D.L.V.D. Creatividad, es actitud. (7)
Es un arte dar relieve al pensamiento.
Amiel.
Creo yo, que algo de lo más difícil con lo que me he topado en esta
vida, es percibir como la concordancia entre lo que se piensa y lo que se hace
no es tan fácil de lograr. No me queda del todo claro si lo más fuerte es lo
que pensamos y es difícil de aterrizar, o los acontecimientos y acciones se
llevan la partida y cuando pensamos en ellos es porque ya se asentaron en la realidad.
Creo que sucede en ambos sentidos y lo importante es que nos lleven a buen puerto.
Esto último en verdad me preocupa, ya que vivir discordantes, en algunos casos
es algo así como si fuéramos atropellados por lo inevitable. No solo en ese
equilibrio reside la parte creativa de nuestro ser, mucho tiene que ver lo que anticipamos
y a lo que nos apegamos.
Percibir que el
pensamiento es cíclico y que además fluctúa dependiendo del humor que podamos infundirle,
determina esa coherencia. Los humanos somos seres muy emotivos y parte muy
importante de nuestro ser, reside en cómo nos involucramos con personas y
cosas. Existe la historia de un náufrago que cuando se encontró solo en una
isla lo único que tenía a mano era un balón de vóley ball, y a esa esfera le
infundio la emotividad necesaria para sentir que hablaba con alguien.
La vida, ese caldo de cultivo en donde se dan los procesos humanos,
concretamente no propone las herramientas, es uno mismo quien las va
descubriendo, generalmente están viables, pero no claras para todos. Así como
una persona puede hablar con un balón deportivo, otro ser humano de carácter
ermitaño se va a lo más alto de una montaña, sin tener que haber naufragado,
para buscar la soledad. Sabemos que
todos somos producto de un devenir histórico tanto en lo que somos como especie
y lo que somos como sociedad, y no es que esto tenga que ser algo en lo que
pensemos todo el tiempo, es tan solo importante tenerlo claro de una vez por
todas.
Deslindar posibles
pensamientos de deshecho, esos que nos ocupan a veces sin ton ni son y hacen
estragos.
Afectados por todo lo que propone la cultura en la que
hemos nacido, los modos se van acomodando y las luchas internas de los grupos
van obteniendo relevancia. Nada esta desligado, es tan importante la acción
individual y como se asienta en la grupal. Lo que nos tendríamos que explicar
un poco más, es en donde estamos parados en el camino y que rutas son las que
en verdad nos definen, tanto en lo que concluimos y dejamos ir, así como en lo
que tenemos de frente para afrontar.
Desgastes inútiles son los que hemos de aprender a
detectar y no caer en ellos. Existe hoy día, como parte de la cultura actual y
todo lo que propone la globalización, el vivir como en una economía de la atención,
concentrarnos a veces ya no es la prioridad y ese saltar de una acción a la
otra sin mayor observancia de los hechos no es lo más sano, eso de querer
lograr todo a la velocidad del sonido, aleja la concentración necesaria. Mucho
se pierde en el mundo de la necedad. El consumo desaforado de objetos y de
imágenes que por un lado nos dan satisfactores momentáneos, pero por el otro
lado nos anestesian y nos ciegan a lo verdaderamente importante. Conmovernos,
(acción o concepto que viene de dos palabras: mover-con) ya no es una acción
tan presente.
¿Qué tanto de los otros nos concierne? Es algo que cada
ser debería de tener claro y bien definido. A veces nos vamos por acciones que
no nos corresponden y que se realizan más que nada para acallar la conciencia. La
caridad mal entendida no lleva a casa.
Hacernos con claridad la pregunta: ¿Qué nos agobia? Y
esto seguro nos ayuda a darle sentido claro al camino que vamos llevando para
saber por dónde queremos ir, porque si los asuntos que nos inquietan se van
acumulando sin tomar derroteros que se vuelvan creativos, es seguro que damos
entrada a ese stress que no se percibe, pero que está dando mucha lata a
millones de congéneres. En tenis, los comentaristas utilizan mucho la
expresión: tensión interna e invisible, porque en esas duplas se puede
observar esa fuerza que a veces bien conducida saca a algún jugador del
atolladero o en su defecto le hunde más.
Es la pregunta sobre los agobios algo tan personal como
lo es el modo de respirar.
Es un hecho, que a veces en determinados momentos, nos
invade un como sentimiento de soledad, nos damos cuenta que al final del día,
más bien estamos acompañados de nosotros mismos y eso es bueno, y así darnos
cuenta que somos nuestros mejores amigos. Ese afán de querer salir con demasiada
frecuencia al bullicio indeterminado de lo que sucede ahí afuera, puede
propiciar confusión. La soledad en si misma puede aportar mucho si sabemos
conducirla hacia nuestras fortalezas interiores.
En los principios de este siglo XXI muchos nos vimos más
optimistas de lo debido, y conforme fueron pasando los meses observamos que, si
bien muchas cosas ya se habían superado para dar entrada a nuevos modos de vida
y como percibir la vida futura, también mucho de lo que se cerraba nos podía
pasar factura. Solemos presionarnos, exigirnos de más y esto a veces se da sin
darnos apenas cuenta y creer que el día es un lapso de tiempo más grande en sí
mismo de lo que en verdad nos brinda para actuar, puede hacer sentir
frustración.
Cuando observo mi agenda personal (mínimo la revaloro dos
veces por día, porque me gusta actualizada de todo lo que ocurrirá en una
semana) me doy clara cuenta cuánto suelo poner como pendiente y como
invariablemente muchas de esas propuestas pasan al día siguiente. El dicho tan
mentado de: mañana será otro día, a veces es muy bienvenido cuando de
organización hablamos, nos puede aligerar esos pesos que solo nosotros nos
ponemos encima. Cuando nos damos cuenta de cómo nos apremiamos con tan solo lo
que nosotros mismos hemos programado como más importante, es muy válido reprogramar.
La naturalidad de las cosas que vivimos ayuda mucho, si
es fluida. Mantenernos tranquilos es prioridad ¿Qué es contrario a la
naturalidad? Hay una manera muy fácil de averiguarlo: si le damos demasiadas
vueltas al asunto pendiente, se puede perder frescura y nos inquietamos de más.
Respondernos con lo que intuimos y eso
mismo unido a la respuesta primera (esa que nos llega tan clara como el agua, y
a veces creemos que no es tan válida) o como tanto ya hemos escuchado y dicho,
responder desde el corazón.
Algunas veces hay acciones que nos dejan un buen sabor de
tarea cumplida y esas mismas pueden ser referentes a seguir, sin darles tantas
vueltas. Extrapolarnos autoexigiéndonos no implementa para una paz constante y
duradera.
¿Qué es pues lo
que hay que tener claro en las acciones del día a día? Que estas sean fluidas,
es decir ante todo que sean acordes a lo que tenemos como sentido de vida en general,
que sean parte del ciclo que nos está tocando vivir, y que no nos tomen el
tiempo de más, que a veces solemos darles.
Hay aspectos sociales que se rigen más bien por modas.
Cuando uno tiene claro lo que esto significa ya nos vamos organizando mucho más
desde el centro de nuestra persona y no por aquello que se vive más fuerte en
los ámbitos de nuestros entornos. Es conveniente tener mucho cuidado con que
esas formas modales no nos pringuen demasiado el pensamiento, porque suelen
pasar como viento que corre y dejarnos el alma seca. La moda es una convención,
un acomodo de lo social, pasa rápido, que si funciona será bienvenida sabiendo
que es pasajera, se establece más como demanda social que como realidad. La
parte que a cada uno nos toca reconformar y darle creatividad es mucho más sencilla.
La vida de cada uno de nosotros no está comprada. Si así lo sentimos no
es por otra cosa que un espejismo vacuo de los convencionalismos que son viento,
de pronto viene una ventisca fuerte y nos vuelve a poner la mente a su lugar, nos recuerda que
somos efímeros y así habremos de tener el cuidado de saber que mientras más
pasan los años más presente está nuestra contingencia en Dios.
Lo que nos mueve de fondo, a veces aparece ofuscado, tal
vez se reenfoque ante un acontecimiento de dolor y con esa vivencia,
reaccionemos a lo realmente importante. A veces el paso del tiempo se percibe como
un asunto negativo y bien dicen los chinos que son muy sabios: hay que apreciar
el paso del tiempo simple. El tiempo de cada día, en el que a veces
pareciera que no se hace nada mayormente importante, tiene la mejor parte.
Cuando lo que está dejando huella está en ese tiempo sencillo, al cabo
recapitulamos y el gozo aparece. Es ahí donde se encuentran las bisagras de la
vida misma.
A veces estando solo de descanso y en reposo es posible
que solucionemos mejor, algo que queremos resolver de volada tal vez se
complique más, y todo se vuelva muy intrincado. Hubo una apoca de mi
vida en donde lo que hice en plástica fueron unos ejercicios a tinta que llamé Intrincados,
hablaré de eso en su momento.
Por estas fechas iba concluyendo la primera etapa del taller de
motivación en el arte que les impartía a un promedio de 25 (veinticinco) críos,
entre niñas y niños. Cada sábado era la cita en el área del club cercano a mi
casa. Ese taller se inició por una clara necesidad en el área en donde vivo,
muchos niños con sensibilidad querían practicar acuarela y eso mismo animó a
sus madres a manifestarlo, y yo acepté. En
esas épocas practicaba más esa técnica. Había tenido que dejar la docencia de
varias materias de ciencias sociales que impartía en una Universidad cercana, se
me despidió por el simple hecho de que yo no era egresada de la misma. Me organicé a recibir a los niños en la
biblioteca de mi padre que empezaba a estar cerrada pues él ya estaba enfermo. Abrí
el espacio a los vecinos y luego llegaron más de otras partes. Hoy me queda
claro cómo en lo personal me abrí a misma uno de los espacios/tiempos más reconfortantes
de mi vida personal, y llegó sin apenas percibirlo. Al cerrar el primer año y pedir para la expo
final un recinto más amplio en el Club de golf, se dieron cuenta los directivos
del valor de esas motivaciones, me invitaron a un espacio más grande y mejor
organizado para las clases. Ocho años fueron de un flujo constante de niños y
niñas que no teniendo tanto interés los sábados en practicar algún deporte, se
llegaron hasta el taller de arte. A los
8 (ocho) años de actividad, se comenzó a cerrar ese círculo. Todo se cierra y
hay que saber cerrar. Cambió de personal el recinto y estando los nuevos
empleados menos motivados, ya no me apoyaron de la misma manera. La terracita
de casa nos recibió, Habría de continuar esa motivación. Así, se dieron unos
seis años más. Hoy día a parte de la enorme satisfacción de saber que varios de
esos críos han dedicado sus vidas a la plástica, me invade una alegría
silenciosa de lo felices que fuimos en esos momentos del taller. (Continuará).
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