jueves, 15 de junio de 2023

 

D.L.V.D. Creatividad, es actitud. (3)                                                                                              

                                           El color habla su propio lenguaje, no puedes vivir sin él.

Van Gogh.

 

                                                                      El lenguaje del color lo abarca todo.           A veces creemos que solo lo que se nos aparece con coloración viva es digno de mencionarse como colorido, olvidando esos colores que nos acompañan en la vida diaria, ahí mismo en la cercanía de nuestros entornos. También puede suceder con los tonos neutros que tienen su propio lenguaje y que por ser discretos pasan más desapercibidos, realmente son a veces como los catalizadores o mejores acompañantes de los colores más fuertes. Así mismo pasa cuando valoramos el humor humano, si la persona es muy activa y se nos representa como dinámica, con una alegría constante y colorida, creemos que siempre es feliz y está en equilibrio. No siempre es así. Saber detectar los tonos neutros en nuestros congéneres es todo un arte, saber que los silencios son necesarios y muy dignos, y saber de qué nos hablan cuando alguien los manifiesta, lograrlo es un don.

                              ¿Cómo habríamos de vivir sin el color que en esencia es la luz?

Literalmente, sin apreciar los colores, sus tonos y combinaciones estaríamos como a oscuras.

Cada uno de los mortales vive su experiencia con el color de manera individual. 

En lo personal lo viví en casa, mi padre antes de pensar ya tenía en mente el color de lo que había de por medio. Ayer, una amiga de la infancia me dijo: -recuerdo con alegría que fui a tu cumpleaños que fue un baño de piscina, teníamos unos siete u ocho años de edad, y me impacto que tu traje de baño fuese color negro-. ¿Quién le pone a su hija de esa edad un traje negro?, pensé yo misma, Y le dije: Fue mi padre quien eligió ese tono, él gozaba mucho los colores. Para él, el color negro era de lo más elegante, y cómo son las cosas del devenir, mi hija convivió por varios años y estuvo muy cerca de él, mas no creo que eso de los colores se lo haya transmitido tanto como a mí, y ella elige el negro para sí misma.  En el caso de mi marido todos vivimos con él una cosa muy singular, nunca le gusta saber nada del color, le da exactamente lo mismo, hasta lo más sencillo nos lo adjudica para resolver si se trata de algún color. A la hora de decidir todo ese rubro y espectro me corresponde a mí, lo he venido haciendo desde muy niña de forma natural.  Comprendí que no solo el daltónico vive con sus propias coloraciones a cuestas, cuando uno tiene presente el color en la actitud vital, uno elige que colores le representan. Cuánta razón y verdad contenía la mente genial de este hombre del impresionismo francés, Van Gogh, que definió de tal manera sus mundos coloridos que hasta hoy nos impactan. Sabemos que los procesos esquizoides en el ser humano son creativos por naturaleza, mas a la vez, mal llevados pueden producir mucho dolor. La creatividad es así, es exigente, pertinaz, reconfortante y gloriosa a la vez.  Puede producir los estados más gratificantes de este mundo pasajero.

El color no solo está en la luz, también está en todos los estados de ánimo que puedan habitarnos. Para las personas que creen en los centros energéticos del cuerpo humano, denominados chacras, se ha estudiado mucho y con bastante fortuna como los colores son parte de ellos, últimamente se añadió el octavo chacra (siempre se consideraron siete) y está situado entre el cuello y el tórax y tiene el color aguamarina. Las nuevas modalidades de la inteligencia emocional se han encargado de hacernos saber qué importante es estar armoniosos y si somos atentos a estas nuevas corrientes del manejo de la emotividad, es seguro que lograremos percibir muchas más dimensiones del mundo colorido que nos rodea.

                                                            Qué bueno resulta apreciar que vamos dejando atrás etapas que, aunque las llevemos en el recuerdo son parte de una limpieza necesaria y justa que trae consigo la vida misma, siempre son bálsamos los buenos recuerdos. Lo que más nos limpia el alma es en realidad nuestra manera de percibir y de tener claras las intenciones. Cuando las intenciones no tienen buena energía ni están dirigidas con dignidad y hacia lo creativo, es posible que las acciones no se den de la manera esperada.

El buen sentido de la disciplina va tomando asiento conforme pasan los años.

                                                                                                  La humildad, se afina.

No se puede confundir humildad con debilidad. Esta palabra que viene de la palabra humus, es más bien un aterrizaje a lo elemental y necesario, nos permite hacer mejores elecciones, así como situarnos con los pies en la tierra y nos lleva a lo que tanto aprecian los jóvenes hoy día: Lo más sencillo. 

De voz de I. Larrañaga escuché: -Cuando empezamos a dejar que el ánimo tenga oscilaciones, es más seguro que acumulemos manías que nos socavan las acciones en todo su potencial-. Es verdad que todo puede cumplirse y no podemos soslayar que el modo de lograrlo cuenta, así como los ingredientes que podamos adosar como es la valoración del color. Aun sin percibirlo del todo, por los ojos el color nos da una tónica de energía.

 Me encanta lo que dice Amiel en su diario íntimo: -La originalidad consiste en producir rápida y netamente la reacción contra la influencia externa y darle nuestra formula individual-.

                                                                A veces una sola palabra o un solo color, es capaz de evocarnos nítidamente a una persona. Eso mismo también nos puede pasar con los significados y los colores van teniendo más claridad, van calando en nuestra vida. Exactamente me sucede que cada que escucho la palabra paja, una monja teresiana aparece en mi memoria, una mujer propositiva y de cultura bien definida en su aprecio por el arte, nos daba clases de Estética en la prepa como parte de los valores de la filosofía, y nos decía: -cuidado con llenarnos de paja-. Así como muchas mujeres hoy día dicen:  -antes muerta que sencilla- lo que digo yo es: -antes muerta que dejar de lado la originalidad-. Cuando hoy día percibo la tremenda influencia de las redes sociales en la vida de cada uno de nosotros, por momentos me aterra, me paraliza percibir que cada vez más, seremos menos movidos por el fondo de nuestro yo profundo, donde reside nuestra clave original.

                                                       Así como se forja el hierro, nuestra alma va tomando visos que ya son fuertes y sin retorno. No es precisamente que nos endurezcamos el carácter al paso de los años, es más bien que ya tenemos un cumulo de pruebas superadas que son como las capas estratigráficas del ser, que nos dan una visión mucho más realista de la vida en general, de la vida personal.

Con los años y con el tiempo bien entendido, aprendemos a observar mucho más desde la barrera y para bajarnos a los ruedos de la vida lo pensamos dos o tres veces. Tener fidelidad al yo profundo es algo que se aprende y se fija, se goza y se manifiesta. Ese yo se resguarda mucho mas con los años ya que sabemos cuánto puede contaminarse de chatarra.

Como soy una conversadora nata e irredenta, eso me hace pensar también de mi tendencia a expresar más de lo necesario, sé que lo hago y yo misma me preocupo de abrumar porque tiendo a irme por las ramas, y aunque sé que hoy día con las prisas todos quieren llegar al grano, para mi tiene mucho valor contextualizar la conversación.  Puede haber exasperación. Los entretelones ya no cuentan porque el tiempo apremia. Tal vez por eso mismo amo tanto los árboles y gozo pasearme con la mirada por sus frondas y ramas, no todos tienen el don de comprender las circularidades y enramajes al conversar. He dejado de ver a algunas amigas y creo que es porque ya no hay gozo al conversar, se posponen las citas, se va la vida.

Muchas cosas se refrendan en las páginas de quienes gozamos escribir lo que vivimos. Refrendar no es propiamente repetir, es decir de nuevo dentro de un contexto situado en otra temporalidad.

La vida jamás es lineal. Cundo estudie Materialismo Dialectico e Histórico en la facultad de Antropología, lo que más me marco fue comprender el movimiento en espirales que define a la vida misma, no se avanza sin un sinuoso y a veces gran retorno a la fase anterior y así se toma fuerza, mas también se puede percibir como el valor de tener presente el pasado, porque ahí se asienta lo que se va a renovar. Como arqueóloga que soy, y aunque trabaje poco en esos lares, al conversar me es necesaria la capa anterior de la vivencia, son importantes los contextos, pero no todos tienen la paciencia. Hay recovecos a veces que parecen insondables, como si la vida y sus sinuosidades nos tragasen para no poder volver a lo que fue. Ese sentir es falaz porque la vida no es de la inmediatez, tiene contextos mas allá que son valiosos.

En estos momentos de principios de siglo una de mis mayores fortalezas se gestaba en el apoyo incondicional a los hijos jóvenes, ocupé mucho mi mente para encontrar las palabras justas y darles claros los sentidos, no sabiendo si estaba del todo bien el camino elegido, habíamos ido mi marido y yo a una escuela para padres, para tener más claro ese asunto de la paternidad, que al cabo termino siendo asertiva cuando nos dimos cuenta como mucho de lo que forma a cada ser, ya lo trae en el carácter básico. Dos seres totalmente pensantes, con miras compartidas con nosotros sus padres, y tomando ellos las propuestas solo para matizar las suyas. Ni por asomo con ideas peripuestas. Teníamos clarísimo que la vocación se va concretando en el hacer muy personal y promovimos el pensamiento individual como valor máximo por la convicción de que nadie que de entrada a su espíritu genuino se confunde, y si lo hace sabe tomar retornos por sí mismo. Me di cuenta que el mundo exige tanto por momentos, que a veces podemos ser capaces de nulificar a los descendientes con tal de llevarlos a elegir una actividad solo por lo que remunere o peor aún que los haga clones de los padres. Jamás quise eso para los hijos, así que estuve atenta a que probasen, hablasen, viesen, comparasen y decidiesen discutiendo si era necesario, ¡estupendos momentos de sobremesa! con la vocación en la mano en el sentido que me enseño mi casa paterna: desde la originalidad del corazón. En mis lares de niña ser feliz era lo más importante y cuando por pocos momentos hoy día esos días de infancia vuelven a la mente, solo puedo tan solo volver a estar agradecida una vez más. La vocación que se refleja en el hacer no solo nos hace felices a nosotros, sino a todos los que nos rodean. Nacemos con lo que somos y hay que procurar que eso no se deforme demasiado. Pareciera fácil, pero no lo es, las demandas del mundo son terroríficas a la hora de elegir, lo peor es jugar papeles impuestos por otros seres, así sean nuestros padres.

Me sentía feliz y segura proponiendo la mira de los cambios como algo que es de bien. A principios de siglo mi hija a sus primeros veinte años de vida me dijo, literal: -Ustedes, no resisten los cambios- el pasmo fue grande. ¿Qué percibía mi propia hija de nosotros sus padres para semejante aseveración?

Y nos quedó claro, mi marido planteaba claramente que para él lo importante era más que nada una vida sencilla sin tanta demanda del medio, mostró su felicidad entre libros, leyendo y escribiendo como algo central. Optar por acciones que nos dieran respiros creativos a los cuatro juntos, ya fuera salir de la ciudad o en casa. Cuando la vida interior es valiosa mucho nos llena estar con nosotros mismos y los jóvenes lo percibían como resistirse al cambio. 

Mantener de lado las expectativas que no son parte de nuestro ADN, es gran sabiduría. El Zen lo propone con claridad, Habiendo estudiado tanto de Zen, me costaba aun a estos momentos de principios de siglo poder aterrizarlo, espero poder compartir como lo fui logrando. (Continuará)   

 

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