De la vida diaria
Vivencias
que regresan(Compartido)
Cerrar
y con los mismos compases abrir, es un acto circular que nos da plenitud. MJ
Todo
en nuestra vida es cerrar y abrir. La circularidad siempre está presente aun
cuando no la percibimos del todo, pareciera que siempre hay interrupciones. En
algunos momentos nos da temor lo que parece que se acaba, cuando en realidad es
la puerta para volver de diferente manera a abrir vivencias que al ser parte de
nuestro ser, suelen regresar.
A
veces es imperceptible cuando se dio el comienzo de algo que vivimos y cuando se terminó, cerrar
no es concluir. Es normal y es aceptable que esa integridad se nos escape, mas mientras
podamos percibir cuando fue un cierre vivencial y que tanto bueno nos trajo, aun
sin tener claros los límites, es seguro que nos estaremos renovando.
Ahora
que se acerca el último mes del año, pareciera como algo natural hacer un recuento de hechos y es así que las
remembranzas llegan y las sorpresas de volver a acciones que creímos acabadas, vuelven
a aparecer.
Eran
pequeños mis hijos cuando hubo cierto interés sobre el sentido de adornar y de
poner un arbolito navideño. A todas luces salió el asunto de que el pino (aun
formando parte de algunos de nuestros
bosques) no es precisamente de origen cultural mexicano, el hecho de utilizarlo
en fin de año, y así fuimos comentando. Llegamos al consenso de que sería muy
divertido ir nosotros mismos a cortar el
arbolito, que obviamente no sería un pino. Así es que nos fuimos a montes
cercanos de la casa y nos avocamos a encontrar una rama que fuese del agrado de
todos, y fue así que se decidió tomar una que ya estuviera seca. Entre el joven
que nos ayudaba en el jardín y los críos, se limpió para que quedara libre de
polvo y paja. Lo más bello fue darnos cuenta que le daríamos vida otra vez con
colores y luces. Varios años hicimos esta faena que resulto muy divertida (he
de decir que en lo personal extrañaba el
olor del pino natural, que siempre fue parte de mi infancia). Todo lo que se da
como algo natural, en la misma forma parece que termina, y cuando los críos
quisieron tener un árbol más afín a lo que veían con frecuencia en otras casas,
volvimos al pino.
Nunca
es el tipo de árbol que elegimos en Navidades lo que más importa, ya que lo que
cuenta es lo que se entiende y lo que se siente con ese adornar, cada luz cuenta como un gozo de renovación.
Algunas
veces esa simple y muy significativa rama, tomo de nuestras propias manos un
color blanco. Otras veces decidieron hacer palomitas de maíz y llenarlo con
ellas, y otro año fue decorado con caramelos para deleite de las hormigas. Así,
los recuerdos se guardaron escritos, en la mente y en fotografías.
Cuál
ha sido mi sorpresa hoy día, que ya mis hijos adultos y nosotros con nietos
alrededor, se sugiere volver a las prácticas originales del árbol/rama.
Después
de algunos años de pinos olorosos, esta
mañana de finales de noviembre, hacha en mano y todos bien dispuestos fuimos
por una sencilla rama a montes cercanos.
Con poco esfuerzo y mucho gozo se limpió y quedó lista para ocupar un lugar
especial.
Nos ha
quedado claro que esas luces renovadoras, más bien están dentro de cada uno de
nosotros. Es un gozo entero y redondo el de plantarnos en la mente que cada luz
que nos llegue durante esta temporada final, habrase de sentir como un filón
personal de plenitud para cerrar, para abrir, y para sentirnos nuevos. No
importa si mucho se nos ha complicado el año entero, es cierto que vimos
momentos oscuros y que de pronto no supimos bien a bien que nos depararía el
futuro cercano, pero habremos de saber poner todo en su lugar y dar entrada al
cierre que abre con las luces elegidas.
Al
arbolito que ilumina nuestra casa le decimos nuestro y tiene la originalidad de haber venido del monte yucateco.
Será nuestro durante un mes entero,
se ha adornado básicamente con luces y algunos adornos que un crio de tres años
ha elegido entre muchos que se mantienen guardados ya que no hay necesidad de poner
todo, solo aquellos que puede colgar con sus propias manos y felizmente
encaramado en una escalera casera los dispone a su antojo, mientras los adultos
nos volvemos más espectadores que nada. Ha llegado la hora de que los que
empiezan sus vidas planten sus luces y puedan sentir en su luminosidad una
alegría vigorizante que fortalezca el espíritu para lo que más nos vale sentir como un nuevo comienzo. Este
árbol se ha dado con sencillez y ya listo se goza con esa misma sensación.
Al cabo dará la entrada al nuevo año. Para eso
es la Navidad, tan solo para saber que de antemano podemos presentir en nuestro
ser la liviandad de vivir con gozo, lo que va a llegar con el año que tenemos
de frente.
Un
arbolito/rama que volvió a nuestra vida con mucho más sentido. Aunque los pinos son muy bellos y de verdad
que se extraña el olor (que muchos asociamos con la felicidad de esta época) ha
sido grandioso como con una simple rama a los ojos iluminados de un crio de tres
años ha producido que se desparramen carcajadas. Abrazando a la gatita de casa,
se han sentado ambos a ver la
Navidad. Solo pudimos decir: -¿Cómo que está llegando la Navidad, verdad?- , y la voz que apenas va conociendo las palabras y
sus significados, con contundencia nos dijo -no está llegando, ¡Ya llegó!
Así
es. Y llega, porque cada uno decidimos que así sea. Una época nueva con la
felicidad de un cierre que a todas luces se ha sentido diferente y muy rápido
por la pandemia. Creo que a todos se nos ha ido el año volando y eso en buenas
palabras significa que encierra mucho de bueno, dicen por ahí que lo que se va
rápido es que lleva prisa de bondad.
Sabemos
que lo bueno no siempre tiene cara de felicidad completa si nos vamos con el
espejismo que suelen plantarnos los medios de hoy, mas no olvidemos que más
bien todo lo que es bueno cada quien lo reconoce con percepciones personales
invaluables. También se reconoce lo más
feliz cuando es parte de la acción creativa personal, que siempre es y será
única. MJ
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