De la
vida diaria.
Un
museo vital. (2) (Compartido)
La clave de conocer bien nuestro centro, nos
hará comprender la paja de la vida.
MJ
En
los museos siempre hay piezas clave. Es indiferente que tengamos o no afinidad
con ellas, o con un espacio que alberga un objeto central, su importancia está
presente, por lo que el esfuerzo para disfrutar con el valor de algo es
opcional. Así también hay mucho de relleno que habremos de aprender a mirar
como tal, esa paja que solo sostiene
como complemento y sostén y no por eso menos importante. Descubrir es un placer
enorme, conforme nos vamos haciendo mayores lo que observamos es determinante y
si sentimos que estamos en un ámbito espacial demasiado amplio y que pareciera
ser imperativo verlo todo, ya escoger y preferir será la táctica de un placer
previsto.
Esto
lo podemos observar también en la vida de pareja. Siempre me ha parecido
interesante que es lo que define la vida en común de dos personas y he observado desde hace mucho, tanto la que se ha dado ante mis propios ojos, así
como más allá de mis fronteras. Hoy día se están dando giros muy fuertes que
asustan a muchos, son tan solo la consecuencia del despertar de una conciencia
más afín a nuestra centralidad y un justo medio al complemento. Mas no hay nada
que temer ya que es la conciencia de lo que sí
somos lo que determina nuestro centro. En
idos tempores los ámbitos grandes y espaciosos de la vida de las parejas
daban pie a demasiadas interpretaciones y a muchas acciones desvirtuadas, los
objetivos clave se perdían y aunque
se cumplía de forma, no estoy segura de que se hiciera de fondo. La vida era mas de asumir que de vivir felicidad. La paja determinó mucho y conocimos la
amargura de la generación pasada, observé a muchas mujeres que se ahogaron en sus pajares y aunque no siempre
por los mismos motivos, todos ellos
estuvieron relacionados a tomas de decisiones que no provenían de sus centros.
Esto se dio a tales grados que sus
descendientes ya no quisieron ir por los mismos caminos conocidos.
Habremos
de entender respecto a la vida de pareja, que en los principios de la vida
social era una necesidad de vida o muerte porque estábamos poblando el mundo.
No había tiempo para observancias de centralidad o complemento, la vida tenía
que transcurrir en el cuidado de los críos que llegaron al mundo en oleadas
numerosas. Hoy día eso ya no es así, el mundo ya está demasiado poblado y aunque
no es un argumento para muchos que deciden procrear, si lo es para las naciones
que están ya desbordadas en su tasa de nacimientos. Hoy es una elección
totalmente viable y honesta lo que cada ser decide vivir. En los años medios
del siglo pasado se promovió mucho la vida de familia, algo necesario para el
apoyo de los primeros años de vida de un crio, y que bueno que lo sigue siendo
cuando se elige procrear. Mi padre que era de pocas palabras me lo dijo claro
como el agua: -elegir la vida de pareja es una vocación, como cualquier otra,
no todos la tienen-. Cuando los convencionalismos apachurran al
ser (como en el museo que vemos de
pronto demasiadas cosas expuestas y nos cuesta sacar en claro lo importante) es
que ya hay que tomar cartas en el asunto, revisar. Fue ahí por los años setentas
cuando los de las generaciones que nacimos en la década de los años cincuentas
comenzamos a escuchar de parejas que querían vivir una vida juntos sin
procrear. Así mismo y poco después escuchamos y vimos de personas que querían
una vida mono parental, es decir ser padres solteros. Y ahora vemos mucho más
abiertamente que hay personas que se unen siendo del mismo sexo para vivir sus
vidas de relación compartida. Aterran a
veces los cambios, porque las nuevas opciones se asocian con distorsión, cuando
en realidad se está buscando y logrando una afinidad más genuina, para vivir la
vida mucho más serena y compartir lo emotivo en apoyo mutuo, que es lo mas
importante y válido. Compartir cómo y cuándo
lo decidamos es algo de nuestra esencia, somos así desde el principio de
nuestra vida homínida, aunque lo que se va afinando a veces pareciera que es
tan solo un espejismo. También es válido escoger la soltería, es un hecho que
hay seres que no quieren vida personal en cercanía con nadie. ¿No hay piezas
expuestas en el museo en una sola vitrina? Lienzos enteros de pared ocupados
tan solo para disfrutar de una y única pintura. Es pues el momento de entender que la
diversidad (que estuvo guardada por
milenios y producía mas sufrimiento que bienestar) de pronto salió a la luz y de
las bodegas del museo de la vida van saliendo nuevas piezas únicas. Cultivar
la cordialidad se vuelve un most y ni qué decir del valor de la aceptación.
Es lo emocional lo que nos mueve en la vida de relación. No podemos ponernos el
saco de jueces ante voluntades que están dando giros justos y necesarios. Qué
bueno parecería ser que tan solo se dieran las afinidades como las hemos
conocido siempre y que fueran funcionales, mas aquí entra la parte real: no es
lo que creemos porque ha sido de tal manera por años, no es tampoco por cuánto
tiempo se haga algo, es mas bien si lo
que se practica es un bien para crecer. Comprender lo que nos define de fondo
como parte de la especie a la que pertenecemos.
Lo que nos acerca a las personas son las
afinidades, ya definidas éstas podremos hablar de valores compartidos y de
credos. No hay que pensar que podremos tener afinidad siempre, si alguna
vitrina del museo no es parte de nuestro interés, tal vez en otra vuelta más
adelante se nos presente la oportuna visión. Yo creo que el problema actual de
la vida de pareja es que cada vez nos queda mucho mas claro que estamos
hablando de dos entidades autónomas e integras, que por eso mismo ya no es tan
fácil el manipule social, y si se sigue dando y seguirá (para desgracia de la
especie) también hay que aceptar las nuevas propuestas. En tiempos pasados había
mas la costumbre de anular lo personal en pro de una causa en común, el pasado
no exigía propiamente compartir, era más importante cumplir, mas ¿con qué se cumplía? Con uno mismo seguro que no. Cuando al entrar a un museo creemos que habremos de
recorrerlo todo, solo de pensarlo ya quedamos exhaustos. Las féminas nos hemos
adaptado mucho mejor a los roles impuestos por la inminencia de la maternidad,
asunto que nos hizo creer con las nuevas posturas mentales que esto era una opresión,
cuando en realidad solo es una elección
que se toma como una de tantas. En lo personal, como a muchos de mi
generación nos tocó una vida muy llevadera, tenemos claro que no fue porque se
dieran siempre amores eternos entre
las parejas de nuestro entorno, era tan solo que se asumían roles sin mayor
cuestión. En estos días he visto una película que da la impresión de ser
bastante superficial cuando en realidad en algunos momentos nos muestra cómo ha
cambiado la mente de los jóvenes en asuntos de relaciones interpersonales. Es
una cinta de una joven cineasta mexicana llamada Catalina Aguilar Mastreta. Se
titula: “Todos queremos a alguien”. En
unas frases al principio del filme se afirma como estamos a veces tan
equivocados sobre la propia vida, que se pueden vivir engaños que pareciera que
son visiones de cuento de hadas. Dice la protagonista: -el amor de verdad es
improbable… es privativo de unos cuantos- y esto si les va bien, diría yo.
Elegir
nunca debe crear incertidumbre. Si es incierto lo que sentimos deberemos
revisar porque tal vez estamos escogiendo a la ligera. A veces podremos recordar
(quienes fuimos niños en las décadas medias del siglo pasado) como otros
elegían por nosotros. Bendecimos la hora en que ya va quedando extinta esta
costumbre y hoy lo vemos claro con los críos que nos rodean. Si un ser humano
no sabe qué elegir desde sus primeros años, difícilmente podrá tener claro su
derrotero. La vida no debe vivir al ser,
es el ser quien debe vivir a la vida.
Cuando
yo comencé mi vida de pareja tenía muchas ideas equivocadas. La primera era que cada dirección intelectual
que teníamos en la mente debería ser al menos conocida por el otro. Fue tan claro el asunto de que eso no era
posible, que dividimos los libreros, dejando un espacio en lo que si éramos más
afines y podíamos compartir. No somos
siameses cuando elegimos compartir momentos de vida, hemos de definir que se
comparte y que no.
La vida de muéganos
(es decir todo junto, todos juntos) puede llevar a algunas personas a ámbitos
que no les interesan, y propiciar neurosis. ¿Has sentido una bruma en tu mente
ante una vitrina retacada? Es por ello que resulta sano que en el núcleo
familiar los temas personales solo se tocan cuando se preguntan o requieren. Es
un arte la conversación fluida. En lo personal llegue tarde a la repartición
del humor de disfrutar con las bromas. Esa vitrina no forma parte de mi
museo, en casa todos lo saben muy claro
e irónicamente las bromas son muchas veces en la dirección de ese faltante, y
me rio de mí misma. Es
sabido que de lo que carecemos nos surge admiración. (Continuará).