viernes, 18 de junio de 2021

 De la vida diaria.(En word)

                              En la naturaleza hay plenitud de regalos, milagros y encuentros que nos cambian la vida. MJ

                             

                              Al ser parte nosotros mismos de la naturaleza, somos activos participantes de un gran milagro. No necesitamos más que estar presentes y darnos cuenta de la multitud de regalos que se nos presentan a cada paso, porque la vida del entorno solo requiere de nuestra buena mirada. Somos parte de este todo maravilloso y a él regresaremos transformados cuando se termine nuestra encomienda.

Algunas mañanas tengo cerca de mí a una ardilla. Presurosa se precipita a lo largo del tronco del árbol que ha escogido para hacer sus peripecias matutinas. En otros momentos decide pasearse sobre el pretil de la terraza que veo desde mi cama y me siento tan feliz de verla en su ir y venir que sus andares presurosos me mantiene inmóvil. En alguna ocasión le he dejado unas almendras, mismas que se desaparecen sin que yo vea quien se las comió. Ella no sabe lo fijos que tengo que tener los ojos para poder verla con precisión, es rápida, de movimientos precisos como nerviosos y llenos de vida.  Miro más arriba hacia las ramas y si tengo suerte la vuelvo a encontrar, ahora está quieta y no sabe cuánto gozo me proporciona su momentánea quietud, porque en ese momento de tomar un nuevo camino a mi me regala el poder contemplarla con más nitidez. Su cola se balancea como un racimo bello de tonos grises que reflejan transparencias en los bordes, la mueve con gracia y con garbo, se nota que de esa protuberancia en forma de lengüeta depende su equilibrio en esos ámbitos que perecieran peligrosos, mas para ella son su medio vital y seguro.Todo este asunto podrá durar unos segundos nada más, pero a mi me cambia el humor para todo el día.

Lo social y lo personal deben mantener un equilibrio. 

Dentro de lo personal tiene cabida saber cuánto gozo puede darnos todo lo natural.

Este balance es a veces el más difícil de los logros, mas no imposible, nunca imposible.

La mente tiene una parte positiva que se nutre de este buen equilibrio.

Los días del diario vivir son como un tutti frutti muy variado,  nos deben proporcionar el hábito de estar atentos, es lo único que nos hará gozar más. Son como piezas de rompecabezas que van encajando, el ajuste es constante y el ritmo lo da el visualizar lo del momento y nunca dar nada por sentado.

                            La sabiduría intuitiva se va haciendo vivencia, se asienta. Es recomendable tener viva la capacidad de observacion.Va surgiendo lo útil, lo necesario y ésto mismo va dando esencia a la vida. Cada singular momento vivido tiene su razón y los hechos determinantes se van presentando como lo mejor. Así sean dolorosos.

Solo hemos venido a percibir lo mejor que se nos presente. Antes habremos de tener claro  qué es ese mejor, que no es lo mismo para otros, así que habremos de seguir como nos indique ese sentido sexto que con la madurez se desarrolla en cada quien. La vida no esta comprada, así que estamos como en un almacén en el que podremos ver mucho, mas es lo que decidamos más justo y necesario lo que hará la diferencia.

También hay otros visitantes de la naturaleza que interactúan con nosotros en este entorno. En los más de cuarenta años de vivir en nuestra casa, han variado y siempre son bienvenidos.

En las épocas en que las casas habitación eran escasas por estos rumbos a las afueras de la ciudad, se nos daba cruzarnos con una zorrita de color marrón rojizo, era el encanto de las salidas a caminar cuando íbamos por el camino aun sin pavimento. Este ser montaraz se aparecía y se nos quedaba viendo para de un salto muy elegante seguir sus  derroteros a otro lado del monte. Los niños a veces la seguían con sus bicis. Hoy día es muy difícil verle, mas hay unos nuevos y bellos animales, son los coatíes que van en grupo paseando por muros y a veces atravesando las calles.

También de los establos cercanos por las tardes se escuchaba el sonar bello de los badajos de grupos de vacas que regresaba después de un día de campo. Unas vecinas americanas que vivían por aquí cerca lo llamaban el cow concert.

Un silbido muy estridente se escuchaba a lo lejos algunas tardes al caer el sol. No supimos que era hasta que el joven que nos ayudaba en el jardín nos dijo que era una serpiente. Cuesta trabajo entender como un reptil rastrero puede hacer ese ruido, fácil se escuchaba un km. a la redonda. muy muy intenso. Hace varios años ya que no se escucha más por aquí.

La naturaleza siempre tiene y tendrá mucho que dar. 

La mañana de un veinticinco de diciembre me lleve una de las más gratas sorpresas. Fue como un regalo de Santa Claus para mí. Salía yo a caminar y frente a mi puerta pasaba con difícil paso un pequeño venado de monte. Trate de no asustarle porque note que tenia dificultad para dar pasos sobre el pavimento. Tomó un camino certero, lo disfruté llena de gratitud de que hubiera venido, ya que me quedaba claro que estaba perdido y se fue hacia el campo cercano a la casa Club de este fraccionamiento y ahí avise de su presencia para que pudieran devolverle a sus recintos. Así lo hicieron y volvió sin más.

Me encanta cuando escucho la reflexión que deja claro que la natura no nos necesita. 

Si estamos o no estamos presentes le da lo mismo, mas es claro que cuando estamos y perturbamos su equilibrio muy claramente nos dice que estemos atentos, porque en ella también puede haber muerte. La muerte es natural y tiene su tiempo, mas cuando se propician desequilibrios la muerte se presenta no al término de un ciclo natural, sino como consecuencia de un desequilibrio. Asi, exactamente como lo que vivimos hoy con el Covid.

En la ventana del cuarto pequeño que nos da cobijo la mayor parte del día, habitan varias lagartijas. Hay una que parece un dinosaurio. A ratos saca una protuberancia rojo naranja que cuando  le da la luz se ve brillosa y transparente, eso mismo da la impresión de que pueda ser una prima hna. del tiranosaurio Rex. A ratos quisiera que no se vaya para que la pueda observar mi nieto, tiene sus tiempos y cuando hay ruido no aparece. Ese pequeño monstruo de la natura que habita hoy en el siglo XXI tiene gran conocimiento de cuándo salir y cuando no, no necesita de pandemias para hacerlo porque si anda la gata por ahí, si hay más calor del habitual o si llueve, ni sus luces se verán ya que conoce el valor de sus silencios y resguardos.

¿Nosotros, conocemos los nuestros?

Hoy día los pájaros se acercan al agua de las piletas de piedra en donde florecen los jacintos de tono lila, uno de mis colores favoritos. Esos escándalos que arman asustan y  obviamente no le interesan a este ser que ha tomado posesión de los barrotes de la ventana, y como su casa es de varios pisos a veces descansa arriba y otras prefiere la resolana de la planta baja que está cerca de las ramas del tulipán.

Las grandes iguanas también tienen sus casas debajo de algunos pisos de cemento o piedras. Salen a tomar el sol. Un Toloc enorme, cuando la gatita era más o menos recien llegada a esta casa tuvo un encuentro cercano del primer tipo y ella casi pierde un ojo. La Dra. veterinaria con sus destrezas y sabios consejos nos indicó cómo cuidarla y ese ojo azul se quedó en su sitio. La herida fue grande,  no requirió puntadas, mas si mucho cuidado y eso bastó para que jamás volviera ni a pretender estar cerca de uno de esos que son casi como dragones de komodo. Ambos se pasean a sus anchas con sus sanas distancias y marcan sus límites ya no se acercan de más porque ya se establecieron los espacios. En la terraza por donde corretean las ardillas también se asolea uno de estos enormes dragones. A veces me desafía acercándose muchísimo al ventanal, y se queda muy fijo mirándome a través del cristal, como preguntando qué hago ahí. Lo mismo le pregunto yo, y lo único que va y viene son los silencios. Arrastra su enorme cola con parsimonia y cuando puede se desliza por el conducto que desagua la lluvia. Ya tiene nombre, se lo ha puesto mi nieto porque también él lo observa en los espacios del patio y el jardín, según ha dicho se llama :Tac.

Cuando uno está cerca de los animales y de la naturaleza la muerte se vuelve como algo mucho más natural. Si es la partida de algún animal doméstico, si nos da más pesar. Cuando íbamos cerrando el siglo pasado un querido compañero perruno, Golden de pelo largo, una mañana se acercó a un enorme sapo del jardín y éste al rociar la cara con sus líquidos de protección lo dejó paralizado. Casi no habían pasado ni cinco minutos cuando convulsionó y se presentó la muerte. Todos los lloramos, mas la experiencia nos enseñó.

                          Siempre desde niña me comencé a preguntar cómo y porqué el morir para muchos representaba tristeza. Con los años me fuí dando cuenta que entre los de mi grupo, es decir los católicos entre los que nací, esto era más evidente, la muerte está asociada a tristeza. 

No para todos el morir es una situación triste. Tal vez es más el pesar de extrañar a quien se va, pero el hecho de la partida en sí, tiene un sentido. Cuando parece que alguien se va antes del tiempo pensado o considerado por otros, también es mucho más doloroso.

En una ocasión escuche un relato que me marcó. Uno de mis primos mayores había asistido al funeral de un tío en común en las cercanías de Nueva York, este señor era americano, un tío político de  pensamiento cuáquero (marido de una hna de mi padre)  que  lo despidieron con música, bombo y platillo así como el gozo de compartir alimentos y bebidas dispuestas para ese día que dejó el mundo. Hubo ahí un individuo simpático que no entendía nada  -por ser esto algo muy diferente a la cultura de los latinos- y tuvo la ocurrencia de comentar que en realidad bailaban porque el difunto dejaba muchos bienes materiales. Ese entierro al que yo no fui invitada  porque yo era muy pequeña lo viví solo con esos relatos. Algunos primos jóvenes fueron y nos ayudaron a darnos cuenta que es una realidad: la muerte no significa lo mismo para todos.

Dicen por ahí, que las experiencias que no vivimos en carne propia no son tan claras para nosotros en su significado. No lo creo así del todo, uno puede escuchar y comprender cosas aunque no las haya vivido. 

Al comprender un sentido nuevo del morir, mi visión cambió. Me di cuenta que hay maneras de percibir la realidad y que es un aspecto de nuestra misión el afinar la realidad que queremos vivir.

¿Porque no nos atemoriza el nacer?

En cierto sentido debería  atemorizarnos, porque no es nada fácil ayudar a crecer a un ser humano, requiere antes que nada de vocación. Me siento muy tranquila cuando veo que hoy día los jóvenes no traen hijos al mundo per se, esto de la procreación ya responde más a una vocación elegida, más que a un acto biológico de estatus.

 Viéndolo bien, nacer es lo mismo que  morir, solo es un ciclo que va en otro sentido y dimensión.

                          Así comencé mi caminar de percepción de que a nada es para aferrarse y mucho menos empecinarse, la vida es flujo. A las almas de paz que habrán de acompañarnos las vamos descubriendo y su cercanía camina junto a nosotros sin mayores problemas. De pronto también nos preguntamos porque hay personas con las que la química es nula, y la respuesta es: Serán maestros, dejarán su enseñanza y partirán de nuestro lado.

Me encanta la definición de Aldous Huxley:

Experiencia no es lo que sucede al hombre, es más bien lo que el hombre hace con lo que le sucede.

Hacer que los días cobren un sentido extraordinario, una tarea que entra al rubro de las acciones impostergables.

                         Los pájaros cambian a diario la sinfonía de sus cantos. Junto con las ardillas que se  presentan de vez en vez los pájaros están más constantes y sus cantos son una melodía única en los primeros destellos de cada día. Con un tanto de sutileza tímida, el murmullo de sus gargantas van aumentando con esos benditos ruidos mientras el paso de la luz matutina van cobrando fuerza.Los pequeños pero fuertes rayos del sol van penetrando en los resquicios así como esos ruidos benditos. A  las palomas de monte se les escucha mucho más allá en la lejanía. Son de murmullo apagado y como triste, muy parecido al que hace un pequeño búho, no más grande que un puño cerrado y que es fiel compañero de estos sitios de monte. Otros son mucho más audaces, se acercan a la casa y se apropian de los espacios con gran naturalidad. También he observado que con el cambio de las estaciones los cantos son diferentes y los pájaros que las entonan son también otros. El modo del canto se va dando si hay lluvia o no en puerta, si hay mucho viento y hasta si otros pájaros se presentan inesperados y son regañados por los que se han apoderado de un sitio en especial.

Estoy segura de que las aves se comunican entre sí.

Las grandes Chachalacas también visitan estos lares. De madrugada se les escucha con su canto característico que es como un lamento, unas y otras se contestan y parece que les gusta estar por los caminos. Llegan a las ramas altas de los árboles ya entrada la mañana y despliegan sus colas que son muy amplias y bonitas, caminan por el suelo desplegando las plumas, abierta como un enorme abanico. Van en grupos pequeños y comparten con el pájaro Thó, con los Xtacay y con las Yuyas.

La semana pasada tuve una de las experiencias más interesantes de la naturaleza me ha dado en viva piel. Tengo mi taller de arte fuera de casa, en un lugar cercano al que he de ir en automóvil. Con la pandemia deje de ir tan seguido ya que las clases que imparto ahí, tuvieron que suspenderse. No abandono el pequeño jardín que he cultivado ahí y voy algunos días a regar. Nada me hace más feliz que cuando abro la manguera y los Piches ( pájaros negros y grandes de esta región, medio parientes de los cuervos, creo yo) enormes y azabaches, bajan a tomar agua del pequeño chorro de la manguera cuando la asiento para que moje alguna porción. Desde la ventana en la que está mi mesa de trabajo los observo y me río por dentro de la felicidad de verlos beber y refrescarse aleteando dando pequeños saltos. La otra tarde se quiso unir una paloma de monte al gozo del agua, y tuvo que esperar su turno muy paciente en el caminito de flores, ellos no la dejaron participar tan fácilmente. Estoy considerando ponerles una pila para que cuando no estoy tengan agua. En días pasados me quede ahí afuera un rato más de lo normal y escuche que piaban diferente, mucho más fuerte y como que varios a la vez.

Me dió la impresión que uno llevaba la voz cantante más fuerte y como que se movía de árbol en árbol. Se cambiaban de ramas como si estuvieran en comunicación entre ellos. Yo seguí impávida aunque sí me llamó la atención que no bajaron a beber, claro, -pensé- es porque estoy presente. Antes de soltar la manguera tuve el primer encuentro: Uno de esos pájaros se deslizó como un meteoro sobre mi cabeza y trato de picarme, sus alas revoloteando  fuerte y yo casi me caigo del susto, lo que me hizo entrar más rápido. Y ya dentro de la casa solo pense: ¿Que les pasa a éstos? ¿estarán pensando que en realidad este  jardín es de ellos y yo soy la intrusa?. No lo sé. Pero me regrese a casa con la incógnita. Ya hablando el asunto solo se nos puede ocurrir que estaban cuidando algún nido en las cercanías y mi presencia los alertó. En fin, algo que me dejo muy triste porque ya no salgo con tanta confianza, pero a la vez lo comprendí así. Ya en siguientes ocasiones he tenido el cuidado de ponerme un sombrero para protegerme de esos aleteos encima de mi cabeza, se ha dado menos y además he identificado como con sus graznidos están como alertando de algún peligro.

Mi hijo,que suele ir a trabajar ahí algunos días, me dice que ha visto como los pájaros atacan a un perro callejero que se pasea por ahí. Seguro ya no volverá.

Es fascinante la naturaleza, nunca deja de sorprendernos.

Pasando a otros temas que también he narrado en mis escritos de finales del siglo, uno de ellos es la felicidad que tengo registrada de haber compartido con mis padres ya mayores. Para esos momentos no caía en cuenta que importante era para ellos que los días establecidos para vernos se respetaran, a veces por cualquier pretexto uno cambia las rutinas y los adultos que están esperando las visitas se decepcionan. Veo como lo viví y cómo lo vivo hoy cuando ya nosotros somos los abuelos y cómo valoramos esos momentos con los hijos que han de hacer sus rutinas a modo de vernos con regularidad. Ya la naturaleza nos va mostrando cuánto podemos gozar de esos ratos, que se transforman en casi un milagro al ver que tanto nos hacen felices. Hay que tener el cuidado de no caer en chantajes, porque con tal de que se den los encuentros a veces se recurre a esas actitudes.

El tiempo de calidad comienza a ser palpable con los años y ya no creemos en encuentros largos y demandantes.

Antes de que mi madre cayera en cama (que fueron varios años) me dí a la tarea de quedar con ella que le daría los martes y los jueves para sus cosas y pendientes. Lo gozamos mucho. Esto se dió más cuando yo la tenía que llevar a sus diligencias varias. Nos pasamos buenos ratos en el automóvil y tuvimos vivencias como la de un poste que se cayó a nuestra vista y paciencia y en otra ocasión como mi madre se puso muy nerviosa porque no le gustaba ver a los viejitos pidiendo dinero en los altos. Esta gente, -me decía- debe de estar en un albergue. Así lo creíamos, así lo podemos pensar pero según he escuchado hay algunos que no les gusta esa posibilidad y prefieren la indigencia callejera en vez de la ayuda formal.

En esos días establecidos pude conocer mas de mi madre. Ya como adultas nos enfrascamos en buenas pláticas y discusiones mismas que me permitieron ver cuáles eran sus pensares atávicos e impenetrables. Me di cuenta que hay cosas que se nos tatúan en el alma, y no hay poder humano para que eso cambie. Al cabo me dí cuenta que era muy importante que no tratara yo de persuadirle el pensar, ella era así y yo a veces hasta me reía por dentro de verla tan feliz con sus modos de ser. Sus ideas religiosas eran muy firmes. Al principio quise dar las mías, y fueron tan mal recibidas que opte por callar y escuchar. Fue mucho más gratificante.

Muchas veces percibí que su Dios estaba ausente en los momentos más difíciles. Me llama la atención como era tan puntual con sus rezos, pero a la hora de la hora no encontraba siempre total sosiego. Así es, lo sentía yo incongruente pero real. Así se daba, el Dios que veía ella era como algo lejano, sí un ser a quien se le reza, pero a la hora de la hora, la angustia seguía  tan impávida.

 ¿Como así? ¿de qué sirve rezar tanto para, en la orilla ahogar? O como dice el dicho: nadar nadar ¿y en la orilla ahogar? Cuando en los semáforos larguísimos ella comenzaba a orar, yo solo le escuchaba. Muy asertiva me decía: como tu ya te volviste tepche ( quiere decir que uno ya no es tan religioso como se espera. lengua maya) no te preocupes yo rezo por tí. Y aunque le daba las gracias no le decía ya nada más. Ella no sabía que yo he orado siempre, que me da mucha paz, pero que lo hago a mi manera personal.

                               Iba yo cerrando el siglo con muchos asuntos que daban vueltas en mi mente. 

Me preguntaba yo más cosas de lo normal y optaba por derramar todos esas cuestiones en los renglones de mis libretas. Tuve así mismo muchas horas de reflexión mientra conocí gente diversa a las que enseñe técnicas de acuarela. Algunas veces salíamos al campo a pintar, y las reflexiones eran muy bellas observando todo lo que esta tierra nos da en su natura.

Con esas lindas personas que confiaron en mí para aprender esa técnica pictórica una mañana compartí en la casa de una Hacienda medio abandonada de la comisaría de Xcunya. 

Escribí:

                              Desde el corredor un tanto destruido de la casa principal de la hacienda, el sonido del badajo de los cebúes que se ven cercanos, nos da aroma de campo, paz de pueblo.

En mi fuero interno hay un tanto de temor, porque nunca me ha gustado estar cerca de esos animales, me imponen. Siempre me hacen recordar de una cacería a la que fue hasta mi madre, tenía yo como cinco años de edad y dormimos en casitas muy lóbregas de paja. Por la tarde casi noche la manada de cebúes volvía al rancho que nos daba cobijo, ya que el encargado tenía esa enorme manada, pasaban los animales muy cerca de donde estábamos y en verdad son muy imponentes.

En esta ocasión tenemos la verja de madera del corredor, que aunque desvencijada es una barrera. Desde ahí nos disponemos para pintar partes del paisaje.

Enormes estos animales con su blancura grisácea y con su giba imponente y protuberante se pasean y se acercan.

Por ahí, en el lateral del corredor se escucha el ir y venir de alguien. Nos asomamos y no vemos a nadie, es que la maleza está alta y no permite ver bien. Al mismo tiempo con el aire las láminas sueltas y oxidadas de una techumbre cercana hacen sonidos que se escuchan muy bien junto con el rechinar de una gran veleta vieja.

Las tres aprendices de pintura a la acuarela están en lo suyo.

Yo les doy indicaciones de como concretar un paisaje, y cómo lograr ese enmarque y composición en el papel.

Silenciosas siguen el ritmo de su creatividad. Una de ellas me avisa que se cambiara de lugar porque ha descubierto que en donde se sentó había un mundo de hormigas y estas salieron a reclamar sus lares. Hay varios ladrillos rotos, de entre los que salen algunas ramitas que han decidido preservar la vida a como dé lugar.

Ahí, en el resquicio de la entrada hay una piedra labrada sola, que recibe las sombras danzarinas que sobre ella forman los enramajes, e invita a ser observada. Más arriba cerca de ella hay una gran bugambilia que con sus flores rosa intenso nos anima a hacerla parte de alguna de las composiciones. Al mecerse nos da fresco, nos arrullan sus ramas con el paso del viento. Me siento un rato pero el sol es muy fuerte en mi espalda y prefiero pasarme a otro sitio. No existe ningún aliño de nada aquí, todo está desvencijado y en lo personal esos desajustes me encantan porque me hablan de la vida real, de una existencia bien vivida que carga la maravilla del tiempo ido. 

No sabía yo en estos tiempos, que pasados los años uno de mis temas favoritos serian las puerta viejas que hablan tanto y dicen todo lo que les ha tocado pasar. Soy muy feliz cuando observo  como el tiempo hace de las suyas. Deja texturas expuestas que se convierten en un deleite con el pincel.

El piso, sí que está muy resquebrajado. En algunas partes ya no tiene ningún ladrillo y la tierra ha vuelto a ver la luz. Con el movimiento la luminosidad deja sombras que han encontrado la mejor pista de baile.

Levanto la mirada y ya no veo a los cebúes.

Solo las voces de unos pequeños niños se van haciendo más vivas en la medida que se acercan. Detrás de ellos viene un perro color marrón y de enorme estómago yendo como alma que ha visto al diablo, tal vez quiere seguir a sus dueños y estos le han dejado atrás. Este can camina como si fuera el dueño de todo el entorno, y no dudaría un segundo que ahí mismo a media explanada frente a nosotros se tienda a descansar en una sombrita. Irrumpe garboso, sabe de sus pasos e inteligentes huellas como parte de estos caminos.

Mariposas blancas revolotean por algunos resquicios. Muchas plantas las acogen como a mejores amigas y van de flor en flor. La bugambilia muy oronda les dice que es mejor que se vayan por otras partes ella se agita con el aire y las despide. Creo que es tan feliz con sus colores bien logrados que no quiere a nadie ahí cerca.

La luz va cambiando.

Vamos percibiendo los destellos de la luminosidad de diferente manera. Hay que apurarnos a bosquejar las sombras ya que cambian muy rápido.

A un lado un grupo de hombres han llegado al ramonal a cortar las ramas que servirán de alimento a sus animales. Se les escucha alegres y van con sus machetes seguros y con fuerza van bajando los verdes ramajes.

Va terminando la experiencia. Vamos cada una estirando las piernas y sintiendo el peso del calor del mediodía que se acerca y nos hará huir con el sofoco inminente. 

Así, recogemos los tiliches, las acuarelas y todo lo que debemos subir al automóvil para regresar.

Ha sido una linda experiencia de una mañana creativa. 

Continuará. MJ







2 comentarios:

  1. Observar a la naturaleza es una forma de adquirir sabiduría para aplIcarla en ntra vida, en mi opinión personal.
    Lindo tu ensayo anecdótico y me enriquecí intelectualmente con la definición de "experiencia de A. H. Desde luego disfruté tus pasadas experiencias familiares en Xcunyá.

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  2. Querida Amiga, me encantan tus descripciones y relatos. Cómo disfrutamos este bello y paradisíaco lugar!! Las experiencias hermosas de esta bella flora y fauna son invaluables!! Me encantan tus relatos familiares sobre todo los vividos con tu mama... Y tu paso por Xcunya...

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