jueves, 11 de mayo de 2023

 

 D.L.V.D. Construir, Paz. (12)

 

Cuando las necesidades reales se confunden con las necesidades ficticias, estamos en problemas. MJ

                                                            Las mentes agrícolas se sintieron seguras. Fue grande el gozo de controlar los cultivos y hacer de ellos un bien para el futuro. Se almacenó el grano en los espacios destinados y al mismo tiempo, se almacenaba la serie de problemas creados por no tener la capacidad de visualizar las consecuencias de los actos. Todo acto conlleva otras acciones colaterales que es necesario percibir y contemplar y no es tan solo sentirnos seguros lo que cuenta. No nacimos visionarios, los humanos habríamos de desarrollar esa facultad. Construir y destruir pueden ser acciones consecuentes, mientras la destrucción sea menor, puede ser reversible. Bien lo sabemos ya, quien no visualiza las posibles nuevas situaciones ante cambios, esas mismas renovaciones se vuelven en contrasentido. Las consecuencias de los actos no previstas y más cuando son a largo plazo, pueden cobrar tributo caro.

La codicia de los excedentes es a veces mucho mayor que el beneficio directo. La paz que debe de proporcionar el tener de más, se confunde con la parte instintiva de acaparar, producto del miedo a lo vivido en periodos de escasez. Quien acumula de más, sin duda apela a su genética de la vida ancestral agrícola, mas si esto sirve para que los bienes sean proactivos, el bien se hace presente.

Los cazadores/recolectores prácticamente no producían excedente, la presa y la recolección se compartía en su totalidad ya que de otra manera el grupo corría el riesgo de fenecer.

 Ya en los albores de el sedentarismo la estabilidad de una aldea permanente tuvo consecuencias, entre éstas hubo las positivas como fue el saber utilizar adecuadamente los excedentes, mas no ha sido un logro total hasta el día de hoy.

La necesidad de más tierras alrededor del poblado establecido fue un imperativo. Fue un hecho que el establecimiento de los primeros asentamientos produjo protección contra las inclemencias temporales, los animales y otras adversidades. Las jerarquías sociales no se hicieron esperar, creando las primeras bases de divisiones entre los congéneres.

Se hace más grande el grupo y la diversidad no debería ser un obstáculo, mas, ¿Cuántos -deberíamos- habremos de analizar? Todos. Los necesarios, porque estar en armonía no es un una situación ni lateral ni menor, es básico. La convivencia armónica se ve comprometida y con lógica la historia ha interpretado que las divisiones crean antagonismos que no siempre son fáciles de resolver.

                                                 La agricultura confirmó la supremacía de la especie. De la nueva comunidad y modos agrícolas, se dejó de lado el bienestar del individuo. El tributo pagado (ya no digamos en especie) lo fue en aras de condicionar la felicidad. Se crean las élites y éstas se sienten separadas, esto demanda el trabajo esclavizado de una parte de los individuos, llegando al grado de decretar como algo natural la esclavitud.

¿Será que pudo haber la posibilidad de otras soluciones que no nos enfrentaran de este modo tan violento como especie? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que la esencia y característica de nuestra especie (no violenta por naturaleza) al verse en controversias puede tomar un camino violento, es decir la cooperación se convirtió en otra cosa diferente de lo que fue en los inicios. Nos volvimos desconocidos entre nosotros mismos y aunque ya se hace menester crear pensamientos abstractos que logran mantener a los grupos unidos, estos no fueron del todo asertivos y suficientes para la mayoría. Un pensamiento compartido es lo más fuerte para la unión grupal. Mientras se pueda decir que un Dios ha dictado un código, o que los principios sociales que nos unen son para beneficio de todos, parece que el fin se logra, mas las épocas actuales nos confirman que no siempre es asi.

El precio del avance conseguido ha cobrado cara la factura.

Y dice Yuval, -la moneda de la evolución no es el hambre ni el dolor, sino copias de hélices de ADN. - estamos más decididos a dejar descendencia, que a crear nuevos modos en los que esa misma descendencia pueda vivir y convivir mejor.

                                                    No se le ha dado valor a la convivencia armónica.

 Pareciera que es destino genético el crear controversia. Algunas veces estás interacciones negativas nacen del dolor interior de estar sometidos a jornadas de trabajo insatisfactorias. Parte de nuestra biología nos exige la reproducción masiva y son pocos los que se detienen a pensar en estas consecuencias. Las mentes claras algunas veces están copadas por ideologías demandantes que no velan por la paz o la felicidad del individuo, sino por los dividendos que se obtienen de los esfuerzos, sean comunes o sean individuales. Nadie quiere perder el orden logrado si éste le ha beneficiado, no importa cuánto esfuerzo se haya desplegado. Habremos de entender que, aunque anclados en un mundo biológico que nos sustenta, este modo natural no tiene todas las respuestas, ni tampoco son las acciones mecánicas las que nos sacaran de los atolladeros, solo las mentes que logren comprender que somos la misma especie, harán los cambios funcionales.          

El bien común es utópico, ninguna sociedad lo procura en la realidad, las mejoras en grupos concretos y más pequeños van siendo más realistas.

Las aportaciones relevantes están vinculadas con la mente, con las propuestas y no solo con las luchas de poder. Si hemos de gritar e implorar por algo, es conveniente que sean propuestas de cambios reales.

Las condiciones de vida importan e importan mucho. Nadie tiene porque pasar hambre si existen graneros cuajados de granos para hacer el pan de cada día. No hemos venido al mundo a vivir en una multifuncionalidad opresora, y comprender que mientras algunos no tengan una vida digna ninguno de nosotros la podremos tener completa. Tal vez tengamos dignidad a medias en el mundo y eso sea suficiente para algunos, pero eso no es el ideal de fondo. El ser humano no es dueño de la creación y las soluciones han de ser conscientes y concretas.

No es poca cosa que las comunicaciones ya han dado pie a la cultura global, ¿para qué? No tan solo para crear memes en las redes, sino para que se piense con más unidad y los cerebros que sean capaces den soluciones reales. Lo bueno es que en algunos ámbitos esto ya se está concretando.

Cuando vemos a los niños de la calle vivir dentro de las coladeras del sistema interno de aguas negras, es cuando nos debe quedar claro que la especie no ha sido capaz de vivir su centro digno. Porque, aunque no a todos nos compete soluciones directas a problemas concretos, si podremos tener la conciencia y saber que mucho se origina por ignorancia.

Estamos viviendo una existencia que ni por asomo responde a las capacidades reales del cerebro sapiens. En algunos ámbitos somos más bien, nonsapiens. Si fuera necesario desandar, revalorar y parar el mundo en función a revertir en lo que haga falta, sería muy válido.

Hemos tenido tiempo de tener claros los errores cometidos como especie.

 No somos totalmente conscientes de lo que somos capaces. Eso ya las nuevas generaciones lo conciben mejor, muchos jóvenes están preocupados porque ven el gran deterioro, no solo de algunos ecosistemas sino de la especie misma.

Cuando se dio inicio a la agricultura no se percibieron los reveces negativos de un solo golpe, fue un proceso con sus fases y ciclos y como no estamos acostumbrados a valor esos entreactos, se sigue de frente cargando problemas.

¿Podríamos decir que nos ganó la ambición? En cierto sentido sí. Solo pasados los años nos damos cuenta que algunas veces las mejoras no se traducen en libertad y mucho menos en felicidad y paz. He ahí el falso concepto de ésta última. Si nos colgamos al cuello las mejoras y no nos damos cuenta qué tanto nos esclavizan ¿Qué hemos logrado? Tal vez una satisfacción virtual, asunto que a fin de cuentas habla de una felicidad limitada. No se es feliz porque se acumulen bienes, se es feliz porque tenemos claro el camino.

Tal vez, aun seguimos siendo una especie que tiene como una prioridad entre muchas, mostrar, esa necesidad de decir que tenemos un poder interno, exactamente como lo hacen los chimpancés cuando muestran sus amplias dentaduras. No se puede vivir desdeñando las características que pueden tener un asiento de calidad. Siempre las cantidades son más evidentes que las cualidades, estas últimas no siempre se entienden como un valor real.

Las grandes ciudades parece que proporcionan todo aquello que cualquier humano podría aspirar dentro de los deseos de una vida civilizada, mas hoy día ya hay un detrimento en la calidad de vida, es muy evidente como la migración hacia las pequeñas urbes es una realidad, se busca tranquilidad y con ello paz.  ¿Que depara en el futuro a las grandes urbes? No lo sabemos de hecho, pero de derecho nos queda claro que podrían volverse pequeñas entidades separadas, comandadas y habitadas por menos personas.

Calibrar las consecuencias de las acciones no es precisamente lo más inteligente que ha desarrollado el sapiens, el canto de las sirenas nos encanta. Los recursos se crean para la libertad y por ende puede decirse que quien es más libre puede ser más feliz y vivir mucho más en paz.

Yuval nos dice que cuando los lujos se convierten en una necesidad, se pueden convertir en un dogal que no todos perciben como tal, si las necesidades se convierten en demandas, no son del todo justas.

La ideología y ni que decir la cultura, son factores de una civilización que existe ante todo para la felicidad de sus miembros y si una parte de éstos no está siendo feliz, el objetivo ha sido trastocado.

El sentido del arte es clave. En los últimos tiempos ha tomado un camino de mercancía y hemos observado atrocidades como la venta irracional en relación entre lo que se ofrece como obra y lo que se paga por ese bien. Son como modalidades de la actualidad en la que el individuo paga por estar presente. La masificación da terror, cuando vemos que las acciones dejan de ser de valor humano, y se convierten en mercado por el mercado mismo.  Pagar cientos de miles de dólares por una fruta pegada con cinta adhesiva a una pared (aunque caiga dentro de los ámbitos de la libertad de acción) no es congruente como un asunto de total cordura. Nadie duda de la originalidad del acto de un artista que se atreve a semejante expresión, pero que además haya una persona capaz de desembolsar esas cantidades es en sí mismo un fenómeno para analizar.

El arte antes que nada es liberador. Que algunos lo utilicen como mercancía (así sea para vivir) puede ser noble, pero no toda la nobleza conlleva valor humano. Las variantes oportunistas están a la orden del día en el crecimiento desmedido de las urbes, bien se dice que: A mar revuelto, ganancia de pescadores.  Y digo mar, aunque me queda claro que este dicho apela a un rio, hoy día ya las urbes son mares de gente.

Y dice Yuval: … -la perspectiva evolutiva es una medida incompleta del éxito-

Podemos percibir en los indicios de nuestra civilización, que desde muy pronto apareció el sufrimiento, y no hablamos en función al que sabemos es parte de la especie como lo es entre otros la enfermedad, hablamos de los errores que parecen irremediables, ¿estaremos a tiempo? (Continuará) MJ

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