miércoles, 8 de diciembre de 2021

 

De la vida diaria.

Estar bien se refleja en todo.(Compartido)

 

Sentirnos bien no es suficiente para saber que vamos por el sentido elegido. MJ.

 

Tendemos a ocultar con la actividad frenética de los días de hoy, ese sentido especifico que queremos en nuestra vida y que de pronto, como si nos tocasen al hombro sentimos el aviso: no estamos por el camino correcto. No es creer a ojos cerrados en la perfección, es más bien tener completamente fuera de nuestro quehacer, esos momentos que a veces no entendemos y que se parecen a un ansia que no es parte de lo que pretendemos vivir.

Cuando nos sentimos y estamos bien, se refleja en cada momento y a cada paso. Es más, aquello que nos preocupa se va diluyendo y la vida se vuelve un flujo continuo mucho más agradable. Ahora que me releo, me doy cuenta como el hilo conductor de todos mis escritos van por ese camino. La palabra serenidad se repite con constancia, y me recuerda que importante es saber la energía que contiene cada vocablo, logrando que toda la misión que se nos ha encomendado se vuelva un continuo mucho más gratificante. “No somos lo que decimos que hacemos”, nos recuerda Carl Jung, sino tan solo lo que a fin de cuentas, si hacemos. Esto es lo que se convierte en lo que somos, si lleva buen sentido.

Animo e intuición parece que de pronto se toman de la mano y las mismas experiencias nos  van dejando ver que no es creer en Dios lo que nos ayuda a llevar la vida mejor, es más bien conocer como ésta fuerza que algunos conocemos como Divina se hace presente en los actos. Este año que cierra, logré hacer la expresión plástica (acrílicos) que me representa este sentir, tenía la obligación y el ímpetu de plasmarlo, observe a demasiados congéneres que andan por ahí asiduamente concurriendo a sus iglesias, más no viven en paz. Cuantos seres se salen de sus casillas por los devenires inesperados de la vida y dicen conocer a Dios. Se hacen palpables las incongruencias. Parecería que la vida fuese un perseguir cosas, acciones que nos dan la idea de tocar el horizonte y cada vez este se alejase más. Todo tiene que ver con la actitud mental que debemos cuidar observando la intención.

En las épocas de principios de este siglo (que releo) voy trazando las líneas para ir encontrando una paz verdadera, me esfuerzo en encontrar las palabras justas que empalmen con mi quehacer, noto que ya no quiero ese espacio entre lo que pienso y lo que hago, y es así que tomé algunas ideas de Wayne Dyer, son extractos que a todos nos viene bien recordar:

Cuando se tiene paz, es muy difícil que surjan pleitos. Las discusiones generalmente son del ego, esa parte de acción mundana que de pronto se hace tan viva, pertenece al ámbito de la personalidad que habríamos de minimizar, cuando vamos comprendiendo que más bien somos espíritu. La paz está presente cuando observamos al mundo como desde fuera, tal como es y no como queremos que sea. Es decir aunque haya asuntos que no nos agraden tanto, podremos lidiar con ellos con gratificación.

Saber que puede ser grandioso encontrar que hay seres humanos que no piensan igual que nosotros y puede ser fascinante tener convivencia y trato con ellos, antes de ocasionar conflicto. Todo conflicto tiene su base en el miedo, mismo que es el primo hermano  de la ignorancia. Existe la falsedad, es un hecho claro, mas esos asuntos que se asientan como inquietantes fácilmente se destierran cuando estamos seguros de estar en el camino autentico y personal. En el mundo de las palabras hay mucha vida, mas como a veces se manosean en demasía pareciera que se languidecen, hay que darles nuevos enfoques y bríos. Las palabras no son solo las herramientas básicas del bienestar, son también  la fuerza energética que nos puede llevar a muchos mundos. Saber bien y mejor de los significados nos puede dar mucho jubilo interior y comprender que lo que no encaja habrá  que desterrarlo, la neurolingüística lo ha demostrado. A veces nos cuesta comprender como no es posible estar cerca de todas las personas que creemos forman parte de nuestro mundo,y cuando entendemos las discrepancias que existen, las soltamos. Las corrientes energéticas entre seres es un hecho contundente, hay estudios que hasta comprenden el halo de colores que nos rodea. Tratar de entender a los seres con los que convivimos es a veces una tarea innecesaria. Los flujos sanos entre los humanos se perciben, no hay que forzar nada.

En estas épocas de principios de siglo varias personas salieron de mi vida para nunca más volver. De momento nos toma como por sorpresa y ya con la dimensión temporal de nuestro lado, nos vamos aclarando que eso resulta ser lo mejor.

Tener garbo en el espíritu se refiere a que no permitamos que nada ni nadie descuadre el humor. Los cariños son flujos de ese bien tan preciado que es el interactuar, y no es obligado sino parte del buen ser. Tiene todo que ver con la dignidad y con un aprecio que no debe ser más que el justo y necesario.

Solo somos testigos de lo que sucede cada día. No venimos a ser donadores constantes de nada, es en la vida diaria en donde nos volvemos cómplices de nuestro ser interior y al tenerlo nítido podremos compartir con sencillez. Si el propósito es claro, el todo se hace cargo de los detalles.

No todas las realidades existentes son para todos, así como no todas las personas han nacido para estar en interacción, así sean biológicamente cercanas. Cuanto terror se nos ha infundado en el alma al decirnos que debernos ser compinches de todo Dios, eso nunca. Los seres que van encontrando su serena paz, saben dejar pasar todo lo que no les corresponde, y esto incluye a los mortales.

Cuando en épocas del kínder mi hijo llegó con tremenda mordida en el antebrazo me espanté. Mientras pensaba que explicación podría tener tan bárbaro suceso, me acordé que el homo puede estar más presente que el sapiens en el mundo de los humanos y más en el de los críos. Al hablar con la muestra le comente que lo único que había infundido en mi hijo era que fuera amigo de todos y los respétese, y ella con toda seriedad me acotó: -Eso es lo ideal mas no lo real.- Los niños deben de mostrar los dientes- me dijo, -como herramienta de límites.- No para morder al compañero sino para que este observe bien, que el otro también los tiene y si es necesario los utilizará no precisamente para morder una manzana.

Aprender a relajarnos es básico. Es necesario en un espacio del día darnos un respiro. Creo que cada día sería lo más justo, más si no se logra con esa regularidad puede hacerse cuando sintamos que es necesario. Los espacios entre las notas son el sostén de la buena acción, de la buena música.

Hay entornos en los que el rumor hace estragos. A veces creemos que porque apreciamos a alguna persona está siempre tendrá claro lo que dice, y no siempre es así. Hay que tener claro el sentido de lo que se escucha y no creer todo lo que se oye.

Podremos medir nuestro buen sentido de bien reflejarse en todo, cuando nos percibimos menos quejosos y más propositivos en cada acción, en especial en esas de resolver el día a día. Porque, el espíritu se pule, se logra alejar la dispersión y los apremios toman su sitio temporal para no hacernos unos títeres del devenir.

Mucho del bien que le compete al ser humano se asienta en manejar adecuadamente la intuición. A veces se cree que ésta es como una bola de cristal que nos permitirá visualizar lo futuro, pero nada más alejado, intuir es saber cómo responder con esa primera sensación que nos llega y que a veces nos toma desprevenidos y es por eso mismo que sin querer la complicamos.

En estos días, paseando por los pequeños poblados de nuestra península, tuve una experiencia en un cementerio, vi como a los cinco años de haber muerto una persona se sacan los huesos y se limpian, se lavan, y se secan con cuidado para depositarlos en una manta bordada y confeccionada ex profeso para su resguardo. Así nos vendría bien sacar nuestra ideas al sol de vez en cuando y limpiarlas, lavarlas y ponerlas en nuevos recintos de nuestro pensar para recrear la vida. Es muy singular esa acción de los creyentes. Ese volver a pintar y acicalar una sencilla construcción que alberga al ser querido que aunque ya se fue, se sabe que algo muy importante de su espíritu está ahí en esos pequeños espacios para nunca ser olvidado. Los deudos piensan que esos huesos habrán de orearse porque han estado demasiado tiempo guardados, queda claro que no deben regresarse ahí a su cuna de hojalata tan pronto, porque pueden acalorarse. Cuando este momento llega a la vida de las familias, se sienten con la necesidad de festejar. Ese recordar propicia reunión y vianda especial.

Existe evidencia muy clara de que el homo sapiens ha honrado a sus muertos desde mucho tiempo atrás. Los vestigios arqueológicos tienen esa encomienda muy presente,  constatar que mucho de lo encontrado tiene todo que ver con los que se van y que a la vez se quedan en entierros muy  acicalados.

Si logramos tener presente que somos una cadena de humanos interactuando, seguro la vida se presentará con mucho más bien y felicidad  y se percibirá en todos los ámbitos.

 

 

 

 

 

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