jueves, 21 de septiembre de 2023

 

.L.V.D. Libertad, es decisión. (3)

                                                                                      Es quien se siente oprimido, la persona que por lo general busca deliberadamente la libertad, otros que se saben libres no enfatizan en el tema, a menos que sean requeridos.

Erich Fromm. Paráfrasis.

 

                                                                    Ciertamente, es Fromm quien inquieto por los caminos de libertad de sus congéneres y más que nada por lo que veía venir del mundo civilizado que se estaba transformando, que toca los temas, estudia y reflexiona en cuanto a la libertad, más o menos en los años cincuenta del siglo pasado. Han pasado algo así como 80 (ochenta años) de que estos textos se editaron, pero en el tiempo histórico de la humanidad esa cantidad de tiempo casi podría decirse que es un suspiro. De suspiro en suspiro, la humanidad ha tomado cartas en el asunto de su autocomprensión, cada ser en los rubros de su incumbencia y de su propio interés.

En el mundo establecido que sustenta privilegios sobre los grupos mayoritarios, es en donde los seres humanos se sienten más vulnerables, no es fácil entender el mecanismo de los cambios de fondo. Es normal que suceda así, porque, aunque en nuestra esencia de homo sapiens estamos constituidos para comprender el beneficio de los cambios y renovadas adaptaciones, el miedo ancestral propicia temores varios, es un miedo más profundo, que cala a tales grados en el ser, que nubla la razón y que a en algunos momentos puede derivar en violencia.

¿Cómo podríamos haber evolucionado si no hubieran existido cambios? los cambios pueden verse como la esencia de la vida. Es un hecho que lo que se transforma siempre contiene beneficios y solo con serena calma y buenas voluntades podríamos observar lo que se propone, para encontrar ahí mismo lo que llega como algo transformador y positivo.

Los seres que se pueden gobernar a sí mismos están implicados en un nivel de conciencia más avanzado, a veces, esto exige más tiempo y esfuerzo para lograr que autogobernarse sea una tarea realmente transformadora, democrática.

Amiel, afirma: -No siempre la democracia es sinónimo de libertad- Porque no es un proceso fácil, involucra todos los aspectos del ser humano. No hay sumisión que valga. Nadie, ni un solo ser humano tiene porque estar bajo el régimen de ideas de otros seres que no propicien bienestar individual y para todos. Así como la llegada de este nuevo siglo, en el que nos encontramos, trajo aires de renovación, de la misma manera concluida la Segunda Guerra Mundial muchísimo se abrió el mundo a nuevas ideas y nuevas formas de vida social. No todo se logró, obviamente que mucho se quedó en utopías, y tinteros y dice John Dewey: -La amenaza más seria para nuestra democracia, no es la existencia de los estados totalitarios, es más bien la existencia de nuestras propias actitudes personales. -

De nada sirve recitar formulas optimistas si no se crece a nivel mental. Si actuáramos así, los optimismos se pueden comparar como pedir la lluvia mediante danzas.

En junio de 2002, estaba yo escribiendo el original de los textos de mi vida personal, de la libreta 51 (cincuenta y uno).

Iba yo notando cambios en mi propio ser, como que mi espíritu tomaba un nuevo aire, sin tantas exigencias a mi persona y más centrada en las verdaderas razones de la vida personal, ya que a veces me percibía como exigiéndome en demasía.  Lograba tener indicadores de estar en serenidad por periodos más largos de tiempo. La serenidad de pronto se vuelve un valor impostergable que nos convierte en seres proactivos y no podemos vivir sin tenerla como la mejor compañera del ánimo. Elegir con libertad, es grandeza del espíritu, un logro vital. Porque decidir no es un regalo, es producto de un equilibrio logrado. El estado sereno aporta apertura de visión y las decisiones se tornan más claras.

No es exactamente lo que hacemos lo que propicia cambios. Si fuera así, estar haciendo lo básico de la vida los traería, y no conoceríamos los enconos. Es el enfoque que tenemos en mente lo que cuenta y por ende da sentido a la acción.  Los mecanismos para permanecer en crecimiento son muy necesarios. ¿Cómo hacemos las acciones?, ¿Es claro el sentido? (nada a merced de la inercia) a esto se llega mediante la practica observante, el valor de encausar lo que vamos entendiendo. Lo nuevo que comprendemos es fuerza de cambio.

Hay seres que optan por la vida más activa en lo social, son más participativos en los intercambios de ideas de lo masivo, y otras personas lo logran en los ámbitos de la vida diaria. Todo es válido y respetable.

A veces las opciones para tomar en la vida las ven más claras quienes nos rodean que nosotros mismos, algunas se ven como privilegiadas y que son algo directo para aportar, mas no porque otros las vean, serán realmente factibles y propositivas. Pensando con calma, podremos tener claro que la vida nunca se desperdicia, solo el modo de aportar tiene variaciones. A veces, cuando no se responde como la mayoría cree, puede haber controversia. Hay que evaluar si se discute o no, muchas veces es aquí cuando los silencios son oro molido. Mientras en el fuero interno (que en la mayoría de los momentos es sabio) haya claridad, ese es el camino, llueva, truene o relampaguee. El caminar es y seguirá siendo personal, mientras estemos convencidos de que llevamos entre manos una misión.

Dice un dicho por ahí: -Lo que no es para uno mismo, ni que nos lo presenten en bandeja de plata-.

Nadie debe ir contra de sus propios principios. Si se apela por la paz, es absurdo resolver algunos asuntos a gritos y sombrerazos. Y como esto, habrá muchas cosas que despierten las percepciones a la vida, y las incongruencias sean maestras.

Decía un sacerdote católico y amigo, de quien recibí estupendas lecciones de Cristología para la comprensión más fidedigna de la religión católica: -Lo que hay que propiciar es: -La ausencia de calamidad-. Claro que la palabra calamidad tiene acepciones diversas, pero centralmente de fondo significa lo mismo, algo así como ausencia de orden. La mayoría de nosotros comprendemos que lo calamitoso existe, ya que en algunos casos propicia dolor, y eso es lo que debe resolverse.  

A los sentimientos se les observa y se les gobierna, se les encausa, no se les controla porque eso no existe.  

Este verano que voy revisando de 2002, estuvimos yendo a una celebración popular que se realiza cada sábado en el puerto de Progreso. Es muy positivo conocer cómo se celebra en grupo en las festividades de lugares pequeños de la península. Los gremios en los pueblos, las vaquerías y las fiestas de cada poblado, son asuntos muy interesantes de observar. Una prima muy querida que pasaba con su esposo temporadas largas por esos rumbos, me había hablado de ese evento en el parque Morelos.

Las personas del rumbo concurren, en pareja, solas, con amigos. El son del danzón se escucha a la caída de la tarde, límpido y fuerte y anima a las personas a asistir.  Las señoras muy acicaladas y con zapatos de medio tacón, van llegando. Para muchos habitantes del puerto vecino, salen las mejores galas, es un momento de esparcimiento digno. Varones de diversas edades bien peinados y con camisas especiales de fin de semana, se preparan para compartir sanamente, desde la tercera edad hasta niños de brazos. Para algunos, sacar a bailar a alguna señora de entre las que en primera fila están sentadas, es un deleite que realizan con sonrisas y galantería. Muchos son los que se animan a bailar, las canchas deportivas se convierten en verdaderas pistas de los pasos más disfrutados, con niños que se entremezclan dando saltos cerca de los adultos.

En medio de la algarabía muy bien dada, nosotros y algunas otras personas como algunos extranjeros que suelen ya vivir en las cercanías del mar, (canadienses y americanos, pasan largas temporadas aquí en la costa yucateca) nos la pasamos sentados en una banca lateral, abstraídos gozando al  ver tanto disfrute. Es emotivo observar, escuchar la música alegre y populosa que anima sin remedio. Los niños, como siempre son asunto a parte, ya que juegan a sus anchas en las canchas laterales, otros aprenden a manejar sus pequeñas bicicletas apoyados por familiares y amigos, otros más patean el balón de fut por primera vez, corretean en las calzadas de cemento dispuestas también para caminatas que son agradables en ese precioso momento cuando cae la tarde. Desde el balcón de una casa lateral, tres perritos de blancura impoluta y pelaje muy limpio y peinado, ladran al compás de la música, su dueña de pronto les pone unas correas elegantes para salir a pasear, y sale con ellos a dar la vuelta. Los críos piden un helado, un globo, un boli y hasta un algodón de azúcar.

Sentirnos bien es algo que se decide con la libertad bien entendida y bien puesta. No es necesario poseer grandes fortunas y mucho menos grandes materialidades para tener buenos, buenísimos momentos propiciados por nosotros mismos. Estos días que hemos ido al parque (varias veces a principios de siglo) luego el ambiente nos anima a tomar una ligera cena por ahí, en las panucherias del rumbo, siempre con personas amables que las atienden.

El oasis del espíritu uno lo propicia. Uno puede abrirse a lo que sea que nos de esparcimiento producto de una decisión libre y bien tomada. Por estas fechas tenía voluble el humor, y yo misma lo detectaba, el remplazo hormonal que recibía por medio de inyecciones era obligado. Los avatares femeninos me habían hecho los estragos naturales de la edad, y en verdad que todos en casa me decían con claridad ¿-Ya te inyectaron las hormonas de este mes-?, porque había momentos que no me soportaba ni yo misma.  El ánimo puede cambiarse en un santiamén, y más, cuando los químicos del cuerpo no están equilibrados. La menopausia es eso mismo, nos deja claro que estamos en cambios y que hay que tomar algunas cartas en el asunto. Todo se supera con tino, aceptación y un buen médico.

Nunca supe si en la época de mi madre se utilizaban esas herramientas del reemplazo hormonal. A veces me lo pregunto. Creo que las que fueron las madres de nuestra generación, esas mujeres que nacieron en el primer tercio del siglo pasado, no creían en esos apoyos de remplazos médicos y ayudas, contaban más bien con ellas mismas y sus modos caseros de solucionar, y casi estoy segura que mi madre no los utilizó. Su carácter fuerte tal vez le ayudó, su templanza enclavada en una religión llevada a la manera de la época, también. Al final creo que esas mujeres se tomaban la vida como venía y no tenían mayor interés en asuntos propuestos por los avances de la ciencia. (Continuará).

 

 

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