D.L.V.D. Libertad, es decisión. (15)
El fin de toda ambición,
es ser feliz en nuestra casa.
Samuel Johnson.
Parte de las cosas que están
cambiando hoy día con esta vida tan agitada y demandante, es poder tener claro cómo
nos permitimos disfrutar de los espacios, los olores y los entornos de casa. En
la época de fin de año y mientras escribo todo esto, me va quedando claro como
la vida nos invita cada día más a estar fuera de nuestros recintos, los
compromisos se multiplican y nos impiden quedarnos sentados en nuestro sillón
preferido, un día cualquiera a la hora que se nos antoje. Leer ese libro que
tanto nos resuena y nos llena el alma. Aunque suene un tanto obsoleto hacer eso
de darnos un tiempo para disfrutar de un libro, es algo que algunas personas
aun valoramos como algo central del vivir. Sentir que descansamos con un buen
texto entre las manos, es algo que se hace a voluntad. Es muy diferente leer
como si fuera una tarea marcada. Nunca he sido parte de ningún club de libros,
porque creo que es una actividad que presiona a leer de una determinada manera,
y creo que la mejor forma nos corresponde a cada uno de nosotros encontrarla.
Tal vez me pierda de comentar libros en vivo y a todo color con otras personas,
pero es más fuerte lo que siento al elegir yo misma mis lecturas y momentos de
realizarlas. Es probable que elijamos un
libro que no sea el de moda, ni el último que adquirimos. En lo personal, mi
padre me animó desde muy joven a leer historias de aventuras, algunas las decidió
por mí y hasta hoy día las tengo en mi librero, son las obras de Jack London,
entre otras. Fue una buena decisión de su parte, vuelven a mis ojos con emoción
esas páginas, como si nada, como si todo. Aventuras en Alaska y otros sitios de
la unión americana. Libros ágiles y que pueden interesar a adolescentes que no
saben que leer, es el tipo de libro que nos abre puertas para disfrutar de
mundos sanos y llenos de vida.
Los buenos olores caseros provienen de
varios ámbitos.
Para algunos de nosotros, el olor del café al levantarnos
resulta el bálsamo perfecto para dar los primeros pasos en la actividad
matutina. Ya entrado el día, la cocina puede volverse la protagonista, ya que mientras
se guisa, los olores más elementales se aparecen y aunque a veces nos resulten
muy comunes, hacen su parte para nuestro ánimo.
Pasar junto al librero y sentir el olor inconfundible e
invaluable a libro, ese olor de papel, es en cada ocasión algo que se disfruta.
Aunque no nos dé mucho por los aspectos culinarios (yo me
encuentro entre ese grupo) esforzarnos en hacer alguna receta sencilla para
compartir con nosotros mismos… ¿No somos valiosos para nosotros mismos como
para darnos ese regalo? Así como los que tienen peques alrededor, es un buen
pretexto para compartir.
Sentir los olores de la tierra mojada, de la tierra
removida, de la lluvia cuando empieza, de algún fruto en especial. Cuando cocinamos es conveniente dejar que los
olores impregnen, clavo, orégano y el maravilloso olor de la canela. ¿Quién no
ha no ha sentido un olor especial en sus recintos cuando después de un tiempo
regresa a casa? Si somos conscientes de esto, esos olores aportaran para
nuestra paz profunda. En lo personal, amé el olor de las manzanas rojas desde
muy niña, lo relaciono con mi abuela paterna, ya que cada vez que la visitaba,
la cocinera me llevaba de la mano hasta el refrigerador para tomar un poco de
agua y ahí había siempre unas manzanas rojas que robaban mi mirada. Yo las
contemplaba con admiración y encanto, ella me convidaba a un poco del dulce que
se hacía con ellas. Ese recuerdo vive en mi como si hubiera sido ayer. Tengo
clarísima la voz amable de la señora, ataviada con un hipil limpio e
impoluto, bordado a mano y portado con tal sencillez que invitaba a abrazarla.
En estos días, vemos una serie de Netflix, titulada: -La
luz que no puedes ver. - Esa misma luz
es la que hay que redescubrir y hacerla permanente en nuestro diario vivir. Esa
luz de los olores y de los colores. Esas luces que, entrando por las ventanas
de nuestras casas, diferentes en cada estación del año, reflejan sombras
especiales de variadas maneras e inclinaciones.
En casa de mis padres siempre nos unió a todos la cocina. De hecho, mi
hermano se hizo chef, algunas veces ha dicho que los olores culinarios se
confabularon y le condujeron en parte a esa decisión. Nunca lo he dudado, es el
menor de los hermanos y seguro le tocó estar mucho más presente en esos rincones
caseros, mientras mi hermana y yo seguro ya estábamos en los primeros años de
escuela.
Mucho de lo que nos conforma
la felicidad es saber que cuando de pronto un olor regresa a nosotros y nos
sorprende, algo memorable nos rodea y es como estar abriendo amplios momentos
de recuerdos. Se sabe ya muy bien (y la neurocientífica española Nazaret
Castellanos ya lo ha mencionado varias veces en sus conferencias) el olfato es
mucho más determinante en la vida humana de lo que se pensaba hasta hace
algunos años.
Hablando de la
felicidad de cuando cerramos un año más, es bueno recordar que los bienes
materiales solo nos dan felicidad cuando toman el sentido adecuado que los
seres humanos les damos. No es poseer por poseer, es tener lo que responde a
nuestro ser y a nuestro sentido de vida. A los bienes materiales es posible
imbricarlos en la psique humana, nos dice la teóloga Caroline Myss, por lo que
hay que tener presente y con mucho cuidado, que no tomen el lugar de la fuerza
vital anímica que nos mueve. También en
los asuntos financieros hay que tener en cuenta los factores de orden y nunca
de centralidad para regir la vida. Existen actitudes extremas en algunos grupos
humanos que utilizan los asuntos materiales con una creencia tal, que se
convierten en un Dios que rige todos sus actos, tan importante como el mismo
Dios de la religión. La materialidad es un asunto que está para servir al
hombre a ser más humano, no al contrario. Cuando le pregunto a mi nieta de 2 (dos)
años, que le va a pedir a Santa esta Navidad, y me dice sonriente con
naturalidad: -Una queca- (Una galleta) me queda claro que todo es un asunto de
prioridades y valores.
En
algunos casos, cuando se desconocen los principios de la ética, los bienes
materiales pueden trastocar la forma de vivir, al grado que se hacen presentes
miedos ancestrales y las personas sin más motivo acumulan en exceso.
Es tal este asunto
del miedo a quedar desposeído, ese que algunos seres albergan en su interior,
que hay gente que es capaz hasta de quitar la vida a otro ser, y no
hablo de muerte física propiamente, sino de modos de vida que acaban con los
aspectos civilizados en la convivencia.
También a veces sucede lo contrario, no se valora en su
justo medio la estabilidad material y se olvida la importancia de que es un
deber primario y de cordura humana cuidar de nosotros mismos. Algunas veces las
personas que van haciéndose mayores dan muestra de cierto abandono, no se
reponen los dientes caídos, no se va con asiduidad a los cortes de pelo y hay
descuido en el vestir. Creer que se justifica todo abandono asumiendo que ya no
hay un porqué de cuidar esos aspectos, es un craso error, como si el individuo
mismo que somos no fuera nadie para sí mismo, para nosotros mismos.
Tal vez no se ha comprendido que son aspectos que nos
fortalecen por dentro para capear los temporales de la edad que va cobrando
tributo.
Nuestra energía vital solo depende de nosotros mismos, de
nadie más, ni de nuestra pareja, ni de nuestros hijos ni de absolutamente
nadie. A veces puede darse una depresión enmascarada y hay que estar pendientes
de esos aspectos.
En el texto de Isabel Allende, -El amante japones- dice:
-Todos nacemos felices. Por el camino se nos ensucia la
vida, pero podemos limpiarla. La felicidad no es ni exuberante ni bulliciosa. -
La misma autora comenta, que algunas veces lo alegre y lo
placentero pueden resultar muy ruidosos, mas está en el ánimo de cada uno dar
las medidas de como disfrutamos la vida. A veces existe una necesidad de
mostrar felicidad a toda costa, como si fuera un pecado no tenerla de manera
constante.
Es un hecho que la vida que queremos vivir, en todo su contenido se
conforma con los gozos entrelazados. Las exigencias vitales son más bien los
motivos para estar felices y activos a cada paso, porque podemos estarlo aun
viviendo cosas duras y difíciles. Quien afronta las dificultades con un ánimo
entero, es seguro que será más feliz. Comprender de buen talante los reveces de
la vida no es fácil, pero si es posible y necesario.
Me asombra como a los seres humanos que nacen con parálisis cerebral,
dan muestra de esto. Hoy día, mediante unos dispositivos electrónicos ya se les
puede escuchar expresarse con palabras. Viven con una sonrisa constante y eso
llama la atención. Durante mi juventud cerca de la casa que vivía con mis
padres, mi madre detecto a un niño así, discapacitado por parálisis del
cerebro. Nadie en ese momento entendíamos nada de ese padecimiento de
nacimiento, ni sus padres, seres muy humildes que le tenían arrastrándose en un
suelo muy sucio. Así fue que varias veces acompañe a mi madre con una persona
que les ayudo a limpiar y más que nada decirles que eso era lo primero que
habría de hacerse, tener el recinto limpio. Luego mediante averiguaciones al
fin se encontró el lugar en donde le darían terapia al niño y a sus padres para
que supieran cómo tratarlo. A Luisito le cambio la vida. Yo sé que los avances
de hoy día ya contemplan muchas más posibilidades de mejoría y de integración a
la vida para varias formas de discapacidad física humana.
Amiel, a quien he citado varias veces, en su diario
personal tan especial, nos recuerda:
-Todos los caminos llevan a Roma y también a la locura.
Son pocos los que llevan al bien, quizá uno solo; y solamente se encuentra el
camino de ese camino saliendo de uno mismo. - y continua:
-La libertad interior sería, pues, la más tenaz de mis
pasiones y quizá mi única pasión. -
He percibido con
la edad, que hay muchos adultos que ven la época navideña como un mercantilismo
aberrante. La libertad en la creencia no se le cuestiona a nadie. Sea como sea lo que creamos de las épocas
establecidas comercialmente, es bueno darnos cuenta que pueden ser como un
parteaguas, una razón interna para renovarnos. (Continuará).
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