miércoles, 8 de junio de 2022

 

De la vida diaria.

Mar, inspiración y pintura. (4)

Exigirnos de manera irreflexiva, nos puede quebrar. MJ

 

Como ya hemos podido observar, los intereses que el espíritu demanda a la hora de hacer plástica nacen del entorno mismo, no tendríamos por qué salirnos de esa circularidad personal para encontrar lo que se desea plasmar. Lo que sí es una realidad es que para dar todo el potencial creativo en cualquier ámbito, es recomendable mantener cierto humor que solo de nosotros depende. Hay en mis textos pasajes y más pasajes en los que tengo claro lo que quiero pintar y no le llega el momento. Con el tiempo tuve que aprender a que se crease ese momentum, y solo se crea con una buena dosis de originalidad ya que el momento perfecto como tal no existe.

Con el paso de los años me doy cuenta cómo se refleja en mis escritos añosos las exigencias que me proponía, para luego encontrar a la vuelta de una página (en las revisiones de fin de mes) que muchos ideales se posponían para luego nunca cumplirse. En verdad que a veces nos exigimos de más y en acciones que tal vez nos ocupan en demasía sin ser tan importantes. Ahora que releo, me centro en esas revisiones periódicas con más atención, están a veces escritas con otro color de tinta y me dejan claro esto de la diferencia entre deseos cumplidos y preferencias.

¿Fui infiel a mis deseos? Me llegué a preguntar en un momento dado, ahí mismo al final de una revisión. Y yo misma me contesto  con claridad: Desear no es lo más oportuno, hay que fomentar la disciplina de optar. Forzar a veces se siente fácil, más puede quebrarnos.

La vida misma se encarga de ir abriendo puertas de Bien, y lo pongo así con mayúscula porque una cosa es el bien y otra muy diferente ese que llega con más luz. Así sucedió en esta etapa con una muy especial y muy apreciada amiga, que de pronto al hacernos partícipes de un proyecto que venía realizando nos hizo un enorme honor: Participar en él. Paloma Bello, escritora y gran amante de todas las artes y la cultura logró durante un lapso de tiempo bastante amplio (1994 a 2004) dirigir realizar y publicar en Nuevo Laredo, la revista Cariátides. Una revista de formato artesanal que propicio una abierta y esplendida creatividad, se apoyó tan solo en donaciones y buenas voluntades para su existencia. Estaba Paloma de visita en la ciudad de Mérida (vivía entonces en Nuevo Laredo su lugar de residencia de casada) y nos animó, mi esposo colaboro con textos así como yo con algunos diseños en técnica mixta. En una ocasión los dibujos del taller de creatividad de los niños a los que yo motivaba también fueron parte de esta publicación. Es importante saber cuánto esfuerzo y creatividad puso Paloma con puntualidad en  cada número, que salía de un horno especialísimo con sus propios olores, sabores y colores como una entidad única e irrepetible, llegaba en el cierre de cada estación del año, es decir cada tres meses. Fue un honor ser invitados a dar nuestro granito de arena. Cuando ya se dio el cierre e iba a concretarse la edición final,  nuestra amiga me propuso realizar el diseño para cada portada y fue así como eligiendo dos de los días de la semana, el sábado (verde) así como el lunes (sepia muy claro), las realice. Ella me envió los lienzos y una vez listos vieron la luz en la última edición, la numero 45.

Todo lleva en sí mismo una circularidad y Paloma supo cuando dar por concluida esta etapa.

No existe el  cansancio vital y menos el físico, cuando la motivación lleva sentido. Solo se cansa quien no comprende lo irrelevante que  nace del incremento que se da entre lo que pensamos y lo que se concreta en la realidad, cuando logramos que exista armonía entre pensamiento y obra deja de importar el esfuerzo o su exigencia.

No importa lo que nos toca vivir, una premisa invaluable  es:

Amar lo cotidiano.

Saber que las perfecciones no existen, mas el buen trabajo realizado siempre aporta un enorme bien, ese que perdura, ese que se transforma. En cada amanecer con el  acomodo que le damos a nuestras tareas domésticas podremos encontrar el halo de sabiduría más eterna y digna de nuestra especie. Cuando sale el sol y entra por nuestras rendijas sagradas, no solo permea los resquicios de nuestras ventanas sino que llega debajo de la piel si así lo permitimos para percibir mucho mejor. Un buen café nos puede dar la energía necesaria para todo el día, un poco de mantequilla sobre el pan, o el olor a tocino recién hecho, aun sin ser lo mío lo de las viandas he vivido rodeada de gente que ama cocinar y preparar un entorno para tomar los alimentos con gracia y he aprendido un poco de ellos. A veces me toca hacer esos menesteres y los hago con gusto, no sin antes programar mi mente. Como decía un tío muy querido, (que se fue joven de este mundo) -Uno puede desenvolverse muy bien en la tragedia.- Y sí,  lo que no es parte de nuestros gustos puede parecer trágico, está en manos de uno mismo convertirlo en gozo.

 Creemos de más en las propuestas mercadológicas para esa felicidad cotidiana, a veces nos lleva más la vida por lo que esperan los demás, que por lo que nos define a nosotros mismos. Como cuando nuestras abuelas decían que alguien era más un farol de la calle, que luz de su propia casa. Eso mismo pasa cuando hacemos plástica, los temas nos ganan la partida dejando de lado lo que realmente nos mueve.

La creatividad de los entornos tiene su propia voz, y hay que saberlo para disfrutarlo. Se deja de valorar lo que nos llega de generaciones pasadas, esas cosas que nos evocan a los seres que las utilizaron con anterioridad. Tengo la ventura de tener muebles diseñados por mi padre y no los cambiaría por ninguna moda que pudiera hacerme caer en banalidades falsas de mejoras. No hay mejora, si el objeto no nos dice nada. Querer exactamente lo que nos aporta en lo emocional aunque estén pasados de moda o tengan que ser de otro color al que pareciera más adecuado a la decoración. La carga emotiva  de un recinto hay que cuidarla y protegerla. Un cuadro no se cuelga porque tenga cierto colorido que haga juego, más bien se disfruta porque conlleva emoción por lo que es en sí mismo  y representa como tal. Me llevó un poco de tiempo lograr vivir sin la exigencia obtusa de una perfección total, para dar paso a lo que se hace genuino y  que aún lo deteriorado por el paso del tiempo lleva sentido. No todas las paredes con moho han de restaurarse, ni todos los maceteros han de ser nítidamente perfectos, me esmeré mucho en el pasado por estarlos cambiando y renovando. Ya no. He regalado a veces obra que yo he realizado, por malas venturas  me entero que se humedeció, que se rompió y que los recipiendarios  la tiraron a la basura o que las perdieron en cambios de casa, llegue a sentir tristeza por esto. Ya no. Hay cosas y acciones que cumplen su cometido dure lo que dure, es problema del que recibe saber valorar. Una época que se cuenta en años, diseñé tarjetas numeradas para dar a mis amigos en Navidad. En una ocasión deje la tarjeta en el buzón de la casa de su destino, ya que no obtuve respuesta a mi llamado en la puerta. Por alguna razón tuve que regresar, al timbrar de nuevo me abrió el jardinero, junto a él estaba el perro de la casa devorando mi tarjeta como si fueran las croquetas mas apetitosas, estaba totalmente hecha trizas. Me quede atónita. No decir nada dice mucho más que mil palabras, tal vez ¿el creyó que era uno de esos anuncios que depositan hoy día  por miles en los buzones? Si la vida misma es efímera ¿Cómo pensar que una simple tarjeta hecha a mano especialmente para alguien no iba a serlo? De la misma manera sé y me consta como algunas personas han hecho parte de su entorno mis sencillas acuarelas de fin de año. Empezando este siglo realice las últimas para nunca más y cerrar ese ciclo.

Habremos de quedarnos siempre con las buenas intenciones, aunque estas se conviertan a veces en aire.

 ¿Cuántos de nosotros aún tenemos un teléfono fijo en casa?

Con toda naturalidad he escrito de mi asombro de ver llegar los celulares, porque poco a poco fueron desplazando a los teléfonos fijos.

Hoy día recuerdo cuando decíamos que las llaves del automóvil se habían quedado asentadas en la mesita del teléfono. Ese artefacto que hoy día ha pasado a ser parte de la historia (aunque no se ha ido del todo) nos crea nostalgias emotivas. En la casa de mi niñez el teléfono estaba colgado en la pared, debajo había una mesita singular de forma un tanto triangular con una base de hierro pintado de verde limón, (un color muy presente en mi infancia) mi madre se sentada algunos días a mediodía y hacía el pedido de la mercancía, (así se le decía al pedido de la compra para la semana) que llegaba en una caja de cartón, hasta la puerta de la casa. Eso quedó en desuso, hasta que volvió a ser el pan nuestro de cada día por la pandemia. 

¿Acaso esto no nos hace pensar en la circularidad de las costumbres y de los eventos? Hablaremos de lo circular más adelante.

                          Como dice Miguel Ruiz en Los Cuatro Acuerdos:

-Hacer con todo lo mejor que podamos, o la paz se verá afectada-.

A veces ni haciendo todo lo posible que creemos nos corresponde realizar, se logra la paz. Esto nos habla de que no hemos dado al clavo de su presencia real en cada acción de cada día, porque no es cuantitativa la paz,  tiene todo que ver con la calidad de la vivencia, de la percepción de cada momento.

Los propósitos vitales pueden ser espontáneos, mucho más si estamos en un proceso creativo y son muy validos con la dosis de trascendencia que les toca, desde un sencillo baño de mar, hasta el asombro que su inmensidad  nos deja en el alma. Los asombros de hoy día son de diferente  índole, lo más deseado es que aun existan esas nimiedades que logren robarnos el aliento. MJ

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario