sábado, 17 de abril de 2021

 De la vida diaria.(En word)

                              El calor de la especie a la que pertenecemos debería cobijarnos. No somos entes separados, pertenecemos a un grupo biológico que solo necesita abrir la conciencia. MJ

                             

                              Es muy cierto que la conciencia se abre a partir de las buenas convivencias y de las dignas aportaciones que el medio en el que vivimos nos propicia. Mucho también tiene que ver el medio ambiente natural y cuánto podemos expandirnos en contacto con la naturaleza.

También hay que aceptar que la ignorancia nos esta ganando la partida. No puede ser posible que no veamos claro en lo relativo a la especie homo sapiens, y cuando decimos tener claridad no es literal pero si conducente, ya que es obvio que no somos todólogos, que no nacemos con un manual bajo el brazo para saber llevar a cabo las misiones que se nos encomiendan, pero sí podríamos mantener una puerta abierta para que lo que vayamos viviendo nos vaya enseñando.Creo que en algunos casos lo que va ocurriendo es que nos vamos alejando el interés de saber como aportar de fondo y hacer lo que la naturalista y estudiosa de los chimpancés Jane Goodall propone: Más vale que sepamos por donde va el sentido de la diferencia que queremos  hacer. Todos tenemos entre manos hacer alguna diferencia y hay que tener el ímpetu contínuo. No podemos hacernos de la vista gorda con la misión primordial que hemos venido a desempeñar. A veces, la bruma de la vida en general suele opacar las mejores decisiones y es por ello que hay que apostar a la vida de cada día.


                              Cuando por primera vez escuche la palabra conciencia, ya conllevaba una connotación implícita: algo que debe refrenar la vida. Es lógico que así se tratase de proponer esta idea de que cada uno debemos ser libres de autoconducirnos  mas el mecanismo secreto es saber por dónde anda nuestra conciencia personal. Pepe Grillo  fué para muchos de nosotros la primera idea de conciencia en esa dulce versión de voz queda e incisiva que nos decía. En tiempos pasados se creía a pie juntillas y en demasía que ésta palabra debería servir para reprender (nos) con un sentido de culpa no muy claro, parecía que de antemano con una recriminación. Hoy día, todo se ha aclarado mucho más y ya sabemos que la culpa como tal no es una cosa negativa, nace del lóbulo frontal de nuestro cerebro que cuando se atrofia aparece la agresividad y es mal entendida, también se ha comprobado en los estudios realizados que muchos congéneres nacen sin esta activación, así pues ya se sabe que la violencia no es innata del ser humano, Genovés lo dijo claro con sus experimentos de la balsa Acali. Algunos nacen con una condición diferente. A veces, en el común de los mortales es tan solo saber como podemos enmendar algunas cosas que no nos permiten fluir en la claridad. El gran problema de los seres que hacen maldades está basado en la imposibilidad de sentir esa culpa reivindicadora. Así, los cambios en la percepción de las conceptualizaciones más positivas están en camino de mejoras desde mediados del siglo pasado. En 1955, año de mi nacimiento las mujeres pudieron salir a votar y de ahí para el real, la conciencia en los ámbitos de las féminas se nos ha abierto de maneras insospechadas.

Hoy día, ya no creo que nadie piense que es más importante la represión como pauta de aprendizaje o educación, la fluidez de saber encauzar lo que es válido en la psique es un hecho muy positivo. Viene a colación recordar algo básico de ésta: modo de conjuntar lo que sabemos con lo que es la verdad. También sabremos tener claro que las verdades no son totales y que deben responder al momento histórico y mucho más a la persona que las sustenta. No quiere decir que se manipule, lo que quiere decirse con el entendimiento de la verdad compuesta por una serie de otras verdades, es que cada situación tiene su contexto y que eso es algo que irreversiblemente debe estar presente hoy día en nuestro pensar.

En la época de la Roma antigua se da un fenómeno muy simpático, se dice que los romanos muy amantes de la verdad y que querían hacer prevalecer ese valor, se tomaban los testículos entre las dos manos para así con ese gesto verificar que lo que decían era cierto. De ahí nace el término testificar. Esto lo he encontrado en un texto estupendo que estoy leyendo hoy día, del que hablaré en su debido momento.

                              Provengo de una familia que aún sin que nadie lo dijera abiertamente estaba y ha seguido estando unida al mar. Se cree esto cuando se siente debajo de la piel, pero más que nada se percibe a través de ver como muchos lo amamos de diferentes maneras. Nada más diverso que un grupo familiar, nada más claro que no podemos obligar a conjuntar voluntades cuando éstas tienen su propio y verdadero sentido. Lo supe desde siempre, los partícipes de un apellido no tienen porque ser partícipes de la vida en singular de los otros y mucho menos tener las mismas ideas, si ésto se dá será bienvenido y cuando no se dá es que las fuerzas naturales están activadas y hay que aceptar las diferencias y que los caminos se bifurcan. El verbo aceptar que conjugamos desde la adolescencia con más vigor, en la adultez se presenta como invaluable mas no se acepta para convivir con todos, se hace vigente en los entornos en los que sí somos más afines. No basta amar algo  para poder disfrutarlo. En mi caso personal hubo intermitencias con mis cercanías con el mar porque nunca mis padres tuvieron un recinto personal, siempre estuve cerca de las costas por mis abuelos primero y por tíos después. De muy niña mi abuela materna solía llevarnos a paseos a la playa y visitabamos en muchas ocasiones el muelle de Progreso. Llegábamos en su automóvil, una linda camioneta de la época en blanco con rojo, su hija mayor se la había regalado después de que al romperse la cadera no podía caminar y solía pasear mucho. Creo que de esos paseos me quedó un sabor tan bello que en mis recuerdos la nitidez es casi fotográfica. Mi abuela era muy robusta en su complexión corporal, de voz queda y dulce, en su adultez  su cuerpo era una estupenda almohada cuando permitía que uno se reclinase sobre ella. Cuando íbamos al muelle llegábamos hasta el final del camino en donde el remate era una construcción  única y muy austera. Yo me bajaba del automóvil con Aurelio el chofer que me levantaba con su enorme humanidad, un hombre regordete y bonachón que apreciaba mucho a mi abuela. Ver el enorme mar desde esa perspectiva era grandioso y me daba mucha seguridad, ahí esperábamos a que se pusiera el sol y ella nos decía con mucha alegría que había que esperar a que los destellos después de la puesta nos dejasen ver el rayo verde. Se piensa que luego de una puesta de sol los tonos de la luz pueden crear un rayo verdoso que es a veces raro de ver. Nunca lo he visto con toda claridad mas si he visto algunos tonos que se dejan entrever sutilmente dentro de los naranjas y amarillos clásicos de un cielo al atardecer. Al comenzar a irse el astro maravilloso con sus enormes destellos ella se emocionaba. Era un gozo enorme. En una ocasión esta serena mujer de enorme cuerpo y bellos ojos verde mar, (que hoy disfruto a diario ya que preside la sala de mi casa en una sencilla acuarela hecha por su hijo, mi padre) era de impulsos y de emociones. Una de esas tardes decidió que me quería regalar el total de los globos que ofrecía el globero que caminaba por una calle cercana al centro. Aurelio abrió unos ojos de plato porque no entendía cómo nos íbamos a llevar tantos globos, mas encontro la manera y todo ese maravilloso cúmulo de colores llegó hasta mi casa. Mi madre, cuando nos recibió de regreso, no podía dar crédito a semejante exceso, al grado que su emoción se convirtió en asombro y hubo de asumir ese arranque de cariño. Doy gracias a Dios que ese tipo de manifestaciones de cariño fueron disminuyendo en mi vida, porque no creo que dar a manos llenas sea siempre lo mejor, lo sabemos. Yo lo viví en muchas ocasiones y estoy agradecida y también conciente que de pronto es más una bruma que una felicidad real. Obviamente en esas lides tuve cuidado de no hacer ese tipo de acciones con mis hijos.

Este muelle del puerto de Progreso es grandioso. Siempre llamó mi atención esa estructura fuerte  de arcadas dentro del mar con pilotes de concreto que según entiendo fue muy bien hecho porque ha durado muchísimos años. Pasar debajo de ellos es una sensación muy peculiar, porque infunden respeto cuando vemos con que fuerza el mar se aporrea  y las moles de piedra son capaces de contener esas maravillosas aguas. Uno se imagina la vida ahí dentro, el paso de grandes animales, en esos paseos hubo algunas veces de parte de los pescadores que se instalan en las barandas a pescar, el avistamiento de alguna enorme manta raya, así como de otros especímenes como delfines, bufeos etc.  Como niños el corazón se cuaja de emoción ante esos avistamientos. Ese mismo muelle me inspiró un de mis primeras acuarelas, hoy en posesión de un buen amigo que la adquirió cuando hice mi primera exposición. Esta primera muestra de mi trabajo en acuarela fue totalmente de tema marino. Los cuadros fueron adquiridos por personas muy apreciadas. Hice lirios de playa, palomas de monte y otras cosas. En esa misma expo pinté flamencos. Fué la primera de mi vida y compartida con trabajos hechos por mi padre y por mi hermana, y creo que como novatada paso algo muy singular. La artista yucateca Ofelia Medina visitó la muestra y al poner su comentario en el libro correspondiente a ello, escribió: ¡Pinten pinten, familia! hasta que se acaben Las Coloradas. Ella, al leer el apellido nos relaciona de inmediato con el quehacer de la familia extendida, mismo que nada tiene que ver en directo con nuestra familia nuclear. Muchos años después me topé con ella en un recinto de cine en el que se presentó una premier y me toco sentada muy de cerca, así que me levanté y educadamente fuí a saludarle diciendo lo que había escrito y aclarandole que las familias no son muéganos ni hacen las mismas cosas para sobrevivir. No pasó a más y nos reímos del incidente, cerrando un círculo muy necesario.

No podemos cargar con las percepciones de los otros y mucho menos lo que éstos asumen, como que somos lo mismo solo por llevar un apellido compartido.

                             En los años que tuve la ventura de estar mucho más cerca del mar en épocas de mi niñez y la de nuestros hijos, sentía como el agua de mar era capaz de depurar mi alma. Lo disfruté mucho. En primeras épocas en isla Mujeres ya que la familia de mi padre tenía unas casas muy sencillas y cómodas frente al mar. Íbamos con bastante frecuencia y fueron años de mucha cercanía gozando esos colores tan bellos de nuestro caribe. Paseos en velero y visita a santuarios de peces era algo obligado. Así, vimos tortugas marinas y muchas otras especies. Mi padre aficionado al buceo nos introdujo en esas lides y era maravilloso el poder ver y fotografiar el fondo del mar. Nadé dentro de la mancha de peces que se encuentra con frecuencia en esos mares. Algo inolvidable que marca para toda la vida.

Más adelante con los hijos compartimos varios veranos en las costas de Progreso, en un recinto que pasó por nosotros como un regalo de la vida que luego se fué. Ahí el océano verde/azulado nos hacía mucho bien. Los colores entremezclados producto de la luz solar pueden crear matices infinitos. Muchas mañanas los disfrutamos en baños muy divertidos en compañía de pequeños peces que se nos acercaban como son las conocidas agujas, o algunos tipos de pez pequeño de cuerpo color de plata. Los arenales en los que uno puede caminar, los vientos que la naturaleza por sí misma puede entregarnos son la vida cuando uno los aprecia desde muy dentro.

Más, todo puede tornarse diferente de momento. Cuando estuve ahí lo disfruté y nada me decía que no podría ser para siempre. No lo fué. Aquí tuve que hacerme de fuerzas para aseverar una vez más como la vida nos muestra que los tiempos de Dios nunca son los tiempos de los hombres. De pronto me di cuenta que los reveses de la vida esperan detrás de la puerta y más aún cuando son de manos de gente sin escrúpulos, uno se pasma. Así llegó el momento de soltar para enfocar con profundos bríos las nuevas realidades. Seguir adelante tiene que ser la mejor opción cuando la vida así lo plantea y así fué.

Cuando la vida es intensa, más que nada en los momentos en que uno ve  crecer a los niños se  percibe como un todo que fluye con rapidez. A veces en mis textos de esas épocas trate de separar las ideas por temas, nunca lo logré del todo porque de entrada eso es imposible, la más bella percepción del vivir siempre es integral. Así, aunque a veces uno desea poder observar los aspectos separados todos tienen al final una integridad redonda. La palabra belleza salió de los labios de nuestra hija de momento y con toda claridad cuando su hermano de un año se levantó y caminó. Fué una mañana en la que habíamos preparado todo para bajar al mar. Mi marido como siempre nos observaba desde el corredor ya que él no es marino y no le interesaba eso de los baños, mas levantando la vista de su libro por ratos y con los largavistas en otros momentos se mantenía en contacto con nosotros. Esa mañana escuche como ella con un poco más de tres años de pronto solo dijo: ¡una belleza! al referirse a que su hermano se había puesto de pie. Es una felicidad haber resguardado esos momentos de frases inolvidables.

 Todo esto me lleva a compartir la importancia de saber que aunque en nuestra mente están todos los temas que nos interesan y de hecho los que nos dan forma, lo más importante es nunca perder de vista que somos una entera unidad y que algunos aspectos que vivimos tendrán ciertas divisiones durante el día, mas siempre son un todo. Hoy día que está tan de moda hablar del presente, me ha quedado claro que a esto se refiere: estar atentos, estar en el momento del día de poner toda la atención a lo que nos compete en ese momento porque aunque lo demás está latente nunca se descuida. Es como estar viviendo a dos tiempos dando énfasis a lo que es el ahora. El pasado puede ser un bello recuerdo que aún ido infunde mucha vida.

Según dice Milán Kundera, nuestra historia es la eterna lucha entre lo que se recuerda y lo que se olvida.

Esto de las percepciones de que la vida se nos divide en la mente me lleva a pensar como en los tiempos pasados se dividía la vida cotidiana como algo vulgar y la vida social como algo muy refinado. Hoy día se le ha dado ya su lugar a la vida de cada día. En sus textos Virginia Woolf eso nos presenta muy artísticamente, la maravillosa mirada tan necesaria a lo que se vive cotidianamente. No vivimos el día a día para llegar a grandes momentos, son los sencillos momentos los que nos hacen tener entera el alma. Mi alma siempre se ha reestructurado dentro de los textos de Virginia. Es como un bálsamo, recurro a ella invariablemente cuando siento que algo se desgaja dentro de mi.

En esos momentos escribí: La cotidianidad nunca es vulgar.

Es el lugar en donde la alegría puede cobijarse y nos permite despertar mucho más el sentido común. Ahí en la vida de cada día uno logra la verdadera vida.  Nunca dejaré de mencionar que aunque uno no pueda tener quimica con todos, cada ser que se involucre en nuestro vivir nos deja algo.

                             La vida en los entornos naturales permite a los niños comprender mejor la grandeza del universo. Los ojos que se plasman en los cielos y pueden propiciar preguntas fantásticas, nos llevan de la mano de un conocer empírico y muy necesario en los críos. Una tarde mientras jugábamos con una pelota en el jardín, mi hija dijo: ¿En donde están las galaxias? La pelota se detuvo, nosotros también y tan solo le contestamos lo que ella quería saber, para continuar con el juego.

La vida mejor vivida, es la que se asemeja al juego.

                            Ralph Linton el antropólogo que marcó mucho mi vida con sus textos durante la década de los años setentas me hizo comprender algo que perduró en mi mente por siempre: Los modos de ser, marcan nuestro quehacer y se forma así la vida cultural. La cultura no es algo que está más allá de cada uno de nosotros, es en sí la vida per se.

Aprendí con la vida de cada día que educar no es imprimir principios por medio de la verbalidad, es vivir lo que debe compartirse con enorme entusiasmo. Nada de lo que se diga de viva voz va a calar tanto como lo que hacemos, así como lo que dejamos entrever para que surjan nuevas cuestiones no sólo entre los más peques, sino en todos los que estén abiertos y nos dejamos impregnar por la vida real. A saber, que a fin de cuentas no sabemos lo suficiente y no pasa nada si lo averiguamos.

Dejar a los críos explorar, caminar por los entornos seguros que les podamos proporcionar y dejar que vean, para  hacer preguntas como ésta: ¿el techo, es el suelo de arriba? asi hacen los niños las asociaciones de ideas.Van conformando sus propios mundos.

Cobijar, dentro de lo que es nuestra especie también se refiere a eso que los adultos habremos de tener la obligación de compartir: Todos somos del mismo grupo. Hemos venido al mundo a desempeñarnos. Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, porque condiciona y cierra puertas de creatividad. En estos exactos momentos en los que les comparto todo esto que he escrito durante muchos años, se está dando ante mis ojos algo muy especial, cada que salimos al jardín, cada que damos caminatas largas por la naturaleza, cada que salimos en las tardes a disfrutar del aire, nuestro nieto recoge tesoros.Ustedes se preguntaran en qué consisten esos tesoros encontrados con tal ahínco, pues he de decirles que se trata de semillas obtenidas de las vainas de árboles caducifolios que están haciendo su cambio de floración, también recoge unas bolitas de ficus, que antes de llevarlas a su resguardo de objetos preciados las pisamos porque están amontonadas en el suelo y les decimos: carach, por el ruido que hacen debajo de nuestros pies. Los caraches son parte ya de nuestros paseos vespertinos. Así mismo varios tipos de rocas son examinadas y puestas a buen recaudo, como hojas de diferentes tamaños y colores. Su madre que observa  tanto asunto recolectado nos comenta que algunos perduran unos días y que al cabo le dejan de interesar y se van de nuevo a la naturaleza.

¿Que hace que un niño pueda sostener entre sus manos esas pequeñeces ( para nosotros) y grandezas para él mismo? Una sola cosa que vamos perdiendo conforme nos traga el mundo: el asombro.

                       Yo misma estoy renovando mi capacidad de asombrarme cuando recorro las líneas escritas y veo como me pude detener ante asuntos triviales que me significaron mucho en su momento. Esos valores pasados pueden dar mucho sustento a lo que vivimos hoy. Repensar, reanima al espíritu.

                       Uno de los placeres más enormes que la vida me ha dado es disfrutar no solo del lienzo en el que voy a expresar algo, sino las hojas de papel que esperan ser escritas con las vivencias de cada día. Cada que empecé una libreta, le hice un dibujo especial y significativo. Las hay variadas, no todas son ni del mismo tamaño y formato ni de los mismos colores. De pronto me topaba con algunas que me encantaban y compraba una docena. Las pausas de pensamiento eran parte muy importante ya que como dice Debussy: la verdadera música está en los espacios que dividen a las notas, tratando de ver cómo conducen las vivencias mis percepciones. Hoy día el asombro es enorme al verme con tanto escrito y que solo me lleva a darme cuenta de que ese verter la informacion me ayudo mucho a centrar mis preferencias. Más adelante aprendí que el valor de desear algo es muy ingrato. La vida verdadera se da en ir escogiendo las preferencias que se plantean en lo que se nos presenta. Así de simple. Bien claro lo dice el budismo: No desear para no crearnos dolores que más adelante no podremos resolver ya que a veces desear lo que no nos corresponde puede hacerse realidad y volverse un dolor de cabeza. Es así que este verbo se cambia por el verbo escoger y preferir y vamos con mucho más suavidad por los oleajes de la vida.

Constantemente me he recriminado que me falta disciplina. Quería lograr un control más estricto en lo que me escribía y me daba cuenta que no podía llegar al enfermizo deseo de plasmar todo. En esta época me di cuenta que así como uno va escogiendo sus temas a plasmar en la plástica, uno va eligiendo qué momentos vivir más a fondo. La sencillez, que jamás ha sido lo mismo que la simpleza, era algo por lo que yo corría día a día. Hoy ya me queda claro que mientras más dudas más divertida la vida y más asuntos que nos pueden expandir las percepciones. ¡Dudemos! y saquemos nuevas conclusiones. Dejar de sentir que la vida se va en vano y que aún sin esa necia idea de controlar tanto, ésta puede ser fantástica con todos sus errores. En la juventud queremos evitar sinsabores y no nos damos cuenta que de alguna manera aparecerán. Como vulgarmente se dice: brinca la liebre y no hay más remedio que ir por ella para encauzar de nuevo.

En esta época podríamos decir: aparece el virus y nada volverá a ser lo mismo, mas no por ésto ha de ser peor.

La vida es un hecho que se compone de retos asumidos y trabajados. Estos mismos deben pasar a la fase de apreciar, para tomarlos como las mejores motivaciones.

No se puede chiflar y comer pinole, decía mi madre. Creo que me lo decía cuando me veía más agobiada que otros días, y quería darme una mano para que le bajara al ritmo de las actividades. Así es, observando es cómo descubrimos lo que realmente importa y soltamos todo lo que se adhiere por inercia.  

A ratos parecía que le quería pedir a la existencia algo así como: sueltame, dejame fluir como fluye el río sin el temor de lo que se va sin retorno. El agua baja de la montaña  ya supo su grandeza de haber nacido, es ahora cuando le toca correr por el valle hacia la posibilidad de ser alimento de vida. 

¿Hay algo más noble que alimentar la vida misma?

A ratos, con el cansancio normal a cuestas me sentía como un hilo seco tendido al sol. Una hebra de vida que de pronto podría perder su color y su razón de ser. Tenía que restablecer mi sentido a veces al final del día, y otras  tantas en el silencio de la casa cuando todos se habían ido a sus tareas. Padecía tremendas migrañas de índole hormonal y me daba de topes al darme cuenta que ni los doctores ni nadie podía ayudarme. Intente todos los tratamientos que solo fueron paliativos  de momento. Mis hijos me vieron miles de veces con una pañoleta amarrada con ferocidad al cráneo y les decía que era en honor a Morelos, el héroe mexicano que seguro padecía migraña, no tengo la menor duda. En esos silentes momentos las griterías de los pájaros me hacían compañia y llegaba a pensar las cosas más absurdas, como el hecho de que si realmente existe la reencarnación creo que me gustaría volver como un pájaro de monte. Ahí, dentro de la maleza sin colores estridentes sin más que lo necesario para la mimetización de la vida tranquila.

Nuestra innata pluridimensionalidad sin percibirlo del todo nos da las fuerzas para continuar. Las ramas de los árboles esperan atentas las visitas de los más diversos pájaros, que con suave murmullo del viento ofrecen frutos, ahora de tamarindos, luego por ahí morados caimitos y más allá se mecen las guayabas en espera de ser disfrutadas por los loros de tres colores que las visitan. Los ventanales arbolados siempre me han fascinado y doy gracias de los que me han tocado en la vida diaria.

La naturaleza es grandiosa.

A veces cuando acompañé a mi padre a sus aventuras de caza por el norte de la península, pude sentir el vibrar de la ciénaga junto a mi. Estos recuerdos me crean invariablemente una sensación de sentimientos muy encontrados, porque se que esas actividades ya no deben hacerse, pero he de aceptar que me tocaron como parte de mi quehacer como hija y fueron muy gratificantes, era un gran momento de compartir y de aprender mucho de la naturaleza. La chalana en la que entrabamos al monte raspaba con su fondo esos recintos bajos y llenos de vida. Los cazadores junto con mi padre fueron los mejores cuidadores que he tenido y más que nada como maestros de la naturaleza me enseñaron a gozar de las constelaciones celestiales a cielo abierto.Al amanecer nos poniamos de pie desde las 4a.m. y al llegar al sitio dispuesto para la caza en un claro de los matorrales yo me encaramada en un árbol. Tuve mi propia escopeta que mi padre mandó a hacer a mi tamaño. Esperábamos las parvadas de patos canadienses para tirar y luego llevar a casa para que mi madre condujera los guisos a la perfección. Siempre lo vi como un gozo ya que todos esos seres con los que compartí fueron excelentes personas y no creo que mataron por matar, aunque de fuera así pueda percibirse. Al volver a las casitas de paja que eran nuestro cobijo se gozaba disparando con rifles calibre 22 a las latas viejas que por ahí se encontraban para ver la puntería de cada quien. Creo que era yo buena en esas lides, jamás le dispare a ningún animal, pero a miles de botellas vacías si que lo hice. Hoy que lo pienso ya me queda claro que cazar es algo que ha sido parte del homo sapiens, pero en estos momentos ya debe verse como algo histórico y del ayer. Cuando vivimos en la ciudad de México íbamos muchos domingos a tirar al plato, un deporte muy interesante porque sale volando un pequeño platillo con bastante velocidad y hay que dispararle con mucha puntería. Iba con nosotros un amigo entrañable y muy querido que disfrutaba mucho de ésto con nosotros.

Los avistamientos de zorros colorados cruzando por el campo de mis entornos antes de que se poblaran en todo su contenido eran un gozo muy especial, alguien gritaba, ¡la zorrita! y todos salimos algunas veces ya tarde, tan solo para ver un pedazo de cola volar hacia los matorrales. Hoy día los murmullos de las palomas al amanecer me pueden dar los mejores respiros de profunda satisfacción.

Ladra un perro a lo lejos. 

Los enramadas reciben los sonidos y los regresan con serenos movimientos. Me gusta mucho la vida austera y callada de los árboles. El modo en que cobijan a las florecitas del campo que suelen crecer cerca de sus troncos me pueden enternecer el alma. Envidio a los insectos que pueden volar o acercarse a esas partes escondidas y llenas de vida.Esas pequeñas flores silvestres que se entercan en salir airosas de entre la parte rota del asfalto o del resquicio de una pared, son asombrosamente peculiares y solo nos hablan de que la vida a fin de cuentas es persistente.

De pronto sin que ni para que el olor a tierra mojada lo invade todo, la lluvia llega para darnos un porqué de seguir adelante.

La vida late en cada una de nuestras células. Si con ellas pudiésemos mostrar al mundo con claridad lo que nos ha dado la vida para comprenderla mejor, seriamos como los troncos que al cortarlos tienen marcados los años de vida en sus círculos concéntricos de diferente color. Nosotros también llevamos el color de la vida que recrea. Somos a la vez que concéntricos, expansivos.

                             Por estas épocas viví la experiencia de ver desde la perspectiva de Van Gogh. Leí su biografía y me encantó, porque supe ya de una vez por todas que no porque en momentos sintamos en carne propia el tormento de algunos asuntos inevitables del vivir, vamos a dejar de ser creativos. Este pintor al que admiro mucho como muchos de nosotros lo hacemos hoy día que ya se conoce más sobre él y su obra, me lleno de energía en su actitud. Ante todo él quería expresarse y con sus dolores a cuestas nos legó esas maravillas eternas que nos han hecho la vida visual mucho más rica, mucho más intensa y colorida.  nos ha dado pauta de que plasmar no es copiar, es tan solo interpretar.

La paz, cuando nos interesa como un valor insuperable se construye a diario. Tal vez al amanecer algo nos haga creer que la hemos perdido, pero esto es falaz cuando ya se ha vuelto tercamente parte de nosotros.La impronta es parte del vivir, en estas épocas habremos de tener claro que se aparece a veces con pretensiones que tienen todo que ver con consumismos excesivos, que nada tiene que ver con la verdadera felicidad. Recordar el dicho tan cierto de que lo que crece, nunca hace ruido. Ir comprendiendo el valor enorme de la soledad. En la escuela del dolor real, nos llega este estado y seremos con serena respuesta los dueños de lo que queremos vivir.

Que la agitación actual no nuble el momento eterno del gozo que ya con madurez sabemos encontrar.

A ratos, lo obtuso de algunos de mis congéneres  me causa angustia. Me voy dando cuenta que nada se puede hacer al respecto mientras cada uno no asumamos y tomemos por el cuello la propia ignorancia para abatirla del modo que mejor prefiramos.

                               Que la reflexión que elijamos nos permita pensar sin confusión al mismo ritmo en que avanzamos.

Henry Van Dyke dijo:

Pensar...sin confusión diariamente.

Amar... a los semejantes sinceramente.

Obrar... por honestos motivos puramente.

Confiar en Dios y en los cielos firmemente.

El teólogo Lepp afirmó: A Dios le han sacado del mundo.

Por tal motivo, antes de pensar en otras cosas habremos de encontrar en la vida personal, la manera de hacer que dignamente Dios vuelva a tomar presencia. No es necesariamente con religion, es más bien con la persistencia de crecer.

Cierro los 30 primeros volúmenes.Continuaremos. MJ










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