jueves, 6 de julio de 2023

 

D.L.V.D. Creatividad, es actitud. (6)

                                 La satisfacción interior es restablecer la integridad del espíritu y el equilibrio de la conciencia.  Amiel.

 

                                                                  Leer, y hacerlo en particular de los diarios personales publicados de otros congéneres, es grandioso. Comencé esta aventura con el diario personal de Virginia Woolf, autora inglesa a quien admiro mucho desde hace años, y aunque ya había yo leído gran parte de su obra novelística y de ensayo, tenía yo el pendiente de saber que decía ella misma de su propio ser. No sé si todos los lectores tienen esa curiosidad de saber un poco más del autor que leen, yo creo que es bueno saber un poco más de esa voz propia. El sobrino de Virginia, Quentin Bell, ha hecho una buena biografía ya que le conoció de muy cerca desde niño y a falta de hijos la autora convivio con sus sobrinos lo necesario para que estos tuvieran muy clara su persona. Nunca es lo mismo una biografía que un diario personal, los sentimientos se donan en este último como gotas de agua fresca y los entretelones tienen un velo de claridad que no lo puede tener quien interpreta, a diferencia de quien habla desde el corazón. Poco a poco fueron llegando otros escritos de esta índole a mi vida, bien se dice que cuando uno tiene un interés o gusto genuino para algo,  se aparece y llega a veces sin avisar. En el caso del Diario de Amiel es un texto tan profundo y largo que lo dejé como parte de mis lecturas de cabecera, y el libro permanece como un preferido silenciosamente activo en la mesita de noche, encuentro en él sentimientos tan variados que a veces hay que regresar una, dos o hasta tres veces al mismo párrafo, me sorprende por su vastedad, profundidad y la psicología que refleja no solo del mismo autor sino de muchos de los personajes que ahí se mencionan. Siempre tuve gran interés por todo lo que a psicología se refiere, así es que cuando leo y encuentro esos recovecos positivos de la especie humana, siento un deleite especial en la lectura, porque creo que es uno de los aspectos más fascinantes de la literatura.

Leyendo a Amiel, me tope con unas reflexiones que a continuación comparto, proviene de un psicólogo que cita el autor, de nombre Biran.

Entre las aportaciones que vienen numeradas (y así se las comparto) he seleccionado algunas.

1.Es esencialmente necesario cuidar la salud en el interior del pensamiento.

2. Que es menester crearse a tiempo una ocupación fija, un objetivo firme y no dejarse llevar por la corriente de todos los caprichos intelectuales.

3.Que no es preciso evitar _y ello enhorabuena_ el mundo, la acción, la lucha, el deber y todo cuanto desarrolla la voluntad.

4.Que es necesario concluir, terminar, formular, acabar; pues la indeterminación, el volver a empezar y el titubeo dispersan las fuerzas.

5.Que no es indispensable aislar en sí mismo la teoría de la práctica.

                                      En estos principios de siglo, me avoqué a revisar papeles guardados. Era parte de mis revisiones obligadas para orear, sacar y decidir que volvería a guardarse y que merecía irse al cesto de la basura, la depuración siempre es necesaria, mucho más cuando vivimos en un ambiente húmedo. Me encontré con muchísimas cartas escritas a mano que recibí desde niña, desde los once años de edad. Modos de ser y sentimientos se reflejan en esas misivas que uno se reencuentra al paso del tiempo, percibidas tan antiguas y tan vigentes a la vez, ingenuas hasta la pared de enfrente, diría mi madre. El cariño que puede guardar un pedazo de papel, cuando uno lo regresa a los manos pasados los años se percibe vibrante, muy especial. Releer a veces nos reconvierte hacia partes de la persona que realmente somos y que olvidamos. Sí, nos fuimos a otra ciudad y eso marco de singular manera el gusto emotivo por recibir cartas y al mismo tiempo escribirlas. Hay varias recibidas que me escribieron mis padres cuando estuve lejos dos veranos en Nueva York, mi madre con su inconfundible cursiva antigua que con solo ver el texto aun sin leer, su persona se hace presente, era una especie de palmer a su modo, y mi padre con sus cartas en papel membretado con un diseño hecho por el mismo, en verde seco/claro, que era parte de la actividad constructiva de su momento. El casi siempre se expresó mejor a máquina, remataba las posdatas a mano, con esa imperdible letra que logran los arquitectos.

Cuando uno revisa, las capas estratigráficas de la vida se complementan. Percibir cómo cambian los mundos y a la vez se enriquece el momento actual. Me fui de la ciudad natal cuando empezaban las fiestas compartidas con varones, se tenía la costumbre de apuntar en un carnet a quienes de los jóvenes pretendientes se les daba una serie para bailar, es decir cada evento tenía como seis series y en esa pequeña tarjeta, uno apuntaba el nombre del amigo con quien se bailaría.

 En las cartas de las amigas quedan plasmados los sentimientos en función estos modos tan peculiares de las relaciones entre los jóvenes de la década de los setentas del siglo pasado.

 Otras me narran que precisamente el joven que les gustaba como pareja no se les acercaba a pedir alguna serie y ellas no se sentían con ímpetu de proponer, no era bien visto que las jóvenes eligiéramos. Cuando venía de vacaciones a la ciudad que me vio nacer, me daba el tiempo de participar en algunas de estas reuniones y tuve varias veces la experiencia del carnet y las series asignadas, en verdad era divertido, cómo un joven se acerca y pide la serie, cómo eso mismo hace que uno pueda conocerle un poco más, más que nada por la convención social. A la ciudad a la que me mudé otras costumbres le daban el sentido a las relaciones entre jóvenes que se pretendían como parejas. En la secundaria las mariposas en el estómago hacían su aparición a la salida del cole, ahí iban los jóvenes y ahí se daban las conversadas en campo neutro y abierto para compartir con las niñas. Me siento muy feliz de haber guardado todas esas cartas, ingenuas, llenas de trivialidades de pubertos que apenas íbamos entendiendo este mundo. Tengo también varias que escribí a máquina y de las cuales hice copias, es fascinante encontrar como varia el pensamiento.

Leí un artículo de Armando Fuentes Aguirre que me marcó. No he sido muy fan de este escritor de artículos periodísticos que circulaban por aquí y por allá, mas a veces los leía por curiosidad y me terminaban gustando en algún aspecto.  Dice que quienes deben proponer la idea de la buena muerte y vivir sin temor a ella, han creado el modo de que muchos seguidores de la religión católica tengan miedo a morir. Y dice: -Son los vendedores de Dios-. Y, me pregunto: ¿Cómo está eso de vender a Dios? Me parece tan ruin la idea, y ya viéndolo bien es algo que se practica y tiene sentido para muchas personas. Ofrecer el amor de Dios como una mercancía es algo que no cabe en mi mente, más bien debería ser algo que uno sintiera y dejara que formara parte de nuestro ser, si así lo decidimos.

Como consecuencia, la vida eterna tampoco se puede proponer como parte de una vendimia, y menos decidir desde la perspectiva humana quienes tienen derecho de entrar a ella y de qué manera. Eso es asunto muy personal y se trabaja desde el centro del ser. Ya Lutero se encargó de sacar del ámbito religioso todo eso que se vendía como un producto de salvación, como lo eran las indulgencias. Esos absurdos han estado propiciando que mucha gente se aleje de tener una buena vida espiritual.

Y volviendo a la narración del miedoso de la muerte, el interlocutor pregunta:

¿He de temer a la muerte?

Y la contestación es clara:

Solo le teme a la muerte quien le teme a la vida.

 Son reflexiones a veces muy evidentes y triviales, valdría la pena ver un poco de cómo se marcó la sociedad a partir de ideas religiosas.

Estuve haciendo unas reflexiones sobre la conversación. Había momentos en que mi marido me hacía ver que la conversación de pronto entre los grupos, es solo una manera de estar, un convencionalismo sin más. Al cabo lo comprendí, no sin sentir un dejo de desengaño y tristeza en cuanto el valor de tener una buena platica en reuniones con personas que uno cree propositivas al respecto. -Nadie va a reunirse a debatir temas-, me decía.  Me di cuenta de cuanto se aprende siendo buenos observadores de quienes comparten con uno, sin necesidad de entrar en grandes argumentos. A fin de cuentas, en esos círculos sociales nada importa lo que se dice, solo el convivir.  Hubo un día en que le dije, -Pues bien, si de eso se trata, iras tu a perder el tiempo, porque a mí me gusta la plática que aporta- y es claro que me dijo que mucho menos iría él. Al cabo fui encontrando más afinidad con algunas personas, que puedo contar con los dedos de una mano y me sobran.

Me fui dando cuenta cuanto tenía yo necesidad de amigos que sí les gustara aportar en la plática, gente que pensara más o menos como uno y que pudiera darse algo más propositivo, al fin encontré amigas así y gozamos mucho cuando ponemos fecha y nos reunimos, porque desde antes ya sabemos qué temas iremos a disfrutar. Mi hijo me dice que le ha sucedido lo mismo en la vida, por lo que veo que es cuestión de personalidad y no de la época en que se vive. Hay temas que ya se comparten en sesiones de amigos en internet, en lo personal no he llegado a esas salas o ámbitos de conversación, mas veo que para los jóvenes ya va siendo parte de la vida.

 Observar las personalidades de quienes comparten con nosotros es algo muy placentero, nos aporta ese conocimiento tan valioso de la persona como única.  

Al cabo, (y que bueno que se dio así) comprendí que los encuentros humanos de tipo social son refrendos de cariño que nada tienen que ver con las ideas que van o vienen. Sí que es muy importante que los seres con los que compartimos vean la vida desde los mismos ángulos de perspectiva que uno mismo, no teniendo porque pensar de la misma manera. Lo que si ya no puede uno permitirse llegado a un punto en que la vida ya transcurrió y uno quiere tener paz, es estar con personas que de esencia no tienen las mismas miras de fondo, porque es muy relativo lo que se puede compartir, a no ser que todo se base en estar compitiendo como si fuera la fórmula 1 de las carreras, en ver que se posee, que tanto se viaja y que ventajas se tienen para ser más que el otro. Resulta aburridísimo que no se pueda al menos dialogar un poco, pero he de aceptar que así se da en general.

Lo mejor que me ha pasado es saber que yo misma soy mi mejor interlocutora.   Cuando escribo el original de estos textos (casi a diario) es cuando converso conmigo misma y ni que decir cuando reviso para compartir. Estoy encontrando esos caminos que uno se afana en seguir y que de pronto se ven truncos, innecesarios, porque en la vida no es tan solo ir eligiendo con sentido, hay que evitar en lo posible la interacción que proviene de las inercias. (Continuará).

 

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