.L.V.D. Libertad, es decisión. (3)
Es quien se siente oprimido, la persona que
por lo general busca deliberadamente la libertad, otros que se saben libres no
enfatizan en el tema, a menos que sean requeridos.
Erich Fromm. Paráfrasis.
Ciertamente, es Fromm quien inquieto por los caminos de libertad de sus
congéneres y más que nada por lo que veía venir del mundo civilizado que
se estaba transformando, que toca los temas, estudia y reflexiona en cuanto a
la libertad, más o menos en los años cincuenta del siglo pasado. Han pasado algo
así como 80 (ochenta años) de que estos textos se editaron, pero en el tiempo histórico
de la humanidad esa cantidad de tiempo casi podría decirse que es un suspiro.
De suspiro en suspiro, la humanidad ha tomado cartas en el asunto de su
autocomprensión, cada ser en los rubros de su incumbencia y de su propio
interés.
En el mundo establecido que sustenta privilegios sobre
los grupos mayoritarios, es en donde los seres humanos se sienten más
vulnerables, no es fácil entender el mecanismo de los cambios de fondo. Es
normal que suceda así, porque, aunque en nuestra esencia de homo sapiens estamos
constituidos para comprender el beneficio de los cambios y renovadas
adaptaciones, el miedo ancestral propicia temores varios, es un miedo más profundo,
que cala a tales grados en el ser, que nubla la razón y que a en algunos
momentos puede derivar en violencia.
¿Cómo podríamos haber evolucionado si no hubieran
existido cambios? los cambios pueden verse como la esencia de la vida. Es un
hecho que lo que se transforma siempre contiene beneficios y solo con serena
calma y buenas voluntades podríamos observar lo que se propone, para encontrar
ahí mismo lo que llega como algo transformador y positivo.
Los seres que se pueden gobernar a sí mismos están
implicados en un nivel de conciencia más avanzado, a veces, esto exige más
tiempo y esfuerzo para lograr que autogobernarse sea una tarea realmente
transformadora, democrática.
Amiel, afirma: -No siempre la democracia es sinónimo de
libertad- Porque no es un proceso fácil, involucra todos los aspectos del ser
humano. No hay sumisión que valga. Nadie, ni un solo ser humano tiene porque
estar bajo el régimen de ideas de otros seres que no propicien bienestar
individual y para todos. Así como la llegada de este nuevo siglo, en el que nos
encontramos, trajo aires de renovación, de la misma manera concluida la Segunda
Guerra Mundial muchísimo se abrió el mundo a nuevas ideas y nuevas formas de
vida social. No todo se logró, obviamente que mucho se quedó en utopías, y
tinteros y dice John Dewey: -La amenaza más seria para nuestra democracia, no
es la existencia de los estados totalitarios, es más bien la existencia de
nuestras propias actitudes personales. -
De nada sirve recitar formulas optimistas si no se crece
a nivel mental. Si actuáramos así, los optimismos se pueden comparar como pedir
la lluvia mediante danzas.
En junio de 2002, estaba yo escribiendo el original de
los textos de mi vida personal, de la libreta 51 (cincuenta y uno).
Iba yo notando cambios en mi propio ser, como que mi espíritu
tomaba un nuevo aire, sin tantas exigencias a mi persona y más centrada en las
verdaderas razones de la vida personal, ya que a veces me percibía como
exigiéndome en demasía. Lograba tener
indicadores de estar en serenidad por periodos más largos de tiempo. La
serenidad de pronto se vuelve un valor impostergable que nos convierte en seres
proactivos y no podemos vivir sin tenerla como la mejor compañera del ánimo. Elegir
con libertad, es grandeza del espíritu, un logro vital. Porque decidir no es un
regalo, es producto de un equilibrio logrado. El estado sereno aporta apertura
de visión y las decisiones se tornan más claras.
No es exactamente lo que hacemos lo que propicia cambios.
Si fuera así, estar haciendo lo básico de la vida los traería, y no
conoceríamos los enconos. Es el enfoque que tenemos en mente lo que cuenta y
por ende da sentido a la acción. Los mecanismos
para permanecer en crecimiento son muy necesarios. ¿Cómo hacemos las acciones?,
¿Es claro el sentido? (nada a merced de la inercia) a esto se llega mediante la
practica observante, el valor de encausar lo que vamos entendiendo. Lo nuevo
que comprendemos es fuerza de cambio.
Hay seres que optan por la vida más activa en lo social,
son más participativos en los intercambios de ideas de lo masivo, y otras
personas lo logran en los ámbitos de la vida diaria. Todo es válido y
respetable.
A veces las opciones para tomar en la vida las ven más
claras quienes nos rodean que nosotros mismos, algunas se ven como
privilegiadas y que son algo directo para aportar, mas no porque otros las
vean, serán realmente factibles y propositivas. Pensando con calma, podremos
tener claro que la vida nunca se desperdicia, solo el modo de aportar tiene
variaciones. A veces, cuando no se responde como la mayoría cree, puede haber
controversia. Hay que evaluar si se discute o no, muchas veces es aquí cuando
los silencios son oro molido. Mientras en el fuero interno (que en la mayoría
de los momentos es sabio) haya claridad, ese es el camino, llueva, truene o
relampaguee. El caminar es y seguirá siendo personal, mientras estemos
convencidos de que llevamos entre manos una misión.
Dice un dicho por ahí: -Lo que no es para uno mismo, ni
que nos lo presenten en bandeja de plata-.
Nadie debe ir contra de sus propios principios. Si se
apela por la paz, es absurdo resolver algunos asuntos a gritos y sombrerazos. Y
como esto, habrá muchas cosas que despierten las percepciones a la vida, y las
incongruencias sean maestras.
Decía un sacerdote católico y amigo, de quien recibí
estupendas lecciones de Cristología para la comprensión más fidedigna de la
religión católica: -Lo que hay que propiciar es: -La ausencia de calamidad-.
Claro que la palabra calamidad tiene acepciones diversas, pero
centralmente de fondo significa lo mismo, algo así como ausencia de orden. La
mayoría de nosotros comprendemos que lo calamitoso existe, ya que en algunos
casos propicia dolor, y eso es lo que debe resolverse.
A los sentimientos se les observa y se les gobierna, se
les encausa, no se les controla porque eso no existe.
Este verano que voy revisando de 2002, estuvimos yendo a
una celebración popular que se realiza cada sábado en el puerto de Progreso. Es
muy positivo conocer cómo se celebra en grupo en las festividades de lugares
pequeños de la península. Los gremios en los pueblos, las vaquerías y las
fiestas de cada poblado, son asuntos muy interesantes de observar. Una prima muy
querida que pasaba con su esposo temporadas largas por esos rumbos, me había
hablado de ese evento en el parque Morelos.
Las personas del rumbo concurren, en pareja, solas, con
amigos. El son del danzón se escucha a la caída de la tarde, límpido y fuerte y
anima a las personas a asistir. Las
señoras muy acicaladas y con zapatos de medio tacón, van llegando. Para muchos
habitantes del puerto vecino, salen las mejores galas, es un momento de
esparcimiento digno. Varones de diversas edades bien peinados y con camisas
especiales de fin de semana, se preparan para compartir sanamente, desde la
tercera edad hasta niños de brazos. Para algunos, sacar a bailar a alguna
señora de entre las que en primera fila están sentadas, es un deleite que realizan
con sonrisas y galantería. Muchos son los que se animan a bailar, las canchas
deportivas se convierten en verdaderas pistas de los pasos más disfrutados, con
niños que se entremezclan dando saltos cerca de los adultos.
En medio de la algarabía muy bien dada, nosotros y algunas
otras personas como algunos extranjeros que suelen ya vivir en las cercanías
del mar, (canadienses y americanos, pasan largas temporadas aquí en la costa
yucateca) nos la pasamos sentados en una banca lateral, abstraídos gozando al ver tanto disfrute. Es emotivo observar,
escuchar la música alegre y populosa que anima sin remedio. Los niños, como
siempre son asunto a parte, ya que juegan a sus anchas en las canchas
laterales, otros aprenden a manejar sus pequeñas bicicletas apoyados por
familiares y amigos, otros más patean el balón de fut por primera vez,
corretean en las calzadas de cemento dispuestas también para caminatas que son
agradables en ese precioso momento cuando cae la tarde. Desde el balcón de una
casa lateral, tres perritos de blancura impoluta y pelaje muy limpio y peinado,
ladran al compás de la música, su dueña de pronto les pone unas correas
elegantes para salir a pasear, y sale con ellos a dar la vuelta. Los
críos piden un helado, un globo, un boli y hasta un algodón de azúcar.
Sentirnos bien es algo que se decide con la libertad bien
entendida y bien puesta. No es necesario poseer grandes fortunas y mucho menos
grandes materialidades para tener buenos, buenísimos momentos propiciados por
nosotros mismos. Estos días que hemos ido al parque (varias veces a principios
de siglo) luego el ambiente nos anima a tomar una ligera cena por ahí, en las
panucherias del rumbo, siempre con personas amables que las atienden.
El oasis del espíritu uno lo propicia. Uno puede abrirse
a lo que sea que nos de esparcimiento producto de una decisión libre y bien
tomada. Por estas fechas tenía voluble el humor, y yo misma lo detectaba, el
remplazo hormonal que recibía por medio de inyecciones era obligado. Los
avatares femeninos me habían hecho los estragos naturales de la edad, y en
verdad que todos en casa me decían con claridad ¿-Ya te inyectaron las hormonas
de este mes-?, porque había momentos que no me soportaba ni yo misma. El ánimo puede cambiarse en un santiamén, y
más, cuando los químicos del cuerpo no están equilibrados. La menopausia es eso
mismo, nos deja claro que estamos en cambios y que hay que tomar algunas cartas
en el asunto. Todo se supera con tino, aceptación y un buen médico.
Nunca supe si en la época de mi madre se utilizaban esas
herramientas del reemplazo hormonal. A veces me lo pregunto. Creo que las que
fueron las madres de nuestra generación, esas mujeres que nacieron en el primer
tercio del siglo pasado, no creían en esos apoyos de remplazos médicos y
ayudas, contaban más bien con ellas mismas y sus modos caseros de solucionar, y
casi estoy segura que mi madre no los utilizó. Su carácter fuerte tal vez le
ayudó, su templanza enclavada en una religión llevada a la manera de la época,
también. Al final creo que esas mujeres se tomaban la vida como venía y no
tenían mayor interés en asuntos propuestos por los avances de la ciencia.
(Continuará).
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