jueves, 14 de diciembre de 2023

 

D.L.V.D. Libertad, es decisión. (15)

                                                                                         El fin de toda ambición,

es ser feliz en nuestra casa.

Samuel Johnson.                                                        

                                                        Parte de las cosas que están cambiando hoy día con esta vida tan agitada y demandante, es poder tener claro cómo nos permitimos disfrutar de los espacios, los olores y los entornos de casa. En la época de fin de año y mientras escribo todo esto, me va quedando claro como la vida nos invita cada día más a estar fuera de nuestros recintos, los compromisos se multiplican y nos impiden quedarnos sentados en nuestro sillón preferido, un día cualquiera a la hora que se nos antoje. Leer ese libro que tanto nos resuena y nos llena el alma. Aunque suene un tanto obsoleto hacer eso de darnos un tiempo para disfrutar de un libro, es algo que algunas personas aun valoramos como algo central del vivir. Sentir que descansamos con un buen texto entre las manos, es algo que se hace a voluntad. Es muy diferente leer como si fuera una tarea marcada. Nunca he sido parte de ningún club de libros, porque creo que es una actividad que presiona a leer de una determinada manera, y creo que la mejor forma nos corresponde a cada uno de nosotros encontrarla. Tal vez me pierda de comentar libros en vivo y a todo color con otras personas, pero es más fuerte lo que siento al elegir yo misma mis lecturas y momentos de realizarlas.  Es probable que elijamos un libro que no sea el de moda, ni el último que adquirimos. En lo personal, mi padre me animó desde muy joven a leer historias de aventuras, algunas las decidió por mí y hasta hoy día las tengo en mi librero, son las obras de Jack London, entre otras. Fue una buena decisión de su parte, vuelven a mis ojos con emoción esas páginas, como si nada, como si todo. Aventuras en Alaska y otros sitios de la unión americana. Libros ágiles y que pueden interesar a adolescentes que no saben que leer, es el tipo de libro que nos abre puertas para disfrutar de mundos sanos y llenos de vida.

                                     Los buenos olores caseros provienen de varios ámbitos. 

Para algunos de nosotros, el olor del café al levantarnos resulta el bálsamo perfecto para dar los primeros pasos en la actividad matutina. Ya entrado el día, la cocina puede volverse la protagonista, ya que mientras se guisa, los olores más elementales se aparecen y aunque a veces nos resulten muy comunes, hacen su parte para nuestro ánimo.  

Pasar junto al librero y sentir el olor inconfundible e invaluable a libro, ese olor de papel, es en cada ocasión algo que se disfruta.    

Aunque no nos dé mucho por los aspectos culinarios (yo me encuentro entre ese grupo) esforzarnos en hacer alguna receta sencilla para compartir con nosotros mismos… ¿No somos valiosos para nosotros mismos como para darnos ese regalo? Así como los que tienen peques alrededor, es un buen pretexto para compartir.

Sentir los olores de la tierra mojada, de la tierra removida, de la lluvia cuando empieza, de algún fruto en especial.  Cuando cocinamos es conveniente dejar que los olores impregnen, clavo, orégano y el maravilloso olor de la canela. ¿Quién no ha no ha sentido un olor especial en sus recintos cuando después de un tiempo regresa a casa? Si somos conscientes de esto, esos olores aportaran para nuestra paz profunda. En lo personal, amé el olor de las manzanas rojas desde muy niña, lo relaciono con mi abuela paterna, ya que cada vez que la visitaba, la cocinera me llevaba de la mano hasta el refrigerador para tomar un poco de agua y ahí había siempre unas manzanas rojas que robaban mi mirada. Yo las contemplaba con admiración y encanto, ella me convidaba a un poco del dulce que se hacía con ellas. Ese recuerdo vive en mi como si hubiera sido ayer. Tengo clarísima la voz amable de la señora, ataviada con un hipil limpio e impoluto, bordado a mano y portado con tal sencillez que invitaba a abrazarla.

En estos días, vemos una serie de Netflix, titulada: -La luz que no puedes ver. -  Esa misma luz es la que hay que redescubrir y hacerla permanente en nuestro diario vivir. Esa luz de los olores y de los colores. Esas luces que, entrando por las ventanas de nuestras casas, diferentes en cada estación del año, reflejan sombras especiales de variadas maneras e inclinaciones.

                                                  En casa de mis padres siempre nos unió a todos la cocina. De hecho, mi hermano se hizo chef, algunas veces ha dicho que los olores culinarios se confabularon y le condujeron en parte a esa decisión. Nunca lo he dudado, es el menor de los hermanos y seguro le tocó estar mucho más presente en esos rincones caseros, mientras mi hermana y yo seguro ya estábamos en los primeros años de escuela.

                                                         Mucho de lo que nos conforma la felicidad es saber que cuando de pronto un olor regresa a nosotros y nos sorprende, algo memorable nos rodea y es como estar abriendo amplios momentos de recuerdos. Se sabe ya muy bien (y la neurocientífica española Nazaret Castellanos ya lo ha mencionado varias veces en sus conferencias) el olfato es mucho más determinante en la vida humana de lo que se pensaba hasta hace algunos años.

                                 Hablando de la felicidad de cuando cerramos un año más, es bueno recordar que los bienes materiales solo nos dan felicidad cuando toman el sentido adecuado que los seres humanos les damos. No es poseer por poseer, es tener lo que responde a nuestro ser y a nuestro sentido de vida. A los bienes materiales es posible imbricarlos en la psique humana, nos dice la teóloga Caroline Myss, por lo que hay que tener presente y con mucho cuidado, que no tomen el lugar de la fuerza vital anímica que nos mueve.  También en los asuntos financieros hay que tener en cuenta los factores de orden y nunca de centralidad para regir la vida. Existen actitudes extremas en algunos grupos humanos que utilizan los asuntos materiales con una creencia tal, que se convierten en un Dios que rige todos sus actos, tan importante como el mismo Dios de la religión. La materialidad es un asunto que está para servir al hombre a ser más humano, no al contrario. Cuando le pregunto a mi nieta de 2 (dos) años, que le va a pedir a Santa esta Navidad, y me dice sonriente con naturalidad: -Una queca- (Una galleta) me queda claro que todo es un asunto de prioridades y valores.

                   En algunos casos, cuando se desconocen los principios de la ética, los bienes materiales pueden trastocar la forma de vivir, al grado que se hacen presentes miedos ancestrales y las personas sin más motivo acumulan en exceso.

 Es tal este asunto del miedo a quedar desposeído, ese que algunos seres albergan en su interior, que hay gente que es capaz hasta de quitar la vida a otro ser, y no hablo de muerte física propiamente, sino de modos de vida que acaban con los aspectos civilizados en la convivencia.

También a veces sucede lo contrario, no se valora en su justo medio la estabilidad material y se olvida la importancia de que es un deber primario y de cordura humana cuidar de nosotros mismos. Algunas veces las personas que van haciéndose mayores dan muestra de cierto abandono, no se reponen los dientes caídos, no se va con asiduidad a los cortes de pelo y hay descuido en el vestir. Creer que se justifica todo abandono asumiendo que ya no hay un porqué de cuidar esos aspectos, es un craso error, como si el individuo mismo que somos no fuera nadie para sí mismo, para nosotros mismos.

Tal vez no se ha comprendido que son aspectos que nos fortalecen por dentro para capear los temporales de la edad que va cobrando tributo.  

Nuestra energía vital solo depende de nosotros mismos, de nadie más, ni de nuestra pareja, ni de nuestros hijos ni de absolutamente nadie. A veces puede darse una depresión enmascarada y hay que estar pendientes de esos aspectos.

En el texto de Isabel Allende, -El amante japones- dice:

-Todos nacemos felices. Por el camino se nos ensucia la vida, pero podemos limpiarla. La felicidad no es ni exuberante ni bulliciosa. -

La misma autora comenta, que algunas veces lo alegre y lo placentero pueden resultar muy ruidosos, mas está en el ánimo de cada uno dar las medidas de como disfrutamos la vida. A veces existe una necesidad de mostrar felicidad a toda costa, como si fuera un pecado no tenerla de manera constante.

                                                       Es un hecho que la vida que queremos vivir, en todo su contenido se conforma con los gozos entrelazados. Las exigencias vitales son más bien los motivos para estar felices y activos a cada paso, porque podemos estarlo aun viviendo cosas duras y difíciles. Quien afronta las dificultades con un ánimo entero, es seguro que será más feliz. Comprender de buen talante los reveces de la vida no es fácil, pero si es posible y necesario.

                                                          Me asombra como a los seres humanos que nacen con parálisis cerebral, dan muestra de esto. Hoy día, mediante unos dispositivos electrónicos ya se les puede escuchar expresarse con palabras. Viven con una sonrisa constante y eso llama la atención. Durante mi juventud cerca de la casa que vivía con mis padres, mi madre detecto a un niño así, discapacitado por parálisis del cerebro. Nadie en ese momento entendíamos nada de ese padecimiento de nacimiento, ni sus padres, seres muy humildes que le tenían arrastrándose en un suelo muy sucio. Así fue que varias veces acompañe a mi madre con una persona que les ayudo a limpiar y más que nada decirles que eso era lo primero que habría de hacerse, tener el recinto limpio. Luego mediante averiguaciones al fin se encontró el lugar en donde le darían terapia al niño y a sus padres para que supieran cómo tratarlo. A Luisito le cambio la vida. Yo sé que los avances de hoy día ya contemplan muchas más posibilidades de mejoría y de integración a la vida para varias formas de discapacidad física humana.

Amiel, a quien he citado varias veces, en su diario personal tan especial, nos recuerda:

-Todos los caminos llevan a Roma y también a la locura. Son pocos los que llevan al bien, quizá uno solo; y solamente se encuentra el camino de ese camino saliendo de uno mismo. - y continua:

-La libertad interior sería, pues, la más tenaz de mis pasiones y quizá mi única pasión. -

 He percibido con la edad, que hay muchos adultos que ven la época navideña como un mercantilismo aberrante. La libertad en la creencia no se le cuestiona a nadie.  Sea como sea lo que creamos de las épocas establecidas comercialmente, es bueno darnos cuenta que pueden ser como un parteaguas, una razón interna para renovarnos. (Continuará).

 

 

 

 

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