De
la vida diaria.
Mar,
inspiración y pintura (1)
La
inspiración genuina se guarda en el alma, desde ahí encontrará su tiempo de
emerger. MJ
¿Cómo
vemos y que es lo que observamos?
Los
ojos de nuestros ojos solo se abren, cuando el alma esta lista para ver más allá.
Sabemos que hay una gran diferencia entre ver y observar, a esto último se
aprende y se entrena al ser, a tal grado
que se vuelve como respirar, es decir imprescindible para vivir.
Hay
muchísimo que no vemos con los ojos físicos y que la vida va guardando en el
espíritu.
El
mar, nos inunda cada resquicio del cuerpo cuando percibimos su olor a salinidad, misma
que se nos queda para toda la vida, cada que estamos cerca de los entornos
marinos, eso mismo (que se hace parte de las células) nos permite evocaciones
muy claras, sentir y percibir muchas vivencias de antaño. Cuando yo vi por
primera vez el mar, más que verlo me conquistó por el olfato, recuerdo que cada
que regresaba, mis ojos se entercaban en mirar, eso que ya tenía dentro. Por
los resquicios de las construcciones costeras se percibe esa franja
azul/verdosa, que más que agua se nos aparece como continuidad del cielo.
Conocí
el mar en una playa del norte de la península en donde mis abuelos paternos
tenían una casita pequeña color rosado, frente al mar. Recuerdo que desde los
amaneceres en que iríamos a visitarles en los días que ellos pasaban allí, con
la mente evocaba esos olores. Mi abuela una mujer corpulenta y de voz un tanto
queda y húmeda nos recibía con los brazos abiertos y yo sabía que me ayudaría a
ponerme el traje de baño, en esos tiempos de los años cincuenta apenas
comenzaba a utilizarse la lycra, algunas veces yo utilizaba un traje de baño de
popelina que guardaba un tanto el olor a mar. Me dirigía a la búsqueda de ese
placer que es la arena entre los pies, algo que gozamos mucho más cuándo somos
niños y quienes estamos cerca de la costa lo sabemos en una forma muy particular.
La búsqueda de conchitas era asunto obligado, mientras los abuelos en sus
sillones de cuero de vaqueta nos acompañaban ahí cerca en platica con mis
padres o leyendo el periódico del día. La vida en los primeros momentos nos
parece tan sencilla, que de adultos bendecimos la memoria de esos instantes
simples y llanos, mucho más cuando vemos lo complejo en que nos podemos
convertir más tarde. De los buenos momentos hay que afanarse para desplegar las
alas, tomar certeras fuerzas, y más que
nada para tener un vigor especial en los últimos años de la adultez.
Se
dice mucho que hay que regresar seguido a los momentos y sitios de cuando la mente
nos presta las imágenes de la infancia, son imágenes que nos dan paz. Exacto
como dice Gabriel García Márquez: - La vida no es lo que uno vivió, sino lo que
uno recuerda y como lo recuerda para contarla-. Hasta el día de hoy la voz de mi abuela
resuena en mí, tan nítida y clara que parece que le escucho hablando conmigo como si hubiera sido ayer. Tal
vez los lirios que estaban sembrados al borde de su pequeño corredor se me fijaron
en el resquicio de los ojos, fue de lo
primero que me motivó muchos años después en mis acuarelas.
Las
flores de nuestro entorno se fueron apareciendo en mis fotos para plasmar con agua. No soy afecta a la
jardinería pero la afición no es necesaria cuando algo nos inspira, porque la inspiración es querer hablar
de eso que nos da alegría tan solo con observar, como algo que sin saberlo del
todo, amamos más que otras cosas. La inspiración apoya a la creatividad y ambas
tienen que ver con todos los aspectos de la vida, no solo se refiere al plasmar
con la técnica elegida, sino que están presentes en la recreación de la vida
misma, en las acciones de cada día. Lo que realmente sucede es que de pronto
queda clara una necesidad de decir a
nuestra manera, y tener en cuenta que ese tema escogido es parte de uno mismo, todo
se va haciendo más y más nítido y va dando pie a un arte personal. A una vida
con modo particular.
Una tarde puede transformarse y
volverse maravillosa tan solo por el vuelo de una mariposa, ahí junto a
nosotros. Esa tarde en que vi la mariposa verde con toques en tonos marrón en
parte de sus alas, decidí hacer en lápices de color una serie de mariposas
yucatecas. Ha habido otras tardes inspiradoras pero solo algunas quedan en la
mente. La mente se va haciendo selectiva. De flores y mariposas me iba llenando
los ojos de la mente. Ya con los temas escogidos decidí que lo que plasmaría en
los lienzos seria proveniente de mis propias fotografías, lo hice así mucho
tiempo y luego no me he podido resistir cuando encuentro fotos tan disponibles
y bellas en las redes. Había sido muy rigurosa en ese aspecto, mas hoy día como
sé que la imagen para plasmar es tan solo la inspiración para hacerla nuestra y
a nuestro modo, no importa de dónde nos
llegue la inspiración que solo despierta lo que ya llevamos dentro.
Una mañana descubrí sin saberlo
claramente (era muy niña aún) que los pinceles iban a acompañarme mucho más de
cerca de lo que podría imaginar en ese momento. Nadie tiene que decirnos, es la
vida misma la que muestra y desentraña lo más sagrado y lo va dejando en uno
mismo. Esa mañana, mi padre me había dado un pequeño tarro de metal con la
cantidad de agua suficiente para plasmar en un enorme jarrón de barro rojizo.
Iba calando en mí el hecho de que la expresión por ese medio era algo básico,
lo iba percibiendo. Conjuntamente iba percibiendo los colores para luego
convertirse en un aspecto central de mi vida. Aún tenía una nebulosa en mi mente para
encontrar esos asuntos que solo regala el tiempo. Uno de
mis parientes por vía de mi abuela paterna ha afirmado que todos los que
vivimos de niños esas playas vírgenes llevamos agua de mar en las venas. Y así
mismo es que se siente.
La
paciencia se convierte en la mejor maestra y aliada, los derroteros de
expresión pueden ser los más sencillos y solo así dar pie a lo que uno en
realidad quiere plasmar. A algunos nos apasiona el lienzo, tener ese espacio
abierto frente a uno mismo es la gloria y a veces propicia hasta temor del
bueno, de ese que nos motiva. No importa en donde se despliegue la creatividad,
lo importante es nunca olvidar que más que nada ser creativos es una actitud.
La
vida misma nos lo exige y nos hace ver qué herramientas serán necesarias y así
mismo lo vamos descubriendo.
Al
principio de mi derrotero de plasmar con agua me interesó mucho saber más de
fotografía. Tuve mucho interés en practicar con guía y me di ese gusto, tome un
curso sencillo de dos o tres días con los elementos básicos, fotografiamos los
frutos del árbol de jícara muy de nuestros entornos, es un fruto grande como
una esfera casi perfecta y cuando aún está en el árbol tiene un verde muy bello
con tonos de amarillo. Terminado el curso hice varías acuarelas. Antes de tomar
el curso de fotografía ya sabía un poco de ese arte así como de revelado,
porque en épocas de mi primera juventud (que viví en la CDMX) un amigo muy
querido ya me había compartido esas sapiencias. Aun sin practicar pero con
cierto conocimiento uno comprende mejor algunos procesos.
El
fruto de la jícara que en los pueblos de Yucatán se seca para hacer los
pequeños recipientes que se utilizan en la vida cotidiana, es muy preciado en
esta tierra. Muchos campesinos la convierten en recipiente para beber, o en
algunos casos hasta para guardar comida. Para poner las tortillas, les
conocemos como Lec. Muchas otras
personas que practican esta técnica con el agua elaboran su propio papel, este
no fue mi caso. Cuando comencé los lienzos los sujetaba sobre una tabla con
papel engomado en los extremos para que se encogieran lo necesario antes
de plasmar, luego ya se podría poner la pintura con el tensado necesario para
que no sufrieran deformaciones.
Nunca
apurarnos de más, todas las cosas que serán, llegarán y aprenderemos a
descubrir el valor tan enorme de los procesos y que no todos serán parte de uno
mismo. Más adelante me extasié durante mis caminatas matutinas con las
flores de los montes cercanos, esas que son silvestres. Era relativamente fácil
adentrarse y fotografiar. Fui encontrando mi propia voz.
La naturaleza tiene las maneras astutas de hacernos
encontrar nuestros puntos débiles,
se dice por ahí, y es que nuestras debilidades se vuelven fortalezas cuando se
tratan con humildad. (Continuará).
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