De
la vida diaria.
Mar,
inspiración y pintura. (4)
Exigirnos
de manera irreflexiva, nos puede quebrar. MJ
Como
ya hemos podido observar, los intereses que el espíritu demanda a la hora de
hacer plástica nacen del entorno mismo, no tendríamos por qué salirnos de esa
circularidad personal para encontrar lo que se desea plasmar. Lo que sí es una
realidad es que para dar todo el potencial creativo en cualquier ámbito, es
recomendable mantener cierto humor que solo de nosotros depende. Hay en mis
textos pasajes y más pasajes en los que tengo claro lo que quiero pintar y no
le llega el momento. Con el tiempo tuve que aprender a que se crease ese momentum, y solo se crea con una
buena dosis de originalidad ya que el momento perfecto como tal no existe.
Con
el paso de los años me doy cuenta cómo se refleja en mis escritos añosos las exigencias
que me proponía, para luego encontrar a la vuelta de una página (en las
revisiones de fin de mes) que muchos ideales se posponían para luego nunca
cumplirse. En verdad que a veces nos exigimos de más y en acciones que tal vez
nos ocupan en demasía sin ser tan importantes. Ahora que releo, me centro en
esas revisiones periódicas con más atención, están a veces escritas con otro
color de tinta y me dejan claro esto de la diferencia entre deseos cumplidos y
preferencias.
¿Fui
infiel a mis deseos? Me llegué a preguntar en un momento dado, ahí mismo al
final de una revisión. Y yo misma me contesto
con claridad: Desear no es lo más oportuno, hay que fomentar la
disciplina de optar. Forzar a veces se siente fácil, más puede quebrarnos.
La
vida misma se encarga de ir abriendo puertas de Bien, y lo pongo así con
mayúscula porque una cosa es el bien y otra muy diferente ese que llega con más
luz. Así sucedió en esta etapa con una muy especial y muy apreciada amiga, que
de pronto al hacernos partícipes de un proyecto que venía realizando nos hizo
un enorme honor: Participar en él. Paloma Bello, escritora y gran amante de
todas las artes y la cultura logró durante un lapso de tiempo bastante amplio
(1994 a 2004) dirigir realizar y publicar en Nuevo Laredo, la revista
Cariátides. Una revista de formato artesanal que propicio una abierta y
esplendida creatividad, se apoyó tan solo en donaciones y buenas voluntades
para su existencia. Estaba Paloma de visita en la ciudad de Mérida (vivía
entonces en Nuevo Laredo su lugar de residencia de casada) y nos animó, mi
esposo colaboro con textos así como yo con algunos diseños en técnica mixta. En
una ocasión los dibujos del taller de creatividad de los niños a los que yo
motivaba también fueron parte de esta publicación. Es importante saber cuánto
esfuerzo y creatividad puso Paloma con puntualidad en cada número, que salía de un horno especialísimo con sus propios
olores, sabores y colores como una entidad única e irrepetible, llegaba en el
cierre de cada estación del año, es decir cada tres meses. Fue un honor ser
invitados a dar nuestro granito de arena. Cuando ya se dio el cierre e iba a
concretarse la edición final, nuestra amiga
me propuso realizar el diseño para cada portada y fue así como eligiendo dos de
los días de la semana, el sábado (verde) así como el lunes (sepia muy claro),
las realice. Ella me envió los lienzos y una vez listos vieron la luz en la última
edición, la numero 45.
Todo
lleva en sí mismo una circularidad y Paloma supo cuando dar por concluida esta
etapa.
No
existe el cansancio vital y menos el
físico, cuando la motivación lleva sentido. Solo se cansa quien no comprende lo
irrelevante que nace del incremento que
se da entre lo que pensamos y lo que se concreta en la realidad, cuando
logramos que exista armonía entre pensamiento y obra deja de importar el
esfuerzo o su exigencia.
No
importa lo que nos toca vivir, una premisa invaluable es:
Amar
lo cotidiano.
Saber
que las perfecciones no existen, mas el buen trabajo realizado siempre aporta
un enorme bien, ese que perdura, ese que se transforma. En cada amanecer
con el acomodo que le damos a nuestras tareas domésticas podremos
encontrar el halo de sabiduría más eterna y digna de nuestra especie. Cuando
sale el sol y entra por nuestras rendijas sagradas, no solo permea los
resquicios de nuestras ventanas sino que llega debajo de la piel si así lo
permitimos para percibir mucho mejor. Un buen café nos puede dar la energía
necesaria para todo el día, un poco de mantequilla sobre el pan, o el olor a
tocino recién hecho, aun sin ser lo mío lo de las viandas he vivido rodeada de
gente que ama cocinar y preparar un entorno para tomar los alimentos con gracia
y he aprendido un poco de ellos. A veces me toca hacer esos menesteres y los
hago con gusto, no sin antes programar mi mente. Como decía un tío muy querido,
(que se fue joven de este mundo) -Uno puede desenvolverse muy bien en la
tragedia.- Y sí, lo que no es parte de
nuestros gustos puede parecer trágico, está en manos de uno mismo convertirlo
en gozo.
Creemos de más en las propuestas mercadológicas
para esa felicidad cotidiana, a veces nos lleva más la vida por lo que esperan
los demás, que por lo que nos define a nosotros mismos. Como cuando nuestras
abuelas decían que alguien era más un farol de la calle, que luz de su propia casa.
Eso mismo pasa cuando hacemos plástica, los temas nos ganan la partida dejando
de lado lo que realmente nos mueve.
La
creatividad de los entornos tiene su propia voz, y hay que saberlo para
disfrutarlo. Se deja de valorar lo que nos llega de generaciones pasadas, esas
cosas que nos evocan a los seres que las utilizaron con anterioridad. Tengo la
ventura de tener muebles diseñados por mi padre y no los cambiaría por ninguna
moda que pudiera hacerme caer en banalidades falsas de mejoras. No hay mejora,
si el objeto no nos dice nada. Querer
exactamente lo que nos aporta en lo emocional aunque estén pasados de moda o
tengan que ser de otro color al que pareciera más adecuado a la decoración. La
carga emotiva de un recinto hay que cuidarla y protegerla. Un cuadro no
se cuelga porque tenga cierto colorido que
haga juego, más bien se disfruta porque conlleva emoción por lo que es en
sí mismo y representa como tal. Me llevó
un poco de tiempo lograr vivir sin la exigencia obtusa de una perfección total,
para dar paso a lo que se hace genuino y que aún lo deteriorado por el paso del tiempo
lleva sentido. No todas las paredes con moho han de restaurarse, ni todos los
maceteros han de ser nítidamente perfectos, me esmeré mucho en el pasado por
estarlos cambiando y renovando. Ya no. He regalado a veces obra que yo he realizado,
por malas venturas me entero que se
humedeció, que se rompió y que los recipiendarios la tiraron a la basura o que las perdieron en
cambios de casa, llegue a sentir tristeza por esto. Ya no. Hay cosas y acciones
que cumplen su cometido dure lo que dure, es problema del que recibe saber
valorar. Una época que se cuenta en años, diseñé tarjetas numeradas para dar a
mis amigos en Navidad. En una ocasión deje la tarjeta en el buzón de la casa de
su destino, ya que no obtuve respuesta a mi llamado en la puerta. Por alguna
razón tuve que regresar, al timbrar de nuevo me abrió el jardinero, junto a él
estaba el perro de la casa devorando mi tarjeta como si fueran las croquetas
mas apetitosas, estaba totalmente hecha trizas. Me quede atónita. No decir nada dice mucho más que mil palabras, tal vez ¿el creyó que era uno de
esos anuncios que depositan hoy día por
miles en los buzones? Si la vida misma es efímera ¿Cómo pensar que una simple
tarjeta hecha a mano especialmente para alguien no iba a serlo? De la misma
manera sé y me consta como algunas personas han hecho parte de su entorno mis
sencillas acuarelas de fin de año. Empezando este siglo realice las últimas
para nunca más y cerrar ese ciclo.
Habremos
de quedarnos siempre con las buenas intenciones, aunque estas se conviertan a
veces en aire.
¿Cuántos de nosotros aún tenemos un teléfono
fijo en casa?
Con
toda naturalidad he escrito de mi asombro de ver llegar los celulares, porque
poco a poco fueron desplazando a los teléfonos fijos.
Hoy
día recuerdo cuando decíamos que las llaves del automóvil se habían quedado
asentadas en la mesita del teléfono. Ese artefacto que hoy día ha pasado a ser
parte de la historia (aunque no se ha ido del todo) nos crea nostalgias
emotivas. En la casa de mi niñez el teléfono estaba colgado en la pared, debajo
había una mesita singular de forma un tanto triangular con una base de hierro
pintado de verde limón, (un color muy presente en mi infancia) mi madre se
sentada algunos días a mediodía y hacía el pedido de la mercancía, (así se le decía al pedido de la compra para la semana)
que llegaba en una caja de cartón, hasta la puerta de la casa. Eso quedó en
desuso, hasta que volvió a ser el pan nuestro de cada día por la
pandemia.
¿Acaso
esto no nos hace pensar en la circularidad de las costumbres y de los eventos?
Hablaremos de lo circular más adelante.
Como dice Miguel Ruiz en Los Cuatro Acuerdos:
-Hacer
con todo lo mejor que podamos, o la paz se verá afectada-.
A
veces ni haciendo todo lo posible que creemos nos corresponde realizar, se
logra la paz. Esto nos habla de que no hemos dado al clavo de su presencia real en cada acción de cada día, porque
no es cuantitativa la paz, tiene todo
que ver con la calidad de la vivencia, de la percepción de cada momento.
Los
propósitos vitales pueden ser espontáneos, mucho más si estamos en un proceso
creativo y son muy validos con la dosis de trascendencia que les toca, desde un
sencillo baño de mar, hasta el asombro que su inmensidad nos deja en el alma. Los asombros de hoy día
son de diferente índole, lo más deseado
es que aun existan esas nimiedades que logren robarnos el aliento. MJ
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