D.L.V.D.
Construir, Paz. (12)
Cuando las necesidades reales se confunden con las
necesidades ficticias, estamos en problemas. MJ
Las mentes agrícolas se sintieron
seguras. Fue grande el gozo de controlar los cultivos y hacer de ellos un bien
para el futuro. Se almacenó el grano en los espacios destinados y al mismo
tiempo, se almacenaba la serie de problemas creados por no tener la
capacidad de visualizar las consecuencias de los actos. Todo acto conlleva
otras acciones colaterales que es necesario percibir y contemplar y no es tan
solo sentirnos seguros lo que cuenta. No nacimos visionarios, los humanos
habríamos de desarrollar esa facultad. Construir y destruir pueden ser acciones
consecuentes, mientras la destrucción sea menor, puede ser reversible. Bien lo
sabemos ya, quien no visualiza las posibles nuevas situaciones ante cambios,
esas mismas renovaciones se vuelven en contrasentido. Las consecuencias de los
actos no previstas y más cuando son a largo plazo, pueden cobrar tributo caro.
La codicia de los excedentes es a veces mucho mayor que
el beneficio directo. La paz que debe de proporcionar el tener de más, se
confunde con la parte instintiva de acaparar, producto del miedo a lo vivido en
periodos de escasez. Quien acumula de más, sin duda apela a su genética de la
vida ancestral agrícola, mas si esto sirve para que los bienes sean proactivos,
el bien se hace presente.
Los cazadores/recolectores prácticamente no producían
excedente, la presa y la recolección se compartía en su totalidad ya que de
otra manera el grupo corría el riesgo de fenecer.
Ya en los albores
de el sedentarismo la estabilidad de una aldea permanente tuvo consecuencias,
entre éstas hubo las positivas como fue el saber utilizar adecuadamente los
excedentes, mas no ha sido un logro total hasta el día de hoy.
La necesidad de más tierras alrededor del poblado
establecido fue un imperativo. Fue un hecho que el establecimiento de los
primeros asentamientos produjo protección contra las inclemencias temporales,
los animales y otras adversidades. Las jerarquías sociales no se hicieron
esperar, creando las primeras bases de divisiones entre los congéneres.
Se hace más grande el grupo y la diversidad no debería
ser un obstáculo, mas, ¿Cuántos -deberíamos- habremos de analizar?
Todos. Los necesarios, porque estar en armonía no es un una situación ni
lateral ni menor, es básico. La convivencia armónica se ve comprometida y con
lógica la historia ha interpretado que las divisiones crean antagonismos que no
siempre son fáciles de resolver.
La agricultura confirmó la supremacía de la especie. De la nueva
comunidad y modos agrícolas, se dejó de lado el bienestar del individuo. El
tributo pagado (ya no digamos en especie) lo fue en aras de condicionar la felicidad.
Se crean las élites y éstas se sienten separadas, esto demanda el
trabajo esclavizado de una parte de los individuos, llegando al grado de
decretar como algo natural la esclavitud.
¿Será que pudo haber la posibilidad de otras soluciones
que no nos enfrentaran de este modo tan violento como especie? No lo sabemos.
Lo que sí sabemos es que la esencia y característica de nuestra especie (no
violenta por naturaleza) al verse en controversias puede tomar un camino
violento, es decir la cooperación se convirtió en otra cosa diferente de lo que
fue en los inicios. Nos volvimos desconocidos entre nosotros mismos y aunque ya
se hace menester crear pensamientos abstractos que logran mantener a los grupos
unidos, estos no fueron del todo asertivos y suficientes para la mayoría. Un
pensamiento compartido es lo más fuerte para la unión grupal. Mientras se pueda
decir que un Dios ha dictado un código, o que los principios sociales que nos
unen son para beneficio de todos, parece que el fin se logra, mas las épocas
actuales nos confirman que no siempre es asi.
El precio del avance conseguido ha cobrado cara la
factura.
Y dice Yuval, -la moneda de la evolución no es el hambre
ni el dolor, sino copias de hélices de ADN. - estamos más decididos a dejar descendencia,
que a crear nuevos modos en los que esa misma descendencia pueda vivir y
convivir mejor.
No se le ha dado valor a la
convivencia armónica.
Pareciera que es
destino genético el crear controversia. Algunas veces estás interacciones
negativas nacen del dolor interior de estar sometidos a jornadas de trabajo
insatisfactorias. Parte de nuestra biología nos exige la reproducción masiva y
son pocos los que se detienen a pensar en estas consecuencias. Las mentes
claras algunas veces están copadas por ideologías demandantes que no velan por
la paz o la felicidad del individuo, sino por los dividendos que se obtienen de
los esfuerzos, sean comunes o sean individuales. Nadie quiere perder el orden
logrado si éste le ha beneficiado, no importa cuánto esfuerzo se haya
desplegado. Habremos de entender que, aunque anclados en un mundo biológico que
nos sustenta, este modo natural no tiene todas las respuestas, ni tampoco son
las acciones mecánicas las que nos sacaran de los atolladeros, solo las
mentes que logren comprender que somos la misma especie,
harán los cambios funcionales.
El bien común es utópico, ninguna sociedad lo procura en
la realidad, las mejoras en grupos concretos y más pequeños van siendo más
realistas.
Las aportaciones relevantes están vinculadas con la
mente, con las propuestas y no solo con las luchas de poder. Si hemos de gritar
e implorar por algo, es conveniente que sean propuestas de cambios reales.
Las condiciones de vida importan e importan mucho. Nadie
tiene porque pasar hambre si existen graneros cuajados de granos para hacer el
pan de cada día. No hemos venido al mundo a vivir en una multifuncionalidad
opresora, y comprender que mientras algunos no tengan una vida digna ninguno de
nosotros la podremos tener completa. Tal vez tengamos dignidad a medias
en el mundo y eso sea suficiente para algunos, pero eso no es el ideal de
fondo. El ser humano no es dueño de la creación y las soluciones han de ser
conscientes y concretas.
No es poca cosa que las comunicaciones ya han dado pie a
la cultura global, ¿para qué? No tan solo para crear memes en las redes,
sino para que se piense con más unidad y los cerebros que sean capaces den
soluciones reales. Lo bueno es que en algunos ámbitos esto ya se está
concretando.
Cuando vemos a los niños de la calle vivir dentro de las
coladeras del sistema interno de aguas negras, es cuando nos debe quedar claro
que la especie no ha sido capaz de vivir su centro digno. Porque, aunque no a
todos nos compete soluciones directas a problemas concretos, si podremos tener
la conciencia y saber que mucho se origina por ignorancia.
Estamos viviendo una existencia que ni por asomo responde
a las capacidades reales del cerebro sapiens. En algunos ámbitos somos
más bien, nonsapiens. Si fuera necesario desandar, revalorar y parar el
mundo en función a revertir en lo que haga falta, sería muy válido.
Hemos tenido tiempo de tener claros los errores cometidos
como especie.
No somos
totalmente conscientes de lo que somos capaces. Eso ya las nuevas generaciones lo
conciben mejor, muchos jóvenes están preocupados porque ven el gran deterioro,
no solo de algunos ecosistemas sino de la especie misma.
Cuando se dio inicio a la agricultura no se percibieron
los reveces negativos de un solo golpe, fue un proceso con sus fases y ciclos y
como no estamos acostumbrados a valor esos entreactos, se sigue de frente
cargando problemas.
¿Podríamos decir que nos ganó la ambición? En cierto
sentido sí. Solo pasados los años nos damos cuenta que algunas veces las
mejoras no se traducen en libertad y mucho menos en felicidad y paz. He ahí el
falso concepto de ésta última. Si nos colgamos al cuello las mejoras y no nos
damos cuenta qué tanto nos esclavizan ¿Qué hemos logrado? Tal vez una
satisfacción virtual, asunto que a fin de cuentas habla de una felicidad
limitada. No se es feliz porque se acumulen bienes, se es feliz porque tenemos
claro el camino.
Tal vez, aun seguimos siendo una especie que tiene como
una prioridad entre muchas, mostrar, esa necesidad de decir que tenemos
un poder interno, exactamente como lo hacen los chimpancés cuando muestran sus
amplias dentaduras. No se puede vivir desdeñando las características que pueden
tener un asiento de calidad. Siempre las cantidades son más evidentes que las
cualidades, estas últimas no siempre se entienden como un valor real.
Las grandes ciudades parece que proporcionan todo aquello
que cualquier humano podría aspirar dentro de los deseos de una vida
civilizada, mas hoy día ya hay un detrimento en la calidad de vida, es muy
evidente como la migración hacia las pequeñas urbes es una realidad, se busca
tranquilidad y con ello paz. ¿Que depara
en el futuro a las grandes urbes? No lo sabemos de hecho, pero de derecho nos
queda claro que podrían volverse pequeñas entidades separadas, comandadas y
habitadas por menos personas.
Calibrar las consecuencias de las acciones no es
precisamente lo más inteligente que ha desarrollado el sapiens, el canto
de las sirenas nos encanta. Los recursos se crean para la libertad y por
ende puede decirse que quien es más libre puede ser más feliz y vivir mucho más
en paz.
Yuval nos dice que cuando los lujos se convierten en una
necesidad, se pueden convertir en un dogal que no todos perciben como tal, si
las necesidades se convierten en demandas, no son del todo justas.
La ideología y ni que decir la cultura, son factores de
una civilización que existe ante todo para la felicidad de sus miembros y si
una parte de éstos no está siendo feliz, el objetivo ha sido trastocado.
El sentido del arte es clave. En los últimos tiempos ha
tomado un camino de mercancía y hemos observado atrocidades como la venta irracional
en relación entre lo que se ofrece como obra y lo que se paga por ese bien. Son
como modalidades de la actualidad en la que el individuo paga por estar presente.
La masificación da terror, cuando vemos que las acciones dejan de ser de valor
humano, y se convierten en mercado por el mercado mismo. Pagar cientos de miles de dólares por una
fruta pegada con cinta adhesiva a una pared (aunque caiga dentro de los ámbitos
de la libertad de acción) no es congruente como un asunto de total cordura.
Nadie duda de la originalidad del acto de un artista que se atreve a semejante
expresión, pero que además haya una persona capaz de desembolsar esas
cantidades es en sí mismo un fenómeno para analizar.
El arte antes que nada es liberador. Que algunos lo utilicen
como mercancía (así sea para vivir) puede ser noble, pero no toda la
nobleza conlleva valor humano. Las variantes oportunistas están a la orden del
día en el crecimiento desmedido de las urbes, bien se dice que: A mar
revuelto, ganancia de pescadores.
Y digo mar, aunque me queda claro que este dicho apela a un rio, hoy día
ya las urbes son mares de gente.
Y dice Yuval: … -la perspectiva evolutiva es una medida
incompleta del éxito-
Podemos percibir en los indicios de nuestra civilización,
que desde muy pronto apareció el sufrimiento, y no hablamos en función al que
sabemos es parte de la especie como lo es entre otros la enfermedad, hablamos
de los errores que parecen irremediables, ¿estaremos a tiempo? (Continuará) MJ
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