miércoles, 17 de noviembre de 2021

 

De la vida diaria.

Estar bien se refleja en todo.(Compartido)

 

Sentirnos bien no es suficiente para saber que vamos por el sentido elegido. MJ.

 

Tendemos a ocultar con la actividad frenética de los días de hoy, ese sentido especifico que queremos en nuestra vida y que de pronto, como si nos tocasen al hombro sentimos el aviso: no estamos por el camino correcto. No es creer a ojos cerrados en la perfección, es más bien tener completamente fuera de nuestro quehacer, esos momentos que a veces no entendemos y que se parecen a un ansia que no es parte de lo que pretendemos vivir.

Cuando nos sentimos y estamos bien, se refleja en cada momento y a cada paso. Es más, aquello que nos preocupa se va diluyendo y la vida se vuelve un flujo continuo mucho más agradable. Ahora que me releo, me doy cuenta como el hilo conductor de todos mis escritos van por ese camino. La palabra serenidad se repite con constancia, y me recuerda que importante es saber la energía que contiene cada vocablo, dando paso, logrando que toda la misión que se nos ha encomendado se vuelva un continuo mucho más gratificante. No somos lo que decimos que hacemos, nos recuerda Carl Jung, sino lo que tan solo lo que a fin de3 cuentas hacemos. Por lo que debemos tener mucho respeto a los significados de las palabras que nos acompañan.

Animo e intuición parece que de pronto se toman de la mano y las mismas experiencias nos  van dejando ver de que no es creer en Dios lo que nos ayuda a llevar la vida mejor, es más bien conocer como ésta fuerza que algunos conocemos como Dios se hace presente en los actos. Este año que cierra, logré hacer la expresión plástica (acrílicos) que me representa este sentir. Cuantas personas andan por ahí que asiduamente van a sus iglesias, más no viven en paz. Cuantos seres se salen de sus casillas por los devenires inesperados de la vida y dicen conocer a Dios. Se hacen palpables las incongruencias. Parecería que la vida fuese un perseguir cosas, acciones que nos dan la idea de tocar el horizonte y cada vez este se alejase más. Todo tiene que ver con la actitud mental que debemos cuidar observando que intención lleva la mente.

En las épocas de principios de siglo (que releo) voy trazando las líneas para ir encontrando una paz verdadera, me esfuerzo en encontrar las palabras justas que empalmen con mi quehacer, noto que ya no quiero ese espacio entre lo que pienso y lo que hago, y es así que tomé algunas ideas de Wayne Dyer, son extractos que a todos nos viene bien recordar:

Cuando se tiene paz, es muy difícil que surjan pleitos. Las discusiones generalmente son del ego, esa parte de acción mundana que de pronto se hace tan viva, pertenece al ámbito de la personalidad que habríamos de minimizar, cuando vamos comprendiendo que lo somos es espiritual. Cuando logramos la paz, observamos al mundo como desde fuera y se nos presenta tal como es y no como queremos que sea. Es decir aunque haya asuntos que no nos agraden tanto, podremos lidiar con ellos con gratificación.

Saber que puede ser grandioso encontrar que hay seres humanos que no piensan igual que nosotros y convertirse en algo nos puede hacer crecer mucho, antes de ocasionar conflicto. Todo conflicto tiene su base en el miedo, mismo que es el primo hermano  de la ignorancia. Existe la falsedad, es un hecho claro, mas esos asuntos que se asientan como inquietantes fácilmente se destierran cuando estamos seguros de estar en el camino autentico y personal. En el mundo de las palabras hay mucha vida. Es un mundo que nos permite reflejar la bondad de lo expresado. Las palabras no son solo las herramientas básicas del bienestar, son la fuerza energética que nos puede llevar a muchos mundos. Saber bien y mejor de los significados nos puede dar mucho jubilo interior y comprender que lo que no encaja hay que desterrarlo, la neurolingüística lo ha demostrado. A veces nos cuesta comprender como no es posible estar cerca de todas las personas que creemos forman parte de nuestro mundo, más cuando entendemos que discrepancias existen, no pasa nada. Las corrientes energéticas entre seres es un hecho contundente, hay estudios que hasta comprenden el halo de colores que nos rodea. Tratar de entender a los seres con los que convivimos es a veces una tarea innecesaria. A los seres que comparten la vida en nuestro entorno se les percibe, fluirán con naturalidad.

En estas épocas de principios de siglo varias personas salieron de mi vida para nunca más volver. De momento nos toma como por sorpresa y ya con la dimensión temporal de nuestro lado, nos vamos aclarando que eso resulta lo mejor.

Tener garbo en el espíritu se refiere a que no permitamos que nada ni nadie descuadre el humor. Los cariños son flujos de ese bien tan preciado que es el interactuar, y no es obligado sino parte del buen ser. Tiene todo que ver con la dignidad y con un aprecio que no debe ser más que el justo y necesario.

Solo somos testigos de lo que sucede cada día. No venimos a ser donadores constantes de nada, es en la vida diaria en donde nos volvemos cómplices de nuestro ser interior y al tenerlo nítido podremos compartir, porque el fundamento de la bondad está en los modos y medios más sencillos. Si el propósito es claro, el todo se hace cargo de los detalles y estos los podremos incrementar con una actitud creativa.

No todas las realidades existentes son para todos, así como no todas las personas han nacido para estar en interacción, así sean biológicamente cercanas. Cuanto terror se nos ha infundado en el alma al decirnos que debernos ser compinches de todo Dios, eso nunca. Los seres que van encontrando su serena paz, saben dejar pasar todo lo que no les corresponde.

Cuando en épocas del kínder mi hijo llegó con tremenda mordida en el antebrazo me espanté. Recordé que el homo puede estar más presente que el sapiens en el mundo de los críos. Al hablar con la muestra le comente que lo único que había infundido en mi hijo era que fuera amigo de todos y los respétese, y ella con toda seriedad me acotó: Eso es lo ideal mas no existe. Los niños deben de mostrar los dientes como herramienta de límites, no para morder al compañero sino para que este observe bien que los otros también los tienen y si es necesario los utilizarán no precisamente para morder una manzana.

Aprender a relajarnos es básico. Es necesario en un espacio del día darnos un respiro y hacer un sencillo corte de caja para continuar. Creo que cada día sería lo más justo, más si no se logra con esa regularidad puede hacerse cuando sintamos que es necesario. Los silencios siempre serán los mejores aliados de la vida de cada día.

Hay entornos en los que el rumor hace estragos. A veces creemos que porque apreciamos a alguna persona está siempre tendrá claro lo que dice, y no siempre es así. Hay que tener claro el sentido de lo que se escucha y no creer todo lo que se oye.

La cotidianidad no es un ensayo general. La dualidad es: lo cotidiano y lo deseado. Si es muy fuerte, se convierte en el espacio que está en medio, en donde nacen las angustias y las tiranías de ese humor ansioso que todos hemos sentido. Afanarnos por una cotidianidad más rica, más sentida y más pensada nos hará ver que muchos deseos solo son quimeras de aire. Para afrontar las imprevistos hay que estar muy bien parados en la vida diaria porque es ahí donde las raíces de nuestro ser en verdad se arraigan.

Podremos medir nuestro buen sentido de bien reflejarse en todo, cuando nos percibimos menos quejosos y más propositivos en cada acción, en especial en esas de resolver el día a día. Porque, el espíritu se pule, se logra alejar la dispersión y los apremios toman su sitio temporal para no hacernos unos títeres del devenir.

Mucho del bien que le compete al ser humano se asienta en manejar adecuadamente la intuición. A veces se cree que ésta es como una bola de cristal que nos permitirá visualizar lo futuro, pero nada más alejado, intuir es saber cómo responder con esa primera sensación que nos llega y que a veces nos toma desprevenidos y es por eso mismo que sin querer la complicamos. La primera respuesta, casi siempre es la que lleva más razón.

Mis intenciones de principios de este siglo se ven reflejadas en un poder lograr empalmar lo que se siente con lo que se vive. Esto a veces no se nota discrepante, pero es fuente de mucho sinsabor. No podemos ir por ahí con unos pensares y a la hora de la acción vivir otras cosas. No hay negociación con uno mismo, más bien es poder llegar a los acuerdos interiores.

En estos días, paseando por los pequeños poblados de nuestra península, tuve una experiencia en un cementerio, vi como a los cinco años de haber muerto una persona, se sacan los huesos y se limpian, se lavan, y se secan para depositarlos en una manta bordada y confeccionada ex profeso para su resguardo. Así nos vendría bien sacar nuestra ideas al sol de vez en cuando y limpiarlas, lavarlas y ponerlas en nuevos recintos de nuestro pensar para recrear la vida. Es muy singular esa acción de los creyentes. Ese volver a pintar y acicalar una sencilla construcción que alberga al ser querido que aunque ya se fue se sabe que algo muy importante de su espíritu está ahí en esos pequeños espacios para nunca ser olvidado. Los deudos piensan que esos huesos habrán de orearse porque han estado demasiado tiempo guardados, queda claro que no deben regresarse ahí a su cuna de hojalata tan pronto, porque pueden acalorarse. Cuando este momento llega a la vida de las familias se sienten con la necesidad de festejar. Ese recordar propicia reunión y vianda especial.

Existe evidencia muy clara de que el homo sapiens ha honrado a sus muertos desde mucho tiempo atrás. Los vestigios arqueológicos tienen esa encomienda muy presente,  constatar que mucho de lo encontrado tiene todo que ver con los que se van y que a la vez se quedan en entierros muy prominentes y acicalados.

Si logramos tener presente que somos una cadena de humanos interactuando, seguro la vida se presentará con mucho más bien y felicidad, se percibirá en todos los ámbitos.

 

 

 

 

 

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