.L.V.D. Libertad, es decisión. (18)
Los ciclos que vivimos a veces nos toman
desprevenidos, cuando se cierran no hay que temer, siempre hay razones para
retomar. MJ
Empezaba a escribir en la libreta
numero 59 (cincuenta y nueve) cuando mi hija cumplía 22 (veintidós) años de
vida.
No sabía que ella, que en pocos años partiría a un lugar
diferente de la ciudad que compartíamos y que iría a madurar y crecer un tanto
alejada de nosotros. Un ciclo de bien se abriría ante ella y mucho más se
desplegaba ante nosotros, viéndole marchar tan decidida. Me llenaba de júbilo
verle tan madura, y ya con su veintena de años bien puesta, siendo una mujer
con decisiones propias, era un placer ver como tomaría las riendas de su vida
en sus propias manos.
Una tarde de esas inesperadas y que de pronto traen una
buena carga de reflexión que nos abstrae, muchos avistamientos llegaron en el
entorno y en la mente. Contemplar el jardín, me sumergía en algunos
pensamientos. Entre los matorrales de casa, de pronto aparecieron varias de las
zarigüeyas que por ahí se pasean desde hace años y esta vez me hacían percibir
cambios positivos, aprendimos con el tiempo que son las que dan un equilibrio
especial a los entornos naturales. Cuando las veía y veo hoy día paseándose por
aquí y por allá, he de recordar que en las épocas de las infancias tanto mías
como la de los hijos, a esos seres no se les apreciada en medida justa, y hasta
se llegaba a producirles la muerte porque se les relacionaba con un ambiente
sucio y de basura. ¡Cómo van cambiando los tiempos! y las percepciones,
apreciar a esos dignos animalitos en toda su dimensión, disfrutando por los
lares cercanos, aprendimos a cuidarlas. En mis tiempos de niña se les llamaba
zorros, hoy día ya se les nombra con su nominativo real. Cada que uno de estos ejemplares
aparece en la cinta asfáltica atropellado, en verdad que sentimos una gran tristeza.
Por estos entornos, también empezaron a ser más
frecuentes las apariciones de chachalacas, así como de coaties, y nos encanta verlos
pasar con todos los miembros de su grupo caminando por los muros.
Con la edad, la maravilla de los cambios se nos hace
mucho más evidente. Como que todo toma un cariz de coloración especial y ni qué
decir de la felicidad que esto aporta. En estos tiempos que reviso, veo las claras
diferencias de cómo los nietos ya disfrutan mucho más cercanamente del entorno
natural. A veces hoy día, tan solo nos sentamos a disfrutar de la llegada de
los pájaros a los árboles, tratando de detectar a cada uno con el nombre de su
especie, las formas de sus nidos y ni qué decir de sus colores. Algunos llegan
a la caída de la tarde y se cobijan en ramas escogidas. Los pájaros carpinteros
en los agujeros creados por ellos mismos en los troncos de los árboles. Un ejemplar muy grande de toloc (iguana en
maya) se esconde debajo de los cimientos de la terraza desde hace ya varios
años. A veces, Tac (como le llaman los niños) aprovecha los silencios naturales
del día y sale a investigar a los alrededores, dándonos la felicitad de contemplarle
y cómo asimismo él, nos contempla a nosotros.
El solaz del jardín puede tomar diferentes tonalidades
dependiendo de las horas del día, de los pensamientos que nos acompañan. Por
las tardes los ramajes se pueden sentir más desolados, con aires diversos y
diferentes, el movimiento es de ardillas y otros pájaros. Los pájaros T”oh, son
expertos en dejarse ver de dos en dos y mover esa especial cola pendular que
les caracteriza, a un ritmo muy coordinado.
A disfrutar de la lluvia uno puede volverse asiduo.
A veces ésta no avisa, solo por algunas nubes grises nos
da la pauta de que está cerca, se desencadena el ruido peculiar, si cae fuerte,
si es tenue o casi imperceptible. De pronto, ese olor tan característico, ¡que
felicidad! las gotas de agua, si son tupidas a veces no permiten estar más
tiempo fuera, mientras el aguacero va tomando forma. Observar cómo las gotas
enormes van pintando de tonos más oscuros las porciones de tierra seca, es toda
una gloria. Así como observar al suelo terroso absorber. Toda la vegetación va
tomando otro color de vida y movimiento.
Una tarde lluviosa se puede comparar con una vida fluyente y que lleva
todo el esplendor merecido.
Mi hija, como un aguacero
fuerte e intenso, que da certezas de vida nueva, se encaminaba con pasos
firmes.
Un momento de solaz, solo uno mismo aprende a encontrarlo
y dárnoslo como un regalo único. Son los asuntos más sencillos los que nos los
pueden abrir, cuando menos nos lo imaginamos. A la vida, se le da la
posibilidad de expandirse ante nosotros. Las prisas no son buenas consejeras.
Apreciar los grandes valores de la naturaleza con la
sencillez de mirar atentos y que solo a voluntad podremos ver. Sorprendernos
siempre y no dejar que la vorágine de la vida demandante y de asfalto nos prive
de todo lo que en realidad importa, eso que nos rodea.
Otro aspecto que redacté y me encuentro en estos tiempos revisados, fue cuan
gratificante resulta cuando uno se percata de que la honradez existe en muchos
seres humanos. Había vivido una experiencia muy significativa en la pequeña
tiendita de las cercanías de casa. Una tarde fui de compras, y al albañil que
le cobraban en la caja le dieron el cambio con monedas de más. De pronto, este
buen hombre revisa en la palma de la mano y le dice a la joven: -señorita, creo
que Ud. Me ha dado dinero extra. -. De inmediato devolvió las monedas. ¡Que
claro tenía que no le correspondían! Observé esto, cómo la manifestación de una
conciencia bien puesta, que se aparece sin más, cuando está bien entendida y
como algo natural. Me nació desde lo más hondo del corazón decirle a ese buen
hombre, que lo que acababa de hacer era un acto de conciencia. Con una sonrisa
franca se alejó, no sin antes decirme un: -gracias. - Gracias, más bien le daba yo a la vida de
haberme mostrado algo tan singular y bello de un ser humano.
La honradez es plenitud humana.
Se corrobora de pronto que la honestidad es un valor que
forma parte de muchos seres humanos a los que les basta tener claro el
convencimiento de lo que aporta.
Así como esto, he
escuchado y vivido otras experiencias muy reivindicadoras.
Mi esposo tiene una anécdota en su familia que es muy conmovedora. Mis
suegros cuando se casaron se fueron unos días a Campeche. La señora dejo
olvidada en un taxi una bolsita personal que contenía en el interior un misal
religioso que tenía escrito su nombre. Cuando los siguientes ocupantes que
tomaron el taxi lo encontraron, se la llevaron a casa, pensando que podrían
encontrar a la dueña. Pasaron los años y esa bolsita permaneció en manos de
esos campechanos. Cuando en la adultez la señora escribía en el periódico y salía
su nombre, estos nobles seres descubrieron la relación y asociaron que era la
dueña de ese bolso por tantos años resguardado. Se pusieron en contacto con
ella y la bolsa fue devuelta a su dueña con el mismo misal en el interior. La
honradez, es una virtud que se aprende desde la niñez.
Es tener en cuenta el valor de otro ser humano que merece
respeto en su integridad, y tener claro que tomar lo que no nos corresponde es
degradación. Es mentir a uno mismo.
La vida, a
su vez se encarga de devolver los actos de bien. La vida, de pronto
entrega muchos regalos que a veces creemos no merecer, pero que están
asociados a las buenas voluntades que hemos vivido y aportado.
A veces, la química de las personas no nos es afín. Los círculos de
convivencia se cierran y tal parece que ha sido por algo delicado, cuando es
tan solo que la vida misma nos muestra que a veces ya nada tenemos que hacer
junto a alguien que ha concluido una etapa. En realidad, no importa si se
alejan o nos alejamos, al final es lo mismo. Las interacciones humanas solo son
y serán válidas si son para aprender. Es por esto mismo que no se deben forzar
las relaciones humanas. Si hemos de estar, estaremos.
Si no nos corresponde interactuar, porque ya no hay nada
que hacer cerca de alguien, pues con la misma marcharemos.
Conciliar las mentes, solo es un asunto que se logra
cuando estamos en procesos de crecer, y lo percibimos como algo específico.
Entre los congéneres con
los que nos vinculamos las interacciones no solo se rigen a voluntad, es más
bien un asunto de química biológica y anímica. El alma conlleva una serie de
elementos que no siempre son conciliatorios con todos. Estamos en una era de
conjugar más el verbo: aceptar.
Esas terquedades que a veces escuchamos y vemos, de
tratar de forzar los años de pareja compartidos cuando ya no llevan sentido
alguno, es otra de las cuitas que se está develando en el nuevo milenio y dando
por sentado que los años que los matrimonios han de pasar juntos solo serán los
necesarios. Eso, que se dice que es para toda la vida, no aclara que
lapso implica. Para toda la vida… ¿del momento de crecimiento de los hijos? O
para toda la vida… ¿Mientras se ayudan las personas a crecer mutuamente? Dicen
y lo vemos cada jueves y domingo, que a los padres de los que deciden ya no
estar juntos es a quienes más les duele. Hemos de comprender que muchos de esos
mismos padres fueron educados con la consigna de que o se aguantaban toda costa
lo que fuere, o serian una lacra social si disolvían su vínculo. Eso ya no
forma parte del ADN de las relaciones de pareja. Y, no es que sea mejor o peor,
es algo que está respondiendo a los signos de los tiempos.
Una tarde...
Bellísima.
Sonora y limpia, tarde con el aguacero franco.
Luz de brillo natural.
Amarillos perpetuos.
Amarillos efímeros.
Entorno lluvioso.
¿Quién trajo tanta armonía?
Ha llegado de pronto.
Vida de tarde.
Una tarde…MJ. (Continuará).
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