De
rutinas (2)(Compartido)
Un
mes, ese lapso de tiempo que a cada ser humano nos resuena distinto.MJ
El
sentido de un mes está ligado al ciclo de la luna girando alrededor de la
tierra. Muchas acciones en natura se rigen por este ciclo y es el período que mejor nos organiza la vida, siendo muy
personal el movimiento que logramos en él. Nos da la posibilidad de asentar acciones con tiempo y
nos permite disfrutar dentro de sus medidas, ese devenir del cambio de las
estaciones del año. Es un hecho que estas estaciones nos afectan no solo como
países del mundo sino como seres humanos en directo, tal vez no lo percibimos
como tal por no tener en estos lares cambios muy significativos de clima,
aunque sí en el cambio de actividades. A cada uno de los doce meses yo le percibo con una coloración que le abarca
íntegro y en el mismo movimiento se van añadiendo otros tonos complementarios.
Creo que los colores con los que percibo cada mes tienen todo que ver con esa
luz que no solo es física, es también
algo muy relativo a los ánimos.
Enero
oscila entre lilas y azules asentado en amarillos. Febrero es de tonos rosas y
azules claros, también con fondo de color cálido en amarillos mas rosados.
Marzo es todo de naranjas. Abril es de verdes claros y amarillos en un fondo
verdoso leve. Mayo es de blancos y un tanto de verde limón que se conjuga con
algunos tonos de lila en un fondo
también de levedad verdosa. Junio es de verdes azulados en fondo aqua. Julio es
de varios tonos de naranja con amarillos en fondo amarillo muy claro. Agosto contiene varios
tonos de naranja tendientes hacia los rojos en un fondo naranja claro. Fin de
año entra cuando se perciben los marrones claro con toques de naranja seco en
fondo azulado y hablamos de septiembre. Octubre con algunos marrones rojizos
tono ladrillo, y verdes oscuros en fondo siena. Pueblan el firmamento de noviembre
varios verdes desde el esmeralda hasta verde pino con fondo verde seco, y para cerrar con el último mes, diciembre tiene en su haber la continuidad de los verdes
del mes anterior con algunos tonos de rojo que van desde el más vivo hasta el
más tostado, con fondo azul. Siempre percibí todo esto, mas no fue hasta hace
algunos años que lo logré concientizar para irlo plasmando.
La
libreta de vida que hoy reviso me trae anécdotas de momentos que no eran los
del día a día, había yo visualizado junto a mi madre (que comenzaba a cerrar
sus días) el gozo de compartir con ella esos momentos que vivió con sus padres
y que tenían que ver con algunos meses del año. Había mes de actividades
concretas de la iglesia a la que pertenencia mi abuela (mujer de ritos y
ceremonias) a las que mi madre le acompañaba ya que contrajo nupcias mucho más
tarde que el común de las mujeres de su tiempo. Iban a rosarios o rezos estipulados durante el mes.
Había visita a algunos parientes, asunto que era todo un momentum, ya se podían tomar toda la mañana meciéndose en los
sillones de alguna casa elegida para visitar
(no precisamente de pisa y corre o por cumplir) ya podían
organizarse para dos visitas el mismo día, se tomaban su tiempo disfrutando de
un buen té o café así como refrescos de frutas de la estación y a la hora del
almuerzo se regresaba a casa. Siendo yo niña me tocó la visita mensual a las
hermanas de mi abuelo que vivían cerca del centro de la ciudad y que me
encantaba ir a verlas porque pasábamos por mi abuela para ir por helados para
llevarles, disfrutaba yo por lo minucioso de sus entornos comenzando
por los pisos de pasta, en este caso eran pequeños cuadritos de colores varios
que se convertían de pronto en triángulos, me podía embelesar y perderme en sus formas
por mucho rato. Ahora que lo pienso bien, creo que de ahí se fortaleció mi amor a los gatos, porque
estas viejitas del siglo pasado siempre tenían algunos felinos en sus patios
traseros en los que los niños estábamos destinados a salir a jugar.
Había
mes de visita a la hacienda así como meses de playa y ni qué decir de lo que se
programaba para los meses de fin de año,
esas visitas más rápidas a personas a las que se les ayudaba llevando
despensas. Nunca he creído en el asunto de la caridad de dar per se, lo vi mucho de niña, mas hoy
creo que es mucho mejor ayudar con un asunto concreto, lo que se da sin un
sentido (para que la persona que recibe realmente haga más por sí misma) mitiga
de momento cierta necesidad, pero no da pie a una creatividad actuante que todo
ser humano tiene derecho a realizar por salud mental. Existe la costumbre (y
creo que existirá por siempre) al hacer feliz a alguien por un instante dando
cosas materiales, pero no es una solución a fin de cuentas para quienes viven
en constante carencia.
El
tiempo que se destinaba para la Hacienda Chacmay era de cada mes de agosto.
Desde finales de julio se preparaban para el traslado, me queda clarísimo que
en esos tiempos el tiempo era de otro
tipo y magnitud. Era toda una parafernalia muy especial la preparación y como
se transportarían las cosas. Se empacaba todo en mochilas de lona, mismas que
eran trasladadas hasta la estación del tren que se tomaba para llegar a Temax,
poblado más cercano a Chacmay. Antes de
bajarse en Temax y tomar el carrito de la plataforma que los llevaría hasta las
cercanías de la hacienda se hacían
varias paradas. Algunas veces se bajaban a chupar chinas (naranjas) ya que es una costumbre para mitigar el
calor y más en verano. La última parada cerca de la entrada a
la hacienda se logró establecer porque el abuelo de mi madre cedió terrenos de
su propiedad para que se pusieran los rieles del ferrocarril. Los hermanos de
mi madre que eran ocho (nueve con ella misma) todos llevaban invitados (uno o
dos por cabeza) por lo que según me contó las mesas de las tres comidas eran
sumamente concurridas y muy divertidas. Este asunto de tener dos casas
totalmente activas se dio con mucha frecuencia en el siglo pasado.
Hoy
día ya se volvió una moda de status y aunque ya no siempre se dispone de tantas
personas que esperan en los recintos para ayudar, ya las tecnologías agilizan
todo.
El
amanecer era muy temprano en la hacienda. El silencio se escuchaba muy
diferente ya que era a campo abierto y siempre aderezado por cantos de gallos,
gallinas, chachalacas montaraces, borregos, palomas y demás fauna. Ni que decir
del mugido de las vacas que había muchas y siempre se traía una a la ciudad
para el abastecimiento de leche. Se servía el desayuno algunas veces por
grupos, porque los jóvenes comenzaban actividades más temprano, como salir al
campo a cabalgar y pasear por los planteles. Haciendas todas estas activas y
productivas del henequén que en parte convertido en sosquil se secaba tendido en espacios dispuestos en particular para
ese fin. También se hacía viaje especial
a las haciendas conocidas como anexas, eran pequeñas y se coordinaban con la
principal. En el caso de Chacmay, la anexa más visitada se llamaba Kanan.
Nunca
falta un momento adverso cuando las concurrencias son numerosas. La anécdota fue de una de las hermanas de mi
madre que cabalgando cayó en una zanja, al quedar a nivel del suelo intentó
bajarse del caballo, pero algo de su ropa se atoró en la montura y fue
arrastrada varios metros colgada del animal, por lo que tuvieron que regresar
antes de tiempo, las heridas no fueron
graves mas si de cuidado.
Algo
que se disfrutaba mucho era el canto de las cigarras, era muy intenso y tal vez
más fuerte que el que se escucha en la costa.
La
casa principal no era de las más lujosas ni vistosas, era una sencilla
construcción con un gran corredor de
arcada alta, en donde se conversaba por las tardes y despedían al sol. Mi
abuela tenía todo un arsenal de medicamentos homeopáticos y después del desayuno
se sentaba a esperar que algunos de los habitantes del rumbo que así lo
desearan (si es que tenían alguna dolencia) vinieran a su consulta amateur. Se
situaba en unos de los extremos del corredor, tuve la dicha de conocerle en
esos menesteres en su casa de Mérida.
Mi
madre heredó esa costumbre y afición por
la homeopatía, ha sido parte de nuestra vida entera. En casa de mi abuela en el
Paseo de Montejo había todo un mueble lleno de frascos ámbar de tinturas y
demás. De ahí heredamos una receta hasta hoy día activa en nuestro entorno para
mitigar los malestares de la gripe, se prepara con dos enormes vasos de agua y
mi madre decía que si no se hacía tal cual ella lo aprendió, no daría los
mismos resultados: pasar el agua con las tinturas durante dieciséis veces de
uno a otro para que quede bien revuelto el menjurje. A mis hijos les divierte
mucho el asunto aún hoy día.
Cuando
mi abuela abría su gran estante repleto de frascos de varios tamaños, el olor
era muy especial y puedo decir que todo el enorme hall de su casa se impregnaba de los vapores olorosos.
La
tarde en la hacienda también era para caminatas y compartir anécdotas ya que
eran periodos en los que había más tiempo para conversar, mientras los enormes
planteles de ese oro verde crecían
silenciosamente para desaparecer a fin de cuentas, asunto que a muchos les costó
entender. (Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario