jueves, 25 de enero de 2024

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (1)

                                                          Mandala: Representación artística organizada.

Anónimo.

                                                                   Organizar la vida, no es algo que se pueda detener, es flujo constante.  Organizarla artísticamente puede ser un plus, cuando damos de nuestra esencia que siempre está presente, y somos creativos. Algo que nos ayuda a detectar ese flujo que aporta, es cuando lo que hemos realizado nos produce satisfacción, lo creativo tiene todo que ver con la apertura mental propositiva.

                                                                   Cuando decidimos qué nuevas formas queremos darle a nuestra existencia, es cuando el poder de elegir se manifiesta pleno. Es obvio y claro que en los aspectos generales nuestra vida está dada y asentada en bases que en algunos aspectos son inamovibles, así es que la mayoría de los giros posibles habremos de percibirlos, solo nosotros los podemos dar. La estructura vital está en la mente y está presente en el orden, organización y posturas que vivimos a diario. Es seguro que nos sentiremos mejor si nos vemos como seres perfectibles, nunca perfectos. Saber que nunca ceja el movimiento de nuestra vida es muy sano. Cuando comprendemos lo que es un mandala, poder extrapolar esa figura como representativa de la vida misma y concebir la nuestra como una entidad de estructura bien formada, es el mayor logro mental que podemos darnos. Pensar en la vida así, y saber que dentro de la estructura lograda siempre podrá haber movimientos propositivos, es tenerla como un mandala que fluye. Cada pensamiento que nos conduce, por sencillo que sea, es una parte de esa figura vital, con sus colores particulares.

El mandala personal se asienta en las etapas de la vida que hemos vivido y como no está cerrado, es ahí donde ponemos ese énfasis. Las etapas que están por vivirse pueden tener un dinamismo más consciente.

                                                                   Hay variadas definiciones de los conceptos que más utilizamos en la vida, tenerlos más claros es parte de la conciencia, aunque no todos nos hablan de la misma manera, se ha descubierto con la ciencia neurolingüística que saber mejor los significados de las palabras nos dará más asertividad.

 La visualización de un mandala que nos defina solo cada uno podrá encontrarlo. Mucho depende del tipo de persona que seamos y mucho más del tipo de vida que llevemos. Lo que tenemos en común todos los humanos es el modo de percibir, más el camino de procesar y resolver esas percepciones y los pensamientos lo vamos dando cada quien, saber que estamos estructurados y como nuestros modos nos definen.  Lograr que nada nos paralice, algo así como sabernos en piso firme cada día, para que la vivencia que llega, aporte en el momento y tengamos un futuro mejor, con planes.

                                     Hay muchas figuras básicas que dan forma a un mandala. Exactamente como sucede en la vida misma: todos la vivimos con los mismos principios, y aunque cada ser los entienda y aplique dependiendo de lo que vive, la vida se organiza basada en el entorno cultural, social, económico y perceptivo de cada ser. Un mandala la mayoría de las veces se representa como una unidad circular, la vida adulta puede presentar cambios con figuras nuevas aun dentro de la misma estructura. Aunque algo sufra desbalance, siempre hay camino para volver a la armonía.

Cualquier otra figura no circular que le dé forma al mandala, es válida, y lo mismo sucede con la vida misma. En lo personal he llegado a pensar que en principio un mandala es la representación de la vida porque su forma particular puede ser percibida y aunque la creyésemos en primeras instancias muy circular, no siempre lo es. Cómo se organice por fuera (forma) y de que nos hable en su interior (fondo) tendrá una particularidad que le da el dinamismo único, con colorido irrepetible. Nuestro fondo se conjuga con la forma que le damos a las acciones. 

Por otro lado, estamos unidos a la globalidad, ese enorme mandala mundial que nos contiene y nos hace tener claro que provenimos del mismo principio, por lo que no podemos dejar de sentirnos parte, esa plenitud extensa que hoy día está mucho más presente y cerca de nosotros por el logro de las comunicaciones.

Es fascinante saber que ocupamos un espacio compartido, este planeta.

Aunque no siempre es muy grato sentir que nuestra vida es un todo cerrado, y esto se da en parte porque produce un tanto de miedo al pensar que la vida un día se cierra para siempre, mientras vivamos nada es concluyente y la vida se reconvierte en sanidad cada instante si así lo proponemos, podremos percibir que no hay batallas perdidas.  Por momentos estamos demasiado apegados a lo que podemos tocar y ver, dejando a veces de lado lo intangible que también es parte del vivir.   Una línea invisible de pensamientos nos acompaña y se va cerrando si no los renovamos, es el dinamismo que nos conduce mientras estamos en el plano terrenal. Los budistas lo dejan muy claro con el concepto de impermanencia: es saber que estamos y dejamos de estar para volver a estar en movimiento ya que todo al fluir cambia, se transforma y a la vez es perpetuo.

Al observar cualquier mandala la primera impresión que nos deja es muy importante. La enorme satisfacción de percibir una estructura bien conformada, es lo primero, ya luego podemos hablar de las partes.  Así es la vida.  Percibir nuestra vida así, integra y completa, es un buen principio. ¡Y bien que podríamos hacerlo!

Tener la felicidad de saber que dentro de la estructura vital que nos contiene, es importante siempre tener una atención especial. Observar nuestro propio colorido. Transformar es vital, aporta a la evolución.

 Lo que define al alma humana es bueno tenerlo claro. No en vano todas las religiones hablan de esta parte intangible y tan importante para todo el equilibrio del ser, la esencia. Muchísimos textos hoy día hablan de esta esencia que nos habita. Con la acepción personal que tengamos nos basta, mas es muy interesante darnos cuenta cuantas definiciones se nos presentan. Explorar y no dejarlas pasar.

¿Tienes una definición de alma que te sea más afín? Es muy divertido irlas encontrando y tratar de comulgar con la que más nos parezca, en lo personal una de tantas maneras de definirla que he encontrado y me gusta mucho:

 -esencia de la persona-. Es decir, eso que somos se vea o no se vea. Actúe o no actúe, tan solo ES, y eso ya es suficiente.

A muchos de nosotros en la época actual nos ha alcanzado un sentimiento de percibirnos un tanto incompletos, se da por las exigencias mundanas. Esos añadidos que llegan como acciones inesperadas del día, querámoslo o no tienden a rompernos. Habremos de saber que las mas de las veces es falaz ese sentir, todos estamos completos siempre, y para lo que parece no tener cabida (imprevistos, malos momentos) habremos de hacerles espacio con cuidado.  Cuando la vida se nos trastoca, algunas veces es porque que a todo queremos dar respuesta al mismo tiempo, no somos malabaristas de circo y hay que dar tiempo al tiempo. Cuidar que, en el alma, no haya cobro de tributo. La vida sencilla y concreta que podemos llevar se nos escapa de las manos, aunque de pronto las sintamos demasiado simples, no olvidemos: lo sencillo no es lo mismo que lo simple.

Nada que ver, como se dice hoy día entre los jóvenes.

 He ahí que hay que tener cuidado, un camino de exigencias se puede aparecer, algunas veces puede desembocar en stress.

Las figuras que componen al mandala tienen su sitio propio y localizado dentro del espacio que ocupan y no se acepta más de lo que se pueda sostener, es así que retacar la vida de acciones no necesariamente aporta.

 Lo anímico puede considerarse eterno y se dice que es la parte más frágil del ser.  Para cuidar de esa fragilidad las religiones sin duda alguna han hecho su parte. En la actualidad algo que se propone en muchos ámbitos como un buen apoyo complementario es practicar la meditación, tener las agendas más despejadas. Estar más presentes, porque la vida equilibrada no requiere de tanta acción, como solemos creer.

Se dice mucho que cuando los mandalas se crearon, fue con fines contemplativos.  Observarlos era lo más importante, es lo más importante hoy. En occidente nos han ido llegando de a poco. Hoy día, tan difundidos como figura de meditación, permanecen con esa esencia contemplativa que nos centra y nos produce una satisfacción estética. Los hay de materiales varios y hasta son realizados con sentido efímero: duran unos días, como cuando son de materiales naturales: flores etc.

 Los mandalas también pasaron a ser parte de algunos estilos arquitectónicos.  Hoy día están muy presentes en todas las naciones del mundo, en diversos ámbitos.

Al entrar en un mandala con la mirada y la percepción, tan solo observándolo o coloreándolo (cuando es el caso) se puede llegar a decir que sufrimos una suerte de desintegración. (¿Cómo? ¿No es esto contradictorio?) no lo es, en lo interno al alterar el orden que nos mantiene centrados esto se da para luego restablecerlo y recrear, logrando algo mejor. La gente que no comprende este movimiento interior es más propensa a enfermar o estar triste. Aceptar el movimiento interior es muy sano.  Cuando la armonía de un mandala nos captura la mirada, nos invade por los ojos, todo el interior se reestructura. En la vida de cada día, pasa lo mismo, a veces no sabemos si vamos o venimos, mas si tenemos clara la estructura interior que nos conforma, no pasa nada. Se viven momentos de reacomodo para volver a fluir armónicos.

 La vida a veces nos pega. Los altos ante estos embates son necesarios. Como sucede a veces con la enfermedad que puede ser una gran maestra y nos obliga a parar.  Ya el mismísimo Carl Jung utilizó los mandalas como parte de sus terapias, y ni que decir lo mucho que hoy día en algunos hospitales europeos se utilizan a diario en la rehabilitación de los enfermos, en lo físico y en lo mental.

Es muy bueno crear movilidad armónica en nosotros.

¿Qué es la movilidad armónica?

De entrada, algo que los niños conocen muy bien, la tienen como parte de su esencia original, y por eso se ha dicho que de ellos es el reino de los cielos. Se refiere a que pase lo que pase ahí estamos con todo lo que somos. Eso mismo es lo que tienen claro los críos. Al niño lo vemos responder con todo su ser porque no está dividido, observa con todo su potencial y de esa misma manera responde.

Los críos, pocas veces se andan por las ramas.

                                                                        Una de mis queridas amigas, que conocí en la CDMX en épocas que viví por esos rumbos, me dijo no hace mucho:

-A mí, la edad me ha dado mucha libertad, es por eso que no entiendo ese afán de ser siempre joven. - Anabelle.

¡Y cuánta razón tiene! Cuando uno detecta los reductos de las preferencias, comprendemos que solo son nuestros y debemos mantenerlos a capa y espada. La juventud como tal, no es más que una época muy importante de la vida de todo ser, se disfruta cuanto dure y no necesariamente es porque sea la única época de la vida con más valor, aunque así sea percibida en algunos grupos de la cultura actual. (Continuará)

 

 

 

 

 

 

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