, como diciéndonos al oído, a la vista, a la percepción:  soy silenciosa, otorgo vigor al día. Un pequeño rayo de luz en un resquicio, es la mismísima belleza haciéndose presente.  

Las líneas de actividad nos cuestan más, dependiendo de la motivación. Puedo poner como ejemplo el ejercicio físico, ese actuar saludable cada vez más propuesto por los médicos. Si vemos el inicio de un día con todo ese potencial de la circularidad que comienza desde un pequeño punto lumínico, para desplegarse luego en una circularidad total activa que sustenta, pues podemos ir adentrándonos en la acción. A veces no todo lo que nos corresponde hacer es lo que más nos gusta y aunque no sea la acción que más nos agrade, sabemos que es necesaria. De lo que es cotidiano no todo responde al deseo o gusto total, a veces hay que optar por lo que mejor nos pueda hacer.

 Si sentimos que cada etapa vivida del día nos acerca a la periferia de cierre (como la línea externa del mandala) este es el punto último que podemos comparar con el momento en que cerramos los ojos por las noches y nos preparamos para un nuevo comienzo.  Con esto nos damos cuenta que es el privilegio de cada ser, vivir la cotidianidad con las formas y los coloridos que se eligen y que aporten gozo. En el fondo siempre estará lo anímico, que, aunque no se perciba fácilmente, fortalece con sentimiento, es el ánimo que sustenta a todo el colorido que decidamos proponer.

Santo Tomás de Aquino nos lanza una frase muy contundente por los caminos de la fe, para dejarnos claro qué tanto es importante mantenerla en alto, y dice: -A quien tiene fe, ninguna explicación es necesaria. A quien no tiene fe no hay explicación posible-.

Cada uno de nosotros nos podemos situar en el justo medio de una fe en principio a uno mismo, que se refrenda en los buenos momentos, tenemos fe porque sabemos que el día se desarrolla con las propuestas agendadas. Confiamos.

 Mantenernos en pie de acción, aun a sabiendas en el ánimo y en el alma que, no todo está asegurado tan solo porque se agende, pero de antemano ya mucho del camino está marcado.

 Yo me declaro una mujer de agenda, de papel. A veces me sugieren que ponga todo mi plan del día en el celular, ¡imposible para mí! el celular tiene mil opciones, esa en concreto no es la mía.

Es por eso mismo, que, si nos sabemos con estructura propia, y los trazos de nuestro mandala vital interno ya están dibujados en nuestra mente, poner los coloridos se volverá algo entretenido y gozoso.

Una de las situaciones de la vida cotidiana que más nos nublan la posibilidad de disfrutar hasta lo más nimio, es cuando creemos que esas nimiedades que tenemos entre manos son de poca valía. Muchas personas desde el amanecer necesitan dejar los recintos caseros como para recargar energía y salir de casa, a veces es una especie de huida graciosa. Cada ser ponemos acción a nuestras demandas y habremos de tener más claro cuál es el sentido de estas acciones. Quienes salen a trabajar como una rutina diaria tienen mucho ganado en el ámbito de su propia paz. La rutina no es algo tequioso y desdeñable. Claro que todo depende de la personalidad de cada quien y lo que hayamos elegido en la vida. El trabajo, creo yo, es lo que más dignifica al ser. Hoy día, que ya es una realidad el trabajo desde casa, las computadoras tienen toda nuestra atención, estamos viendo que otro gallo nos canta.

Muchos de nosotros habremos de salir a lo que llamamos diligenciar, es decir cumplir algunos de los pendientes que solo se pueden dar fuera de casa. En lo personal tengo una estrategia con este mandala del diligente día, lo realizo yendo de la periferia lejana de la ciudad hacia el centro cercano, opto por los lugares que están más lejanos para ir regresando y gozar más el volver a casa.

Hoy día el punto de mis diligencias termina en las compras faltantes del supermercado, que se encuentra ya cerca de donde vivo. Bien lo saben los comerciantes, mientras más cerca de casa esté, más feliz pueden hacernos.

Se dice mucho que en la ciudad del futuro todo estará en las cercanías de los centros de vivienda, con transporte interno y más que nada lo peatonal accesible y disfrutable entre las áreas verdes. Tal vez pensemos que esto es un sueño de pescadores que arrulla la mar, pero esto ya se vive hoy día en ciudades como Singapur. En estas urbes pequeñas, la opción de tener un automóvil para cada miembro de la familia ya es algo que no todos desean como un bien, mucho menos cuando se propicia lo peatonal con seguridad o utilizar la bicicleta.  

Hablo de todo esto, porque el recinto que nos cobija es un área que puede aportarnos mucha felicidad si sabemos cómo disfrutarlo, estando más tiempo en casa. Tener actividad dentro del espacio casero es algo que se propicia.

 Una de las actividades que pueden disfrutarse en nuestro ambiente personal, es revisar los libreros. Cuando nos damos la opción de descubrir qué libros nos gustaría volver a leer y cuales pueden ya tomar caminos para que otras personas los disfruten, estamos dándonos y dando vida.

El amor bien entendido comienza desde que nos respetamos y ordenamos.  No podríamos alcanzar la redondez activa, si estamos viviendo con desorden.

Darnos amor a nosotros mismos es lo mismo que con constancia reordenarnos por fuera y por dentro. Dos de los místicos de todos los tiempos nos hablan de esa palabra que tanto se ha manoseado y que seguro nos es muy necesario volver a comprender con nuevos sentidos. El amor, también es orden, el amor también es donación y es equilibrio y ni quien objete que el amor es creatividad. Un texto que nos da Santa Teresa de Jesús al respecto del actuar amoroso, dice así:

-Usé siempre hacer muchos actos de amor, porque encienden y enternecen el alma-

Respetarnos con nuestros propios tiempos y con nuestras propias propuestas nos ayuda a comprender mejor que significa respeto hacia los demás.

En el caso de San Juan de la Cruz me encanta como solo hablando de lo que para él es el amor, nos define como la acción puede estar en ámbitos de este sentimiento cuando hay equilibrio y nos dice:

-El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa-.

Es cierto. El cansancio a veces responde a desorden o a como nos organizamos.  Estar rumiando de más lo que tal vez ya hay que soltar, es un ejemplo. La energía se resguarda mucho mejor cuando, como decía mi madre: -Por favor, eviten ir dos veces el camino-. Es decir, tener que repetir acciones porque se hicieron a destiempo.

Saber que en nosotros mismos está el encuentro con los equilibrios y como organizamos ese mandala vital, cuales colores disponemos para que el día sea fluido, sin importar si no se logra todo y sabiendo que la vida con su continuo devenir nos dará tiempos nuevos. Todo mandala se descuadra cuando queremos abarcar de más, como si le quisiéramos robar tiempo al tiempo. Quien se esfuerza sin sentido, es más seguro que se agote, teniendo que volver a empezar. Alguna vez he escuchado que es de sabios volver a empezar. Volver el camino no es lo más deseable, mas si así se da, habremos de hacerlo con gusto.

Cuando cultivamos el orden, nos damos cuenta cuanto los tiempos están a nuestro favor, de pronto nos queda más que claro que esos espejismos de creer que no tenemos tiempo para nada, no son tan reales, así aparecen momentos que se abren grandiosos para que apliquemos un nuevo color, un nuevo sentido a lo que estamos viviendo.

C.S. Lewis, refiriéndose a lo que podríamos sentir quienes ya peinamos canas, cuando creemos que la vida se nos cierra, nos dice:

-Nunca eres demasiado viejo para ponerte otra meta o tener un nuevo sueño-.

Los sueños propiamente, esos que queremos realizar en la vida, no se inventan. Es claro que para un matemático su sueño más profundo no será cocinar (tal vez lo haga como un pasatiempo) así como un chef no podrá centrar su sueño más profundo en cruzar el Canal de la Mancha a nado, mas si es algo que se propone de fondo y lo propicia, es seguro que lo logre.

 Es posible y recomendable tener actividades totalmente divergentes a lo que soñamos de fondo, mas ir cumpliendo el sueño del centro del mandala vital que nos define, podríamos decir que es primordial. Tener la disciplina necesaria.

En la observación del valor de lo cotidiano, uno aprende a sentir que en el encuentro con lo que más apreciamos, está presente lo que nos da vida.

Así, en estos momentos que escribo me voy encontrando en la revisión del cuaderno número 61. Con ese mismo daremos inicio a lo próximo. (Continuará)

 

 

 

 

jueves, 15 de febrero de 2024

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (4)

                                                                               Los tiempos de reconstruirnos son a veces muy rápidos y hasta parecen efímeros, habremos de detectarlos. MJ

 

                                                                                     En el mandala de nuestra vida

no hay desperdicio alguno, todo cuenta. A veces lo único que nos toca hacer es reforzar líneas, volver a dar color o tan solo retomar lo olvidado.

El tiempo, mientras sea un tiempo que podamos decir que aporta y percibimos que nos hace más fuertes en el interior, es un tiempo que ha dado su mejor parte. La esencia de la madurez nos da mejores tiempos, es estructura que fluye.

La temporalidad es parte del mandala vital.

Las estructuras de nuestro ser se están recomponiendo con constancia, algunas veces de una manera consciente, otras tan solo por el flujo de la vida misma. El arte de conversar no solo está situado en la información del contenido de temas, sino en la actitud al compartir.

Hoy día, ya se habla mucho de que las conciencias se abren y eso mismo trae a veces desconcierto. Los intercambios armónicos nos aportan a la parte consciente.

-Será necesario, sin embargo, saber de una vez cuales son las preferencias, lo que creemos más cierto, lo que nos parece más exacto y mejor. – nos recuerda Amiel. (paraf.)

Es un hecho que en los espacios que percibimos como si no hubiera nada, existe mucho. El cuidado más bien es dentro de la propia mente, no perdernos en nosotros mismos. Así como los científicos hoy día están interesados en conocer más de la materia interestelar, esos espacios del universo que parecen totalmente vacíos y están formados por materia que en mucho nos es desconocida, en nosotros siempre existen aspectos que habremos de reforzar.

Aunque los mandalas no sean propiamente de nuestra cultura latinoamericana, se pueden considerar universales, de todos los sitios y todos los momentos.

En ellos se reflejan los tiempos circulares concéntricos (que se cierran) y cuando se abren, estas mismas líneas o tiempos le dan una fuerza particular.

Lo que queda claro es que los tiempos puedan ser percibidos o representados, a veces cortos, a veces largos, a veces más claros y otras tantas más oscuros.

En la naturaleza está muy presente la figura de los mandalas. Proponernos y encontrarlos al paso, sería una buena acción de creatividad.

Muchas personas se han dedicado a fotografiarlos, es una bonita actividad. Esto requiere de un tiempo extra dispuesto para darnos esos respiros de contemplación.

Existen hoy día en el mercado cuadernos con variedad muy propositiva de mandalas para colorear. Darnos tiempo de revisarlos cuando los vemos al paso, elegir con calma alguno y no adquirir por adquirir, encontrar lo que en verdad nos motive. Colorear. Elegir los colores libremente. Tal vez más adelante averiguar el significado de esos coloridos. ¡Toda una tarea pendiente!

El primer cuaderno de mandalas que adquirí fue uno pequeño. Era del tema de vitrales arquitectónicos tomados de edificios y representados en sus variados estilos: Art Nouveau, modernos o clásicos. Lo fui haciendo con mucha calma y solo a sentimiento, me anime con varios materiales: lápices de color, grafito, tintas y hasta bolígrafos de color. Algunos los recibí de regalo. Tengo uno muy singular de hojas redondas de temática centrada en los ángeles que diseñó Gaudí, el arquitecto.  Una de mis amigas de CDMX muy querida y apreciada, que ahora va y viene a Mérida, me lo regaló, creo lo compró en Barcelona. Cuando viene a la ciudad, pasa varios días y cuando nos vemos nos pasamos buenos ratos de conversación que valoro y aprecio mucho. La buena platica cada día es más escasa. Con las prisas se aprecia menos ese conversar propositivo, porque las personas son absorbidas por las demandas sociales. Aun con personas que antes creí valoraban una buena conversación, me siento con pesar al comprobar que no es así.

Al conversar, ponemos color a un momento que puede hacerse eterno en nuestro interior y nos reconstruye.  

¿Existe una mejor hora para colorear un mandala? En los tiempos de meditación. Puede ser antes de ésta o después, los mandalas son como complemento de esta actividad.

Los primeros libros que compré para colorear, los perdí. Fue una lección de vida muy especial relativa al agua, uno de los recintos del espacio en donde pinto, se inundó y todo se fue. Había una toma de agua con filtro que se dejó de utilizar por un tiempo, el plástico se secó y se rompió de pronto, haciendo una inundación que se llevó muchas cosas a mejor vida. Esos cuadernos (unas cuantos, pero suficientes para mi) se fueron a la danza de la eternidad, todas las figuras se empaparon. La consideré la primera de mis experiencias con mandalas: habían llegado para irse. Con un respiro profundo me dije: -Si todo se ha ido, habrase de dar una nueva etapa de colorear-. Con paciencia y sin prisas esperé. En eso estaba, cuando mi marido y mi hija me propusieron irnos al Reino Unido a festejar la llegada de mis seis décadas de vida y cuál fue mi sorpresa que en una de las estaciones del metro mientras ellos dos, amantes de las revistas hojeaban algunas, yo me topé con un bello libro de figuras de la naturaleza para colorear. No eran propiamente mandalas, mas me quedó claro: era como un signo de recomenzar. Poco a poco me fueron llegando otros de temas diversos como jardines zen (regalo de mi hijo), mandalas sencillos y anímicos (regalo de una amiga muy querida de infancia). Observar cómo las nuevas oportunidades llegan, afirma nuestra esperanza.

                                                 Hablando de las etapas intermedias de todo proceso, en particular las que componen internamente un mandala o a la vida misma, son partes que a veces sentimos sin mayores aportes y en realidad sostienen todo.

¿Quién no se ha preguntado qué sentido tiene lavar los trastes caseros sin permitir que se amontonen? pues digamos de que es posible sentir mucha entereza interior cuando en esas tareas intermedias de casa ponemos más atención. Las tareas que postergamos y que a veces nadie quiere hacer, son en verdad asuntos que, resueltos a su tiempo, pueden darnos mucha armonía.

 En el caso de colorear el mandala, algunas figuras son más atractivas por sus formas y a veces nos tienta brincarnos etapas, lo recomendable es elegir un orden y poner los colores en ese sentido.

 Poder visualizar que colores quedaran más armoniosos unos con otros, no es poca cosa. La armonía es privilegio de cada ser. ¿Vamos hacia afuera? ¿o más bien nos toca ser introspectivos?

Elías Canetti formaba parte de mis lecturas de esta época que releo. Hablaba de ¿qué era eso de escribir para uno mismo? Yo también por ratos tendía a dejar por acabada esta tarea de los escritos de vida.

 A veces sentimos que hay actividades que no a aportan más que a uno mismo, y si así es ¿Cuál es el problema? Tendemos a ponernos en segundo término, mucho más las que somos del género femenino. No sabía que más adelante esos escritos me darían este gozo de compartir.

Leyendo a Canetti me encuentro que dice: -Nunca me contaré en el número de quienes se avergüenzan de las insuficiencias de un diario-.  

Canetti lo tenía clarísimo, y me ayudó a tenerlo a mí también. Los diarios personales no son documentos totalmente completos, serán larguísimos a veces, pero quienes los escribimos (aunque de pronto los sintamos insuficientes) tienen una estructura elegida. Como en un buen mandala, las temáticas o figuras del diario personal se eligen, de esta manera responden a lo que somos. No tienen que estar ni todos los temas ni todas las etapas. En lo personal aprendí a seleccionar qué quería escribir y porqué hacerlo. Así pasa cuando decidimos diseñar nuestros propios mandalas. Amo la figura del cuadrado y pretendo que siempre este presente en mis diseños y hoy día pongo algunas hojas por aquí y por ahí, logrando en algunas asimetrías que me encantan. A veces los he diseñado simétricos, dependiendo de lo que estoy viviendo.

                                                                     La realidad, esa que a veces nos toma por el cuello no lo hace precisamente para ahorcarnos, es para despertar nuestra calidad de observación.

No existe ningún plan vital que sea intacto, y no es porque seamos limitados (como lo somos en realidad) sino porque es muy difícil seguir los planes como si fueran relojitos. La planeación se da con cierto orden y medida.

Me encanta cuando Canetti nos habla de la autoconciencia, mientras más comprendemos, menos ansiedades traemos a nuestra propia vida. Un ejercicio muy positivo es sentirnos rodeados del color que preferimos, cerrando los ojos y visualizando. Sentir que nos baña ese color. Dejarlo ser. El mío ha variado, en la infancia era el verde, luego un tiempo el azul y hoy día la combinación de ambos: el aguamarina.

Teniendo pendientes las circularidades vitales que se nos olvida disfrutar, estaremos más atentos, como con esos ruidos diferentes que no percibimos por estar viendo que hace el vecino. Ese vivir de cada día cuando vemos como la luz que estamos mirando de pronto se apaga porque ha pasado una nube… o por otro lado los cambios en las sombras de los objetos que nos rodean, son observaciones que nos serenan.

A quienes nos gusta hacer acuarela, la luz nos resulta vital. Los colores nunca son los mismos a las diferentes horas del día y la observación se vuelve una manía. Un placer inigualable. Una obsesión. En cuanto el sol cambia todo se vuelve de otros colores y la vida misma vibra diferente.

En estas épocas que releo, me encantaba ver documentarles de la naturaleza. Todavía me gustan mucho, pero no se me dan con la frecuencia deseada. No me preocupo porque sé que los tiempos los estoy destinando a lo que prefiero. Cuando me adentro en esos enormes panoramas naturales, mi ser se estremece, es una pena que nos los estemos acabando. Una de las cosas que por esos días escuche viendo un documental sobre cocodrilos, fue que el sexo del recién nacido se determina por el grado de calor que la madre le aporte al incubar el huevo.

Tan sencillo como eso. La naturaleza nos sorprende para que nos abramos más y más a ella. Así también para comprender mejor a nuestra especie.

Recordé que en casa de una de las hermanas de mi padre había un cenote en el fondo del jardín. Uno de sus hermanos le trajo de regalo un cocodrilo, al que se llamó Cirilo.

Ya crecido se tuvo que cambiar el nombre a Cirila porque fue madre. Su cría fue devuelta a la naturaleza a su debido tiempo. Cirilo para unos, Cirila para otros, se quedó a vivir ahí por años. Un día, no se le volvió a ver. Se cree que encontró un resquicio acuático y se fue por ahí. Los niños solíamos llevarle pedazos de pan para que saliera de los entornos del cenote, esta práctica también les tocó a mis hijos que gozaban con carcajadas inolvidables, verle nadar. (Continuará).

 

 

                                                                  

                                                                                                   

 

 

 

jueves, 8 de febrero de 2024

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (3)

                                                                              La Fe, es el atrevimiento del alma

de ir más lejos de lo que puedes ver.

William Newton.

                                                                Cada que nos adentramos en los caminos espirituales de cualquier tipo, estamos en parte apostando a ese conocimiento que no se puede ver, a esa parte que percibimos y que va forjándose a través de las experiencias que dejan huella. No creo que exista experiencia que no deje conocimiento, lo importante es ser consciente de que es lo que nos enseña. Hay de pronto experiencias que percibimos como huecas, a fin de cuentas, no lo son, de todo se aprende.

                                                                La primerísima fe que habremos de cultivar sin duda alguna, es la que nos tenemos a nosotros mismos. Atrevernos a tener acciones con la preponderancia de lo que no podemos ver, nos deja claro que no todo es tangible en lo material y que debemos apostar a nuestra imaginación y más que nada a que la inteligencia se manifieste. A veces creemos que no podremos hacer algo, lograr lo que nos proponemos, porque no nos hemos atrevido a probarnos que mucho se logra con determinación.

En el ámbito de lo religioso, la fe que se propone también está basada en este principio. Hoy día muchas personas ya no están tan interesadas en ese camino en concreto, porque la vida avanza y los cambios se manifiestan de diferentes maneras, los caminos ya cada vez se presentan más diversos. No por ser individuos vamos a apostar tan solo por lo que nos incumbe como personas, porque tenemos muy claro que somos parte del grupo, pero los modos de resolver, siempre serán con un tono individual. Ningún individuo que en primera instancia no se tenga a sí mismo, tendrá proposiciones para el grupo, y que éstas, puedan hacer diferencias.

Estructurados internamente como un buen mandala, las situaciones de la vida actual nos irán dejando muchas cosas claras. Las consecuencias de lo que estamos viviendo hoy en el mundo, se dan porque nos perdimos de nosotros mismos.

Todos somos merecedores de una centralidad estructurada que es parte de la especie a la que pertenecemos, más no es gratis. Desde un principio, cuando éramos tribu se desfiguró. La inteligencia es algo que se cultiva a partir de las habilidades que están en el cerebro, mucho tiene que ver el sentido de las intenciones. Nos fuimos por reductos de separación y perdimos el rumbo. Aparecieron los abusos, falta de equilibrio en los intercambios, motivados por miedos, se trastocaron los sentidos de evolución y nos desarmonizamos.

Amiel, cuando habla de lo que piensa que es la fe, nos dice:

-es menester tener fe en la verdad, y hacerse un deber en mostrar esta fe por la acción. Es preciso buscar lo verdadero y extenderlo: amar a los hombres y servirlos sin esperar gratitud-.

La gratitud viene inmersa en el acto mismo de servir. Estamos en un mundo en donde estamos apostando por todos, aunque los destellos del individualismo se hayan extendido a tales grados que a veces nos desconocemos como congéneres que hemos empezado esta caminata humana juntos, millones de años atrás. Podríamos comunicarles claramente a los críos que en este planeta todos somos los mismos, aunque nos expresemos de diferentes maneras y formas. Todos comenzamos con los mismos ancestros aun cuando los grupos por situaciones de lugar y supervivencia tuvieran que alejarse o distanciarse. Los colores de la piel solo se dieron por adaptación al medio ambiente, nunca por superioridades o inferioridades. La misma antropología ya está reconsiderando sus categorías, que en principio se dieron para estudio y método de observación, como lo fue en América dividir por criollos y mestizos que hoy día prácticamente ya no se habla así.

Si toda religión propone un ideal del mundo, un modelo a seguir, es porque ese camino se pensó para unificar, y aunque los tirones sociales nos jalen y nos lleven por rumbos divergentes, quien apuesta por un camino de crecimiento propicia la evolución.

No todos sabemos lo que hacemos, y mucho menos la motivación de ese hacer, las inercias están a la orden del día. Muchos tal vez nos guiamos por postulados que ya son obsoletos o que no resuelven. Reestructurar al ser, reinventarse. Hacer un mandala de vida fluido, vivificante.

De entre los que practican una religión es normal que piensen que a fin de cuentas serán perdonados por su Dios, por eso mismo de que Dios perdona todo, aun viviendo sin que se sepa lo que se hace. Esa misericordia es aceptable, es buena, mas sería mucho mejor si vamos encontrando el saber lo que hacemos y porque lo hacemos.  La pregunta… ¿Qué nos mueve? Es una pregunta que se hace uno mismo una y otra vez, porque todo cambia y las intenciones se renuevan. Los colores de un mandala, de tu mandala, de mi mandala, cuentan.

Nos recuerda Amiel:

-La gran diferencia de hombre a hombre estaría entonces en el arte de extraer de sí mismo, la mayor fuerza mental disponible para la vida superior. Transformar su vitalidad en espiritualidad, su potencia latente en energía útil-.

La fuerza de la fe, que instalamos en nosotros es a fin de cuentas la fe en Dios que tiene el creyente, también la fortaleza de quien, sin creer, la tiene en su ética vital y en sus convicciones. No se necesita tener un mismo Dios para poder proponer lo que es positivo para uno mismo y para el grupo, lo que da color a la existencia es tener constancia en el dinamismo creativo que nos convence y nos mueve.

Y, continua Amiel:

-La vida puede hacerse religiosa en el orden, cuando comprendemos como estamos vinculados con el universo. El día completo puede ser de buen trabajo, cuando comprendemos éste accionar siendo alegres en su realización y serios cuando se requiere-.

(paraf.).

La plegaria, nos dice Amiel, -es una forma de pasión, es una manifestación fidedigna de un espíritu que elige la religiosidad para crecer-. Así mismo no necesaria para el crecimiento de otros que eligen otros caminos-. -Todo lo que nos transporta fuera de nosotros mismos, tiene algo de sublime-.

Entrando y saliendo de nosotros mismos damos armonía a nuestros propios colores. Ante todo, es menester sentir que crecemos, que vamos cumpliendo con nosotros mismos. El mandala de nuestro interior tiene subestaciones, que se completan en un tiempo y otras que se hacen más amplias con sus compases de espera. El mandala mayor se cierra cuando hemos concluido la misión central.

A veces nos cuesta mucho aceptar esa partida. Pasados los años y mientras vamos siendo mayores vamos percibiendo como parte de vivir es morir. Los seres cercanos y queridos se marchan de este mundo. Nos cuesta a veces comprender que las misiones se cumplen y nos toca irnos. Los niños que se van tempranamente también han cumplido, han dado lo que han venido a dar y seguirán su camino eterno, porque las acciones a fin de cuentas son atemporales. En lo terreno no son necesariamente valoradas por la cantidad de tiempo trabajado o invertido sino por la dimensión de lo logrado, y más que nada es un asunto de calidad anímica. Un pequeño niño o un joven que vive poco, puede aportar mucho si ha sido genuino su paso y ese aporte es algo que perdura y permite crecimiento y nuevos enfoques a quienes se quedan. La acción de cada ser es redonda, queriendo decir con esto que es completa, mientras sea original.

                                                             La esencia o presencia de Dios en las vidas humanas es como un mandala de especial colorido, es asunto de cada quien o tal vez con mayores tiempos reflexivos este aspecto personal tomará las formas de los sentidos de vida.  Aprender a conciliar es algo muy civilizado.

Desde la niñez, sin imponer conceptos haremos que los niños descubran sus conceptualizaciones desde el centro de su mismo ser, sin imponer, con actitud de apertura, dando pie a que den sus propios coloridos. Mucho se habla de los niños índigo, seres que llegan a la tierra con herramientas especiales que hay que aprender a detectar. Si comenzamos proponiendo de más a los críos, es posible que podamos crear confusiones y demeritar o hacer de menos buenas propuestas, que luego no tendrían que ser debatidas en los centros de ayuda psicológica.

La atonía vital, es ese desconcertante modo de elegir sin convencimiento, y peor aun copiando lo que hace el otro. El tono se limita, y los colores que un ser podría estar eligiendo se le vuelven borrosos por una tónica trastocada.

En una ocasión muy venturosa y en platica reflexiva con un amigo escritor muy querido, estuvimos disertando sobre el concepto de la nadidad, (ojo: no he dicho navidad) hasta hoy día resuena en mi ese momentum.

Que importante es reflexionar sobre la nada, ese lugar en donde se dan los espacios ínter sostenibles. En el Japón se tiene muy presente esa espacialidad vacía, como concepto importante, eso que (parece) no contiene materia, esos intersticios que dan cabida a que las formas actúen armoniosamente. Si observamos que es lo que compone al jardín Zen, veremos como en algunos espacios el movimiento y formas de la grava que sostiene, da movimiento a su vez a las formas vivas.  En particular en la acuarela China (que he estudiado por algunos periodos de mi vida) la figura que se pinta como la formalidad de la composición siempre está sostenida por un fondo vacío, es decir el mismo lienzo sin nada de pintura, los diseños se sostienen a sí mismos en una armonía asimétrica que solo se da cuando el artista contempla un equilibrio visual para él mismo, eso es lo que aporta y eso mismo es lo que se valora en los que van a apreciar esos trazos.

 La vida que se apremia nunca premia los logros. Lograr es una categoría que va implícita en las acciones que se originan desde el centro, y es muy relativo a cada ser y su interacción con el todo. No se aporta porque se realicen tareas cuantitativas, si el logro es real, vino con la calidad desde la motivación del ser. Media mucho la calidad de los asuntos, es necesaria. La vida de calidad no es correteada, ni micho menos atormentada o amontonada. Si vemos un mandala demasiado cuajado de figuras, ¿Qué nos viene a la mente? Seguro que ante todo confusión.

La esencia de las plenitudes es una suma de buenos logros concretos y bien encausados. Las propuestas no se vuelven unas conduermas demandantes mientras sean genuinas. Quien permite la desesperación en su actuar, está mermando la mitad o más de el influjo positivo. Esos trastocamientos que de pronto nos muestra la vida y que proponen detener, parar, y borrar en nuestro mandala vital, soltar lo que sobra, hay que escucharlos, observarlos, el borrador correctivo del mandala vital es la meditación.  En los madalas que se pintan del centro de la figura hacia afuera, el llegar a la última línea exterior simboliza que hemos logrado expansión de espíritu. Cuando por el contrario los coloreamos partiendo de la línea exterior hacia el centro, ese último punto central que concluye, nos estará hablando de que la estructura está dada y tan solo nos toca disfrutarla. Las fases de figuras intermedias son muy importantes, son esas acciones que sin ser concluyentes, sostienen todo.  (Continuará)

 

 

 

 

                                                                      

 

jueves, 1 de febrero de 2024

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (2)

 

                                           Agacha tu oído cerca del alma, y escucha con atención.

Anne Sexton.

                                                    El alma de un mandala se sitúa en los coloridos que se combinan dentro de la forma figurativa, y esa esencia de las combinaciones entre las formas y los colores como una totalidad, es la que da sentido a la parte anímica de la figura.  Puede ser una combinación de figuras geométricas o naturalistas con sentido simple o complejo y algunas veces pueden ser una combinación elegida por preferencias ya que cualquier figura puede formar parte de un mandala. Cualquier formación de figuras y coloridos es válida, sea simétrica o asimétrica. Lo importante es que no se sobrepongan demasiado para no crear confusión, cada figura tiene su sitio exactamente como cada acción tiene el suyo.

El mandala tiene un sentido espiritual, que, en estos momentos en el mundo actual, se está revalorando. Por los estudios que se han hecho en antropología se sabe que, en la prehistoria, el circulo tenía un sentido sagrado. Esto se manifiesta en muchas culturas.

Así como la señora Sexton nos propone escuchar al alma, mucho se nos pide hoy día acercarnos a los mandalas y percibir como nos dan asiento interior.  Encontrar cuales son más afines a uno mismo es tarea divertida y nos estará indicando como somos, si nos gustan los de figuras sencillas, o los mas garigoleados o también si percibimos que somos concordantes con los que tienen formas de la naturaleza. Cuando sentimos serenidad y armonía, ahí es.

                                                  En el arte, sabemos que fue la figura monocromática lo primero, luego se añadió el color y hoy día ya lo conceptual cuenta mucho. Muy claro nos queda que lo manifestado por nuestros congéneres de las primeras eras humanas en las figuras rupestres, tenía un significado profundo, se capturaba la esencia de algunos animales que les eran cercanos.

Se utilizaban colores provenientes de la misma naturaleza y se realizaba muy probablemente como parte de lograr la caza para la subsistencia.

En la prehistoria la expresión gráfica era una manifestación con mucho sentido, estaba ligada a vivir o morir, y es por eso que la cacería era también una actividad sagrada, misma que con el tiempo se desvaneció porque ya solo como un deporte tuvo un tiempo de vida mucho más corto y fue perdiendo significado para tornarse como algo que ya no era viable con la naturaleza de la actividad.

El sentido virtuoso de los colores tiene asiento en su vibración, nada más. Si un color nos gusta es porque al vibrar nos hace sentir mejor. Por más interpretaciones que se les dé a los coloridos, el más científico es el de la energía del magnetismo. Y para el común de los mortales como somos cada uno de nosotros, lo más importante es saber elegir que colores nos gustan más, y sin darle muchas vueltas quedarnos con eso.

Existe la teoría del color. Los colores se han estudiado en muchos sentidos y hasta se han relacionado con virtudes humanas dependiendo de las acciones y la vibración energética.

Por lo tanto, descubrir la forma del mandala con la que nos identificamos, disfrutar con las figuras internas que lo conforman y con los coloridos que nos son más acordes, es un hecho que aportará a nuestra serenidad interior.  Cada que estemos sintiendo desarmonía, recurrir a esas figuras nos puede reconfortar en lo interno y en lo externo.

Cuando conocí los mandalas me cambió la vida. No me di cuenta de la dinámica tan positiva de esa figura hasta que fui aprendiendo más y más de la naturaleza y de la estética que guarda. Esa combinación de figuras y coloridos que nos motiva, que nos hace mirar con más atención. Comencé coloreándolos y de ahí pasé a diseñarlos con coloridos más personales. Los colores, se acercan más y más a nosotros en la medida que así lo decidimos, y colorear madalas es un buen camino. Sin miedo, uno va tomando los colores y va poniendo cada uno con el cuidado de los contrastes, con la armonía de las complementariedades.  

Se logran con respiros de satisfacción, mucho más que pensar si lo que hemos hecho es bonito o feo. En el arte esa conceptualización de la belleza o la fealdad son categorías que han dado paso a otras, porque desde que se fue tornando conceptual la expresión, la dimensión se recompone y amplía mientras nos exprese algo en el alma. Sí, el alma se ha retomado como punto de valoración con relación a la percepción del arte y es la esencia de cada ser la que tiene la última palabra.

Es bueno recordar todo esto, porque ni tenemos que comulgar con todo lo que se propone como arte hoy día, y mucho menos decir si es bonito o no lo es, tan solo nos puede y debe proporcionar un sentimiento sea este positivo o negativo. Hay aun hoy día, muchísima gente que no comprende el arte abstracto, y no pasa nada, ese arte no siempre se explica y mucho menos debe calificarse, más bien debe observarse, sentirse.

La presencia del alma, cada vez se hace más preponderante en el modo de percibir de cada ser, y sabemos que no es un concepto que solo esté relacionado con las religiones. Tiene todo que ver con el comportamiento y con las percepciones y ni que decir con las acciones del día a día.

La vida misma, o se convierte en una satisfacción del diario vivir, o más nos valdría revisar. La actitud vital es una especie de consuelo permanente, que, al ir yendo por la resolución de problemas (aunque no nos guste mucho esta palabra) es de lo que se compone el vivir. Si observamos más atentamente, nos la pasamos resolviendo. No todo lo que resolvemos tiene la misma profundidad.  Los hechos sencillos tal vez ni los pensemos como problemáticos.

Hay una frase anónima que me gusta mucho y dice:

-Se que en mi interior llevo todo el consuelo que necesito-.  Añadiría yo misma:   Porque sé que soy un ser completo. En este caso la palabra consuelo puede ser sinónimo de satisfacción.

Y si sabemos comparar ese interior con una estructura compuesta de coloridos, esos colores personales escogidos nos aportan.

Si hablamos de mandalas no podemos dejar de pensar en nuestra condición anímica, la esencia que nos define y que nos da el sentido profundo tan solo percibiendo con adecuación.

El escritor Daniel Defoe nos dice:

El alma está en el cuerpo en un principio como un diamante en bruto, debe ser pulida, o el brillo nunca aparecerá. -

Con esto nos queda clarísimo que es trabajo secular y no solo del ámbito religioso, el pulir las almas.

La vida siempre es muy interesante. Es una pena cuando escuchamos que ha dejado de serlo para algunos de nuestros congéneres, quisiéramos poder decirles que solo en ellos mismos están las respuestas. Lo que resulta más interesante claro está, que no se centra en lo que hacemos y tenemos en concreto, más bien está asentado en la actitud, ante todo, en como miramos. Los ojos también pueden hablar, y algo muy bello nos dice Gustavo Adolfo Bécquer:

-El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada-.

El pensador Geoffrey Fisher nos dice algo que es bueno recordar:

-Hasta no tener claro que la vida es muy interesante, no se revela todo el contenido del alma-

Y, yo agregaría: Todo ese contenido está en nosotros mismos, y hay que motivarnos y encontrar los caminos de revelarlo, exacto como pasa con una fotografía. Motivar a los niños a disfrutar de lo nimio y de lo importante, empezando por los más sencillos logros que tengan. Nada tendremos que ir a buscar más allá de nosotros mismos sí sabemos que somos creativos del bienestar personal, eso es lo que tendríamos que proponer a los jóvenes que nos rodean.  El arte es un camino para convertir lo que observamos en algo con contenido muy personal. Yo misma que por muchos años he motivado niños y a algunos adultos en el arte, en el camino de lo creativo cada quien pone lo suyo, nunca un trabajo queda ni remotamente igual al de otra persona.

Si logramos hacernos de la idea de que esto que se nos ha entregado como vida humana, es un gran mandala lleno de color, ¿Qué más podremos pedir?

Nada.

Muchas mañanas al abrir los ojos y comenzar el día, procuro dar un respiro profundo y de inmediato me pregunto:

¿Cómo me he de mover hoy? ¿De mi centro hacia afuera? ¿O tal vez permitir que lo que me circunda de las pautas necesarias? Cada uno de nosotros lo percibe. Lo sabe. Las más de las veces es una combinación de movimientos.

                                                                     La imaginación, no es la loca de la casa.

Nos han cooptado de cuajo ese elemento tan valioso que todos llevamos en la mente y que es la imaginación. Eso de decir que es la loca de la casa no se a quien se le ocurrió, cerrando un reducto tan valioso que forma parte de la creatividad en primera instancia y de ahí se extiende a todas las artes.

Nuestra imaginación solo tiene los límites que uno mismo quiera darle. Nos puede llevar ante todo a experimentar con la vista, las formas y los colores, pero mucho más, con las acciones de la vida misma del día a día.

El escritor Víctor Hugo lo tiene muy claro:

-El alma humana tiene mayor necesidad por lo ideal. Sabemos que es por lo real que existimos, mas, es por lo ideal que vivimos-.

Quien no comprenda que todo eso que idealizamos tiene unas razones muy seguras y realistas de ser, pues estaremos cerrado las puertas a esa gran compañera que es la imaginación.

Gandhi no hubiera logrado nada para el género humano como lo logró, si no hubiera creído en sus puntos ideales. Él sabía y tenía claro que es lo que no estaba funcionando y fue capaz con su imaginación de rehacer los principios y darse a la tarea de lograr cambios que nos afectan a ti, a mí, a toda la especie.

Si no nos proponemos, no logramos.

Nos dice el mismo Gandhi:

-La cultura de una nación existe en los corazones, pero más que nada en las almas de sus gentes-.

Si nosotros mismos queremos en verdad alimentar el alma, comencemos concibiendo lo que somos como una unidad completa, como ese mandala que todos somos, para tenerlo como un referente de lo que llevamos dentro. (Continuará).