De
la vida diaria.
La
temporalidad (2)(Compartido)
Es
la temporalidad una dimensión que necesita certidumbre de la voluntad. MJ
No
siempre se elige pensando con claridad, las certezas están, mas el camino para
que sean parte nuestra necesita elegirse a voluntad, por lo que ésta, debe
estar bien dispuesta. Muchas veces nos apremia tanto la vida que preferimos
darle curso a lo demandante, permitiendo que lo emotivo nos arrase y alejarnos de ese espacio/tiempo para ver
mejor. Todo lo emocional es muy necesario para ser observado y darle el curso
que se merece. En mis textos en busca de un equilibrio adecuado, siempre hice
enlistados de todos mis pendientes y a fin de mes solo revisaba para darme
cuenta que fue más fuerte lo imperativo que lo deseado, ya que aún no me quedaba
claro que el deseo es mucho más falaz que la elección. Elegir de pronto se
vuelve difícil porque se confunde con lo que exige el día a día.
El
tiempo no es oro, es solo tiempo. Lo más importante es no olvidar que es
nuestro. Me molesta que digan que el tiempo es oro, como si fuera un objeto que
tuviésemos que atesorar, cuando en
realidad ni hay que atesorar oro y mucho menos tiempo. Saber fluir dentro de
los linderos temporales es todo un don, y nada más divertido que tener claro
que esa dimensión convenida, no nos gana la partida.
Cuidar
que lo que define y centra nuestra vida no sea puro aire. Como hemos podido
comentar, la concentración es básica para no perdernos en las falaces creencias
de que el tiempo nos traga, y si así
lo llegásemos a sentir, tendríamos que pensar que eso en su momento es bueno,
he escuchado por ahí: Tiempo que se va
rápido… tiempo que se ha vivido bien.
Todo
lo escrito me beneficia y ayuda a aclarar mejor como los asuntos teóricos a fin
de cuentas solo son importantes cuando nos permiten hacer las diferencias en la
acción, y la acción que dentro de una temporalidad fluye con sentido, ya no
tiene más objetivo que ser disfrutada, compartida y se convierte en la base de
la tan mentada felicidad. Los asuntos de
pareja al involucrar a los dos que la componen, a la hora del crecimiento de
los hijos hacen las diferencias, con el tiempo a favor se observan estos
beneficios, mis tiempos de activa madre
fueron bien compartidos. Al final aunque el amor que une a las parejas se
encuentra basado en postulados románticos, estos quedan supeditados a acciones
asertivas de la vida que se ha elegido en común.
Así pues me ocuparé un poco de compartir como la temporalidad bien entendida
hace la diferencia en nuestras vidas.
Unos
años después de pisar el siglo XXI, escribí:
Cada
momento es único.
Sentía
el devenir tan agitado por momentos, no cumplía aun el medio siglo de vida y
por instantes pensaba que había vivido ya demasiado intensamente, me urgía
saber que la fuerza y sentido de cada experiencia era valiosa, y así lo empecé
a disfrutar y plasmar, lo que marcaba cada día era redactado con parsimonia y
felicidad, tenía que decírmelo. Con los apremios que se viven en el crecimiento
de los hijos a veces uno quisiera salir volando por la ventana. Muchas cosas se
comparten muy diferente de lo que se pensó o de lo que se creyó, por lo que
reajustar los puntos de vista requiere de un esfuerzo adicional, mismo que a
veces molesta y cansa ya que pareciera que
al no estar en lo pensado de antemano, todo se podría convertir en desdicha. Es otra falacia de la anti madurez: creer que
lo que se piensa y sueña se vivirá tal cual.
Concentrados,
la acción vital se aclara.
Es
algo natural desconcentrarnos, se vuelve imperativo repensar de cuando en
cuando, y aunque no se disponga de mayor tiempo de meditación, a veces esta
llega en lo más candente e intrincado de los hechos reales y es ahí en donde
podemos aprender a parar y observar, en lo personal he logrado tomar los
momentos que a veces surgen entre una acción y otra y hacerlos parte de mi
meditación, puede parecer entrecortada, pero no es así, la mente puede estar
bien dispuesta a concatenar lo importante después. La claridad en la vida está
en estar presentes en lo elegido, solo así se propicia lo que es realmente
valioso que no es tanto mental sino más bien activo. Cuando la actividad es
intensa parece que la claridad se opaca, la nitidez del quehacer suele nublarse
y hasta la angustia puede tocar a la puerta, mas con los años he aprendido muy
bien a tener el control mental para ocuparme de lo importante fluidamente aun
cuando lo demandante pareciera que nos sujeta del cuello. Aún con dudas
habremos de seguir adelante.
Nunca
hay esfuerzo inútil.
El
control que nos esforzamos en tener pensando que con ello saldrán mejor las
cosas, no es tan necesario. Ante los miedos de no cumplir con lo elegido
nos esforzamos de más y queremos tener todo en las manos y peor aún en la mente.
Al vivir los asuntos importantes y querer tener todo bajo control (que no
es lo mismo que agendado y en espera) puede resultar más estresante y lejos de
ayudar puede perjudicar. Si estamos haciendo lo que corresponde al momento de
vida, nada tendremos que controlar, porque si hay necesidad de cambiar o soltar
algo, la vida se encarga de dar las pautas.
Cuando
damos el justo valor a lo que es de nuestra incumbencia y lo que tiene que ver
con la mano de Dios, todo va quedando
más claro en la medida que pasa el tiempo y a fin de cuentas una dupla
maravillosa nos habita: Lo que elegimos casi siempre va con la voluntad del ser
supremo, la realidad es la combinación
de lo que se elige y lo que es cierto.
Lo más sagrado que hay es el lugar de nuestro tiempo perdido, porque aunque
parezca que se perdió, en realidad se ganó mucho ya que la remembranza da a todo su justo lugar. Para mí, ha sido
sagrado el tiempo que he dedicado a asuntos que he elegido. Cuando por la noche
cansada, antes de irme a la cama me sentaba frente a mi secreter y vertía todo lo vivido con sus pausas y con sus misterios
en mis sencillas pero muy apreciadas libretas, hoy veo reflejado hasta la
rapidez y cambios en mi letra manuscrita
(he sido obsesiva en lograrla lo más acorde a mí misma, he tenido varias formas
de letra a lo largo de mi vida, hasta que hoy día he perfeccionado la que
aprendí en los primeros años) y a veces se me cerraban los ojos. Hoy lo estoy
disfrutando y aprendiendo de eso. Lo sigo haciendo, mas ahora escribo por las
mañanas temprano, me doy tiempo parsimoniosamente cuando se puede y lograr gozar desde la forma e intensidad de cómo caen
los rayos del sol mañanero en mi mesa de trabajo, hasta permitirme abstraerme
en el ventanal y contemplar por algunos minutos un frondoso tulipán africano
que está en la casa de mi vecino de enfrente, su fronda amplia llega con mejor
posición a mi ventana y a mi vista ya que desde un segundo piso el ángulo es
diferente, los rojos/naranjas de sus flores se
llenan de brillo especial.
¿Por
qué me he ocupado y me ocupo de plasmar tan asiduamente lo vivido? Nunca me han significado de más las
fechas y eso de llevar con demasiado ahínco los hechos fechados no es lo mío,
mas hoy me queda claro que dentro de todo estoy bordando fino en el manto de mi
paz con esa estructura de los días y su tiempo marcado. En esos momentos que
hoy releo, era la vida de la familia nuclear lo que nos impulsaba. No había
descubierto aún que maravilloso es sentir la paz activa, esa que sabemos que no
es quietud y aun en el fragor vital nos da serenidad.
Hay
momentos en los que creemos que la paz se nos pierde, se nos esconde. Como que
el tiempo se la traga de pronto con su enorme negrura de los momentos idos y
creemos que estamos a la deriva. Nunca es así.
A
veces se nos presenta la paz más clásica, cuando estamos quietos. En la
templanza se deja ver y creemos que la hemos asido tan bien que da visos de que
será nuestra por mucho tiempo, y volvemos al centro. Cuando conocí los valores de observar un
mandala, supe que es una manera de saber que aunque a veces sintamos que nos desgajamos
y nos dispersamos el centro siempre está esperando. Ayer mi nieto cumplió años, recibió de mi
parte un mandala que le tejí y le puse la cara de “Lago
Tranquilo” un panda que es el personaje de unos cuentos (muy recomendables para
los críos) que ya existe en dibujos animados. Al recibir al panda solo dijo:
¡Un mandala!, y se dio un instante redondo. Continuará.
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