miércoles, 1 de febrero de 2023

 

De la vida diaria.

Colores del día a día. (12)

                                              El genio es el factor autobiográfico, el genio que puede sentirse ofendido por la vida en la tierra, aun  cuando parezca consumir todos sus factores en tocar la tierra y expandirse a fuerzas, con tal de abarcar el mundo en la medida de lo posible. James Hillman.

 

                                         Todos somos constructores de nuestra propia genialidad.

 Ese sentimiento que a veces nos invade y como que nos lleva en flotación, es el genio del vivir, fluyente. Creemos que este  concepto se refiere a asuntos excepcionales o de grandezas sabias, cuando en realidad cada uno de nosotros somos tan irrepetibles que somos asimismo geniales. Esos asuntos que solo nos definen a nosotros mismos nos los debemos creer y sentirlos de gran valía. A veces nos ofende lo que vemos que sucede en este planeta, es normal encontrarnos con muchas anomalías, habremos de hacer nuestra parte y dejar las quejas a un lado. Lo que en realidad nos centra está más que claro, aunque a veces los nubarrones grises parezcan inevitables. Estar en la tierra implica tratar de habitarla lo mejor posible ya que no solo somos moradores, habremos de ser hacedores creativos. Parte de esa creatividad diaria puede verse envuelta en algún color dependiendo del día y de la acción a realizar.

Así, con estas reflexiones vamos cerrando lo que compete a la sanidad, asociada al color verde, la podemos visualizar más fácil si nos abrimos a percibirla,  a fin de cuentas habremos de comprender que es importante la actitud.

Según el filósofo Bertrand Russell, en su libro –La conquista de la Felicidad- (daré la cita al final) El sentimiento de la envidia es destructivo. Esos seres que solo están viendo lo que hacen o tienen los demás viven atrapados en acciones que no son propositivas.

El autor cita claramente que estos sentimientos nacen desde la convivencia del núcleo grupal original y en la escuela, cuando se alaba a un niño en demasía en presencia de otros peques, no se está dando algo positivo, hay que tratar a los niños con cautela y  a cada uno con sus dones y así  practicar la justicia distributiva entre los infantes. Las emociones tienen la misma fuerza en los niños que en los adultos, mas los niños aun no desarrollan las herramientas de la inteligencia emotiva que es tan importante como la inteligencia asertiva.

Hay otra vertiente de la insanidad en las actitudes,  es la afición por el escándalo. En algunos momentos en los que nos impacta algo, se tiende a veces a exacerbar los asuntos que se salen del común de los hechos, haciendo que estos impliquen más de lo necesario a las emociones.

El rumor, es otro modo de crear insanidad, se presenta a veces como parte de los hechos reales, creando un ambiente ambivalente y desconcertante que solo propicia incertidumbre.

Muchas personas sufren contratiempos en la infancia que son solo eso, mas si no se canalizan adecuadamente para superarlos fácilmente en la adultez, crearan acciones negativas. A todos nos consta como algunas personas están atoradas en el tener y tener en demasía,  a veces se está compensando solo un sentimiento que tiene su origen en los primeros años de vida. Hay que tener mucho cuidado con todo esto, porque es insano cultivar el acumular de más y vivir con excesos. Adquirir y tener el hábito de la compra cuando es solo por un asunto psicológico, no es lo más sano.

Quien ha cultivado la sabiduría genuina no se inmuta con los asuntos de los demás.  Esa sabiduría vital y creativa propicia la paz. Comprender que cada ser tiene su propia historia, nos permite observar desde la barrera y lograr un sentimiento liberador. Las situaciones vivenciales no hay que observarlas en relación a otras situaciones paralelas, sino como entidades particulares. 

Los trabajos que se realizan cuando uno vive intensamente  lo que se hace durante el día, son los que se asientan como los mejores bienes para la mente sana. Si el día a día tiene un flujo dinámico y justo, nada será ni turbación ni espanto.

 No hay que marearse con el mundo, porque podemos cometer errores que ya no tendrían remedio tal y como quisiéramos, aunque resolver, es algo tan activo que a veces aunque no sea como lo pensamos tiene influjo sano.

A los niños habremos de hablarles con claridad y cariño y hacerles sentir lo  que son, alabar sus herramientas y acciones para que su autoestima siempre se dé en sanidad.

Y dice Russell:

“La inestabilidad de la posición social en el mundo moderno y la doctrina igualitaria de la democracia y el socialismo, han ampliado enormemente la esfera de la envidia. Por el momento, esto es malo, pero se trata de un mal que es preciso soportar para llegar a un sistema social más justo. En cuanto se piensa racionalmente en las desigualdades, se comprueba que son injustas a menos que se basen en algún mérito superior.”

Es a fin de cuentas mucho más simple de lo que siempre creemos, la felicidad la tenemos a la mano pero se nos escapa sin remedio algunas veces, recuperarla puede ser asunto hasta divertido.

En estos precisos momentos me encuentro en la revisión de mi libreta de vida número cuarenta y cinco (45). Las ideas iban en este tiempo fluyendo en mi interior, en el sentido de una comparación de lo que se piensa con lo que se vive, tratando de empalmar los hecho con la mente y las conclusiones iban llegando de a poco.

Mi necesidad de comprender mejor la amistad en el ser humano era constante, revisaba si en realidad tenía una certidumbre de que los amigos lo son en un cien por ciento o tan solo se nos da parcial la amistad y uno  va valorando conforme se comprueba que existen los cariños genuinos. Ya había escuchado algunas veces que la amistad es un asunto volátil, que la creemos tener en presencia de algunos seres humanos y que al mínimo revés  de circunstancias todo cambia.  

 Pude  escuchar a quien llegó a decir que la amistad es una mentira total, hasta encontrar opiniones en el otro extremo, de que la amistad lo es todo para el ser humano que ha descubierto ese don. Tal vez lo justo sería como decía mi madre:- ni tanto que queme al santo ni tanto que no le alumbre-. Este pensamiento con el paso del tiempo se consolidó en mi misma cuando comprendí lo que significa haber tenido batallas junto a alguien y cuánto ese alguien  nos puede entender mejor que otros.

Escribí a la letra: -reales amistades son de cariño eterno aunque no sean de presencia constante- MJ

Para entonces me encantaba reunir a algunos amigos en casa y lo hacía con relativa frecuencia, me parecía interesante conjuntar diversas personalidades y a quienes no se conocían entre sí, asunto que luego comprendí era un tanto temerario porque el flujo de la naturalidad en el trato humano cuando hay diversos modos de ser, se ve afectado. Con los años se ha ido dando el hecho de convivir con amigos en lugares neutros para todos y con pocas personas, la vida que nos va llevando hacia  nuevas actividades como lo es estar más cerca de los nietos, nos absorbe de una manera especial.

Estaba conociendo la obra de Elías Canetti y en -El suplicio de las moscas- dice:

“Los demás dan rienda suelta a su parloteo, y en ese mismo instante se vuelve falso”. Yo me preguntaba en que consiste la realidad certera al convivir, porque queda claro que los parloteos surgen de pronto y sí que tienen algo de falso invariablemente, pero el intercambio de ideas siempre enriquece. Canetti nos habla también de la necesidad de nombrar, de poner una palabra clara que se refiera a lo que vivimos. Es una necesidad como la de respirar,  diría yo misma. Si el léxico es la parte más ínfima de la experiencia humana, como cree este autor, entonces tendríamos que tener claro que el lenguaje es algo vivo y totalmente cambiante, la sanidad es saberlo, para poner más atención en todo lo que escuchamos y decimos.

¿Hay falsedad en el futuro? ¿Qué tanto podemos influir en él?

Si el futuro de pronto se presenta tan intensamente difícil de apreciar ¿qué es lo que nos hace creer en él?

“Solo por los colores ya valdría la pena vivir eternamente”, nos afirma Canetti.

“La muerte no calla nada.”, y si lo observamos bien, la persona que se ausenta de pronto en lo físico, ha dejado mucho a los congéneres para hablar de la vida.

A veces quisiéramos estar demasiado presentes en las vidas de los otros. Quisiéramos tener mas interacción y cuando nos damos cuenta de que en realidad estamos presentes lo justo, lo necesario, esas veces que es poco lo que se comparte en lo físico, se valoran por su cualidad aunque sea virtualmente. Valoramos los silencios y las ausencias. Se dice que en Inglaterra “se juzga a las personas por su capacidad de dejar en paz a los demás.”

 Los recuerdos, Si sabemos cómo traerlos de nuevo, pueden darnos la medicina de sanidad que nos hace falta. Virginia Woolf es una escritora que se ha revisado y revisado por su genio al escribir casi de corrido, para que algunas veces se llegue a aseverar que dentro de sus textos, o la mayor parte carecen propiamente de trama, porque la vida real no la tiene, estamos en una serie de eventos que danzan entre pasado y presente y caminan a nuestro lado transformándose y transformándonos.

En estas épocas de estos mis escritos que les comparto, mi madre llegaba a sus ochenta (80) años de vida. Uno comienza a valorar lo que significa envejecer.  Hizo las cosas exactamente a su manera  dentro de sus posibilidades y de la misma forma concluyó sus últimos días. Había formado en su entorno a dos mujeres que le acompañaron por más de cuarenta (40) años y ellas le fueron totalmente fieles, más que nada al final  le sustentaron el diario vivir y le vieron irse un día de abril. En lo personal me quedé atónita ante este hecho, de cómo algunas personas en la ayuda doméstica se quedan junto al ser que las contrata, le ayudan y le cierran los ojos. Algo insólito   y admirable. (Continuará) MJ

Libro: La conquista de la felicidad.

Bertrand Russell. Ed. Debolsillo.

 

 

 

 

 

 

 

 

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