D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (1)
Mandala: Representación artística organizada.
Anónimo.
Organizar la vida, no es algo que se pueda detener, es flujo constante. Organizarla artísticamente puede ser un plus,
cuando damos de nuestra esencia que siempre está presente, y somos creativos.
Algo que nos ayuda a detectar ese flujo que aporta, es cuando lo que hemos
realizado nos produce satisfacción, lo creativo tiene todo que ver con la
apertura mental propositiva.
Cuando decidimos qué nuevas formas queremos darle a nuestra existencia,
es cuando el poder de elegir se manifiesta pleno. Es obvio y claro que en los
aspectos generales nuestra vida está dada y asentada en bases que en algunos
aspectos son inamovibles, así es que la mayoría de los giros posibles habremos
de percibirlos, solo nosotros los podemos dar. La estructura vital está en la
mente y está presente en el orden, organización y posturas que vivimos a
diario. Es seguro que nos sentiremos mejor si nos vemos como seres
perfectibles, nunca perfectos. Saber que nunca ceja el movimiento de nuestra
vida es muy sano. Cuando comprendemos lo que es un mandala, poder extrapolar
esa figura como representativa de la vida misma y concebir la nuestra como una entidad
de estructura bien formada, es el mayor logro mental que podemos darnos. Pensar
en la vida así, y saber que dentro de la estructura lograda siempre podrá haber
movimientos propositivos, es tenerla como un mandala que fluye. Cada
pensamiento que nos conduce, por sencillo que sea, es una parte de esa figura
vital, con sus colores particulares.
El mandala personal se asienta en las etapas de la vida
que hemos vivido y como no está cerrado, es ahí donde ponemos ese énfasis. Las
etapas que están por vivirse pueden tener un dinamismo más consciente.
Hay variadas definiciones de los conceptos que más utilizamos en la
vida, tenerlos más claros es parte de la conciencia, aunque no todos nos hablan
de la misma manera, se ha descubierto con la ciencia neurolingüística que saber
mejor los significados de las palabras nos dará más asertividad.
La visualización
de un mandala que nos defina solo cada uno podrá encontrarlo. Mucho depende del
tipo de persona que seamos y mucho más del tipo de vida que llevemos. Lo que
tenemos en común todos los humanos es el modo de percibir, más el camino de
procesar y resolver esas percepciones y los pensamientos lo vamos dando cada
quien, saber que estamos estructurados y como nuestros modos nos definen. Lograr que nada nos paralice, algo así como
sabernos en piso firme cada día, para que la vivencia que llega, aporte en el
momento y tengamos un futuro mejor, con planes.
Hay muchas
figuras básicas que dan forma a un mandala. Exactamente como sucede en la vida
misma: todos la vivimos con los mismos principios, y aunque cada ser los
entienda y aplique dependiendo de lo que vive, la vida se organiza basada en el
entorno cultural, social, económico y perceptivo de cada ser. Un mandala la
mayoría de las veces se representa como una unidad circular, la vida adulta
puede presentar cambios con figuras nuevas aun dentro de la misma estructura.
Aunque algo sufra desbalance, siempre hay camino para volver a la armonía.
Cualquier otra figura no circular que le dé forma al
mandala, es válida, y lo mismo sucede con la vida misma. En lo personal he
llegado a pensar que en principio un mandala es la representación de la vida
porque su forma particular puede ser percibida y aunque la creyésemos en
primeras instancias muy circular, no siempre lo es. Cómo se organice por fuera
(forma) y de que nos hable en su interior (fondo) tendrá una particularidad que
le da el dinamismo único, con colorido irrepetible. Nuestro fondo se conjuga
con la forma que le damos a las acciones.
Por otro lado, estamos unidos a la globalidad, ese enorme
mandala mundial que nos contiene y nos hace tener claro que provenimos del
mismo principio, por lo que no podemos dejar de sentirnos parte, esa plenitud extensa
que hoy día está mucho más presente y cerca de nosotros por el logro de las comunicaciones.
Es fascinante saber que ocupamos un espacio compartido,
este planeta.
Aunque no siempre es muy grato sentir que nuestra vida es
un todo cerrado, y esto se da en parte porque produce un tanto de miedo al
pensar que la vida un día se cierra para siempre, mientras vivamos nada es
concluyente y la vida se reconvierte en sanidad cada instante si así lo
proponemos, podremos percibir que no hay batallas perdidas. Por momentos estamos demasiado apegados a lo
que podemos tocar y ver, dejando a veces de lado lo intangible que también es
parte del vivir. Una línea invisible de pensamientos nos
acompaña y se va cerrando si no los renovamos, es el dinamismo que nos conduce mientras
estamos en el plano terrenal. Los budistas lo dejan muy claro con el concepto
de impermanencia: es saber que estamos y dejamos de estar para volver a
estar en movimiento ya que todo al fluir cambia, se transforma y a la vez es
perpetuo.
Al observar cualquier mandala la primera impresión que
nos deja es muy importante. La enorme satisfacción de percibir una estructura
bien conformada, es lo primero, ya luego podemos hablar de las partes. Así es la vida. Percibir nuestra vida así, integra y completa,
es un buen principio. ¡Y bien que podríamos hacerlo!
Tener la felicidad de saber que dentro de la estructura vital
que nos contiene, es importante siempre tener una atención especial. Observar
nuestro propio colorido. Transformar es vital, aporta a la evolución.
Lo que define al
alma humana es bueno tenerlo claro. No en vano todas las religiones hablan de
esta parte intangible y tan importante para todo el equilibrio del ser, la
esencia. Muchísimos textos hoy día hablan de esta esencia que nos habita. Con la
acepción personal que tengamos nos basta, mas es muy interesante darnos cuenta
cuantas definiciones se nos presentan. Explorar y no dejarlas pasar.
¿Tienes una definición de alma que te sea más afín? Es
muy divertido irlas encontrando y tratar de comulgar con la que más nos parezca,
en lo personal una de tantas maneras de definirla que he encontrado y me gusta
mucho:
-esencia de la
persona-. Es decir, eso que somos se vea o no se vea. Actúe o no actúe, tan
solo ES, y eso ya es suficiente.
A muchos de nosotros en la época actual nos ha alcanzado
un sentimiento de percibirnos un tanto incompletos, se da por las exigencias mundanas.
Esos añadidos que llegan como acciones inesperadas del día, querámoslo o no
tienden a rompernos. Habremos de saber que las mas de las veces es falaz
ese sentir, todos estamos completos siempre, y para lo que parece no tener cabida
(imprevistos, malos momentos) habremos de hacerles espacio con cuidado. Cuando la vida se nos trastoca, algunas veces
es porque que a todo queremos dar respuesta al mismo tiempo, no somos
malabaristas de circo y hay que dar tiempo al tiempo. Cuidar que, en el alma,
no haya cobro de tributo. La vida sencilla y concreta que podemos llevar se nos
escapa de las manos, aunque de pronto las sintamos demasiado simples, no
olvidemos: lo sencillo no es lo mismo que lo simple.
Nada que ver,
como se dice hoy día entre los jóvenes.
He ahí que hay que
tener cuidado, un camino de exigencias se puede aparecer, algunas veces puede
desembocar en stress.
Las figuras que componen al mandala tienen su sitio
propio y localizado dentro del espacio que ocupan y no se acepta más de lo que
se pueda sostener, es así que retacar la vida de acciones no
necesariamente aporta.
Lo anímico puede
considerarse eterno y se dice que es la parte más frágil del ser. Para cuidar de esa fragilidad las religiones
sin duda alguna han hecho su parte. En la actualidad algo que se propone en
muchos ámbitos como un buen apoyo complementario es practicar la meditación,
tener las agendas más despejadas. Estar más presentes, porque la vida
equilibrada no requiere de tanta acción, como solemos creer.
Se dice mucho que cuando los mandalas se crearon, fue con
fines contemplativos. Observarlos era lo
más importante, es lo más importante hoy. En occidente nos han ido llegando de
a poco. Hoy día, tan difundidos como figura de meditación, permanecen con esa
esencia contemplativa que nos centra y nos produce una satisfacción estética. Los
hay de materiales varios y hasta son realizados con sentido efímero: duran unos
días, como cuando son de materiales naturales: flores etc.
Los mandalas
también pasaron a ser parte de algunos estilos arquitectónicos. Hoy día están muy presentes en todas las
naciones del mundo, en diversos ámbitos.
Al entrar en un mandala con la mirada y la
percepción, tan solo observándolo o coloreándolo (cuando es el caso) se puede
llegar a decir que sufrimos una suerte de desintegración. (¿Cómo? ¿No es
esto contradictorio?) no lo es, en lo interno al alterar el orden que nos
mantiene centrados esto se da para luego restablecerlo y recrear, logrando algo
mejor. La gente que no comprende este movimiento interior es más propensa a
enfermar o estar triste. Aceptar el movimiento interior es muy sano. Cuando la armonía de un mandala nos captura la
mirada, nos invade por los ojos, todo el interior se reestructura. En la vida
de cada día, pasa lo mismo, a veces no sabemos si vamos o venimos, mas si tenemos
clara la estructura interior que nos conforma, no pasa nada. Se viven momentos
de reacomodo para volver a fluir armónicos.
La vida a veces
nos pega. Los altos ante estos embates son necesarios. Como sucede a veces con
la enfermedad que puede ser una gran maestra y nos obliga a parar. Ya el mismísimo Carl Jung utilizó los mandalas
como parte de sus terapias, y ni que decir lo mucho que hoy día en algunos
hospitales europeos se utilizan a diario en la rehabilitación de los enfermos,
en lo físico y en lo mental.
Es muy bueno crear movilidad armónica en nosotros.
¿Qué es la movilidad armónica?
De entrada, algo que los niños conocen muy bien, la
tienen como parte de su esencia original, y por eso se ha dicho que de ellos es
el reino de los cielos. Se refiere a que pase lo que pase ahí estamos con todo
lo que somos. Eso mismo es lo que tienen claro los críos. Al niño lo vemos
responder con todo su ser porque no está dividido, observa con todo su
potencial y de esa misma manera responde.
Los críos, pocas veces se andan por las ramas.
Una de mis queridas amigas, que conocí en la CDMX en épocas que viví por
esos rumbos, me dijo no hace mucho:
-A mí, la edad me ha dado mucha libertad, es por eso que
no entiendo ese afán de ser siempre joven. - Anabelle.
¡Y cuánta razón tiene! Cuando uno detecta los reductos de
las preferencias, comprendemos que solo son nuestros y debemos mantenerlos a
capa y espada. La juventud como tal, no es más que una época muy importante
de la vida de todo ser, se disfruta cuanto dure y no necesariamente es porque
sea la única época de la vida con más valor, aunque así sea percibida en algunos
grupos de la cultura actual. (Continuará)