De la vida diaria
El
arte de vivir cada día. (1)(Compartido)
Vivir la
vida diaria es un arte que solo necesita atención. MJ
Cuando
estamos en la puerta de cerrar un año, habremos de tener presente que no es uno
más, ya que como una etapa representativa de otros tantos, se vincula a
vivencias pasadas. Algunas veces este momento puede causar una especie de
escozor temeroso ya que obviamente hemos pasado por las buenas y por las malas.
Se considera vivencia mala a todo aquello que no ha sido ni agradable ni
deseado y es seguro que ha llegado a nuestra vida sin invitación. Vale mucho la
pena sentarnos un rato con nosotros mismos ante una buena taza de té y sacar en
claro que a pesar de lo adverso (y por ello mismo) qué tanto bueno hemos
aprendido de los sinsabores. Los humanos creemos de pronto que todo lo que
debemos saber ya está en nosotros plantado y bien dicho como si fuera un bien
biológico y natural, como si el pasar de los años y por una inercia casi imperceptible
fuese el devenir del tiempo condición de sabiduría. Hoy que cerramos 365 días,
es un buen momento para ese corte de caja
mental, sin temor a que podamos ver
de manera distinta. Si nos cuesta leer y adquirir algunos libros relativos al
tema de nuestra especie, una sugerencia en año nuevo puede ser proponernos
escuchar más disertaciones acerca de la especie humana, en YouTube esos
portales nos pueden motivar a encontrar
más adelante algunos textos, y llevarnos con más facilidad al placer inigualable de andarnos por las
estanterías de alguna librería permitiéndonos
el gozo del olor a papel. Hay una serie bastante extensa de entradas del paleo
antropólogo Juan Luis Arsuaga, excelente estudioso de nuestra especie y
fundador del Museo de la Evolución Humana de Burgos, España.
Si al
despertamos solo seguimos una agenda, nos vendría bien además estar pendientes
de la actitud, esa maestra que nos apoya en la forma de ser y que nos pone en
camino de ir plantando huella de lo que nos vendría mejor, ya que las huellas
para nosotros mismos, se obtienen en los silencios de los momentos diarios. En
los caminos de arena las huellas se borran, en la vida diaria no, por lo que es
una buena idea tomar el primer mes del año para un reencuentro intrapersonal y
reenfocar caminos con renovada solidez. Los estudiosos del ser humano afirman
que a todos nos absorbe en demasía la inercia
del diálogo social, que si nos descuidamos nos aleja del diálogo más importante, el personal. Ya el mundo nos
exige más compostura y comprensión de los entornos y no debemos preguntamos
porque nos suceden cosas que pudiendo ser previsibles nos agarran en curva, sino cuidar que no nos gane la partida el apremio
y solo así cultivar más la serenidad. La experiencia, aunque en esencia es toda
razón, también es sensibilidad e
intuición. En alguna ocasión me preguntaron que es para mí la creatividad: Ante
todo, es una actitud. Uno es creativo desde la forma como mira hasta el modo
como resolvemos y cerramos ciclos.
Estoy
en esto de escribirme desde hace muchos años. Podría decir que cuando descubrí
como uno se puede expresar en una sencilla carta, fui la persona más feliz.
Muchas cartas a mano fundamentaron mi camino de escribir, guardo muchas que
recibí, y al releerlas hoy me lleno de asombro al observar cómo se dio ese
ritual sagrado, quienes lo vivimos lo recordamos como algo muy especial. A los
once y doce años de edad tuve la fortuna de estar durante los veranos en un
lugar muy bello: Las montañas Adirondack. Al regresar al terruño, me despedí de
muchas personas con las que había compartido momentos que me marcaron para
siempre, en el campo, disfrutando actividades deportivas y otras varias de
motivación en el arte. Empecé a comunicarme por medio de la escritura. En el
colegio donde estudié de niña, había monjas estadounidenses y nos proponían
siempre estar en el programa de Pen pal,
se me dio escribir a personas que solo
conocía por una fotografía. A los trece años de edad cambie de lugar de
residencia, quienes han tenido este tipo de experiencia podrán comprender como
se transforma la vida. El gozo de escribir a otros se fortaleció y continuó. De
estas comunicaciones personales surgió luego la de escribirme. Muchas cartas conservo hasta hoy día tal cual fueron escritas a mano, a veces en fin de año me es muy grato
releerlas, observar modos y costumbres de mediados del siglo pasado, resulta
fascinante. Gracias a la percepción creativa de mi padre gocé desde la
adolescencia de hacer mis propias tarjetas de Navidad a mano, lo continué hasta
hace algunos años, mas de pronto me llevaba sorpresas al entregar una tarjeta y
la persona me decía: -gracias por tu notita-
era obvio que no había el aprecio esperado, ahí aprendí que lo importante no es
como recibe alguien lo que uno le brinda (ese aspecto es asunto del
recipiendario) sino la intención que uno
pone al dar. Empezado este siglo XXI decidí en año nuevo dejar esa actividad
cerrada.
Hoy
escribo como si fuera una conversación. En casa de mis padres las sobremesas
eran entretenidas, divertidas y reconfortantes, el tiempo era largo y pasaba
como un suspiro, ni que decir los fines de semana que siempre había alguien
invitado y que el café con postre especial era la medida ideal para hablar de
muchos temas siempre muy interesantes. Aprendí el gran valor del sencillo
intercambio de ideas, la conversación abierta con la carcajada natural y libre
que a todos nos hace mucho bien.
Cuando las mesas se sirven con elegante
sencillez, no se necesita de lujos. El tiempo dispuesto para la mesa es
sagrado. Si se disfruta con gusto, no se necesita nada más. Los postres de mi infancia se confeccionaban
de lunes a domingo y se llegaba a sentir que si faltaban, el mundo no era el
mismo.
Especial
y llena de gozo resulta la vida de cada día si se logra apreciar con sus coloridos únicos y particulares, es un
hecho que con los tiempos modernos todo cambia y siempre es para bien. En mi
caso personal esto tiene que ver con dos vertientes: El color físico de los
objetos que nos rodean y el color del ánimo que nos habita.
Los
colores que me rodearon fueron muy importantes en mi niñez. Mi padre (quien construyo
mucho en las medianías del siglo pasado) tenía siempre muy en cuenta los
coloridos como parte esencial, poner el aqua
di colore a las perspectivas arquitectónicas sobre papel, me condujo a amar la acuarela junto con él.
El
color vibra en nosotros desde la niñez. Recuerdo el asombro de algunas tías cuando mi madre se presentó conmigo a un
baño de piscina y yo con un traje de baño en color negro. A los adultos les
pareció insólito ya que no era usual que los niños portaran tales colores, mis
padres fueron muy decididos en sus modos y lograr objetivos claros.
En año
nuevo a todos nos vendría bien renovar nuestra percepción de los coloridos,
esas tonalidades anímicas que implican los lares que decidimos caminar en lo
físico pero mucho más en lo mental y nunca descuidar lo que se apunta en El
Principito: (palabras más palabras menos) Si
tenemos miedo a estar solos, (que es algo muy positivo y que se ha olvidado
en nuestra especie) más miedo deberíamos de tener de estar con las personas equivocadas.
Esos
colores asociados a la emoción y al alma humana habremos de procurar gozarlos
con los seres certeros y que merecen nuestra atención con los coloridos que se
manifiestan conjuntamente en las virtudes del ser humano, son colores que
vibran en nosotros y que está comprobado que tienen que ver con el espectro energético
que nos rodea y afecta al cuerpo humano. Lo expresa muy bien el léxico juvenil:
La buena vibra.
De las
cosas más sorprendentes y gratificantes que he aprendido, se encuentra la
aportación científica de que en nuestra condición de homo sapiens no existe el azar. Sabemos bien que apenas estamos
comenzando a comprender lo que somos como seres humanos, y cultivar la humildad nos asegura que en nuestro pensar
aparecerán variedad de sorpresas a disfrutar en los días nuevos, sin importar
cuantos años nos acompañan (hay que soltar la idea de que acumular años es
negativo) lo mejor que puede sucedernos es entonar nuestro propio canto de dignidad, nada importa si ya
peinamos canas, la real satisfacción está en no dejar de estar alerta a todo lo
que nos renueve por dentro. (Continuará).