martes, 14 de septiembre de 2021

 De la vida diaria.(En word)

                             Es una línea muy delgada la que separa el ámbito de nuestras decisiones y ese lugar al que vamos llegando a cada momento y que a veces parece que la vida nos lo ha impuesto. MJ


                             Es una realidad que la vida no nos impone nada. 

Esa percepción equívoca proviene de que a veces la vida nos sorprende, mas eso nunca es lo mismo que imponer, es diferente cuando nos hace pensar que lo que vivimos no nos corresponde. Cuando vivimos lo que no es nuestro, lo sentimos y se da más bien porque así lo hemos decidido, son decisiones como encubiertas siendo lo más seguro que nos demos la media vuelta y volvamos al camino con un sentido más claro. Cuando esto sucede el aprendizaje es muy especial, se da más fresco. Todos y cada uno de nosotros somos el resultado de decisiones, sean de otros -cuando nosotros no podemos aún tomarlas- o sean las nuestras bien o mal enfocadas. Si nos encontramos viviendo algo que no entendemos a carta cabal, de entrada nos inquieta y nos revelamos, si nos va bien tratamos de entender cual es el mecanismo que lo ha desencadenado, y si ya estamos en la madurez, esto nos permite pensar un poco más fríamente y darnos cuenta que es el producto de lo que somos y viendo más allá podríamos hasta decir que es la razón que nos mueve a vivir. Es lógico que hay situaciones que no nos gusten, si tenemos paciencia serán las más provechosas.

Nada de lo que pasa es producto del azar. Si esto lo vamos comprendiendo, con los años vamos teniendo más certidumbre y la sutileza de aceptar y hasta de comprender mejor, con más claridad, porque todos necesitamos sanaciones constantes para que el flujo de la vida se haga más ágil.

Hoy es la mañana del once de septiembre. 

Una mañana exactamente igual a la que hace veinte años vivieron más de tres mil personas que se esfumaron de este mundo por la voluntad trastocada y enferma de un grupo de sus congéneres. Decisiones equivocadas que afectan a muchos inocentes. Nada nos asegura estar en el lugar correcto y mucho menos que gente de nuestra misma especie pueda tener la ocurrencia de hacer que desaparezcamos. La vida es así, efímera y a la vez de una fortaleza inaudita. En antropología se habla mucho de como la  especie homo sapiens  ha logrado a base de adaptaciones profundas -para algunos poco entendidas- permanecer en la tierra. Como grupo vivimos las vicisitudes más tremendas de que podamos ser presa como parte de la adaptación ambiental, todas superadas con el don de la adaptación  y así mismo una vez establecida la civilización las controversias del grupo han propiciado que muchas personas mueran grupalmente sin chistar. Recordemos tan solo por un momento lo que hicieron los nazis, lo que siguen haciendo otros grupos extremistas en diferente partes del orbe. Hoy día los efectos de una pandemia que ni en sueños pensamos vivir y de la que estoy segura nadie volverá siendo la misma persona.

Pareciera que es más fácil superar lo que proviene de la naturaleza como una adversidad. Cuando el mal proviene de congéneres y se nota que es premeditado y realizado como si fuera algo natural, nos cuesta más, creemos a veces que uno debe de vengarse sin reparar en que ese sentimiento solo perpetúa el dolor. Hay mucha distorsión en algunos actos humanos, mas no a los afectados (o no) nos corresponde darles su merecido,cuando descubren que ellos mismos están en un sentido equívoco tendrán que volver el camino solos. Ninguna decisión deja de tener consecuencias, aunque a veces no las veamos claras. 

He escuchado varias veces que parte del discurso medular de cuando Octavio Paz recibió el premio Nobel, fue advertir que seriamos presa de los fundamentalismos. Nada equivocado andaba, tal vez muchos ni le escucharon, él era un estudioso de sus congéneres y sabía eso de los excesos en las creencias distorsionadas. A veces oímos sin escuchar. Estas personas que adoptan una creencia como todo lo que determina sus vidas, están convencidas de que esas son las mejores teorías para sus decisiones, es muy difícil sacarlos de ese pensar. Ese -creo yo- es el peor problema de la especie, creer que sabemos lo que pareciera cierto para todos. no logramos a veces damos cuenta que todos tenemos una línea que hay que tener clara y seguirla, mas no por eso le viene bien el saco a otros. Nadie camina el camino de nadie. A veces ayudar, es perjudicar más.

No es fácil aceptar que somos nosotros mismos los que propiciamos nuestra felicidad y nuestro dolor, porque se nos olvida que tenemos la opción de hacer con lo que vivimos algo con un sentido genuino. Somos a veces presa fácil del miedo cuando lo que sentimos o intuimos pudiera llegar a ser parte de una conducta que pueda separarnos de lo que hace la mayoría. El instinto de supervivencia tiene que ver con esto, mas no avanzamos realmente como grupo si no hay personas que logran atreverse más profundo en sus sueños. No importa si nos acomodamos a la masa o si nos salimos por la tangente y hacemos lo diferente, porque la esencia del bien no está ahí, está en que el ser sea fiel al yo real.

Toda esta refleixon me viene a la mente porque tan solo el hecho de crear este texto a mi me cambia. Cuando escribo me voy transformando y gracias a la tecnología esto puede ser compartido casi en tiempo real. Escribo revisando cosas que hace mucho viví, mas hoy día son la tela de donde corto para recrear esta narrativa. Voy y vengo y mi mente crece y en otros momentos se pasma, según voy observando. Hoy, me ha quedado claro que no hay más que ser uno mismo y sacar lo mejor posible de ello.

En estos días, un buen amigo y vecino a quien he conocido cuando él y su esposa se inscribieron en las clases de acuarela que impartí en nuestro parque, tuvo una pérdida. Ante ese evento doloroso nos intercambiamos ratos de platica y yo le preste un libro que creí podría mitigar su dolor. De vuelta de ese libro recibí un regalo, un libro que me ha dado mucho que pensar y reflexionar, un texto del exterminio nazi de boca de una superviviente. Que bello es saber como una joven mujer a sus escasos dieciséis años logró utilizar su mente para sobrevivir, traspasó su dolor y logró hacer con claridad las decisiones que le llevaron a ámbitos de mucho crecimiento. En un momento dado de su texto nos dice: Nadie se cura en línea recta. Y es que así es, todos tenemos que retroceder de pronto y volver con más impulso. Ella, pudo lograr no ponerse el saco de víctima, a pesar de haber sido parte de una mal tremendo. Así es como podemos ser transformadores de nuestra propia realidad.

 El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl, ya había cambiado en mí algunos años atrás, mi percepción general de lo más importante: lo que ponemos en nuestra mente. Cuando este libro llegó a mi, no tenia ni sospechas de lo mucho que transformaría mi vida en los ámbitos de como cuentan las actitudes para que la vida brille o se oscurezca. Lo leí porque un gran amigo y entrañable ser humano en mi vida, me lo regaló hace unos años. Este amigo también se transformó a través de las enseñanzas de Frankl, su experiencia de cambio fue dura y determinante y con mucho ahínco  logró  volverse de nuevo a la vida, más fuerte. Este nuevo texto que leo ahora, está ligado al Dr. Frankl también, la protagonista fue su discípula. Ella redimió su vida de dolor  junto a las enseñanzas de él. El libro vale mucho la pena, se llama La Bailarina de Auschwitz y lo recomiendo a quienes disfrutan de esas lecturas redentoras. No todos disfrutamos de ese tipo de enseñanza, cuando leí a Frankl por primera vez solía hablar de ello -hasta lo compre para regalar a algunas personas- mas me tope con algunos seres humanos que lejos de agradecer me dijeron que no les gusta leer cosas tristes. Siempre somos asi, cada quien ve con sus propios ojos y hay que respetar esos puntos de vista. 

Saber del dolor humano a veces nos asusta. Tal vez creemos que si lo conocemos nos va a alcanzar. Para mi no es una cosa triste mientras la redención de los seres humanos sea real y nos fortalezcamos. Pero para sabios se hicieron los colores, y cada quien ha de elegir el suyo.

                                  Aquí me tienen ya de nuevo con mis textos de principios de siglo, motivandome. Escribo con gusto porque se que hay algunas personas que los disfrutan. Esto, aquí quedará para poder siempre mirar para adelante.

 Así mismo pienso, que con los años nos vamos dando cuenta que maravilloso es poder decidir. Hasta me atrevo a pensar que es el verbo más bello del género humano, saber por dónde enfocar y qué hacer, sobre todo cuando aparecen los sinsabores o la vida nos toma desprevenidos. Pareciera muy sencillo pero no lo es. Los caminos a veces parecen trazados por otros y nos encanta culpar, mas conforme pasan los años mas y mas evidente va siendo que es nuestro ser interno el que va decidiendo. Hay algo en nosotros que nos conduce, que nos guia y nos hace encontrarnos en tal o cual situación, así como con tal o cual persona.

                                 Siguiendo mi propio texto con la cronología de mi propia evolución, continúo.

William Blake dijo:

Si las puertas de la percepción estuvieran límpidas, todo aparecería tal y como es : Infinito.

                                A veces, cuando terminamos de leer un libro, nos hace bien volver sobre algunas de sus páginas y permitirnos encontrar nuevos significados, sacar las limpiezas de los conceptos para que nos den su néctar más puro. Darnos el gusto de vernos como en un espejo, porque los buenos libros en eso se pueden transformar y transformarnos. Sabemos que el camino de la luz es uno en nosotros y múltiple en la grandeza del orbe de todos los congéneres, pero la misma palabra lleva inmerso el asunto que hará bien a cada uno de un modo muy personal, saber que hasta en lo más recóndito de este mundo el homo que vive como sapiens sapiens es un ser que está profundamente unido a cada uno de nosotros. Solo los modos cambian, y puede ser muy divertido encontrar nuevas formas de observar.

                              En lo personal he pasado varias cirugías durante mi vida. Es algo que ha venido con mi condición personal. Lo que más me enorgullece por dentro es que en cada ocasión he encontrado la manera de salir de esos momentos que de pronto parece que nos debilitan, y que en realidad nos hacen más fuertes. El reloj del diario vivir se cambia en ritmo y forma cuando regresamos de alguna adversidad. En estos tiempos que reviso me vi en una silla de ruedas porque fuí sometida a unas sencillas operaciones de pies por espolones calcáneos en ambos, producidos por estar mucho tiempo en las canchas de tenis. Me mantuvieron sin caminar. Comencé a ver y percibir todo diferente. Hasta los cantos de los pájaros se afinaron y dieron otros sonidos a mis oídos y tenía mucho más tiempo para escuchar hasta su ínfimo tono. Lo importante aflora. Vemos de verdad con otros ojos. No me corria prisa por esforzar la necesidad de volverme a poner de pie, el médico me aseguró que volvería a jugar tenis que tanto disfrutaba, mas la realidad fue otra y no logré volver con la misma confianza. Escribí mucho de lo que percibí. Los espíritus se refuerzan en las convalecencias. Uno aprecia la buena voluntad de los otros, nos dejan ver sus facetas que a veces están más escondidas.

En esos días escribi:

                             Que nada nos afane.

                             Que las exigencias no nos perturben en demasía.

                             Los seres junto a nosotros bastan.

                             Su felicidad, la nuestra, un círculo total.

                             Que nada nos afane.

                             Ser, por ratos como los mismos pájaros, volando con la necesidad del vuelo.

                             Ir con constancia sin exigir de más.

                             Que nada nos afane.

                             Poder distinguir entre lo necesario y lo superfluo.

                             Cuidar la madeja entrelazada del mundanal ruido.

                             Que el mundo sea inspiración, más no siempre camino obligado. 

                             Que nada nos afane.    MJ


                              La conciencia universal nos implosiona y al mismo tiempo nos hace ver en lo individual.

Que bello es volver a escuchar que menos, puede ser más. Una y mil veces.

Cuidar las expectativas.

Todos somos en parte el otro. Todos somos espejos andantes que nos vemos reflejados con mucha constancia. Cuando la vida nos recluye, cuando nos pide parar para tomar un nuevo aliento, sabremos que sin los cercanos no somos nada. Sabemos que hay almas gemelas qué nos tienen en mente estén cerca en lo físico o lejos en otro sitio, sabemos que nunca estamos solos aunque así lo percibamos.

Mucho del bienestar interior se va labrando cuando aprendemos a detectar las imágenes absurdas de nuestras mentes inquietas. Entonces nos toca acallar. Se nos pide esa observación profunda que no siempre nos permitimos.

¿ A qué tanta inquietud? 

Es verdad que no es la vida la que está decidiendo por nosotros, mucho menos el Dios en el que creemos. Nada de eso actúa ni interactúa en nuestros mundos, es tan solo el correr de la vida que nos toca aceptar y a veces nos cuesta.

Existen los baches anímicos.

Vienen cuando menos son invitados y se aposentan en el medio de nuestra sala mental.

Son parte de nosotros. Debemos darles la mejor perspectiva que es aceptar, para poder abrirles la puerta y dejarlos salir una vez entendidos.

La respuesta es fluir.

Se fluye en la acción. Se fluye con buen humor y rutina asidua, con las preferencias claras.

                                  A la emoción no podemos descartarla de nuestra vida. Es parte. Lo que vamos aprendiendo es ponerle un lugar especial para que haga su parte y nos fortalezca. A veces viene con amigos que ha convidado para que aprendamos a distinguirlos y darles la salida más rápido. El miedo es uno de ellos. Este siempre se pega a la emoción y quiere que ésta le lleve a todos lados. Así lo hace, a la primera de cambio se aparece, pero uno debe elegir rápido y saber como ponerle patitas en la calle. El miedo es enemigo de los imprevistos pero le gusta estar presente cuando estos llegan.

Nunca la rutina es un agobio, como a veces se plantea. Se nos ha hecho creer que hay que salir de ella para vivir de verdad, pero sin la rutina como base los caminos de salida a la felicidad se hacen más sinuosos. Nunca hay que temerle, hay que resolver con diligencia y pasar a lo que sigue.

En estos días recibí una llamada por teléfono de mi madre, en la que me dijo a bocajarro en el momento en que levante el auricular: 

Hoy, ha muerto el último de mis hermanos varones.

De momento me pasmé ante una información tan contundente. Y continuó: 

Ya solo quedamos las mujeres, y una tiene cáncer terminal. Me quedé más muda.

Ya estamos a un pie de la sepultura.Concluyó.

Fueron nueve hermanos. Nunca les vi mayormente interesados en pasar ratos juntos. Mi madre empezaba a notar que su círculo vital se cerraba.

En verdad no sabía por dónde tomar la madeja de sus palabras. Mi madre que era una mujer práctica y jamás dejaba entrever sus sentimientos muy explicitamente, estaba abriendo una puerta en mis narices y esperaba de mí alguna buena respuesta. Solo pensé como ella -esto debe requerir algo en lo que no tengo mucho que pensar- y reaccione dando la respuesta que ella me hubiera dado:

¡ No hombre! - me nacio del alma decirle- ¡exageras!, y a renglón seguido atravesé la calle -vivía enfrente de mi casa- para verla en persona, y decirle: Tú mejor que nadie sabe de los caminos de Dios. Hagamos una oración sentida por ese hermano que hoy te dejó y piensa en tus hermanas y en especial en esa que está enferma, y vamos a la cocina que hay que poner la mesa. El asunto del buen comer fue siempre lo suyo, pero no solo en las viandas, ella también gozaba como se ponía la mesa, como se ofrecían esos manjares sencillos pero hechos con mucha dedicación en su casa. La lleve por ahí, a que sus dolores de momento se disiparon con las ollas que calientes y olorosas esperaban esos platones que aunque fuéramos tres gatos se tenían que poner con todas las de la ley en su mesa siempre muy sencilla y elegante, bella. Salimos de la habitación a la acción de cada día, le vi esforzarse en lo físico porque es un hecho que las pérdidas nos aletargan. Me preguntaba a mi misma ¿Cuanta razón tendrá en dar vueltas a sus pensamientos de que en realidad estamos de paso? Tenía mucha, porque hay que pensar en eso a veces, pero no dejar que nos domine y saque lo grande que hay para gozar a renglón seguido. Ese día yo no podía saber, que después de esa platica mi madre viviría unos diez años más y que en realidad sí le tocaría ver irse a sus hermanas menores. Como hermana mayor había desarrollado un cariño callado pero muy fuerte. Ese día me di cuenta cuanto pensaba en sus hermanos a pesar de prácticamente no los veía seguido. No eran nada expresivos entre ellos, hasta cuando parecía que peleaban, en realidad solo conversaban, tan solo era su modo de comunicarse. Muy diferentes entre sí. 

                              En estos tiempos de los últimos diez años de vida de mi madre aún se vivía con muchas de las cosas caseras que hoy ni en sueños se dan, como descongelar neveras y freezer (como ella llamaba a su congelador) se hacían grandes encharcamientos en las cocinas y nadie se apremiaba, había que hacerlo así. La vida diaria exigía mucho, era muy diferente todo lo que se desarrollaba sin un celular y sin tanta información. La compostura de la casa ocupaba mucho tiempo. Ella, mi madre tuvo la ventura de algo que deseo y se le dió:Tener dos muchachas que al final eran como dos hijas. Estas le acompañaron hasta su final y le cerraron los ojos. Yo no ví morir a mi madre (como si me tocó vivirlo con mi padre) pero la manera que una de sus acompañantes -de más de cuarenta años a su lado- me lo comunicó una mañana de abril, me dejó muy tranquila. Solo me vino a ver hasta la puerta de casa para decirme: tu mama ya no despertó hoy. (En su momento compartiré esto  más ampliamente.) 

Las pérdidas son parte de la vida. Son algo para lo que nadie nos prepara y son la fuente a veces de que se nos permita ver con nuevos ojos. Nunca dejamos de extrañar a quienes fueron parte tan cercana de uno, su presencia es evidente y hasta se les llega a sentir como si nos hablaran al oído.

Como dice Santa Teresa: Hay que abrir los ojos y mirar. Mas, no solo los ojos de nuestra cara, mas bien los ojos de nuestro espíritu.

No es tan fácil hacerlo hoy día con tantos distractores.

No solo se trata de ver de paso. Hay que observar todo lo que tanto nos puede hacer felices aún sabiendo que vendrán esos momentos que creemos que la vida nos ha mandado, cuando en realidad nunca nos manda nada, tan solo son parte natural, o resultado de nuestras decisiones o de la de otros.

Hasta la decisión de lo que vamos a comprar periódicamente para la subsistencia de la casa, es un acto creativo.

En esta época escribí una tarde cualquiera:

                                 Los sentidos, bien sentidos.

                                 Abrir los ojos de pronto, dejar la siesta y estar.

                                 La tarde se regala en amarillos.

                                 Gozar la vida, palpar.

                                 Los sentidos bien sentidos.

                                 Regocijo de los ruidos.

                                 Pájaros que cantan sin más,

                                 en hermosas melodías, de ver al sol irse ya.

                                 Estamos vivos. lo estamos, y no es poca cosa ya.

                                 Escuchar, andar, mirar,

                                 Somos contingentes todos, Dios nos alberga ya.

                                 Homos somos y ahí vamos,

                                 Hombres de carne van,

                                 Espíritus cautivos todos, pero llenos de soláz.

                                 Los sentidos bien sentidos.

                                 Con hambre de ser, y ya.

                                 La vida dura un segundo, la vida lo es todo ya.

                                 Canas peino y soy alegre

                                 Soy quien soy y basta ya. MJ


                                 Es un imperativo irnos volviendo selectivos.

                                 En estos días de pandemia eso se nos ha enseñado para siempre.

Algunas veces solo vivimos para desvivir.

Aunque se vive una vida a la vez, esta vida nos permite desandar para observar mejor el color de nuestros pasos.

En lo poco, siempre hay mucho. Solo venimos para comenzar a irnos, y no es que uno sea víctima de un dramatismo exacerbado, es tan solo saberlo para que se ilumine mejor el camino que falta. No hay que esforzarse por entender todo pero si hay que saber que la plenitud existe y hay que saber detectarla, en el instante vivido en la luz que pasa rápido pero deja todo su fulgor.

La disciplina es el baluarte. Es lo único que ahuyenta a los distractores del plan trazado.

¿Es de hecho, acumulativa la felicidad? 

Con el concepto de cantidad no siempre cuadra la felicidad.

 No porque hagamos o tengamos mucho está garantizada la vida plena, la plenitud es otra cosa que se sitúa en esa percepción que se afina y que a diario nos permite ver mejor. Si se bendice todo lo vivido es segura la armonía.

El término medio. Escribí:

                                           Término medio

                                           Término de equilibrio

                                           Amor en la mirada serena

                                           Universo de un cariño que es empático y real.

                                           Término medio

                                           Pletórico el corazón

                                           Paz activa

                                           Plenitud de Dios. MJ

Mucho antes de la pandemia solía sentarme por buenos ratos a observar a mis congéneres que caminan en las Plazas comerciales. Una diversión más que sencilla se me acabo de cuajo, porque ya las Plazas comerciales están vetadas para algunos de nosotros. Gozaba cuando  alguien de casa tenía diligencias que hacer y yo siempre feliz acompañaba para tan solo esperar en una banca y mirar.

A mi hija le fascina como a cualquier joven de hoy, entrar a muchas tiendas, a ratos me decía: si te vas a estresar mejor sientate y esperame. Me sentía muy mal de no acompañarle para ver con ella y ayudarle a decidir, hasta que me di cuenta que a veces es mejor no estorbar. Al tener los ojos bien abiertos la mente lo agradece, uno aprende a mirar y a preguntarse, a ser prudentes. A veces los rostros dicen más que mil palabras y vemos en ellos la inquietud del mundo actual. Lo que la civilización ha traído -entre otros el consumismo exacerbado- hace a las personas desear de más para terminar teniendo de menos. 

La vida es corta, no nos la hagamos menos disfrutable cayendo en las trampas de los espejismos. La pandemia a muchos nos ha sacado de letargos que no nos permitían ver. Nos ha enseñado mucho y nos ha dejado buenas lecciones que nunca se irán. Ya las iremos comentando.

Continuare. MJ

                                           

                                  






                                  








        

                      



                             



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