De
la vida diaria.
La
temporalidad (3)
Solo
se vive una vez, pero si se hace bien, con una vez basta. Joe.E.Lewis
Hemos
podido compartir en estos anteriores textos como percibir y hacer del tiempo un fiel acompañante, es algo que uno logra a
voluntad. Mucho se piensa que se puede regresar al mundo con un nuevo traje después de haber
vivido en el cuerpo humano que se habita hoy, o lo que es lo mismo reencarnar,
lo creamos o no, lo que todos tenemos claro es que esta vida sí que hay que
vivirla a plenitud. La plenitud no se concibe con el mismo sentido para todos, en lo personal, de no haber
escrito todo lo que hoy día ya revisado pasa a una caja de resguardo, creo que
me hubiese sentido a medias tintas,
así que toda la tinta vertida con el paso del tiempo me queda más y más claro
que no ha sido en vano. En los días de principios de siglo aun no lograba que
la temporalidad tomase mejor asiento en mi mente como algo mucho más amigable
que adverso, mas al fin lo logré. No habría podido llegar al pensamiento que me
habita hoy, de no haber emprendido esta misión sin retorno. Es un hecho que la
escritura nos puede entonar y hasta transformar la mirada que tenemos del
mundo. Escogidas las encomiendas y los momentos, aun con cansancio acumulado de
todo el día, sabemos que algunas actividades nos ayudan a la redondez interior
para los últimos años de vida. Nunca
pienso que ya me estoy yendo de este mundo, prisa no tengo, más si sé que el regreso a casa es natural y mucho más si logramos sentir que lo vivido ha
sido la mejor elección, nos iremos en paz. Es bueno ser conscientes de que de pronto
todo esto se cierra y habremos de dejar el traje terrenal con dignidad.
Sin
actitud pacífica la vida creativa se queda en sueños y nos conviene no dar
demasiadas vueltas a los asuntos, más bien es algo
que mucho escuche en mi casa paterna: Tomar
al toro por los cuernos y cambiar el derrotero si así se amerita.
Lo
correcto no siempre es lo feliz, y es por eso que cuesta mucho aceptarlo.
Tampoco lo conveniente es siempre lo deseable. En los postulados espirituales
mucho se dice que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque casi siempre
se cumple y a veces nos sorprende por no ser exactamente lo que pensamos, se
vuelve como una papa caliente entre las manos, hay que ejercitar el sentido de
las preferencias.
¿Cómo
decidir pues la acción que escogeremos? De entrada poner a raya el deseo y
ejercitar mucho más lo que preferimos.
¿De
dónde nace la inquietud?
De
las discrepancias mentales que trastocan el justo medio entre lo que
pensamos y lo que ocupa nuestro día a
día.
Hace
unos días en un documental se decía que en los seres vivos el tiempo se asienta
en las células, el cerebro es capaz de percibirlo y dar al ser referencias de
vida dependiendo si se vive a nivel del mar o en lo alto de una montaña. Muchos
conocemos esto como adaptación y es
una de las características de nuestra
especie, misma que nos ha permitido sobrevivir. La mayor parte de las veces hay
que adaptarnos aunque lo que vivamos nada tenga que ver con lo que soñamos.
Los
ciclos de las celebraciones también han sido preponderantes en nuestra especie,
gracias a ellos se ha sabido utilizar la tierra con sus consabidos beneficios
de épocas secas y épocas lluviosas. Algunas culturas que están más unidas a la
vida del campo asocian las épocas de sequias con la masculinidad y las épocas
de lluvias con la feminidad, por aquello de la fertilidad de las mujeres. Es
algo bonito de observar, y notar como la gente del campo no se anda con rodeos,
ahí sí que se aplica ese dicho de: Al pan
pan y al vino vino.
El
temple es un asunto de cultivo personal, tiene todo que ver con la vibración
que nos habita, se dice que hay vibraciones que nos propician mejor la vida. Lo
más conveniente es siempre propiciar la calma, algunos lugares del orbe lo
tienen como algo cultural y así lo viven casi sin darse cuenta. En Japón existe
una palabra especial para la armonía, si no me equivoco es Wa, y se aplica cuando la vida se percibe inquieta y es necesario
que el ser en conjunción con buenas actitudes la propicien.
Antoine
de Saint-Exupéry nos dice: No encontrarás la Paz si no cambias las
cosas. Si no te conviertes tú mismo en vehículo, camino y movimiento.
Y
como dice Santa Teresa de Jesús, lograr que nada nos turbe, que nada nos
espante y saber de verdad que si solo Dios nos basta, habremos de percibirlo como parte de un equilibrio pertinaz y
presente de cada día. A Dios se le ha tratado muy mal, se le han achacado demasiadas
figuras llevándosele y trayéndosele como un objeto, por lo que se nos ha
confundido a la humanidad y a veces no sabemos en donde habita su esencia real.
Llegar a ese momento vital de tener claro que nos significa la presencia de
Dios en la vida personal, no solo es necesario es también algo que cada día nos
ayuda a estar más entonados entre el tiempo que transcurre y lo que eso mismo
nos significa. Ya adultos en verdad merecemos tener más claros nuestros
tiempos, es un hecho que su paso se percibe diferente.
En
épocas de mucha acción vital, esas de ir logrando la vida de cada día educando
y viviendo para hacer de los hijos buenas personas, a veces uno añora que la
vida muestre su justo medio. Nunca lo hace tan fácilmente. La palabra
equilibrio abunda en mis escritos de principios de siglo, porque el ánimo añora
el equilibrio siempre y aunque esa justeza no está ahí afuera esperando por
nosotros, sabemos que nos acompaña y puede ser activado como un chip en espera. Nuestros padres sí que libraron sus propias batallas, porque también
es muy claro que las percepciones cambian con las épocas, mas la vida a partir
de los últimos años del siglo pasado comenzó a cambiar, ya la visión se
transformaba. Muchos pasajes he escrito cuando trataba de hacer ver a mi madre
que sus angustias eran vanas, que no había porque tenerlas, salíamos a
diligenciar y nos enfrascábamos en buenas pláticas. Visualizo los pasajes en
los que interactué con mi padre y lo que prevalece en muchas de mis paginas son
sus mutismos, con él más bien se hablaba
en los silencios, las palabras salían sobrando, un ser que hizo de su tiempo
libre un gozo en el ajedrez y la música clásica. Cuando leo los pasajes me vienen a la mente
los valses de Chopin con los que amanecía cada domingo, de niña recuerdo como él
iba a regañadientes a la misa de siete de la mañana a la que con frecuencia
asistimos, para mi madre era como respirar, él le complacía yendo sin mucho
convencimiento. Llevaba su misal y lo
compartía conmigo. No todos los humanos tenemos madera para seguir ritos
y rituales demasiado específicos, mi madre era contundente en ese asunto,
mientras él se sumergía en los renglones de su libro, observarle pasar con
cuidado esas páginas frágiles de papel de arroz que hojeaba con un cuidado sutilísimo quedó plasmado en mi mente, aprendí el valor
de manejar con cuidado un libro. Me defendía a capa y espada de las catequistas
de la iglesia que se acercaban a llevarme con todos los niños, mi madre
insistía en que yo fuera ahí con todos, mi padre entendía mejor la parte de mi
ser más individual, dejando claro que si prefería sentarme junto a ellos, eso
se haría. Me volvía a poner la mantilla en la coronilla y ahí me quedaba. Al regresar de la iglesia era una fiesta,
porque él preparaba los mejores french
toast de la creación. Esa era una de sus
personales maneras de hacer oración.
La
temporalidad es una convención lograda por los científicos. Se dice mucho
que quien supera el concepto de tiempo de Newton (el del correr concreto de las
horas inamovibles) y comprende el tiempo de Einstein (el del correr
relativo, que contiene espacios amplios y volutas) se da más propicio para
mandar al apremio de paseo. Somos a fin de cuentas impermanentes nos dice el budismo y nos va quedando claro saber: estamos y al mismo tiempo nos
vamos.
En
estos asuntos de la temporalidad no podemos soslayar el significado de la
puntualidad, es un asunto más personal que otra cosa, mucho ya existe la
costumbre de no ser puntuales ya que esto se observa como un mero
convencionalismo que hasta llega a tomarse a veces como algo de buen gusto, mas
cuando lo hacemos realmente viable y respetamos las horas acordadas con
nuestros congéneres, nos hacemos un bien a nosotros mismos y aunque quien espera no sea tan estricto y a veces ni se de cuenta si fuimos
puntuales o no. MJ
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