miércoles, 3 de agosto de 2022

 

De la vida diaria.

El humor y el ánimo.(1)

                            El humor es la sal de la vida. Hay que cuidarlo como a la niña de los ojos. MJ

 

                            Es el humor el manto fino que cubre todas nuestras acciones. Es  la sutileza total de la que nos valemos y podría decir que hasta de la que dependemos para mantenernos en armonía, para poder vivir en sociedad y para poder desplegar lo que en realidad somos. Sin el buen manejo del humor que incide en el ánimo, estamos en la cuerda floja de desavenencias y ni qué decir de negatividades. Entender el movimiento humoral que nos habita en toda su extensión, nos puede hacer la diferencia, sin olvidar que los centros energéticos que nos rigen nos pueden ayudar para la estabilidad y asimismo  comprender por qué somos como somos y tener siempre presente que aunque nada se detiene, lo que se vive está dando camino y sentido a nuestro ser.

¿Es lo mismo humor que ánimo?

El diccionario nos define ánimo como infundir vigor, incitar a la acción. Tiene también mucho que ver con decisión. Es la parte que está más propensa a cambios inesperados.

Y aunque del humor nos dice  que es jovialidad o agudeza, no podemos dejar de lado la acepción que hemos escuchado y sabemos en general: es lo que está presente en el interior de nuestro cuerpo y que permea a todo el organismo.

Si tenemos el ánimo dispuesto, la agudeza nos ayuda a que la vida misma se dé como un conjunto armónico, yo creo que el ánimo está determinado por el humor que nos caracteriza.

                                Cuando algunas veces sentimos que perdemos el buen estado, que es ese humor que nos mantiene estables, se nos olvida el movimiento interior. Aún con los giros inesperados, el buen humor siempre puede estar presente para darnos fuerza. Aún si hemos perdido a alguien porque se nos adelantó en el viaje final, habremos de pensar que esa persona nos querría  enteros y dando todo lo que tenemos para compartir. A veces se aparece un noseque como si algo nos estuviera carcomiendo la vida por dentro. Uno siente como un hueco que abarca todo el interior y a veces se sitúa en la boca del estómago, precisamente por esa sensación hay que saber que nos decantamos hacia el infinito que da la impresión de no ser perdurable, mas en su esencia sí que lo es. A veces este sentimiento se da en el momento del duermevela, es decir cuando nos estamos empezando a dormir como que de pronto nos abate una inquietud y lo sentimos clarísimo, es bueno hacer varias respiraciones profundas y como decían las madres de antaño: contar ovejitas, no sé si lo han escuchado o practicado, mas lo importante es saber llevar la mente a un sitio calmo y que induzca al sueño. En muchas ocasiones, se puede dar muy temprano en la mañana, en lo personal es la hora en que me levanto porque me he acostumbrado al valor positivo de madrugar y no me peleo con el ciclo de sueño que una vez cerrado nos da pie a comenzar, es la hora en que mejor leo o escribo. Algunos grupos de meditación proponen estas horas como las mejores para meditar o para hacer plástica.

¿Existen infinitos perdurables?

Absolutamente que sí. Pareciera que es algo redundante y creo que aunque en cierto aspecto sí que lo es, con el verbo perdurar concretamos que es algo para siempre. A veces sentimos que el infinito aun siendo eterno se plantea como que se puede perder dentro de su propia naturaleza tan extensa, nada se pierde, porque cada uno somos capaces de construir el nuestro a partir de que aprendemos a ser dueños de nuestro humor. No necesariamente es sentido del humor (que éste es un don preciosísimo y a veces raro) más bien a lo que me refiero aquí, es al sentido general que nos sustenta, estemos como estemos.

Cuando nos escribimos y más si lo hemos hecho a mano con la letra que nace de nuestro pulso, podemos observar como la cursiva toma direcciones de cambios y se nota con que mood se ha plasmado un texto. Tengo varias letras, éstas responden a momentos de búsqueda y a situaciones que se dieron así como el ánimo con el que escribo. En mi adolescencia una persona muy cercana a mí y con las mejores intenciones me dijo que poner la mano totalmente en redondo sobre el papel (como lo hacemos los zurdos) era algo que me estaba incomodando sin darme cuenta, y aunque a mí no me parecía incómodo hice caso y cambie la posición de la mano. Así escribí por muchos años, hasta que pasados los días me volví a preguntar ¿por qué no probar y regresar a la forma como había yo escrito originalmente? y lo retomé. Es algo que pareciera muy sencillo pero me costó, ya que aunque parezca muy incómodo ver escribir a un zurdo, es en esa posición que uno escribe mejor. Ahora ya se comprende mejor el asunto de la zurdera,  yo tuve la suerte que no solo no se me obligo a utilizar la derecha sino que fue muy propiciada mi mano izquierda

Una frase que escuché mucho en mi juventud de parte de un amigo a quien aprecio muchísimo decía: no somos nada. Cada que la escuchaba me hacía pensar, tendía a tomarla literal. La literalidad de las cosas puede cambiar el ánimo, mas  cuando pasan los años eso deja de ocurrir  y hoy día me encanta pensar en ello y decir: no somos nada porque somos mucho.

                       Dentro de todo lo que nos compone la vida, siempre tenemos un tema que nos hace la centralidad. En mi caso ha sido una búsqueda de lo que yo llamé: el justo medio. Citado con mucha frecuencia en mi líneas de vida, hoy día va desvaneciéndose la necesidad de nombrarlo. Sabía y todos sabemos que hay un centro muy conocido y percibido que nos rige y que nos da la sensación de tranquilidad y como que hace fluir muy bien todo. Ese centro que en las juventudes se hace un poco difuso con los años se centra con más claridad. Siempre está presente, más no siempre lo percibimos igual. Esa tarea de ajustar el justo medio puede volverse muy divertida.

¿Qué detona eso que a veces nos mueve el tapete? 

Tan solo una percepción equívoca.

De eso es de lo que debemos valernos para saber que siempre hay disponibilidad para regresar al centro, sea lo que sea que estemos viviendo o lo que hayamos vivido que persiste como una marca de fuerza para superar.

Nunca podemos esperar de más, mucho menos de lo que ya sabemos que nada aportará. Ni tampoco esperar de más de las personas. Es nuestra acertada combinación de razón más intuición lo que nos da esa justeza de medianía sana humoral.

Saber que el saber, no lo es todo ya es un paso enorme.

Para comprender mejor esto, habremos de ser mucho más observadores de los niños.

¿Cuantas veces podrán ser capaces los críos de preguntar, ¿por qué? serán las necesarias, ya que para ellos eso no tiene límites y en nosotros los adultos en mucho si se los ponemos. Creemos que nuestro ánimo se descompone porque no sabemos algo, porque olvidamos cosas triviales o por cualquier otra razón, mas es tan solo porque no hemos encontrado la posibilidad mental de saber cómo fluir.

A veces intuimos que el ciclo de convivencia con alguna persona ya está cerrado. Puede producir un temor enorme saber lo que corresponde hacer. De antemano hay que tener claro que con las personas hemos venido a interactuar lo que es necesario, ni todo lo que creemos ni toda la vida. Estar cerca de alguien (y no necesariamente en lo físico) tiene todo que ver con poder compartir. A veces con los cercanos físicamente no se logra, porque los modos son diferentes y se compartirá lo que la vida proponga con nitidez, tampoco forzando. En esto es tan solo cambiar el tono de la relación. Hay que saber definir la afinidad que es un valor muy fuerte para poder compartir. Como dicen los españoles: hay que saber guardar la forma. Pareciera que es una obligación ser afines. No lo es. Cuando debemos cerrar hay que hacerlo.

                                Todos los seres humanos sin o con conocimiento de causa hacemos en el interior de nuestro ser, un contrato con la vida poniendo en el pandero lo que queremos vivir. Cuando esto no se da tal cual lo pensamos, sentimos como si estuviéramos en deuda con nosotros mismos, es esto  lo que nos resquebraja el ánimo. Habremos de cuidar que es lo que deseamos que no tiene otro objetivo que ser recompuesto. Mucho solo está en nuestra mente y es ésta la que nos juega las malas pasadas.

Y dice Caroline Myss: -Aunque parece irónico, el camino que parece más sencillo puede volverse el más difícil-, depende del humor con que lo caminemos. Es un don ir descubriendo los enormes valores de la sencillez.

La felicidad se convierte en un hábito  que se va desplegando en la medida que la vamos comprendiendo y concretando en los gozos que pueden parecer simples pero que unidos le darán forma.  (Continuará) MJ

 

                       

 

 

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