De
la vida diaria.
Un
museo vital. (1) (Compartido)
Vivir es como
avanzar por un museo: es luego cuando empiezas a entender lo que has visto.
Audrey Hepburn.
Esta
frase me gusta mucho porque encierra una realidad: Muchas situaciones solo las
comprendemos una vez que hemos salido de la escena del fragor diario. No quiere
decir que la intensidad nos nuble el entendimiento, mas a veces hay que centrar
mas la atención en lo presente y la verdadera razón de la vivencia y el hecho
en el que estamos terminará dándonos mas conocimiento después. No quiere decir
tampoco que los seres humanos seamos de efectos retardados, mas sí se refiere a
aquello que una vez vivido toma su tiempo en volverse actuante en el ser. Bien
claro lo tenía la Hepburn, es así que pensar que la vida es como un museo tiene
mucho sentido. Retrata muy bien lo que todos vivimos, este paseo que es la vida se vuelve más grato para comprender de qué forma damos pie a la
intención y ponemos de nuestra parte en el modo de visualizar un andar con toque
personal. Todos vemos, pero no todos observamos lo mismo. Cada fragmento de
vida, así como cada pieza de un museo tiene un dialogo diferente para cada persona.
La
observación que vamos haciendo de las acciones importantes no deja de estar
acompañada y acompasada de los pormenores complementarios, mas no hay que
confundir una cosa con otra, lo valioso es saber qué distingue a esa
centralidad, lo que nos permite saber mejor qué hemos vivido y como eso mismo
nos hará bien. La frase: No hay mal que
por bien no venga es muy propicia en este pensar, porque aun dentro de algo
que no nos agrade podríamos aprender a ver los puntos de luz.
Amar
los museos es algo que se practica y se vuelve un quehacer lleno de gozo. A
veces se cree que hay que verlo todo, no dejar nada sin un vistazo en la
visita, pero no es así, si algo nos interesa más habremos de detener el paso y
obtener un ritmo, y si se va en compañía
tal vez se puedan compartir descubrimientos sin perder de vista que un museo es
un gozo muy personal. Tiene todo que ver con ese afán que proviene desde la
infancia de descubrir, que se
implanta de a poco y se parece mucho al amor a leer, y aunque algunas veces no
se comprenda todo el beneficio desde temprano, seguro será una actividad que
jamás dejaremos de practicar. Tuve la buenaventura de que las dos acciones las
conocí desde niña como si fueran parte del respirar y se quedaron bajo mi piel
como un signo de lo que mis padres con naturalidad fomentaron, con la adultez a
uno se le reaparecen esas acciones con renovado interés. Todos llegamos al momento vital de volvernos a ver, y encontrarnos en ese museo vital que es nuestra vida
personal.
En
lo personal los colores han sido trascendentes en mi vida desde que tengo
recuerdo. Tanto en mis visitas a museos como en el gozo de las páginas de un
libro, eran los coloridos los que me calaban hondo. Más tarde que temprano he
comprendido y añadido a mis percepciones los colores emocionales y tener claro
que son parte y dan mucho para disfrutar, en el mundo de hoy van más ligados a
la inteligencia emocional, son tonos nuevos de formas de ser y están ligados al
devenir de la conciencia transformándose.
Absolutamente
el sentido de la conciencia ha cambiado. Ser conscientes en parte se ha
convertido en tener la información necesaria (ni más ni menos) para lograr una
misión consustancial de Ser Humano en interacción e intención especifica con el
mundo. La concepción de que somos uno
con el orbe y con nuestros entornos va siendo cada vez más necesaria. Aunque
comprendamos la dimensión espiritual como tal y nos sea tan importante para
lograr los niveles de conciencia, en primera instancia la vida real se
desarrolla en los ámbitos de lo terrenal y esto es a veces muy demandante
y absorbente y es por eso mismo que hay que aprender a dar tiempo a los
tiempos. Si no depuramos lo que determina la psiquis, que es: - la armoniosa
relación entre lo que sabemos y lo que creemos que es la verdad- no
lograremos el equilibrio, que no es un ideal, es más bien una consustancialidad de nuestro percibir y como
lo procesamos en la vida de cada día.
Antiguamente
se hacía referencia a este concepto de conciencia, como un gusanito que nos hablaba en la mente y nos hacía ver nuestros
errores. Y ¿Los aciertos, donde quedarían? Parecía que era más importante
responder a la generalidad social y estar armoniosos con los entornos, que con
nosotros mismos. La vida personal muy cultivada hasta se pensaba que era un
modo de egoísmo. Se dice mucho que una vez que comprendimos qué tanto nos
incumbe nuestra salud mental, es que el mundo se va asumiendo más consciente.
Nos parecía (al menos así me pareció en parte de mi infancia) que esa voz de la
conciencia era un tanto represiva. Como que debíamos ser nuestros propios
jueces, pero de una manera muy severa y tajante. En realidad esa voz existe y
no es más que la voz del yo profundo
que es estupenda y debe dejarnos claro lo que somos para ser fieles a eso mismo
y nada más. Todo el problema actual de la conducta distorsionada tiene que ver
con habernos soltado de la mano de nosotros mismos y haber escogido caminos que
no nos pertenecen. Escoger no es lo
mismo que elegir, esto último
conlleva una certeza de que con lo que hemos optado habrá crecimiento.
Hoy
día que las agresiones entre nuestros congéneres han tomado visos insospechados,
es cuando más nos viene bien pensar que es lo que estamos haciendo para
transformar la conciencia. Ante todo no olvidar que la agresión surge del miedo
y no es de la naturaleza del homo sapiens,
la desarrolla por desbalance
hormonal a veces o por mera acción de creer que será el mas fuerte en un
momento dado, cuando la sola agresión es fuente de debilidad. También la
conciencia nos permite ver que el feminismo no lo será con su intención original
mientras no entendamos nosotras mismas (las propias féminas) que los cambios están en la mente y en el entendimiento de
nuestra evolución y no solo en conductas externas. Vivimos bajo paradigmas
establecidos por la civilización y a la mayoría nos viene de maravilla
seguirlos porque es lo que nos agiliza y facilita la vida, mas nunca la vida más fácil ha sido
la más feliz. Somos imitadores por naturaleza, nos encanta hacer lo que hace el
otro, más si esa acción no nos vincula con lo que somos nos hará daño. Así
también el estupendo concepto de inconsciente colectivo forjado por Carl
Jung nos deja claro que todos somos parte de muchas cosas de nuestra especie y
que las hacemos por inercia, esto resulta muy bueno pero a la vez nos desliga
de un esfuerzo, ese mismo que ha costado
el llegar hasta donde estamos. Nada ha sido gratis y no debemos olvidarlo. Todo
ser que empieza a dirigir su vida con parámetros únicamente basados en los de
otros seres, corre el riesgo de perderse. Las féminas imitando a los varones no
llegaremos lejos, porque no esa es la esencia del feminismo. Cuando mi nieto de
casi cuatro años llega del otro lado de la puerta en la cocina de la casa, el miriñaque no nos
permite vernos con claridad y nos vemos borrosamente, aun así nos dice: -les
veo, están en su casa- solo está afirmando lo que él mismo ve y nos lo hace
saber verbalizando su verdad. Y así se gestan todas las verdades, lo que se vuelve mentira es cuando se afirma algo a
través de la mente de otro. Nada descabellado resulta el hecho de hablar con nosotros mismos. Hoy
día los jóvenes ya se están dando cuenta de esto y los toros ya no se ven
siempre desde la barrera sino en el ruedo personal.
Dejar
que las palabras tomen asiento en uno mismo es un arte. Recibir y dejar
asentarse lo vivido para luego dar camino a un entender mas fino y que los
conceptos entren con su propio ritmo a nuestro ser, a nuestra mente y nuestras
acciones. Contarnos el mundo que
vivimos y no solo actuar por imitación.
Ya
lo dijo Virginia Woolf: -Cuidar la palabra yo-.
Esta escritora llega a afirmar que:- el yo, es algo que designa a alguien que
en realidad no existe-. Y he ahí el problema: Podemos estar teniendo argumentos
que en realidad no ponen en riesgo nuestra existencia en general, nuestro yo
más básico, más si ponen en riesgo nuestra verdad personal y hacernos inexistentes. ¿De qué nos sirve vivir mimetizados? Cuando la
verdad personal se pierde, corremos el riesgo de llegar a límites que pueden
causar dolor. Cuando el yo se manifiesta tan solo en la tónica muy general, la
vida sigue existiendo pero es una pobre
vida, aunque este cuajada de materialidad. A veces el esfuerzo de volver a mirar lo vivido cuesta, pero es
el único camino para crecer.
Caroline
Myss nos dice: - en las afinidades somos raras avis.- (Continuará).
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