jueves, 3 de marzo de 2022

 

De la vida diaria.       

Un museo vital. (3) (Compartido)

Conocer nuestras piezas clave, propiciará la luz en la vida de cada día. MJ

 

Es un hecho que en las vitrinas de la vida misma (en las acciones que vivimos cada día) encontraremos nuestras piezas personales que son clave y únicas, esos motores que nos dan la energía para continuar y no desfallecer. Conforme avanzamos por el museo de nuestra vida, vamos percibiendo y notando cómo lo  determinante, va dando sentido al derrotero, la felicidad está a la mano y aunque a veces sentimos que se nos escapa, pervive en los gozos. Si sentimos una combinación entre gozo y serenidad, vamos por buen camino. El tiempo necesario en cada espacio así como las pausas bien dadas en las acciones, nos darán la certidumbre y aprenderemos a soltar la paja.  La paja a veces contiene demasiado despojo inservible y nos nubla, solo hay que cuidar que no se opaque la certeza. Es un arte dejar asentarse al tiempo, en la vida de hoy nos pueden ganar las prisas de lo urgente, mas no hay que olvidar que habrán lecciones muy validas cuando todo se asienta.

Quienes tenemos la costumbre de escribirnos, también tratamos al tiempo como a un aliado para volver a interpretar. A veces los propios textos parecen ajenos y como si hubiéramos sido otra persona en el momento que fueron escritos. Interpelar a la vida, pedirle que de nuevo nos dé su propia versión ya con los años transcurridos, es una magnifica manera de dar respiros de gratitud. Observar a distancia y sacar en claro lo que nos ha marcado para que sea parte del presente, desaprender. Al volver a nosotros mismos, sea de la forma que elijamos (tan solo recordar puede ser un camino muy válido, y si nos hemos alejado del sitio en donde crecimos o vivimos en tiempos idos, volver siempre da certezas) y que cuando pareciese que se abruma la vida, cuando da la impresión de que se amontona todo, en realidad es tan solo el espejismo para poder deslindar la mies de la semilla. En realidad lo que sucede es que todo se ajusta. Las vitrinas se renuevan y el museo vital permite percibir las piezas al centro, para volver a ellas con nueva visión.

El cómo, el cuándo y el porqué, que todos los niños tienen en sus primeras etapas de vida, debería permanecer más en la adultez, ese latido natural de asombros diarios es algo que hay que cultivar en los críos  y también en los adultos. Cuando alguien de quienes nos rodean hable de las cosas más triviales, hay que darle ese espacio para verbalizar. El asombro, es como un corazón invisible que late constante al lado del corazón físico, es un don que si lo percibimos con atención, nos dará coloridos especiales cada día ayudando a hacer especial la vivencia más sencilla.

En lo personal creí que algún día de estos de la vida diaria, conforme iba avanzando en la madurez y lograba soltar concepciones obsoletas, de pronto sabría a ciencia cierto cual era mi ritmo definitivo,  ese devenir  sin sobresaltos ni mayores cambios que a veces anhelamos, mas he llegado a comprender que en la medida que conozco mis flujos personales y centrales se incrementa el gozo diario para la felicidad, esa que abarca mas y se concreta de apoco y a su ritmo. Siempre hay modos que afinar, cambiar es la esencia de nuestro ser, ver de nuevo y regresar a una vitrina que nos marcó. Siempre hay oportunidad de regresar al museo muchas  veces. El buen flujo no es tener todo claro a la primera de cambio. A veces, el espíritu se nulifica para dejar paso al homo, porque ¿De qué otra manera se refuerza la conciencia que apoyada en los eventos que se materializan a diario?  Y otras veces sentimos el flujo tan claro desde dentro que nos da la impresión que las tareas fluyen solas, dice el zen: La felicidad es una suma de gozos y como no todos vienen juntos, saber entretejerlos es un aspecto de la actitud creativa. Es muy importante saber que lo que hemos escuchado y hasta creído que es la felicidad no cuadra igual para todos los seres humanos.

Una niñez estable, no es garantía de felicidad.

Los niños no son mascotas que aprenden como por ensayo/error y mucho menos por aleccionamientos condicionados. La estabilidad   no es garantía de saber implementar el gozo, eso se va aprendiendo día con día. Explorar, descubrir, dejar ser. La semana pasada mi nieto desarmó (literalmente no dejó pieza sobre pieza) tres portarretratos de casa, de pronto su mamá se preocupó de que fuera a romperlos, observando el interés del niño tan solo le calmé diciéndole que era mas importante lo que estaba encontrando dentro de esa aventura que los objetos en sí. Fue una maravilla porque no solo les habló y conversó  a las personas de las fotos (como si fueran seres vivos) sino que los marcos también cobraron vida y hablaron entre sí. Hubo un dialogo maravilloso. Ya a muchos nos queda claro cómo se aprende y como los adultos reaprendemos viendo a los niños investigar. A veces ya en la plena adultez nos preguntamos de donde nacen ciertos sentimientos que son recurrentes, en lo personal no disfruto mayormente de los festejos grandes y ruidosos, y venidos  a averiguar una vez pasados los tiempos (recordando la niñez básicamente con piñatas y demasiado movimiento) que eso nunca fue lo mío. Hay que observar el modo de cada crio. La pandemia sí que nos cambió la vida y los modos de celebrar han tomado visos insospechados, ahora se festeja muy diferente, me da la impresión que es más conciso y preciso, lo que creo que es un aporte a los modos demasiado estridentes.

En lo personal en mi niñez, fue muy determinante la motivación que recibí para plasmar, asunto que me hizo centrarme en esos menesteres.  Me ha tomado tiempo comprender la certeza de ese gozo tan central en mí. He escrito muchísimo sobre eso porque me llevó años llegar al momento de desarrollar las técnicas tan anheladas de los lápices, reprochándome que debía haberlo hecho mucho antes,  (nada llega antes ni después de su preciso momento) he introspectado bastante en ese camino.  Estoy recuperando en mis textos todo lo que me significaron. Entre lo que voy recordando me encuentro como a fines de año una tía solía  llevarme a comprar regalos. Llegábamos con idea de ver todo lo que había en la tienda, la paseábamos completa mientras yo solo quería llegar a las vitrinas de los lápices. Me extasiaba observar las diferencias. Obviamente me daba por mi lado, porque me dejaba comprar algunas de esas maravillas que lo eran todo  para mí (y no precisamente importantes para ella) para luego regalarme alguna muñeca y juguetes que ella decidía eran buenos para mí desarrollo, sin imaginar que tan solo eran para pasar a ser mas adorno que juego, en el entorno quieto de mi habitación. El espacio de la casa mucho más dinámico para mí y que fue por mucho mi preferido, era donde los restiradores de mi padre cobraban vida, ofrecían todo para dibujar y hacer acuarelas.

Me tomó un buen tiempo comprender que ese quehacer fuera concebido  como un centro, así se gestan las motivaciones y no hay edad establecida, pueden surgir aun en la adultez. Nada se solventa plenamente tan solo  con medios materiales, el espíritu mantiene vivo eso que nos hace vibrar de un modo especial y de esas combinaciones surgen los verdaderos placeres, disfrutar de lo que más nos gusta con creatividad es de los gozos más grandes que puedan existir.

 Es bueno pensar que la madurez nos ayuda a tener más claridad en lo que es clave, surge la luminosidad para que esa vibración se convierta en felicidad real. El eterno acicate que nos hace siempre estar en lo que estamos aun habiendo muchas actividades por hacer. Encontrar los espacios, los tiempos y como  dice el zen: quien no está en lo que está ¿en dónde está?

Es un hecho que podemos perdernos en el mar de propuestas de nuestro museo vital, cuando no nos tomamos el tiempo para depurar lo que habrá de dejarse pasar  así como tener claro lo que habrá de irse para siempre, dando su espacio a lo que en verdad amamos.

                        La vida de cada día es ambivalente. Lo dice muy claro Montaigne. Solo se mantiene el equilibrio entre las dualidades cuando hacemos caso a la voz interna que habremos de aprender a escuchar.MJ

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                        

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