jueves, 14 de abril de 2022

 

De la vida diaria.

La temporalidad (3)

Solo se vive una vez, pero si se hace bien, con una vez basta. Joe.E.Lewis

 

Hemos podido compartir en estos anteriores textos como percibir y hacer del tiempo  un fiel acompañante, es algo que uno logra a voluntad. Mucho se piensa que se puede regresar  al mundo con un nuevo traje después de haber vivido en el cuerpo humano que se habita hoy, o lo que es lo mismo reencarnar, lo creamos o no, lo que todos tenemos claro es que esta vida sí que hay que vivirla a plenitud. La plenitud no se concibe con el mismo sentido  para todos, en lo personal, de no haber escrito todo lo que hoy día ya revisado pasa a una caja de resguardo, creo que me hubiese sentido a medias tintas, así que toda la tinta vertida con el paso del tiempo me queda más y más claro que no ha sido en vano. En los días de principios de siglo aun no lograba que la temporalidad tomase mejor asiento en mi mente como algo mucho más amigable que adverso, mas al fin lo logré. No habría podido llegar al pensamiento que me habita hoy, de no haber emprendido esta misión sin retorno. Es un hecho que la escritura nos puede entonar y hasta transformar la mirada que tenemos del mundo.  Escogidas las encomiendas y  los momentos, aun con cansancio acumulado de todo el día, sabemos que algunas actividades nos ayudan a la redondez interior para los últimos años de  vida. Nunca pienso que ya me estoy yendo de este mundo, prisa no tengo, más si sé que   el regreso a casa es natural y  mucho más si logramos sentir que lo vivido ha sido la mejor elección, nos iremos en paz. Es bueno ser conscientes de que de pronto todo esto se cierra y habremos de dejar el traje terrenal con dignidad.

Sin actitud pacífica la vida creativa se queda en sueños y nos conviene no dar demasiadas vueltas a los asuntos, más bien es   algo que mucho escuche en mi casa paterna: Tomar al toro por los cuernos y cambiar el derrotero si así se amerita.

Lo correcto no siempre es lo feliz, y es por eso que cuesta mucho aceptarlo. Tampoco lo conveniente es siempre lo deseable. En los postulados espirituales mucho se dice que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque casi siempre se cumple y a veces nos sorprende por no ser exactamente lo que pensamos, se vuelve como una papa caliente entre las manos, hay que ejercitar el sentido de las preferencias.

¿Cómo decidir pues la acción que escogeremos? De entrada poner a raya el deseo y ejercitar mucho más  lo que preferimos.

¿De dónde nace la inquietud?

De las discrepancias mentales que trastocan el justo medio entre lo que pensamos  y lo que ocupa nuestro día a día.

Hace unos días en un documental se decía que en los seres vivos el tiempo se asienta en las células, el cerebro es capaz de percibirlo y dar al ser referencias de vida dependiendo si se vive a nivel del mar o en lo alto de una montaña. Muchos conocemos esto como adaptación y es una de las características  de nuestra especie, misma que nos ha permitido sobrevivir. La mayor parte de las veces hay que adaptarnos aunque lo que vivamos nada tenga que ver con lo que soñamos.

Los ciclos de las celebraciones también han sido preponderantes en nuestra especie, gracias a ellos se ha sabido utilizar la tierra con sus consabidos beneficios de épocas secas y épocas lluviosas. Algunas culturas que están más unidas a la vida del campo asocian las épocas de sequias con la masculinidad y las épocas de lluvias con la feminidad, por aquello de la fertilidad de las mujeres. Es algo bonito de observar, y notar como la gente del campo no se anda con rodeos, ahí sí que se aplica ese dicho de: Al pan pan y al vino vino.

El temple es un asunto de cultivo personal, tiene todo que ver con la vibración que nos habita, se dice que hay vibraciones que nos propician mejor la vida. Lo más conveniente es siempre propiciar la calma, algunos lugares del orbe lo tienen como algo cultural y así lo viven casi sin darse cuenta. En Japón existe una palabra especial para la armonía, si no me equivoco es Wa, y se aplica cuando la vida se percibe inquieta y es necesario que el ser en conjunción con buenas actitudes la propicien.

Antoine de Saint-Exupéry nos dice: No encontrarás la Paz si no cambias las cosas. Si no te conviertes tú mismo en vehículo, camino y movimiento.

Y como dice Santa Teresa de Jesús, lograr que nada nos turbe, que nada nos espante y saber de verdad que si solo Dios nos basta, habremos de percibirlo  como parte de un equilibrio pertinaz y presente de cada día. A Dios se le ha tratado muy mal, se le han achacado demasiadas figuras llevándosele y trayéndosele como un objeto, por lo que se nos ha confundido a la humanidad y a veces no sabemos en donde habita su esencia real. Llegar a ese momento vital de tener claro que nos significa la presencia de Dios en la vida personal, no solo es necesario es también algo que cada día nos ayuda a estar más entonados entre el tiempo que transcurre y lo que eso mismo nos significa. Ya adultos en verdad merecemos tener más claros nuestros tiempos, es un hecho que su paso se percibe diferente.

En épocas de mucha acción vital, esas de ir logrando la vida de cada día educando y viviendo para hacer de los hijos buenas personas, a veces uno añora que la vida muestre su justo medio. Nunca lo hace tan fácilmente. La palabra equilibrio abunda en mis escritos de principios de siglo, porque el ánimo añora el equilibrio siempre y aunque esa justeza no está ahí afuera esperando por nosotros, sabemos que nos acompaña y puede ser activado como un chip en espera. Nuestros padres sí que  libraron sus propias batallas, porque también es muy claro que las percepciones cambian con las épocas, mas la vida a partir de los últimos años del siglo pasado comenzó a cambiar, ya la visión se transformaba. Muchos pasajes he escrito cuando trataba de hacer ver a mi madre que sus angustias eran vanas, que no había porque tenerlas, salíamos a diligenciar y nos enfrascábamos en buenas pláticas. Visualizo los pasajes en los que interactué con mi padre y lo que prevalece en muchas de mis paginas son sus mutismos, con él más bien se hablaba en los silencios, las palabras salían sobrando, un ser que hizo de su tiempo libre un gozo en el ajedrez y la música clásica.  Cuando leo los pasajes me vienen a la mente los valses de Chopin con los que amanecía cada domingo, de niña recuerdo como él  iba a regañadientes a la misa de siete de la mañana a la que con frecuencia asistimos, para mi madre era como respirar, él le complacía yendo sin mucho convencimiento. Llevaba su misal y lo  compartía conmigo. No todos los humanos tenemos madera para seguir ritos y rituales demasiado específicos, mi madre era contundente en ese asunto, mientras él se sumergía en los renglones de su libro, observarle pasar con cuidado esas páginas frágiles de papel de arroz que  hojeaba con un cuidado sutilísimo  quedó plasmado en mi mente, aprendí el valor de manejar con cuidado un libro. Me defendía a capa y espada de las catequistas de la iglesia que se acercaban a llevarme con todos los niños, mi madre insistía en que yo fuera ahí con todos, mi padre entendía mejor la parte de mi ser más individual, dejando claro que si prefería sentarme junto a ellos, eso se haría. Me volvía a poner la mantilla en la coronilla y ahí me quedaba.  Al regresar de la iglesia era una fiesta, porque él preparaba los mejores french toast de la creación. Esa era una de sus  personales maneras de hacer oración.

 La temporalidad es una convención lograda  por los científicos. Se dice mucho que quien supera el concepto de tiempo de Newton (el del correr concreto de las horas inamovibles) y comprende el tiempo de  Einstein (el del correr relativo, que contiene espacios amplios y volutas) se da más propicio para mandar al apremio de paseo. Somos a fin de cuentas impermanentes nos dice el budismo y nos va quedando claro saber: estamos y al mismo tiempo  nos vamos.

En estos asuntos de la temporalidad no podemos soslayar el significado de la puntualidad, es un asunto más personal que otra cosa, mucho ya existe la costumbre de no ser puntuales ya que esto se observa como un mero convencionalismo que hasta llega a tomarse a veces como algo de buen gusto, mas cuando lo hacemos realmente viable y respetamos las horas acordadas con nuestros congéneres, nos hacemos un bien a nosotros mismos y aunque quien  espera no sea tan estricto y  a veces ni se de cuenta si fuimos puntuales  o no. MJ

 

 

 

 

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