jueves, 22 de febrero de 2024

 

D.L.V.D. Vivir como un mandala que fluye. (5)

                                                                     Imaginemos pues, el cuidado del alma como una aplicación de lo poético a la vida cotidiana.

Thomas Moore.

                                                                        Con la poesía entramos a un mundo en donde la explicación es lo de menos y si ese principio artístico lo aplicamos a la vida de cada día, pues podríamos decir que nos estaríamos agilizando al no explicarnos tanto y darle más entrada a un buen sentimiento. Cuando nuestro mandala personal es claro, estamos en mejor camino. El contenido de las figuras que nos componen, es muy importante. No siempre es fácil visualizarlo como una representación física colorida, mas ir percibiendo con color las acciones y sentirlas totalmente completas en el curso de la temporalidad, (aunque parezca de pronto nos traga vivos el tiempo) estaríamos dando entrada a esa manera creativa de observar lo que vivimos a diario, con mejor flujo. El color bien utilizado es poesía.

De pronto, como que se percibe que no es sencilla la vida cotidiana. Enredarnos y perder la sencillez, pareciera de lo más normal. Pienso que lo que se vive cada día es la parte de la vida más interesante y a la que menos atención se le pone. Nos entercamos en creer que es fastidiosa, solo escuchar la palabra rutina nos descompone y nos da la impresión de que son muy nimias esas acciones que sustentan todo el entramado del día.

Cambiar una regadera que se la ha acabado el sarro, reparar la lavadora de casa o tan solo acicalar el sofá para sentirnos más cómodos, es como si fueran esas líneas intermedias que están inevitablemente presentes. Mantener los espacios en los que convivimos limpios, poner unas flores aun a sabiendas de que son efímeras, prepararnos un té. Cuando vemos las acciones diarias como una parte sustentante, dejamos el camino libre a la expansión de la conciencia.

Swami Sivanada piensa así: -Pon tu corazón mente y alma, en los pequeños actos. Ese es el secreto-.

Los amaneceres dan entrada al día y pueden ser vistos como centrales desde ese pequeño punto de inicio, en el que se va a desplegar toda la acción. Son el centro del mandala.

Observar cómo nace el día junto a nosotros, esa pequeña luz que hasta con vergüenza se asoma, como diciéndonos al oído, a la vista, a la percepción:  soy silenciosa, otorgo vigor al día. Un pequeño rayo de luz en un resquicio, es la mismísima belleza haciéndose presente.  

Las líneas de actividad nos cuestan más, dependiendo de la motivación. Puedo poner como ejemplo el ejercicio físico, ese actuar saludable cada vez más propuesto por los médicos. Si vemos el inicio de un día con todo ese potencial de la circularidad que comienza desde un pequeño punto lumínico, para desplegarse luego en una circularidad total activa que sustenta, pues podemos ir adentrándonos en la acción. A veces no todo lo que nos corresponde hacer es lo que más nos gusta y aunque no sea la acción que más nos agrade, sabemos que es necesaria. De lo que es cotidiano no todo responde al deseo o gusto total, a veces hay que optar por lo que mejor nos pueda hacer.

 Si sentimos que cada etapa vivida del día nos acerca a la periferia de cierre (como la línea externa del mandala) este es el punto último que podemos comparar con el momento en que cerramos los ojos por las noches y nos preparamos para un nuevo comienzo.  Con esto nos damos cuenta que es el privilegio de cada ser, vivir la cotidianidad con las formas y los coloridos que se eligen y que aporten gozo. En el fondo siempre estará lo anímico, que, aunque no se perciba fácilmente, fortalece con sentimiento, es el ánimo que sustenta a todo el colorido que decidamos proponer.

Santo Tomás de Aquino nos lanza una frase muy contundente por los caminos de la fe, para dejarnos claro qué tanto es importante mantenerla en alto, y dice: -A quien tiene fe, ninguna explicación es necesaria. A quien no tiene fe no hay explicación posible-.

Cada uno de nosotros nos podemos situar en el justo medio de una fe en principio a uno mismo, que se refrenda en los buenos momentos, tenemos fe porque sabemos que el día se desarrolla con las propuestas agendadas. Confiamos.

 Mantenernos en pie de acción, aun a sabiendas en el ánimo y en el alma que, no todo está asegurado tan solo porque se agende, pero de antemano ya mucho del camino está marcado.

 Yo me declaro una mujer de agenda, de papel. A veces me sugieren que ponga todo mi plan del día en el celular, ¡imposible para mí! el celular tiene mil opciones, esa en concreto no es la mía.

Es por eso mismo, que, si nos sabemos con estructura propia, y los trazos de nuestro mandala vital interno ya están dibujados en nuestra mente, poner los coloridos se volverá algo entretenido y gozoso.

Una de las situaciones de la vida cotidiana que más nos nublan la posibilidad de disfrutar hasta lo más nimio, es cuando creemos que esas nimiedades que tenemos entre manos son de poca valía. Muchas personas desde el amanecer necesitan dejar los recintos caseros como para recargar energía y salir de casa, a veces es una especie de huida graciosa. Cada ser ponemos acción a nuestras demandas y habremos de tener más claro cuál es el sentido de estas acciones. Quienes salen a trabajar como una rutina diaria tienen mucho ganado en el ámbito de su propia paz. La rutina no es algo tequioso y desdeñable. Claro que todo depende de la personalidad de cada quien y lo que hayamos elegido en la vida. El trabajo, creo yo, es lo que más dignifica al ser. Hoy día, que ya es una realidad el trabajo desde casa, las computadoras tienen toda nuestra atención, estamos viendo que otro gallo nos canta.

Muchos de nosotros habremos de salir a lo que llamamos diligenciar, es decir cumplir algunos de los pendientes que solo se pueden dar fuera de casa. En lo personal tengo una estrategia con este mandala del diligente día, lo realizo yendo de la periferia lejana de la ciudad hacia el centro cercano, opto por los lugares que están más lejanos para ir regresando y gozar más el volver a casa.

Hoy día el punto de mis diligencias termina en las compras faltantes del supermercado, que se encuentra ya cerca de donde vivo. Bien lo saben los comerciantes, mientras más cerca de casa esté, más feliz pueden hacernos.

Se dice mucho que en la ciudad del futuro todo estará en las cercanías de los centros de vivienda, con transporte interno y más que nada lo peatonal accesible y disfrutable entre las áreas verdes. Tal vez pensemos que esto es un sueño de pescadores que arrulla la mar, pero esto ya se vive hoy día en ciudades como Singapur. En estas urbes pequeñas, la opción de tener un automóvil para cada miembro de la familia ya es algo que no todos desean como un bien, mucho menos cuando se propicia lo peatonal con seguridad o utilizar la bicicleta.  

Hablo de todo esto, porque el recinto que nos cobija es un área que puede aportarnos mucha felicidad si sabemos cómo disfrutarlo, estando más tiempo en casa. Tener actividad dentro del espacio casero es algo que se propicia.

 Una de las actividades que pueden disfrutarse en nuestro ambiente personal, es revisar los libreros. Cuando nos damos la opción de descubrir qué libros nos gustaría volver a leer y cuales pueden ya tomar caminos para que otras personas los disfruten, estamos dándonos y dando vida.

El amor bien entendido comienza desde que nos respetamos y ordenamos.  No podríamos alcanzar la redondez activa, si estamos viviendo con desorden.

Darnos amor a nosotros mismos es lo mismo que con constancia reordenarnos por fuera y por dentro. Dos de los místicos de todos los tiempos nos hablan de esa palabra que tanto se ha manoseado y que seguro nos es muy necesario volver a comprender con nuevos sentidos. El amor, también es orden, el amor también es donación y es equilibrio y ni quien objete que el amor es creatividad. Un texto que nos da Santa Teresa de Jesús al respecto del actuar amoroso, dice así:

-Usé siempre hacer muchos actos de amor, porque encienden y enternecen el alma-

Respetarnos con nuestros propios tiempos y con nuestras propias propuestas nos ayuda a comprender mejor que significa respeto hacia los demás.

En el caso de San Juan de la Cruz me encanta como solo hablando de lo que para él es el amor, nos define como la acción puede estar en ámbitos de este sentimiento cuando hay equilibrio y nos dice:

-El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa-.

Es cierto. El cansancio a veces responde a desorden o a como nos organizamos.  Estar rumiando de más lo que tal vez ya hay que soltar, es un ejemplo. La energía se resguarda mucho mejor cuando, como decía mi madre: -Por favor, eviten ir dos veces el camino-. Es decir, tener que repetir acciones porque se hicieron a destiempo.

Saber que en nosotros mismos está el encuentro con los equilibrios y como organizamos ese mandala vital, cuales colores disponemos para que el día sea fluido, sin importar si no se logra todo y sabiendo que la vida con su continuo devenir nos dará tiempos nuevos. Todo mandala se descuadra cuando queremos abarcar de más, como si le quisiéramos robar tiempo al tiempo. Quien se esfuerza sin sentido, es más seguro que se agote, teniendo que volver a empezar. Alguna vez he escuchado que es de sabios volver a empezar. Volver el camino no es lo más deseable, mas si así se da, habremos de hacerlo con gusto.

Cuando cultivamos el orden, nos damos cuenta cuanto los tiempos están a nuestro favor, de pronto nos queda más que claro que esos espejismos de creer que no tenemos tiempo para nada, no son tan reales, así aparecen momentos que se abren grandiosos para que apliquemos un nuevo color, un nuevo sentido a lo que estamos viviendo.

C.S. Lewis, refiriéndose a lo que podríamos sentir quienes ya peinamos canas, cuando creemos que la vida se nos cierra, nos dice:

-Nunca eres demasiado viejo para ponerte otra meta o tener un nuevo sueño-.

Los sueños propiamente, esos que queremos realizar en la vida, no se inventan. Es claro que para un matemático su sueño más profundo no será cocinar (tal vez lo haga como un pasatiempo) así como un chef no podrá centrar su sueño más profundo en cruzar el Canal de la Mancha a nado, mas si es algo que se propone de fondo y lo propicia, es seguro que lo logre.

 Es posible y recomendable tener actividades totalmente divergentes a lo que soñamos de fondo, mas ir cumpliendo el sueño del centro del mandala vital que nos define, podríamos decir que es primordial. Tener la disciplina necesaria.

En la observación del valor de lo cotidiano, uno aprende a sentir que en el encuentro con lo que más apreciamos, está presente lo que nos da vida.

Así, en estos momentos que escribo me voy encontrando en la revisión del cuaderno número 61. Con ese mismo daremos inicio a lo próximo. (Continuará)

 

 

 

 

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