sábado, 10 de abril de 2021

 De la vida diaria.

El tiempo. (Word)

                         Los años se transforman en meses. Los meses se vuelven semanas. Las semanas se contienen en días y un día es un eterno acontecer que unido a otros más crean un segundo. MJ

                         

                        La vida pasa. 

                        De hecho es un segundo el vivir. Puede hacerse enorme el gozo de cada momento dependiendo de nuestra mirada.

¿Cómo vemos y que es lo que observamos?

¿Que es la temporalidad sino tan sólo la certidumbre de tener la voluta necesaria para la realización de lo que se elige?

Y se va escogiendo dependiendo de lo que se aprende en ese sencillo devenir de las experiencias. Lo que elegimos se va haciendo cada vez mas fino, mas depurado y mucho se transforma para no volver jamás de la misma manera. No siempre es bueno programar de más, porque las expectativas pueden ser de doble filo y cortar el hilo conductor que tenemos como suficiente. Mi madre siempre decía que lo mejor, puede ser enemigo de lo bueno. Para definir cuales son las bondades de la vida el tiempo es basico y mas que nada necesario para dimensionar lo más importante.

Algunas veces sentimos que se va más rápido el vivir como si se fragmentara   y otras veces podemos percibirlo completo en un solo momentum. La percepción temporal es algo muy bello, misterioso y eterno.

                          Una tarde puede transformarse y volverse maravillosa tan solo por el vuelo de una mariposa, ahí junto a nosotros. Esa tarde en que vi la mariposa verde con toques en tonos marrón solo en parte de sus alas, podrá ser la mejor tarde tan solo por el recuerdo que queda en mi,  haber observado con atención del paso de un sencillo volar de alas coloridas. Han habido otras más, pero la que está presente en mi mente cuenta como especial. Porque la mente se va haciendo selectiva. Deja paso a lo que significa y lo demás es algo que se suelta por sí solo o aprendemos a soltarlo.

Los momentos eternos duran unos cuantos segundos. Ver a las chachalacas en un día nublado es esperar la lluvia con el piar de aves que a veces vienen a cambiar el sabor de un cielo que se ha pintado gris. Sus cantos carraspean en un conjunto de sonidos que lo invade todo. Así es la naturaleza, se instala de pronto ante nuestros ojos y hemos de abrirnos hacia lo más profundo. Si a estas alturas no logramos ver lo que es visible, ¿en donde pues pondremos la vista cuando esta ya necesite del apoyo de renovadas actitudes?.

Aprendí a gozar de los tiempos idos cuando me di cuenta que en ellos se guardan los misterios de percepciones que pueden transformarse y transformarnos. Evocar para concretar y asentar. Uno se va descubriendo por etapas, mismas que se convierten en sagradas conforme pasan los años y nos vamos dando cuenta de todo lo que dejaron de bien.

            

                        Una mañana descubrí sin saberlo claramente (era muy niña aún) que los pinceles iban a acompañarme mucho más de cerca de lo que podría imaginar en ese entonces. Esa mañana vive aún en mi, porque las percepciones de lo que será eterno en nuestra vida están con nosotros desde que entramos al mundo. Nadie tiene que decirnos, es la vida misma la que muestra y desentraña lo más sagrado. Esa mañana, mi padre me había dado un pequeño tarro con la cantidad de agua suficiente y tan solo me dijo que yo pintara sobre la superficie del enorme jarrón de barro colorado que mi madre había situado junto al tanque, como solíamos decirle a la piscina. Mucho antes de sentarme con mi atuendo de cuadros verdes sobre el césped, me absorbió el movimiento del agua de manera contundente, me imagino hoy día que estando tan cerca de esa luz  me percibí llena de los reflejos. Tal vez tuve intención de meterme a nadar, mas no esa era la actividad que estábamos viviendo. Mis ojos se perdieron en esas ondulaciones aguamarina que se formaban ya que ese espacio se había pintado de blanco para ser convertido en tonos de verde claro poniéndole después  el consabido sulfato de sodio que se utilizaba en esas épocas para limpiar el agua. Sabía que aún no era hora de lograr un buen clavado así que volví a lo mío con los dos pinceles, esos que se me habían asignado. Iba calando en mí el hecho de que la expresión por ese medio era algo básico, lo iba percibiendo. Con mi irremediable amor  a los colores aún tenía una nebulosa en mi mente para encontrar esos asuntos que solo regala el tiempo, las temáticas que habrían de definir mis pinceladas. Ser fiel a la esencia que nos forma y conforma. Tuve desde estos primeros tiempos  mucho contacto con la naturaleza y no sabía que dos temas me iban a definir los derroteros: el tema marino y más que nada las flores de mi entorno. Conocí el mar mucho antes de poder verle físicamente, el mismo día. Pasar cerca de las marismas de la ciénaga  me permitió sentir su olor, para luego verlo como esa maravillosa masa de azules verdosos que que se nos presenta infinita. Fue en la casa de mis abuelos paternos a la orilla de un extenso mar enmarcado por una playa llena de conchas. Un espacio sencillo para habitar en esos días de playa, en color rosado. Aun veo los enormes sillones de vaqueta  en que se mecían en coordinada  armonía los abuelos ya mayores. La abuela insistía en que las conchas picaban mis pies descalzos, pero recuerdo ser la más feliz caminando encima de ese arenal.

La sencillez de esos entornos marinos me habita la piel. Uno de mis parientes por vía de la abuela materna ha afirmado que todos los que vivimos de niños esas playas vírgenes de Telchac, llevamos agua de mar en las venas. Y así mismo es que se siente. 

                         Para poder comenzar a plasmar en forma, la vida nos pide tiempo.

También se nos pide paciencia, y mas que nada saber que los derroteros de expresión pueden ser los más sencillos y solo así dar pie a lo que uno en realidad quiere plasmar. A algunos nos apasiona el lienzo, a otros la vida misma es lo que se convierte en el papel blanco e impoluto que da pie a las acciones. No importa en donde hagamos la labor creativa, es la actitud lo que cuenta y como dicen los españoles, procurar estar echados para adelante.

La vida misma nos lo exige y nos hace ver que herramientas serán necesarias y así mismo lo vamos descubriendo.

En mi caso, era saber un poco más de fotografía para poder tomar de mis entornos las imágenes que mis propios ojos pudieran observar y volverlas una imagen más personal. Antes de tomar el curso de  fotografía que llegó muchisimo más tarde, tuve la experiencia de ver como se revela una foto y más aún como se disfruta tomarla, fue en compañía de un gran amigo de juventud que compartió conmigo momentos inolvidables. Luego, al fin supe ver con el lente lo que quería enfocar yo misma.

Esta experiencia de aprender a fotografiar, me llevó a conocer  uno de los frutos más bellos de mi tierra, la jícara que en los pueblos de Yucatán se seca para hacer unos pequeños recipientes que se utilizan en la vida cotidiana. Son bellos los Lec, como se les llama y sirven para poner las tortillas. También este mismo fruto cortado por la mitad sirve de recipiente para beber. Siempre me habían llamado la atención. En principio, en el curso ese fruto se presentó ante mí con todo su verdor. Cuando llegue a la clase ese día pensé de momento que se trataba de toronjas, así nos pasa, uno cree y luego descubre. Así son las cosas del tiempo.  Estos frutos de jícara que sirvieron de pretexto para aprender algo nuevo, dieron pie para entregarme con más confianza a mis primeras acuarelas. Eran formatos pequeños, no necesitaba más para estas primeras prácticas. De hecho mis acuarelas solo fueron creciendo un poco más en tamaño porque el papel de algodón que se utiliza así se fabrica. Muchas otras personas que practican esta técnica elaboran su propio papel, este no fue mi caso. Cuando comencé los lienzos los sujetaba sobre una tabla como me había enseñado mi padre con papel engomado en los extremos para que se encogieran  lo necesario antes de plasmar, luego ya se podría poner la pintura con el tensado necesario para que no sufrieran deformaciones. Era doble el procedimiento ya que primero se preparaba el papel y luego ya seco se procede a desmontar y bien seco a poner los colores.

Siempre quise tener un Lec en mi casa. Había esperado con paciencia  y en estos días de pandemia una señora humilde con su bello hipil yucateco y su voz queda me lo ofreció a la salida de una tienda. Con enorme gusto se lo compré y lo he traído a la cocina de casa con toda su belleza redonda y marrón. Fue buena la espera, porque es un fruto grande y muy vistoso.

Los temas de mi elección para pintar fueron de frutas y flores. Más adelante me extasié  durante mis caminatas matutinas con las flores de los montes esas que son silvestres. Tuve la suerte de poder meterme en varios matorrales y fotografiar.

Me quedó  claro que la validez de lo que se plasma tiene todo que ver con el alma de quien lo hace.  Fui encontrando mi propia voz. Las dudas del camino nunca se borran del todo. Hace unos días viendo una película llamó mucho mi atención una frase:

 La naturaleza tiene las maneras astutas de hacernos encontrar nuestros puntos débiles. Y me parece que da para mucho al pensar sobre ello, ya que quien se abstrae en la contemplación seguro encuentra esas debilidades que nos llevan a momentos en los que el tiempo se detiene. Las debilidades a veces son las fortalezas escondidas. Me ha pasado mucho y me sigue sucediendo cada día lo disfruto más. Es exactamente en nuestro entorno en donde se dan las mejores situaciones de disfrute real del color y de las formas. También cuando salimos de viaje es seguro que veremos mucho más en recintos que nos brindan aspectos de nuevos encuentros, pero es diferente siempre. Hoy día con la facilidad de obtener imágenes con el celular, el gozo es mayor ya que las captamos a veces solo para volverlas a disfrutar y otras para ser impresas y en algunos casos se convierten en una expresión personal.

Nadie se tiene la culpa de nada de lo que vivimos, más si de lo que vamos descubriendo. Si logramos poner atención en lo que nos comunican los seres con los que nos topamos, nuestra visión se abrirá diferente.

Mucho después de haber hecho las acuarelas de mi primer momento, tuve la oportunidad de estar participando en una estupenda clase de dibujo. Eran unos talleres organizados por la facultad de Arquitectura de la Uady. Los impartió un buen maestro, el Arq. Miguel  Ángel Reyes (Q.E.P.D) que un día tomando café en un descanso de sus maravillosas clases, le conté que yo veía y sentía los días de la semana con color y forma. Fue como la aparición de un ser que me dio la posibilidad de aclarar. Me pidió que para la  siguiente clase le llevara lo que tenía hecho.  Eran bosquejos en lápices de color y al verlos me dijo con contundencia: ésto, se debe convertir en cuadros de formato grande. Solo le escuché de momento ya que ni en sueños había yo pensado hacer eso. Los cuadros grandes no eran parte de mi plan. Con calma y ahínco y con clases que él mismo nos impartió a varias personas que tomábamos el taller de dibujo, en una casa particular los cuadros en acrílico con carbón y arenas silicas fueron tomando forma. Doy gracias a este ser que me motivó y que pudo el mismo gozar conmigo los primeros nueve. Los realicé y expuse, para dejar abierta la puerta a más. En esta primera etapa se concretaron los días de la semana con su forma y color especial. Así fui después  bosquejando los meses del año que están hoy día en proceso. 

                           Cuando vemos hacia atrás es el gozo lo que debe prevalecer. 

Fue mucho tiempo después de que comencé mi camino por la expresión de la naturaleza que me percaté que los seres humanos no eran parte de mi interés para plasmarlos como tema de mis lienzos, tan solo nuestra especie me ha interesado para comprender quienes somos, compartir y tratar de entender un poco los recovecos del ser. Toda la humanidad está en proceso de aprendizaje y reconciliación con el género humano, mas no todos se percatan de ello. Es triste que algunos congéneres  han encontrado caminos solo para beneficiarse del planeta. Es por ellos que hay enfermedad en nuestra especie mas lo único que podemos hacer es dar nuestra parte. Nunca juzgar.

                         Cada mañana seguir el camino del alma. 

                        Creo que solo siendo fiel a uno mismo es que la vida reivindica su sabor. Es pues al amanecer que uno se vuelve a reencontrar y vamos de la mano con lo que somos de verdad. En los entornos en los que vivo son muchísimos los pájaros que cantan al amanecer. A algunos ya los conozco e identifico en mi mente con sus colores y formas tan solo escuchando sus cantos. A otros me los imagino aunque seguramente los he visto sin saber que a ellos pertenece ese piar. A veces se juntan todos y  arman un concierto que uno quisiera que jamás terminase, mas cuando se aderezan los sonidos con los badajos de las vacas que pastan a lo lejos y dan los tonos graves, la sinfónica se hace redonda. En esos momentos es cuando me pregunto que es en realidad el éxito, porque tener la oportunidad de gozar  lo que trae un despertar matutino que promete un día, y que con actitud creativa podrá ser bien vivido ya es algo mucho mayor que obtener trofeos o reconocimientos efímeros.

                           Nuestra razón más fuerte para vivir jamás es del mundo. 

No olvidar que la acción conforme pasan los años se hace más intuitiva que razonada, y nunca hay que dudar de eso. Los reveses que se presentan son para profundizar y dar los giros necesarios. Nunca había reparado en la palabra fluir hasta que una persona muy dedicada a dar buenas terapias y con quien compartí algunas, me recomendó el libro con ese mismo vocablo como título. Lo leí y me cambió la vida. Los flujos están en la mano de cada ser y es nuestro ser activo y pacífico el que dará sentido a todo. En la vida de pareja de pronto se puede nulificar la espontaneidad y solo nos resta recrear lo que los nuevos periodos van trayendo. El momento del crecimiento de los hijos absorbe mucho, es uno de los más bellos que podemos vivir si así lo elegimos y aunque a veces uno se puede sentir sin aliento, haber elegido tener descendencia es una opción muy personal. Admiro mucho a los que tienen claro no querer ese camino, creo que tienen toda la razón de saber por dónde quieren  ir y mas que nada irlo logrando.

                        La burbuja mundana a veces nos absorbe. 

                        Nunca el mundo es lo mismo que la  dimensión  temporal y espiritual, que va de la realidad a la mente en un círculo que uno concreta. Mucho cuidado con las absurdas competencias que se crean al vivir, opacan las verdaderas razones que nos habitan como parte esencial del ser que somos. A veces uno se impone tareas, acciones que uno aún no entiende como efímeras. Habrá que realizarlas y tal vez no volver a repetirlas.

La parte mundana merece mucho respeto, porque es capaz de darnos los espacios físicos para que esos tiempos escogidos se den, más no es la prioridad. Habremos de cuidar que no nos pierda en los caminos de exigencias inútiles.

Es como si de pronto la vida se diera en mucho con demandas que sabemos demasiado superficiales e inevitables. En momentos uno quisiera salirse de todo eso, pero no es del todo posible. El ego se satisface creyendo que uno pertenece a ciertos grupos humanos, que al final son en parte efímeros y cuando se aprende de las experiencias vividas uno sale fortalecido.

                     Las fuerzas de nuestro ser, solo son nuestras.

                    Que maravilloso es ir concretando que la verdadera paz se percibe en las acciones.

Asenté mi quehacer en plástica con las flores de mi entorno que me hablan de dos conceptos complementarios: Fortaleza/delicadeza. las flores del campo yucateco que nacen de un suelo rocoso con muy poca tierra son las más admiradas para mis ojos. Cuando voy por los caminos del Mayab, tengo que detenerme siempre en busca de mis propias imágenes de ellas, hoy día mucho más fácil con las fotografías de celular. El amor a la naturaleza enriquece mucho los días. Cada día. 

Algunos pájaros que también me ocupe de compartir con los niños que venían a mi taller, fueron objeto del aqua di colore. Que felicidad es poder decirles cómo se llaman esas aves que vuelan a nuestro alrededor. De ahí mis temas fueron yendo por algunas búsquedas hasta que hoy día me puede fascinar hacer puerta añosas. Las fotografío cada que puedo. Lo comencé a hacer hace mucho, hasta que ya logre concretar el proyecto. Había yo terminado una serie de dieciséis orquídeas que me fascinaron, de fotos que no obtuve yo misma, llegaron a mi  de un vivero de Colombia que cultiva una buena y querida amiga junto a su esposo. Una yucateca en Colombia cultivando orquideas junto a su pareja que ama la misma actividad ¿Como iba a dejar de plasmar esas flores tan especiales? Con el permiso de ellos como fotógrafos las fui plasmando de una en una. La serie se llama: Orquideas, Una flor. Son ya parte de muchos entornos que supieron apreciarlas y se las llevaron. Se abrió luego el espacio para las puertas. Una puerta que carga la belleza de los años en cada rendija, en cada esquina y en todo su conjunto mu puede extasiar hasta lo más profundo. Es un deleite, pueden absorber nuestros sentidos al percibir esa fuerza que guardan en cada resquicio de su ser. Con colores desleídos, con maderos rotos nos dicen que ahí están y que son parte mientras estén de pie. Me puede encantar mirar esos colores escondidos, esos resquicios de luz que se filtran como diciendo: denme paso por favor, que tengo un sitio en los entornos de la pasividad del tiempo. 

Hace algunos años comencé a hacer abstracto en técnica mixta. Los papeles de base de color han sido los que han recibido los trazos de zen doodling que me nacen en momentos de paz. Las virtudes humanas las aprendí a ver de color gracias a unos cursos muy interesantes y profundos de percepción angélica que tomé impartidos por una prima muy querida, y decidí que cada trabajo de esos llevaría un nombre de la virtud con su color. Por otro lado el amor y aprecio a los mandalas  que nació en mí a partir de un sencillo curso al que me invitó mi hermana, ha sido algo maravilloso para crear algunos con perspectiva personal. Los he hecho con enorme gusto en bordados sobre tela y con hilos de algodón y en papel con técnica mixta. Son figuras que estructuran al alma y creo que estarán presentes conmigo siempre.

El zen doodlig. Hay varias cosas que precisar al respecto. Todos en un momento dado de nuestra vida hemos garabateado. Es hasta los tiempos recientes  que se ha dado un valor a esos garabatos que hacemos cuando estamos tranquilos y tenemos un instrumento que nos permita dar forma a lo que sentimos. Se puede hacer desde un sencillo trazo de lápiz que luego se convierta en un asunto de claroscuros, así como con la técnica que nos parezca más afín al momento. Los trazos deben ser libres, acompasando lo que en ese momento sentimos. Yo lo practique mucho en el taller en el que motive niños, utilicé música clásica y también instrumental y pidiéndoles que con su ritmo fueran obteniendo y plasmando con atención una red de trazos para luego coloraer o solo tonificar. Es una maravilla hacer este ejercicio con niños, puede ser algo muy motivante para los críos que están descubriendo sus dones y saber tal vez que tanto les atrae la plástica.Yo tuve una grata experiencia pintando la música durante dos veranos a mediados de la década de los sesenta en un bello taller artístico del que participe en el estado norte de NY. La guía que conducía estas prácticas siempre nos animaba a que hiciéramos muchas combinaciones y ahí aprendí el valor de lo mixto, como uno puede hacer collage, pintar y trazar con sencillez.Esta maestra que nos condujo iba formando con sutileza la percepción de la composición de un cuadro.

                           El  trabajo, o es un gozo o no lo comprendemos como un bien.

Uno de los dichos más bellos del pensador Lin Yutang es: La verdadera felicidad surge de la dosis adecuada de trabajo durante el día.

Ni más ni menos. Cada uno sabemos cuánto hemos de dedicar a lo que nos apasiona. Yo tengo varias mesas dispuestas con lo que estoy plasmando y voy de una a otra dependiendo de lo que se vaya dando. No es la cantidad de lo que hacemos lo que hace valioso el resultado, es el sentido claro de cómo habla nuestro trabajo del ser interior. El autor de la Vista de Delft, un pintor holandés llamado Vermeer, pintó poco pero muy conciso. Este cuadro de la vista de un poblado desde una orilla lejana es famoso. Proust menciona en una de sus obras, que la magia de ese cuadro es por el reflejo amarillo que se nota en uno de los muros. Así de sencillo, nada más.

                                   Precioso me ha parecido entender que cuanto más sencilla la vida, más posibles puntos reales de gozo nos presenta, ya que se profundiza en lo elegido y se abstrae  uno dentro de los asuntos. En Walden, el relato de los bosques de Norteamérica esto se confirma. Cuando uno se hace uno con la naturaleza los brillos de ésta así como todo su humor palpitante y lleno de vida se nos presenta y nos invade para hacer de nosotros en primer lugar seres más concientes, y luego para admirar lo que más nos interese. Hoy día se dice lo importante  que es tomar baños de energía verde ya que los enramajes sueltan una energía que puede hacernos mucho bien recibir, caminar bajo algunas copas de árboles que tengamos cerca y salir a la naturaleza en cuanto se pueda. Mi invitación personal es a observar los diferentes tonos de color en cada recinto.

La renovación de la vida de cada día se puede comenzar desde el gozo real que vemos en un ventanal de nuestro propio ambiente hasta el descubrir que podemos desarrollar alguna acción que nos late y no le hemos dado el tiempo. Sea dibujar, costurar, tejer o cocinar nuevos platillos, o cualquier actividad que con pasión implemente para nuestro ser. 

Existe cerca de mí un enorme tulipán africano que me acompaña a diario y soy participe de su floración o ausencia de ésta. De cómo sus ramajes se mueven al viento y como se arquean cuando éste es intenso. El movimiento de sus enormes ramas me habla de que la vida se da a borbotones en cada hoja que forma parte de una sencilla rama, tocada por ese intenso naranja de su floración muy exótica. Los tonos de verde pueden hacernos la vida mucho más sana y percibir los dones de la naturaleza de estos montos del color. La vida, tiene un latido especial a diario. Está presente en nosotros con sus propias propuestas que habremos de hacer presente abriendo más los ojos.

                      Los ojos se abren, cuando el alma está lista.

                     Mis ojos se empezaron a abrir más, cuando tuve la oportunidad de desarrollar una de las técnicas de plástica que más amo en este sagrado mundo de la expresión: Los lápices de color. Dirán ustedes que soy una simple por lo feliz que me puede hacer un lápiz de color en la mano izquierda y listo para plasmar, pues simple soy y simple he de morir. Así pues, de pronto fue apenas hace unos años que pude concretar mis aprendizajes de esta bella técnica. Me decidí a concretar y experimentar porque era algo que traía como una deuda conmigo misma. Fue en la misma calle en donde vivo que encontré a la persona que me daría las herramientas para poder perfeccionar y realizar estos primeros dibujos, con tema muy especial para mí: Faros de la costa yucateca. 

Siempre supe que un antepasado de la familia de mi padre que llegó por Campeche,  ahí vivió y se ocupó de los faros de esos lugares. Está pendiente la investigación bibliográfica que quiero realizar para saber más de él, su ser en las costas campechanas y su hacer en relación a los faros. Mientras tanto voy realizando estos dibujos que un día de estos quisiera  exponer después de la pandemia.

Ser, como faros que alumbran. Deseo que cada uno pudiéramos  albergar este sentir en nuestro interior.

                         Con espontaneidad habremos de gozar posar la vista en los entornos. 

El género humano comenzó su caminar disfrutando los entornos naturales. De ahí encontró  los modos para lograr una subsistencia que no solo obtuvo con sus herramientas muy humanas sino con las decisiones que hicieron de nuestra especie una muy bien adaptada. Es este valor de la adaptación al medio y a los congéneres del homo sapiens lo que enfatizan muy claramente los estudiosos de la antropología cultural, cuando nos dicen cuales han sido los factores más importantes para que aún sigamos en el planeta.

                         No existe experiencia vana.

El concepto de objetividad ha tomado nuevos matices en mi vida conforme han ido pasando los años. Uno ha sido al comprender la base del método científico. Es aceptable un rango mayor de verdad cuando se plantean las cosas desde lo más estructurado de observar y luego deducir. Más, en la vida de cada día esto cambia ya que uno no se puede ir por la tangente de creer que todo debería ser lo más objetivo posible. No hay tal. La objetividad es tan dinámica como la vida misma y mucho más si hablamos de las acciones  humanas. Se puede dar en momentos para poder valorar situaciones, más hay que tener la mente abierta a los cambios.

                        Hablemos un poco del formato actual de llevar el orden en una casa.

En varias de las libretas que reviso hoy día encuentro comentarios para hacer cambios de orden en la casa, siempre necesarios para un flujo más ligero. Me doy cuenta que me preocuparon de más.  A ratos noto en mis líneas plasmadas como ésto me cansa, a ratos veo que ya no quiero saber más del asunto y lo pospongo. No es fácil lograr que los entornos sean como los deseamos. En lo personal he vivido tratando de lograr mejoras, que hoy día me doy cuenta que fueron vanas. Habremos de lograr un entorno agradable y listo para cambiar lo necesario.Nada más.

Son los arquitectos los que saben mejor que nadie cómo se equilibra un espacio, más a veces hay que tener presente que esto solo lleva la cantidad de luz deseada si en nuestros recintos tenemos cosas que nos significan. Así como el creador plástico no debe copiar de nadie más, sino solo dejar que su creatividad transforme lo que para él es significativo, ahí donde habitamos ha de haber exactamente lo que nos habla de una manera personal.

Nada es manda, y mucho menos cuando lo que está en juego es nuestra manera personal de vivir. 

Es muy interesante como es que esto ha cambiado. Que maravilla es ver y sentir a los varones actuando en esos recintos y dando su parte como algo muy natural. Antiguamente como que las mujeres decidían de estos temas como si los espacios fueran solo para ellas. La vida lo ha exigido y las formas han dado pie.

                          Amar lo cotidiano.

Saber que las perfecciones no existen y que los olores que emanan de una cocina nos pueden restaurar el alma. Nos pueden traer evocaciones de otras épocas y nos permiten el gozo de una buena mesa compartida así sea con lo más sencillo o cuando uno decide hacer sofisticaciones en el ambiente de poder tener algunos platos más elaborados. Como dice una de mis comadres que sabe mucho de la buena mesa: En un momento dado una chaya con huevo puede hacer un gran plato mientras uno esté dispuesto a disfrutar.

 En cada amanecer con el  acomodo que le damos a nuestras tareas domésticas reside el halo de sabiduría más eterna y digna de nuestra especie.Cuando sale el sol y entra por nuestras rendijas sagradas es cuando la vida se renueva con un buen café que invade con su olor hasta el último resquicio, con un poco de mantequilla sobre el pan, o el olor a tocino recién hecho. No es mi fuerte la cocina, pero he vivido rodeada de gente que ama cocinar y he aprendido un poco. A veces me toca hacer estos menesteres y los hago con gusto programando mi mente.Como decia un tio muy querido que murió muy joven y le extrañamos mucho: Uno puede desenvolverse muy bien en la tragedia.

Jamas nadie podra comprender del todo nuestro recinto, solo nosotros y mucho más en la vida de cada día.

Hoy el modo de vivir de los norteamericanos ha permeado en demasía en nosotros. Creemos de más en las propuestas mercadológicas de lo que se necesita para esa felicidad cotidiana que nos ha llevado a optar más por lo que verán los otros que por lo que vemos nosotros mismos y velamos por nuestro acomodo personal.

Los muebles hablan, mucho más cuando son de generaciones pasadas y nos evocan a los seres que los utilizaron. Tengo la ventura de tener muebles diseñados por mi padre y no los cambiaría por ninguna moda que pudiera hacerme caer en banalidades de mejoras. No hay mejora si el objeto no nos dice nada. Querer exactamente lo que nos aporta en lo emocional aunque estén pasados de moda o tengan que ser de otro color al que pareciera más adecuado. La carga emotiva  de un recinto hay que cuidarla y proteger hasta la médula, por lo que nos evoca y  hace sentir. Aprendí a vivir sin la exigencia obtusa de una perfección total, para dar paso a lo que se acomoda y hasta a lo que se deteriora en un sentido de que ha servido para su cometido. No todas las paredes con moho han de restaurarse, ni todos los maceteros han de ser nítidamente perfectos, me esmere mucho en el pasado por estarlos cambiando y renovando, cuando en realidad tienen un añejamiento muy bello cuando se les aprecia llenos de vida.

                       Los recintos, mientras mas personales, mas iluminados.

La atemporalidad se puede hacer presente en un ambiente si se logra conjuntar los enseres que son de otro tiempo con lo que tengamos que nos parezca bello de la actualidad que vivimos. Hacer mezclas pero que tan solo hablen de nosotros mismos. Vislumbro en mis escritos que tanto dependíamos  de un teléfono que estaba localizado en casa y el cambio que se viene dando con los teléfonos móviles. ¿Cuántos de nosotros aún tenemos un teléfono fijo en casa?

Recuerdo cuando deciamos que las llaves del automóvil se habían quedado asentadas en la mesita del teléfono. Ese artefacto que hoy día ha pasado a ser parte de la historia que hemos visto cambiar muchos de nosotros. En la casa de mi niñez el teléfono estaba colgado de la pared. Debajo había una mesita muy singular, diseño de mi padre y mi madre ahí se sentaba algunos medios días a hacer el pedido del supermercado por teléfono. Lo traían hasta la puerta de la casa. Eso quedó en desuso, hasta este año que volvió a ser el pan nuestro de cada día, por la pandemia. 

¿Acaso ésto no nos hace pensar en la circularidad de las costumbres y de los eventos?

                          Como dice Miguel Ruiz en Los Cuatro Acuerdos:

Hacer con todo lo mejor que podamos, o la paz se verá afectada.

A veces ni haciendo todo lo posible que creemos nos corresponde realizar, se logra la paz. Esto nos habla de que no hemos dado al clavo de su presencia real en cada día. Aquí reside en mucho de lo que hoy dia tiene llenos los consultorios de los psiquiatras, el trastorno de ansiedad. La ansiedad es producto de un desequilibrio que puede controlarse desde uno mismo. Esto se trabaja y vale mucho la pena lograrlo. Saber respirar, meditar y saber darnos los tiempos adecuados. Claro, no todos esos trastornos responden a actitud, hay algunos que son de índole química y deben ser tratados con adecuación.

Los propósitos vitales pueden ser espontáneos y son muy válidos. Pueden ser meditados y siguen siendo genuinos. Antes de lograrlos se da un proceso de depuración, muy necesario para lograr claridad.

El sentido de depurar, es saber que cada situación se merece ser vivida con ojos renovados. Sacar lo que ya no implementa, es básico. A veces, tan solo los acontecimientos importantes de la vida le van dando ese nuevo sentido.

La llegada de los niños a un recinto cambia mucho lo que se percibe en él.  A los dos hijos de esta casa les recibimos con la sorpresa constante de no saber su género hasta que estuvieron fuera del vientre. Los nueve meses que pasaron en cada caso se vivieron con la incógnita natural de que tan solo a la hora del parto sabríamos tal asunto. La vida era así, y no había nada del ultrasonido como hoy día. Era una alegre sorpresa que los médicos con el niño en brazos y listo para ser abrazado por primera vez, dijeran como parte de esa luz que llegaba, si se trataba de una niña o si era un niño. Así lo vivimos muchos y no es que fuera mejor o peor, tan solo así era. Saber que plantea cada etapa no es fácil. Muchas veces quisiéramos empujar a la realidad para que se den eventos que creemos muy importantes y nada que ver.

Aprendí con la venida de los hijos al mundo que los seres que tienen que estar, están. No esta a discusión tal asunto y aunque creo que ya no estamos en la época de estar poblando al mundo aún muchas personas lo creen así y solo puedo decir que sean bendecidos. Cuando los seres que nos van a acompañar como parte de nosotros mismos, como lo son los hijos, la vida se depura de fondo porque nuestra atención se centra en ese momento feliz. Se transforma  la inconsciencia de la conciencia porque comenzamos a mirar con ojos nuevos de la renovación que significa la entrada de un nuevo ser al mundo.

Parte de depurar también tiene que ver con saber que las personas no pueden ser más que lo que son. Es fácil hacernos ideas no tan certeras de lo que un ser es. Hay un programa en el que se entrevista a actores exitosos de nuestro país. Me gusta verlo a veces, porque de ahí nos podemos dar cuenta que idea tenemos de ese ser que nada tiene que ver con nuestro mundo y como aún así por sus apariciones en películas nos hemos hecho ideas de su forma de ser. Al hablar de su vida personal vemos que equívocas pueden ser las percepciones. Al que creímos en exceso mundano resulta ser un ser espiritual y en contraparte esa persona que creímos espiritual resulta ser mucho más del mundo. No olvidemos que no por ser más espiritual una persona se cataloga como mejor o peor, nada tiene que ver. No debemos permitir en nuestra mente esas categorías, porque cada ser es quien es y tienen un proceso personal en curso.Eso es lo valioso.

Una buena tarde sentados en la terraza sintiendo el aire del campo fresco en la cara, depura.

Observar al toloc pasearse por el muro de casa, depura.

Saber que hay nuevos habitantes en el entorno natural que uno vive, como lo son los coatis, depura.

Quedarnos un domingo todo el dia en pijama, depura.

Un buen baño de mar, depura.

La vida cotidiana es el mejor caldo de cultivo para una felicidad genuina.

Continuaremos. MJ



                          


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